Vulnerabilidad del euro
Alemania ha sido la clave para armar el paquete de rescate para la economía griega. Angela Merkel ha proclamado un triunfo para el euro y para su gobierno, al hacer intervenir al Fondo Monetario Internacional. La realidad es que con la transfusión de entre 20 y 22 mil millones de euros, los que salen rescatados son los acreedores de Grecia, en su mayor parte bancos europeos.
Por otra parte, este episodio pone de relieve las debilidades profundas de la Europa neoliberal. Entre otras cosas, demuestra que la crisis en Grecia tiene sus orígenes en Alemania.
Se habla mucho de los trucos y trampas contables usadas por Atenas para cumplir las reglas e ingresar a la esfera del euro, en especial el límite para el déficit fiscal de 3 por ciento del PIB. Pero muchos estados miembros hicieron lo mismo para cumplir año tras año con la disciplina macroeconómica del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC).
De hecho, Alemania fue el segundo país, después de Portugal, en recibir un apercibimiento de la Unión Europea por rebasar el tope del déficit fiscal. En 2003, la Comisión Europea en Bruselas advirtió a Berlín que tendría que reducir su déficit fiscal o hacerse acreedor a sanciones. No era un buen momento para la economía alemana que ya llevaba varios años de lento crecimiento y desempleo elevado.
La ironía no puede pasar desapercibida: las reglas de disciplina macroeconómica neoliberales y procíclicas fueron impuestas a insistencia de Berlín para asegurar que países como Grecia o Irlanda no se embarcaran en trayectorias insostenibles. Pero los que encabezaron la lista de indisciplinados fueron Alemania y Francia.
En 2005 Alemania logró la aprobación de reformas en el PEC que permitieron que las violaciones excepcionales y temporales a la disciplina macroeconómica fueran parte del paisaje. Las infracciones se fueron multiplicando y las estrategias para disfrazarlas proliferaron. Todo esto pone a descansar el mito de que los PIIGS o los países del Club Med fueron los únicos indisciplinados.
La crisis en Grecia puso de relieve la debilidad estructural más importante en la construcción de la Europa neoliberal. Anteriormente cuando España o Francia experimentaban lento crecimiento o déficit comercial, podían ajustar la peseta o el franco, y las exportaciones alemanas padecían porque el marco se encarecía. Hoy ese recurso ya no está disponible por el uso de una divisa común. El camino preferido para promover las exportaciones y el crecimiento económico ha sido la reducción de los costos salariales. Esta es una forma de competencia perniciosa, con efectos negativos sobre los trabajadores y sobre las cuentas externas de los socios comerciales. Y uno de los países que ha recurrido a ella es precisamente Alemania, que ha perseguido neciamente el objetivo de un saldo positivo sistemático en su balanza comercial, olvidando que eso implica necesariamente un déficit para sus socios comerciales.
¿Sabía usted que Alemania fue desde los años noventa el país que más claramente mantuvo una política de reducción de costos salariales? La política de contención salarial en la última década condujo a un superávit comercial sistemático, a una caída en la demanda doméstica y una situación preocupante en el mercado laboral. En síntesis, los salarios brutos nominales aumentaron uno por ciento entre 1996-2006, mientras en el resto de la zona euro crecieron casi 2.8 por ciento. Lo peor es que esas reformas laborales que mantuvieron el costo laboral unitario más bajo de Europa no generaron un aumento en el empleo.
El estancamiento en los salarios permitió que Alemania recuperara la competitividad que otrora le hubiera conferido una devaluación del marco. En la carrera europea por reducir costos salariales y aumentar exportaciones, Alemania es hoy líder. Todos le siguen, incluyendo los países que quieren entrar a la zona euro, Latvia, Lituania y Estonia. Por cierto, el recorte salarial en Latvia es resultado de las condiciones impuestas por el FMI cuando otorgó un préstamo en 2008.
El superávit comercial de un país es el déficit de otro, y eso conduce a una falacia de composición: lo que beneficia a un país no puede beneficiar a todos. Mientras la fiesta duró, el déficit producido por adquirir productos alemanes estuvo financiado (y generosamente) con flujos de capital y el endeudamiento aumentó en los socios comerciales de Berlín. Hoy la crisis hace detonar el mecanismo y revela que Alemania es tanto parte del descalabro como los países menos competitivos.
