domingo, 4 de diciembre de 2011

Alemania en su laberinto.






Rebelion. Por qué Alemania se empecina













Por qué Alemania se empecina




La Vanguardia



Abandonar la leyenda nacional-populista sobre la eurocrisis, supone riesgos considerables para el establishment alemán




Mientras el euro cruje y entre profecías de un segundo hundimiento

peor que el de 2008, Alemania repite estos días sin cesar su rechazo al

eurobono. Tras una serie de supuestos planes ocultos y desmentidos de

Berlín, la situación recuerda a la del año pasado con Grecia, cuando no

había nada más allá del “no”. Fortalecer la disciplina en Europa basta y

sobra para calmar a los mercados, dicen ahora los principales políticos

y responsables económicos alemanes; desde la señora Merkel hasta su

ministro de finanzas Wolfgang Schäuble, pasando por el economista jefe

del Banco Central Europeo, Jürgen Stark y el presidente del Bundesbank,

Jens Weidmann. Todos ellos decían hace un año que Atenas se saldría por

si sola y que no era necesario paquete de salvamento alguno. Esa es la

“posición de Berlín”. Como entonces, no hay “plan B” ¿Cómo se explica

este empecinamiento que mantiene en vilo a Europa, y con ella a la

economía global, desde Nueva York a Shanghai?



Todo parte de la versión nacional-populista de la crisis que el

establishment alemán ofrece a la nación, y que ahora se propone a todo

el continente. Esa versión afirma que Europa sufre una crisis fiscal

motivada por la conducta gastadora e indolente de toda una serie de

países que han parasitado con el euro. Para entender la lógica de esta

leyenda, hay que remitirse a los últimos veinte años.



Veinte años os contemplan



Con la reunificación de 1990, Alemania cambió. Dejó de tener que

demostrar nada a un enemigo –el bloque socialista- ya desaparecido. Vio

ampliado su mercado y patio trasero histórico europeo, y comenzó a

liberarse de las hipotecas que la derrota de 1945 impuso a su soberanía.

Libre y más fuerte, sí, pero también con problemas. Entre ellos, un

lastre, el costo de la anexión de la RDA superior al billón de euros, y

un desafío, el ingreso en la economía global de China, la ex-Urss y la

Europa del Este, con mano de obra barata, complicando los costes de su

exportación. La solución fue el desmonte parcial del “modelo social”

alemán mediante un gran ajuste neoliberal para apuntalar una estrategia

nacional exportadora y de enriquecimiento empresarial que rebajara

costes de producción.



En una sociedad que se caracterizaba por la relativa decencia de sus

relaciones laborales –por lo menos comparada con la del Mediterráneo-,

la solidaridad de su estado social y una nivelación de rentas por encima

de la media europea, arrancaron la desigualdad, el recorte del estado

social y la precariedad laboral. Desde 1990 hasta hoy, los impuestos a

los más ricos bajaron un 10%, mientras la imposición fiscal a la clase

media subía un 13%, los salarios reales se redujeron un 0,9% y los

ingresos por beneficio y patrimonio aumentaron un 36%. En este contexto

de degradación social general, el desempleo se redujo y las

exportaciones se dispararon: si en 1990 aportaban el 25% del PIB alemán,

en 2008 representaban el 47,2% (China menos del 30%), la mayor

proporción del mundo. Con estos sacrificios, Alemania “salía de la

crisis”, sobre todo sus empresas: desde la introducción del euro la

exportación alemana ingresó más de 800.000 millones ¿Qué hacer con todo

ese dinero? Naturalmente, invertirlo.



Invirtiendo en la estafa global



Los bancos alemanes no crearon la burbuja inmobiliaria de Estados

Unidos o de España, ni otras estafas meridionales, pero las alimentaron.

Como ha explicado José Manuel Naredo, su principal analista y cronista,

la burbuja española nació en el franquismo y aumentó con la democracia,

pero el exceso de capital alemán no hizo más que alimentarla y

multiplicarla con créditos sin control, como ocurrió con las

enfermedades de otros países europeos que compartían moneda. La culpa no

es alemana ni española (aunque, desde luego, es mucho más española que

alemana), sino de un sistema internacional que perjudica a la inmensa

mayoría de la ciudadanía europea, que sin embargo es la que debe pagar

ahora con nuevos recortes. Europa tiene una descomunal crisis bancaria

en la que los bancos más fuertes –alemanes y franceses- están expuestos

en las deudas de todos.



