sábado, 18 de junio de 2011

¿ A dónde va Egipto?







Rebelion. Egipto: Los Hermanos Musulmanes a la conquista del poder













Egipto: Los Hermanos Musulmanes a la conquista del poder




Tlaxcala



Traducido por Caty R. y Rocío Anguiano




Imaginen un mitin de los Hermanos Musulmanes en una estación balnearia del mar Rojo ¿Impensable? No, ya ha sucedido: el pasado 21 de abril en Hurgada, esa nueva ciudad digna de la Costa del Sol dedicada al dolce far niente de los ricos burgueses egipcios y de los turistas llegados de todas partes del mundo en vuelos especiales.

La noticia se propagó como un reguero de pólvora. A las 18 horas más de 500 personas acudían a la cita bajo la carpa al aire libre, instalada para la ocasión en un terraplén junto a la avenida Nasser, uno de los principales ejes de la ciudad. La mayoría se desplazaron en familia, por curiosidad. El nombre de Safouat Higazi estaba en todas las bocas. ¿Safouat Higazi? Es el orador estrella de los Hermanos Musulmanes, el mismo que inflamó con sus prédicas la plaza Tahrir, durante los viernes que siguieron a las jornadas revolucionarias de enero y que despuntaba junto a Mohamed Albeltaguy, la estrella ascendente del partido, elegido diputado en 2005 y en 2010. Este último además es el representante de la Hermandad en el Consejo de los Guardianes de la Revolución consultado por el Majliss El Askari (Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, CSFA).

Esa tarde, un fuerte servicio del orden controlaba las entradas Los hombres a un lado, las mujeres a otro. Aquí, las mezclas no se llevan: las mujeres debían dirigirse hacia un espacio reservado, una especie de largo pasillo separado por una cortina de tela.

¡De ninguna forma iba a quedarme quieta en la sección de figuritas con velo! Pero en cuanto crucé el acceso «hombres», un guardaespaldas imponente se me echó encima para cortarme el paso.

- ¡Las mujeres a la derecha! me increpó con voz firme.

- Soy periodista y vengo de París, repliqué del mismo modo.

- ¿Periodista? Espere, haré que la acompañen.


Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. Una estricta separación de sexos. Haremos una excepción para la periodista francesa.

En cuestión de segundos, me vi flanqueada por dos hombres -bien rasurados y acicalados con traje y corbata al estilo «Nation of Islam»- que me abrieron paso a través del pasillo central antes de depositarme en la primera fila. Los «hermanos» cuidan especialmente su imagen de marca, sobre todo en los medios de comunicación occidentales, con el fin de acabar con la mala reputación de los movimientos islamistas. Y con razón: antes de la caída de Mubarak, los Hermanos Musulmanes egipcios figuraban aún en la lista de las organizaciones terroristas del Departamento de Estado de los Estados Unidos y algunos de sus dirigentes incluso estaban en la cárcel.


Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. La tribuna del mitin

Al verme llegar, Mohamed Albeltaguy, desde lo alto de la tribuna, no pudo contener una sonrisa cómplice. En efecto, ya nos habíamos visto en marzo, en su consulta médica de Manal El Roda, un barrio pequeño burgués de El Cairo. Además, me costó bastante conseguir una cita, ya que se excusó en varias ocasiones, alegando imprevistos... Parecía que estaba jugando al escondite conmigo. Hay que decir que, al igual que los movimientos que han estado prohibidos durante mucho tiempo, los Hermanos Musulmanes mantienen una verdadera cultura del secreto. Por ejemplo, es imposible saber el número de miembros o de estructuras existentes en el país. ¡Finalmente, tuve que ir directamente a su despacho para pillarle!

