Linux es mejor que Windows y además fomenta una sociedad mejor
ricardoiglesiasfernandez.blogspot.com
A grandes rasgos se podría decir que hoy en día Linux está en condiciones de ofrecer lo mismo que ofrece Windows pero de un modo más racional. Dada esta situación no queda otra que contemplar Windows como una corporación que está usurpando un espacio de todos a base intentar mantener el monopolio que ha formado desde finales del siglo pasado. En cuanto a este aspecto Windows no es más que un pequeño grupo de personas reteniendo algo que podría y debería ser del dominio de todos con el único fin del provecho económico. Así pues algo aparentemente tan banal como un sistema operativo acaba por ser un medio más de control de la sociedad y una justificación de un sistema económico y político que perjudica a muchos en beneficio de unos pocos.
Aunque, como no podría ser de otra manera hay defensores de ambos sistemas operativos, mi experiencia me dice que los defensores de Windows suelen tener como fondo principal y velado de sus argumentos la sumisión a un “gran poder” establecido (en este caso Microsoft). No voy a negar que existan apartados “más desarrollados” en Windows como, por ejemplo, la mayor cantidad de programas. Pero lo fundamental es que en esencia Windows es un sistema operativo que ya nace “enfermo” y que, como tal, no permitirá que algo sano se desarrolle plenamente si se desarrolla desde él. Comenzaré justificando a Linux como sistema operativo frente a Windows desde ahí buscaré comprender las implicaciones socioeconómicas que se derivan.
Windows, al ser software propietario, no puede permitir que el resto de las personas tengan acceso a su código. Solamente este hecho ya hace que sea fácilmente susceptible a múltiples ataques (virus, malaware, etc…). Cualquier usuario de Windows habrá pasado por la experiencia de que un fichero o programa se ejecuta por cuenta propia y realiza las acciones que él quiere sin consentimiento y/o sin conocimiento del usuario. En Linux no sucede así. Al estar a la vista el código los virus tienen muchas más dificultades para “esconderse” y ser funcionales. Tampoco hay que olvidar que donde hay una ley siempre puede haber una trampa. Linux, al igual que cualquier sistema operativo, tiene agujeros de seguridad que lo hacen susceptible de recibir ataques. La diferencia principal con Windows es que, al estar el código a la vista, existe una amplia comunidad que puede solventar el problema en muy poco tiempo. De esta forma es frecuente que cualquier agujero en el sistema de Linux sea solventado en muy poco tiempo, cosa que es mucho más lenta en Windows. Pero la poca transparencia en el código tiene más implicaciones porque las sucesivas versiones de Windows deben de buscar un mínimo de compatibilidad entre ellas. Algo que genera muchas más líneas de código y, por tanto, una infinidad mayor de rodeos para que el ordenador realice la misma operación. En Linux no existe este importante problema de compatibilidad porque la actualización completa del sistema operativo se hace de forma gratuita. Así que los programadores no necesitan multiplicar excesivamente las líneas de código ni el número de operaciones que debe realizar el sistema operativo para que una misma función sea compatible en distintas versiones del sistema operativo.
Todo lo anterior no sería más que una serie de diferencias entre dos productos. Se podría pensar que parece más lógico uno que otro pero, a fin de cuentas, es como si nos equivocamos de nevera a la hora de hacer la compra. Lo peor que nos pasaría es que su rendimiento sería peor pero sin mayores implicaciones. Con Linux no sucede así. Es muy conocida la circunstancia de que los adeptos a Linux lo son en buen número porque representa un modo de vida. Aunque podría parecer excesiva esta calificación y de hecho muchas veces se satiriza no sin motivo, lo cierto es que Linux supone un modo de relacionarse y de interactuar más próximo al de un ideal humanista.
