miércoles, 30 de noviembre de 2011

Sobre el estado-nación.






Rebelion. ¿Fin o transformación de las naciones-Estado?















Portada ::
Opinión






Aumentar tamaño del texto
Disminuir tamaño del texto
Partir el texto en columnas
Ver como pdf
30-11-2011







¿Fin o transformación de las naciones-Estado?










En fecha reciente Esteban Cabal publicó un interesante artículo cuya tesis central se infiere de su título: “El fin de la soberanía nacional y las naciones-Estado”. Se sostiene que la globalización económica está ocasionando el nacimiento de un nuevo modelo político destinado a sustituir al viejo de naciones-Estado, iniciado con la independencia de Estado Unidos en 1783 y la revolución francesa en 1789. Despojados los Estados cada vez en mayor medida del atributo de la soberanía, se configura un sistema de gobernanza mundial, un “Nuevo Orden Mundial” regido por corporaciones privadas o instituciones trasnacionales o internacionales.

Rehenes de los poderes facticos, --se afirma-- las naciones-Estado ya no controlan la gestión de los recursos naturales (el agua incluida), las materias primas, la energía, la salud, la política económica y monetaria, mientras la soberanía alimentaria les ha sido arrebatada. También, --destaca Cabal--, la OTAN, el Consejo de seguridad de la ONU, (y añadiría, el sistema imperialista mundial hegemonizado por Estados Unidos) limitan la soberanía de los estados en materia de seguridad y tienden a configurar un ejército mundial único. Se mantiene tajantemente: “Ya no son necesarios los ejércitos nacionales…De hecho existe un proceso silencioso y silenciado de desmantelamiento de las estructuras militares, cada vez más subordinadas a organismos globales”.

En el terreno de la política, se argumenta que “los políticos ya no gobiernan, solo administran, son meros gestores al servicio de las grandes corporaciones que, por otra parte, son quienes financian sus campañas electorales”. En suma, en el artículo mencionado se vaticina: “Vacías de contenido, de competencias efectivas, las naciones-Estado son cáscaras huecas, cadáveres, un emergente poder privado global ha decretado su caducidad y tenderán progresivamente a desaparecer.”

Habiendo sintetizado al máximo las tesis de Cabal por razones de espacio, me propongo hacer algunas acotaciones al respecto. Coincido en muchos de los elementos del diagnóstico en torno a la pérdida de soberanía de algunos Estados (los articulados en forma subalterna en la mundialización capitalista actual), y comparto la direccionalidad crítica anticapitalista del texto, el cual toca un tema trascendente que en el marxismo forma parte de la llamada “cuestión nacional”. Sin embargo, discrepo de varias de sus derivaciones argumentativas.

Las ideas en torno al desmantelamiento del Estado en el capitalismo neoliberal son parcialmente ciertas. Es verdad que todas sus obligaciones sociales (salud, educación, seguridad pública, pensiones, etcétera) --y por ende las instituciones a ellas relacionadas-- se deterioran o privatizan al desaparecer los elementos constitutivos del Estado Benefactor. Sin embargo, con el neoliberalismo se fortifican sus tareas represivas y de control social y, en consecuencia, toman preeminencia política las fuerzas armadas, policiales y de inteligencia. Esto es, la violencia y el autoritarismo --intrínsecos del sistema estatal capitalista-- asumen un papel preponderante. Los Estados nacionales se trasforman lisa y llanamente en guardianes del orden y la reproducción del sistema mundial de explotación al trasnacionalizarse sus clases dominantes. Así, mientras el Estado “desmantela” algunos de sus aparatos, da fuerza a otros.

Particularmente después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y como resultado de la llamada “lucha contra el terrorismo” --que ha continuado Obama por otras vías--, se globalizan las condiciones de excepción a partir de las cuales los derechos civiles son virtualmente suspendidos para dar pie a procesos de militarización, control de fronteras, aeropuertos, persecución de población emigrante con y sin documentos, sobre vigilancia de la ciudadanía, detención de personas sin órdenes de arresto, criminalización de las luchas sociales, utilización masiva de la tortura, secuestro de ciudadanos y traslado a prisiones clandestinas, cambios en los marcos jurídicos para introducir el delito de “terrorismo” y otros derivados que en la práctica pueden ser aplicados a un amplio rango de opositores de izquierda y luchadores sociales.

Se instala el llamado terrorismo global de Estado en el que el marco jurídico internacional deja de tener vigencia para dar paso a una extraterritorialidad de reformas jurídicas, programas operativos y prácticas administrativas que facilitan las tareas de los aparatos de inteligencia, militares y paramilitares. En los hechos se da una especie de internacionalización de la represión y control de las oposiciones anticapitalistas, democráticas, nacionalistas o de cualquier otro signo que se manifieste contra Estados Unidos y contra los gobiernos proclives a este nuevo orden mundial. (Ver: Terrorismo made in U. S. A. en las Américas www.terrorfileonline.org)

Por ello, es vital entender el doble espacio de las luchas sociales de nuestro tiempo (en los ámbitos nacionales y mundiales), las transformaciones de los Estados nacionales (que no su desmantelamiento) y el nuevo papel que esos Estados asumen en la lucha de clases contemporánea y, sobre todo, es ineludible identificar el carácter rector que adquiere el imperialismo estadounidense (y sus aliados europeos e Israel) como un permanente interventor y participante activo a favor de sus intereses y los de esas burguesías trasnacionalizadas. Lejos de la desaparición de los ejércitos nacionales, para el caso de América Latina, lo que tenemos es una modernización en todos los órdenes, fortalecimiento de su capacidad de fuego, mayor tecnificación, entrenamiento intensivo en tareas contrainsurgentes, cambio en sus misiones para transformarse en fuerzas de ocupación interna de los pueblos con la justificación ideológica de “la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo”.

Por otra parte, autores como Leopoldo Mármora (El concepto socialista de nación. México: Cuadernos de Pasado y Presente, 1986) y Ana María Rivadeo (Lesa Patria. Nación y globalización. México: UNAM, 2003) han insistido en la naturaleza contradictoria inherente al capitalismo. Rivadeo lo plantea de esta manera: “Así, pues, ya en el concepto simple de capital anida una determinación doble y contradictoria: la tendencia a la universalización y la homogeneización de la vida social en todos sus aspectos, y la tendencia, contrapuesta y simultánea, a la desarticulación y la particularización. De modo tal que la primera se realiza por medio de la segunda: la matriz espacial presupuesta –producida y reproducida—por las relaciones de producción y la división social del trabajo capitalista, enhebra en su seno dos dimensiones: está hecha de cortes, de segmentaciones en serie. De límites y de fronteras; pero, al mismo tiempo, no tiene fin…Así, el espacio moderno es un espacio en el que es posible desplazarse indefinidamente, pero a condición de atravesar separaciones…De ahí que el imperialismo no pueda ser más que inter-nacional, o más exactamente, tras-nacional, y por ende consustancial a la nación…Esta contradicción del capitalismo entre su carácter social-universal, a la vez que privado-individual, condiciona la necesidad del estado nacional burgués.” (Pp. 84-91) Teniendo un sustrato económico que abre las fronteras nacionales al capital transnacional, particularmente a su fracción financiera especulativa, para garantizarle condiciones óptimas de rentabilidad, la mundialización capitalista neoliberal se manifiesta en todos los espacios políticos, ideológicos y culturales de nuestras sociedades por medio de la intervención permanente y decisiva del Estado.

En este contexto, se da una doble determinación, por un lado, la explotación capitalista se desarrolla sobre un horizonte mundial, y por el otro, los Estados nacionales controlan localmente los conflictos y las contradicciones de la fuerza de trabajo y de los grupos subalternos en general. Así, en la Europa del capital, por ejemplo, las condiciones de la dominación en cada país mantienen sus peculiaridades nacionales, la correlación de agrupamientos políticos, las formas de la resistencia y la lucha de clases.

