Traducido para Rebelión por Loles Oliván |
“Libia podría dividirse en dos, con Gadafi permaneciendo en el oeste del país y un gobierno revolucionario fiel a las potencias occidentales controlando el este”, según afirmó a IPS Muhammad al-Sajawi, destacado miembro del Partido de la Unidad Árabe, egipcio y que aún no ha sido legalizado.
Durante tres meses, Libia ha sufrido ataques aéreos sancionados internacionalmente por parte de la alianza occidental de la OTAN, lanzados con el objetivo declarado de apoyar el levantamiento popular contra el actual régimen de Gadafi. Las fuerzas revolucionarias con base en Bengasi controlan en la actualidad más de la mitad oriental del país, mientras que las fuerzas leales a Gadafi siguen controlando la mitad occidental desde la capital, Trípoli.
Sin embargo, el hecho de que la OTAN no haya podido desalojar al régimen de Gadafi por el momento a pesar de su abrumadora superioridad aérea ha llevado a muchos observadores locales a cuestionar las intenciones de la alianza occidental.
“La campaña occidental contra Libia no se puso en marcha para proteger los derechos humanos o fomentar la democracia”, afirma al-Sajawi. “Se puso en marcha con el objetivo de dividir Libia políticamente con el fin de impedir la unificación de tres Estados revolucionarios árabes, Egipto, Libia y Túnez, que conjuntamente podrían representar una amenaza a la dominación regional israelí.”
Walid Hassan, profesor de Derecho Internacional en la Universidad El Faro de Alejandría, está de acuerdo en su mayor parte,y sostiene que la OTAN —con el aliento de Israel— “espera sustituir a Gadafi con gobernantes leales a Occidente antes de proceder a dividir al país en pequeños Estados, como lo están haciendo en Iraq”.
“El principal objetivo es debilitar a “los Estados árabes del norte de África, que, de unirse eventualmente, representarían una amenaza potencial para los intereses israelíes y occidentales”, dijo Hassan a IPS. “La importante riqueza petrolera de Libia, por supuesto, constituye una segunda razón para la intervención”.
Al-Sajawi señala al legado centenario de balcanización de la región a manos de las potencias extranjeras.
“El 1916, el Acuerdo Sykes-Picot entre Gran Bretaña y Francia trazó fronteras artificiales en toda la región y fragmentó al mundo árabe en Estados-nación. En los últimos años, la campaña para balcanizar aún más al mundo árabe por parte de Israel y las potencias occidentales no ha hecho más que intensificarse”.
Los analistas egipcios se refieren a varias propuestas por escrito elaboradas a tal efecto por estrategas israelíes, la más conocida de las cuales es un tratado de 1982 titulado “Una estrategia para Israel en la década de 1980”. Escrito por Oded Yinon, entonces un alto asesor del Ministerio de Exteriores de Israel, el ensayo insta explícitamente a fragmentar los Estados árabes de la región desde criterios étnicos y sectarios.
“El plan sionista de fragmentar políticamente el Oriente Próximo árabe a fin de mantener a los Estados árabes en un estado permanente de inestabilidad y debilidad se ha conocido bien en las últimas tres décadas”, Gamal Mazlum, general egipcio retirado y experto en materia de defensa, dijo a IPS.
Si bien el Documento Yinon no dedica mucho espacio a Libia, explica en detalle la necesidad de dividir a Iraq, Egipto, Siria y Líbano en pequeños e ineficaces Estados.
“La disolución de Siria e Iraq en áreas étnica o religiosamente únicas [...] es el objetivo primordial de Israel para el frente oriental a largo plazo”, escribe el autor. Para Yinon, siendo Iraq rico en petróleo y étnicamente diverso —lo que describe como “la mayor amenaza para Israel”— aquello constituye un objetivo esencial.
“En Iraq, una división en provincias siguiendo líneas étnicas / religiosas [...] es factible”, escribe. “Por lo tanto, existirán tres Estados alrededor de tres ciudades principales: Basora, Bagdad y Mosul, y las zonas chiíes del sur quedarán separadas de las suníes y de las kurdas del norte”.
En cuanto a Egipto, Yinon aboga por fracturar el país en “regiones geográficas distintas”. El establecimiento de un Estado copto-cristiano en el Alto Egipto, escribe, “junto a una serie de Estados débiles con un poder muy local y sin gobierno centralizado [...] parece inevitable a largo plazo”.
Yinon pasa a referirse a Sudán en términos similares describiéndolo como “el Estado más desmembrado del mundo árabe-musulmán actual [...] construido en torno a cuatro grupos hostiles entre sí: una minoría árabe-musulmana suní que gobierne una mayoría no árabe africana, pagana y cristiana”.
Según Mazlum, las maniobras políticas llevadas a cabo en los últimos años por parte de Israel y las potencias occidentales —tanto de manera manifiesta como encubierta— parecen confirmar esta estrategia de balcanización.
“Israel y Estados Unidos han contribuido por igual a fragmentar Iraq fomentando la aparición de un Estado kurdo independiente e instigando la división entre suníes y chiíes. Y en Sudán, Israel ha contribuido activamente a la guerra entre el norte y el sur proporcionando a este último armas y entrenamiento militar”.
El Sur de Sudán se dispone a declarar la independencia del gobierno del norte de Jartum el próximo mes en una acción que oficialmente dividirá al país más grande de África en dos.
“A Israel le interesa fragmentar Sudán e instigar la violencia sectaria en Egipto para que éste afronte una crisis tanto en el frente interior como en el exterior”, señala Mazlum. “Israel y sus patrocinadores occidentales están decididos a mantener Egipto —la nación árabe más poblada, con diferencia— en un estado de debilidad permanente de modo que no pueda contribuir a la causa árabe en lugares como Palestina e Iraq”.
A principios de este mes, Muhammad Abbas, un destacado miembro del Consejo de la Coalición Revolucionaria de Egipto (CCR), alertó igualmente sobre una continua “conspiración” dirigida a fragmentar Egipto en tres pequeños estados. El CCR se compone de varios movimientos políticos que desempeñaron un papel prominente en la reciente sublevación de Tahrir, en Egipto.
“Esta conspiración forma parte de un plan más amplio para fragmentar los Estados árabes —como ha ocurrido en Sudán, como se está intentando en Libia y como se ha intentado en Iraq— con el fin de hacer que Egipto sea tan débil que la entidad sionista tenga garantías de seguir siendo la potencia dominante en el nuevo Oriente Próximo” sostiene Abbas, citado por el diario independiente Al-Shorouk el 4 de junio.
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