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Economía |
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23-06-2011 |
financieros ya dan por sentado que Grecia se declarará en suspensión de
pagos en los próximos meses. El primer paquete de rescate y la
austeridad que se impuso sobre Atenas fracasó. Sus objetivos
principales, la reducción de la relación deuda/PIB y la estabilización
de la relación con los mercados financieros, parecen hoy inalcanzables.
El horizonte no se ve bien.
Por supuesto, la restructuración sería lo más conveniente para
Grecia. Tendría un costo menor para el pueblo de aquel país, y tendría
la virtud de colocar parte del peso de la crisis sobre los prestamistas
que son corresponsables de esta debacle. Atenas podría dedicarse a
recuperar la salud de sus finanzas sin sacrificar a una generación (como
sucedió en América Latina a partir de la crisis de los ochenta).
Pero, claro, se dice que si Grecia se ve forzada a declarar la
suspensión de pagos, el efecto en cascada hará que la debacle después de
la quiebra de Lehman Brothers en 2008 parezca un día de campo. Según
esta narrativa, en el tsunami del contagio, el pánico no sólo llevará a
ventas de bonos de países como Portugal, España e Italia. También
conducirá a descargar activos de países considerados más sanos y hasta
de las grandes corporaciones estadunidenses.
Todo eso es especulativo. Lo que sí sabemos por el momento es que el
primer paquete de rescate condujo a una austeridad que empeoró la
recesión y redujo la recaudación. Por eso hoy el riesgo de moratoria
griega es más fuerte que nunca y aquí hay dos posibles escenarios. El
primero es el de la restructuración suave
, con simples
extensiones de los plazos de vencimiento y algunas reducciones en las
tasas de interés. Es el escenario que apoya Angela Merkel, porque ante
su electorado quiere dejar claro que ella no va a gastar recursos
fiscales en rescatar a los bancos privados. El otro es el de una
restructuración dura
, con recortes en el principal, además de los
cambios en plazos y tasas. Como era de suponerse, el sector financiero,
con el Banco Central Europeo (BCE) a la cabeza, ha cerrado filas para
evitar cualquier tipo de restructuración.
¿Cuál es la razón profunda de esta oposición a todo lo que huela a
restructuración de una deuda que de todos modos parece impagable? La
experiencia de Irlanda es aleccionadora. Morgan Kelley, profesor de
economía de University College (Dublín), publicó un artículo (disponible
en www.irishtimes.com) sobre el
fallido intento por restructurar la deuda irlandesa. En noviembre de
2010 el BCE insistía en su posición radical de respaldo a los
acreedores. El defenestrado Strauss-Kahn del FMI surgió como partidario
de una restructuración y el gobierno en Dublín agradeció el apoyo de
este aliado inesperado. Esa restructuración pasaba por quitas al
principal y cambios en plazos de vencimiento y tasas de interés. Pero el
arreglo fue torpedeado por Tim Geithner. ¿Por qué razón se opuso el
secretario del Tesoro estadunidense a la restructuración de la deuda
irlandesa?
Para Geithner, una restructuración irlandesa podría provocar
un efecto de contagio en Europa, afectando a bancos estadunidenses que
deberían pagar unos 120 mil millones de dólares en swaps de deuda (los
temidos credit default swaps o CDS). Estos derivados financieros fueron
originalmente diseñados como una forma de seguro para el caso de
moratorias de deuda. Pero adquirieron vida propia y se convirtieron en
mecanismos de apuestas de alto riesgo, sembrando minas explosivas en el
mundo financiero.
El monto de la exposición estadunidense a través de esos CDS es una
estimación, porque ese segmento del mercado financiero es demasiado
opaco. Por su parte, la calificadora Fitch asegura que más de 44 por
ciento de los recursos de los bancos estadunidenses en el mercado de
dinero se encuentra colocado en bancos europeos. Con razón está
preocupado Geithner.
Hace un par de días Dublín intentó resucitar su demanda de
restructuración, por lo menos de un segmento de la deuda incurrida en el
rescate de los bancos. Nuevamente el sabotaje de Washington hace
impensable esa salida. La postura de Geithner es sencilla: los recursos
públicos son para rescatar a los bancos, sin importar el costo para los
ciudadanos de un país. Poco importa que en el origen de la crisis los
dueños y directivos de los bancos hayan actuado con desmedida codicia y
negligencia.
Es evidente que hoy se necesita algún tipo de restructuración de la
deuda griega. La única forma de levantar a ese país es a través de un
nuevo plan, con una perspectiva de largo plazo, que permita recuperar el
crecimiento y la recaudación. En todo caso, la solución que finalmente
se adopte en el caso de Grecia será determinada políticamente. No existe
ninguna razón para adoptar un plan
cuya única lógica sea
castigar al deudor. En estos días de aniversario del Bloomsday, si Joyce
pudiera vernos seguramente escribiría que la tiranía que nos impone el
sector financiero es una pesadilla de la que todos tratamos de
despertar.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/06/22/opinion/034a1eco
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