En esa dirección, el Grupo Paz con Democracia en su Llamamiento a la nación mexicana (La Jornada, 16 de noviembre del 2007), señalaba: “A contracorriente de la propaganda neoliberal, la nación sigue siendo el espacio de nuestras luchas de resistencia, y la base estratégica de nuestra articulación con las resistencias de las naciones y los pueblos del mundo entero al capitalismo. La disputa por la nación pasa por la defensa de sus recursos naturales y estratégicos, por la lucha contra la ocupación neoliberal de nuestros países. La resistencia patriótica es fundamento de las transformaciones democráticas y sociales de largo aliento, que nuestro país requiere urgentemente”.

En el terreno de las coincidencias con Esteban Cabal, destaco una de singular importancia con la que concluye su estimulante trabajo: “El capitalismo puede y debe ser sustituido porque es incompatible con la paz y los derechos humanos. Pero la alternativa a la “soberanía nacional” de Sieyéz sigue siendo la “soberanía popular” de Rousseau, la democracia directa, transparente, participativa, y de ningún modo nos podemos encomendar al gobierno plutocrático de las élites. A la sociedad de consumo sólo puede sucederle la sociedad del conocimiento.”  

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.







Envía esta noticia

Compartir esta noticia:
delicious 
digg 
meneame
twitter













A. Negri, sobre la representación política.






Rebelion. “La representación es la ausencia de la participación”















Portada ::
Opinión






Aumentar tamaño del texto
Disminuir tamaño del texto
Partir el texto en columnas
Ver como pdf
30-11-2011






Entrevista al filósofo Toni Negri

“La representación es la ausencia de la participación”




Página 12






–¿Qué significa la emancipación hoy?

–Hay que situar la emancipación desde una perspectiva espacial que implica pensar “desde abajo” y desde una perspectiva temporal que pone en primer plano la tendencia que aspira a que todo aquello común, que hoy sólo compartimos a un nivel virtual y técnico, se convierta en algo actual y político. Y para esto hay que pensar, como experimento, las figuras actuales de la subjetividad. Con ellas debemos confrontar toda expectativa de emancipación.

–¿Cuáles son esas figuras?

–La primera es la del hombre endeudado, aquel trabajador precario que queda preso del crédito casi de por vida, reducido a una suerte de servidumbre por deudas. A esto corresponde la “renta” del capitalismo actual y la resistencia es decir “no pago”, como una forma multitudinaria del rechazo y, a la vez, de apropiación de la riqueza común. Luego, el hombre mediatizado, que reemplaza a la vieja noción de alienación para dar cuenta del sometimiento a los dispositivos de comunicación, que esconden la inteligencia humana, la verdad común de la comunicación, bajo formas nuevas de control. En tercer lugar, el hombre asegurado es aquel obsesionado por la seguridad de su propiedad, por el riesgo de su vida, por el miedo a la pobreza. Finalmente, el hombre representado, que podemos decir que es el núcleo del problema de la emancipación.

–¿Por qué? ¿Cuál es la crítica?

–Esto lo estamos trabajando con Michael (Hardt) ahora. Es una tipología que tiene como problema la cuestión de la nueva constitución a partir de entender cuáles son los deseos y las experiencias de estos sujetos. Desde un punto de vista negativo, tiene razón Schmitt cuando dice que la representación es la presencia de una ausencia. También la representación de Rousseau es siempre una ruptura, una fetichización de la presencia. Y esa presencia viene construida por elementos que no tienen nada que ver con la participación.

–¿En qué sentido?

–En tanto la representación es la ausencia de la participación y la presencia de una máquina de poder que se organiza de manera nueva frente a estas figuras de la deuda, el control del riesgo y los medios de comunicación. En este sentido, no es la vieja crítica a la representación por la burocratización de sus procedimientos administrativos. Hoy no existen esos procedimientos como instancias separadas porque, entre otras razones, los lobbies ya no son algo externo sino que están completamente absorbidos en el gobierno.

–¿Está pensando en alguna situación particular?

–En Obama, que como candidato presidencial propone reformas, gana con ese discurso y para llevarlas adelante ¡invita a los poderes de lobby que están contra esas reformas! Es una locura. Esto se da en un momento en que los gobiernos en general tienen menos condicionantes parlamentarios para tomar decisiones. El gobierno de Estados Unidos puede intervenir sobre la magistratura sin ningún sistema de control ni de check and balance. Esta concentración de poder, sin embargo, no logra salir de los problemas de una representación forjada en el siglo XVII, que vuelve a las constituciones actuales constituciones de derecha. Con esto me refiero a que la democracia representativa determina unos límites a la participación que son insuperables y vuelve impotente incluso a la concentración de poder.

–En buena medida, contra estos límites se alza también el movimiento de ocupación de plazas de Tahrir a Madrid, mediáticamente bautizado como indignados.

–Me ha fascinado el discurso de los indignados sobre el miedo. Ellos dicen No tenemos miedo. Es una cosa formidable si pensamos que toda la filosofía política occidental está fundada sobre el concepto de miedo, lo cual organiza el ejercicio de la violencia del ejército y la policía como efecto de nuestro miedo, por el cual les cedemos el poder.

–Además, hay formas nuevas del debate asambleario en las calles...

–Esos jóvenes no hablan más que cinco minutos, van a lo esencial, aprendieron del Twitter (risas). Hacen también una crítica al concepto de mayoría, a la obediencia sin más del 51 por ciento. Por último, despliegan toda una crítica muy interesante a la idea de la decisión rápida, mostrando cómo siempre la decisión es un proceso de construcción lenta, conjunta, que se consolida en ese tiempo compartido, lo cual anula de hecho todo el privilegio dado al discurso de los expertos. Y esto que señalo lo aprendés escuchando y hablando con la gente en la calle, no con un coloquio de filósofos.

–¿Cómo comprender la situación italiana después de la renuncia de Berlusconi? ¿Qué cambia?

–La situación italiana tras la caída de Berlusconi es exactamente como antes, menos el “bunga bunga”. El gobierno de Monti es un gobierno “técnico” que intentará realizar el diktat europeo neoliberal que Berlusconi no lograba actuar y conseguirá hacerlo con el apoyo de la izquierda. El chantaje del default funciona de manera notable, sobre todo porque falta cualquier idea alternativa y falta un mínimo de voluntad política alternativa al esquema neoliberal.

–Esas referencias al mercado son conocidas en Argentina...

–Es realmente grotesca la situación en la cual nos encontramos nosotros: estamos bajo el ataque de los “mercados” y nadie intenta entender qué cosa son estos mercados y en nombre de qué cosa se están moviendo; quiero decir: la defensa del dólar y, en consecuencia, el ataque a la Europa política. Al mismo tiempo, se hace todo aquello que es necesario hacer para obedecer a los diktat de los mismos mercados. Nadie osa decir que los mercados son internos a la lógica del poder político actual, sea Berlusconi o sea Monti y del cual la izquierda forma parte.

–Ante este panorama, ¿qué espera de los movimientos sociales europeos?

–La primera cosa que espero, porque en realidad ya lo han demostrado ampliamente durante los últimos meses, es la permanencia de una resistencia a este desastre. Por resistencia entiendo dos cosas: en primer lugar, rechazar punto por punto las iniciativas que se vienen tomando, sobre todo contra los salarios y el Welfare (Bienestar); en segundo lugar, la capacidad de imaginar un programa e instituciones del común para echar a las actuales elites económicas y políticas. La situación es dramática, pero como siempre frente a estas políticas capitalistas de shock, se abren y se extienden frentes de resistencia.

–¿En ese punto es también un momento de innovación política?

–Son ocasiones relevantes para construir nuevas culturas políticas. Todo esto no es imaginable sin conectar las prácticas del común y una revitalización del proyecto de construcción política de Europa. Una Europa de las multitudes y no de los mercados.

–Hablando de América latina, usted señaló que ya no se puede pensar a los movimientos sociales como doble poder y que, más bien, puede apostarse a una relación dinámica entre movimientos y Estado. Sin embargo, hoy subraya también el riesgo de disolución de los movimientos en el Estado. ¿Cómo lo sintetizaría?