En el caso alemán explicar esto supone reconocer que el sacrificio de

los últimos veinte años, coronado por un irritante rescate a los bancos

en 2008, no solo perjudicó a la mayoría de los alemanes sino que,

además, contribuyó a precipitar la crisis europea al incrementar los

desequilibrios en el interior de la zona euro. Admitirlo significa

invalidar veinte años de política económica que se ha vendido como

“exitosa”, lo que se volvería en contra de todo el establishment alemán,

incluida la oposición de socialdemócratas y verdes que cuando estaba en

el gobierno ejecutaron el ajuste neoliberal de 2003 con la llamada

“Agenda 2010”. Reconocer el error sería “razonable” y algo se mueve en

ese sentido en el Partido Verde, pero apenas nada en el SPD, reconoce

Gustav Horn, director del instituto IMK y consejero económico del líder

del SPD, Sigmar Gabriel. La situación de Merkel es aun más complicada.



En medios de la industria y la elite alemana, así como en su

coalición –tanto los liberales como en la CDU y la CSU- hay un fuerte

consenso contra los eurobonos y alrededor del discurso de una Alemania

virtuosa y pagadera perjudicada por los errores de otros. La canciller

no se atreve, ni seguramente quiere, enfrentarse a eso, porque ella

misma participa de esa mentalidad. Su “Alemania va bien” recuerda al

“España va bien de Aznar”, que Zapatero no se atrevió a cuestionar: dar

marcha atrás exige valor, admitir responsabilidades y emprender un giro

político, algo muy complicado. Por todo ello triunfa la leyenda

nacional-populista, que niega la interrelación de la eurocrisis y

atribuye sus causas a los defectos de unos indolentes meridionales, a

quienes hay que imponer la virtud nacional alemana en forma de

austeridad y recortes. Si se impone la austeridad los mercados se

calmarán, se dice. Pero los mercados están nerviosos por otra cosa:

porque constatan la inseguridad de una Europa cuyos países en crisis

están cada vez más asfixiados en su economía real por esa austeridad, y

también por la ausencia de una red de seguridad colectiva: los

eurobonos.



Abriendo la caja de Pándora



El discurso nacional-populista de Merkel funcionó bastante bien hasta

que en septiembre la canciller conoció las previsiones económicas para

el año que viene, que sugieren que Alemania podría entrar en recesión,

como consecuencia del enfriamiento global y de la recesión europea,

agravada por la política unilateral de austeridad. Merkel comprendió

que, como dice el periodista Thomas Wolf, mientras no se descubran

nuevos mercados para las exportaciones alemanas en el planeta Marte, la

recesión de sus clientes europeos se acabará volviendo contra la

economía alemana. Fue entonces cuando ideó su plan de reforma europeo

con un nuevo pacto de estabilidad para la zona euro que institucionalice

y amarre la austeridad y la disciplina para imponerla. Desgraciadamente

la receta no solo no ataja el problema, sino que lo agrava, pues reduce

la necesaria reforma institucional europea a un único vector

disciplinario, con aspecto de “castigo para malos”. Y eso instala al

nacional-populismo en un nivel aun superior.



“¿Donde queda la Europa democrática y diversa en la que todos

somos iguales ante la ley, cuando, bajo liderazgo alemán, las medidas

de austeridad ideadas en Berlín se imponen en los países del sur de la

eurozona como una necesidad inherente y sin alternativa y son aplicadas

por los llamados gobiernos de expertos?”, dice el periodista Holger

Schmale. Europa comienza a temer la superioridad alemana y los alemanes

no ven nada malo en ello, constata Schmale. Los políticos alemanes

incluso lo celebran con una ingenuidad asombrosa que denota un

extraordinario desconocimiento del frágil tejido nacional europeo, al

jactarse entre aplausos de sus correligionarios, como hizo el jefe del

grupo parlamentario de la CDU, Volker Kauder, diciendo que, “en Europa

se habla alemán”.



