miércoles, 12 de enero de 2011

M. Judson, programa de acción para la izquierda europea.







Rebelion. Una estrategia europea para la izquierda















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Europa






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12-01-2011






Los efectos globales de la crisis económica

Una estrategia europea para la izquierda




Socialist Project/Global Research



Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens




Los efectos globales de la crisis han empeorado aún más por lo que sucede en Europa. Durante treinta años las contradicciones del capitalismo se han ido superando con la ayuda de una enorme acumulación de derechos ficticios de la plusvalía. La crisis amenaza con destruirlos. Los gobiernos burgueses han decidido preservarlos afirmando que tenemos que salvar a los bancos. Han asumiso la responsabilidad de las deudas de los bancos y no han pedido prácticamente nada a cambio. Sin embargo, habría sido posible hacer que este rescate se condicionase a algunas garantías. Podrían haber prohibido los instrumentos financieros especulativos y haber cerrado los vacíos tributarios. Podrían incluso haber insistido en que asuman su responsabilidad de una parte de la deuda pública, que aumentó drásticamente debido a ese rescate.

Ahora estamos en la segunda fase. Después de pasar la deuda del sector privado al público, es la clase trabajadora la que tiene que pagar. Esta terapia de choque se impone mediante planes de austeridad que son todos generalmente similares: un recorte en los gastos sociales y un aumento de los impuestos más injustos. No hay alternativa a esta forma de violencia social aparte de que sean los accionistas y los acreedores los que paguen. Es obvio y todos lo comprenden.

El colapso de un plan de la clase gobernante

Pero también piden que la clase trabajadora europea pague el colapso del proyecto para Europa de la clase gobernante. La clase gobernante pensó que había encontrado un buen sistema con la moneda única, el pacto de estabilidad presupuestaria (“Pacto de estabilidad y crecimiento”) y la desregulación de las finanzas y del movimiento de capital. La creación de una competencia entre los modelos sociales y la reducción de los ingresos de los asalariados se convirtieron en la única manera de regular la competencia inter-capitalista y de intensificar las desigualdades que beneficiaron a sólo una estrecha capa de gente en la sociedad.

Sin embargo este modelo empezó la casa por el tejado y no era viable. Presuponía que las economías europeas eran más homogéneas de lo que son en realidad. Las diferencias entre los países aumentaron debido a su lugar en el mercado global y su sensibilidad al tipo de cambio del euro. Las tasas de inflación no convergieron y los tipos de interés favorecieron burbujas inmobiliarias, etc. Todas las contradicciones de un programa limitado de integración europea que descubren actualmente los liberales del euro existían antes de la crisis. Pero están estallando bajo ataques especulativos contra las deudas soberanas de los países más expuestos.

Bajo el concepto abstracto de “mercados financieros” se encuentran sobre todo instituciones financieras europeas que especulan utilizando capital que los Estados les prestan a intereses muy bajos. Esta especulación sólo es posible debido a la política de no intervención de los Estados y tenemos que verla como presión aplicada a gobiernos aquiescentes para que estabilicen presupuestos sobre las espaldas de la gente de Europa y defiendan los intereses de los bancos.

Dos tareas inmediatas

Desde el punto de vista de la clase trabajadora es obvio lo que hay que hacer: tenemos que resistir la ofensiva de austeridad y negarnos a pagar la deuda, que no es otra cosa que la deuda de la crisis bancaria. El plan alternativo en el que hay que basar esta resistencia exige otra manera de compartir la riqueza de la sociedad. Es una demanda coherente. Se opone de hecho a la reducción de salarios, en otras palabras la apropiación de una parte creciente de la plusvalía por el capital.

La alternativa requiere una verdadera reforma fiscal que recupere los regalos que se han otorgado durante años a los negocios y a los ricos. También implica la cancelación de la deuda. La deuda y los intereses de la mayoría de la población son totalmente incompatibles. No puede haber una salida progresista a la crisis que no cuestione la deuda, sea negándose a pagarla o reestructurándola. En todo caso, algunos países no cumplirán con sus pagos y por ello es importante anticipar esta situación y decir cómo hay que administrarla.

¿Abandonar el euro?

La ofensiva que enfrentan los pueblos de Europa, es innegablemente empeorada por la camisa de fuerza europea. Por ejemplo el Banco Central Europeo, a diferencia de la Reserva Federal en EE.UU., no puede monetizar la deuda pública comprando bonos del tesoro. ¿Permitiría el abandono del euro que se aflojara la camisa de fuerza? Es lo que sugieren como paso inmediato para Grecia algunos de la izquierda como Costas Lapavitsas y sus colegas. Proponen que se haga de inmediato sin esperar que la izquierda se una para cambiar la zona euro, lo que considera imposible.