–El doble poder busca enfrentarse con el Estado. Hoy la cuestión no pasa por allí, sino por la construcción de un común más allá del Estado. Pero este más allá no puede pensarse desde la homogeneidad, por las diferencias de espacialidad y temporalidad que existen. En este sentido, los procesos de singularización son los que devienen centrales para pensar lo común. Y, en este punto, se trata de una totalidad muy difícil de conquistar. Entonces, hay que ser muy prudentes. Pero hay que imaginar nuevas formas de gobierno y para eso el primer problema es eliminar la propiedad privada. No se trata de regularla o conducirla a fines sociales. Sólo la eliminación real, no formal, de la propiedad privada puede dar hoy el reconocimiento verdadero de que la organización del trabajo, la organización de las formas de vida y de las organizaciones sociales ya no pueden ser bloqueadas por el capital privado en tanto son expresión de la potencia común, laboral, cultural, social.

–¿Es una inadecuación de las fuerzas productivas de lo social respecto a los límites de las relaciones que las constriñen?

–De algún modo es la clásica cuestión de las relaciones de producción que bloquean las fuerzas productivas. El dilema es cómo lograr abrir este común a nuevas formas de constitución, lo que significa transformar radicalmente la escritura constitucional, es decir abrir un espacio al poder constituyente, a partir de tomar en serio las formas en las que vivimos.

–Tras varias visitas a Argentina desde el 2003 a hoy, ¿qué cambios advierte en el lenguaje político?

–En Argentina en particular el discurso político parece referir ahora, y con insistencia, sobre todo a la salida de dos crisis: 2001 y 2008. En este punto, algunos analistas empiezan a hablar de América latina, en particular de Argentina, Brasil y Bolivia, en términos de una estasis, de un momento de pausa. Eso se traduce en que en la política de estos países se hace más fuerte la referencia al pasado, a lo que se ha logrado y superado, y tiene menos presencia un discurso de futuro. En relación a Europa y a su crisis, llama la atención cómo funciona aquí la idea de patria, ya que allá no podría convocarse y acá, en cambio, parece una cosa viva.

–Esto, puede decirse, plantea un horizonte progresivo en relación a la historia reciente del país y de la región pero tiene el riesgo de ser conservador cuando no da lugar a otro horizonte...

–Hay que ver hasta qué punto el discurso del estado nación no entra en contradicción con la apuesta a una región latinoamericana si es que esta no se la piensa desde un imperialismo interno. Una relación plural a nivel mundial debe calibrar sus políticas en relación a los otros.

–En Argentina, la referencia a Gramsci es muy fuerte. Es también el autor del concepto de hegemonía que es clave en la teoría de Laclau. ¿Cómo se relaciona usted con este autor italiano?

–Gramsci ha siempre estado constreñido, para mí, por la política italiana, europea, como un hombre que estuvo en la formación del Partido Comunista en Italia, en la Tercera Internacional y que, luego, una vez en la cárcel, se dedicó a estudiar y a pensar de una manera que lo transformó en otra persona. Pero ese cambio ha sido completamente escondido y anulado por el PCI que lo presentó como el teórico de la hegemonía. ¿Pero qué cosa era la hegemonía desde ese punto de vista? Era la hegemonía del partido que se ejercitaba en una alianza entre sectores. Y se dejaba de lado, por ejemplo, el gran problema que piensa Gramsci que es la relación entre norte y sur. También toda la ideología y la práctica sobre los consejos es cancelada y la distinción entre guerra de movimientos y guerra de posiciones se evade. Con esto quiero aclarar que Gramsci no estuvo en mi formación. El primer libro de Asor Rosa contra Pasolini (N. del E.: Scrittori e popolo), que fue decisivo para nosotros, lo leímos como una interpretación contra el Gramsci nacional-populista. Esto quiere decir, contra el Gramsci que no hace ninguna mención a la cuestión de clase, o que si la hay es confusa y dispersa.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-182207-2011-11-28.html







Envía esta noticia

Compartir esta noticia:
delicious 
digg 
meneame
twitter













Siria.






Rebelion. Contra la militarización de la revolución o, lo que es igual, contra la sumisión a otra tiranía












Siria

Contra la militarización de la revolución o, lo que es igual, contra la sumisión a otra tiranía




Al-Safir



Traducción del árabe para Rebelión de Antonio Martínez Castro




La conciencia política siria se hace preguntas estos días sobre el significado del término “militarización de la revolución” debido a que la evolución de los hechos ha suscitado amplias discusiones sobre la posibilidad y el interés de que el movimiento pacífico continúe pues no ve sentido a que el pueblo siga ofreciendo el cuello para ser degollado sin piedad por los cuchillos del régimen. Gran parte de la opinión pública siria dice que la intifada pacífica ya no tiene sentido a tenor de la feroz represión que practican unos cuerpos de seguridad que no dudan en disparar a matar a los manifestantes con munición real, que los torturan hasta la muerte y los detienen a miles por semana.

Qué duda cabe de que la represión de los últimos ocho meses ha quitado la vida y en consecuencia apartado de su actividad a la mayoría de los cuadros de la vanguardia que inició la intifada, la organizó y la dirigió durante los primeros meses. La gente que quedó también fue perdiendo a sus cuadros de forma continua, y la ausencia de los primeros y de los segundos ha hecho que una tercera y cuarta generación de mandos se sucedan en un breve espacio de tiempo. Esto ha supuesto un serio deterioro en las filas de la dirección y un notable descenso del nivel ideológico y de edad de los dirigentes que se ha puesto de manifiesto en muchos lugares con un cambio de estrategia y un desplazamiento del movimiento social sobre el terreno que en gran parte ha abandonado la calle, se ha reducido mucho en las grandes ciudades y su epicentro se ha ido trasladando progresivamente de la periferia de las ciudades hacia las zonas rurales más alejadas que es donde hoy se da con más vitalidad y una rebeldía civil mayor.

No es de extrañar que el principio de protesta pacífica y de naturaleza civil haya retrocedido frente a la represión organizada, las prácticas violentas y los crímenes horrendos que han sobrecogido a cada pueblo, ciudad, barrio y calle. Tampoco es de extrañar, por tanto, que algunos personajes adscritos a corrientes políticas y religiosas que no han tenido relación alguna con el comienzo de la intifada ni gozan de representación real en la calle pretendan hoy ser los iniciadores. Tampoco sorprende que se mezclen todos sin distinción en un clima que carece de memoria revolucionaria porque todavía no se conoce la identidad de los que la iniciaron. De este modo encontramos que dos personas que pertenecen a grupos islámicos se atribuyen haber iniciado la revolución: el primero de ellos es el profesor Ahmad Ramadán que lo dijo en al-Jazeera el viernes 18/11/2011 y el segundo es un miembro de la familia de Al al-Chalabí que atacó enérgicamente al otro invitado al programa alegando que nadie que no sea de su grupo puede hablar de la revolución porque ésta es obra suya.

¿Qué tenemos?: el movimiento pacífico se ha replegado debido al retroceso de la conciencia ejemplar de la intifada causada por la represión militar de un régimen que desde el primer momento ha tomado el camino de la violencia para cerrar la puerta del diálogo y abortar cualquier solución política; el movimiento popular se ha visto forzado a adoptar la violencia como respuesta, ha cerrado también la puerta al diálogo político y lo que era una intifada se ha transformado en un combate entre un fuerte ejército regular y unos grupos armados dispersos por la geografía siria. Mientras tanto la masa popular abandona la calle y su lucha por la libertad se transforma en enfrentamientos civiles, religiosos, políticos y regionales que acabarán con su sueño de estado civil, justicia y democracia. A causa de la represión, el asesinato y estado de terror, la idea del recurso a las armas ha cobrado auge y la gente ha empezado a pertrecharse tras el comunicado del coronel Riad al-Asaad en el que anunciaba el fracaso de la opción pacífica y la necesidad de tomar las armas para derribar al régimen. Las primeras diferencias entre la oposición política (Consejo Nacional Sirio, Comité Nacional de Coordinación, independientes) y los militares armados (a los que en los próximos días es previsible que se les sumen decenas de miles de ciudadanos de todos los rincones de Siria) fruto de la duplicidad del centro de toma de decisiones están transformando la revuelta pacífica en busca de libertad en una batalla militar que se irá sometiendo de forma creciente a las fuerzas más radicales de ambos bandos.