Eso fue unos días antes del 19 de marzo, fecha del referéndum sobre la Constitución. La campaña estaba es su punto álgido y los Hermanos defendían el «sí», es decir, la aprobación de algunas enmiendas para llevar a cabo un simple lifting constitucional en lugar de una verdadera revisión. Para convencer al electorado popular no habían escatimado esfuerzos. Un panfleto, del que se distribuyeron millones de ejemplares en las mezquitas -así como a través de su eficaz red de taxis y de comerciantes- debía sacudir las mentes con argumentos impactantes. «Cambiar la Constitución llevaría mucho tiempo... Estamos en un momento crucial: ¡la renovación o el caos!» se leía en ellos junto a este extravagante ejemplo: «Si estuviera desnudo, ¿pensaría en la talla de ropa que va a ponerse o correría a tapar su desnudez con lo que fuera?». Sin olvidar que «¡el presidente electo para un único mandato de cuatro años solo sera un símbolo!». Y para acabar una conclusión, una minucia amenazante: «¡Sí! ¡Porque todos los musulmanes organizados, el Consejo Supremo de Asuntos Islámicos, los científicos musulmanes y el ejército, que es parte del Estado, apoyan estas modificaciones! ¡El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas lo quiere! Si el resultado del referéndum es «no», la autoridad puede elegir otra forma de poder». O sea, hay que profundizar en la brecha abierta por la «Revolución del 25 de enero» y aceptar la concesión esencial del ejército: un régimen parlamentario en el que los Hermanos Musulmanes ocuparán evidentemente un lugar privilegiado porque son la principal fuerza de oposición organizada del país.


Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. Mohamed Albeltaguy

¡No solo no son tontos los «hermanos», sino que además son pragmáticos! ¡Su experiencia de la represión posterior a Nasser les ha enseñado los límites que no hay que sobrepasar! Excluida de la política desde 1954 como partido, pero tolerada como asociación religiosa, la Hermandad se implicó esencialmente en lo social desde los años setenta -con la aquiescencia del presidente Anuar El Sadat que quería pararle así los pies a los marxistas. Su actividad se desplegó sobre todo a través de una red de organizaciones caritativas y profesionales. entre las que estaba la poderosa Gam'iya Chari'ya, la asociación de beneficencia más grande creada a principios del sigo XX y que durante mucho tiempo impulsó la predicación de un islam estricto. Con la fuerza de ese «Estado dentro del Estado» que contaba al menos con dos millones y medio de miembros, 450 filiales y seis mil mezquitas, la Hermandad invirtió en los dos sectores públicos más degradados: la educación y la salud. Multiplicaron así sus hospitales, sus establecimientos escolares, sus jardines de infancia, sus comedores populares... Sin olvidar la formación de los jóvenes en paro y la ayuda al matrimonio. Todo ello le valió un número creciente de miembros y de simpatizantes en los medios populares y las clases medias urbanas, cada vez más afectados por la crisis.

Con el tiempo, los Hermanos Musulmanes fueron ganando una a una las elecciones sindicales -cada corporación profesional tiene su sindicato- aún cuando solo podían formar parte del Parlamento como elegidos independientes sin etiqueta. Otra paradoja impuesta por el régimen. Lo que nos les impidió hacerse con una quinta parte de los escaños de la asamblea en 2005, convirtiéndose así en la principal fuerza de la oposición parlamentaria.

Con este tejido social y sobre todo con la contestación revolucionaria del pasado mes de enero de la que supieron sacar partido en resultados tácticos, a los «hermanos» les han salido alas. Saben a ciencia cierta que el calendario electoral que fija las legislativas para el próximo otoño les favorece frente al resto de formaciones políticas. En efecto, a estas últimas no les dará tiempo a organizarse y por eso llamaban al «no» en el referéndum. Las malas lenguas insinúan que la Hermandad religiosa negocia con el CSFA. Es cierto que ha sido la única formación política representada oficiosamente en el Consejo de sabios encargado de revisar la Constitución. No es de extrañar que ahora se sitúen en primera línea, con un calendario frenético de reuniones públicas por todo el país, para calmar la revuelta popular que se había propagado como un reguero de pólvora al tiempo que controlan el descontento. O sea, un contrafuegos útil en manos del poder militar para encauzar los movimientos democráticos emergentes.

Volvamos a la carpa de Hurgada. Ahora, empieza el mitin. En la tribuna un hombre, también perfectamente afeitado, abre el acto al estilo estadounidense con una voz radiofónica, acentuando el final de sus frases con el gesto de un presentador en una pista de circo. Narra con minuciosidad el recorrido de Kheirat El Shater, el número tres en el organigrama de la Hermandad, que mantuvo una larga entrevista con la delegación europea que hizo el pasado mes de marzo una visita relámpago a El Cairo. Este ideólogo reformista, elegido diputado en 2005 y considerado por el poder como peligroso, fue condenado en 2006 por un tribunal militar expeditivo, bajo la falsa acusación de «blanqueo de dinero» y de «terrorismo». Fue liberado el 3 de marzo pasado, tras la caída de Mubarak, por orden del CSFA. Kheirat El Shater no está aquí en persona, pero inesperadamente aparece en una pantalla gigante mientras que los asistentes guardan un silencio casi religioso. Este quincuagenario, de rostro arrugado y parcialmente cubierto por una barba encanecida, tiene fama de ser popular entre los jóvenes islamistas. Tras un homenaje a los «mártires del revolución del 25 de enero» caídos en el campo de honor de la plaza Tahrir en El Cairo, cuyos retratos destacan detrás de la tribuna, Kheirat anuncia la creación del nuevo partido de los Hermanos, el Partido Justicia y Libertad. Un partido laico en el que podrán estar representados todos los miembros de la sociedad egipcia, incluidos los coptos y las mujeres. El tono es tranquilizador. Fundido en negro.

