Pancarta en Benghazi contra intervención extranjera. Foto: Al Jazeera Pancarta en Benghazi contra intervención extranjera. Foto: Al Jazeera Los gobiernos de Venezuela y Cuba, correctamente, se han opuesto en las instituciones internacionales a cualquier intervención imperialista en Libia. Además, han criticado la hipocresía de aquellos países imperialistas que ahora arman un escándalo acerca de las violaciones de los derechos humanos en Libia, mientras que ellos han participado en las guerras imperialistas asesinas en Iraq y Afganistán y han apoyado y siguen apoyando la represión brutal del pueblo palestino por parte del estado de Israel.
El embajador de Venezuela en la ONU, Jorge Valero, lo explicó así:
“¿Quién paga por más de un millón de muertos en Iraq? ¿Quién paga por la masacre permanente contra el pueblo palestino? ¿Por qué no se lleva ante la Corte Penal Internacional a los autores convictos y confesos de estos crimines de guerra, de genocidio, de lesa humanidad? ¿Qué hace el Consejo de Seguridad ante estas horrendas masacres que se comenten impunemente?”
Correctamente, el representante venezolano denunció los auténticos motivos de la intervención imperialista en la región:
“Quienes promueven la utilización de la fuerza militar en contra de Libia no buscan defender los derechos humanos, sino establecer un protectorado para violarlos, como siempre, en una de las más importantes fuentes de petróleo y energía en la región del Medio Oriente.”
El pueblo de Iraq es testigo de ello. Washington inventó una excusa (las supuestas “armas de destrucción masivas”) para atacar a Iraq, con el objetivo de reafirmar su poder y tomar control directo de sus recursos petroleros estratégicos. El objetivo de la invasión no fue el de “establecer la democracia”, y ciertamente hay muy poca democracia hoy en Iraq bajo el gobierno de Maliki. Cuando el mes pasado miles de iraquíes salieron a las calles para exigir electricidad, agua potable, trabajo y pan, se encontraron con la represión brutal de las fuerzas del ejército, con el resultado de varios muertos, detenciones arbitrarias y secuestros de activistas. Y sin embargo, nadie parece haber pedido que se lleve al gobierno de Iraq a los tribunales internacionales.
En realidad, las Naciones Unidas son una farsa. Es un organismo que simplemente refleja el papel dominante del imperialismo estadounidense. Cuando los EEUU consiguen aprobar resoluciones para justificar sus acciones, entonces no les importa usar a la ONU como hoja de parra. Cuando, por cualquier motivo, no consiguen que sus objetivos sean apoyados por la ONU, entonces la ignoran y aplican sus planes de todas maneras. Finalmente, cuando la ONU aprueba resoluciones que condenan al imperialismo de EEUU (por ejemplo contra el bloqueo de Cuba o condenando la opresión de los palestinos por parte de Israel), simplemente las ignoran y las resoluciones nunca se llevan a la práctica. En el caso reciente de la resolución sobre los asentamientos israelíes en Territorio Palestino, los EEUU usaron su derecho de voto para bloquearla. Ese es el interés que tienen en la justicia y los derechos humanos.
En los últimos días se ha hecho mucho ruido y se han tomado algunas acciones concretas por parte de los países imperialistas en relación a Libia. Los EEUU han trasladado dos barcos de guerra anfibios, el USS Ponce y el USS Kearsarge, que transportan helicópteros y jets de combate, al Mediterráneo. Bajo la excusa de la “intervención humanitaria”, las potencias imperialistas (incluyendo entre otras a los EEUU, el Reino Unido, Francia e Italia), están discutiendo qué pasos pueden dar para asegurar la defensa de sus intereses. Los países europeos están preocupados por la posible llegada masiva de refugiados a sus costas. Por otra parte está la cuestión del control sobre el petróleo y el gas, y sobretodo el impacto de la oleada revolucionaria del mundo árabe sobre los precios del petróleo y el impacto que esto podría tener sobre la economía capitalista en su conjunto.
La opción más discutida es una “zona de exclusión aérea”, que ha sido promovida entre otros por los senadores republicano John McCain y demócrata John Kerry. Por sus propios motivos, el primer ministro británico David Cameron, también ha hecho ruidos beligerantes, intentando jugar un papel en la política mundial que Gran Bretaña ya no tiene.
