La desregulación ha consistido en la despenalización del fraude
El informe del jurista William Black ante el Comité de Finanzas del Congreso de los EEUU
El pasado jueves, el profesor William Black presentó su informe sobre la quiebra de Lehman al comité de finanzas del Congreso de los EEUU. Es el mejor análisis ofrecido hasta ahora de las causas subyacentes a la crisis financiera. Black, antiguo regulador público y profesional del derecho penal, muestra que la crisis no fue un desastre de todo punto inevitable, como sugieren los apologetas de Wall Street, sino el resultado del fraude a gran escala perpetrado por entidades financieras como Lehman Brothers. Los incidentes fraudulentos fueron numerosos, patentes, extremos y premeditados. Al construir su requisitoria contra Lehman, Black pone de relieve las omisiones, los errores y la negligencia de los principales reguladores, y señaladamente, de la Fed. Si la Fed no hubiera faltado a sus obligaciones, la caída cíclica no habría trocado en una casi-Depresión.
“La caída de Lehman es, en buena medida, la caída propiciada por un fraude”, dijo Black en el testimonio prestado ante el Congreso. “Lehman fue el principal suministrador mundial de préstamos mentirosos [liar’s loans, préstamos en los que el prestamista no se preocupa de cerciorarse del nivel de ingresos o del patrimonio del prestatario; T.]. Durante la mayor parte de esta década, el estudio de los préstamos mentirosos revela una incidencia del fraude del 90% (…) Si ustedes quieren saber por qué tenemos una crisis global, hay que decir que, en buena parte, la tienen ante sus propios ojos”.
Como director que fue del Federal Home Loan Bank Board (Comité del Banco Federal de Préstamo Inmobiliario) durante la crisis de S&L [la crisis de las cajas locales de ahorro y préstamo hipotecario en los 80 y 90; T.], Black sabe de qué habla. Investigó entonces con tan resuelta determinación, que Charles Keating [cabeza de uno de los bancos involucrados] llegó a exigir [en 1987] a un agente político suyo [Jim Grogan, asesor del Senador Glenn; T.], como asunto “de la mayor prioridad”, “pararle los pies a Black, o, si no, matarle”. Pero Black no se arrugó ni cedió. Desoyó las amenazas y continuó denunciando las malas prácticas y las actividades ilegales. Su equipo experimentó entonces las mismas dificultades con que se encuentran los reguladores de nuestros días: “fraudes de elite” por parte de potentes entidades investidas de un tremendo poder político. La idea de que el mercado puede ·”regularse a sí propio” ha sido abandonada por doquiera, y está cobrando impulso un apoyo público a la reforma:
“Es una locura trocar responsabilidad por negligencia”, dice Black. “Hacerlo, no hace sino incentivar la negligencia”.
Las entidades financieras se han servido banderizamente del dogma del laissez faire. Es la máscara tras la que se esconden la voracidad y los comportamientos predatorios. En muy buena medida, esa es la historia de Lehman, una entidad que despreció toda regla y toda regulación. Todo valía. Una filosofía que abrazaba el regulador en jefe de la nación, Alan Greenspan, ex-presidente de la Reserva Federal.
“La estructura nominal de gobierno empresarial era vergonzosa”, dice Black. “Lehman estaba expresamente concebida para dejar los ‘riesgos’ fuera de control en su operación principal, los préstamos mentirosos”. Lehman no gestionaba el riesgo de hacer préstamos mentirosos. Se lanzó a transacciones masivas y fraudulentas como si se tratara de “actividades seguras”.
Black observa que la contabilidad prestidigitadora garantiza que las instituciones “reportarán ingresos (ficticios) soberbios a corto plazo y pérdidas catastróficas a largo plazo”, que es, precisamente, lo que ocurrió. Los jefazos se zamparon miles de millones de suculentos bonos y opciones de acciones, mientras sus compañías se convertían en pasto de alimaña.
Dice Black:
“La principal fuente que tenía Lehman de ingresos (ficticios) y de pérdidas reales era la emisión (y la venta) de lo que el comercio llamó muy adecuadamente préstamos ‘mentirosos’ a través de su filial Aurora (…) Los préstamos mentirosos son ‘criminógenos’ –crean epidemias de fraude hipotecario—, porque crean poderosos incentivos para proporcionar información falsa a la hora de solicitar un préstamo. El FBI comenzó a alertar públicamente de la epidemia de fraude hipotecario en 2004” (CNN).
