sábado, 31 de diciembre de 2011

El petróleo que llega del frío.






Rebelion. El petróleo que llega del frío















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31-12-2011







El petróleo que llega del frío




IPS






Desde las ardientes arenas de Arabia, el tórrido delta del Níger o las calurosas llanuras del Orinoco, los productores de petróleo del cinturón tropical del planeta han impulsado, al disfrutar de altos precios, a sus rivales que vienen del frío.

El grupo angloholandés Shell recibió luz verde de la agencia ambiental de Estados Unidos para perforar en busca de petróleo fuera de las costas del norte de Alaska a partir de julio de 2012, un proyecto en el que ha empeñado 3.500 millones de dólares.

Por su parte, el gigante consorcio estadounidense Exxon firmó con el ruso Rosneft un acuerdo para invertir 3.200 millones de dólares en la búsqueda de hidrocarburos bajo el mar de Kara, en el noroeste de Rusia. Lame sus heridas, al haber perdido esa opción, la alianza entre otra corporación rusa, TNK, y British Petroleum.

"Es que bajo el océano Ártico, las reservas de crudo se estiman en 100.000 millones de barriles (de 159 litros), tanto como las de Iraq o Kuwait, más 44.000 millones de barriles de líquidos de gas natural y 80 billones de pies cúbicos (TCF en nomenclatura inglesa) de gas", recordó a IPS el experto en Geopolítica y Asuntos Petroleros, Kenneth Ramírez, de la Universidad Central de Venezuela. También la isla danesa de Groenlandia ha convocado a licitaciones previas para prospección fuera de sus costas, y las compañías Exxon y su connacional Chevron han sido las primeras en anotarse.

Canadá, por su parte, puede sumar su porción de petróleo del Ártico a las arenas de sus provincias occidentales, que le convierten en una potencia energética, con la ventaja de que está al lado del mayor mercado del mundo, el estadounidense.

Bajo el Ártico se encuentra entre el 13 y 20 por ciento del petróleo "por descubrir" del planeta, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), y buena parte de él a escasa profundidad, lo cual incrementa las perspectivas de un jugoso retorno, al crecer la demanda y de mantenerse los precios como los actuales, de 100 o más dólares por barril.

"El crecimiento económico de China e India, pero sobre todo la política de la OPEP, le han tendido la cama a productores como Rusia para que explote más yacimientos y compita con el petróleo del trópico", señaló a IPS el jefe de la Sección de Relaciones Internacionales en la caraqueña Universidad Simón Bolívar, Víctor Mijares.

La OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), integrada por Angola, Arabia Saudita, Argelia, Ecuador, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Iraq, Kuwait, Libia, Nigeria, Qatar y Venezuela, produce unos 30 millones de los 88 millones de barriles diarios de crudo diarios que demanda el planeta y apuntala los precios del recurso con recortes de producción cuando esos valores son amenazados por picos de sobreoferta.

La búsqueda de petróleo bajo el Ártico también renueva la apuesta del negocio mundial de la energía y de la economía global por los combustibles fósiles, acompaña el juego estratégico de potencias tradicionales y emergentes, y muestra la persistencia del riesgo ambiental asociado a la industria de hidrocarburos.

A contravía de quienes plantean que la disponibilidad de petróleo declina inexorablemente, Leonardo Maugeri, directivo de la empresa de energía italiana ENI y autor del libro "La edad del petróleo", planteó que el actual nivel de reservas probadas de crudo puede incrementarse de modo sustancial con los nuevos hallazgos y las tecnologías que permitan una mayor recuperación de los yacimientos.

Aunque las reservas probadas de crudo alcanzan hoy a 1,5 billones de barriles y con ello se abastecería al mundo por 40 o 50 años, en realidad se trabaja con el criterio de recuperar apenas una tercera parte del recurso in situ, pero las tecnologías permitirán aumentar hasta 50 por ciento el porcentaje de recobro hacia 2030, según Maugeri.
Como cada año se encuentran nuevos yacimientos, Maugeri estima que el mundo dispondrá de más de cuatro billones de barriles de petróleo recuperable después de 2030, y concluye que habrá "más que suficiente para todo el siglo XXI". Por ejemplo, Brasil agregaría entre 50.000 y 80.000 millones de barriles a los 14 millones que tenía de reservas con los hallazgos confirmados en la llamada capa presal, a gran profundidad en el océano Atlántico.

El Ártico es un vivo ejemplo, pues su crudo y gas eran prácticamente inexplotables por las duras condiciones, pero con el deshielo avivado por el cambio climático, los altos precios de la energía y las nuevas tecnologías, puede contener hidrocarburos por el equivalente a 400.000 millones de barriles de petróleo, un volumen 10 veces mayor a todo el crudo extraído hasta ahora bajo el Mar del Norte.

"La verdad es que hay mucho interés en seguir extrayendo crudo y por eso las energías alternativas no están en una situación favorable, porque el petróleo sigue siendo abundante, eficiente y barato, pues aun con sus actuales precios es una energía potable para la mayoría de las sociedades", sostuvo Mijares.

El deshielo del Ártico y la explotación de su petróleo abren además nuevas rutas de navegación, "con una Rusia ávida de reestrenarse como gran potencia mundial mediante el control de yacimientos, rutas y suministros, amén de beneficiarse con la tecnología que se le provee desde Occidente", recordó Ramírez.

Para Mijares, "en la era de la hoy desaparecida Unión Soviética, el poderío ruso se manifestaba en su fuerza nuclear y en el Ejército Rojo". En cambio, "ahora ese país depende de su capacidad energética como palanca para sostenerse como un muy importante actor global", precisó.

Por su parte, Estados Unidos estaría satisfecho con la diversificación de fuentes de hidrocarburos, que le permite depender menos de los suministros del Medio Oriente y ejercer mayor presión en política doméstica sobre proveedores como Arabia Saudita.

Las fuentes también concuerdan en observar la emergencia de Canadá como potencia energética y, por ende, como actor global. Se ha deslindado del Protocolo de Kyoto en materia ambiental "e incrementa su gasto militar para encarar la nueva presencia de rivales en el Ártico".

Entretanto se aguarda la variable ambiental. Científicos como Peter Wadhams, del Instituto de Investigaciones Polares de la británica Universidad de Cambridge, han advertido sobre lo difícil, si no imposible, que sería conjurar una catástrofe provocada por derrames petroleros en el Ártico como el que sufrió el Golfo de México en 2010.

"Un derrame de petróleo bajo el hielo sería mucho peor que en mar abierto. El crudo estaría encapsulado, viajaría por el Ártico y se liberaría con la primavera a gran distancia del sitio original del accidente. La palabra adecuada para una tal eventualidad es ‘terrible’", aseveró Wadhams.

Fuente original: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=99887







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James Petras: 2012.






Rebelion. 2012, el año del Juicio Final















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31-12-2011







2012, el año del Juicio Final







Traducido para Rebelión por Christine Lewis Carroll y revisado por Caty R.




Introducción
 

La perspectiva social, política y económica para 2012 es extremadamente negativa. El consenso casi universal, incluso entre los economistas ortodoxos convencionales, es pesimista respecto a la economía mundial. Aunque incluso aquí sus predicciones subestiman el alcance y la profundidad de la crisis, hay poderosas razones para creer que 2012 será el principio de un declive mayor que el experimentado durante la Gran Recesión de 2008 a 2009. Con menos recursos, mayor deuda y una creciente resistencia popular a salvar el sistema capitalista, los gobiernos no pueden rescatar el sistema.

Muchas de las grandes instituciones y entornos económicos responsables de la expansión capitalista regional y mundial durante las últimas tres décadas están en proceso de desintegración y desorden. Los anteriores motores económicos de la expansión global, Estados Unidos y la Unión Europea , han agotado sus potencialidades y están en franco declive. Los nuevos centros de crecimiento -China, India, Brasil y Rusia- que durante una ‘corta década’ proporcionaron un nuevo ímpetu al crecimiento mundial han recorrido todo el trayecto posible y ahora se encuentran en rápida desaceleración, lo que continuará durante el año nuevo.

El colapso de la Unión Europea

Concretamente, la destrucción causada por la crisis en la Unión Europea la terminará de romper y su  estructura de facto de complejos niveles se convertirá en una serie de acuerdos bilaterales/multilaterales de comercio e inversión. Alemania, Francia, los Países Bajos y Escandinavos intentarán aguantar la depresión. Inglaterra, en concreto la City , espléndidamente aislada, se hundirá en un crecimiento negativo y sus financieros se pelearán por encontrar nuevas oportunidades de especulación entre los Estados petroleros del Golfo y otros ‘nichos’. Europa central y del este, en particular Polonia y la República Checa , fortalecerán sus vínculos con Alemania, pero padecerán las consecuencias del declive general de los mercados mundiales. Europa del sur (Grecia, España, Portugal e Italia) entrará en depresión a medida que los pagos masivos de la deuda que se afrontan mediante las agresiones salvajes a los salarios y las prestaciones sociales reducen la demanda de los consumidores.

El desempleo, que se encuentra en niveles de depresión, y el subempleo que afecta a un tercio de la fuerza de trabajo detonarán conflictos sociales que durarán buena parte del año y se convertirán en levantamientos populares. Con el tiempo la desintegración de la Unión Europea es inevitable. Se restituirán las monedas nacionales en lugar del euro, lo que permitiría la devaluación y el proteccionismo. El nacionalismo estará a la orden del día. Los préstamos concedidos a los países del sur por los bancos en Alemania, Francia y Suiza serán objeto de grandes pérdidas. Se necesitarán importantes rescates, lo que polarizará las mayorías que pagan impuestos y los banqueros en Alemania y Francia. La militancia sindical y el seudo ‘populismo’ derechista (neofascismo) intensificarán las luchas nacionales y de clases.

Es menos probable que una Europa polarizada, fragmentada y deprimida se una a una aventura militar estadounidense inspirada por los sionistas contra Irán (o incluso Siria). Una Europa acosada por la crisis se opondrá a la actitud de confrontación de Washington hacia Rusia y China.