Sin embargo, lo cierto es que incluso una intervención limitada en forma de una zona de exclusión aérea, sería muy arriesgada y difícil de aplicar. El Secretario de Defensa de los EEUU, Robert Gates, se quejó de que “muchos hablan, francamente, a la ligera acerca de estas opciones militares.” Y advirtió sobre las implicaciones de una acción de ese tipo: “Vamos a llamar a las cosas por su nombre: una zona de exclusión aérea empieza con un ataque a Libia, para destruir sus defensas aéreas. Así es como se aplica una zona de exclusión aérea… También implica usar más aviones que los que un sólo porta-aviones puede trasladar. Así que se trata de una gran operación en un país grande.”
El ejército de EE.UU. ya está sobrecargado en Irak y Afganistán, como él mismo subrayó: “Si trasladamos fuerzas adicionales, ¿cuáles serían las consecuencias en Afganistán, en el Golfo Pérsico?, dijo. “¿Y qué otros aliados están dispuestos a trabajar con nosotros en algunas de estas cuestiones?”
Sin embargo, la principal preocupación de los planificadores imperialistas con respecto a la intervención en Libia es la reacción que esto generaría en toda la región. Las masas están hartas del imperialismo, y la ola revolucionaria que se extiende por el mundo árabe está directamente dirigida contra regímenes patrocinados por Estados Unidos. Gates mostró que la clase dominante EE.UU. es consciente de esto cuando dijo: “ También tenemos que considerar, francamente, el uso de los militares de EE.UU. en otro país de Oriente Medio”
Estas consideraciones, por supuesto, no descartan la intervención imperialista en Libia o en cualquier otro lugar, si sus intereses vitales están amenazados. Sin embargo, hacen hincapié en el hecho de que los EE.UU. han sido sorprendidos por la ola revolucionaria y han sido incapaces de intervenir de manera decisiva para determinar el curso de los acontecimientos a su favor.
Frente a las maniobras del imperialismo, y también el modo cínico en el que utilizan la cuestión de los “derechos humanos” y “crímenes contra la humanidad”, Venezuela y Cuba tienen razón al denunciar la hipocresía del imperialismo y al agitar contra intervención de potencias extranjeras en Libia.
Sin embargo, el argumento defendido por ambos países, y de manera prominente por parte de Hugo Chávez y Fidel Castro, se ve socavado por el hecho de que son vistos respaldando a Gadafi, en lugar de apoyar a las masas del pueblo libio, que se han levantado en contra de su régimen.
Es cierto que el embajador de Venezuela ante la ONU dijo en su discurso que Venezuela “saluda a los pueblos árabes que están en un proceso de rebelión pacífica y justiciera, y que buscan un destino mejor por los caminos de la paz.” Pero al mismo tiempo, Fidel Castro ha afirmado que los problemas a los que se enfrenta Libia son diferentes a los de Túnez y Egipto, y ha añadido que, aunque “sin duda alguna, los rostros de los jóvenes que protestaban en Bengasi, hombres, y mujeres con velo o sin velo, expresaban indignación real”, ha habido una “colosal campaña de mentiras, desatada por los medios masivos de información, [que] dio lugar a una gran confusión en la opinión pública mundial.”
El presidente venezolano Hugo Chávez también ha dicho que “no voy a condenar a Gadafi”, que ha sido “amigo de Venezuela, durante mucho tiempo” porque al parecer no se sabe “exactamente lo que en Libia está ocurriendo”. Chávez ha utilizado el ejemplo del 11 de abril de 2002, cuando los medios de comunicación del mundo le acusaron de haber ordenado al ejército disparar contra manifestantes desarmados como justificación del golpe de Estado. Como todos sabemos, más tarde se demostró que todo había sido un montaje, con fuego de francotiradores contra manifestantes tanto de la oposición como revolucionarios.
Sin embargo, en el caso de Libia, la situación es completamente diferente. En Venezuela lo que había era un movimiento reaccionario contra un gobierno electo democráticamente que intentaba poner en práctica reformas progresistas y se levantaba contra el imperialismo. En Libia tenemos un levantamiento popular contra un régimen opresivo que había hecho todo tipo de acuerdos con el imperialismo.
