Desconocidas para gran parte del mundo occidental, en muchas ocasiones se tiende a presentarlas como una misma realidad, cuando si bien es cierto que comparten algunos aspectos comunes, cada una de ellas presenta su propia idiosincrasia.
Si por algo se han caracterizado los primeros años de independencia de esos tres estados es por las importantes transformaciones que tuvieron lugar. En el ámbito económico, tuvieron lugar unos cambios estructurales de calado, pasando de una economía centralizad y dirigida, a un libre mercado, donde las privatizaciones será la tónica general, al amparo de ese nuevo sistema que se desarrollara en la región. Esto traerá consigo la aparición de nuevos ricos (y en ocasiones de oligarcas, al estilo de lo que acontecerá en Rusia en esos años) que se enriquecerán en torno a las industrias claves, como el caso de la red de trenes en Estonia o alguna refinería en Lituania.
La crisis económica que asoló a Rusia y al continente asiático en los años noventa tendrá serias consecuencias en estos estados que entrarán en una delicada situación hasta mediados de la década del dos mil, donde se produce un repunte y una recuperación, gracias sobre todo al consumo interno y el auge de la construcción. A partir de esos años, el sector turístico y el de servicios, junto a la informática y las tecnologías de comunicación pasarán a dominar la escena económica de las repúblicas bálticas.
La crisis financiera mundial de 2008 será un punto de inflexión en la región, y las consecuencias también se dejarán notar en estas nuevas realidades estatales europeas.
Estos cambios tendrán consecuencias sobre la fotografía social. Sectores que en el pasado contaban con un amplio respaldo estatal, como la cultura y las ciencias, van a perder el mismo y presentan a día de hoy una importante carencia. También variará el estatus social, que en palabras de una joven estudiante en Riga, la capital de Letonia, “se centrará en lograr y poseer riquezas, cuantas más mejor”, lo que en su opinión deja de manifiesto al predominancia “del individuo sobre el colectivo”. Y todo ello acompañado de la presencia de coches de alta gama en las calles de las principales ciudades de esos tres estados, la creación de grandes superficies comerciales, para estimular e impulsar el consumo desaforado.
Finalmente, destaca también la política de rebajar las tasas en determinados productos, lo que permite que en Tallin (Estonia) se produzcan desembarcos masivos de turistas de Finlandia durante los fines de semana, en busca de alcohol más barato que en su país, o como en Riga donde tiene lugar verdaderas avalanchas de ciudadanos británicos dispuestos a “pasar un buen fin de semana” a bajo coste.
En definitiva, las reformas económicas trajeron la euforia de los primeros años, pero las posteriores dificultades “obligaron” a nuevas reformas más radicales, una especie de “terapia del shock” que traerá nefastas consecuencias para los sectores dependientes de la agricultura o para los pensionistas, o para las pequeñas empresas incapaces de competir en el nuevo escenario, invadido por empresas transnacionales. Otra consecuencia será el aumento del paro, claramente visible en las principales ciudades, donde la brecha entre ricos y pobres, al igual que en el resto de Europa, es cada vez más amplia.
Y junto a ello, está el auge de la criminalidad y el impacto que la corrupción tiene en la vida cotidiana de parte de dichas sociedades, donde las diferentes mafias también operan en busca de beneficios inmediatos. Algo, que no se puede presentar como exclusivo de las tres repúblicas bálticas, y que en otros estados europeos también se manifiestas de una u otra manera.
En el ámbito político y social , estos años han estado caracterizados, salvando las realidades en cada una de las repúblicas, por la creación de nuevos partidos, algunos de corta duración, y sobre todo por la aparición en algunos casos de figuras claramente populistas. Las complejas relaciones entre política y economía se muestran con el peso que en ocasiones adquieren los llamados sectores oligarcas, o por la corrupción y financiación de las principales fuerzas en liza.
Unido a lo anterior encontramos también las complicadas, y en ocasiones tensas, relaciones interétnicas, con mayor intensidad en Letonia y Estonia, que en Lituania, donde la mayoría de la población es de origen lituano. En los dos primeros casos, la importancia cuantitativa de las minorías rusas condiciona el quehacer político de esos países, ya que encontramos una clara división partidaria en clave étnica.