La misma idea se presenta en otros sitios en Europa y se recibe con una objeción inmediata de que incluso aunque Gran Bretaña no forma parte de la zona euro no está protegida del clima de austeridad. También es fácil comprender por qué la derecha, como el Frente Nacional en Francia, quiere abandonar el euro. Al contrario, cuesta ver cuáles podrían ser los méritos de una consigna semejante para la izquierda radical. Si un gobierno liberal fuera obligado a tomar una medida semejante por la presión de los acontecimientos es obvio que sería el pretexto para una austeridad aún más severa que la que hemos visto hasta ahora. Además no nos permitiría establecer un nuevo equilibrio de fuerzas más favorable a la clase trabajadora. Es la lección que se puede extraer de todas las experiencias del pasado.

El abandono del euro por un gobierno de izquierda sería un importante error estratégico. La nueva moneda sería devaluada ya que es, después de todo, el objetivo deseado. Pero eso abriría de inmediato un espacio que los mercados financieros utilizarían para iniciar una ofensiva especuladora. Provocaría un ciclo de devaluación, inflación y austeridad. Además la deuda, que hasta ese momento se denominaba en euros o dólares, aumentaría repentinamente como resultado de esa devaluación. Todo gobierno de izquierda que decidiera tomar medidas a favor de la clase trabajadora caería bajo una enorme presión del capitalismo internacional. Pero desde un punto de vista táctico sería mejor en esta prueba de fuerza utilizar la calidad de miembro de la zona euro como fuente de conflicto.

Es básicamente verdad que el proyecto europeo basado en la moneda única no es coherente y es incompleto. Elimina una variable de ajuste, la tasa de cambio, del conjunto de diferentes precios y salarios dentro de la zona euro. Los países en la periferia tienen por lo tanto la alternativa entre el camino alemán de congelar los salarios o sufrir una reducción en la competitividad y perder mercados. Esta situación lleva a una especie de impasse y no hay soluciones que puedan aplicarse de inmediato: dar marcha atrás lanzaría a Europa a una crisis que afectaría con mayor dureza a los países más frágiles; y comenzar un nuevo proyecto europeo parece fuera de alcance por el momento.

Si la zona euro estalla las economías más frágiles serán desestabilizadas por ataques especulativos. Ni siquiera Alemania tendría algo que ganar porque su moneda aumentaría incontrolablemente de valor y el país pasaría por lo que EE.UU. trata actualmente de imponer a varios países con su política monetaria. [1]

Existen otras soluciones que requieren una remodelación total de la Unión Europea: un presupuesto financiado por un impuesto común al capital y que financie fondos de armonización e inversiones que sean social y ecológicamente útiles, y que los países más ricos ayuden a los más pobres con su deuda pública. Pero, de nuevo, ese resultado no es posible a corto plazo, no por falta de planes alternativos sino porque su implementación requiere un cambio radical en el equilibrio de fuerzas en el ámbito europeo.

¿Qué deberíamos hacer en un momento tan difícil? La lucha contra los planes de austeridad y la negativa a pagar la deuda constituyen la rampa de lanzamiento de una contraofensiva. Entonces tenemos que asegurar que la resistencia sea fortalecida por los argumentos a favor de un proyecto alternativo y la elaboración de un programa que presente respuestas “prácticas” y una explicación general del contenido de clase de la crisis. [2]

La tarea específica de la izquierda radical internacionalista es vincular las luchas sociales que ocurren en cada país con la argumentación por una Europa diferente. ¿Qué hacen las clases gobernantes? Reconocen la realidad de las políticas que tienen que seguir porque defienden intereses que siguen basándose en gran parte en lo nacional y son contradictorios. Pero en cuanto tienen que imponer medidas de austeridad a sus propias clases trabajadoras presentan un sólido frente unido.

