martes, 27 de abril de 2010

Sobre Golman Sacks







Rebelion. Goldman Sachs, el fin de la impunidad para el vampiro de los mil tentáculos















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Economía






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27-04-2010







Goldman Sachs, el fin de la impunidad para el vampiro de los mil tentáculos




New Economic Perspectives






En un sorprendente giro de los acontecimientos, el regulador financiero estadounidense, la Securities and Exchange Commision (SEC), ha presentado una demanda civil contra Goldman Sachs. Utilizo la palabra sorprendente por dos razones: (a) durante los últimos años, la SEC no ha hecho prácticamente nada para hacer cumplir las reglas, salvo tener por norma mirar a otro lado en cuantas burbujas y quiebras se han producido, y (b) Goldman Sachs ha presumido de estar por encima de la ley desde que echó raíces en Washington durante los mandatos de Clinton. Por supuesto, no hay nada sorprendente en el comportamiento fraudulento de Goldman, puesto que éste es precisamente su modelo de negocio. Sobre este particular, lo único que diferencia a Goldman del resto de instituciones financieras de Wall Street es su audacia para sostener que tienen línea directa con Dios a la vez que aprieta las tuercas a sus clientes sin compasión. Pero cuando tienes a la administración pública a tu servicio, ¿qué debería refrenarte de ser audaz?

Los detalles del caso al que ahora hace frente la SEC deberían resultar familiares a quienes sepan algo del asunto Magnetar. Este hedge fund (fondo de alto riesgo) buscó las peores hipotecas basura del sistema de garantías hipotecarias (MBS, en inglés) para ofrecerlas como obligaciones de deuda colateralizadas (CDO, en inglés). Puede decirse que la compañía mantuvo a flote casi en solitario el mercado de hipotecas basura a partir del momento en que los inversores empezaron a preocuparse por los créditos Liar [en los que no se exige al prestatario presentar garantía documental alguna, n. del t.] y los créditos NINJA [créditos “no income, no jobs, no assets”, esto es, sin garantía de ingresos, trabajo o activos de ningún tipo, n. del t.], puesto que Magnetar seguía la estrategia de ofrecerse para adquirir los peores segmentos de estos productos financieros (con el propósito de vender, en cuanto fuera posible, las fracciones mejor calificadas a los compradores con más aversión al riesgo). Resultó que en Magnetar eran realmente buenos a la hora de detectar dónde estaba la basura. Según un análisis realizado por ProPublica, el 96% de las operaciones de CDO cerradas por Magnetar ya figuraban como impagados a finales de 2008 (en comparación con el “bajo” 68% de otras CDO parecidas). Después las CDO se vendían a inversores, quienes al final sufrían grandes pérdidas. Mientras tanto, Magnetar recurrió a los seguros sobre riesgos crediticios (CDS, en inglés) para asegurarse contra la posibilidad de que las CDO basura que estaba vendiendo se devaluaran. En realidad esto no es acudir a un sistema de seguro. Si eres capaz de colocar en el mercado productos que se devaluarán en un 96% de los casos, asegurarse contra las situaciones adversas es apostar a algo que con toda seguridad acabará ocurriendo. De modo que, de hecho, lo que se está haciendo es robarles la cartera a los clientes; en otras palabras: se está llevando a cabo un saqueo premeditado.