Estados Unidos: la recesión vuelve con venganza

La economía estadounidense sufrirá las consecuencias de su hinchado déficit fiscal y no podrá salir de la recesión mundial de 2012 mediante el gasto. Tampoco podrá superar el crecimiento negativo mediante la exportación hacia Asia anteriormente dinámica, porque China, India y el resto de Asia están perdiendo ímpetu económico. China crecerá mucho menos que su media de 9%. India decrecerá de 8% a 5% o más. Por otra parte la política militar de alejamiento del régimen de Obama, su política de exclusión y proteccionismo excluirá cualquier estímulo nuevo que proceda de China.

El militarismo agrava la depresión económica

Estados Unidos y el Reino Unido serán los mayores perdedores en la reconstrucción económica de la posguerra iraquí. De los proyectos de infraestructura por valor de 186 billones de dólares, Estados Unidos y el Reino Unido ganarán menos del 5% (Financial Times 16 de diciembre de 2011). El resultado será parecido en Libia y otros lugares. El militarismo imperial de Estados Unidos destruye a su adversario, se llena de deudas para hacerlo y las entidades civiles cosechan los lucrativos contratos económicos de reconstrucción de la posguerra.

La economía estadounidense se contraerá en 2012 y un pronunciado incremento del desempleo sustituirá la “recuperación sin creación de empleo de 2011” . De hecho toda la fuerza de trabajo se encogerá a medida que la gente que ya no recibe prestaciones por desempleo deja de inscribirse [como desempleados].

La explotación de la mano de obra (“productividad”) se intensificará a medida que los capitalistas obligan a los trabajadores a producir más por menos dinero y de esta manera se ensancha la brecha salarial entre ingresos y ganancias.

Recortes salvajes en los programas sociales acompañarán la depresión económica y el aumento del desempleo, con el objetivo de subvencionar a los bancos y las industrias con problemas financieros. Los debates entre los partidos versarán sobre cuán grandes han de ser los recortes para los trabajadores y pensionistas con el fin de procurar la ‘confianza’ de los titulares de bonos. Confrontado con opciones igualmente limitadas, el electorado reaccionará mediante el rechazo de los cargos actuales, la abstención o la movilización masiva organizada y espontánea, como la protesta Occupy Wall Street. El descontento, la hostilidad y la frustración impregnarán la sociedad. Los demagogos del Partido Demócrata victimizarán a China; los demagogos del Partido Republicano culparán a los inmigrantes. Los dos fulminarán a los “fascistas islámicos”, especialmente a Irán.

Nuevas guerras en medio de la crisis: los sionistas aprietan el gatillo

Los ‘52 presidentes de las principales organizaciones judías estadounidenses’ y sus seguidores “Israel es lo primero” en el Congreso, el Departamento de Estado, el Departamento del Tesoro y el Pentágono fomentarán la guerra con Irán. Si tienen éxito, la consecuencia será una conflagración regional y la depresión mundial. Dado el éxito del régimen extremista israelí para conseguir la obediencia ciega del Congreso estadounidense y la Casa Blanca acerca de sus políticas bélicas, hay que descartar cualquier duda.

China: mecanismos compensatorios en 2012

China se enfrentará a la recesión global de 2012 con varias posibilidades de aminorar sus consecuencias. Pekín podría producir bienes y servicios para los 700 millones de consumidores internos que actualmente están fuera del circuito económico. Al aumentar los salarios, los servicios sociales y la seguridad del medioambiente, China podría compensar la pérdida de mercados exteriores. El crecimiento económico de China, que depende fuertemente de la especulación inmobiliaria, se verá afectado adversamente cuando estalle esta burbuja. Se producirá una fuerte depresión, bancarrotas municipales y más conflicto social y de clases. Esto podría traer más represión o una gradual democratización, lo que afectará profundamente a las relaciones entre el mercado y el Estado. Lo más probable es que la crisis económica fortalecerá el control estatal del mercado.

Rusia se enfrenta a la crisis

En Rusia la elección del Presidente Putin conducirá a menos apoyo de los levantamientos y sanciones promovidas por Estados Unidos contra los aliados y socios comerciales rusos. Putin reforzará sus vínculos con China y se beneficiará de la desintegración de la UE y el debilitamiento de la OTAN.

La oposición apoyada por los medios occidentales utilizará su influencia financiera para erosionar la imagen de Putin y alentar los boicoteos a la inversión, aunque perderá las elecciones presidenciales por un margen grande. La recesión mundial debilitará la economía rusa y la forzará a escoger entre una mayor propiedad pública o una mayor dependencia de fondos estatales para rescatar a destacados oligarcas.

La transición entre 2011 y 2012: del estancamiento y la recesión regionales a la crisis mundial

El año 2011 preparó la infraestructura para la desintegración de la Unión Europea. La crisis empezó con la defunción del euro, el estancamiento en Estados Unidos y el estallido de protestas masivas contra las desigualdades obscenas a nivel mundial. Los acontecimientos de 2011 constituyeron un ensayo general del nuevo año de guerras comerciales a gran escala entre las grandes potencias, lo que agudizará las luchas imperialistas y la probabilidad de que las rebeliones populares se conviertan en revoluciones. Además, el recrudecimiento de la fiebre bélica orquestada por los sionistas contra Irán en 2011 promete convertirse en la mayor guerra regional desde el conflicto entre Estados Unidos, India y China.

En 2011, el régimen de Obama anunció una política de confrontación militar con Rusia y China y otras políticas destinadas a socavar y degradar el auge de China como poder económico mundial. Frente a la creciente recesión económica y el declive de los mercados exteriores, sobre todo en Europa, se desarrollará una importante guerra comercial. Washington perseguirá con agresividad políticas que limiten las exportaciones e inversiones chinas. La Casa Blanca incrementará sus esfuerzos para desestabilizar el comercio e inversiones de China en Asia, África y otros lugares. Podemos esperar mayores esfuerzos por parte de Estados Unidos para explotar los conflictos internos étnicos y populares y para incrementar su presencia militar frente a la costa china. Tampoco se debe descartar una gran provocación o incidente fabricado dentro de este contexto. En 2012 esto podría dar lugar a rabiosos llamamientos chovinistas a una nueva y costosa ‘Guerra Fría’. Obama ha proporcionado el marco y la justificación para una confrontación a gran escala y largo plazo con China, lo que se interpretará como un esfuerzo desesperado de apuntalar la influencia estadounidense y las posiciones estratégicas en Asia. El “cuadrilátero de poder” militar estadounidense -Estados Unidos, Japón, Australia y Corea del Sur- con el apoyo satélite de Filipinas, enfrentará los vínculos de mercado de China con la propaganda militar de Washington.

Europa: más austeridad y lucha de clases

Los programas de austeridad impuestos en Europa, desde el Reino Unido a Latvia y Europa del sur se afianzarán en 2012. Despidos masivos en el sector público y menos salarios y empleos en el sector privado conducirán a un año de lucha de clases y continuos desafíos a los gobiernos. Las suspensiones de pago acompañarán las ‘políticas de austeridad’ en el sur, lo que dará como resultado quiebras de bancos en Francia y Alemania. La clase financiera dirigente del Reino Unido, aislada de Europa pero predominante allí, animará a los conservadores a ‘reprimir’ los disturbios populares y laborales. Emergerá un nuevo estilo de gobierno autocrático ‘neoThatcher’; la oposición sindical emitirá protestas vacías y tensará la correa del populacho rebelde. En resumen, las regresivas políticas socioeconómicas introducidas en 2011 han establecido el escenario para nuevos regímenes de estados policiales y posibles confrontaciones sangrientas más intensas con los trabajadores y jóvenes desempleados sin futuro.

Las guerras futuras que pondrán fin a Estados Unidos como lo conocemos

Dentro de Estados Unidos, Obama ha puesto los cimientos para una nueva y gran guerra en Oriente Próximo al concentrar ahora a los soldados que operaban en Iraq y Afganistán contra Irán. Con el fin de menoscabar a Irán, Washington está desarrollando operaciones militares y civiles clandestinas contra los aliados iraníes en Siria, Pakistán, Venezuela y China. La clave de la estrategia bélica de Estados Unidos e Israel contra Irán es una serie de guerras en estados vecinos, sanciones económicas a escala mundial, ataques cibernéticos destinados a neutralizar industrias vitales y asesinatos terroristas clandestinos de científicos y militares. El impulso, la planificación y la ejecución de las políticas estadounidenses que conducirán a la guerra con Irán se pueden atribuir empíricamente y sin ninguna duda a la configuración sionista de poder (CSP) que ocupa posiciones estratégicas en el gobierno estadounidense, los medios de comunicación de masas y la ‘sociedad civil’. Un análisis sistemático de los diseñadores de las políticas estadounidenses que implementan las sanciones económicas en el Congreso descubrirá los papeles fundamentales que ejercen los ‘megasionistas’ (‘Israel es lo primero’) Ileana Ros-Lehtinen y Howard Berman; Dennis Ross en la Casa Blanca , Jeffrey Feltman en el Departamento de Estado y Stuart Levy y su sustituto David Cohen en el Departamento del Tesoro. La Casa Blanca está totalmente en deuda con los recaudadores de fondos sionistas y recibe órdenes de los ‘52 presidentes de las principales organizaciones judías estadounidenses’. La estrategia israelí-sionista es rodear a Irán, debilitarlo económicamente y atacarlo militarmente. La invasión de Iraq fue la primera guerra de Estados Unidos realizada para Israel; la guerra de Libia la segunda; la actual guerra por poderes contra Siria es la tercera. Estas guerras han destruido o están destruyendo a los adversarios de Israel. En 2011 las sanciones económicas diseñadas para crear descontento en Irán fueron las principales armas escogidas. La campaña de sanciones globales ocupó todas las energías de los principales grupos de presión judío-sionistas. No han encontrado ninguna oposición en los medios de comunicación de masas, el Congreso o la Casa Blanca. La CSP no ha recibido prácticamente ninguna crítica por parte de las revistas, movimientos o grupos socialistas, de izquierdas o progresistas, salvo pocas insignes excepciones. El traslado de tropas estadounidenses de Iraq a las fronteras de Irán realizado el año pasado, las sanciones y el impulso de la Quinta Columna de Israel dentro de Estados Unidos extendieron la guerra en Oriente Próximo. Esto seguramente significará una agresión “sorpresa” aérea y marítima por parte de las fuerzas estadounidenses, basada en el pretexto de “inminente ataque nuclear” urdido por el Mossad israelí y fielmente transmitido por la CSP a sus lacayos del Congreso estadounidense y la Casa Blanca para el consumo mundial. Será una guerra larga, sangrienta y destructiva para Israel; Estados Unidos costeará los gastos militares directos y el resto del mundo pagará el carísimo precio económico. La guerra de Estados Unidos promovida por los sionistas convertirá la recesión de principios de 2012 en una importante depresión para finales del año y probablemente provocará levantamientos masivos.