La prueba del designio criminal no podría ser más clara. El FBI informó de sus hallazgos a los reguladores, pero no se hizo nada. Bush había puesto en todos los cargos de supervisión a personas fieles a Wall Street, las cuales se limitaron a mirar para otro lado. Así, los criterios de préstamo se relajaron, se multiplicaron los beneficios, los precios inmobiliarios se dispararon, se hinchó como un hongo ciclópeo la burbuja, y Lehman recogió beneficios sin ejemplo, a sabiendas de que la inexorable implosión final infligiría daños masivos al sistema y graves sufrimientos a todos los demás.”
Black, de nuevo:
“El fatal problema subyacente a Lehman era su insolvencia, causada por tal cantidad de malos préstamos y malas inversiones. Lidió con su insolvencia de la manera tradicional: se negó a reconocer honradamente sus pérdidas. No podía resolver su crisis de liquidez porque era insolvente y su fuente primordial de ingresos contables ficticios se vino abajo con el colapso del mercado secundario de préstamos subprime. Si Lehman hubiera vendido sus activos para hacerse con efectivo, habría tenido que reconocer las pérdidas masivas e informar de que era insolvente.”
Eso requiere un poco de explicación. Antes del desplome, los bancos “regulados” de depósitos se financiaban sobre todo con acuerdos de recompra a corto plazo (repo) con inversores institucionales (verbigracia: “bancos en la sombra”, bancos de inversión, fondos hedge de cobertura, compañías aseguradoras…). Los bancos pondrían un colateral en forma de paquetes de obligaciones “titularizas”, sirviéndose de los préstamos a corto plazo para mantener las operaciones. Cuando el colateral puesto por los bancos se hizo sospechoso –porque nadie sabía qué paquetes contenían hipotecas subprime—, los intermediarios exigieron más colateral para los préstamos. Subitáneamente, los bancos se encontraron perdiendo dinero a manos llenas, a medida que el valor de sus activos se tambaleaba. Lehman quedó atrapado en esta puerta giratoria, y no pudo subvenir a sus deudas sirviéndose de su desgastado colateral, que todo el mundo sabía ya que era basura. Se produjo un desplome bancario en el sistema en la sombra; el mercado secundario colapsó. Lo cierto es que el mercado quedó traumatizado por un acontecimiento repreciador por el que los precios de los activos resultaron reevaluados de la noche a la mañana. Lehman no pudo sobrevivir en este nuevo ambiente de crédito restricto.
Sigue Black:
“No hay manera de ‘gestionar’ el ‘riesgo’ de hacer préstamos mentirosos a escala masiva. Lehman llegó a ser el líder mundial de ese tipo de préstamos (…) Si Lehman admitía que sus préstamos mentirosos eran frecuentemente fraudulentos, no podría venderlos, cegándose así una de las más caudalosas fuentes de su ingreso.”
Los “préstamos mentirosos” con pocos requisitos era el pan de cada día de Lehman. Irónicamente, sus propios auditores descubrieron que cerca de la mitad de los mismos “incurrían en errores materiales”. No importaba; todo el mundo estaba ganando dinero a espuertas y los paquetes de obligaciones seguían inundando de riqueza la oficina de enfrente. A los hallazgos de sus propios auditores, y como era de esperar, Lehman respondió multiplicando el volumen de sus préstamos mentirosos. “Me cisco en los peligros”. Eso incrementó la probabilidad de contagio y el riesgo sistémico. Las actividades de Lehman amenazaban ahora al conjunto del sistema.
La SEC [Securities and Exchange Comission, Consejo Supervisor de Empresas y Valores; T.] no tenía autoridad para supervisar a Lehman, pero no puede decirse lo mismo de la Fed.
Black:
“Sólo la Fed tenía autoridad –conferida por la Ley de propiedad de la vivienda y protección de la equidad de 1994 (HOEPA, por sus siglas en inglés)— para regular a todos los prestamistas hipotecarios, disponiendo, además, de un apalancamiento práctico sin precedentes a causa de su capacidad para prestar y para convertir bancos de inversión en bancos comerciales propietarios de empresas. Se suponía que la Fed era un experimentado regulador de ‘la seguridad y la cordura’ de las actividades económicas.”
