Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
El viaje, una vuelta de la victoria para Hu antes de su retiro el próximo año, parece esencialmente vacío de logros o desarrollos significativos, a menos que uno sea accionista de Boeing (y pueda celebrar un día de pago de 19.000 millones de dólares ocasionado parcialmente, si no por completo, por el deseo de China de facilitar la visita con algunos resultados tangibles agradables para el presidente Barack Obama y los amigos de China en el gran capital estadounidense).
Por suerte, se pueden extraer algunas observaciones útiles de la retórica y los efectos visuales relacionados con la visita.
En primer lugar, 2011 no es 2006.
En 2006, la época de la visita anterior de Hu, George W. Bush todavía volaba alto en los primeros años de su segundo período. La “guerra contra el terror”, con unos pocos topetazos, seguía su camino, y el daño a causar a los miembros sobrevivientes del “eje del mal” –Corea del Norte e Irán– estaba muy arriba en los planes de política exterior, después de la destrucción del tercer miembro, Iraq. Enfrentar a China –desde hace tiempo una preocupación del vicepresidente Dick Cheney y de su esposa Lynne Cheney– para que moderara su apoyo a Corea del Norte y a Irán era una prioridad importante. [1]
En abril de 2006, cuando Hu visitó EE.UU., la campaña estadounidense para aislar financieramente y desestabilizar a Corea del Norte –iniciada con la conclusión del Tesoro de que el Banco Delta Asia (BDA) de Macao era una “institución financiera de lavado de dinero” que lo lanzó a la insolvencia– estaba en pleno desarrollo.
Y China sentía la presión.
Como arquitecto del intento, David Asher, testificó ante el Congreso de EE.UU. que el objetivo de la designación del BDA fue un esfuerzo agresivo de “matar al pollo para asustar al mono”, es decir, intimidar a China para que participara activamente en el bloqueo financiero de Corea del Norte, amenazando a sus propias instituciones como el Banco Popular de China con una designación como la usada contra el BDA si continuaba sus operaciones con el régimen de Pyongyang.
La campaña, dirigida por el subsecretario del Tesoro para terrorismo e inteligencia financiera, Stuart Levey, fue de alcance global y, según se informa, suficientemente exitosa como para obligar a algunos bancos chinos a cortar los vínculos bancarios con Corea del Norte. Sin embargo, EE.UU. no logró que el gobierno chino cambiara su política hacia Corea del Norte, o siquiera que abandonara su apoyo al BDA. [2]
El papel de China como impedimento para las políticas del gobierno de Bush no contribuyó a un entorno particularmente acogedor para la visita de Hu.
Como informó en esa época Dana Milbank:
“El líder chino, obsesionado por el protocolo, sufrió un día lleno de indignidades –algunas intencionadas, otras por simple descuido. La visita comenzó con un desaire cuando el anunciador oficial dijo que la banda tocaría el “himno nacional de la República de China”, el nombre oficial de Taiwán. Continuaron cuando el vicepresidente Cheney se puso gafas solares para la ceremonia, y otro cuando Hu, que trataba de abandonar el escenario por la escalera equivocada, fue jalado bruscamente por su chaqueta. Hu miró hacia su manga, para ver al presidente de EE.UU. que tiraba de ella como si estuviera reorientando a un niño perdido.
Y hubo desaires intencionados. China quería una visita formal de Estado, como la que realizó Jiang [Zemin], pero el gobierno se negó, calificándola en su lugar de visita “oficial”. Bush aceptó el saludo de 21 cañonazos pero insistió en un almuerzo en lugar de una cena formal, en el Salón Este en lugar del Salón de Cena Estatal. Incluso no hubo banderas del país visitante en los postes de alumbrado cercanos a la Casa Blanca.” [3]
Además de su trasgresión al ponerse gafas solares, Cheney también tuvo que desmentir que mientras Hu informaba en el Despacho Oval él echó una siestecita en su silla (y al hacerlo dejó, tal vez sin intención, la impresión que realmente había decidido simular sueño a fin de mostrar su desdén por el jerarca rojo).