Conclusión

Todo indica que 2012 será un año decisivo de crisis económica implacable que se extenderá desde Europa y Estados Unidos a Asia y sus dependencias en África y América Latina. La crisis será verdaderamente global. Las confrontaciones imperiales y las guerras coloniales minarán cualquier esfuerzo de atenuar esta crisis. Como respuesta surgirán movimientos de masas cuyas protestas y rebeliones, esperemos, se transformarán en revoluciones sociales y la en toma del poder político.







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Argentina.






Rebelion. Argentina, 2012: ¿Qué hacer, y cuándo?















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31-12-2011







Argentina, 2012: ¿Qué hacer, y cuándo?










El inicio del segundo período presidencial de Cristina Fernández invita a reflexionar acerca de su agenda de gobierno para los próximos cuatro años, a partir de la convicción de que la autocomplacencia con los avances registrados hasta ahora –importantes pero insuficientes- sería un seguro camino hacia la restauración del dominio de los sectores más retrógrados de la política argentina. A lo largo de estos años el kirchnerismo ha demostrado tener capacidad de generar iniciativas, si bien que favorecido por una oposición muy débil entre el 2003 y el 2009 (con el oficialismo controlando ambas cámaras del Congreso) y muy incompetente entre el 2009 y el 2011, sobre todo luego de su resonante victoria en las elecciones parlamentarias del 2009 pese a lo cual no pudo articular ni una sola propuesta de conjunto capaz de neutralizar la influencia de la Casa Rosada. Vistas las cosas en perspectiva, de lejos la iniciativa más importante impulsada por el kirchnerismo fue la quita efectuada en los bonos de la deuda externa -dispuesta por el ex presidente Néstor Kirchner e implementada por Roberto Lavagna, el ministro de Economía heredado de su predecesor en la Casa Rosada- y que algunos comentaristas de la prensa financiera internacional calificaron como la mayor expropiación sufrida por el capital financiero a escala mundial en toda su historia. Añádase a ello la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y el masivo juzgamiento a los represores de la última dictadura militar como otro de los grandes logros del ex presidente Kirchner. Durante la gestión de Cristina Fernández , a su vez, se avanzó en varios frentes, con algunas importantes propuestas en materia de promoción social – como la Asignación Universal por Hijo, la estatización de las AFJP, la extensión del régimen jubilatorio, la actualización semestral de jubilaciones y pensiones- el matrimonio igualitario y la Ley de Medios, entre otras. A esto habría que agregar una significativa renovación del clima ideológico, reintroduciendo ciertas temáticas como la igualdad social, la distribución del ingreso y la unidad latinoamericana que hacía mucho tiempo no se escuchaban en la esfera pública. Y, desde las celebraciones del Bicentenario y muy especialmente luego del fallecimiento de Néstor Kirchner, una impetuosa politización de vastos sectores de la juventud argentina, fenómeno que no se veía por estas latitudes desde finales de los años sesenta y comienzos de los setenta del siglo pasado. La recuperación del valor de la política, en una sociedad tan bombardeada por los mensajes “apolíticos” del neoliberalismo, es un signo promisorio para el futuro de la Argentina.

El objetivo de estas notas es doble: por una parte, ofrecer un retrato de las grandes líneas de fuerza que definen la coyuntura política actual, recordando siempre aquellas palabras de Lenin que definen a la política como la “economía concentrada.” Por la otra, explorar los senderos que se bifurcan y sus potencialidades. Uno de ellos es el de las reformas estructurales; el otro, es el del continuismo, a veces enaltecido con la confusa expresión oficial de “profundizar el modelo.”

Kirchnerismo y economía capitalista

Al examinar estas alternativas no escapan a nuestro análisis las limitaciones ideológicas del kirchnerismo, sintetizadas magistralmente en el reproche que la presidenta Cristina Fernández hiciera a sus colegas reunidos en el G-20 para que acabaran con el “anarco-capitalismo” y promovieran un “capitalismo serio”, algo que para los oídos de Obama, Merkel, Sarkozy, Cameron, Berlusconi y otros de su ralea debió sonar como un enternecedor cuento de niños mientras socarronamente se miraban y decían entre sí: “Qué, ¿acaso no es serio este capitalismo que nos sostiene en el poder y al cual salvamos de sus trapisondas financieras transfiriéndole billones de dólares?”

Por lo tanto, es innecesario aclarar, que cualquier propuesta de avanzar por el sendero de las reformas generará una enconada resistencia. Primero, al interior mismo del gobierno y, más ampliamente, de la coalición kirchnerista, porque no todos sus integrantes muestran el mismo grado de entusiasmo por encarar reformas de fondo en la economía argentina; segundo, obvio, en la clase dominante. El kirchnerismo pudo avanzar en su celo innovador en temas predominantemente “blandos”, entendiendo por éstos los que no afectan centralmente al proceso de acumulación capitalista o las ganancias de la burguesía. Y cuando sí lo hizo, como en el caso de la quita de los bonos de la deuda, se trenzó en una feroz batalla con el capital financiero internacional y sus aliados locales, … ¡y venció! De lo cual se extrae la siguiente lección: por más que el veto o las amenazas “destituyentes” de la clase dominante sean muy impresionantes, si un gobierno como éste mantiene firme el rumbo de una decisión y construye fuerza social para apuntalarla no habrá clase dominante ni “factores de poder” capaces de quebrar su mano.

De ahí la ingenuidad de suponer que se puede “gobernar bien” la Argentina –atacando su lacerante injusticia social y removiendo los pesados legados de “los noventa” que, pese a la retórica oficial, aún nos abruman- sin despertar la furia de los beneficiarios del orden actual. El sueño de un gobierno que construya justicia e igualdad en medio de un clima sereno y exento de estridencias y conflictos de todo tipo es sólo eso, un sueño. Además, el país no está aislado sino inserto en un contexto regional sometido a crecientes ataques y presiones por parte de un imperio que no se resigna a contemplar pasivamente su ocaso. Para los diversos sectores de la clase dominante local, que capitalizó en más de un sentido -y privilegiadamente- la bonanza del período iniciado en el 2003, la obsesión restauradora de Washington le brinda un poderoso aliento para renegociar desde mejores posiciones su relación con la Casa Rosada. La ya mencionada postura presidencial ante el “anarco capitalismo”, la exhortación a construir un “capitalismo serio”, la rapidez con que se sancionó y promulgó la nueva legislación antiterrorista (que contrasta con la exasperante lentitud oficial para derogar la Ley de Entidades Financieras en cuyo calce se encuentran las oprobiosas firmas de Videla-Martínez de Hoz), el apoyo irrestricto a la megaminería (¡con foto de Cristina Fernández y el CEO de la Barrick Gold en los “headquarters” de la firma! ) y las petroleras, o la renuencia a instrumentar el precepto constitucional (artículo 14 bis, Constitución de 1994) que establece la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas son claras muestras de este significativo cambio en la relación entre el gobierno y los sectores empresariales reforzada, nos parece, por la conversación privada sostenida entre Barack Obama y CFK, a pedido del primero, en al marco de la reunión del G-20 en Cannes.

Seducidos por las extraordinarias ganancias con que las favoreció “el modelo”, las distintas fracciones burguesas, antaño acérrimas críticas del kirchnerismo, no tardaron en distanciarse de sus representantes políticos y mediáticos para, en un alarde de oportunismo, sellar una redituable tregua con la Casa Rosada. Claro que esto no quiere decir que consideren a CFK como su mejor alternativa. Es claramente una opción sub-óptima y transitoria; desconfían de la presidenta y, mucho más, de las multitudes plebeyas que la exaltan; también dudan de su previsibilidad o su capacidad para disciplinar al multiforme y siempre conflictivo “planeta peronista”. Pero su certero instinto de clase les indica que ninguna otra opción política garantizaría el grado mínimo de orden, gobernabilidad y estabilidad macroeconómica necesarios para asegurar la espléndida rentabilidad de sus emprendimientos. De ahí que lo que caracteriza la relación estado-clase dominante en la Argentina sea su ambivalencia: aceptan a Cristina como un mal menor, pero preferirían alguien más confiable y afín a sus intereses. Como no lo hay, se alinean con la Casa Rosada. Esto diferencia claramente la situación argentina de la que existe en países como Bolivia, Ecuador y Venezuela, en donde la relación estado-clase dominante es de abierta confrontación. Esto explica también la distinta naturaleza de los regímenes políticos existentes en Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela.