Bueno, Magnetar era un hedge fund y, como ellos decían, los clientes de los hedge funds son “tipos de altura” a los que se les supone suficientemente informados y ricos como para permitirse hacer frente a pérdidas. En cambio, Goldman Sachs es una compañía fundada hace 140 años, acostumbrada al mecanismo de la puerta giratoria de entrada y salida del sector privado al público y viceversa, gracias al cual tiene bien colocada a su gente en el Tesoro de Estados Unidos y en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York. Como ha sostenido Matt Taibi, Goldman ha estado detrás de casi todas las crisis financieras ocurridas en Estados Unidos desde la Guerra Civil. En el libro de John Kenneth Galbraith The Great Crash, el capítulo en el que documenta el papel de Goldman en la Gran Depresión se titula “In Goldman We Trust”. No cabe duda de que se ha ganado una merecida reputación como compañía instigadora de crisis. Y ha jugado activamente esa baza desde que sacó al mercado sus acciones en 1999. Además, el secretario del Tesoro Geithner permitió que Goldman actuara como banco para asegurarse de que tuviera un acceso más barato a los fondos públicos durante la crisis financiera. Esto le confirió una mayor respetabilidad y una aún mayor capacidad para obtener beneficios (fue una de las pocas compañías ungidas por el favor del gobierno para especular con fondos del Tesoro). Siendo esto así, ¿por qué Goldman utilizó su venerable reputación para saquear a sus clientes?

Antes de 1999, Goldman –al igual que otros bancos de inversión– actuaba como compañía de intermediación (dirigida por el futuro Secretario del Tesoro Hank Paulson). El problema de ser un simple socio intermediario es que resulta imposible sacar provecho directamente de las subidas de la bolsa. En su situación, Goldman podía llevarse jugosas comisiones con la gestión del lanzamiento de las primeras compañías llamadas Pets-Dot-Com [que tuvieron un crecimiento asombroso en su primera etapa, aumentando exponencialmente su valor, n. del t.], y podía negociar acciones para terceros o por cuenta propia. Esto le permitió manejar valiosa información interna, y cuando le convenía se permitía manipular a su antojo los ritmos de las transacciones o amedrentar a los inversores. Pero en el contexto de exuberancia irracional de finales de la década de 1990 estas prácticas en realidad parecían algo bobaliconas. ¿Cómo podía Goldman Sachs sacar mayor tajada de su actividad?

Retrocedamos al boom bursátil de 1929, cuando Goldman Sachs tuvo que afrontar el mismo dilema. Puesto que las compañías como Goldman Sachs actuaban como intermediarias, no emitían acciones; ese rol les permitía aunar los intereses de distintas compañías conformando fondos fiduciarios que a su vez podían acceder a valiosas acciones de otras compañías (a menudo a través de filiales, que en realidad normalmente no disponían de acciones distintas de las de los fondos fiduciarios de Wall Street), y después vender sus participaciones en esos fondos a un público crédulo. Efectivamente, los fondos fiduciarios fueron el precedente de los fondos de inversión colectivos, en los que la casa “matriz” de inversión invertía una pequeña cantidad de capital en su filial, con un alto nivel de apalancamiento mediante la utilización de dinero de terceros. Entonces, Goldman y otras compañías se encargaban de avivar la fiebre especulativa accionarial, cosechando ganancias de capital mediante ese mecanismo mágico del apalancamiento (o inversión con dinero ajeno). Sin embargo, la inversiones en fondos fiduciarios tenían cierto aire de familia con los esquemas piramidales; poco tenían que ver estas actividades con la producción o el ingreso reales asociados con todas las transacciones realizadas en papel. De hecho, la economía “real” ya hacía tiempo que había alcanzado su cenit y estaba declinando; por tanto, no había “bases” sobre las que justificar el boom de Wall Street. Se trataba de un timo como los de Charles Ponzi y Bernie Madoff. Inevitablemente, la táctica de Goldman llevó al colapso y empezó una “deflación de la deuda” cuando todos los actores trataron de tomar posiciones vendedoras para sus acciones, causando así un hundimiento de los precios. El gasto en la “economía real” sufrió un terrible retroceso y nos vimos abocados a la Gran Depresión. ¿Les resulta familiar esta concatenación de acontecimientos?