El colmo de la desastrosa visita fue el estallido de la doctora Wang Wenyi, encargada de Falungong sobre el tema de la vivisección y cosecha de órganos que supuestamente fueron infligidos a arrestados de Falungong por el gobierno chino.
A pesar de que la seguridad maltesa le había negado credenciales de prensa durante una visita previa de Hu, Wang logró evadir de alguna manera el escrutinio de la oficina de prensa de la Casa Blanca y adquirir una credencial de un día para la visita de Hu como representante de prensa del Epoch Times de Falungong.
Cuesta evitar la sospecha de que alguien en la oficina de prensa pensó que podría ser algo divertido juntar a Hu con una activista de Falungong.
En 2006, el Servicio Secreto no se cubrió de gloria, tampoco cuando, como lo describe Milbank:
“90 segundos después del comienzo del discurso de Hu en la Pradera Sur, la mujer comenzó a gritar: “¡Presidente Hu, tus días están contados!” y “¡Presidente Bush, impídale que siga matando!”
Bush y Hu levantaron la vista, sorprendidos. Se tardó tanto en silenciarla –tres minutos completos– que los asistentes de Bush comenzaron a preguntarse si la estrategia del Servicio Secreto era dejar que gritara hasta enronquecer. El azorado presidente chino intentó titubeando continuar su discurso y la cobertura televisiva pasó a pantalla dividida.
Avancemos a 2011.
China es posiblemente la segunda economía del mundo, ha soportado a las mil maravillas la “gran recesión” y tiene suficiente dinero e influencia para evitar que se trate a Hu como un dictador de pacotilla en este viaje.
Hu recibió el tratamiento máximo de visita de Estado de Obama, incluyendo no una sino dos cenas con el presidente. También fue atendido agradablemente por el vicepresidente Joe Biden, quien lo recibió con alfombra roja y guardia ceremonial militar en la Base Andrews de la Fuerza Aérea.
Durante la conferencia de prensa conjunta, Hu fue interrumpido con abucheos por manifestantes al otro lado de la calle, pero nadie se alzó en el grupo de la prensa para gritarle. (No obstante, China bloqueó cuidadosamente la transmisión en vivo de CNN de la conferencia de prensa, llevando al predecible aluvión de “los comunistas no pueden enfrentar la verdad” en las noticias y publicaciones de los blog).
Palabras duras sobre la moneda china y temas de derechos humanos y la irritante costumbre de Pekín de apoyar a Corea del Norte e Irán fueron cuidadosamente moduladas, y ambos dirigentes presentaron un tango predecible y bastante tedioso ante los medios.
Por lo tanto, en el área de los efectos visuales, China logró lo que quería: reconocimiento, no necesariamente de su condición de floreciente potencia regional, sino de su papel como importante interlocutor de EE.UU.
La visita de Hu coloca a China al mismo nivel de aliados estratégicos de EE.UU. como India (visita de Estado del primer ministro Manmohan Singh, noviembre de 2009) y la República de Corea (visita de Estado del presidente Lee Myung-bak, junio de 2010), mientras deja atrás a Japón (que, presumiblemente como castigo por su mal funcionamiento político y su incapacidad de seguir la línea de EE.UU. sobre la reubicación de la Base Aérea de la Marina Futenma en Okinawa, ha tenido que contentarse con una visita oficial no-estatal del primer ministro Naoto Kan, en septiembre de 2010).
El reconocimiento como nación con la que habla EE.UU., en lugar de otra a la que sermonea EE.UU., es un importante objetivo de la política exterior china.
En el caluroso brillo de autoestima ocasionado por la elección de Obama, quien ha restaurado la política exterior de EE.UU. a una postura de participación, negociación y multilateralismo, los observadores estadounidenses desdeñan a menudo los años de anti-diplomacia unilateral y coercitiva de Bush como aberración irrelevante.
China, se puede decir, no lo ha hecho, y puede recordar tiempos en los cuales la potencia militar, diplomática y económica de EE.UU. se concentró contra naciones cuyo sistema político, influencia económica y deseo de una política exterior independiente, las hacía parecer una amenaza.