Hay cosas mejores que hacer que subrayar las diferencias muy reales que existen entre los países. Lo que está en juego es asumir un punto de vista internacionalista con respecto a la crisis en Europa. La única manera de oponerse realmente al ascenso de la extrema derecha es sugerir otros objetivos que los chivos expiatorios de costumbre y afirmar una verdadera solidaridad internacional con los pueblos que están sufriendo más debido a la crisis, exigiendo que las deudas sean compartidas por igual en toda Europa. Por lo tanto, tenemos que presentar, para Europa, un proyecto alternativo al de la burguesía europea que arrastra hacia atrás a todos los países desde el punto de vista social. ¿Cómo es posible que no se comprenda que nuestras movilizaciones, a las cuales la clase gobernante se enfrenta de manera coordinada en el ámbito europeo, tienen que basarse en nuestro propio proyecto coordinado? Aunque es verdad que las luchas que tienen lugar en un marco nacional serían fortalecidas por una perspectiva semejante en lugar de ser debilitadas u orientadas hacia callejones sin salida nacionalistas. Los estudiantes que se manifestaron en Londres gritando “todos juntos en esto, todos juntos en esto” son un símbolo de esa esperanza viva.

Por una estrategia europea

La tarea es tan difícil como el período abierto por la crisis. Sin embargo, la izquierda radical no debe bloquearse en la alternativa imposible e iniciar la arriesgada aventura de abandonar el euro y una idea utópica de armonización monetaria. Podríamos fácilmente trabajar hacia algunos objetivos intermedios que cuestionen las instituciones europeas. Por ejemplo:

  • Los Estados de la Unión Europea deberían pedir prestado directamente al Banco Central Europeo (BCE) a tasas de interés muy bajas y los bancos del sector privado deberían ser obligados a hacerse cargo de una cierta proporción de la deuda pública.
  • Debería establecerse un mecanismo para defaults, que permita que la deuda del sector público sea anulada en proporción a las ventajas tributarias para los ricos y el dinero gastado en rescates de los bancos.
  • La estabilización presupuestaria tiene que modificarse mediante una reforma fiscal que grave movimientos de capital, transacciones financieras, dividendos, grandes fortunas, altos salarios e ingresos de capital a una tasa estándar en toda Europa.
  • Tenemos que comprender que estos objetivos no están más o menos distantes que una “salida del euro” que sería beneficiosa para la gente trabajadora. Sería definitivamente absurdo esperar una salida simultánea o coordinada para todos los países europeos. La única hipótesis estratégica que uno puede concebir entonces debe tomar como punto de salida la experiencia de una transformación social que comience en un país. El gobierno del país en cuestión toma medidas, por ejemplo, la imposición de un impuesto al capital. Si piensa con claridad, anticipará que será objeto de represalias e impondrá controles sobre el capital. Al tomar esta medida de reforma tributaria entra abiertamente en conflicto con las reglas del juego europeo. No tiene interés en abandonar unilateralmente el euro. Sería un enorme error, estratégico ya que la nueva moneda sería atacada de inmediato con el objetivo de derrumbar la economía del país “rebelde”.

Tenemos que abandonar la idea de que existen atajos “técnicos”, suponer que el conflicto es inevitable y estructurar un equilibrio favorable de fuerzas del que forme parte la dimensión europea. Un punto de apoyo es la capacidad de dañar intereses capitalistas. El país que comience podría reestructurar la deuda, nacionalizar el capital extranjero, etc. o amenazar con hacerlo. Los gobiernos “de izquierdas” de Papandreou en Grecia o Zapatero en España, ni siquiera sueñan con hacerlo.

El principal punto de apoyo proviene de la adopción cooperativa de las medidas. Es totalmente diferente del proteccionismo clásico, que básicamente siempre trata de ganar terreno mordisqueando partes del mercado global. Toda medida progresista, por otra parte, es efectiva en la medida en que es compartida por una serie de países. Por ello deberíamos hablar de una estrategia basada en la siguiente idea: estamos dispuestos a gravar el capital y daremos los pasos necesarios para protegernos. Pero también esperamos que esas medidas, que proponemos se implementen en toda Europa.

Podemos resumir diciendo que en lugar de verlas en oposición debemos pensar intensamente en el vínculo entre la ruptura del proyecto neoliberal europeo y nuestro proyecto de crear una nueva Europa.


Notas

(1) Michael Hudson, “U.S. ‘Quantitative Easing’ Is Fracturing the Global Economy.”

(2) Bloco de Esquerda (Left Bloc) Portugal: “On the crisis and how to overcome it,” 23 de mayo de 2010.

Michael Hudson es profesor distinguido de investigación de economía en la Universidad de Missouri, Kansas City y autor de Super-Imperialism: The Economic Strategy of American Empire (1968 & 2003) y Trade, Development and Foreign Debt (1992 & 2009). Este artículo apareció en el sitio en la Red de Socialist Resistance.org.

Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=22708

rCR







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