La contrapartida de este nuevo relacionamiento entre burguesía y estado ha sido la resonante ruptura de la clase dominante con sus representantes políticos tradicionales: los partidos de la centro-derecha, o derecha, y los oligopolios mediáticos que ante la crisis de los primeros asumen la función de estado mayor en la defensa del orden amenazado por el “populismo” presidencial. La “traición” -o el repudio- de la clase a sus representantes no constituye un fenómeno novedoso: Marx y Engels lo constataron y analizaron en sus escritos sobre la vida política francesa y alemana en la segunda mitad del siglo diecinueve, y Gramsci hizo lo propio en sus estudios sobre la Italia de la primera posguerra. “Crisis orgánica”, o ruptura del lazo entre “representantes y representados”, decía el italiano, para referirse a situaciones en las cuales la burguesía se “despegaba” de sus representaciones habituales. En sus propias palabras, que no podrían ser más precisas para describir la situación de la Argentina, “los viejos dirigentes intelectuales y morales de la sociedad sienten que les falta el terreno bajo los pies, advierten que sus prédicas se han convertido precisamente en eso, prédicas, o sea, cosas extrañas a la realidad, puras formas sin contenido, larvas sin espíritu; de ahí su desesperación.” [1] Miradas las cosas desde otro ángulo, lo que se observa en la Argentina sería una “deserción” de los representantes políticos de la derecha por su incapacidad de comprender que para la clase dominante primero está la ganancia, segundo la ganancia y tercero la ganancia. Dado que el gobierno ha dado suficientes muestras de respetar esta obsesión de la clase explotadora, asuntos tales como la “calidad institucional”, la libertad de prensa, la separación de poderes, el debido proceso o los procedimientos de la democracia liberal que suscitan la gritería de la partidocracia liberal y los medios hegemónicos son un ruido molesto que perturba la marcha de sus negocios y enturbia sus oportunistas relaciones con el gobierno nacional. La formidable derrota propinada a las diversas expresiones de la derecha -como Duhalde, Carrió, Alfonsín, Redrado, Llambías, de Narváez, entre otros- en las últimas elecciones presidenciales es precisamente un síntoma de esa ruptura, lo cual configura un escenario propicio para avanzar en una agenda de transformaciones sociales toda vez que la correlación de fuerzas puesta de manifiesto en la puja electoral -amén de la que existe en el plano general de la vida política, más allá del terreno restringido del sufragio- le otorga a la Casa Rosada el predominio necesario para imponer su agenda. Sería apenas una exageración decir que, si hablamos de reformas estructurales, la cuestión es ahora o nunca. La incógnita a develar es si la coalición kirchnerista quiere promover las reformas estructurales.

La favorable, pero también transitoria, correlación de fuerzas

Ahora bien: sería ilusorio pensar que un cuadro de este tipo, tan favorable –al menos potencialmente- a una política firme de transformaciones estructurales puede perdurar indefinidamente. Si existe una voluntad reformista en el gobierno tiene que actuar sin más dilaciones. En otras oportunidades nos hemos referido al carácter ya no líquido (como diría Zygmunt Bauman) sino “gaseoso” de la política argentina. Los líquidos se mueven y recombinan mucho más lentamente que los gases, y por eso éstos ofrecen un modelo mucho más adecuado para graficar la crónica inestabilidad y la vertiginosa velocidad con que cambia la política en la Argentina, se modifica el humor de la ciudadanía, se elevan y caen liderazgos y propuestas políticas, y se redefinen alianzas y coaliciones en donde quienes apenas ayer se enfrentaban encarnizadamente hoy forman parte de un mismo, y también efímero, “espacio político.” El 54 por ciento obtenido por la presidenta Cristina Fernández es un guarismo notable, pero nada autoriza a pensar que se trate de una cifra que pueda resistir impertérrita los embates del tiempo y el desgaste de la lucha de clases, expresión que no es del agrado de CFK pues ella prefiere hablar de “puja distributiva”, lo que en el fondo es lo mismo pero dicho con palabras menos irritativas para el conservador “sentido común” de nuestro tiempo.

Retomando el hilo de nuestra argumentación, pocas semanas después de las elecciones y al momento de la inauguración de su nuevo mandato la presidenta goza de un índice de aprobación social superior al manifestado por el veredicto de las urnas, por encima inclusive del 60 por ciento. Pero como ya fuera dicho, el 2012 se presenta como un año amenazante. En lo internacional: agravamiento de la crisis capitalista internacional, contraofensiva imperial (eliminar a Chávez del tablero político regional, doblegar a la Revolución Cubana, “poner en caja” a Evo Morales y Rafael Correa, apartar a Argentina y Brasil de la influencia chavista, impedir los avances de proyectos como la Unasur y la CELAC, etcétera) estimulada por el “regreso sin gloria” de los marines despachados a Irak y el empantanamiento de las tropas norteamericanas en Afganistán y Paquistán; en el plano nacional, eliminación de subsidios a los consumos de agua, gas y electricidad (medida correcta, a condición de que discrimine finamente entre quienes pueden y quienes no pueden asumir los mayores costos de esos servicios), eventuales aumentos de las tarifas de los mismos, de los impuestos urbanos (ABL en Buenos Aires, por ejemplo) y retraso salarial y de las jubilaciones y pensiones –cuyo monto apenas equivale al 65 % del sueldo mínimo del año 2011- en relación a una inflación que el gobierno se empeña en desconocer al sostener la absurda e ilegal intervención del INDEC. Todo esto, en suma, conforma un cuadro en el cual la popularidad presidencial está sometida a intensas presiones que podrían erosionarla en poco tiempo. Las disputas al interior del PJ y el conflictivo reacomodamiento de la CGT en relación al gobierno ciertamente obrarán en el sentido de agudizar el desgaste de la popularidad presidencial.

La Casa Rosada se enfrenta a un dilema: o avanza en una agenda de reformas estructurales (que no significa “profundizar el modelo”dado que éste, al día de hoy, sigue instalado en el terreno ideológico y económico del neoliberalismo) o se estanca, potenciando la protesta social y pavimentando el camino para la restauración de una “derecha dura”-por cierto que bajo formatos inéditos y liderazgos no tradicionales- que ponga fin a los “excesos populistas” del kirchnerismo y a su política latinoamericanista. Si opta por lo primero CFK podría construir una amplia y más o menos permanente base de apoyo social que la protegería de las inevitables fluctuaciones de la coyuntura y los ataques de sus enemigos. En un contexto global, regional y nacional tan volátil y amenazante como el que hemos sucintamente descrito, persistir en la simple administración del “modelo” y la negativa a encarar un programa de cambios profundos podría tener como resultado el inesperado (o prematuro) agotamiento del experimento kirchnerista basado en la aspiración de lograr el crecimiento económico con inclusión social. Al decir esto, reiteramos, no estamos negando la importancia de los cambios ya producidos por el kirchnerismo en diversos planos. Pero no es menos cierto que, salvo la quita de los bonos de la deuda, hasta ahora ninguno de los demás ha afectado la tasa de ganancia del capital o las propiedades de la burguesía. Pero de lo que se trata ahora es precisamente de eso.

En efecto, en los últimos ocho años la economía argentina creció a tasas chinas, pero pese a las muchas políticas sociales promovidas desde el estado el impacto redistributivo del crecimiento fue relativamente marginal: el índice de polarización económica (ingresos del 10 % más rico en relación al del 10 % más pobre) descendió de 47 a 1, en momentos del estallido de la Convertibilidad, a 25 a 1 en este período. Un logro muy importante, sin duda, pero cuando comenzó nuestra “transición democrática”, a fines de 1983, la relación era de 13 a 1. Es decir que, medido por este indicador, si bien el avance ha sido innegable en la actualidad la Argentina es un país más injusto que hace treinta años atrás. [2] Una evolución similarmente positiva muestra el índice de Gini, que mide la desigualdad: de un valor equivalente a 0.53 en el 2003 se llegó a 0.39 en el 2011. [3] Dato este muy significativo, pero no se puede olvidar que estos cálculos no incluyen al 33.7 por ciento de la población trabajadora que no se encuentra registrada, es decir, que trabaja “en negro”. Si se los tomara en cuenta el valor del índice Gini seguramente sería superior, sobre todo si se repara en la muy lenta evolución del salario real que, desde 2001 a la fecha, apenas mejoró un diez por ciento. [4]

Si bien el INDEC establece que las personas con ingresos por debajo de la línea de la pobreza eran, en el primer semestre del 2011, 10.7 por ciento, otros análisis arrojan un resultado sensiblemente superior, en algunos casos más del doble de la cifra oficial. Coinciden en ello tanto los estudios de Artemio López (Consultora Equis, un equipo muy cercano al kirchnerismo) como los efectuados por Agustín Salvia en el marco del Observatorio de la Deuda Social Argentina /Serie Bicentenario 2010-1016 de la Universidad Católica Argentina y por el también cercano al oficialismo ISEPCi, Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana. En Mayo del 2011 López decía en su blog que “en líneas generales hoy hay consenso en que los niveles de pobreza se ubican en torno al 22% de la población y la indigencia en el 5,5%. Para el ISEPCi la cifra se empina hasta el 24.71 por ciento. [5] Estas estimaciones se tornan bastante más preocupantes si se calcula la proporción de personas con ingresos entre un 10 o 20 por ciento por encima de la espartana línea de pobreza, en cuyo caso muy probablemente llegaríamos a un resultado que bien podría terminar caracterizando como pobres a la mitad de la población del país. De hecho, el sueldo mínimo legal en la Argentina es de $ 2.300 mientras que la canasta básica de alimentos para una familia tipo es de $ 2.531. Mismo si una familia ganara unos $ 3.000 difícilmente estaría situada en una franja de ingresos a salvo del flagelo de la pobreza. En otras palabras: dentro de un modelo que aún hoy se ajusta a las especificaciones más generales del proyecto neoliberal, si no hay crecimiento económico no hay redistribución de ingresos; pero si hay crecimiento, y muy elevado, la redistribución opera con cuentagotas, la riqueza se sigue concentrando y la economía se desnacionaliza, toda vez que la propiedad de las grandes fortunas se extranjeriza a pasos agigantados. El famoso “efecto derrame” de los publicistas neoliberales es un mito. Lo poco que se ha redistribuido en la Argentina en un ciclo de excepcional crecimiento económico ha sido producto de la acción del estado.