Espero que esta explicación haya dejado claro que el agotamiento de la vía pacífica significa el final de la intifada y el movimiento social con la consiguiente entrada de Siria en un nuevo escenario que nada tiene que ver con el de los primeros retos. La continuidad de la intifada va ligada a su carácter social y pacífico, a nada más.

¿Qué significa militarizarse a ojos de los que preconizan esta tendencia? Significa simple y llanamente el final de la lucha pacífica popular, suprimirla de la escena y reemplazarla por violentos combates armados; significa que el pueblo inerme, solo armado de libertad, deje la calle para que la tomen bandas armadas llenas de fanatismo asesino contra cualquier libertad. Para que se sepa: los partidarios de la opción pacífica no niegan el derecho de los ciudadanos a la autodefensa, es más, lo consideran un factor primordial de esta lucha, pero en ningún caso la autodefensa debe anular la revuelta pacífica. El derecho de autodefensa es un derecho legítimo reconocido que practican los pueblos y al que pueden recurrir los individuos para protegerse, pero no para combatir violentamente al enemigo. Su objetivo es defenderse, no asesinar de forma ciega al otro por el mero hecho de ser el otro. El derecho a la autodefensa debe garantizar la participación de todos en un marco político amplio en el que el principio de la libertad sea lo más alto para unos y otros, que amortigüe los distintos golpes de legítima resistencia individual o colectiva que emanan dentro de sus propios principios y objetivos. La militarización, por el contrario, resuelve las diferencias políticas matando al otro o liquidándolo sólo por ser otro, somete el ámbito político a sus intereses y necesidades temporales, además impone la violencia como único medio y suprime el resto de acciones como ha pasado de hecho con el movimiento popular pacífico. En fin, la militarización obliga al pueblo revolucionario a someterse a ella en lugar de verse ella sometida al interés, prioridades y consideraciones del pueblo.

Los grandes movimientos pacíficos que se han militarizado han terminado, en la mayoría de los casos, por desviarse para acabar en guerra civil y ajustes de cuentas entre unos y otros, sin otro objetivo que responder a la violencia del enemigo con más violencia, descartando todo diálogo o vía pacífica, sea cual sea, y considerándolos como actividades reprochables por ser incapaces de derribar al régimen. Eso es lo que dice el coronel Riad al-Asaad.

El movimiento popular ha llegado a un momento decisivo en el que se decidirá el destino de Siria. O bien toma la senda de la resistencia pacífica, que incluye el derecho legítimo de autodefensa, o bien se militariza y pondremos nuestro futuro en manos de gente armada que desconoce el arte y los mecanismos de la política. Aún con las contradicciones que se dan en ambas opciones, la resistencia pacífica significa la salvación de Siria y la militarización, su destrucción, por las razones antes esgrimidas, ya que desviará la lucha popular de sus objetivos y creará un clima distinto al desarrollado hasta ahora que desfigurará la oposición política, cuyo papel pasará a ser marginal, y se actuará de acuerdo a las necesidades militares de la batalla por el todo o nada y la sociedad irá perdiendo progresivamente su protagonismo hasta quedar totalmente arrinconada. Y Siria se verá frente a opciones que no se barajaban durante la intifada.

Tras decenios de tiranía, el pueblo ha trazado con genial intuición una estrategia que reposa sobre tres principios: la sociedad, el carácter pacífico y la libertad. Hoy, la militarización le plantea un nuevo plan, contrario o suplente, que transforma lo social en pandillero, lo pacífico en violento y la libertad en una lucha de resultado desconocido cuyo grave daño sufrirá el cuerpo del país así como todos sus miembros por negar el derecho del otro a existir. De libertad ni hablar.

Son dos estrategias irreconciliables. O bien gana una o la otra, son opuestas, una anula a la otra o la debilita hasta casi anularla. Si en los próximos días hubiese una victoria de la militarización, eso representará el fin del movimiento civil con los valores y principios que lleva aparejados. La victoria de la solución militar, que empieza a estar bien nutrida y ha logrado importantes objetivos (el primero de ellos acabar con el carácter social pacífico del movimiento que perseguía la libertad), colocaría a Siria frente a dos escenarios posibles: uno impredecible y otro el sometimiento de nuevo a un régimen tiránico.

Estamos ante la bifurcación de estos dos caminos, ¿cuál tomará Siria? ¿La libertad por la vía pacífica de la mano de la sociedad civil o la pérdida de todo mediante la militarización que nos dará a elegir entre un futuro impredecible o el sometimiento a otra tiranía?

Fuente: http://www.assafir.com/Article.aspx?EditionId=2012&ChannelId=47688&ArticleId=2507&Author=%D9%85%D9%8A%D8%B4%D9%8A%D9%84%20%D9%83%D9%8A%D9%84%D9%88

Fuente: http://www.assafir.com/Article.aspx?EditionId=2012&ChannelId=47688&ArticleId=2507&Author=%D9%85%D9%8A%D8%B4%D9%8A%D9%84%20%D9%83%D9%8A%D9%84%D9%88







Envía esta noticia

Compartir esta noticia:
delicious 
digg 
meneame
twitter













Irán y la revolución árabe.






Rebelion. La demonización de Irán















Portada ::
Mundo






Aumentar tamaño del texto
Disminuir tamaño del texto
Partir el texto en columnas
Ver como pdf
30-11-2011






El síndrome de la mano oculta

La demonización de Irán







Traducudo para Rebelión por Loles Oliván




Irán ha sido denunciado en Washington como la fuente de donde procede buena parte del mal en Oriente Próximo. Arabia Saudí y sus aliados suníes ven la mano de Teherán en las protestas de Bahréin y en las de la Provincia Oriental rica en petróleo de Arabia Saudí. Ante la salida de las últimas fuerzas estadounidenses de Iraq a finales de año se están produciendo nefastas advertencias al respecto de que Iraq se está convirtiendo en un peón de Irán.

Esta demonización de Irán parece a veces preparar el terreno para un ataque militar de Estados Unidos e Israel a Irán. La propaganda acumulada es muy similar a la dirigida contra el Iraq de Sadam Husein en 2002. En ambos casos, un Estado aislado con recursos limitados se presenta como un peligro real para la región y para el mundo. Se da crédito oficial a teorías de la conspiración, poco probables y a veces cómicas, como el supuesto complot de un concesionario de automóviles usados iraní-estadounidense en Texas en equipo con la Guardia Revolucionaria iraní para asesinar al embajador saudí en Washington. El programa nuclear de Irán se identifica como una amenaza en la misma medida y del mismo modo que las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Husein.

Por ello, resultó un golpe duro que el distinguido abogado egipcio-estadounidense Cherif Bassiuni, quien dirigió la Comisión de Investigación Independiente de Bahréin sobre los disturbios de este año, afirmara rotundamente en sus 500 páginas del informe la semana pasada que no hay pruebas de la participación iraní en los acontecimientos de Bahréin. Esa había sido la convicción esencial de la familia real de Bahréin y de los monarcas del Golfo. El temor a una intervención armada iraní fue la justificación para que Bahréin solicitara una contundente fuerza militar de 1.500 miembros dirigida por Arabia Saudí el 14 de marzo de este año antes de sacar a los manifestantes de las calles. Bahréin contó incluso con buques de guerra kuwaitíes para patrullar las costas de la isla en el caso de que Irán tratara de entregar armas a los manifestantes chiíes partidarios de la democracia.