De modo que en el año 1999 Goldman y las demás sociedades sacaron al mercado sus acciones para aprovechar las ventajas del boom bursátil. Los altos ejecutivos fueron recompensados con acciones, asemejándose al tipo de incentivos causantes de alzas desmedidas en los valores que llevaron al boom de 1929. No cabe duda de que corredores de bolsa como Robert Rubin (otro secretario del Tesoro) ya se habían hecho los amos en compañías como Goldman. Los corredores necesariamente priorizan el corto plazo: un corredor vale lo que vale su última transacción. Más importante aún, los corredores tienen una concepción de sus operaciones como si se tratara de juegos de suma cero: habrá un ganador y habrá un perdedor, y Goldman se embolsará comisiones procedentes de los dos bandos. Pero lo que hay que tener más claro es que Goldman se aliará con una de las dos partes –la ganadora, huelga decirlo–, embolsándose tanto las comisiones como los correspondientes beneficios. Quizás ustedes se pregunten por qué alguien puede llegar a convertirse en un cliente voluntario de Goldman si sabe que el trato al final consistirá en juego de suma cero y que Goldman siempre le ganará la mano. No cabe duda de que siempre habrá clientes que tengan una idea poco realista acerca de sus propias capacidades o de su buena suerte; pero la mayoría de los clientes se habrán dejado persuadir erróneamente por la reputación de Goldman, que de hecho ha sido siempre el gran recurso empleado por sus operadores. El fin de una buena reputación es explotarla. Esto es lo que mi colega Bill Black llama fraude controlado.

Obsérvese que antes de sacar a bolsa sus acciones, sólo un 28% de los beneficios de Goldman procedían de transacciones, intermediaciones y actividades de inversión. Hoy representan alrededor del 80% de los beneficios. Aunque muchos piensan que Goldman es un banco, en realidad se trata de un enorme hedge fund, aun cuando es cierto que este fondo disfruta del peculiar estatus que le confiere la prebenda de poder actuar como un banco otorgada por Timmy Geithner, la cual le permite acudir a la ventanilla de descuento del Banco de la Reserva Federal y sacar provecho de la protección del Fondo de Garantías (FDIC, en inglés). Esto, a su vez, les ha habilitado para obtener préstamos a tipos de interés cercanos al cero por ciento. De hecho, durante el año 2009 pagaron poco más de 5.000 millones de dólares de intereses por préstamos solicitados, mientras que en 2008 el coste de esa actividad había sido de 26.000 millones (lo cual permite afirmar que el anterior empleado de Goldman, el actual Secretario del Tesoro Geithner, les concedió un subsidio de más de 21.000 millones de dólares). Al menos hasta el viernes [de la semana pasada], todos estaban convencidos de que el gobierno “pararía el golpe” para evitar que las acciones perdieran su valor (es decir, que bajo ninguna circunstancia se permitiría que la firma quebrara, que se le impusieran restricciones o que se la imputara judicialmente). Pero a día de hoy esto ya no está tan claro, de modo que los precios de sus acciones han caído en picado. Evidentemente, el subsidio otorgado por la FDIC supone sólo una pequeña parte de los fondos inyectados por el sector público, puesto que deben incluirse en el paquete global los 12.900 millones de dólares procedentes del rescate de AIG y la garantía gubernamental sobre su deuda de 30.000 millones. ¿Y qué decir acerca de las nuevas oficinas centrales de Goldman en Manhattan valoradas en 2.000 millones de dólares? Pues que se financiaron con Liberty Bonds [bonos estatales] libres de impuestos valorados en 1.650 millones de dólares (con un ahorro en el pago de intereses de 175 millones), a los que hay que sumar subsidios por empleo y energía que ascienden a 66 millones. Huelga decir que en esto es de mucha ayuda tener a tu gente entre los integrantes de tres administraciones presidenciales sucesivas. Se trata de una situación sin precedentes, pero que a su vez no puede significar precedente para otros casos si de lo que se trata es de mantener una reputación con el fin de perpetrar un fraude controlado.