El estado y la cuestión tributaria

  Suponiendo que demuestre poseer una férrea voluntad de avanzar por el sendero de las reformas de fondo, el gobierno nacional debería resolver el candente tema de la debilidad estructural del estado argentino, postrado por las infames políticas seguidas en los noventas cuyo legado ha sido un aparato estatal desfinanciado, desmantelado y desmoralizado. Es a causa de esta destrucción estatal que la Argentina no puede saber cuánto petróleo o gas exportan Repsol o Petrobrás, porque no existe una agencia del estado nacional con recursos y personal capaces de certificar la veracidad de las “declaraciones juradas” de esas compañías. Si decimos una cifra es porque simplemente damos por buenas las informaciones que ofrecen las empresas. El plan de radarización del espacio aéreo nacional lleva largos años de retraso, y sitúa a este país como un caso aberrante ya no sólo por comparación con el mundo desarrollado sino a lo que ya se ha hecho, hace décadas, en otros países de América Latina. Nuestras pesquerías están siendo arrasadas porque por falta de presupuesto las fuerzas de seguridad no tienen como movilizar sus naves y aviones a fin de proteger la riqueza ictícola del Atlántico Sur. Bajo el rubro de “escombros” las grandes mineras que exportan oro hacen lo propio con minerales estratégicos de incalculable valor, que salen del país sin registro alguno y sin pagar un centavo de impuestos porque tampoco existen oficinas nacionales dotadas de los recursos necesarios para fiscalizar estas operaciones. Las rutas privatizadas funcionan sin ninguna clase de monitoreo o regulación estatal, lo mismo que los privatizados servicios de trenes y subtes, para infinito sufrimiento de los usuarios. La salud pública sigue siendo una tragedia y por más crecimiento económico que haya no logramos bajar nuestra tasa de mortalidad infantil de dos dígitos, penoso recordatorio de la inoperancia del sector público en esta materia. Y no es para nada mejor el panorama en materia de educación, cuyos niveles primarios y secundarios siguen estando en manos de las provincias luego que el menemismo se las arrojara, sin respaldo presupuestario, con el objeto de demostrar al FMI que el gobierno nacional achicaba el gasto público y ponía sus cuentas en orden. El resultado fue catastrófico, y sus lamentables secuelas se sienten todavía hoy. En fin, la lista de estos déficits estructurales en las capacidades del estado argentino sería interminable y no sólo aburriría a los lectores sino que los enfurecería. Va de suyo que ningún programa de reformas podrá funcionar sobre la base de un estado pobre, con un personal desjerarquizado, mal preparado, peor remunerado y desmoralizado. Esta es la deplorable herencia del neoliberalismo, de la cual todavía no nos hemos librado.

Para revertir tamaña destrucción, tarea a la cual hay que abocarse sin más demora y sobre nuevos fundamentos, es imprescindible reconstruir las bases financieras y económicas del estado a partir de una profunda reforma tributaria que acabe con un sistema impositivo que es de los más injustos de América Latina. El ex Secretario de Cultura de Néstor Kirchner y durante una parte del primer mandato de CFK, José Nun, dice textualmente que “Desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, la estructura tributaria argentina ha avanzado muy poco en materia de reformas tendientes a mejorar la distribución del ingreso. Por el contrario, gran parte de las medidas adoptadas tuvieron efectos regresivos.” [6] Y algo similar dicen los intelectuales vinculados a Carta Abierta cuando afirman, en un documento aparecido en estos días, que “(E)l sistema impositivo alcanzó en 1974 su pico de equidad del siglo XX, y luego comenzó un ininterrumpido derrumbe que profundizaba constantemente su regresividad. … El régimen impositivo sigue siendo injusto con el 20 por ciento más pobre de la población y reclama una reforma tributaria.” [7] En este sentido no sería una exageración decir que esta, la tributaria, sería “la madre de todas las batallas” y que, por eso mismo, el gobierno debería seleccionarla como el primer frente de avance de su agenda reformista. Entre otras cosas porque logrará un amplio consenso social de inmediato: ¿qué otra cosa puede ser más popular que un gobierno actuando como un Robin Hood, que le quita a los ricos y beneficia a los pobres? Además, sin una adecuada -y progresiva- captación de ingresos por la vía impositiva, combatiendo la evasión y la elusión pero, sobre todo, gravando con fuerza a las grandes fortunas y los grandes ingresos no habrá ninguna posibilidad de llevar adelante reformas estructurales o siquiera de garantizar la irreversibilidad de los módicos logros del período kirchnerista.

En suma: las circunstancias actuales no podrían ser más favorables para el gobierno Una mayoría parlamentaria que le garantiza quórum propio y el control de ambas cámaras, y un alto nivel de aprobación social que respalda la gestión presidencial. Situaciones como éstas son raras y, por eso mismo, efímeras: o se actúa sin más dilaciones, porque no van a perdurar por mucho tiempo; o deberá pagarse un elevadísimo precio por haber desaprovechado la oportunidad. Quienes en las cercanías de la Casa Rosada se abstienen de insistir en la necesidad de encarar sin más demoras este estratégico asunto, temerosos de fastidiar a la presidenta o de someterla a las presiones que sin duda alguna desatará cualquier tentativa de modificar el régimen tributario, ignoran que las tensiones y las presiones serán mucho mayores en ausencia de un proyecto reformista. Con el agravante de que en este escenario “continuista”, o “no-reformista”, aquellas no sólo provendrán desde arriba, desde los sectores burgueses, sino también desde abajo, ante el descontento social que tarde o temprano podría hacer eclosión en un país donde aún con alto crecimiento económico la deuda social sigue impaga.

La ruta reformista

Como recordaba Dantón en la Revolución Francesa, ninguna gran conquista histórica se obtiene sin “audacia, otra vez audacia, siempre audacia." La política en tiempos de cólera como los actuales no es para espíritus vacilantes o manos trémulas. Sin encarar ya mismo una reforma integral de la legislación tributaria el “progresismo” kirchnerista podría degenerar en lo que algunos autores han denominado el “retrogresismo”, una suerte de Termidor de la revolución pero sin que antes hubiera habido una revolución. El camino para salir de este atolladero se inicia con una nueva legislación tributaria que ataque al corazón del neoliberalismo de los noventas, aún presente entre nosotros. Una legislación que grave a las rentas financieras o la transferencia de activos de sociedades anónimas, escandalosamente exentos de todo gravamen con la ley impuesta en el apogeo de la hegemonía neoliberal; que elimine el IVA del 10.5 por ciento para los ítems que constituyen la canasta básica de consumo de los sectores más empobrecidos; que suprima el cobro de impuestos a las “ganancias” de que son objeto ¡los asalariados! y no los capitalistas (o, al menos, elevar el mínimo no imponible a un nivel razonable para que paguen el impuesto a las “ganancias” exclusivamente los sueldos más elevados de los sectores medios); actualizar el mínimo no imponible del impuesto a los “bienes personales” (como casas, departamentos, automotores, etcétera) cuyo nivel hoy representa una vergonzosa regresión … ¡ en relación al que existía en la década del menemismo! [8] Por supuesto, y en íntima relación con este frente de transformaciones de fondo, el gobierno debería derogar sin más trámite la ya mencionada Ley de Entidades Financieras, todavía vigente, y reemplazarla con una nueva legislación que conciba a las actividades financieras como un servicio orientado al desarrollo económico y social. Unido a lo anterior, es fundamental también reformar la Carta Orgánica del Banco Central, elaborada durante la gestión de Domingo Cavallo, inspirada en los más rancios principios del neoliberalismo y que impiden que esa institución pueda ser una palanca que facilite el crecimiento económico y la inclusión social por la vía del empleo. E introducir una nueva normativa por la cual los sueldos de los empleados de la administración pública nacional, provincial y municipal, incluyendo por supuesto las fuerzas armadas, deban ser abonados a través de la banca pública y no como se hace en la actualidad, en donde el grueso de esos emolumentos los procesa, para su beneficio, la banca privada extranjera, situación harto incompatible con un gobierno que se enorgullece en proclamarse como “nacional y popular.”

Dotado de nuevos recursos, producto de una sabia legislación tributaria, el gobierno nacional podría encarar la crucial tarea de reconstruir al estado, algo imposible de realizar si no se cuenta con los dineros suficientes. Por supuesto, con el dinero sólo no basta, pero sin él, sin los recursos que permite movilizar una sólida posición financiera, la tarea de reformar y refundar al estado argentino estará destinada al fracaso. No será ésta la única gran tarea que deberá llevar adelante el gobierno. Quedan muchas otras que no podemos examinar aquí, pero su simple mención da cuenta de la magnitud de la labor que deberá ser emprendida y de la necesidad de contar con un amplio respaldo social, sólo posible en el marco de un reformismo radical: la anulación de la ley anti-terrorista, aprobada recientemente en medio de la repulsa generalizada de los organismos de derechos humanos; la revisión -y en algunos casos anulación- de las privatizaciones; la reforma constitucional para retornar a la jurisdicción nacional los recursos mineros e hidrocarburíferos del subsuelo, actualmente en manos de los gobiernos provinciales (causante, entre otras cosas, de que mientras la regalía promedio obtenida en nuestras provincias de las grandes petroleras es del orden del 12 por ciento, sea del 52 por ciento en Bolivia); revisión del marco regulatorio de la gran minería; revertir la extranjerización de la tierra superando las limitaciones de la legislación recientemente aprobada y, por extensión, de los otros sectores de la economía, en donde la presencia del capital extranjero es dominante; revisar la legislación agraria, tomando en cuenta las reivindicaciones de nuestros pueblos originarios; combate efectivo a la pobreza y la desigualdad social, instaladas en una meseta inaceptablemente elevada pese a todos estos años de alto crecimiento económico, demostrando por enésima vez que sin la efectiva mediación de un estado el capitalismo concentra y polariza cuando crece y concentra y polariza aún más cuando se estanca. Como puede apreciarse, la tarea es inmensa pero impostergable. Si CFK no la asume, si la dinámica de cambios desatada a partir de los traumáticos hechos de Diciembre del 2001 (y de los cuales el kirchnerismo es una de sus expresiones) se paraliza hasta languidecer, la plena restauración del neoliberalismo, que nunca fue sino marginalmente erradicado, será cuestión de tiempo, tal vez de muy poco tiempo. Por lo tanto, o se avanza por la vía de las transformaciones estructurales o el proyecto “progresista” será devorado por la lógica implacable del capital, reduciéndolo en su capitulación a un “relato” vacío, carente de sustento en la sociedad civil y castrado en su productividad histórica. Más allá de las razonables dudas que suscita la vocación reformista de la Casa Rosada, cuesta pensar que una oportunidad inmejorable como ésta pueda ser desaprovechada por quienes aspiren a una mejor Argentina. Lo que hay que hacer está claro como el agua, ¡y hay que hacerlo ahora! Mañana será demasiado tarde. Tal vez las tres o cuatro semanas en que la presidenta se apartará de la gestión directa de la cosa pública para asegurar su recuperación le servirán para meditar sobre estos temas, y comprender que la fugacidad del poder la obliga a actuar con decisión y rapidez. Entender también que en este primer año de su nuevo mandato se juega el todo por el todo, y su lugar en la historia: como una estadista que supo aprovechar su momento, o lo que Maquiavelo llamaba “los vientos de la fortuna”, y cambiar este país para bien; o como una presidenta más, que no se atrevió a subirse al tren de la historia.