Sin duda, los reyes y emires del Golfo se creen de verdad sus propias teorías de la conspiración. Muchos de los torturados durante la brutal represión de Bahréin han dado pruebas desde entonces de que sus torturadores en repetidas ocasiones les preguntaron sobre sus vínculos con Irán. Pacientes hospitalarios de mediana edad fueron obligados a firmar confesiones en las que admitían ser miembros de un complot revolucionario iraní. Después de aceptar el informe Bassiuni, el rey Hamad bin Isa al-Jalifa dijo que, aunque su gobierno no podía presentar pruebas claras, el papel de Teherán se hizo evidente para “todo el que tenga ojos y oídos”.

La misma paranoia sobre Irán se encuentra profundamente entre los suníes de Oriente Próximo. Un disidente de Bahréin que huyó a Qatar a principios de este año, me dijo que “la gente en Qatar me preguntaba si había un túnel que conduce desde la plaza de la Perla [el punto de reunión de los manifestantes] a Irán. Lo decían solo medio en broma”.

La identificación del activismo político chií con Irán ha calado demasiado profundo en la mente de los suníes como para borrarla. La semana pasada presencié un resurgimiento de las protestas entre los dos millones de chiíes de Arabia Saudí, en su mayoría en la Provincia Oriental. Los disturbios comenzaron cuando un hombre de 19 años, llamado Nasser al-Mheishi, fue asesinado en uno de los muchos puestos de control en Qatif, de acuerdo con Hamza al-Hassan, un activista de la oposición. Él dice que lo que alimentó la ira popular fue la negativa de las autoridades durante varias horas a permitir que su familia se llevara el cadáver. Al igual que en el pasado, el Ministerio del Interior saudí dijo que los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes fueron “ordenados por patrones extranjeros”, que es siempre la forma en que el Estado saudí se refiere a Irán.

La oposición dice que los comentarios en Twitter y en Internet de saudíes no chiíes muestran que la política del gobierno de culpar de todo a Irán puede que ya no convenza tanto como antes. “Estamos al borde de un estallido” comentaba una mujer de forma gráfica.

Las protestas en la Provincia Oriental probablemente se intensificarán. Como en otros lugares del mundo árabe, la juventud ya no obedece a los líderes tradicionales. El monarca saudí y el bahreiní podrán culpar a la televisión iraní de inflamar la situación pero lo que realmente enciende la ira chií es lo que ven en YouTube o lo que leen en Twitter y en Internet. Lo que influye en los manifestantes no es tanto Irán como el ejemplo de jóvenes manifestantes similares a ellos que exigen derechos políticos y civiles en El Cairo y Siria.

En el año del Despertar Árabe, el medio tradicional saudí de conseguir que los notables locales calmen las cosas ya no funciona. La semana pasada, aquellos se quejaron ante el gobernador de la Provincia Oriental, el príncipe Mohammad bin Fahd, (quien les había pedido que asistieran a una reunión en la capital provincial, Dammam) de que ya no podían convencer a su gente de que pusieran fin a las protestas porque sus llamadas a la moderación a comienzos de año no habían producido ninguna concesión del gobierno saudí con respecto a la discriminación contra los chiíes. Los prisioneros chiíes detenidos sin juicio desde 1996 no han sido liberados.

En Arabia Saudí y Bahréin la creencia de que la mano oculta de Irán está detrás de las protestas ha conducido a ambos gobiernos a cometer un grave error. Han llegado a creerse que se enfrentan a una amenaza revolucionaria, cuando los chiíes de Bahréin y los saudíes se conformarían con una participación equitativa en los empleos, con cargos oficiales y negocios. Los chiíes quieren unirse al club, no volarlo por los aires. Negándose a ver esto, los monarcas saudí y bahreiní desestabilizan sus propios Estados.

Irán nunca ha sido tan fuerte como sus enemigos lo representan o como le gustaría ser. En muchos sentidos, la satanización de los dirigentes de Irán como una amenaza para la región cumple con la ambición de Irán de presentarse como una potencia regional.

En la práctica, su retórica sedienta de sangre siempre se ha combinado con una política exterior cautelosa y cuidadosamente calculada.

El presidente George W. Bush y Tony Blair siempre se refirieron a Irán como si tuviera el objetivo de desestabilizar al gobierno iraquí. Una estupidez, porque Teherán estuvo encantado de ver el final de su antiguo enemigo Sadam Husein y su reemplazo por un gobierno electo iraquí dominado por partidos religiosos chiíes. El ministro de Exteriores iraquí, Hoshyar Zebari, solía decir que era divertido, en las conferencias donde estaban representados tanto Estados Unidos como Irán, ver a estadounidenses e iraníes denunciándose con furia unos a otros por sus nefastas acciones en Iraq, y luego hacer discursos de apoyo al gobierno iraquí muy similares.

¿Se moverán ahora los iraníes a llenar el vacío dejado por la salida de tropas estadounidenses? Ciertamente, la importancia de Estados Unidos en Iraq caerá porque sus soldados se habrán ido y porque ya está gastando menos dinero en el país. En un momento dado, por ejemplo, la financiación de la mujabarat iraquí [policía secreta] no figuraba en el presupuesto iraquí porque la pagaba en su totalidad la CIA.

Considerar que el dominio de Irán sobre Iraq es inevitable resulta ingenuo: hay demasiados actores poderosos, como Turquía y Arabia Saudí. Los chiíes de Iraq difieren marcadamente en tradición y en creencias con respecto de sus correligionarios iraníes. Y los kurdos y los suníes se opondrán. Si Irán extiende demasiado su mano, como hizo Estados Unidos después de 2003, se convertirá en el blanco de una horda de enemigos diferenciados.

En Bahréin, Arabia Saudí e Iraq el papel de Irán como provocador de los disturbios se ha inventado o se ha exagerado. Sin embargo la misión de tratar a pacíficos manifestantes como revolucionarios que actúan en nombre de Irán se ha cumplido. La próxima vez, puede que los reformistas frustrados busquen ayuda exterior.

Fuente: http://www.counterpunch.org/2011/11/28/the-demonization-of-iran/

rCR







Envía esta noticia

Compartir esta noticia:
delicious 
digg 
meneame
twitter














Pagar o no pagar, that is the question.






Rebelion. La deuda pública, un mecanismo de redistribución de riqueza de pobres a ricos















Portada ::
Economía






Aumentar tamaño del texto
Disminuir tamaño del texto
Partir el texto en columnas
Ver como pdf
30-11-2011







La deuda pública, un mecanismo de redistribución de riqueza de pobres a ricos




La Directa







La única parte de la llamada riqueza nacional que entra real y verdaderamente en posesión colectiva de los pueblos modernos es… la deuda pública.

El Capital, Karl Marx (1867)Los últimos acontecimientos económicos y políticos están sucediendo a una velocidad de vértigo. El hundimiento del gobierno de Grecia y de Italia en escasos diez días ha sido un golpe durísimo de los llamados mercados a las débiles democracias parlamentarias tal y como las entendíamos hasta ahora. El golpe de estado de los financieros iniciado el 2008 con el plan de rescate público para el capital financiero privado ha tomado forma literal: los tecnócratas provenientes de la banca internacional, de Goldman Sachs como máximo exponente i del Banco Central Europeo (BCE), ocupan las posiciones de control de los Estados griego e italiano. Las puertas giratorias ahora giran también al revés; no sólo las políticas retiradas ocupan los puestos de los consejos de administración de las grandes empresas sino que también las técnicas del capital privado ocupan las carteras públicas de unos gobiernos que de legitimidad no les queda nada. Ya no sólo se hace cumplir la máxima del capitalismo que reza privatizar los beneficios y socializar las pérdidas sino que encima se dicta como hacerlo. ¿Quién dicta, si no es un representante elegido, no es un dictador? Si fuesen militares hablaríamos de golpe de estado militar. Todo ello es un abuso más del poder que antes también procuraba favorecer a unos en detrimento de otros, pero ahora se han perdido las formas.

En esta ocasión todas las dudas señaladas por los llamados mercados se centran en la deuda pública de los países de la periferia europea. Pero, ¿cómo han llegado a endeudarse tanto estos Estados?