«¡Hasta aquí nada que decir!», exclama mi vecino. Walid, un comerciante que trabaja principalmente con los hoteles turísticos de la ciudad, ha venido a informarse. La reaparición pública de los Hermanos Musulmanes le inquieta: «No deseo cambiar mi forma de vida, ni que me obliguen a cubrir a mi hija con un velo», me explica discretamente. A nuestro alrededor, el público permanece imperturbable, a pesar del exagerado entusiasmo del presentador que se abalanza sobre el micrófono en cuanto acaba el vídeo para anunciar al siguiente orador, en una arenga teatral digna de un espectáculo usamericano: «Y a continuación el no menos famoooooso Doctor... Mohamed Albeltaaaaguy !!!!». Este último, de aspecto alegre, se levanta y en seguida se lanza a un discurso populista bien construido en el que no falta ningún ingrediente: la alusión a la revuelta popular, la arenga fustigando a Mubarak y a su mujer Suzanne, la denuncia de la corrupción y, claro está, la promesa de un futuro mejor... ¡eso sí, siempre que se vote al PJL en las próximas elecciones! Ante la falta de entusiasmo de los asistentes, explica torpemente que el tan esperado Safouat Higazi estaba demasiado cansado para desplazarse.

A continuación, se distribuye papel entre quienes lo solicitan. Es el momento de las preguntas por escrito, forma clásica de proceder en las reuniones unanimistas para evitar que los contestatarios monopolicen el uso de la palabra o desvíen la atención del público.

El presentador se encarga de leerlas y Mohamed Albeltaguy es quien responde:

- ¿La república islámica aparece aún en el programa de ese nuevo partido?

- No, el PJL es un partido laico que se inspira en los valores del Corán.

- ¿Cuál es la posición de los Hermanos respecto al turismo? ¿Van a imponer nuevas normas?

- El turismo es la joya de la economía de Egipto. Nuestra intención es preservarlo e incluso desarrollarlo. ¿Sería sensato convertir una preciosa muñeca en un adefesio repugnante? ¡Claro que no!

- ¿Y los coptos?

- Los coptos ante todo son egipcios. Tienen su sitio en la dirección del PJL.

Decididamente, Mohamed Albeltaguy posee el arte de la demagogia. Y como fino estratega, esquiva mis molestas preguntas, en especial las que se refieren al lugar de las mujeres en los puestos políticos o a la obligatoriedad del velo. En nuestra entrevista, ya tuve problemas para conseguir que se apartara de su discurso aprendido. Entonces me soltó un largo discurso para explicarme la congruencia de la posición de los «hermanos» respecto al referéndum, argumentando que al obstinarse en pedir demasiado, se corría el riesgo de poner en peligro la incipiente democracia.

- ¿Pero una democracia no puede surgir al abrigo de las metralletas? acabé por replicarle señalándole que, en su relación con el poder, la Hermandad había vivido etapas represivas cada vez que se abría un claro.

- Los tiempos han cambiado, me respondió sin inmutarse. Nuestro objetivo no es hacernos con el poder, sino solo transformar la sociedad.

Precisamente, transformar la sociedad desde abajo es lo que han estado haciendo desde hace décadas. ¡Y el resultado salta a la vista en las calles de El Cairo e incluso en la universidad! ¡Ahora, hiyabs y niqabs son de rigor! En efecto, abigarrados y coloridos, de diferentes formas y tamaños, pero eso no impide que las mujeres vayan cubiertas. Y atención a aquellas musulmanas que enseñen todavía su pelo. Cuando no se las toma por cristianas -incluso por lesbianas- simplemente son víctimas de un acoso continuo debido a la enorme frustración de los jóvenes. Excepto en el metro, donde el compartimento reservado a las mujeres es un antitocaculos eficaz... siempre que se pueda soportar la mirada reprobadora de las mujeres en su mayoría cubiertas con el velo. En cuanto a la Universidad de El Cairo, allí las únicas que no llevan velo son las cristianas. El fular, que curiosamente llevan jovencitas maquilladas a lo Betty Boop y con vaqueros ajustados, es de rigor. Una verdadera paradoja: los Hermanos Musulmanes solo alcanzaron un 9% en las últimas elecciones universitarias, pero sus ideas conservadoras y puritanas se han generalizado en todas las capas de la sociedad. De ahí la creciente preocupación de los coptos, que ven en ello un signo de intolerancia que amenaza su libertad religiosa.