En el caso concreto objeto de demanda judicial por parte de la SEC, Goldman creó CDO sintéticas que fijaban seguros contra garantías hipotecarias (MBS) sobre activos tóxicos. Una CDO sintética en realidad no dispone de garantía hipotecaria alguna; se trata pura y simplemente de un seguro contra un paquete de MBS [en general, una CDO sintética es un garantía financiera compleja utilizada para especular o para gestionar el riesgo de que una obligación acabe impagada, n. del t.]. El comprador está apostando a que esos MBS no tendrán una evolución negativa, pero en medio hay implicados seguros sobre riesgos crediticios (CDS) que permiten a la otra parte apostar a que los MBS perderán valor, en cuyo caso hay que abonar los “seguros” CDS. Obsérvese que las hipotecas subyacentes no tienen por qué haber entrado en mora, ni tampoco exhibir rasgos delictivos. Puede tenerse por seguro que quienes “vendan antes de compensar” las CDO (esas que actúan como garantías de los CDS) recibirán los pagos compensatorios antes, y no después; todo lo que hace falta es que las agencias de valoración del riesgo decidan rebajar la calificación del mismo. Entonces, el truco consiste en hallar un buen paquete de MBS que tengan una calificación sesgada al alza para, acto seguido, establecer un seguro contra el riesgo de que se les rebaje la calificación. ¡Sinergias por doquier! Es bien conocida la propensión de los calificadores de la calidad del crédito a sobrevalorar los activos basura, sin duda porque pueden confiar en que se les premiará por ello. Puesto que la basura subyacente es ciertamente basura, también se establecen seguros contra las posibles rebajas de calificación. Apostar contra la peor basura que uno pueda llegar a encontrar resulta ser un negocio redondo (siempre y cuando se encuentre un imbécil que acepte la apuesta, claro está).

La base teórica en la que se apoya la venta de valores antes de compensar los mismos (shorting) consiste en que esto permite compensar activos arriesgados en la propia cartera y en que esta operación contribuye al descubrimiento de los precios de los valores (price discovery). Lo primero requiere que se haya dispuesto realmente del activo que se está tratando de compensar; lo segundo se basa en la creencia –actualmente bajo sospecha– en la eficacia de los mercados. Pero lo cierto es que estos mercados sufren un grado enorme de manipulación por parte de agentes que manejan información privilegiada, a la vez que están sujetos a los vaivenes especulativos y tienen mucha actividad extramercantil. Esto significa que los precios de salida los fijan los vendedores. Incluso en el caso de los seguros contra garantías hipotecarias (MBS) –que en realidad tienen a la hipotecas como algo colateral–, los compradores normalmente no tienen acceso a los datos esenciales sobre los créditos que aportarán los flujos de ingresos. Primero hay que disponer de porciones de MBS y de CDO, luego se las eleva al cuadrado o al cubo, y es entonces cuando es posible conseguir apalancar y cubrir las CDO sintéticas con esas hipotecas subyacentes; de modo que la creencia de que los mercados pueden fijar eficientemente precios sobre las mismas no puede ser otra cosa que una completa fantasía. En realidad, éste problema está en el origen de la necesidad de que hubiera agencias calificadoras del riesgo crediticio (credit ratings), compañías que aseguraran contra el riesgo de impagos en valores emitidos (monoline insurance) y coberturas por riesgos crediticios (credit default swaps). Los CDS que permiten asegurarse contra sintéticos que a su vez son seguros contra MBS detentados por otros no tienen absolutamente ningún interés social: en realidad, ni cubren riesgo alguno ni sirven como mecanismo para el descubrimiento de precios.