Desequilibrios comerciales, problemas para el capitalismo

En el capitalismo global hay una serie de economías que tienen un sector exterior competitivo que les permite ser exportadoras netas, es decir, exportan más mercancías de las que importan. Este sería el caso de China o de Alemania. Estas economías se han especializado en una producción que otros países demandan ampliamente: productos tecnológicos, maquinaria o automóviles como es el caso alemán, o manufacturas, aunque también mucha tecnología, como es el caso chino. La configuración de esta producción, a parte del factor tecnológico, se basa en una tasa de explotación de su clase trabajadora muy alta, perpetuando unas condiciones infrahumanas para millones de personas, como en el caso chino, o con unos sueldos congelados desde hace décadas (desde 1989?) como en el caso alemán. A pesar que los manuales de economía utilizados en las universidades determinan que una economía sólida y competitiva es aquella que tiene un sector exportador importante, hasta ahora desconocemos la capacidad de exportar mercancías a la Luna, a Marte o a cualquier otro planeta del sistema solar. La evidencia nos dice que si una economía exporta es porque hay otras que importan. Aunque tertulianos y economistas nos digan que de esta crisis se sale exportando, no todos los países pueden exportar, algunos tendrán que importar.

Hay países exportadores netos, como los mencionados, y países importadores netos, es decir, que importan más mercancías de las que exportan. Este es el caso de la economía española y de otras de la periferia europea. El modelo productivo español centrado en los sectores de la construcción, el turismo y los servicios, y en menor medida el automóvil, es un modelo productivo caduco, con fuertes dependencias del exterior y generador de paro y precariedad.

Las economías con superávits comerciales como la alemana, no utilizan los fondos obtenidos fruto de esta ventaja competitiva en mejorar el Estado de Bienestar para su población, ni en aumentar los salarios de su clase trabajadora, ni en jubilar antes a las trabajadoras, ni tan siquiera invierten gran parte de esto en su sector productivo industrial. Este gran volumen de capital se ha destinado precisamente a prestar dinero a otros países que tienen déficit, a financiar los déficits de otras economías como la española a través del sector financiero. La barra libre de crédito que permitió la burbuja inmobiliaria debía de provenir de algún otro lugar que no fuese el Estado español dado que su economía era deficitaria, dependía del exterior. Los bancos y cajas del Estado español pudieron prestar a constructoras, promotoras, empresas y familias gracias a que demandaban dinero a la banca europea. La deuda española crecía, tanto por el déficit de las compras de mercancías cómo por la deuda financiera. El negocio era perfecto y se desarrolló un fuerte sector bancario obteniendo rentabilidades de la intermediación entre la financiación exterior y la economía productiva interior. Decíamos era perfecto, hasta que golpeó la crisis.

El estallido de la crisis

La crisis se desencadenó en el ámbito financiero y se puede datar su inicio en agosto de 2007, cuando el primer fondo de capital riesgo quebró después del estallido de la crisis de las hipotecas basura en EEUU. La crisis financiera fue la primera ola de un tsunami al que hemos de buscar el epicentro del terremoto tierra adentro, en los propios mecanismos de explotación y acumulación del capital que habían llegado a sus límites. Por un lado, el modelo productivo del capitalismo en esta fase llamada neoliberal ya no podía extraer las plusvalías esperadas para devolver los créditos empresariales. Por otro lado, la barra libre de créditos al consumo, que en el contexto de salarios decrecientes de los últimos años había podido mantener el poder adquisitivo y directamente la venta de mercancías (automóviles, pisos, etc.), no podía perpetuarse. Unos dirán que vivimos por encima de nuestras posibilidades, a lo que otros contestamos que el capitalismo lleva explotándonos por encima de nuestras posibilidades durante muchos años. Si no hubiera aparecido el crédito masivo, al fin y al cabo dinero buscando dónde invertir, a quién prestar a cambio de un precio, de un interés para saciar su sed de beneficios, la crisis hubiese explotado antes y de forma diferente. El sistema de crédito aplazaba ficticiamente la resolución del problema, que en el capitalismo siempre es a través del único mecanismo que cumple su lógica: la crisis.

La crisis es algo inherente al sistema, intrínseco al capitalismo e incluso necesario para su reproducción en el tiempo; necesita esta purga de los capitales ineficientes y de la concentración de los que sobreviven. De las crisis una parte del capital sale reforzado mientras que una parte de las poblaciones reciben el golpe de verse en la calle sin ninguna forma de ingresos más allá de los subsidios públicos. La segunda gran ola del tsunami provocó una parada generalizada de la actividad productiva en la mayoría de sectores de la economía. En el Estado español hacia falta sumar la explosión de la burbuja inmobiliaria, tan anunciada y advertida que asusta la inoperancia de los gobernantes. La destrucción de millones de puestos de trabajo a causa del cierre de empresas, haciendo aumentar el paro hasta niveles nunca vistos antes, es el gran drama social de la crisis.

Intervención del Estado en la crisis, el rescate de los poderosos

Durante los primeros compases de la crisis, el gobierno español, después de reconocer tarde y mal la magnitud de esta, implementó una serie de medidas para intentar paliar sus efectos negativos. Las políticas más importantes, erráticas y en ocasiones contradictorias, se centraron en una fuerte intervención del Estado en rescatar el sector financiero, con serios problemas por el aumento de la morosidad, especialmente en las cajas de ahorro. Estas ayudas se han desarrollado a través del Fondo de Adquisición de Activos Financieros (FAAF), el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) y un seguido de avales y créditos al sector bancario. El intento de contener la crisis de la construcción con el Plan E, dotado en más de 10.000 millones de euros, la subvención a la compra de automóviles con el Plan 2000E y el Fondo de Economía Sostenible que ascendía a 20.000 millones más, completaban el rescate de los poderosos. Se ayudó a las entidades financieras, mucho menos a la actividad de las empresas productivas y casi nada a la creación de ocupación.

La aparición del déficit fiscal, ¿un problema sólo de los gastos?

A estas intervenciones altamente dispendiosas para las arcas públicas hace falta sumar el aumento del gasto por el subsidio de paro que ha supuesto destruir casi tres millones de puestos de trabajo desde el inicio de la crisis. Este nivel de paro, 21,52% el tercer trimestre de 2011, supone un gasto anual de más de 30.000 millones de euros.

Este aumento importante de los gastos contribuyó a que se pasase de una situación de superávit fiscal del 1,9% del PIB el 2007 a un déficit del 11,1% a finales de 2009. Delante de esto y presionados con fuerza por la UE, las gobernantes han establecido un duro régimen de disminución del gasto público. La necesidad de contener los gastos para frenar el déficit creciente, provocado –hace falta recordar- por el rescate de los poderosos, acontece una tarea importante. Apoyados por los medios de comunicación convencionales, han lanzado un bombardeo mediático centrado en la idea de reducir los gastos que se plantean como excesivos. Convergència i Unio, partido a la cabeza de la Generalitat de Catalunya ha resultado ser la punta de lanza de una política de recortes que se acabará imponiendo en todo el Estado. Este programa está centrado en el recorte del gasto social, en el desmantelamiento del raquítico Estado de Bienestar, abriendo la sanidad y la educación públicas al capital privado.

El déficit fiscal tiene dos vertientes: por un lado los gastos, que ya hemos visto de dónde proviene su aumento de los últimos años, y por otro lado los ingresos. Los ingresos del sector público se obtienen sobretodo de la recaudación de impuestos. El sistema fiscal del Estado español es claramente regresivo e insuficiente, la presión fiscal está alrededor del 32% del PIB, muy por debajo de la media europea. Las reformas de los últimos años han ido reduciendo los impuestos a las rentas altas y al capital y aumentando la presión fiscal de las rentas salariales y los impuestos indirectos, como es el caso del IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido). Alrededor del 45% de la recaudación del Estado proviene precisamente de este impuesto, totalmente injusto, dado que grava el consumo independientemente de los ingresos de las personas. La última modificación de este impuesto, ya en plena crisis, para obtener más ingresos públicos, consistió en aumentarlo del 7% al 8% y del 16% al 18%, mientras la promesa de subir los impuestos a los ricos quedaba en una simple declaración propagandística.