[1] Cf. Antonio Gramsci, Cuadernos de la Cárcel, Tomo IV (México: Ediciones ERA, 1980), p. 154.

[2] Cf. INDEC, “Población total según escala de ingreso individual”, datos correspondientes al Tercer Trimestre de 2011.

[3] El Coeficiente de Gini fluctúa entre 0 y 1; cero equivale a una distribución perfectamente igualitaria de los bienes analizados, en este caso, ingresos; cuanto más se acerca a 1 más desigual es la distribución. En general, los países escandinavos tienen un Gini de 0.25. Según el Informe de Desarrollo Humano del UNDP (2010), el valor del índice para el promedio de la década 2000-2010 era de 0.43 para la República Bolivariana de Venezuela, 0.47 para Uruguay, 0.48 para Argentina, 0.51 para México, 0.52 para Chile y 0.55 para Brasil. Ver, op. Cit., Tabla 3, p. 173.

[4] La cifra de la proporción de “empleo no registrado” la aporta el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social: Orgullo Nacional. Un legado de trabajo (Buenos Aires: Diciembre de 2011), p. 177. El cálculo del salario real se encuentra en Javier Lindenboim, http://notasdejl.blogspot.com/2011/12/evolucion-del-salario-real-en-la-ultima.html

[5] Cf. Artemio López, “¿por qué persiste la pobreza? ... el apagón educativo y el trabajador pobre”, en http://rambletamble.blogspot.com/2011/05/por-que-persiste-la-pobreza-el-apagon.html
Los datos del Observatorio se encuentran en sus diversas publicaciones, todas ellas disponibles en internet. Los del ICEPCi se encuentran en http://www.isepci.org.ar/

[6] Cf. José Nun, La desigualdad y los Impuestos (I), (Buenos Aires: Capital Intelectual, Colección Claves para todos, 2011) , p.49.

[7] Carta Abierta Nº 11: Carta de la Igualdad, Página/12, 29 de Diciembre de 2011, p. 14.

[8] En relación al impuesto a las “ganancias” cabe consignar que ni siquiera el más ortodoxo manual de economía redactado por un talibán del neoliberalismo diría que el salario es una ganancia. Sólo en Argentina es posible tan milagrosa metamorfosis.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.







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Perú.






Rebelion. Perú, en el centro de la disputa hegemónica regional













Perú, en el centro de la disputa hegemónica regional










La posición estratégica de Perú, como puerta de ingreso y salida del voluminoso comercio entre China y Brasil, pero también como uno de los más importantes países mineros de la región sudamericana, ha escalado varias posiciones desde que Ollanta Humala se ciñó la banda presidencial.

Para ofrecer un cuadro más o menos completo de la coyuntura crítica por la que atraviesa el país andino, deben considerarse dos tipos de conflictos: los interestatales y los político-sociales. Los primeros son protagonizados por los dos países cuyos intereses chocan de modo frontal en Perú, o sea Estados Unidos y Brasil. Los segundos enfrentan a los movimientos con el gobierno que ellos mismos ayudaron a elegir.

Brasil apoyó la candidatura de Humala y seguirá apoyando a su gobierno, más allá del conflicto que mantiene con los pueblos y poblaciones. Durante la campaña electoral dos miembros del PT contribuyeron a maquillar la figura del ex militar para hacerla más potable a las clases medias. Pese al reciente viraje a la derecha de Humala en respuesta a la agudización del conflicto social antiminero –despidió a once de sus 17 ministros y abrió las puertas del gabinete a la tecnocracia neoliberal–, el país sigue siendo escenario de una aguda disputa geopolítica.

El 23 de diciembre los ministros de Defensa Celso Amorim, por Brasil, y Alberto Otárola, por Perú, firmaron un acuerdo de cooperación militar que convierte a las fuerzas armadas de ambos países en socios estratégicos (Afp, 23 de diciembre).

El acuerdo apunta a la cooperación industrial, tecnológica y científica en materia de defensa y define los sectores aeroespacial y naval como áreas de prioridad conjunta de inversiones y desarrollo en el campo de la seguridad y la defensa. Brasil se comprometió a brindar capacitación, entrenamiento, soporte técnico, logístico y a realizar transferencia de tecnología. Ambas partes consideran que el acuerdo es una medida de disuasión contra eventuales amenazas externas.

Para mayor precisión, los ministros enfatizaron que la alianza estratégica es defensiva y no está dirigida contra ninguno de los vecinos (ya que Perú mantiene un prolongado contencioso con Chile). Amorim afirmó que no está en juego la disuasión entre países de la región, sino enfrentar amenazas de fuera del continente, en clara referencia a Estados Unidos.

Humala puede seguir adelante con el proceso de integración regional, estrechar lazos con Brasil y poner distancias con Estados Unidos, y a la vez profundizar el modelo minero multinacional reprimiendo a su pueblo. No hay contradicción. Brasil apoya la megaminería de la mano de la Vale (la segunda minera del mundo), que tiene varios proyectos en Perú, y sus empresas estatales llevan adelante polémicos emprendimientos hidroeléctricos. La dinámica interestatal y el conflicto de clases van por sendas diferentes, al punto de que un gobierno puede ser muy derechista y tener intereses contrarios a los de Estados Unidos.

Como señaló días atrás el economista Oscar Ugarteche (Alai, 19 de diciembre), Humala realizó una masacre política al expulsar al sector de izquierda del gobierno y alinearse con los empresarios mineros en respuesta al desborde desde abajo que había comenzado en noviembre con la resistencia popular al proyecto minero Conga en Cajamarca.

Forzó la renuncia del gabinete del primer ministro Salomón Lerner; en su lugar designó al general Oscar Valdés y declaró el estado de emergencia en varias provincias de Cajamarca para restablecer el orden frente a las demandas populares. Nada nuevo. La única duda es si estamos ante el primer paso en el proceso de militarización del conflicto social o si la resistencia logrará frenar la escalada derechista.

Los últimos años han sido testigos de un crecimiento sostenido de la resistencia a la megaminería y las grandes obras de infraestructura. Todos los días se producen grandes o pequeñas resistencias, desde la protesta en abril pasado contra el proyecto minero Tía María en Islay (Arequipa) hasta la quema de casetas de peajes en las carreteras, pasando por el masivo levantamiento en abril, mayo y junio en Puno contra la minería, encabezado por los aymaras, que tuvo su punto álgido en la toma de la pista de aterrizaje del aeropuerto de Juliaca, con un costo de cinco muertos.

Nada indica que la resistencia vaya a ceder, ya que hay más de 90 conflictos mineros esparcidos de norte a sur por la sierra andina peruana. Es una sumatoria de conflictos locales no coordinados, pero sumamente efectivos en su capacidad de estrechar el margen de maniobra de gobiernos y empresas multinacionales, ya que no existe una cabeza centralizada que pueda ser ablandada con represión o cooptación.

Los pueblos indígenas nos declaramos en movilización permanente para defender nuestros territorios, afirmó a mediados de diciembre el 22 congreso nacional ordinario de la AIDESEP, la organización indígena amazónica que protagonizó el levantamiento de Bagua en 2008. Es la misma actitud de resistencia que vemos ante la represa de Belo Monte en Brasil, frente a la hidroeléctrica Hidroaysén en la Patagonia chilena, que precedió al conflicto estudiantil, y la misma que encendió la marcha en defensa del TIPNIS en Bolivia.

Los pueblos aún no tienen una alternativa a la megaminería ni a las gigantescas represas hidroeléctricas que en no pocas ocasiones son diseñadas por los mismos que dicen defender el buen vivir, la naturaleza y el medio ambiente. En Perú, y en la región, hay mucho más que gobiernos en disputa. Hay una carrera entre poderosos estados y voraces multinacionales para apropiarse de los bienes comunes.

Y una creciente resistencia de los más diversos abajos para impedirlo, para seguir existiendo como pueblos y, sobre todo, para disputarles el sentido de estar en el mundo, que es mucho más que un modelo de desarrollo, porque hace de la existencia algo que merezca ser considerado vida, o sea dignidad, sobre la tierra.

Fuente original: http://www.jornada.unam.mx/2011/12/30/opinion/024a1mun







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jueves, 29 de diciembre de 2011

Se calienta el estrecho de Ormúz.

Eduardo Punset.






Rebelion. Desenmascarando a Eduard Punset















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Opinión






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29-12-2011







Desenmascarando a Eduard Punset




Cazadebunkers






A Eduard Punset se le ve mucho por televisión últimamente. Este abogado, profesor, filósofo y escritor ya tenía su programa, Redes,

que se emitía una vez por semana en La 2 de TVE, pero arrasa entre la

franja mayoritariamente joven de los telespectadores de nuestro país

gracias a sus apariciones mensuales en el espacio de humor de Andreu

Buenafuente en La Sexta. [En el momento de publicar esta entrada, afortunadamente el programa de Andreu ha dejado de emitirse.] Además, sus últimos libros son todo un éxito de ventas, llevándose su trilogía “Viaje a las emociones” el primer puesto entre sus obras más conocidas y leídas.



