La alianza militar-política dirigida por el Pentágono, anunció en Lisboa ampliar su “perímetro defensivo” para “actuar en cualquier lugar del mundo”. Este golpe al derecho internacional sucedía ante un servil Ban Ki-moon, jefe de una lamentable ONU. Se mantiene así un estado de guerra permanente para regocijo de los marchantes de armas. En la edición especial para una opinión pública anestesiada, el santo y seña de dichas hazañas serán “lucha contra las violaciones de derechos humanos, emisiones de CO2, el deshielo o la sequía”.
Tres enclaves estratégicos, ya ocupados por EEUU pueden servir para llevar a cabo este macabro plan: Kosovo en Europa, Irak en Oriente Medio y Afganistán en Asia Central.
Washington seduce a Rusia para que abandone la OCS (Organización de Cooperación de Shangai, dirigida por China) y se integre a la OTAN. Su fin es aislar a Pekín y abortar los intentos de Moscú a recuperar su antaño poder. Éste ya ha firmado las sanciones contra Irán y ha renunciado a entregarle los sistemas de defensa antiaérea, mejorando así su relación con Israel. Es obvio que Kremlin se beneficia de las amenazas a Teherán. El gasoducto Irán-Turquía-Europa, cuya finalización está prevista para 2014, competirá con el suyo, económica y políticamente.
Las alianzas se reconfiguran. EEUU utiliza a la India como el contrapeso de China, invitándole a romper con la OCS. Luego, con el fin de truncar el giro en la política exterior turco hacia el oriente musulmán, le fuerza a alojar en su tierra un escudo antimisiles que apunte a Irán, país que no ha dudado en realizar maniobras militares conjuntas con Pekín.
La crisis del capitalismo se ahonda. Y un Barack Obama derrotado en la política doméstica puede tener la esperanza de que nuevas aventuras bélicas, le refuercen de cara a las próximas elecciones.
La OTAN se presenta como la principal amenaza de la paz mundial. Es hora de exigir su disolución.
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