Otro impuesto importante es el IRPF (Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas). A finales de los años 70, la fiscalidad “que había de permitir la democracia” imponía un tipo de gravamen a las rentas más altas de más del 63% (en los EEUU y otros países de Europa era bastante superior). Actualmente los más ricos pagan un 43%. La reducción de impuestos a los ahorradores (¿quién puede ahorrar ahora mismo?) que ha supuesto el establecimiento de un tipo impositivo fijo del 19%-21% a las rentas del capital, las múltiples modalidades de exenciones fiscales a los fondos de pensiones, a las hipotecas, a las inversiones empresariales, juntamente con las últimas eliminaciones de los impuestos de patrimonio y de sucesiones son algunas de las modificación que se han llevado a cabo beneficiando la parte más bien estante de la población. La existencia de formas societarias como las SICAV (Sociedad de Inversión de Capital Variable), que utilizan las grandes fortunas y que sólo tributan un 1%, son un insulto en tiempos de crisis. En lo referente al Impuesto de Sociedades (IS), este tributa en teoría un 30% sobre los beneficios de las empresas (un 25% para las PYMES). Las grandes empresas españolas (las que cotizan en el IBEX-35) tienen un tipo efectivo medio del 17%. Es decir, lo que acaban pagando realmente, después de encontrar todas las vías posibles de exenciones que les permite la legalidad y, a veces, la frontera con esta, como podrían ser los paraísos fiscales, es un porcentaje muy inferior al IS.

Quien paga más impuestos en este país son las trabajadoras a través de las rentas salariales. Esto es especialmente grave para las clases populares porqué en los últimos años la participación de los salarios en la riqueza generada por el conjunto de la economía se ha reducido beneficiando las rentas del capital. Al mismo tiempo, un sistema fiscal centrado fuertemente en las rentas salariales explica que cuando se produce una destrucción de la ocupación como la de la actual crisis por un lado aumenta el gasto de paro y por el otro se hunden los ingresos públicos.

El endeudamiento público como mecanismo de desposesión de las clases populares

Este déficit se debe financiar de alguna manera. Las emisiones de deuda pública son el mecanismo que utilizan los Estados para encontrar el gran volumen de financiación que necesitan para los gastos que no pueden cubrir con los ingresos obtenidos de la recaudación. Los bonos del tesoro dan derecho a las financiadoras a cobrar un interés por el dinero prestado, y al final del periodo establecido se les devuelve el principal, el importe prestado. El tipo de interés, el precio al que se presta este dinero, lo determinan los llamados mercados, según sus consideraciones sobre el riesgo que asumen y la solvencia de los Estados deudores. Las presiones especulativas para aumentar la prima de riesgo y exigir intereses más altos están al orden del día, especialmente durante las colocaciones importantes de bonos como la de la última semana, en la cual el Estado español pidió 3.500 millones de euros que le acabaron concediendo a un 7% de interés.

Los llamados mercados no son más que el entramado de empresas del sector financiero: bancos y cajas, gestoras de los grandes fondos de inversión y fondos de pensiones, aseguradoras, fondos soberanos, fondos de capital riesgo, etc. Empresas que centran su negocio en conseguir beneficios invirtiendo el dinero de estos grandes capitales y ahorradores del mundo, buscando rentabilidades en el negocio financiero de dejar dinero a cambio de un interés, de financiar proyectos empresariales o en el caso de la deuda pública de financiar Estados.

Al crecer la deuda pública y ser financiada por estas empresas, es a ellas a las que se destina una parte cada vez mayor de los ingresos públicos, que como hemos indicado, recaen sobre las rentas salariales y los impuestos que pagan las poblaciones. La partida presupuestaria referente al coste de financiación está creciendo fuertemente mientras que el gasto social sufre el recorte. La deuda pública es un mecanismo más de desposesión que utiliza el capital para redistribuir la riqueza generada por el trabajo de las clases populares hacia los ahorradores y capitales internacionales.

Esto ha resultado ser un negocio perfecto gracias a la influencia política de las financieras que han conseguido imponer, a través de organismos como el FMI, el BCE y la UE, las políticas de ajuste necesarias, no para salir de la crisis, ni para garantizar el pago de la deuda pública, sino para aumentar sus beneficios a cualquier precio. No importa si esto es a costa del sufrimiento de las poblaciones, de la reducción de los salarios y de las condiciones de trabajo, de la destrucción del Estado de Bienestar y la llamada clase media, de convertir el elevado paro en algo crónico que después pasaran a etiquetar como estructural, y de aumentar el número de familias en el lindar de la pobreza. El problema es que estas medidas, por su naturaleza, tampoco permitirán retornar la deuda, ni resolver ninguno de los problemas graves de las economías endeudadas, entre ellas, la del Estado español. De hecho esto ya se está demostrando viendo la gestión de la quita del 50% de la deuda pública griega contraída con la banca alemana y francesa y el aumento del fondo de rescate de las instituciones europeas.

Detrás de estos movimientos se encuentra la necesidad del capital de gestionar esta crisis sin que se pueda plantear una salida alternativa. Y la crisis ya dura mucho. La última secuela de esta película de terror se titula la crisis de la deuda, o de cómo las financieras se espabilaron para trasladar su burbuja financiera a los balances del sector público. El nivel de endeudamiento del conjunto de la economía es un peso demasiado grande, especialmente cuando las gobernantes están dispuestas a salir al paso con recursos públicos para cubrir cualquier problema que tenga el sector financiero. En un contexto donde la economía productiva no aparece –ni se la espera- y al contrario de intentar resucitarla aquello que se conseguirá es hundirla a través de los planes de ajuste, parece difícil creer que la generación de riqueza, necesaria ya no para salir de la crisis sino para retornar las deudas, sea una posibilidad.

Frente a esta coyuntura exigir no pagar la deuda resulta uno de los ejes sobre los que plantear las luchas. Exigir que las clases populares no paguen las consecuencias de una crisis de la que no son responsables pasa por exigir que no se hagan cargo de una deuda ilegítima que ha servido para rescatar a las financieras y beneficiar al capital.

Ivan Gordillo es miembro del Seminari d’Economia Crítica Taifa (http://seminaritaifa.org/)

Artículo publicado originalmente en catalán por el Setmanari La Directa (http://www.setmanaridirecta.info/): http://www.setmanaridirecta.info/noticia/deute-public-un-mecanisme-redistribucio-riquesa-pobres-rics-0

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.







Envía esta noticia

Compartir esta noticia:
delicious 
digg 
meneame
twitter













martes, 29 de noviembre de 2011

Alvaro Garcia Licera.

Alvaro Garcia Licera.

Tu no puedes....

Guerra y globalización.

Acuerdos Colombia-Venezuela.

La primavera árabe.






Rebelion. La Primavera Arabe, Siria y la contrarrevolución neocolonial












Un llamamiento

La Primavera Arabe, Siria y la contrarrevolución neocolonial










Cuando está a punto de cumplirse un año del comienzo de la llamada Primavera Árabe, es necesario afirmar dos hechos al mismo tiempo: que la revolución sigue sacudiendo la zona, con retrocesos y recidivas, y que la contrarrevolución está más activa que nunca. Como dice el escritor egipcio Ezzat Al-Qamhawi, la revolución surge de un fondo de cólera inagotable y homogéneo frente a regímenes igualmente tiránicos; todos los árabes sin excepción reclaman dignidad y democracia y sólo la “pereza intelectual” o la fidelidad a “viejos diccionarios” -por tomar la palabra ahora al libanés Elias Khoury- pueden llevar a ignorar, negar o despreciar una irrupción popular que pone en dificultad a todos los actores en la región. Los imperialistas han conspirado siempre; pero los pueblos también conspiran y sus conspiraciones se llaman “revolución”. Si no queremos impedirnos cualquier posibilidad de intervención en la historia, debemos conceder que los pueblos árabes están también conspirando contra los conspiradores, en favor de su libertad, con los medios que les son propios y a partir de su propia historia de humillaciones y represión.