En Hurgada, el mitin se termina con una ovación con las primeras filas puestas en pie. Detrás, la sala se había vaciado incluso antes del final. No ha sido precisamente un éxito. Pero eso no impide a Mohamed Albeltaguy, encantado, indicarme con un gesto de la mano que le siga. Lo que hago de inmediato. En efecto, me queda una pregunta por hacerle, pero confidencialmente, lejos de cualquier oído indiscreto.

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. Desde el pasado 13 de abril, Wael Aly, uno de los principales organizadores de la segunda ocupación de la plaza Tahrir (véase Place Tahrir : avec les partisans de la République libre d'Egypte) está en la cárcel debido a una orden de arresto que el CSFA emitió contra él, en donde se le presenta como un esbirro de Ibrahim Kamel, un antiguo dirigente del desaparecido Partido Nacional Democrático, el partido de Mubarak. Se le acusa de haber empujado a la población a la revuelta contra el ejército la noche del 9 de abril para cubrir la huida de los «oficiales libres». Estos últimos habían acudido a la plaza Tahrir, robando así protagonismo a los Hermanos Musulmanes durante la enorme concentración que había reunido a más de un millón de manifestantes la víspera. Ese día, yo asistí a un verdadero pulso entre el servicio de orden de los «hermanos» y los revolucionarios populares que pedían que las familias de los «mártires de la revolución del 25 de enero» pudieran tomar la palabra en la tribuna. Tras agitadas negociaciones, se salieron por fin con la suya: las familias se expresaron brevemente y se mezclaron de nuevo con la multitud. Pero de repente, una agitación sacudió la tribuna, ala que se alzó a algunos oficiales, 27 en total. Completamente exaltados, los manifestantes les dieron una verdadera ovación, retomando de forma clamorosa el famoso eslogan «¡Chaab, djeich, yad ouahda!» (el pueblo, el ejército, una única voz). Incluso Safouat Higazi, el orador estrella de los Hermanos Musulmanes, presente en ese momento, no pudo evitar lanzar un «¡Son nuestros hermanos, son nuestros hermanos!», antes de abandonar rápidamente el lugar que ahora estaba demasiado enardecido. ¡Prudencia obliga! Una linea roja acababa de ser franqueada. Los Hermanos Musulmanes, conscientes de la gravedad de la situación se fueron en seguida mientras que Wael Aly subía al estrado para ver lo que estaba pasando y se encontraba en primera línea con los oficiales. Porque hasta ahora se había mantenido debajo...¡para sumergirse en un sueño pesado!

¿Quizá por miedo a ser acusados de connivencia con los oficiales contra la CSFA? Entonces los Hermanos Musulmanes, de forma ordenada, empezaron a gritar alto y fuerte «¡es un complot! ¡es un complot!» consiguiendo, como expertos manipuladores, que las primeras filas de manifestantes aglutinados ante el estrado retomaran el criminal eslogan: «chaab yourid eskat ezzabbat!» (¡el pueblo exige la expulsión de los oficiales!). Mohamed Albeltaguy, también presente, reaccionó en seguida lanzando una acusación grave contra Wael Aly. «¡Es un agente de Hezb el Watani (Partido Nacional)!» lanzó a sus seguidores que difundieron el tóxico de inmediato. Una forma más bien desleal de descalificar al adversario político... ¡que además no le era desconocido! En efecto Mohamed Albeltaguy ya se había enfrentado a Wael Aly. Fue en los años noventa, en la época en que los dos eran estudiantes. Los Hermanos Musulmanes se habían lanzado a la conquista de los Consejos Universitarios con éxito. Excepto en la Universidad de El Cairo donde un grupo de alegres actores de teatro, con Wael Aly al frente, habían conseguido hacer fracasar la lista de los Hermanos... ¡encabezada precisamente por Mohamed Albeltaguy! ¿Una vieja cuenta pendiente? ¡La ocasión hace al ladrón!