Punset mantiene encandilada a su audiencia -el ciudadano medio,

perteneciente a la clase media y de mediana edad- utilizando, además de

una personal mezcla de científico loco y viejecito afable, todas sus

teorías sobre cómo conseguir la felicidad en un mundo cada vez más

tecnológico y aséptico, donde el concepto material cobra cada vez más

importancia, pero la sociedad se olvida de lo realmente importante: ser

felices, o al menos tratar de serlo.



Muchísima gente lo considera un ejemplo a seguir, el científico o

profesor que todos quisimos tener, el abuelo filosófico que razona todos

nuestros problemas, e incluso el político ideal, fiel a sus principios y

coherente con sus ideales. Yo desde aquí no voy a atreverme a

contradecir a la audiencia televisiva de este país, ni mucho menos a

nuestra masa de lectores consumidores de vacuos ensayos de cocina rápida

o revistas comerciales llenas de anécdotas científicas. Pero sí voy a

dar algunos datos que pueden ser de interés.



Eduard Punset comenzó su relación con los Estados Unidos muy pronto.

Cursó su bachillerato en un instituto de Hollywood, antes de volver a

España para estudiar Derecho en Madrid, lo que no le quitó tiempo para

ser en esta época militante del Partido Comunista de España en la

clandestinidad. Pero se ve que la moda de ser un rebelde progre pesó

poco a la hora de encaminar su futuro académico, y se fue a completar su

formación como economista a la Universidad de Londres y,

posteriormente, a la École Pratique des Hautes Études en París.

Hay que decir que esta universidad estaba por entonces financiada por

la norteamericana Fundación Ford, es decir, un rescoldo superviviente

del conocido Plan Marshall. Esta fundación nació como una ONG, aunque

infinidad de veces ha sido vinculada con acciones directas del Gobierno de

los Estados Unidos, e incluso con la CIA. No hace falta decir que una

universidad financiada con los fondos de una organización como esta no

puede inculcar en su alumnado unos valores de corte progresista. Pues

bien, en esa institución se formó el Punset economista, que sacó buenos

réditos de su paso académico por la Gran Bretaña cuando consiguió que la

BBC lo fichase como redactor en su sección de economía. Poco

más adelante entró en nómina del diario financiero y político británico The Economist,

concentrándose en su sección para América Latina. Este diario, que

nunca firma ninguno de sus informes o artículos, pertenece al influyente

The Economist Group, y posee un par de ediciones (Roll Call y European Voice)

expresamente editadas y redactadas con el ideario neoliberal que deben

leer -y seguir- los políticos de Washington y Bruselas, además de un

potente departamento de estrategia geopolítica que asesora a inversores

privados para invertir en países tercermundistas de África, América y

Asia, siempre en base a los análisis y especulaciones de The Economist, esas que nunca son firmadas por sus autores. Pues bien, Eduard Punset fue redactor economista de este diario entre 1967 y 1969.



Su trabajo y su papel en el FMI





Está claro que su época de redactor en The Economist fue una

simple puerta de entrada a las altas esferas del mundo financiero

internacional. Y de esta manera, Punset dejó su trabajo en el diario

británico para mudarse a Estados Unidos a trabajar en el Fondo Monetario

Internacional. Esta organización le daría trabajo durante cuatro años

(1969-1973), gran parte de los cuales los pasó destinado en Haití. Este

pobrísimo país antillano en 1970, aunque parezca mentira y a pesar de

todos sus problemas, todavía era autosuficiente en materia alimentaria.

Pero eso era algo que no le convenía al vecino norteamericano, y

Washington mandó al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y al FMI,

con altos funcionarios como Eduard Punset, ponerse manos a la obra para

cambiar la situación.

Mientras Punset compartía mesa y mantel con el

dictador y genocida “Bébé” Doc en sus palacios,

negociaban la forma de que Haití adoptase medidas tales como eliminar

la subvención estatal a la producción de arroz haitiano, y bajar un 66%

el arancel impuesto a la importación de arroz extranjero.

Instantáneamente el arroz estadounidense-que sí estaba subvencionado por

Washington- abarrotó el mercado de Haití, dejando a los campesinos del

país sin una de sus escasas fuentes de ingresos, y desbaratando la

producción alimentaria del país volviéndola dependiente del comercio

exterior. A raíz de esto comenzaron las migraciones masivas de

campesinos durante los años setenta hacia la capital, Port-au-Prince,

con la consiguiente creación de ghettos y barrios de chabolas, y

el que ahora Haití se haya convertido en una cloaca de productos

agrícolas, avícolas y piscícolas norteamericanos de baja calidad fue

causado por medidas como aquella, y todas las que le siguieron, como la

de la eliminación -a instancia del FMI- del casi millón y medio de

cabezas del resistente cerdo autóctono para luego comprar y mantener una

raza de cerdo estadounidense, delicada y necesitada de exigentes

cuidados alimentarios y veterinarios. Pero eso ya es otra historia…



Un hábil político “a la española”



Con la muerte de Franco, Punset vio la oportunidad de introducirse en

el mundo de la política sin tener que ensuciarse las manos con la

Dictadura, y su estrategia para el ascenso y su gran gestión del tempo

político se pone de manifiesto en cada uno de sus cargos, siempre

dentro de partidos de la derecha liberal española. Se une inicialmente a

la formación Centristes de Catalunya-UCD y ya en 1978 es elegido conseller

de Economía y Finanzas de la Generalitat de Catalunya, en 1980 es

diputado en el Parlament de Catalunya, y en ese mismo año pasa a ser

Ministro de Relaciones para las Comunidades Europeas, cargo que ocupa

hasta el año siguiente, 1981. Es en ese año cuando abandona la UCD para

unirse a CiU y presentarse como nº 2 de ese partido a las Elecciones

Generales de 1982, consiguiendo un acta de diputado en el Parlamento. Lo

deja un año después. Es ya 1985, y de la mano de Adolfo Suárez se

integra en el CDS, donde consigue ser elegido eurodiputado en el

Parlamento Europeo en las Elecciones Europeas de 1987 y de 1989.

Abandona el CDS en 1991 para crear su propio partido, Foro, pero

completa su período de europarlamentario quedándose con su escaño -y su

sueldo- como eurodiputado independiente hasta 1994, cuando se vuelve a

presentar esta vez como cabeza de lista de Foro.



Etapa de intervención en Europa del Este



Economista, neoliberal y europarlamentario, Eduard Punset tenía todas

las características para colaborar en el desmantelamiento de las

infraestructuras socialistas de los países de Europa del Este tras la

caída del Muro de Berlín. Y así fue, como presidente de la delegación

del Parlamento Europeo en Polonia, su “sede” estuvo en Varsovia, pero su

influencia alcanzó a todos. Esos países satélites de la Unión Soviética

se vieron sometidos a una violenta penetración de agentes, políticos y

asesores neoliberales ávidos de capitalizar aquellos grandes mercados.

De la noche a la mañana, Punset y sus colaboradores desguazaron a lo

bruto todo lo que sonara a “social”: sistema de educación pública,

sistema sanitario universal, compañías estatales de ferrocarriles, de

telefonía, las compañías eléctricas, las subvenciones alimentarias,

subsidios a los combustibles y a la energía doméstica y un sinfín más.

Gracias a “asesores” como Punset todo pasó de ser un servicio social a

un mercado capitalista. Además de la cifra todavía no exacta de personas

muertas que dejaron de recibir asistencia sanitaria -que nunca fue

óptima, pero diez veces mejor de lo que hay ahora- y muchos otros

servicios básicos y gratuitos, un elevado índice de mortalidad infantil,

el descenso repentino de la esperanza y la calidad de vida, la

potenciación de una ya creciente corrupción y el nacimiento del reino de

las mafias, Polonia y los países vecinos le deben a Eduard Punset, al

FMI, al Banco Mundial y a la Iglesia Católica la terrible desigualdad

social existente hoy entre sus ciudadanos, la bajísima tasa de

productividad de su sector primario (ahora fuente de empleo precario

para el 15% de su población activa) o la deuda externa adquirida luego

de “sanear” empresas estatales para venderlas al mejor postor, y crear

las condiciones para que el país fuese rentable al FMI. Diez años

después del “trabajo” de Punset, en el año 2000 Polonia tenía una deuda

externa estimada en 44.000 millones de dólares. En 2009 la deuda externa

ascendía a más de 243.000 millones de dólares, y sigue subiendo. Misión

cumplida.



“Haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga”



Últimamente Punset es aguerrido valedor de aquellos que claman contra

los sueldos vitalicios de la clase política, sus privilegios y su gusto

por el poder y la poltrona. Él difunde continuamente el valor de la

ética y la moral en todos los aspectos de la vida como método para ser felices.

Pues bien, habría que destacar que Eduard Punset, cuando abandona el

CDS en 1991 siendo eurodiputado por dicho partido, pasa totalmente de la

ética y de la moral, conservando su escaño -y su sueldo- de

eurodiputado como independiente hasta las elecciones europeas de 1994.

Eso sí, a estas nuevas elecciones se presenta con su pantomima “Foro”,

integrado en CDS -con la incongruencia de que ese partido no le servía

para él, pero sí para su propia formación-, aunque el resultado es

desastroso y se queda sin poltrona, y sin sueldo. Como ese “partidito”

sólo era una patraña creada para poder seguir al frente de su acta de

eurodiputado, lo disuelve en 1995 y se retira de la política.