Hasta cierto punto, se puede entender por qué hay confusión en Venezuela acerca de la naturaleza de lo que realmente está sucediendo en Libia. El pueblo venezolano ya no confía en los medios de comunicación capitalistas, totalmente desacreditados por el papel que desempeñaron en el golpe de Estado del 2002. Por otra parte, la oposición contra-revolucionaria venezolana está tratando de subirse al carro de la revolución árabe, diciendo que “el siguiente dictador en caer será Hugo Chávez”.
Es del dominio público que la oposición contra-revolucionaria venezolana recibe financiamiento, capacitación y apoyo de todo tipo desde Washington. En varias ocasiones han sacado sus fuerzas a las calles y provocado enfrentamientos para que parezca como si Chávez fuera un tirano enfrentando una oposición popular (en el periodo previo al golpe del 11 de abril del 2002, durante el paro-saboteo patronal en diciembre de 2002, durante la guarimba en el 2004, las protestas estudiantiles en defensa de RCTV, etc.)No dudarán en hacerlo de nuevo. Sin embargo, lo que estamos viendo en el mundo árabe es precisamente lo contrario: una serie de levantamientos revolucionarios en contra de regímenes dictatoriales respaldados por los EEUU.
Es cierto que el régimen libio de Gadafi llegó al poder a través de un movimiento con amplio apoyo popular contra la monarquía podrida del rey Idris en 1969. En la década de 1970, influenciado por la anterior oleada de la revolución árabe, y bajo el impacto de la recesión de 1974 en todo el mundo, el régimen giró más a la izquierda, expulsando al imperialismo, y tomando medidas importantes contra la propiedad capitalista. Basándose en la riqueza petrolera del país y el pequeño tamaño de su población, fue capaz de poner en práctica muchas reformas progresistas y aumentar sustancialmente la calidad de la vida de la inmensa mayoría de los libios.
Sin embargo, después de la caída de la Unión Soviética, el régimen comenzó a negociar con el imperialismo. Ya en 1993 fueron aprobadas leyes que garantizaban la inversión extranjera. Fue después de la caída de Saddam Hussein en 2003, cuando Gadafi decidió resolver su enfrentamiento con el imperialismo firmando una serie de acuerdos para el desmantelamiento de sus armas de destrucción masiva, pagando indemnizaciones a las víctimas de atentados terroristas, etc. El régimen se convirtió en un socio leal del imperialismo en la llamada “guerra contra el terror” y ha colaborado con la Unión Europea con el fin de fortalecer la “fortaleza Europa” frente a la entrada de inmigrantes subsaharianos ilegales.
Esto fue acompañado por una petición de ingreso en la OMC, la creación de Zonas Especiales de Libre Comercio, la privatización de grandes sectores de la economía, permitir a las multinacionales del petróleo volver al país y la eliminación de los subsidios sobre los productos alimenticios básicos. El objetivo era privatizar el 100% de la economía, según funcionarios libios. Fue precisamente la aplicación de estas políticas lo que provocó un aumento del desempleo (entre el 20 y el 30%), la pobreza y la desigualdad, factores que jugaron un papel clave como desencadenantes del actual levantamiento.
En su último artículo sobre la situación, Fidel Castro insiste en el hecho de que, “Es un hecho irrebatible que las relaciones entre Estados Unidos y sus aliados de la OTAN con Libia en los últimos años eran excelentes, antes de que surgiera la rebelión en Egipto y en Túnez”, y añadió que Libia abrió “a la inversión extranjera sectores estratégicos como la producción y distribución del petróleo” y que “la privatización alcanzó a muchas empresas públicas. El Fondo Monetario Internacional ejerció su beatífico papel en la instrumentación de dichas operaciones.” Y como resultado “Aznar se deshizo en elogios a Gadafi y tras él Blair, Berlusconi, Sarkozy, Zapatero, y hasta mi amigo el Rey de España, desfilaron ante la burlona mirada del líder libio. Estaban felices.” ( Cuba Debate )
En entrevistas reciente con la BBC y ABC News Gadafi explicó que se sentía “traicionado” por las potencias occidentales. Después de haberlos apoyado y seguido sus políticas por algunos años ahora lo han abandonando. Incluso la retórica que utiliza lo demuestra. Cuando acusa a los rebeldes de estar manipulados por Al Qaeda, está usando las mismas tácticas de alarmismo que Ben Alí y, sobre todo, Mubarak, y en realidad está pidiendo a Occidente apoyo contra “el enemigo común”. El verdadero carácter del régimen de Gadafi se puede deducir de su posición en relación con el levantamiento revolucionario en Túnez, donde apoyó abiertamente al aliado de las potencias occidentales, Ben Alí, y criticó a los trabajadores y jóvenes tunecinos !por haberlo derrocado!