- Entonces Doctor, ¿qué piensa usted del caso Wael Aly? le pregunté una vez a solas con él.

- Estoy convencido de que llevó a los oficiales a la plaza Tahrir, me respondió con un aplomo sorprendente, apresurándose a cambiar de tema ante mi sorpresa.

- ¡Decididamente, es usted un demonio! replicó.

- No, solo una periodista concienzuda.

- ¡Bravooo! ¡Volveremos a vernos pronto! me soltó antes de meterse en su coche camino del aeropuerto.


Manifestación ante el Ministerio de Defensa por la liberación de los presos políticos. En la siguiente foto, un manifestante sufí muestra un retrato de Wael Aly y pide su liberación. Wael Aly fue absuelto por el tribunal militar el 11 de mayo, pero todavía sigue en la cárcel, sin que haya sido inculpado.


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Me sentía perpleja. Sabía que el doctor Albeltaguy mentía. El lugarteniente Yasser, líder de «los oficiales libres», efectivamente afirmó con claridad que estos últimos no tenían relación con nadie en la plaza Tahrir y que habían decidido venir por propia iniciativa (véase la entrevista: Égypte: des officiers libres sortent de l'ombre et se font piéger). También sabía que el doctor había prestado un falso testimonio ante el fiscal del tribunal militar, al igual que Safouat Higazi y otros delatores. Y yo que creía que los Hermanos Musulmanes, cuyo símbolo es el Corán sobre dos sables cruzados, se apoyaban en los valores religiosos que afirmaban defender. ¡Qué ingenua! ¡Es evidente que las armas de la baja política se imponen!

En realidad, yo había empezado a darme cuenta de ello en Moukatam, un pueblo situado a una hora de carretera de El Cairo, donde Mohamed El-Baradei debía acudir a votar en el referéndum del 19 de marzo. Los egipcios se habían desplazado en masa. Ante el colegio electoral las filas de espera se extendían ampliamente por la calle con… ¡los hombres a un lado y las mujeres a otro! Las Hermanos Musulmanes se movilizaban para convencer a los recalcitrantes de la conveniencia del «sí», mientras los partidarios de El-Baradei preparaban un comité de bienvenida para su líder carismático. El-Baradei, en efecto, es una figura de alcance internacional. Se distinguió en especial en Irak cuando estaba al frente de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA). La misión de inspección que dirigía llegó a la conclusión de que no había armas de destrucción masiva. Tras su dimisión de la AIEA, este hombre sobrio de 68 años regresó de forma triunfal al país en febrero de 2010, donde fue recibido por una multitud de simpatizantes en el aeropuerto de El Cairo. Después intentó, con la Coordinadora por el cambio, federar a los opositores al régimen en torno a un proyecto de reformas democráticas y una revisión de la Constitución con el objetivo de presentarse a las elecciones presidenciales. Su reputación de persona íntegra ha seducido a gran parte de la opinión pública, en particular entre los jóvenes y las clases medias. Hasta el punto de que se puede decir que es un adversario temible para los Hermanos Musulmanes los cuales, como los defensores de régimen, no han dudado en desplegar una campaña de desprestigio por medio de sus acólitos de la prensa.

Pero en Moukatam fueron mucho más lejos. Lo ánimos se calentaron muy pronto, no bajo la influencia del calor, sino por las invectivas lanzadas por los militantes de los Hermanos Musulmanes contra El-Baradei. Cuando él llegó, el grito «¡Ahí está el extranjero!» resonó entre la multitud. Inmediatamente cayeron piedras y proyectiles de todo tipo sobre su coche. Un apedreamiento de tal violencia que el parabrisas se hizo añicos. Mohamed El-Baradei tuvo que dar la vuelta. Pero su hermano Alí, public-relations del movimiento, fue perseguido y violentado por una multitud furiosa. Acorralado finalmente contra la puerta de una escuela casi le linchan… ¡ante mis ojos! Está claro que no me quedé mirando. Como era la única mujer en medio de aquellos locos furiosos, me vieron en seguida, así que salí corriendo.