Tiempos como los actuales, de hecho.
A pesar de la ostensible amenaza existencial planteada por los tambaleantes misiles y malogradas bombas nucleares de Corea del Norte, le cuesta a China considerar la alianza estratégica entre EE.UU., la República de Corea y Japón, ostensiblemente orientados a la desnuclearización de Corea del Norte, como otra cosa que un esfuerzo de contención contra China.
El objetivo aproximado de China es salirse de las complicaciones norcoreanas y de la ola de presión orquestada aplicada a Pakín por Seúl, Tokio y Washington cada vez que Corea del Norte se porta mal.
Espera lograr la reanudación de las conversaciones a seis bandas, que vuelven a colocar a China en un plano de igualdad, incluso como socio principal en la seguridad del norte de Asia –una posición que tiene que ser reconocida por EE.UU.
En la conclusión de la “entrevista” de Hu (preguntas preparadas con respuestas por escrito) con el Washington Post en la víspera de la visita, virtualmente la única posición política concreta de todo el ejercicio de 3.000 palabras respecto a las conversaciones a seis bandas es:
“China propugna y promueve activamente el proceso de Conversaciones a Seis Bandas. Esperamos que partiendo de los intereses generales de la desnuclearización de la península y de la paz y estabilidad regionales, las partes en cuestión tomen medidas activas y creen condiciones para la reanudación de las Conversaciones a Seis Bandas. Estoy convencido de que siempre que las partes se respeten mutuamente, inicien consultas sobre una base igualitaria e implementen la Declaración Conjunta del 19 de septiembre de una manera exhaustiva y equilibrada a través de las Conversaciones a Seis Bandas, llegarán a una solución apropiada en el tema nuclear coreano y contribuirán a una paz duradera y a la estabilidad en la península y en el noreste de Asia. [4]
La perspectiva de un acuerdo entre EE.UU. y China sobre la reanudación de las conversaciones a seis bandas ha causado consternación en Corea del Sur. Actualmente Corea del Sur posee un veto de facto contra la diplomacia norcoreana –la posición declarada de EE.UU. es que el Norte tiene que realizar un diálogo inter-coreano a satisfacción del Sur antes de que puedan reanudarse las conversaciones más amplias a seis bandas– y no quiere ver que su posición dirigente sea diluida por acuerdos entre EE.UU. y China.
Bajo el titular “La visita de Hu Jintao de China: Corea del Sur preocupada de que Obama ceda sobre conversaciones con Corea del Norte”, Donald Kirk del Christian Science Monitor Donald Kirk escribió:
“La principal preocupación de Corea del Sur parece ser que el Obama acepte el llamado de Hu de conversaciones a seis bandas sin el acuerdo pleno del Sur –y sin concesiones sustantivas de parte de Corea del Norte… El motivo es que “las conversaciones a seis bandas no valen sólo para el tema nuclear sino para disminuir las tensiones”, dice el señor Choi [Jin-wook, analista senior de Corea del Norte en el Instituto Corea de Unificación Nacional]. “Corea del Norte está desesperada por hablar con Washington. Por ese motivo Washington quiere reunirse y Seúl no quiere que se reúnan.” [5]
Viajando por Asia, Stephen Walt de Harvard informó sobre temores similares por parte de otro Estado que depende del apoyo de EE.UU. para enfrentar a Pekín: Vietnam.
“He dado varias conferencias desde mi llegada, y me reuní con una serie de funcionarios vietnamitas. Un tema que ha surgido repetidamente es el temor de que EE.UU. y China lleguen a alguna especie de condominio de grandes potencias, a costa de las potencias más débiles en la región. Existe evidentemente mucha preocupación de que EE.UU. “llegue a un acuerdo” con China, dándole en efecto mano libre en su vecindario a cambio de concesiones en otros sitios. [6]
Corea del Sur, Japón, y Vietnam no tienen que prepararse todavía para un “choque Obama”.
La contención de China todavía tiene demasiado sentido diplomático y político para EE.UU. (así como sentido empresarial para las industrias de la defensa) como para abandonarla ahora.
