Traducción del árabe para Rebelión de Antonio Martínez Castro |
Qué duda cabe de que la represión de los últimos ocho meses ha quitado la vida y en consecuencia apartado de su actividad a la mayoría de los cuadros de la vanguardia que inició la intifada, la organizó y la dirigió durante los primeros meses. La gente que quedó también fue perdiendo a sus cuadros de forma continua, y la ausencia de los primeros y de los segundos ha hecho que una tercera y cuarta generación de mandos se sucedan en un breve espacio de tiempo. Esto ha supuesto un serio deterioro en las filas de la dirección y un notable descenso del nivel ideológico y de edad de los dirigentes que se ha puesto de manifiesto en muchos lugares con un cambio de estrategia y un desplazamiento del movimiento social sobre el terreno que en gran parte ha abandonado la calle, se ha reducido mucho en las grandes ciudades y su epicentro se ha ido trasladando progresivamente de la periferia de las ciudades hacia las zonas rurales más alejadas que es donde hoy se da con más vitalidad y una rebeldía civil mayor.
No es de extrañar que el principio de protesta pacífica y de naturaleza civil haya retrocedido frente a la represión organizada, las prácticas violentas y los crímenes horrendos que han sobrecogido a cada pueblo, ciudad, barrio y calle. Tampoco es de extrañar, por tanto, que algunos personajes adscritos a corrientes políticas y religiosas que no han tenido relación alguna con el comienzo de la intifada ni gozan de representación real en la calle pretendan hoy ser los iniciadores. Tampoco sorprende que se mezclen todos sin distinción en un clima que carece de memoria revolucionaria porque todavía no se conoce la identidad de los que la iniciaron. De este modo encontramos que dos personas que pertenecen a grupos islámicos se atribuyen haber iniciado la revolución: el primero de ellos es el profesor Ahmad Ramadán que lo dijo en al-Jazeera el viernes 18/11/2011 y el segundo es un miembro de la familia de Al al-Chalabí que atacó enérgicamente al otro invitado al programa alegando que nadie que no sea de su grupo puede hablar de la revolución porque ésta es obra suya.
¿Qué tenemos?: el movimiento pacífico se ha replegado debido al retroceso de la conciencia ejemplar de la intifada causada por la represión militar de un régimen que desde el primer momento ha tomado el camino de la violencia para cerrar la puerta del diálogo y abortar cualquier solución política; el movimiento popular se ha visto forzado a adoptar la violencia como respuesta, ha cerrado también la puerta al diálogo político y lo que era una intifada se ha transformado en un combate entre un fuerte ejército regular y unos grupos armados dispersos por la geografía siria. Mientras tanto la masa popular abandona la calle y su lucha por la libertad se transforma en enfrentamientos civiles, religiosos, políticos y regionales que acabarán con su sueño de estado civil, justicia y democracia. A causa de la represión, el asesinato y estado de terror, la idea del recurso a las armas ha cobrado auge y la gente ha empezado a pertrecharse tras el comunicado del coronel Riad al-Asaad en el que anunciaba el fracaso de la opción pacífica y la necesidad de tomar las armas para derribar al régimen. Las primeras diferencias entre la oposición política (Consejo Nacional Sirio, Comité Nacional de Coordinación, independientes) y los militares armados (a los que en los próximos días es previsible que se les sumen decenas de miles de ciudadanos de todos los rincones de Siria) fruto de la duplicidad del centro de toma de decisiones están transformando la revuelta pacífica en busca de libertad en una batalla militar que se irá sometiendo de forma creciente a las fuerzas más radicales de ambos bandos.
Espero que esta explicación haya dejado claro que el agotamiento de la vía pacífica significa el final de la intifada y el movimiento social con la consiguiente entrada de Siria en un nuevo escenario que nada tiene que ver con el de los primeros retos. La continuidad de la intifada va ligada a su carácter social y pacífico, a nada más.