El más famoso vendedor de MBS sin compensar es John Paulson, quien acudió a Goldman para preguntar si la compañía estaría dispuesta a crear CDO sintéticas tóxicas con el fin de contratar un seguro sobre las mismas. Evidentemente, esto requería que Goldman pudiera encontrar clientes los suficientemente incautos como para estar dispuestos a comprar CDO basura (una tarea para la que Goldman disponía de los contactos necesarios). Según la SEC, Goldman permitió que Paulson aumentara su probabilidad de obtener ganancias permitiéndole que por su cuenta sugiriera la inclusión de valores de ínfima calidad en las CDO. Goldman cerró 25 operaciones de este tipo, denominadas Abacus, las cuales ascendieron a 11.000 millones de dólares. De las 500 CDO que analizó la compañía UBS, sólo dos arrojaron peores resultados que las Abacus de Goldman. Entonces, ¿qué nivel de toxicidad tenían estas CDO? Transcurridos solamente cinco meses desde la creación de estas CDO Abacus, el 84% de las hipotecas subyacentes habían visto disminuir su calificación. Apostando contra las mismas, Goldman y Paulson sacaron una buena tajada (Paulson se embolsó 1.000 millones de dólares por la operaciones con Abacus; en el lapso de dos años desarrolló instrumentos de venta de valores sin compensación garantizados con hipotecas por valor de 5.700 millones de dólares). No hay que ser un genio para lograr estas ganancias si entre el 84% y el 96% de las CDO diseñadas para perder su valor acaban perdiéndolo.

A Paulson no se le ha acusado de fraude. Aunque se le acusa de ayudar a seleccionar la basura tóxica, en cambio no se le incrimina por haber engañado a los que invirtieron en las CDO contra las que él se aseguró. Lo verdaderamente asombroso es que las víctimas de Goldman se reunieran con Paulson cuando se cerraron los tratos, ¡pero Goldman jamás les informó de que Paulson era el agente que vendería sin compensar las CDO que ellas comprarían! El desprecio que Goldman muestra por sus clientes realmente no tiene límites. La defensa de Goldman consiste en poco más que en sostener lo siguiente: (a) los inversores eran “gentes de altura”, y (b) Goldman también perdió dinero con las operaciones, puesto que detentaba una gran cantidad de CDO Abacus. En otras palabras, Goldman no sólo es deshonesta, sino que también es incompetente. Si esto no es explotación de la posición y reputación de Goldman, yo ya no sé cómo habría que calificarlo.

Por cierto, ¿recuerdan el rescate de AIG en el que 12.900 millones de dólares pasaron por las manos de Goldman? AIG proporcionó los CDS que permitieron a Goldman y Paulson vender sin compensar las CDO Abacus. De modo que también embaucaron a AIG, al igual que estafaron al tío Sam (aunque no debe pasarse por alto que el “pellizco” que se llevaron requirió la ayuda del Banco de la Reserva Federal de Nueva York de Timmy Geithner). Francamente, no creo que haya que tomarse demasiado en serio el argumento de Goldman de que también ellos perdieron dinero en esas operaciones. Debemos recordar que cuando Hank Paulson dirigía Goldman el mercado inmobiliario iba al alza; entre los años 2006 y 2008 fueron acumulando MBS y CDO (incluidas las primeras CDO Abacus). Luego, poco a poco fueron cayendo en la cuenta de que se encontraban horriblemente expuestos a activos basura muy tóxicos. A partir de entonces empezaron a colocar valores sin compensar en el mercado, incluidas las CDO Abacus que poseían, y también las que seguían creando. Así, aun cuando pudiera ser cierto que Goldman no alcanzase a cubrir completamente sus posiciones como para evitar ser pillada por tener en su poder valores de ínfima calidad, lo cierto es que esto no ocurrió porque Goldman tratara de evitar trasladar todos los riesgos a sus clientes. El mercado se desplomó antes de que Goldman hubiera encontrado una cantidad suficiente de cándidos a los que poder colocar todos sus productos deletéreos. Incluso al vampiro de los mil tentáculos se le puede pillar antes de que se haya podido quitar de encima toda la basura.

