banqueros: la captura de Wall Street y el próximo desastre financiero
(ver Bajo la Lupa, 1/12/10)– esbozan cuatro escenarios que constituirán
el juego final de la eurozona (Baseline Scenarios, 28/11/10) cuando
mayores turbulencias se avizoran.
En última instancia, existirá una eurozona con mayor autoridad fiscal
compartida, una autoridad transfronteriza de resolución común para los
bancos quebrados, y probablemente una mayor integración económica. Pero
existen cuatro escenarios sobre quienes formarán parte de la eurozona.
Cabe recordar que la eurozona cuenta con 16 miembros (donde brilla la
ausencia de Gran Bretaña) pertenecientes a la Unión Europea (UE) –a su
vez de 27 integrantes– y cuenta con un banco central, el Banco Central
Europeo, a cargo de las reservas del euro y su emisión, así como del
manejo monetario y la estabilidad de los precios.
Primer escenario (el más improbable): los rescates del FMI para
Grecia e Irlanda pueden funcionar al garantizar a los inversionistas que
habrá suficiente crecimiento para hacer más sostenible el peso de la
deuda”. Los miembros de la eurozona podrán permanecer en su seno, aunque
el perfil de la deuda de Grecia y Portugal permanecerá vulnerable, así
como el lento crecimiento de Portugal y la banca española (pese a sus
ocultamientos contables). Mientras el BCE compra masivas cantidades de
bonos, Alemania no tiene más remedio que avalar la operación debido a
las temibles consecuencias políticas se infiere: la desintegración
política de la UE.
Segundo escenario: un paquete de apoyo conjunto del FMI y la UE a
Portugal y quizá (sic) a España que estabilice verdaderamente la
situación, lo cual representa la ilusión de la línea Maginot, una idea
que ignora el potencial perturbador que salte a otros países
potencialmente más débiles de la eurozona, como Italia, Francia
(¡supersic!) o Bélgica.
Aquí es probable que Grecia abandone la eurozona y reestructure sola
su deuda. Alemania será generosa con sus empréstitos e Irlanda podrá
permanecer en la eurozona, pero muchos (sic) de sus ciudadanos
emigrarán. ¿Adónde? Tampoco existen tantos países recipiendarios en la
presente coyuntura antimigratoria.
Tercer escenario: constituye la visión lúcida de Willem Buiter
[economista en jefe de Citigroup], quien predice tres o más quiebras
soberanas en los próximos cinco años, pues todo el mundo será más
proclive a reestructurar con facilidad sus deudas.
Van dos afectados (Grecia e Irlanda) y faltan tres o más para llenar
plenamente el criterio humillante de los analistas británicos sobre la
inevitable quiebra de los PIIGS (acrónimo inglés de Portugal, Irlanda,
Italia, Grecia y España) a los que quizá se agreguen Bélgica y Francia.
Aquí no especifican quiénes se quedan o son eyectados de la eurozona.
Cuarto escenario: impensable y “bellamente (sic) articulado por la
columna Lex, de The Financial Times” (25/11/10), a juicio de la dupla
Boone-Johnson, que “divide a la eurozona entre los relativamente
prudentes y los relativamente imprudentes, en términos de política
fiscal.
Se asienta algo así como la región de un nuevo marco alemán:
Alemania, Holanda, Austria, Finlandia y algunos (sic) pequeños (sic)
países”. Italia es eyectada, aunque su parte norte pudiera permanecer”.
¿Abandonará Francia la eurozona que resquebrajaría la alianza franco-alemana que inició la integración europea?
Aducen que este escenario extremo (sic) no es tan nocivo para la
estabilidad política y la recuperación económica, ya que los países
periféricos más débiles serán dañados durante una generación
(¡supersic!), pero la integración europea es mucho más que intentar
compartir una divisa entre países con políticas fiscales divergentes
(sic) y nula convergencia en productividad.
A su juicio, la zona del nuevo marco alemán se desempeñará convenientemente y es donde el crecimiento es ahora vigoroso.
La eurozona sufrirá forcejeos, pero los efectos positivos de la
devaluación de las tasas de cambio serán redescubiertas, por lo menos
para aquellos con mucha deuda.
A nuestro juicio, lo inconveniente de este escenario extremo es que
balcaniza de facto a Europa mediante una extraña línea divisoria tanto
latina como sureña (con excepción de Irlanda y la mitad de Bélgica de
por sí balcanizada avant la lettre) y en su mayoría católica (incluyendo
a Irlanda y la mitad de Bélgica), es decir, retorna la tesis
social-religiosa de Max Weber (La ética protestante y el espíritu del
capitalismo) ahora con enfoque monetarista-fiscalista.
Peor: se trata de un regalo envenenado de los fiscalistas británicos
neoliberales, quienes buscan en última instancia la salvación de la
City, más insolvente que nunca, mediante un darwinismo financierista.
Que en la Alemania unificada exista un empate técnico entre católicos
y protestantes (cada uno con 34 por ciento de creyentes, según la CIA)
es otro tema que pone en tela de juicio al neoweberismo hungtingtoniano
fiscalista.
Por cierto, el texto aludido de la columna Lex arremete contra la
estructura de un voto por país del gobierno del BCE que crea la
percepción de un dominio del Club Med (léase: un eufemismo británico de
los latinos sureños católicos): en el “consejo de gobierno de 22
personas, ocho de los 16 representantes nacionales y cuatro miembros del
staff del banco provienen de tierras con costas en o muy cerca (sic)
del Mediterráneo. Irlanda es ahora un sureño (¡supersic!) honorario”.
El británico y anterior economista en jefe del FMI, experto en crisis
financieras, Johnson, en otro artículo en solitario (Baseline Scenario,
2/12/10) aborda el grado de probabilidad de una quiebra inminente de la
eurozona.
Considera que una lectura minuciosa de la declaración de los
ministros europeos vislumbra vivir las futuras crisis de la eurozona en
dos tipos: los solventes y los insolventes, lo cual desembocaría en la
creación de una coalición austera (una Liga Hanseática modificada) de
Alemania, Austria, Finlandia, Estonia y algunos pequeños países –un
tanto cuanto el cuarto escenario referido-.
Admite que el FMI y la UE juntos poseen dinero suficiente para ayudar
a Portugal y a España, en caso necesario. Pero no tienen fondos
suficientes para lidiar con Italia, Bélgica y otros grandes países
(léase: Francia) en caso de una secuencia de crisis el año entrante.
El problema es que el FMI no dispone efectivo por más de un millón de
millones de dólares (un trillón en anglosajón) y palidece cuando se
inicia una discusión para comprometer 500 mil millones de dólares. ¿A
quién recurrir en caso de zozobra? La lista es corta: China, Abu Dhabi,
Arabia Saudita y, quizá, Singapur, Rusia y muy pocos otros.
El FMI puede crear su propio dinero, los derechos especiales de giro,
pero a juicio de Johnson no es el momento político propicio para ello,
como no lo es el alza de los impuestos en Alemania que pueden dislocar
su gobernabilidad.
Johnson adopta la teoría del efecto dominó para la eurozona, donde
las fichas se derrumban en forma secuencial, al estilo de la crisis
asiática de 1997.
¿Se resignarán Francia y Alemania a la balcanización de la eurozona
y, por ende, del euro, que parece anhelar la prensa británica para
redireccionar los capitales globales a la City y a Wall Street, otro
género seudoweberiano de la guerra de las divisas?
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