¿Qué significa militarizarse a ojos de los que preconizan esta tendencia? Significa simple y llanamente el final de la lucha pacífica popular, suprimirla de la escena y reemplazarla por violentos combates armados; significa que el pueblo inerme, solo armado de libertad, deje la calle para que la tomen bandas armadas llenas de fanatismo asesino contra cualquier libertad. Para que se sepa: los partidarios de la opción pacífica no niegan el derecho de los ciudadanos a la autodefensa, es más, lo consideran un factor primordial de esta lucha, pero en ningún caso la autodefensa debe anular la revuelta pacífica. El derecho de autodefensa es un derecho legítimo reconocido que practican los pueblos y al que pueden recurrir los individuos para protegerse, pero no para combatir violentamente al enemigo. Su objetivo es defenderse, no asesinar de forma ciega al otro por el mero hecho de ser el otro. El derecho a la autodefensa debe garantizar la participación de todos en un marco político amplio en el que el principio de la libertad sea lo más alto para unos y otros, que amortigüe los distintos golpes de legítima resistencia individual o colectiva que emanan dentro de sus propios principios y objetivos. La militarización, por el contrario, resuelve las diferencias políticas matando al otro o liquidándolo sólo por ser otro, somete el ámbito político a sus intereses y necesidades temporales, además impone la violencia como único medio y suprime el resto de acciones como ha pasado de hecho con el movimiento popular pacífico. En fin, la militarización obliga al pueblo revolucionario a someterse a ella en lugar de verse ella sometida al interés, prioridades y consideraciones del pueblo.
Los grandes movimientos pacíficos que se han militarizado han terminado, en la mayoría de los casos, por desviarse para acabar en guerra civil y ajustes de cuentas entre unos y otros, sin otro objetivo que responder a la violencia del enemigo con más violencia, descartando todo diálogo o vía pacífica, sea cual sea, y considerándolos como actividades reprochables por ser incapaces de derribar al régimen. Eso es lo que dice el coronel Riad al-Asaad.
El movimiento popular ha llegado a un momento decisivo en el que se decidirá el destino de Siria. O bien toma la senda de la resistencia pacífica, que incluye el derecho legítimo de autodefensa, o bien se militariza y pondremos nuestro futuro en manos de gente armada que desconoce el arte y los mecanismos de la política. Aún con las contradicciones que se dan en ambas opciones, la resistencia pacífica significa la salvación de Siria y la militarización, su destrucción, por las razones antes esgrimidas, ya que desviará la lucha popular de sus objetivos y creará un clima distinto al desarrollado hasta ahora que desfigurará la oposición política, cuyo papel pasará a ser marginal, y se actuará de acuerdo a las necesidades militares de la batalla por el todo o nada y la sociedad irá perdiendo progresivamente su protagonismo hasta quedar totalmente arrinconada. Y Siria se verá frente a opciones que no se barajaban durante la intifada.
Tras decenios de tiranía, el pueblo ha trazado con genial intuición una estrategia que reposa sobre tres principios: la sociedad, el carácter pacífico y la libertad. Hoy, la militarización le plantea un nuevo plan, contrario o suplente, que transforma lo social en pandillero, lo pacífico en violento y la libertad en una lucha de resultado desconocido cuyo grave daño sufrirá el cuerpo del país así como todos sus miembros por negar el derecho del otro a existir. De libertad ni hablar.
Son dos estrategias irreconciliables. O bien gana una o la otra, son opuestas, una anula a la otra o la debilita hasta casi anularla. Si en los próximos días hubiese una victoria de la militarización, eso representará el fin del movimiento civil con los valores y principios que lleva aparejados. La victoria de la solución militar, que empieza a estar bien nutrida y ha logrado importantes objetivos (el primero de ellos acabar con el carácter social pacífico del movimiento que perseguía la libertad), colocaría a Siria frente a dos escenarios posibles: uno impredecible y otro el sometimiento de nuevo a un régimen tiránico.
Estamos ante la bifurcación de estos dos caminos, ¿cuál tomará Siria? ¿La libertad por la vía pacífica de la mano de la sociedad civil o la pérdida de todo mediante la militarización que nos dará a elegir entre un futuro impredecible o el sometimiento a otra tiranía?
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