Las tensiones del pasado tienen su reflejo también en aspectos como la interpretación de la historia más reciente (son muchos los ciudadanos de estas repúblicas que mantienen que la presencia soviética fue una ocupación, equiparándola a la del nazismo), donde es evidente la eliminación en las calles de toda simbología ligada a la época soviética, o en las compensaciones que se reclaman en base a dicha situación, como la devolución o restitución de propiedades.
También se aprecia en el conjunto de esos estados el resurgimiento del peso social de la religión, destacando sobre todo el papel de la iglesia católica en Lituania, donde la asistencia a las iglesias suele ser muy elevada, y en ocasiones especiales como la Semana Santa tienen lugar verdaderos “overbooking”, y con presencia de todos los estratos generacionales. Tal vez el hecho de que la religión mayoritaria en las otras dos repúblicas sea el protestantismo, hace que la expresión no sea tan “exagerada” como en Lituania (de hecho según algunos estudios, Estonia y Letonia siguen siendo dos de las naciones más “irreligiosas” del mundo)
Por su parte, la política exterior ha estado marcada por dos ejes, el giro hacia la Unión Europea, y las relaciones con Rusia. El primer objetivo que se marcaron los dirigentes de las nuevas repúblicas bálticas fue el de integrarse en las instituciones europeas, al tiempo que impulsaban una mayor cooperación con los estados vecinos (Finlandia, Suecia y Dinamarca, principalmente) en el llamado grupo 5 (países nórdicos) +3 (repúblicas bálticas), sustentado en la cooperación multilateral y en la creación de diversas redes (escueles, asociaciones profesionales, deportes, cultura, iglesias…)
El ingreso, tanto en la Unión Europea como en la OTAN, ha estado marcado por el deseo de romper en cierta medida con el pasado soviético, al tiempo que se buscaría una “mayor prosperidad económica y seguridad”, en palabras de los dirigentes políticos. Tras lograra ese ingreso, desde las repúblicas bálticas se ha diseñado una estrategia encaminada a transferir “experiencia a otros estados del antiguo espacio soviético” y sobre todo a reforzar el llamado grupo 5+3. Su participación en la OTAN la han justificado por su rechazo a la neutralidad como vía, sobre todo teniendo en cuenta la experiencia del pasado y con temores a convertirse en un campo de batalla entre Occidente y Rusia.
El otro aspecto hace referencia a sus relaciones con Rusia. Desde que se alcanzó la independencia en 1991 todavía trascurrirán tres años hasta que las últimas tropas rusas abandonen la región báltica. Desde entonces las relaciones entre las tres repúblicas y Moscú han sido oficialmente frías. Temas como el estatus de las poblaciones rusas en Letonia y Estonia, la participación en la OTAN, lo que desde Rusia se percibe como una “invasión” de lo que se considera “su propio patio trasero”, o aspectos relativos a al demarcación de las fronteras o la situación del enclave ruso de Kaliningrado (zona latamente militarizada, necesidad de visados para acceder…), sin olvidar tampoco los apoyos que desde esos estados se ha venido otorgando a las diferentes experiencias de las llamadas “revoluciones de colores” en los estados vecinos.
Otros aspectos comunes en la situación de Lituania, Estonia y Letonia guarda relación con la energía y el medio ambiente. La catástrofe de Chernóbil tuvo consecuencias nefastas en la región báltica, donde la contaminación acabó llegando a las tierras locales, al tiempo que fueron muchos los trabajadores de la zona que participaron en la descontaminación en la central afectada, sufriendo posteriormente las consecuencias de la radiación. Por ello no es de extrañar la concienciación popular es esos estados en torno a los peligros de la energía nuclear, o también en torno a la polución que generan las empresas extranjeras instaladas aquí.
Sin embargo, la política oficial más reciente ha manifestado su disposición ha desarrollar nuevas plantas nucleares (aunque la actual crisis ha frenado algún proyecto) y todo bajo el argumento que a día de hoy la dependencia hacia el gas ruso y habida cuenta de las tensiones con Moscú hace necesario desarrollar una alternativa a esa situación.