Algunos han sostenido que la demanda interpuesta por la SEC es endeble. Para tratar de salir airosa no sólo tendrá que probar que Goldman engañó a los inversores, sino también que este proceder tuvo un efecto materialmente significativo en las pérdidas ocasionadas. ¿Habría Goldman renunciado a realizar los tratos si hubiese sabido que Paulson estaba vendiendo sus activos sin compensar? Nosotros no lo sabemos, y la SEC tendrá que probarlo. Además, Goldman hizo lo mismo con todos sus clientes; por tanto, la SEC deberá demostrar que los clientes pudieron ser engañados, y esto tendrá que hacerlo en un contexto en el que es bien sabido que Goldman siempre aprieta las tuercas a todos sus clientes. Al fin y al cabo, Goldman encubrió la deuda de Grecia y luego contrató un seguro contra esa deuda (otro caso flagrante de apuesta segura, puesto que es obvio que las calificaciones del riesgo crediticio griego caerían en picado cuando la deuda encubierta saliera a la luz). Goldman tuvo como clientes a muchos estados de Estados Unidos (incluidos California, New Jersey y otros nueve estados), cobrando sustanciosas comisiones por colocar sus respectivas deudas, y al mismo tiempo animando a otros clientes a contratar seguros contra esas deudas estatales (generalmente utilizando información privilegiada acerca de la precariedad de las finanzas estatales para luego poner en el mercado los instrumentos que facilitaban la venta de valores sin compensación). ¿Cometió Goldman alguna ilegalidad? Aún no lo sabemos. ¿Es censurable su comportamiento? Si. Pero también es cierto que trata del normal desarrollo del negocio.

Para ser justos, hay que decir que Goldman no es la única que actúa así; todo esto indica que se trata de una forma generalizada de operar. A principios de la primavera de 2010, un investigador designado por el juez realizó un informe sobre la quiebra de Lehman. Lehman había desarrollado en una gran variedad de prácticas “perseguibles” (es decir, que potencialmente podían ser tipificadas como delitos). Es muy interesante descubrir que en el informe consta que Lehman encubrió deudas utilizando procedimientos similares a los de Goldman para ocultar la deuda griega. El investigador también explicaba cómo actuaba Lehman para fijar los precios de sus activos (los cuales estaban sujetos a procedimientos tan arbitrarios que podían dar lugar a una gran disparidad en los valores finales). Pero lo más importante es que los más altos directivos de la compañía, así como la empresa auditora de Lehman (Ernst&Young) dieron su beneplácito a lo que el investigador calificó como contabilidad “materialmente engañosa”. De llegar a probarse, este es un delito que implica pena de cárcel. La pregunta que nos hacemos es: ¿por qué razón una empresa auditora de alto nivel y el presidente de Lehman, Richard Fuld, se arriesgarían a ir a prisión en la era post-Enron (un fraude contable parecido provocó la caída de la firma auditora de Enron, lo que dio lugar a la legislación Sarbanes-Oxley que establece la exigencia de que el presidente de una empresa debe poner su firma aprobando las cuentas de la misma)? Hay dos respuestas a esta pregunta. La primera, que es posible que este tipo de fraude esté tan generalizado que ninguna firma auditora podría retener a sus clientes sin llegar a un acuerdo para pasar por alto estas operaciones. La segunda, que el fraude sea tan omnipresente y que los mecanismos para hacer cumplir la ley y perseguir a quienes la violan sean tan laxos como para que los presidentes de las empresas y las auditoras crean que no tienen nada que temer. Pienso que ambas respuestas son ciertas.

Para determinar si Goldman y otras empresas han cometido fraude habrá que realizar un detenido examen de sus libros contables, documentos internos y correos electrónicos. Puede que la SEC haya lanzado el primer aviso serio a las empresas de Wall Street que han actuado como colaboradoras necesarias en la comisión de delitos vinculados a la creación de las condiciones que han conducido al colapso financiero. Más importante aún, es muy posible que este primer aviso categórico haya inoculado algo de miedo en las instituciones financieras que han tratado de seguir haciendo negocios del mismo modo que antes de la quiebra. Y, finalmente, puede que la decisión de la SEC induzca a la administración de Obama a plantar cara de veras a Goldman.

