jueves, 10 de febrero de 2011

Redes sociales y capitalismo cognitivo.







Rebelion. Las redes sociales en el capitalismo cognitivo















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10-02-2011







Las redes sociales en el capitalismo cognitivo




Ediciones Simbióticas






El “tiempo cedido” un

concepto procedente del capitalismo industrial y contaminado para

intentar suavizar la explotación ha sido ahora revertido por el

capitalismo cognitivo. Ese tiempo cedido se reutiliza y se destina, en

gran medida de forma espontánea, para la producción de capital en forma

de conocimiento y su explotación a través de las tecnologías. En muchos

casos los usuarios (prosumidores) de las redes sociales nos convertimos

en trabajadores no asalariados de un sistema de producción que excede a

los cánones fordistas y taylorianos. El tiempo cedido se convierte en

tiempo de producción y lo hace desde un paradigma que nada tiene que ver

con los activos económicos tradicionales. Por ello, entre otras cosas y

por mucho que se empeñen de modo ciego y proteccionista, la gestión

económica del conocimiento no reside en la regulación mercantil de la

propiedad intelectual, eso es lo de menos y otro asunto, la verdadera

paradoja reside en que la explotación de los réditos de esta generación

de conocimiento se acumula en unas pocas manos a través de su

distribución por medios y mecanismos propietarios con vocación e interés

de beneficio. La desalarización del trabajo. Tú generas, tú compartes y

la industria de la tecnología se beneficia. Si bien el conocimiento se

ha convertido en un recurso esencial, su distribución sigue siendo

propietaria. El sistema capitalista evoluciona en cuanto a los medios de

explotación pero no en cuanto a los intereses. Si antes el capital era

la fuerza física y quienes menos beneficio obtenían eran los que

generaban esa fuerza hoy ocurre lo mismo con la fuerza intelectual.




La explotación del capitalismo cognitivo no se fundamenta por ello en

la dicotomía trabajador-fuerza y la distribución de sus excedentes sino

en la portabilidad de ese mismo conocimiento. Por ello el interés

manifestado desde ciertas superestructuras por superar la brecha digital

no reside en la conciencia altruista por ofrecer oportunidades para que

todo el mundo acceda a las tecnologías y sus maquinarias sino en el

interés por que ese conocimiento pueda circular amplia y abundantemente y

por lo tanto generar beneficios. (Un ejemplo evidente lo podemos ver en

la telefonía móvil ¿es posible que se puedan regalar aparatos sin tener

en cuenta sus costes de fabricación? Sí, teniendo en cuenta que lo que

genera beneficio no es su venta sino su uso). En la medida en que esos

canales de comunicación sean más o menos sustanciales, sean de uso

mayoritario, ese conocimiento puede circular y generar valor exógeno,

eso es, no para quienes lo producen sino para quienes lo distribuyen.

Otro asunto, incuestionable y no quiero decir lo contrario, es que esa

tecnología es verdaderamente necesaria y que produce un desarrollo

evidente. Pero se trata del mismo paradigma que moviliza el capital

industrial: no es que el trabajo no sea necesario y que, por tanto,

traiga progreso a la comunidad, sino que ese progreso proviene de los

excedentes y que sin una garantía de sobrelucro no tendría el menor

interés para el capital. Es necesario tener claro que el trabajo, físico

o intelectual, no se ofrece de un modo altruista.





Con ello, nuestro tiempo y lugar de trabajo se han expandido de modo

absoluto sin que tengamos ningún control ni sobre sus rentas ni sobre

sus efectos. Sirve como beneficio para terceros y lo hace sin esa

necesaria co-responsabilidad que, aunque difusa, irregular y muchas

veces injusta, existe en el capitalismo industrial. Si quien tenía la

propiedad (tierra, industria…) tenía el poder sobre lo elaborado

(productos, mercancías…) ahora quien tiene ese poder no es quien

controla la propiedad (la propiedad en este caso somos nosotros mismos)

sino quien controla sus flujos. Es decir, de modo indirecto y

externalizado se obtiene rendimiento sin necesidad alguna de poseer el

lugar de producción. Con dos enormes ventajas: el conocimiento no se

agota con su consumo, por una parte, y, por otra no es necesaria

inversión ni mantenimiento del lugar de producción. Tremenda artimaña

del capital. De este modo el conocimiento generado desde el trabajo

espontáneo (existe una gran diferencia entre el trabajo espontáneo y el

voluntario) y desde la filosofía del bien común genera una plusvalía

derivada que depende de los mecanismos de distribución y transmisión. La

expropiación del conocimiento que mucho tiene que ver con la

expropiación de la cultura.





Vayamos con otro asunto. ¿Cómo medimos la relación valor-producción

si, como hemos dicho, no podemos definir un tiempo estricto y exacto

para la producción de ese conocimiento? Mientras en la organización

industrial existe un tiempo de trabajo y un tiempo de no-trabajo no

tenemos tan clara esa diferencia cuando el producto generado es

intelectual. Es difícil delimitar los tiempos de producción y no

producción ya que en cualquier momento lo podemos generar y distribuir

(tecnología móvil, conectividad ubicua). La jornada laboral no existe.





Resulta evidente que quienes estamos insertos como piezas en el

mencionado capitalismo cognitivo no lo estamos por pertenecer a una

estructura laboral tradicional, es decir, no trabajamos (la mayor parte

de nuestro tiempo) para nadie en concreto sino que nuestra fuerza de

trabajo, colectiva en si misma, está dedicada a satisfacer el

enriquecimiento intelectual global, por una parte, mediante la

distribución voluntaria de nuestros saberes (esta es la parte amable del

asunto), y, por otra, al enriquecimiento material de quienes ponen “a

nuestra disposición” los canales y las tecnologías. ¿Para quién

trabajamos entonces y sin necesidad de contrato? ¿Dónde queda el

principio de escasez sobre el que se sustenta el capitalismo industrial

si el conocimiento no es escaso y además lo multiplicamos sin necesidad

de control logístico ni de almacenamiento? Si el fordismo planteaba el

poder desde la propiedad ahora esa propiedad se centra en el control de

los flujos. Deviene con ello un paradigma extraordinario: cuanto más se

expande la producción de conocimiento más se concentran los centros de

poder que gestionan los flujos de ese conocimiento. La expropiación

intelectual diferida.





Pero, siendo conscientes de esto, démosle otra lectura. Al no existir

una productividad controlada sujeta a leyes de mercado, fuera también

de las lógicas de acumulación y generado desde un sistema

supraindividual colectivo, el valor de lo generado se fundamenta en su

gran capacidad de replicabilidad (que nada tiene que ver con la

reproductibilidad ya que esa sí necesita elementos físicos y tangibles).

En todo caso manifestar mi más absoluta inclinación por la producción

espontánea de conocimiento así como mi ferviente defensa de su libre

distribución. De hecho cualquiera que haya podido experimentar la

intercomunicación y el intercambio intelectual en red comprenderá la

inmensa capacidad de crecimiento que todo ello conlleva. Únicamente

debemos ser conscientes, debemos tener claro que por más que nos quieran

hacer creer que ni esas redes de intercambio ni la cacareada

superación de la brecha digital están ahí por principios altruistas. Ser

conscientes y revertir.

http://www.edicionessimbioticas.info/Las-redes-sociales-en-el






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