Pero el Banco de Nueva York de la Reserva Federal (FRBNY, por sus siglas en inglés) no tenía la menor intención de supervisar a Lehman o de asistir a la SEC en el cumplimiento de la misión de ésta. En efecto, la Fed de Geithner “se cruzó de brazos mientras Lehman engañanaba al público con un esquema de negocios que los propios funcionarios del FRBNY dieron en llamar ‘el timo de las tres cartas’.”
Black abrió fuego contra Geithner y el FRBNY:
“El FRBNY sabía que Lehman incurría en un fraude concebido para hinchar falsariamente su liquidez, y por lo mismo, no estaba dispuesto a prestar demasiado dinero a Lehman. Pero el FRBNY no informó del fraude a la SEC, al público o a la OTS [la agencia de control del fraude, por sus siglas en inglés]. El funcionario de la Fed ni siquiera fingió creer que la Fed tiene la obligación de proteger al público. El FRBNY siguió dispuesto a prestar a una institución sistemáticamente peligrosa [SDI, por sus siglas en inglés]. Lo que constituye una egregia violación de la confianza pública, y los reguladores que la perpetraron deben responder por ello.”
Geithner (aparentemente) hizo todo lo que estuvo en su mano para ayudar a Lehman a ocultar su verdadera situación financiera y podría haber contribuido deliberadamente a engañar a inversores facilitando 150 transacciones repos que sirvieron para disimular y mantener fuera de balance responsabilidades contables por un monto de 50 mil millones de dólares. En su testimonio de esta semana ante el Comité de finanzas del Congreso, Richard Fuld, el alto ejecutivo de Lehman, dijo que la Fed estaba al corriente de todo lo que ocurría en el banco. Si eso es verdad, Geithner debería estar a pique de ser procesado.
Geithner y el presidente de la Fed, Ben Bernanke, tenían buenas razones para disimular la situación financiera de Lehman. Si los activos hipotecariamente respaldados de Lehman hubieran estado “ajustados al mercado” (marked-to-market), eso habría obligado a una sistemática repreciación que habría traído consigo gigantescas ventas por liquidación de activos financieros y una grave deflación. Así pues, en vez de exigir la revelación veraz del valor de lo que se tenía entre manos, Geithner y Bernanke contribuyeron al proceso de disimulo en curso. Los instrumentos de deuda y los activos tóxicos se hallan ahora escondidos en Fannie Mae, Freddie Mac, los libros de contabilidad de la Fed y las instituciones que se sirven de una tramposa contabilidad “ajustada ala fantasía”. Las deudas no se han evaporado; simplemente han sido apartadas de la mirada pública.
Sigamos con Black:
“El FBI advirtió, en testimonio prestado ante el Congreso en 2004, de una ‘epidemia’ de fraude hipotecario (…) La Fed merece ser especialmente criticada por su fracaso en punto a responder a esas advertencias emprendiendo una acción eficaz para poner coto a los préstamos mentirosos. Sólo la Fed tenía autoridad, bajo la HOEPA, para desterrar los préstamos mentirosos, lo que habría evitado la hipeinflación de la burbuja y contenido la acelerada propagación de la epidemia de fraude hipotecario.”
En fecha tan temprana como el año 2000, grupos de consumidores urgieron a la Fed a usar la autoridad que le confería la HOEPA para acabar con el préstamo predatorio. Pero la Fed ni siquiera les contestó.
De acuerdo con Elisabeth MacDonald, la Fed se cepilló a “uno de los mayores actores del sector hipotecario”. En un artículo titulado “Alertas rojas inmobiliarias, ignoradas”, afirma MacDonald:
“Uno de los principales actores del sector inmobiliario nacional alertó repetidas veces a la Reserva Federal (…) de que los EEUU se abocaban a un inminente desplome inmobiliario (…) Pero los reguladores bancarios no sólo ignoraron esas alertas, sino que altos funcionarios de la Fed fueron a las emisoras a decir que la economía estaba “construyendo sobre sólidos cimientos” y que un desplome inmobiliario era harto ‘improbable’ (…).