Movimientos más recientes en las tres repúblicas bálticas
Lituania:
Con el PIB más bajo de los tres estados bálticos, Lituania mantiene una tasa de desempleo inferior a sus vecinos. La mayoría de la población es lituana, lo que hace que no se reproduzca las tensiones con la minoría rusa como en Letonia y estonia, sin embargo sí hay roces con la minoría polaca. Algunos representantes de ésta siguen defendiendo la pertenencia a Polonia de parte del territorio lituano, lo que alimenta reaccione de signo contrario entre la mayoría. Lo cierto es que es adía de hoy la república báltica con menor tensión inter-étnica.
Al igual que en sus vecinas, la presencia de símbolos soviéticos ha sido borrado de las calles del país, mientras que la proliferación de iglesias católicas es una constante en las ciudades y pueblos. El cambio estructural del país y los designios del FMI o de la Unión Europea han traído nefastas consecuencias para el sector agrícola del país. La limitación de determinados productos (sujetos a cuotas comunitarias) se ha demostrado desastrosa, y son muchos los agricultores que solicitan de su gobierno un rechazo a las directrices de Bruselas.
Estonia:
Tallin ha sido capital cultural europea este año, y las reformas que se han realizado en torno a su caso antiguo son más que evidentes. Sin embargo en los barrios periféricos se aprecia con mayor intensidad “la otra cara” de la ciudad. Con una de las tasas de desempleo más altas de la zona y con una nueva realidad demográfica, donde la minoría rusa es elevada (a día de hoy alcanza casi la mitad en la capital), los enfrentamiento interétnicos han sido una constante, normalmente a nivel dialéctico, pero en ocasiones ha desembocado en violencia. La retirada de una estatua del ejército rojo del centro de la ciudad fue uno de esos momentos más tensos, y a día de hoy es un tema “delicado” entre la población de Tallin. Cualquier pregunta en torno a su actual ubicación (está en un cementerio militar de la ciudad) genera suspicacias entre los estonios, mientras que a escasos metros del centro histórico, junto a la estación de trenes, en el barrio ruso se percibe otra actitud.
El conflicto sobre las fronteras con Rusia, o la política de la época soviética son heridas todavía sin cerrar APRA la mayoría de la población estonia Con una dedicación agrícola e industrial basada en la exportación y que necesitaba de mano de obra abundante, se provocó la llegada de ciudadanos soviéticos de Rusia y otras repúblicas y al mismo tiempo causó una importante alteración demográfica. Unido a ello se impulsó el empleo del ruso como lengua franca, desdeñando y relegando la lengua y cultura locales. La reacción local tras la independencia ha ido encaminada a revertir esa situación, al tiempo que ha sido destruida la simbología soviética, encontrándose en un edificio de la ciudad esparcidos por el suelo los restos de estatuas soviéticas e incluso la de dirigentes estonios de esa época.
Una de las paradojas de la situación política actual la volvemos a encontrar en la capital, Tallin, donde el alcalde pertenece al Partido del Centro, apoyado mayoritariamente por la población rusa local, y que ha venido recibiendo importantes ayudas económicas desde Moscú, sobre todo desde la formación impulsada por Putin, Rusia Unida.
Letonia:
Las recientes elecciones en Letonia han vuelto a señalar la división étnica que caracteriza la vida política local El vencedor de las mismas ha sido el partido de la minoría rusa, Harmony, sin embargo la alianza de tres partidos conservadores letones le han privado del gobierno. En este país, al igual que en los vecinos, el papel de determinados oligarcas es clave para entender el devenir político, donde las relaciones entre economía, intereses determinados y política son más evidentes cada día.
Al igual que en Estonia, la influencia rusa hacia algunas formaciones políticas es evidente a través del apoyo mediático y diplomático, asesoramiento político, impulso financiero e incluso con acuerdos de cooperación entre partidos.
Letonia es la república báltica más castigada por la actual crisis económica mundial, con un crecimiento muy pequeño y una inflación elevada. Los dictámenes del Banco Mundial y del FMI van a obligar a sus dirigentes a aplicar medidas más drásticas, con el consiguiente rechazo popular, que acaba de manifestarse en las urnas.
Txente Rekondo.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante
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