Incluso si se reanudan las conversaciones a seis bandas, la coalición de Corea del Sur/Japón/EE.UU. debería poder mantener un frente unido en la negociación con China.
Sin embargo, el simple hecho de que EE.UU. haya estado dispuesto a otorgar el prestigio de una visita de Estado al dirigente de un Estado comunista algo temible que se niega a adherirse al programa de seguridad estadounidense para Asia es, de por sí, significativo.
En su discurso del 14 de enero dando el tono para la visita de Hu, Hillary Clinton trató de tranquilizar a los aliados respecto a la firmeza de EE.UU. Pero también dejó claro que EE.UU. mira más allá de una estrategia de contención:
“Algunos en la región y algunos aquí en el interior ven el crecimiento de China como amenaza que conducirá bien a un conflicto al estilo de la Guerra Fría o a la decadencia de EE.UU. Y algunos en China se preocupan de que EE.UU. tienda a contener el ascenso de China y a limitar el crecimiento de China, un punto de vista que aviva una nueva tendencia de nacionalismo chino asertivo. Rechazamos esos puntos de vista.
En el Siglo XXI no tiene sentido aplicar las teorías de suma cero del Siglo XIX sobre cómo interactúan las grandes potencias. Nos movemos por territorio inexplorado. Necesitamos nuevas manera de comprender las dinámicas cambiantes del paisaje internacional, un paisaje marcado por centros emergentes de influencia, y también por protagonistas no tradicionales, incluso no estatales, y los desafíos y oportunidades sin precedentes creados por la globalización. Es un hecho que creemos que es especialmente aplicable a la relación entre EE.UU. y China. Nuestra participación –de hecho, yo diría nuestro compromiso– sólo puede entenderse en el contexto de un panorama nuevo y más complicado.” [7]
A un nivel práctico Hu puede sentirse alentado por el hecho de que su visita de Estado –y el deseo evidente de EE.UU. de cooperar con China a algunos niveles importantes– envíe un mensaje desalentador a pequeños vecinos que cuentan con el compromiso de EE.UU. hacia una estrategia tradicional de contención para apoyarlos cuando tiran de las barbas del dragón.
Eso permite que China siembre el miedo, la inseguridad y la duda en los corazones y políticas de los Estados asiáticos más pequeños de primera línea que ponen sus esperanzas en EE.UU. como contrapeso fiable y permanente ante la injerencia económica y militar china.
Corea del Sur y Japón pueden esperar una vuelta de "divide y conquista" mientras China afirma la existencia de una relación especial entre EE.UU. y China para cortar y picar en trocitos el eje conservador surcoreano/japonés representado por el presidente surcoreano Lee Myung-bak y el ministro de exteriores de Japón, Seiji Maehara, mediante contactos bilaterales, llamados al interés propio nacional, corporativo e individual, e invocaciones a la relación especial, exclusiva, entre Pekín y Washington que Tokio y Seúl no pueden presumir de compartir -pero que tal vez pueden esperar emular.
Notas
1. Gary Hart, Lynne Cheney, and War with China, The Atlantic, 5 de julio de 2007.
2. Two Lost Years, China Matters, 19 de julio de 2007.
3. China and Its President Greeted by a Host of Indignities, Washington Post, 21 de abril de 2006.
4. China's Hu Jintao answers questions with Washington Post, 16 de enero de 2011.
5. China's Hu Jintao's visit: South Korea is worried Obama will cave on North Korea talks, Yahoo!, 18 de enero de 2011.
6. What Obama should NOT say to Hu Jintao , Foreign Policy, 18 de enero de 2011.
7. Inaugural Richard C. Holbrooke Lecture on a Broad Vision of US-China Relations in the 21st Century, 14 de enero de 2011.
Peter Lee escribe sobre asuntos del Este y del Sur de Asia y su intersección con la política exterior de EE.UU.
(Copyright 2011 Asia Times Online (Holdings) Ltd. All rights reserved.
Fuente: http://www.atimes.com/atimes/
rCR
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