“Al abogar ante los reguladores bancarios por la contención de los abusos en los préstamos subprime, las MICA [Compañías aseguradoras hipotecarias de América, por sus siglas en inglés] apuntaron a las alertas rojas contenidas en los análisis del propio personal asesor de los reguladores bancarios, así como de sus pares en Bear Steams y Lehman Brothers, y eso tres años antes de que estos gigantes de Wall Street se hundieran sepultados por el peso de sus pésimas apuestas hipotecarias.”
Las aseguradoras hipotecarias “están profundamente preocupadas por el aumento de la fragilidad del mercado hipotecario, la cual, combinada con el incremento de los portafolios bancarios atestados de productos de alto riesgo, plantea problemas potencialmente muy graves que podrían estallar de un modo espectacularmente subitáneo”. Frustrar el ajuste bancario de suscripción, reservas y capitales, necesario para responder a ese riesgo creciente, “significa que los episodios de descensos en la tasa de crédito y/o de interés –por no hablar de desplomes— serán mucho más graves que si se hubieran tomado las medidas oportunas”. (Elizabeth MacDonald, "Housing Red flags Ignored", FOX Business News.)
Hubo otros, también, como el antiguo gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, quien alertó de una “crisis de los préstamos predatorios” y reprendió a la administración Bush por bloquear la persecución del fraude hipotecario. El artículo de Spitzer apareció en el Washington Post en 2003. Lo que sigue es un extracto:
“Pero la unánime oposición de los 50 estados (de sus fiscales generales) no impidió a la administración Bush –ni siquiera constituyó un obstáculo— seguir en su empeño de proteger a los bancos. Lo cierto es que, cuando mi oficina abrió una investigación sobre posible discriminación en el préstamo hipotecario por parte de unos cuantos bancos, la OCC [la Agencia de control monetario, por sus siglas en inglés] procedió a archivar una causa federal abierta, frenando la investigación”. (Washington Post)
Todo esto muestra que el problema no era tanto la “desregulación”, cuanto la “negativa a regular”. ¿Pero por qué? ¿Por qué no quiso responder la Fed a tal muchedumbre de alertas procedentes de profesionales competentes? ¿Y por qué Bush fue tan hostil a la protección del consumidor? ¿Fue una conspiración, o simplemente un acuerdo tácito entre personas de viso del establishment político y financiero, que veían de consuno, entre guiños y asentimientos de cabeza, el préstamo predatorio y el fraude hipotecario como formas aceptables de engordar resultados.
Sea ello como fuere, es claro que la crisis no fue un “desastre natural”, ni siquiera una “disfunción sistémica”, sino el resultado de un latrocinio empresarial generalizado, ingeniado y ejecutado por las mayores entidades financieras del país.
Black, de nuevo:
“Los penalistas se refieren a las entidades que difunden las epidemias de fraude como ‘vectores’ (…) Lehman fue uno de los mayores vectores de difusión de la epidemia de fraude (…) La Fed, por su autoridad en el asunto, dimanante de la HOEPA, y la SEC, por su jurisdicción sobre cualquier compañía cotizable en el mercado de valores, eran los únicos organismos que podían haber yugulado los vectores difusores de la epidemia de fraude (…) Sin embargo, la Fed y la SEC no emprendieron la menor acción efectiva hasta después de que prácticamente todos los grandes promotores de los préstamos mentirosos hubieran quebrado.”
En efecto. La Fed y la SEC sabían exactamente lo que había que hacer, y se negaron a cumplir con su tarea. La crisis de los 90 de las cajas locales de ahorros y crédito hipotecario (S&L) fijó ya las pautas para tratar con “préstamos de baja acreditación”. De modo que existía un esquema establecido de actuación preventiva encaminada a proteger al público de la lluvia radioactiva económica. Pero no se hizo nada, porque todas las “gentes de orden” estaban ocupadas enriqueciéndose por la vía de burlar al sistema vendiendo préstamos basura a solicitantes vulnerables e hinchando una monumental burbuja crediticia que terminaría por dejar la economía hecha unos zorros.