Una violencia que rompe con el famoso civismo de Adel Afifi, el cargo elegido de los Hermanos Musulmanes en la circunscripción de Gizeh, en El Cairo. Le conocí en una rueda de prensa de la Coordinadora de la Revolución, un consejo consultivo considerado el representante de la sociedad civil ante el primer ministro. Aquel día me invitó amablemente a su casa para presentarme a Mervat, su hermana francófila. Acordamos una cita para el 7 de abril. Adel Afifi vive en Agouza, uno de los barrios de lujo de la capital. Allí las calles son anchas y limpias y los edificios están cuidados. Lejos de las aceras rotas y los muros infectos de los barrios populares de Down town, el antiguo centro de la ciudad de El Cairo. Su piso está justo encima de la sala de exposición y venta de su empresa de fabricación de sanitarios.

Mervant me recibió con una gran sonrisa en los labios y me hizo pasar a un salón. Adel Afifi se unió a nosotras lanzando el tradicional «Salam aleikum», mientras yo echaba un rápido vistazo a mi alrededor. Estábamos en el apartamento típico de la alta burguesía egipcia. No faltaba nada: muebles de estilo victoriano de apariencia lujosa, abundancia de adornos, retratos de familia, incluso pintados, servicios de té expuestos en vitrinas doradas… En resumen, nada que recordase la cultura árabe-musulmana, excepto un Corán bien colocado sobre un velador. Además, mirándolo bien, mis anfitriones vestían de forma occidental, al estilo británico un poco anticuado. Un sencillo detalle distintivo en Mervat: un bonito fulard de marca combinado con el color de su ropa.

Pero su entrada en la política la hizo realmente al ganar las elecciones del sindicato de comerciantes en 1992 y después las de su circunscripción en 1996. Lo que le valió que le nombrasen, a partir de 1997, responsable del buró político de la Hermandad en el distrito de Gizeh, situado justo en el límite de El Cairo. Un éxito coronado por su elección, como diputado, al frente del grupo parlamentario de los Hermanos en 2005. A los 51 años es un hombre importante que siempre muestra una sonrisa cordial y unas convicciones guiadas por una fe profunda. De entrada, me explicó el programa del Partido Justicia y Libertad, resumido en el eslogan «El Islam es la solución».

- Defendemos una economía liberal, pero inspirada en nuestros valores morales. El que trabaja según los principios del Islam lo hace conscientemente. Por ejemplo, para solucionar el problema de la corrupción de los funcionarios, hay que aumentar sus sueldos, para que dejen de utilizar la práctica de la «comisión».

- ¿Y la pobreza endémica?

- Es una de nuestras prioridades, con la lucha contra el analfabetismo. Ya tenemos un programa de desarrollo de microproyectos económicos para los más capacitados y de acción caritativa para los más pobres.

- ¿De dónde sale el dinero?

- Tenemos dinero porque hay empresarios ricos que contribuyen a alimentar nuestros fondos. En el Islam tenemos la zakat, un impuesto que nos obliga a donar todos los años el 2,5% de nuestras ahorros para los necesitados. Es una excelente forma de luchar contra la delincuencia vinculada con la pobreza.

- Sí, pero si ese fuera el caso no habría pobreza entre los musulmanes.

- Tenemos que hacer un gran trabajo de educación, y eso lleva tiempo, respondió riendo.

¡Como si los defectos de la naturaleza humana, y en particular la codicia, se pudieran educar! Adel Afifi es una figura emblemática de los infitahin, quienes se implicaron a fondo en la apertura liberal de la época de Sadat. Una especie de protestantes estadounidenses que combinan el gusto por el dinero y la conciencia caritativa. Para ellos, ya no se trata de un «Estado islámico», sino de un «Estado mínimo» que deje un amplio margen a la iniciativa individual y al sector privado en todos los ámbitos. Una especie de neoliberalismo en el cual la religión encuentra su lugar en la sociedad, muy en sintonía con la globalización. Así que no es de extrañar que los Hermanos Musulmanes egipcios, y también los de otras partes del mundo incluida Europa, gocen de las simpatías de la administración estadounidense.

- Entonces, ustedes son reformistas, no revolucionarios.

- Nosotros deseamos ante todo que el Majliss el askari (el CSFA) devuelva el poder a los civiles y regrese a los cuarteles después de las elecciones legislativas y presidenciales. Pero también somos conscientes de que el viejo sistema todavía está presente con su policía. El ejército sigue siendo la garantía de la cohesión nacional.

Adel Afifi es un hombre lúcido. No se plantea cuestionar el programa de transición decidido por la alta jerarquía militar. Tampoco plantea una asamblea constituyente encargada de una auténtica refundación del sistema. Los Hermanos Musulmanes renunciaron a su exigencia de revisar la Constitución… oficialmente para «ir más rápido» en el proceso de reformas. Además ni siquiera van a presentar un candidato a las elecciones presidenciales.