No es una posibilidad nada descabellada considerar que los gestores de Goldman y sus alumnos aventajados tengan que empezar a hacer sus petates para pasar una larga temporada en las penitenciarías más selectas de nuestro país. Recuérdese que después del catastrófico fiasco del Savings and Loan [la famosa quiebra de cientos de pequeñas instituciones financieras estadounidenses de las décadas de 1980 y 1990, n. del t.], más de 1.000 altos ejecutivos de entidades de ahorro pasaron un tiempo en la cárcel. El escándalo actual es de una magnitud varias veces superior a aquél; es probable que en este fraude estén implicados decenas de miles de gestores y corredores de bolsa, así como cargos de la administración pública. Puede que hagan falta decenas de nuevas cárceles para poderlos acomodar a todos.

Mientras tanto, el gobierno de Obama debe revocar con carácter inmediato la licencia que autoriza a Goldman a operar como banco. Aun en el caso de que al final la firma salga completamente absuelta de haber realizado actividades ilegales, de lo que no hay duda es que no es un banco. No hay justificación alguna para la provisión de seguros de depósitos para una empresa que está especializada en apostar contra sus clientes. En la mejor de las calificaciones, hay que decir que su modelo de negocio se basa en el engaño, si no abiertamente en el fraude. No sirve a ningún propósito provechoso. Tampoco la administración pública debería fiarse de los alumnos de Goldman; un gobierno que está plagado de gentes de Goldman no puede pretender tener la confianza del pueblo de Estados Unidos. El presidente Obama debería limpiar a fondo su propia casa empezando por el departamento del Tesoro. Sí, Rubin y su empleado Summers, así como el protegido Geithner (y su mano derecha Mark Patterson, el lobista de Goldman que acabó de jefe de personal del Tesoro), al igual que Hank Paulson deberían tener prohibido estar en Washington. Y también Rattner (antiguo periodista del New York Times que trató de sobornar a ciertos fondos de pensiones cuando dirigía la compañía de inversiones Quadrangle Group; un hombre al que Obama designó como jefe del grupo de trabajo destinado a rescatar el sector automovilístico y que está en vísperas de tener que hacer frente a varios juicios), así como Lewis Sachs (asesor sénior del Tesoro, que ayudó a Tricadia a contratar seguros idénticos a los consumados por Magnetar y Goldman), y Stephan Friedman (socio sénior de Goldman que ejerció como presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York) y, por último, también el presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, William C. Dudley (antiguo economista jefe en Goldman), a todos deberían mandarles a casa. De hecho, toda persona que haya trabajado para una institución financiera debería tener prohibido el acceso a Washington al menos hasta que logremos reformar, reducir el tamaño y clavar una estaca en el corazón de los vampiros de Wall Street.

¿Y por qué no recurrir a la cláusula del dominio eminente para hacer que las resplandecientes nuevas oficinas centrales de Goldman subsidiadas por el sector público se conviertan en la sede de los 6.000 nuevos criminólogos empleados públicos encargados de ejecutar la misión de perseguir el fraude en Wall Street desde la ciudadela de Manhattan en la que hoy reside el poderoso vampiro de los mil tentáculos? Si Obama va en serio en las reformas que promete, éste podría ser un primer paso.

L. Randall Wray es uno de los analistas económicos más respetados de Estados Unidos. Colabora con el proyecto newdeal 2.0 y escribe regularmente en New Economic Perspectives. Profesor de economía en la University of Missouri-Kansas City e investigador en el “Center for Full Employment and Price Stability”. Ha sido presidente de la Association for Institutionalist Thought (AFIT) y ha formado parte del comité de dirección de la Association for Evolutionary Economics (AFEE). Randall Wray ha trabajado durante mucho tiempo en el análisis de problemas de política monetaria, macroeconomía y políticas de pleno empleo. Es autor de Understanding Modern Money: The Key to Full Employment and Price Stability (Elgar, 1998) y Money and Credit in Capitalist Economies (Elgar 1990).

Traducción para www.sinpermiso.info: Jordi Mundó

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3277






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