La zona euro está construida sobre una faja sísmica en la que convergen políticas fiscales asimétricas y regresivas, así como una competencia desleal para compensar la debilidad en la demanda agregada. Esas tensiones son el equivalente económico de un choque entre placas tectónicas. El resultado es que la divisa común europea podría volar en pedazos en el próximo sismo. Un fracaso más del proyecto neoliberal basado en la concentración de la riqueza. Una llamada de atención sobre el futuro del capitalismo.
http://www.jornada.unam.mx/2010/04/07/index.php?section=opinion&article=027a1eco
Por otra parte, este episodio pone de relieve las debilidades profundas de la Europa neoliberal. Entre otras cosas, demuestra que la crisis en Grecia tiene sus orígenes en Alemania.
Se habla mucho de los trucos y trampas contables usadas por Atenas para cumplir las reglas e ingresar a la esfera del euro, en especial el límite para el déficit fiscal de 3 por ciento del PIB. Pero muchos estados miembros hicieron lo mismo para cumplir año tras año con la disciplina macroeconómica del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC).
De hecho, Alemania fue el segundo país, después de Portugal, en recibir un apercibimiento de la Unión Europea por rebasar el tope del déficit fiscal. En 2003, la Comisión Europea en Bruselas advirtió a Berlín que tendría que reducir su déficit fiscal o hacerse acreedor a sanciones. No era un buen momento para la economía alemana que ya llevaba varios años de lento crecimiento y desempleo elevado.
La ironía no puede pasar desapercibida: las reglas de disciplina macroeconómica neoliberales y procíclicas fueron impuestas a insistencia de Berlín para asegurar que países como Grecia o Irlanda no se embarcaran en trayectorias insostenibles. Pero los que encabezaron la lista de indisciplinados fueron Alemania y Francia.
En 2005 Alemania logró la aprobación de reformas en el PEC que permitieron que las violaciones excepcionales y temporales a la disciplina macroeconómica fueran parte del paisaje. Las infracciones se fueron multiplicando y las estrategias para disfrazarlas proliferaron. Todo esto pone a descansar el mito de que los PIIGS o los países del Club Med fueron los únicos indisciplinados.
La crisis en Grecia puso de relieve la debilidad estructural más importante en la construcción de la Europa neoliberal. Anteriormente cuando España o Francia experimentaban lento crecimiento o déficit comercial, podían ajustar la peseta o el franco, y las exportaciones alemanas padecían porque el marco se encarecía. Hoy ese recurso ya no está disponible por el uso de una divisa común. El camino preferido para promover las exportaciones y el crecimiento económico ha sido la reducción de los costos salariales. Esta es una forma de competencia perniciosa, con efectos negativos sobre los trabajadores y sobre las cuentas externas de los socios comerciales. Y uno de los países que ha recurrido a ella es precisamente Alemania, que ha perseguido neciamente el objetivo de un saldo positivo sistemático en su balanza comercial, olvidando que eso implica necesariamente un déficit para sus socios comerciales.
¿Sabía usted que Alemania fue desde los años noventa el país que más claramente mantuvo una política de reducción de costos salariales? La política de contención salarial en la última década condujo a un superávit comercial sistemático, a una caída en la demanda doméstica y una situación preocupante en el mercado laboral. En síntesis, los salarios brutos nominales aumentaron uno por ciento entre 1996-2006, mientras en el resto de la zona euro crecieron casi 2.8 por ciento. Lo peor es que esas reformas laborales que mantuvieron el costo laboral unitario más bajo de Europa no generaron un aumento en el empleo.
El estancamiento en los salarios permitió que Alemania recuperara la competitividad que otrora le hubiera conferido una devaluación del marco. En la carrera europea por reducir costos salariales y aumentar exportaciones, Alemania es hoy líder. Todos le siguen, incluyendo los países que quieren entrar a la zona euro, Latvia, Lituania y Estonia. Por cierto, el recorte salarial en Latvia es resultado de las condiciones impuestas por el FMI cuando otorgó un préstamo en 2008.
El superávit comercial de un país es el déficit de otro, y eso conduce a una falacia de composición: lo que beneficia a un país no puede beneficiar a todos. Mientras la fiesta duró, el déficit producido por adquirir productos alemanes estuvo financiado (y generosamente) con flujos de capital y el endeudamiento aumentó en los socios comerciales de Berlín. Hoy la crisis hace detonar el mecanismo y revela que Alemania es tanto parte del descalabro como los países menos competitivos.
La zona euro está construida sobre una faja sísmica en la que convergen políticas fiscales asimétricas y regresivas, así como una competencia desleal para compensar la debilidad en la demanda agregada. Esas tensiones son el equivalente económico de un choque entre placas tectónicas. El resultado es que la divisa común europea podría volar en pedazos en el próximo sismo. Un fracaso más del proyecto neoliberal basado en la concentración de la riqueza. Una llamada de atención sobre el futuro del capitalismo.
http://www.jornada.unam.mx/2010/04/07/index.php?section=opinion&article=027a1eco
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