El testimonio prestado por Black no deja la menor duda: los truquitos de Lehman eran cosa hecha a propósito, y el fraude fue conscientemente consentido por amiguetes muy bien situados políticamente. Ha llegado la hora de que el Congreso nombre un Consejo Independiente para investigar los hechos y asegurarse de que los delincuentes serán llevados ante los tribunales de justicia. [1]
NOTA T.: [1] El informe complete de William Black puede leers en: http://www.house.gov/apps/list/hearing/financialsvcs_dem/black_4.20.10.pdf
Mike Whitney es un analista político independiente que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch.
Traducción para www.sinpermiso.info: Miguel de Puñoenrostro
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3274
“La caída de Lehman es, en buena medida, la caída propiciada por un fraude”, dijo Black en el testimonio prestado ante el Congreso. “Lehman fue el principal suministrador mundial de préstamos mentirosos [liar’s loans, préstamos en los que el prestamista no se preocupa de cerciorarse del nivel de ingresos o del patrimonio del prestatario; T.]. Durante la mayor parte de esta década, el estudio de los préstamos mentirosos revela una incidencia del fraude del 90% (…) Si ustedes quieren saber por qué tenemos una crisis global, hay que decir que, en buena parte, la tienen ante sus propios ojos”.
Como director que fue del Federal Home Loan Bank Board (Comité del Banco Federal de Préstamo Inmobiliario) durante la crisis de S&L [la crisis de las cajas locales de ahorro y préstamo hipotecario en los 80 y 90; T.], Black sabe de qué habla. Investigó entonces con tan resuelta determinación, que Charles Keating [cabeza de uno de los bancos involucrados] llegó a exigir [en 1987] a un agente político suyo [Jim Grogan, asesor del Senador Glenn; T.], como asunto “de la mayor prioridad”, “pararle los pies a Black, o, si no, matarle”. Pero Black no se arrugó ni cedió. Desoyó las amenazas y continuó denunciando las malas prácticas y las actividades ilegales. Su equipo experimentó entonces las mismas dificultades con que se encuentran los reguladores de nuestros días: “fraudes de elite” por parte de potentes entidades investidas de un tremendo poder político. La idea de que el mercado puede ·”regularse a sí propio” ha sido abandonada por doquiera, y está cobrando impulso un apoyo público a la reforma:
“Es una locura trocar responsabilidad por negligencia”, dice Black. “Hacerlo, no hace sino incentivar la negligencia”.
Las entidades financieras se han servido banderizamente del dogma del laissez faire. Es la máscara tras la que se esconden la voracidad y los comportamientos predatorios. En muy buena medida, esa es la historia de Lehman, una entidad que despreció toda regla y toda regulación. Todo valía. Una filosofía que abrazaba el regulador en jefe de la nación, Alan Greenspan, ex-presidente de la Reserva Federal.
“La estructura nominal de gobierno empresarial era vergonzosa”, dice Black. “Lehman estaba expresamente concebida para dejar los ‘riesgos’ fuera de control en su operación principal, los préstamos mentirosos”. Lehman no gestionaba el riesgo de hacer préstamos mentirosos. Se lanzó a transacciones masivas y fraudulentas como si se tratara de “actividades seguras”.
Black observa que la contabilidad prestidigitadora garantiza que las instituciones “reportarán ingresos (ficticios) soberbios a corto plazo y pérdidas catastróficas a largo plazo”, que es, precisamente, lo que ocurrió. Los jefazos se zamparon miles de millones de suculentos bonos y opciones de acciones, mientras sus compañías se convertían en pasto de alimaña.
Dice Black:
“La principal fuente que tenía Lehman de ingresos (ficticios) y de pérdidas reales era la emisión (y la venta) de lo que el comercio llamó muy adecuadamente préstamos ‘mentirosos’ a través de su filial Aurora (…) Los préstamos mentirosos son ‘criminógenos’ –crean epidemias de fraude hipotecario—, porque crean poderosos incentivos para proporcionar información falsa a la hora de solicitar un préstamo. El FBI comenzó a alertar públicamente de la epidemia de fraude hipotecario en 2004” (CNN).
