La crisis actual viene de finales de los 60 y la recuperación a partir de los 80 se debió a que los propietarios de capital consiguieron que los asalariados pagasen la reducción de los beneficios. Asi que llevamos pagando la crisis 30 años. Claro que durante los 30 años anteriores los asalariados, sobre todo los de los países vencedores, también disfrutaron de los beneficios del crecimiento propiciado por la guerra, previo pago de millones de cadáveres. El pago en los últimos años ha sido en gran parte a crédito, lo que no significa que la crisis empiece siendo financiera.
La “indignación” es consecuencia de la crisis, pero los indignados salen de la nada política. Esto lo sabe cualquiera que se haya interesado por la política en España en los últimos 25 años, y puede corroborarlo en las asambleas. Por eso no es casualidad que hayan aparecido primero en el país donde no pasaba nada con más de un 20% de paro, lo que tiene fácil explicación histórica.
Del 15-M se puede decir que su debilidad es su fuerza, que sus carencias son su virtud. La falta de ideología, de organización, de experiencia política, etc., son también la falta de lo negativo que pueda haber en ello. Pero siguen siendo carencias y, al respecto, internet ha servido sólo como un paliativo o un sustitutivo más precario de lo que parece.
El movimiento antiglobalización también pareció salir de la nada y de internet. En julio de 2001 fue el tema principal en los medios y en la calle, sobre todo tras el asesinato de Carlo Giuliani. Pero dos meses después el 11-S acabó con el tema. Las guerras que siguieron constituyeron la salida de la crisis de 2001, pero en 2008 se demostró que no fueron suficientes.
La crisis es en sí misma su solución, por la destrucción de capitales y mercancías que implica. El problema es que lo es sólo “en sí misma”. Podría llegar a serlo también en la realidad si los Estados no rescatasen a las empresas, entre otras muchas cosas. En realidad, la única salida a la crisis es la guerra. Sólo la guerra puede solucionar la contradicción de fondo que genera las crisis, o sea, la reducción de los beneficios por el aumento de la competencia. Las crisis son necesarias en el capitalismo porque al fin y al cabo se trata de eso: de derrotar a la competencia, y la competencia es ya una guerra. Pero la política altera esta lógica capitalista (que es ya la propia lógica mercantil) interviniendo de diversas formas. El problema es que las políticas están necesariamente dirigidas a contrarrestar los efectos de la crisis (tanto si se trata de que los asalariados paguen las pérdidas de los propietarios de capital como de evitar que las paguen, mediante nacionalizaciones, etc.). Pero lo contradictorio es que impidiendo el desarrollo de la crisis se impide que ésta se termine. La guerra, al contrario, conduce al mismo resultado que la crisis, la eliminación de la competencia, pero va más allá y en esta medida constituye la base para fases más amplias de crecimiento.
Lo que está en juego ahora con los rescates y los ajustes es sólo si los asalariados continúan pagando la crisis o no. En ninguno de los dos casos se sale de la crisis. Pero el problema es que en algún momento habrá que salir. Entonces quizás nos enteremos de que la salida, que tanto buscábamos, es peor que la propia crisis. Peor aun: que tras la salida nos espera, con suerte, otra vez la misma historia, mientras no busquemos la salida del capitalismo, en vez de la salida de sus crisis. Mientras tanto, esperemos al próximo casus belli contra Irán, que probablemente será nuclear.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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