Porque la realidad es más prosaica. Poco importa, en efecto, que el nuevo presidente sea laico o que otras formaciones políticas, incluso opuestas a ellos, accedan a la Asamblea Nacional. Con la fuerza que les proporciona la seguridad de ser la primera fuerza política organizada del país –incluso en la administración del Estado- no tienen nada que temer de un presidente, incluso aunque éste salga de las filas del ejército. Además, en 2005 los Hermanos apoyaron la continuidad del presidente Mubarak favoreciendo una lógica de negociación con el régimen. Una democracia controlada al estilo turco les iría como un guante. Y al igual que sus homólogos de Estambul también han prometido respetar los acuerdos de Egipto con Israel.

«Queremos dar a los demás partidos la oportunidad de estar representados» prosigue Adel Afifi. ¡No queremos ser un monopolio! Es obvio que los Hermanos Musulmanes han aprendido la lección de la experiencia argelina. En efecto, un aluvión de islamismo podría asustar a Occidente. De nuevo la cantinela angelical de las libertades individuales y públicas. «En el Islam existen el culto y las reglas sociales. Los judíos y los cristianos son libres de practicar su religión. Ustedes son libres de hacer lo que quieran en su espacio privado. Pero las reglas sociales se les aplican como a los musulmanes, ¡como a todos los egipcios!», continúa Afifi. Lógico: en cualquier democracia se aplica la ley a todos los ciudadanos.

Sin embargo, Egipto está iniciando un proceso de transición -¡y no democrático!- que hace presagiar futuras tensiones sobre las cuestiones de las libertades públicas. Como los neoconservadores estadounidenses, los Hermanos Musulmanes son hostiles a la diversificación de las formas de vida, considerada inmoral, y critican el feminismo, la homosexualidad y cualquier práctica social que consideren contraria a las buenas costumbres.

Por otra parte la minoría copta, que representa el 10% de los egipcios, manifiesta vivamente su inquietud, sobre todo tras los violentos enfrentamientos -nueve muertos y más de 140 heridos- que tuvieron lugar el pasado 7 de mayo en Imbaba, un barrio popular de El Cairo, entre cristianos y musulmanes… y los famosos baltaguya (matones) que incendiaron una a una las iglesias de los alrededores. Un rumor –tipo leyenda urbana- divulgado por los medios de comunicación salafistas se propagó como un reguero de pólvora en forma de SMS: «¡Atención! Una mujer copta convertida al Islam está presa y atada con cuerdas en la iglesia de Imbaba». No hizo falta más para calentar los ánimos y despertar las viejas tensiones sociales. En los barrios populares, en efecto, los cristianos consiguen salir adelante mejor que los demás –solidaridad comunitaria obliga- y muchos los envidian. ¡En cuestión de tolerancia los Hermanos Musulmanes todavía tienen mucho trabajo que hacer! En Egipto casi la mitad de los 84 millones de habitantes vive bajo el umbral de la pobreza, y más de una cuarta parte de la población egipcia es analfabeta.

¡Pero los «Hermanos» tienen respuestas para todo! «La mejor forma de luchar contra el oscurantismo es la educación», afirmaba Adel Afifi. «Entre los salafistas hay personas cercanas a nosotros que aceptan nuestro pensamiento político y nuestro programa para reconstruir el país. Pero otros, próximos a los wahabíes, nos consideran moderados. Éstos quieren aplicar inmediatamente los principios del Islam. ¡Es una herejía! Hay que conseguir la adhesión de la gente y no obligarla por la fuerza».

Esos «otros» precisamente, los musulmanes estrictos muy anclados en los barrios populares, acaban de crear un partido para presentarse a las elecciones. Y estimulados por el resultado del referéndum de la Constitución –una parte de los salafistas hizo campaña con los Hermanos Musulmanes por el «sí»- su líder, el Jeque Mohamed Hassan Yakoub, desde la altura de su arrogancia, hizo unas polémicas declaraciones en la televisión: «Hemos ganado la batalla de las urnas. Los que no estén contentos, ¡que se vayan a vivir a Estados Unidos!». Esto levantó protestas en sus propias filas. En efecto, los disidentes organizaron una manifestación al día siguiente ante la mezquita del Jeque… ¡en Imbaba! Entonces, ¿estos manifestantes salafistas son unos esquizofrénicos? A la fuerza, cuando se sabe que una parte de ellos son una especie de cuáqueros musulmanes que forman pequeñas comunidades alrededor de algunas mezquitas de sus barrios. Predican el retorno a las fuentes del Islam en sus comportamientos individuales pero sin escupir por este hecho sobre las herramientas de la modernidad: el teléfono móvil e Internet en primer lugar. Porque la interiorización de los estándares occidentales en esta sociedad egipcia en plena mutación tiene como consecuencia reenviar la ley islámica al espacio público. Es lo que ha hecho declarar al Jeque Gamil 'Allam, un ulema muy respetado del instituto islámico de Al-Azhar, que los últimos salafistas eran… ¡los compañeros del Profeta!