Las diferencias no están del lado de la conspiración popular: marroquíes, argelinos, libios, tunecinos, egipcios, sirios, bahreiníes, yemeníes, tienen motivos parecidos para rebelarse y buscan objetivos similares. La diferencia está del lado de la contrarrevolución. Los intereses de las muchas fuerzas implicadas en la conspiración imperialista, así como la diferencia geoestratégica de los países en los que intervienen, determinan diferentes procedimientos, tiempos e intensidades de intervención. Túnez puede recibir presiones sólo diplomáticas y permitirse un poco más de democracia -y hasta servir de laboratorio controlado para un nuevo orden regional- porque puede dañar escasamente los intereses de la UE y de EEUU y favorecer mucho, en cambio, los de Qatar y Turquía. Egipto ha visto cómo su revolución se transformaba en golpe de Estado -al que han respondido y responderán nuevas intifadas- porque la democracia en Egipto podría voltear todos los enfermizos equilibrios en la región. Bahrein, protectorado saudí de mayoría chií, tenía que ser aplastado antes de que la revuelta amenazase a la propia familia Saud y a la V Flota estadounidense, fondeada en el archipiélago para proteger los intereses energéticos de EEUU en el Golfo. Yemen, un hervidero de tribus y armas donde una revolución pacífica y heroica ha mantenido contra las cuerdas al dictador local durante ocho meses, ha visto la intervención del reaccionario Consejo de Cooperación del Golfo, obligado a hacer concesiones pragmáticas a la oposición -mientras mandaba tanques a Ali Saleh- para evitar la radicalización de las protestas. En Marruecos, Jordania o Argelia, la contrarrevolución apoya pequeñas reformas formales tratando de desactivar el malestar o de legitimar su represión. En Libia, al contrario, la OTAN apoyó militarmente la revolución como la forma más segura de destruirla, incluso con el riesgo, como se está viendo, de no controlar la situación tras el derrocamiento e infame asesinato del dictador Gadafi.

La plural y selectiva intervención imperialista -con una UE en bancarrota, unos EEUU debilitados y nuevas fuerzas rampantes abriéndose a codazos un hueco en la región- contempla planes ajustados a distintas eventualidades y muchas veces improvisados, cuando no adoptados a regañadientes. Los que llaman la atención sobre la previsible cooperación entre las potencias occidentales y los llamados islamismos “moderados” no deben olvidar que EEUU y la UE preferían apoyar, como así lo hicieron, a sus dictadores y que -como subraya Abdelbari Atwan, editorialista del diario Al-Quds Al-Arabi- el choque inevitable con esos partidos no se producirá a causa de diferencias económicas inexistentes sino por la cuestión palestina. La democracia en el mundo árabe -ya sea islámica o laica- amenaza radicalmente a Israel (quien, por ejemplo, acaba de pedir a los gobernantes europeos y a Obama que sostengan a la Junta Militar egipcia frente a los manifestantes de Tahrir). Palestina es de algún modo la garantía de que las revoluciones árabes mantendrán siempre su beligerancia antiimperialista.

El caso más complicado es sin duda el de Siria. Al contrario que la de Gadafi, la dictadura de Al-Assad, una república hereditaria, no sólo no está aislada sino que se inscribe, en el corazón mismo de Oriente Próximo, en una sensibilísima red de alianzas y tensiones cuya sacudida podría generar un conflicto a gran escala de consecuencias inimaginables. La intifada siria, con sus miles de muertos, detenidos y torturados, ha restablecido sin querer una típica política de bloques de la que la revolución misma, digna de toda nuestra solidaridad y admiración, será sin duda la primera víctima. Durante muchos meses, todas las fuerzas presentes en la zona estuvieron de acuerdo en no tocar el régimen de Damasco; el eje Irán-Iraq-Hizbolá por razones obvias; Israel, quien considera a Al-Assad “el mejor enemigo que podemos tener”, por temor a una democracia realmente antisionista en Siria; los EEUU y la UE, en la estela de su aliado israelí, conscientes de que, en el contexto de la Primavera Árabe, cualquier alternativa podría desbaratar el trabajoso “equilibrio” en la zona. Pero el creciente aislamiento de Israel y la obcecación del régimen sirio, convencido de su impunidad, han obligado a revisar los planes: por una parte, detener la Primavera Árabe pasa ahora por quebrar la continuidad entre Irán y el Líbano (con un Iraq que fue invadido por EEUU pero que es gobernado por Ahmadineyad); por otra, la deriva armada de la intifada siria, con el riesgo real de una guerra civil, no permite ya a las potencias occidentales y a sus aliados del Golfo mantenerse al margen confiando en una solución negociada o en un aplastamiento de la rebelión. En este contexto, mientras la hipócrita Liga Árabe -muchos de cuyos miembros están reprimiendo brutalmente protestas y revueltas en sus propios países- toma medidas contra el régimen de Al-Assad, la decidida intervención de la Rusia de Putin, con bases militares y fuertes intereses económicos en Siria, “congela” de nuevo la situación, prolongando en cualquier caso la agonía.

Los peligros en Siria son enormes. Como dice Michel Kilo, viejo opositor cristiano encarcelado dos veces por la dinastía Al-Assad y dirigente del Comité para el Cambio Democrático, la “militarización” de la revolución sólo puede llevar a una “nueva tiranía” a través, entre otros factores, de una intervención exterior que, de manera indirecta, ya se está produciendo. Temores semejantes los expresa Ibrahim Al-Amin, redactor jefe del periódico libanés Al-Akhbar, para el cual la mayor responsabilidad del régimen sirio no debe llevarnos a ser comprensivos con un Consejo Nacional opositor complaciente o ambiguo con la posibilidad de una intervención, desastrosa para cualquier proyecto soberano en Oriente Próximo. En la misma dirección se expresan Elias Khoury, Abdelbari Atwan o Rashad Abu Shawer (con su elocuente metáfora de los cuervos y los alacranes): la intervención militar extranjera sería mortal para la revolución siria y absolutamente destructiva para la emancipación del mundo árabe, por no hablar del riesgo fundado de una guerra a gran escala de dimensiones apocalípticas.

Ezzat Al-Qamhawui, Elias Khoury, Abdelbari Atwan, Michel Kilo, Ibrahim Al-Amin, Rashad Abu Shawer, todos ellos árabes, todos ellos desde diferentes posiciones antiimperialistas, nos recuerdan dos cosas que hay que tener el valor de sostener al mismo tiempo sin ningún sonrojo o ambigüedad. La primera es que las revoluciones árabes, incluida la siria, han devuelto a la historia a unos pueblos humillados y despreciados cuya valiente reclamación de democracia y libertad merecen todo nuestro apoyo y solidaridad. La segunda es que la democracia y la libertad que esos pueblos reclaman está amenazada, sí, por los dictadores que desde hace décadas pisotean sus derechos, pero también por una contrarrevolución que, entre sus muy versátiles procedimientos conspirativos, no descarta la intervención militar. Por muy incierta que sea la salida, por poco que podamos hacer en una situación cada vez menos abierta a la acción política, sí podemos al menos declarar en voz muy alta dónde ciframos nuestras esperanzas: en el derrocamiento popular de Al-Assad sin ninguna intervención exterior.

Todo nuestro apoyo y solidaridad, por tanto, a los pueblos árabes en lucha; toda nuestra condena a la contrarrevolución puesta en marcha por la OTAN, los países del Golfo y Turquía. Sí a la intifada siria y a sus legítimas ambiciones de libertad y democracia; no a la intervención exterior y a sus bastardos intereses de dominio neocolonial.

Para adhesiones al texto: siriapoyo@gmail.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR







Envía esta noticia

Compartir esta noticia:
delicious 
digg 
meneame
twitter