Alemania ha abierto la peligrosa caja de Pándora nacionalista. Antes

era en aras de la gobernanza alemana, ahora en el contexto de la reforma

de Europa. La simple realidad es que no hay visión estratégica ni

comprensión de la situación, pero el malestar se extiende. Si el año

pasado sólo en Alemania se maldecía a los manirrotos del Sur y el

establishment español aun consideraba a Merkel ejemplo de buen gobierno,

este año han cambiado las cosas. En todo el Mediterráneo se comienza a

maldecir a la canciller y a Alemania. La peligrosa espiral nacionalista

ya ha hecho su aparición. Para una crisis cuyo culpable es un sistema

financiero transnacional, este es un óptimo escenario para dividir y

desviar la atención. Para Europa, por el contrario, es una clara receta

de desintegración.



Mal ambiente para un debate racional



“La desintegración puede ocurrir si traspasamos el punto más allá del

cual ya se pierde de vista el debate racional, lo que ya está pasando

en Alemania”, dice Ulrike Guerot, del Consejo Europeo de Relaciones

Exteriores. Ese momento en el que el discurso populista cruza el punto

de no retorno, condena a Europa a un debate con aspecto de guerra

religiosa, parecido al que mantiene el Tea Party con los demócratas en

Estados Unidos, o el de partidarios y adversarios del aborto en España,

explica Guerot. “En esas discusiones, nadie convence a nadie y cada

campo expone sus argumentos únicamente para que sus seguidores se

reconozcan en ellos”. Si el empecinamiento alemán con los eurobonos

concluye en una quiebra, esa espiral aún podría empeorar, pues raramente

una crisis social mejora el clima para un debate racional en clave de

solidaridad y de recetas colectivas. Más bien lo complica.



Ni siquiera Guerot –una de las pocas que habla en Berlín del riesgo

de desintegración europea – puede evitar repetir los tópicos más

groseros de esta crisis, la afirmación de que “Alemania ya hizo los

deberes y ahora deben hacerlos los otros”, de que “no podemos seguir

alimentando a los griegos” o el “trauma de Weimar” para explicar la

alergia alemana a la inflación. Hace un cuarto de siglo que murió la

gente con algún recuerdo maduro de los años veinte. La verdadera lección

de historia alemana de todo aquello para la Europa de hoy, es mucho más

Versalles que la inflación: el humillante diktat de unas

naciones sobre otras. Sin embargo el grotesco argumento de la inflación

de Weimar se repite una y otra vez para justificar la irracionalidad del

gobierno alemán.



El empecinamiento con los eurobonos no sólo es económicamente

irracional, sino también profundamente contradictorio. El Banco Central

Europeo ya ha emitido, y con creces, lo que podría llamarse “el eurobono

privado”. Desde que estalló la crisis, el Deutsche Bank, Commerzbank y

otros bancos privados alemanes han transferido al Banco Central Europeo

cuatro veces más deuda privada –sus valores basura, recibiendo a cambio

créditos a bajo interés- que el volumen de la deuda pública comprada “in

extremis” con tanto escándalo por el mismo BCE.



“Ni Merkel ni el Bundesbank han criticado nunca esta creación privada

de dinero, pero cuando los Estados quieren tener el mismo derecho, los

critican como si fuera algo endemoniado”, dice Dierk Hierschel,

economista jefe del sindicato alemán Verdi. El argumento es el peligro

de inflación, pero los bancos centrales de Estados Unidos, Inglaterra y

Japón llevan años comprando ingentes cantidades de deuda pública sin que

haya ocurrido nada con la inflación.



Respecto a los “deberes”, nadie se pregunta lo más importante: ¿Quien

es el maestro que los impone y con qué propósito e intereses? ¿Por qué

hay que conformarse con el papel del alumno obediente? ¿Quién ha

declarado menores de edad a la ciudadanía de países enteros?



http://blogs.lavanguardia.com/berlin/por-que-alemania-se-empecina/






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