En cuanto a la verdad de lo que realmente está sucediendo en Libia, no es necesario escuchar a los medios de comunicación occidentales. Saif al Islam, hijo de Gadafi y mano derecha del dirigente libio, él mismo admitió que el ejército abrió fuego contra los manifestantes desarmados en su discurso del 20 de febrero:
“Por supuesto que hubo muchas muertes, lo que enfureció a muchas gente en Bengasi, pero ¿cómo murieron? El ejército estaba bajo presión, no está acostumbrado al control de multitudes, así que dispararon, pero yo les llamé. El ejército dijo que algunos manifestantes estaban borrachos, otros estaban bajo el efecto de alucinógenos y drogas. El ejército tiene que defender sus armas. Y la gente estaba enojada. Así que hubo muertes, pero al final libios los que fueron asesinados.”
El propio Gadafi ha admitido que hubo “unos pocos cientos de muertos”, pero achacó a que !Al Qaeda había distribuido drogas a los jóvenes!
Los informes de uno de los corresponsales de TeleSUR en Libia, Reed Lindsay (twitter.com/reedtelesur), confirma las informaciones procedentes de otras fuentes: había manifestaciones populares pacíficas y sin armas, y el ejército abrió fuego (véase, por ejemplo, este informe: Telesur).En un informe que envió desde Brega el 2 de marzo (Telesur), describió cómo había soldados que se han sumado a la rebelión, “pero también ciudadanos de todo tipo, hablé con médicos, con ingenieros, con trabajadores de la empresa de petróleo, aquí (están) todos en rebeldía, levantados y armados” y agregó que “esta rebelión empezó pacíficamente hace dos semanas pero ahora la gente está armada para luchar hasta que logren derrocar a Muammar Al-Gadafi”. También rechazó la noción de que hay una guerra civil en Libia: “No estamos hablando de una guerra... este conflicto comenzó con manifestaciones pacíficos, de un lado un pueblo... y del otro lado fuerzas armadas y con armas pesadas además, disparando y disparando a matar” (Unión Radio ).
Como parte de sus informes, Reed Lindsay, también ha confirmado que el pueblo libio, que se han levantado contra Gadafi está firmemente contra la intervención extranjera. “Dicen que si llegan las tropas estadounidenses aquí, van a luchar contra ellos igual como luchan contra el gobierno de Al-Gadafi.”
Otro punto importante que sale a la luz en los informes de Lindsay es con respecto a la actitud de la gente, tanto en Bengasi como en Brega, hacia los gobiernos de América Latina, y en particular los países del ALBA. En Brega muchas personas se preguntan “por qué el presidente venezolano y otros mandatarios de América Latina que están a favor de la justicia social y los cambios revolucionarios ... están apoyando a un dictador que dispara contra su propio pueblo”, dijo (Unión Radio). “Los habitantes... piden que los gobiernos del ALBA abandonen a Gadafi y apoyen la lucha revolucionaria del pueblo Libio” informó desde Bengasi. Según él, los “manifestantes contra Gadafi en Ajdabiya hablan de la lucha compartida con los pueblos de América Latina” (Twitter). Estamos citando a Reed Lindsay, porque no puede se le puede acusar de ser un agente del imperialismo o de distorsionar las noticias con el fin de justificar una intervención por parte del imperialismo.
Incluso el otro corresponsal de TeleSUR, Jordan Rodríguez, que básicamente informa lo que Gadafi y otros funcionarios opinan, sin ningún comentario, tuvo problemas cuando intentó informar sobre los enfrentamientos en los barrios de Trípoli. Su equipo fue detenido por agentes de policía durante cuatro horas, fueron golpeados, amenazados con armas de fuego apuntándoles al estómago y sus imágenes fueron confiscadas (Telesur).Esta era la segunda vez que habían sido detenidos y esto sucedió a pesar de que viajaban en un vehículo diplomático venezolano.