La prueba del designio criminal no podría ser más clara. El FBI informó de sus hallazgos a los reguladores, pero no se hizo nada. Bush había puesto en todos los cargos de supervisión a personas fieles a Wall Street, las cuales se limitaron a mirar para otro lado. Así, los criterios de préstamo se relajaron, se multiplicaron los beneficios, los precios inmobiliarios se dispararon, se hinchó como un hongo ciclópeo la burbuja, y Lehman recogió beneficios sin ejemplo, a sabiendas de que la inexorable implosión final infligiría daños masivos al sistema y graves sufrimientos a todos los demás.”
Black, de nuevo:
“El fatal problema subyacente a Lehman era su insolvencia, causada por tal cantidad de malos préstamos y malas inversiones. Lidió con su insolvencia de la manera tradicional: se negó a reconocer honradamente sus pérdidas. No podía resolver su crisis de liquidez porque era insolvente y su fuente primordial de ingresos contables ficticios se vino abajo con el colapso del mercado secundario de préstamos subprime. Si Lehman hubiera vendido sus activos para hacerse con efectivo, habría tenido que reconocer las pérdidas masivas e informar de que era insolvente.”
Eso requiere un poco de explicación. Antes del desplome, los bancos “regulados” de depósitos se financiaban sobre todo con acuerdos de recompra a corto plazo (repo) con inversores institucionales (verbigracia: “bancos en la sombra”, bancos de inversión, fondos hedge de cobertura, compañías aseguradoras…). Los bancos pondrían un colateral en forma de paquetes de obligaciones “titularizas”, sirviéndose de los préstamos a corto plazo para mantener las operaciones. Cuando el colateral puesto por los bancos se hizo sospechoso –porque nadie sabía qué paquetes contenían hipotecas subprime—, los intermediarios exigieron más colateral para los préstamos. Subitáneamente, los bancos se encontraron perdiendo dinero a manos llenas, a medida que el valor de sus activos se tambaleaba. Lehman quedó atrapado en esta puerta giratoria, y no pudo subvenir a sus deudas sirviéndose de su desgastado colateral, que todo el mundo sabía ya que era basura. Se produjo un desplome bancario en el sistema en la sombra; el mercado secundario colapsó. Lo cierto es que el mercado quedó traumatizado por un acontecimiento repreciador por el que los precios de los activos resultaron reevaluados de la noche a la mañana. Lehman no pudo sobrevivir en este nuevo ambiente de crédito restricto.
Sigue Black:
“No hay manera de ‘gestionar’ el ‘riesgo’ de hacer préstamos mentirosos a escala masiva. Lehman llegó a ser el líder mundial de ese tipo de préstamos (…) Si Lehman admitía que sus préstamos mentirosos eran frecuentemente fraudulentos, no podría venderlos, cegándose así una de las más caudalosas fuentes de su ingreso.”
Los “préstamos mentirosos” con pocos requisitos era el pan de cada día de Lehman. Irónicamente, sus propios auditores descubrieron que cerca de la mitad de los mismos “incurrían en errores materiales”. No importaba; todo el mundo estaba ganando dinero a espuertas y los paquetes de obligaciones seguían inundando de riqueza la oficina de enfrente. A los hallazgos de sus propios auditores, y como era de esperar, Lehman respondió multiplicando el volumen de sus préstamos mentirosos. “Me cisco en los peligros”. Eso incrementó la probabilidad de contagio y el riesgo sistémico. Las actividades de Lehman amenazaban ahora al conjunto del sistema.
La SEC [Securities and Exchange Comission, Consejo Supervisor de Empresas y Valores; T.] no tenía autoridad para supervisar a Lehman, pero no puede decirse lo mismo de la Fed.
Black:
“Sólo la Fed tenía autoridad –conferida por la Ley de propiedad de la vivienda y protección de la equidad de 1994 (HOEPA, por sus siglas en inglés)— para regular a todos los prestamistas hipotecarios, disponiendo, además, de un apalancamiento práctico sin precedentes a causa de su capacidad para prestar y para convertir bancos de inversión en bancos comerciales propietarios de empresas. Se suponía que la Fed era un experimentado regulador de ‘la seguridad y la cordura’ de las actividades económicas.”
Pero el Banco de Nueva York de la Reserva Federal (FRBNY, por sus siglas en inglés) no tenía la menor intención de supervisar a Lehman o de asistir a la SEC en el cumplimiento de la misión de ésta. En efecto, la Fed de Geithner “se cruzó de brazos mientras Lehman engañanaba al público con un esquema de negocios que los propios funcionarios del FRBNY dieron en llamar ‘el timo de las tres cartas’.”