Sorpresas que da la vida (empresarial)



Un tipo con el currículum de Eduard Punset tiene que tener espacio en

las grandes corporaciones. Así es de tal manera que tuvo un sueldo como

asesor de la Fundación COTEC, organización creada en torno a la Corona

de España, que aglutina a su alrededor a una Torre de Babel de los

mundos aristrocrático, político y empresarial, tanto nacional como

extranjero. Empresas como el banco BBVA, Telefónica, Vodafone, Repsol,

Endesa, IBM, Iberdrola, ACS, Fundación Focus-Abengoa (con la cual Punset

colabora a menudo) y muchas otras “cortan el bacalao” en dicha

organización. También fue profesor consejero de la Escuela Superior de

Administración y Dirección de Empresas (ESADE), centro académico privado

de élite cuyo patronato está regido por la Compañía de Jesús, no en

vano este centro es filial de la cristiana y católica Universidad Ramón

Llull, de donde salieron y salen los grandes empresarios que

han hecho de este país uno de los más punteros en Europa en temas como

eficiencia y sostenibilidad del modelo productivo. Eduard Punset también

ha sido Presidente del Instituto Tecnológico Bull, multinacional que se

dedica al negocio de las nuevas tecnologías en sectores tan dispares

como defensa, sanidad, transportes o energía. Otro de sus empleos fue

como profesor de Innovación y Tecnología en el antiguo Instituto de

Empresa (hoy denominado IE Business School) que pertenece a la IE

University, universidad privada perteneciente a su vez a la Institución

Internacional S.E.K.. Dicho Instituto de Empresa fue -por algo-

declarado el mejor del mundo por el diario Wall Street Journal, el mismo

cuya propietaria, News Corp. de Rupert Murdoch tiene como miembro de su

Consejo de Administración a José María Aznar. También Punset fue

presidente de la hidroeléctrica catalana Enher, desempeñó varios cargos

financieros en el Banco Hispanoamericano y fue coordinador del Plan

Estratégico para la Sociedad de la Información en Cataluña, trabajando

hoy en día como profesor de Ciencia, Tecnología y Sociedad en la

Facultad de Economía del Instituto Químico de Sarriá (perteneciente

también a la anteriormente mencionada Universidad Ramón Llull), es

director y presentador del programa de divulgación científica Redes,

director de la revista “Redes para la Ciencia”, presidente de la

productora audiovisual Smartplanet y miembro de los Consejos de

Administración de Sol Meliá y Telvent.



¿Qué es Telvent?



Telecom Ventures (Telvent) es una filial de la corporación española

Abengoa, y es la cabecera de los negocios de esta multinacional en

tecnologías de la información, estando especializada en productos,

servicios y soluciones integradas destinados a los sectores de la

energía, el transporte, el medio ambiente y las administraciones

públicas. Telvent, que cotiza en el NASDAQ, facturó 177 millones de

euros en el primer trimestre de 2009.



Esta multinacional para la que trabaja Eduard Punset se vio

involucrada en un desastroso accidente mientras disfrutaba del expolio

de los recursos de Venezuela a comienzos de los años noventa, en lo que

se denominó como Tragedia de Las Tejerías. La Compañía Anónima Nacional

Teléfonos de Venezuela (CANTV), la principal empresa nacional de

telecomunicaciones venezolana, había sido privatizada en 1991 por el

gobierno neoliberal de Carlos Andrés Pérez, y sus nuevos propietarios

-AT&T y Telefónica- contrataron a Abengoa para dotar las atrasadas

infraestructuras de CANTV de una moderna red de fibra óptica. La ruta

más “económica” que Telefónica y AT&T decidieron para el tendido de

dicha línea era una que circulaba paralela a la Autopista Regional del

Centro, que por razones geológicas era nudo de comunicaciones de otros

ductos de agua, electricidad y gas, propiedad este último de Corpoven,

filial de la por entonces también empresa privada Petróleos de Venezuela

S.A. Al mismo tiempo en que se iban a realizar los trabajos de

perforación de Abengoa, otra empresa privada llamada Proteca (filial

contratista del Ministerio de Transporte y Comunicaciones) estaba

trabajando en las inmediaciones, provocando enormes retenciones de

tráfico en ese tramo de la Autopista, a tan sólo 60 km del centro de

Caracas. La coordinación e información entre todas estas empresas falló

estrepitosamente, y en la mañana del martes 28 de septiembre de 1993, a

las 07:30 de la mañana, una excavadora de Abengoa perforó

accidentalmente un tramo del gasoducto de Corpoven, provocando una

terrible explosión en cadena, seguido de un incendio con llamas de más

de 50 metros de altura que duró casi todo el día, y envolvió la

autopista causando la muerte de 42 personas. Todavía hoy, la única

indemnizada ha sido PDVSA, a la que Abengoa tuvo que pagar 14 millones

de euros.



Abengoa y la Guerra del Agua en Bolivia



Pero no todo se queda en eso. Abengoa tuvo un papel más protagonista

todavía en la tristemente famosa “Guerra del Agua” que se desató en

Cochabamba (Bolivia) en el año 2000. Muchos de los créditos que los

gobiernos bolivianos de los años noventa solicitaron al FMI, el Banco

Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo iban sujetos a cláusulas

como la que exigía la privatización obligatoria de la empresa municipal

de suministro de

agua (extracción, conducción, almacenamiento y comercialización) de la

ciudad de Cochabamba, la tercera más poblada del país andino. La empresa

a la que se le adjudicó este servicio público fue “Aguas del Tunari”

(por entonces los socios mayoritarios eran con el 55% la estadounidense

Bechtel & Edison, y con el 25% Abengoa). La táctica del FMI para

Cochabamba dispuso que aquellos contratos de privatización del agua

irían acompañados de condiciones como que, una vez privatizado dicho

servicio, las nuevas tarifas deberían subir inmediatamente para todos

los usuarios un 35% -los más desfavorecidos pagaron incluso un 45% más- y

fueron ajustadas al curso del dólar estadounidense, además de dirigir

el coste de nuevas instalaciones a los usuarios y otras medidas

similares. Entre semejante subida de precio y su pago en dólares, se

hizo evidente un enorme y repentino descenso del poder adquisitivo de la

mayoría de la población de Cochabamba, endémicamente situada bajo el

umbral de la pobreza. Al mismo tiempo, el gobierno de la ciudad puso en

marcha una nueva ordenanza municipal según la cual quedaba expresamente

prohibida, bajo pena de sanción económica, la recogida de agua natural

de la lluvia, ni su obtención por cualquier otra forma de

cooperativización del recurso natural, como venían haciendo los

bolivianos ya desde tiempos de la civilización Inca, y que permitían el

acceso al agua de forma equitativa a todos los ciudadanos.



Bajo estas condiciones de opresión neocolonial extrema, el conflicto

no tardó en estallar: ante la insostenible situación social, las

protestas y las huelgas, el ex-dictador y por entonces presidente de

Bolivia Hugo Bánzer ordenó el Estado de Sitio en Cochabamba y envió a la

policía a reprimir a la población. Tras terribles disturbios, con un

saldo de al menos un muerto, casi doscientos heridos y el colapso de la

ciudad, el gobierno se vio obligado a rescindir el contrato adjudicado a

“Aguas del Tunari”. Un año después, en 2001, la corporación Bechtel,

como socio mayoritario de “Aguas del Tunari”, y conjuntamente con

Abengoa, demandó al gobierno boliviano por incumplimiento del contrato y

reclamando una indemnización de 25 millones de dólares. En 2006 Bechtel

retiró su demanda por inconsistente, pero adivinad ¿quién sigue

reclamando los 25 millones de dólares? Por supuesto, Abengoa y Eduard

Punset. Se estima que Abengoa invirtió unos 375.000 dólares en “Aguas

del Tunari”, pero reclama 25 millones de dólares en daños y perjuicios a

un país que tiene una deuda externa cifrada en casi 5.000 millones de

dólares. Deberíamos saber que, para el Gobierno de Evo Morales, esos 25

millones de dólares suponen el sueldo anual de 3.000 doctores rurales

graduados en La Habana, o el salario por un año de 12.000 maestros de

escuela pública. Pero eso no le interesa a las empresas para las cuales

Eduard Punset trabaja orgullosamente como consejero delegado.



Seamos felices



Es la máxima absoluta y final de las parrafadas de Punset: tratemos de ser felices.

Todo su pensamiento y filosofía se quedan en eso. No estaría mal si

todo a nuestro alrededor fuese de color de rosa. Escuchándole, parece

que nos quejamos por nada. Y quizá sea cierto si nos comparamos con

todos aquellos a los que este señor ha jodido -y jode- por todo el

mundo. Porque, seamos sinceros, Eduard Punset tiene su porción de

responsabilidad sobre todos esos muertos que lo fueron a causa de las

hambrunas evitables en Haití desde los años ´70 hasta hoy en día, igual

que tiene una buena parte de culpa en todas las penurias y miserias que

sobrevinieron a los países del Este de Europa con su gran

trabajo de implantación salvaje de su neoliberalismo más atroz, o la que

se le puede atribuir de su actual desempeño en multinacionales que

estrangulan a las naciones pobres y bloquean sin escrúpulos toda

posibilidad de desarrollo. Pero todo esto no sería tan repulsivamente

asqueroso si Punset fuese un Madoff, un Bush o un Aznar cualquiera: lo

peor de todo es que, a ojos de don Pueblo, este señor sigue

dibujándose como un ancianito venerable, filósofo, filántropo y

adorable. Podemos seguir adorándolo cada vez que se ponga a decir

sandeces por televisión, podemos ser felices, podemos ser hipócritas…

pero nunca llegaremos al nivel de Eduard Punset



[P.D.: Por cierto, me acabo de enterar de que Abengoa fue una de

las empresas extranjeras que más se benefició de los contratos con el

gobierno de Gadafi, en Libia. Me gustaría buscar alguna entrevista de

Punset hablando mal de él, o alguna de las entradas de su blog donde

sataniza a este tipo de líderes políticos. Seguro que la encuentro.]



[P.P.D.: La encontré. Dice Punset: “Lo ocurrido en Libia es

un vestigio de otra época y por eso ha herido la sensibilidad del pueblo

llano; aquello no tiene nada que ver con el mundo de ahora, es el

simple y triste reflejo de vestigios del pasado, del empeño con el que

los que tenían algo defendían lo que consideraban suyo frente a los que

no tenían nada.” Aquí os dejo el enlace esta entrada de su blog, titulada Tanto monta, monta tanto, la empatía como la sed.



Fuente original: http://ideasteluricas.blogspot.com/2011/06/desenmascarando-eduard-punset.html







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