Pero «en el país de los ciegos el tuerto es rey». Así pues, la competencia en los medios islamistas para hacerse con la calle durante las próximas elecciones legislativas previstas para septiembre, se anuncia dura. Como prueba, la Hermandad sufí de los 'Azzamiyen -¡con un millón de adeptos!- se lanza también a la batalla electoral con su propio partido político, el Partido para la Liberación de Egipto, para cortar el paso al mismo tiempo a los salafistas y a los Hermanos Musulmanes. Porque aunque lo niegan, estos últimos no siempre tienen buena prensa. En efecto, tanto en los barrios lujosos como en los pobres, a los «Hermanos» se les acusa a menudo de haberse enriquecido en la odiada época de Mubarak. Sin contar que gracias a la nueva apertura política ha surgido una auténtica fronda «revolucionaria» dentro de la propia Hermandad.

Es cierto que la vieja guardia conservadora ha sido gravemente sacudida por una juventud conectada con la modernidad que habla más de democracia que del Corán. Los manifestantes se escindieron y crearon un movimiento, El Wassat, primer partido autorizado por el CSFA tras la caída de Mubarak. Hay que señalar que el esbozo de programa propuesto hace cuatro años escaldó a más de uno. El texto, en efecto, proponía un comité religioso supremo que presidiera, como en Irán, los destinos del país y que prohibiera a las mujeres y a los coptos presentarse como candidatos a la presidencia de la República. Desde entonces los Hermanos Musulmanes han revisado su postura.

Pero el golpe más duro lo asestó el doctor Abdelmoneim Abdoulfotouh, el patrón de la todopoderosa Unión Árabe Médica –más de 400.000 miembros en todo el mundo árabe-musulmán salvo en Arabia Saudí- y fundador del segundo buró político de la Hermandad durante su reconstitución en 1969. Conocido en particular por sus ideas reformistas y su apertura a favor de las mujeres y la minoría cristiana, este hombre sofisticado y cultivado próximo a los sesenta años, ha decidido presentar su candidatura a la próxima elección presidencial.

Y eso en contra de la opinión de sus compañeros, que han declarado públicamente que la Hermandad no le apoyará. En marzo de 2011, el doctor Abdoulfotouh y varias personalidades reformadoras más, incluso anunciaron su intención de crear su propio partido, Ennahda, el «Renacimiento», recuperando así el nombre emblemático del movimiento de renacimiento árabe moderno al mismo tiempo político, cultural y religioso de finales del siglo XIX. «El CSFA debe velar para que el proceso revolucionario llegue hasta el final», me explicaba Abdoulfotouh durante nuestra entrevista en la Casa de la Sabiduría, sede de la Unión Árabe Médica y del Sindicato Egipcio de los Médicos. «A diferencia del golpe de Estado de 1952 que destituyó al rey Faruk, el pueblo ha hecho la revolución y el ejército ha intervenido para protegerla», me explicaba convencido.

¡Quizá! Pero al día siguiente del referéndum sobre la constitución los egipcios se despertaron con resaca. ¡Fin de la euforia democrática! El «sí» masivo (el 77% de los 20 millones de electores) al lifting constitucional ha supuesto el final de la «revolución del 25 de enero» y ha confirmado el importante papel de los Hermanos Musulmanes en la escena política egipcia. Pero en realidad la tarea no será fácil. Porque los Hermanos Musulmanes, a quienes acechan las corrientes islamistas radicales, y también el polo democrático naciente, podrían ser los primeros en sufrir los inconvenientes de esta transición política cuyo árbitro es, digan lo que digan... el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que sigue sin fijar la fecha de las elecciones presidenciales.

Fotos Rabha Attaf

Fuente: http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=4896






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