A diferencia del primer encuentro, en 2009, cuando comenzaban a definir intereses y puntos fuertes comunes, el del jueves en Brasilia expuso demandas y puso plazos.
En nombre de su contribución a la riqueza del mundo, valorada en 15 por ciento del producto bruto global, los gobernantes del BRIC reclamaron que el Fondo Monetario Internacional (FMI) concrete la reestructuración de su sistema de cuotas antes del mes de noviembre.
Al autodefinirse como responsables de que el mundo haya salido antes de lo esperado de la recesión, exigieron también que el Banco Mundial, en su reunión de la semana próxima "concluya la reforma del poder de voto".
Los números presentados por la cancillería brasileña para la cumbre del BRIC buscaron reforzar ese nuevo lugar a la cabecera de la mesa mundial de negociaciones.
Mientras la participación en el crecimiento económico mundial del BRIC hasta 2014 se estima entre 61 y 62 por ciento del total, la de los países del Grupo de los 7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón) será de alrededor de 13 por ciento, dijo a la prensa el canciller de Brasil, Celso Amorim.
"Somos sobre todo naciones conscientes de nuestro potencial como agentes de renovación. Por eso los BRIC ya no son apenas un conjunto de letras", resumió el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva en un artículo previo a la cumbre, reproducido por el diario O Estado de São Paulo.
Lula y sus pares Hu Jintao, de China, y Dimitri Medvédev, de Rusia, junto al primer ministro Manmohan Singh, de India, hicieron varios llamados, como la necesidad de reforma de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
"Reiteramos la importancia que damos a India y Brasil en temas internacionales y entendemos y apoyamos sus aspiraciones en tener un papel mayor en las Naciones Unidas", especificaron en su declaración en referencia a las pretensiones de esos dos países de convertirse en miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
Para Francisco Barone, economista de la Fundación Getulio Vargas, el grupo "nació con un objetivo" que, "desde el punto de vista de las transacciones económicas, se ha fortalecido cada vez más, a tal punto que influye en las decisiones de política económica mundial".
Los bancos de fomento de las cuatro naciones establecieron directrices para financiar de forma conjunta proyectos de infraestructura. Mientras, los bancos centrales comenzaron a estudiar la posibilidad de intercambiar mercancías en sus monedas nacionales, en lugar del dólar.
Pero esos acuerdos, dijo Barone a IPS, dependerán de algo más que las grandes dimensiones de esas naciones. Se necesitará, por ejemplo, convergencia en la definición de sus políticas cambiarias y ver hasta dónde llega la independencia de sus bancos centrales.
Por eso el economista ve muy lejano que se materialice la aspiración de una moneda única supranacional en el grupo BRIC.
"Brasil maduró bastante, China es una economía comunista, pero con un bies capitalista, Rusia es un gran signo de interrogación, India viene estructurándose y democratizándose a lo largo del tiempo. Hay una diferencia cultural y del manejo de sus políticas económicas que casi imposibilitan una realidad como esa", opinó.
Las dudas también surgen de quienes miran con desconfianza la irrupción de estos grupos como una nueva alternativa al modelo global vigente.
El sociólogo Cândido Grzybowski, uno de los principales representantes del Foro Social Mundial, ya había expresado ese temor en entrevista con IPS.
Puede suceder que estos grupos de países emergentes "busquen apenas limitar un poco el poder de Estados Unidos y compartir el poder del Grupo de los 8, en lugar de presentar una nueva agenda alternativa".
El gobierno de Brasil es consciente de esas voces críticas y se adelantó a responderlas.
Transformar el mundo sí, dijo el canciller Amorim. Pero "no para convertirnos en una nueva aristocracia de poder, o sustituir una vieja aristocracia, el G-8, sino para darle una nueva voz a los pobres en un mundo más justo y equilibrado", indicó.
Las nuevas y más justas reglas también se requieren en ambiente, derechos laborales y civiles, que comenzarán a ponerse a prueba a partir de los acuerdos firmados.
Brasil y China anunciaron que profundizarán su cooperación en los sectores de energía y minería de los que dependerá, por ejemplo, un mayor o menor impacto climático.
Brasil, que ya tiene a China como su principal socio comercial y su tercer mayor inversor directo, también tendrá que cotejar si sus reglas de juego se corresponden a su "ideal", según Amorim, de un mundo más justo.
Es que las corporaciones también juegan sus partidas.
Un acuerdo firmado entre la empresa brasileña EBX y la acería estatal china Wisco para la construcción de un puerto siderúrgico en Porto do Açu, en el estado de Río de Janeiro, significó arduas negociaciones en ese aspecto.
El propietario de EBX, Eike Batista, dijo a IPS que el proyecto --definido por Lula como la mayor inversión de China en el exterior— no podía llevarse a cabo como los chinos acostumbran a hacer en África, con casi 100 por ciento de mano obra de la nación asiática.
Las leyes brasileñas prohíben esa práctica, de tal suerte que "95 por ciento de los trabajadores serán brasileños", aseguró Batista a IPS, contrariando el deseo inicial de China, que pretendía traer a más de 2.000 empleados de su país.
Además, aseveró Batista, el proyecto está libre de otras restricciones que suelen imponer los chinos, por ejemplo en la prioridad para el transporte de las materias primas o inclusive de colocar los yacimientos completamente bajo su control.
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