En su mayor parte Linux se basa en el “todo es de todos”. Ya no es necesario estar comprando los programas como en Windows porque una aplicación creada por alguien en el otro lado del planeta puede estar disponible para que la use cualquiera. Podría alegarse que también multitud de usuarios de Windows disponen de cualquier aplicación “gratuitamente”. La diferencia es que esta “gratuidad” no suele ser más que un robo, que es lo que realmente está en el fondo del “pirateo” común. Si se escoge la opción moralmente más adecuada (la de no robar) nos encontraremos con que, o bien nos gastamos un dineral que no está al alcance de mucha gente, o bien optamos por programas de escasa valía que poco nos ayudarán con la mayor parte de necesidades más comunes. En el primer caso se estará fomentando la banalización del robo y la consiguiente orientación del carácter que conlleva. Como todo el mundo obtiene lo que quiere robando el robo se banaliza pasando a ser irrelevante y, lo que es peor, asumido socialmente como una forma aceptada de dirigirse en la vida. Para el segundo caso simplemente nos encontraremos con que hemos perdido el tiempo con la adquisición de un ordenador. Pero el que se comparta la propiedad en Linux tiene otras connotaciones porque también se fomenta un ambiente en el que el objetivo ya no es poseer las mejores aplicaciones o sistemas operativos (con la consiguiente diferenciación de clases sociales entre sus usuarios), sino en buscar la forma de compartirlas. De esta manera, aunque el contexto no implique necesariamente las buenas actitudes, sí que las fomenta. Es conocido que los usuarios de Linux suelen ser gente creativa y con iniciativa, algo que viene dado porque el propio sistema permite innovarse y adecuarse a los gustos de los usuarios con lo que el que quiera tiene margen para la iniciativa y el desarrollo personal.
Aunque pueda haber similitudes entre distintos sistemas operativos, lo cierto es que al entrar en uno nuevo entramos en un mundo y en un estado de cosas diferenciado con sus propias reglas. Esto hace que cambiar a otro sistema operativo sea algo que requiera de un cierto grado de valentía. A mi juicio el tránsito que fácilmente se puede encontrar un neófito que decida cambiarse a Linux después de estar usando Windows durante toda su vida es bastante parecido al que describe Platón en el mito de la caverna. De igual manera es fácil que alguien que no conoce nada distinto piense que su hábitat es el mejor o el natural, y que incluso tenga problemas para acostumbrarse a algo más lógico y verdadero después de haber permanecido siempre bajo algo que se ha desarrollado por el camino torcido. Microsoft, como gran corporación que es, lo sabe y busca aprovecharse de este factor para seguir controlando la opinión de los usuarios y que así se sigan manteniendo fieles a su producto y a lo que conlleva. Es por esto que Microsoft busca menospreciar el software libre mediante campañas publicitarias, fomentando el mito de que algo gratis no puede ser de igual valor que algo de pago o, si nos atenemos a lo que descubre Wikileaks, haciendo juego sucio para impedir el desarrollo del software libre. Una de las formas que tiene el capital para buscar perpetuarse.
http://ricardoiglesiasfernandez.blogspot.com/2010/12/linux-es-mejor-que-windows-y-ademas.html
Aunque, como no podría ser de otra manera hay defensores de ambos sistemas operativos, mi experiencia me dice que los defensores de Windows suelen tener como fondo principal y velado de sus argumentos la sumisión a un “gran poder” establecido (en este caso Microsoft). No voy a negar que existan apartados “más desarrollados” en Windows como, por ejemplo, la mayor cantidad de programas. Pero lo fundamental es que en esencia Windows es un sistema operativo que ya nace “enfermo” y que, como tal, no permitirá que algo sano se desarrolle plenamente si se desarrolla desde él. Comenzaré justificando a Linux como sistema operativo frente a Windows desde ahí buscaré comprender las implicaciones socioeconómicas que se derivan.
Windows, al ser software propietario, no puede permitir que el resto de las personas tengan acceso a su código. Solamente este hecho ya hace que sea fácilmente susceptible a múltiples ataques (virus, malaware, etc…). Cualquier usuario de Windows habrá pasado por la experiencia de que un fichero o programa se ejecuta por cuenta propia y realiza las acciones que él quiere sin consentimiento y/o sin conocimiento del usuario. En Linux no sucede así. Al estar a la vista el código los virus tienen muchas más dificultades para “esconderse” y ser funcionales. Tampoco hay que olvidar que donde hay una ley siempre puede haber una trampa. Linux, al igual que cualquier sistema operativo, tiene agujeros de seguridad que lo hacen susceptible de recibir ataques. La diferencia principal con Windows es que, al estar el código a la vista, existe una amplia comunidad que puede solventar el problema en muy poco tiempo. De esta forma es frecuente que cualquier agujero en el sistema de Linux sea solventado en muy poco tiempo, cosa que es mucho más lenta en Windows. Pero la poca transparencia en el código tiene más implicaciones porque las sucesivas versiones de Windows deben de buscar un mínimo de compatibilidad entre ellas. Algo que genera muchas más líneas de código y, por tanto, una infinidad mayor de rodeos para que el ordenador realice la misma operación. En Linux no existe este importante problema de compatibilidad porque la actualización completa del sistema operativo se hace de forma gratuita. Así que los programadores no necesitan multiplicar excesivamente las líneas de código ni el número de operaciones que debe realizar el sistema operativo para que una misma función sea compatible en distintas versiones del sistema operativo.