Black abrió fuego contra Geithner y el FRBNY:
“El FRBNY sabía que Lehman incurría en un fraude concebido para hinchar falsariamente su liquidez, y por lo mismo, no estaba dispuesto a prestar demasiado dinero a Lehman. Pero el FRBNY no informó del fraude a la SEC, al público o a la OTS [la agencia de control del fraude, por sus siglas en inglés]. El funcionario de la Fed ni siquiera fingió creer que la Fed tiene la obligación de proteger al público. El FRBNY siguió dispuesto a prestar a una institución sistemáticamente peligrosa [SDI, por sus siglas en inglés]. Lo que constituye una egregia violación de la confianza pública, y los reguladores que la perpetraron deben responder por ello.”
Geithner (aparentemente) hizo todo lo que estuvo en su mano para ayudar a Lehman a ocultar su verdadera situación financiera y podría haber contribuido deliberadamente a engañar a inversores facilitando 150 transacciones repos que sirvieron para disimular y mantener fuera de balance responsabilidades contables por un monto de 50 mil millones de dólares. En su testimonio de esta semana ante el Comité de finanzas del Congreso, Richard Fuld, el alto ejecutivo de Lehman, dijo que la Fed estaba al corriente de todo lo que ocurría en el banco. Si eso es verdad, Geithner debería estar a pique de ser procesado.
Geithner y el presidente de la Fed, Ben Bernanke, tenían buenas razones para disimular la situación financiera de Lehman. Si los activos hipotecariamente respaldados de Lehman hubieran estado “ajustados al mercado” (marked-to-market), eso habría obligado a una sistemática repreciación que habría traído consigo gigantescas ventas por liquidación de activos financieros y una grave deflación. Así pues, en vez de exigir la revelación veraz del valor de lo que se tenía entre manos, Geithner y Bernanke contribuyeron al proceso de disimulo en curso. Los instrumentos de deuda y los activos tóxicos se hallan ahora escondidos en Fannie Mae, Freddie Mac, los libros de contabilidad de la Fed y las instituciones que se sirven de una tramposa contabilidad “ajustada ala fantasía”. Las deudas no se han evaporado; simplemente han sido apartadas de la mirada pública.
Sigamos con Black:
“El FBI advirtió, en testimonio prestado ante el Congreso en 2004, de una ‘epidemia’ de fraude hipotecario (…) La Fed merece ser especialmente criticada por su fracaso en punto a responder a esas advertencias emprendiendo una acción eficaz para poner coto a los préstamos mentirosos. Sólo la Fed tenía autoridad, bajo la HOEPA, para desterrar los préstamos mentirosos, lo que habría evitado la hipeinflación de la burbuja y contenido la acelerada propagación de la epidemia de fraude hipotecario.”
En fecha tan temprana como el año 2000, grupos de consumidores urgieron a la Fed a usar la autoridad que le confería la HOEPA para acabar con el préstamo predatorio. Pero la Fed ni siquiera les contestó.
De acuerdo con Elisabeth MacDonald, la Fed se cepilló a “uno de los mayores actores del sector hipotecario”. En un artículo titulado “Alertas rojas inmobiliarias, ignoradas”, afirma MacDonald:
“Uno de los principales actores del sector inmobiliario nacional alertó repetidas veces a la Reserva Federal (…) de que los EEUU se abocaban a un inminente desplome inmobiliario (…) Pero los reguladores bancarios no sólo ignoraron esas alertas, sino que altos funcionarios de la Fed fueron a las emisoras a decir que la economía estaba “construyendo sobre sólidos cimientos” y que un desplome inmobiliario era harto ‘improbable’ (…).
“Al abogar ante los reguladores bancarios por la contención de los abusos en los préstamos subprime, las MICA [Compañías aseguradoras hipotecarias de América, por sus siglas en inglés] apuntaron a las alertas rojas contenidas en los análisis del propio personal asesor de los reguladores bancarios, así como de sus pares en Bear Steams y Lehman Brothers, y eso tres años antes de que estos gigantes de Wall Street se hundieran sepultados por el peso de sus pésimas apuestas hipotecarias.”