Estos informes sacan a la luz un punto muy importante. La revolución venezolana y en particular el presidente Chávez son inmensamente populares en el mundo árabe, sobre todo después de su oposición abierta y clara a la invasión israelí de Líbano. Las masas de estos países ven a Hugo Chávez como dirigente de un país petrolero que le planta cara al imperialismo y utiliza los recursos petroleros para mejorar las condiciones de vida de las masas. Esto está en marcado contraste con los gobernantes de sus propios países, que son títeres del imperialismo de EE.UU., no abren la boca contra las agresiones de Israel y utilizan los recursos del país para su enriquecimiento personal. Ahí está precisamente una de las claves de la insurrección revolucionaria de las masas árabes. En una encuesta de opinión realizada en el 2009, en varios países árabes, el dirigente mundial más popular era Hugo Chávez con un 36% de apoyo, muy por delante de cualquier otro (pdf).
La única base de apoyo con que puede contar la revolución venezolana son las masas de trabajadores y jóvenes del Medio Oriente y África del Norte, y de todo el mundo, que sienten simpatía y solidaridad con la revolución bolivariana, ya que quisieran que se diera una revolución similar en sus propios países. Hugo Chávez y la revolución bolivariana deben posicionarse claramente a favor de la oleada revolucionaria que sacude al mundo árabe, porque es parte de la revolución mundial, de la que América Latina ha sido por algunos años la vanguardia. Esto incluye dar apoyo al pueblo libio que se levanta contra Gadafi, al mismo tiempo que oponerse a cualquier intervención imperialista.
En sus intentos por impedir la intervención militar extranjera en Libia, Hugo Chávez ha propuesto una comisión de mediación internacional que vaya a Libia. Los informes más recientes en los medios de comunicación indican que mientras que se dice que Gadafi lo habría aceptado, su hijo Saif al-Islam ha rechazado con firmeza la propuesta. “Tenemos que dar las gracias, pero somos lo suficientemente capaces para resolver nuestros problemas por nuestra propia gente”. Los venezolanos, añadió, “son nuestros amigos, los respetamos, nos gustan, pero están muy lejos. No tienen idea de Libia. Libia se encuentra en el Oriente Medio y África del Norte. Venezuela se encuentra en América Central”. Para información de Saif, Venezuela no está en América Central, pero sin duda su mente está concentra en otros asuntos.
Por su parte, los rebeldes de Libia también han rechazado la mediación, diciendo que nadie les ha consultado al respecto, pero que ya es demasiado tarde para las negociaciones, y que demasiadas personas sido asesinadas por Gadafi. Si uno comprende la esencia real de la situación en Libia, es decir, un gobierno reprimiendo brutalmente manifestaciones pacíficas de su propio pueblo, que luego se convierten en un levantamiento popular armado con sectores del ejército y la policía pasándose al pueblo, entonces se puede entender por qué esta propuesta es un error. Es como si en los últimos días de la revolución cubana, cuando el ejército revolucionario estaba a punto de derrocar a Batista, alguien hubiera dicho, “espera un segundo, vamos a tener una mediación internacional, para que pueda haber un entendimiento entre Batista y el Movimiento 26 de Julio. ”
La única posición revolucionaria que se puede tomar en una situación como esta es una de apoyo a la insurrección revolucionaria del pueblo libio. Si Hugo Chávez no se posiciona claramente a favor de las masas revolucionarias del mundo árabe, estaría cometiendo un grave error, un error que la revolución venezolana puede pagar muy caro. Hugo Chávez está mirando la situación de Libia con ojos venezolanos, haciendo comparaciones equivocadas. Los rebeldes de Libia no se pueden comparar a la oposición venezolana y la posición en que el régimen de Gadafi se encuentra no se puede comparar en modo alguno a la que enfrenta Chávez.
Debemos ser claros: lo que estamos viendo en Libia y el resto del mundo árabe no es un 11 de abril del 2002, cuando un golpe de Estado reaccionario fue justificado mediante la manipulación de los medios de comunicación, sino más bien un 27 de febrero de 1989, un levantamiento como el Caracazo, en el que gobiernos usan el Ejército contra manifestantes desarmados. Al mismo tiempo que nos oponemos a la intervención imperialista, debemos tener claro qué lado estamos: del lado del pueblo libio contra el régimen de Gadafi.
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