Todo lo anterior no sería más que una serie de diferencias entre dos productos. Se podría pensar que parece más lógico uno que otro pero, a fin de cuentas, es como si nos equivocamos de nevera a la hora de hacer la compra. Lo peor que nos pasaría es que su rendimiento sería peor pero sin mayores implicaciones. Con Linux no sucede así. Es muy conocida la circunstancia de que los adeptos a Linux lo son en buen número porque representa un modo de vida. Aunque podría parecer excesiva esta calificación y de hecho muchas veces se satiriza no sin motivo, lo cierto es que Linux supone un modo de relacionarse y de interactuar más próximo al de un ideal humanista.
En su mayor parte Linux se basa en el “todo es de todos”. Ya no es necesario estar comprando los programas como en Windows porque una aplicación creada por alguien en el otro lado del planeta puede estar disponible para que la use cualquiera. Podría alegarse que también multitud de usuarios de Windows disponen de cualquier aplicación “gratuitamente”. La diferencia es que esta “gratuidad” no suele ser más que un robo, que es lo que realmente está en el fondo del “pirateo” común. Si se escoge la opción moralmente más adecuada (la de no robar) nos encontraremos con que, o bien nos gastamos un dineral que no está al alcance de mucha gente, o bien optamos por programas de escasa valía que poco nos ayudarán con la mayor parte de necesidades más comunes. En el primer caso se estará fomentando la banalización del robo y la consiguiente orientación del carácter que conlleva. Como todo el mundo obtiene lo que quiere robando el robo se banaliza pasando a ser irrelevante y, lo que es peor, asumido socialmente como una forma aceptada de dirigirse en la vida. Para el segundo caso simplemente nos encontraremos con que hemos perdido el tiempo con la adquisición de un ordenador. Pero el que se comparta la propiedad en Linux tiene otras connotaciones porque también se fomenta un ambiente en el que el objetivo ya no es poseer las mejores aplicaciones o sistemas operativos (con la consiguiente diferenciación de clases sociales entre sus usuarios), sino en buscar la forma de compartirlas. De esta manera, aunque el contexto no implique necesariamente las buenas actitudes, sí que las fomenta. Es conocido que los usuarios de Linux suelen ser gente creativa y con iniciativa, algo que viene dado porque el propio sistema permite innovarse y adecuarse a los gustos de los usuarios con lo que el que quiera tiene margen para la iniciativa y el desarrollo personal.
Aunque pueda haber similitudes entre distintos sistemas operativos, lo cierto es que al entrar en uno nuevo entramos en un mundo y en un estado de cosas diferenciado con sus propias reglas. Esto hace que cambiar a otro sistema operativo sea algo que requiera de un cierto grado de valentía. A mi juicio el tránsito que fácilmente se puede encontrar un neófito que decida cambiarse a Linux después de estar usando Windows durante toda su vida es bastante parecido al que describe Platón en el mito de la caverna. De igual manera es fácil que alguien que no conoce nada distinto piense que su hábitat es el mejor o el natural, y que incluso tenga problemas para acostumbrarse a algo más lógico y verdadero después de haber permanecido siempre bajo algo que se ha desarrollado por el camino torcido. Microsoft, como gran corporación que es, lo sabe y busca aprovecharse de este factor para seguir controlando la opinión de los usuarios y que así se sigan manteniendo fieles a su producto y a lo que conlleva. Es por esto que Microsoft busca menospreciar el software libre mediante campañas publicitarias, fomentando el mito de que algo gratis no puede ser de igual valor que algo de pago o, si nos atenemos a lo que descubre Wikileaks, haciendo juego sucio para impedir el desarrollo del software libre. Una de las formas que tiene el capital para buscar perpetuarse.
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