Las aseguradoras hipotecarias “están profundamente preocupadas por el aumento de la fragilidad del mercado hipotecario, la cual, combinada con el incremento de los portafolios bancarios atestados de productos de alto riesgo, plantea problemas potencialmente muy graves que podrían estallar de un modo espectacularmente subitáneo”. Frustrar el ajuste bancario de suscripción, reservas y capitales, necesario para responder a ese riesgo creciente, “significa que los episodios de descensos en la tasa de crédito y/o de interés –por no hablar de desplomes— serán mucho más graves que si se hubieran tomado las medidas oportunas”. (Elizabeth MacDonald, "Housing Red flags Ignored", FOX Business News.)
Hubo otros, también, como el antiguo gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, quien alertó de una “crisis de los préstamos predatorios” y reprendió a la administración Bush por bloquear la persecución del fraude hipotecario. El artículo de Spitzer apareció en el Washington Post en 2003. Lo que sigue es un extracto:
“Pero la unánime oposición de los 50 estados (de sus fiscales generales) no impidió a la administración Bush –ni siquiera constituyó un obstáculo— seguir en su empeño de proteger a los bancos. Lo cierto es que, cuando mi oficina abrió una investigación sobre posible discriminación en el préstamo hipotecario por parte de unos cuantos bancos, la OCC [la Agencia de control monetario, por sus siglas en inglés] procedió a archivar una causa federal abierta, frenando la investigación”. (Washington Post)
Todo esto muestra que el problema no era tanto la “desregulación”, cuanto la “negativa a regular”. ¿Pero por qué? ¿Por qué no quiso responder la Fed a tal muchedumbre de alertas procedentes de profesionales competentes? ¿Y por qué Bush fue tan hostil a la protección del consumidor? ¿Fue una conspiración, o simplemente un acuerdo tácito entre personas de viso del establishment político y financiero, que veían de consuno, entre guiños y asentimientos de cabeza, el préstamo predatorio y el fraude hipotecario como formas aceptables de engordar resultados.
Sea ello como fuere, es claro que la crisis no fue un “desastre natural”, ni siquiera una “disfunción sistémica”, sino el resultado de un latrocinio empresarial generalizado, ingeniado y ejecutado por las mayores entidades financieras del país.
Black, de nuevo:
“Los penalistas se refieren a las entidades que difunden las epidemias de fraude como ‘vectores’ (…) Lehman fue uno de los mayores vectores de difusión de la epidemia de fraude (…) La Fed, por su autoridad en el asunto, dimanante de la HOEPA, y la SEC, por su jurisdicción sobre cualquier compañía cotizable en el mercado de valores, eran los únicos organismos que podían haber yugulado los vectores difusores de la epidemia de fraude (…) Sin embargo, la Fed y la SEC no emprendieron la menor acción efectiva hasta después de que prácticamente todos los grandes promotores de los préstamos mentirosos hubieran quebrado.”
En efecto. La Fed y la SEC sabían exactamente lo que había que hacer, y se negaron a cumplir con su tarea. La crisis de los 90 de las cajas locales de ahorros y crédito hipotecario (S&L) fijó ya las pautas para tratar con “préstamos de baja acreditación”. De modo que existía un esquema establecido de actuación preventiva encaminada a proteger al público de la lluvia radioactiva económica. Pero no se hizo nada, porque todas las “gentes de orden” estaban ocupadas enriqueciéndose por la vía de burlar al sistema vendiendo préstamos basura a solicitantes vulnerables e hinchando una monumental burbuja crediticia que terminaría por dejar la economía hecha unos zorros.
El testimonio prestado por Black no deja la menor duda: los truquitos de Lehman eran cosa hecha a propósito, y el fraude fue conscientemente consentido por amiguetes muy bien situados políticamente. Ha llegado la hora de que el Congreso nombre un Consejo Independiente para investigar los hechos y asegurarse de que los delincuentes serán llevados ante los tribunales de justicia. [1]
NOTA T.: [1] El informe complete de William Black puede leers en: http://www.house.gov/apps/list/hearing/financialsvcs_dem/black_4.20.10.pdf
Mike Whitney es un analista político independiente que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch.
Traducción para www.sinpermiso.info: Miguel de Puñoenrostro
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3274
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