Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens. |
Por lo tanto, a través de su portavoz Aimal Fazi se sabe ahora que enviados de Karzai han estado negociando en Dubai con los talibanes afganos. Y Karzai, además, alienta atrevidamente a Washington a participar. De otra manera, no firmará un Acuerdo de Estatuto de Fuerzas (FOSA, por sus siglas en inglés), la línea clave en la telenovela geopolítica favorita del Hindu Kush desde hace un año.
Tratemos de analizar sucintamente este lío.
Por una parte tenemos al gobierno de Obama que se muere por abandonar Afganistán, pero el Pentágono se muestra inflexible en mantener soldados en el terreno o por lo menos algunas perlas bien situadas en su vasto Imperio de Bases.
Por otro lado tenemos un títere estadounidense que tiene que pensar en su futuro después de cualquier forma que adopte la salida de EE.UU.; de otro modo los talibanes podrían asarlo como un kebab viviente.
Y en el medio, contemplando alegremente lo que pasa, tenemos a los talibanes afganos que inevitablemente harán su agosto (literalmente y de otra manera) sople por donde sople el viento por el Hindu Kush.
Mullah Omar en casa
Esta comedia en curso incluye giros imprevistos dignos del show televisivo Homeland. El gobierno de Obama incluso trató de negociar con los talibanes en Catar; en junio del año pasado, el fracaso fue evidente. En aquel entonces, Karzai lo denunció furiosamente.
Ahora es su turno, completo con el agregado incentivo estadounidense. Además de la demanda inmensamente popular de que el gobierno de Obama abandone su modus operandi de atacar repetidamente aldeas afganas en la guerra de drones que provocan abundante “daño colateral”.
Se pueden imaginar los rugidos de risa del jefe supremo de los talibanes, Mullah Omar, en su refugio secreto, posiblemente en Quetta, tan secreto que la NSA nunca ha interceptado algo que entre o salga de él.
Omar y sus mullahs pueden, o no, tener el placer de manipular a Karzai a su gusto, incluyendo muchos sofisticados subterfugios pastunes. De todas maneras, no importa lo que hagan, no pueden perder. Lo saben tan bien como que Karzai necesita desesperadamente conseguir alguna protección. Por lo tanto, al estilo de la mafia puede insertarlos (de un modo totalmente legítimo) en la escena política afgana. ¿Cómo no les va a gustar?
El gobierno de Obama, como de costumbre, está intrigado. La línea oficial, que suena como un CD rayado, tiene que ver con “luchar contra Al Qaeda”. No es así. Al Qaeda no ha existido en Afganistán desde hace años. La lucha es contra los talibanes. Ahora, ¿no solo nos vamos, pero también tenemos que hablar con ellos?
El punto es que todos necesitan llegar a un acuerdo con todos los demás. Karzai sabe perfectamente que tiene que llegar a un acuerdo con los talibanes puesto que, de no hacerlo, estos aplastarán a su sucesor, que será elegido en las elecciones en abril.
Karzai también sabe que sectores clave de la estrategia y la inteligencia en Pakistán apoyan a los talibanes afganos, incluso mientras el gobierno de Obama anuncia un diálogo estratégico actual con Pakistán. Cualquier progreso al respecto mientras vuelen drones dentro y fuera de Afganistán atacando las áreas tribales en Pakistán es un no definitivo.
El gobierno de Obama incluso se enfrenta ahora a la posibilidad de una doble derrota; ningún SOFA en Afganistán (porque ni Karzai o su sucesor lo firmarán), lo que implica que no se mantendrán soldados en absoluto más allá del fin de 2014 y, para colmo, que se verá obligado a negociar con los talibanes.
Los espectadores privilegiados de todo este lío son las potencias regionales Rusia, China, Irán e India. También son conscientes de que las cosas nunca irán mejor en Islamabad con estadounidenses todavía establecidos en sus bases en Afganistán.
Lo que ciertamente no quieren, excepto en Delhi, es un despliegue restante de EE.UU./OTAN en Afganistán. Especialmente porque saben que el siguiente paso sería que el gobierno de Obama (por no mencionar un posible, futuro, gobierno belicista de Hillary Clinton) desplegaría el sistema de defensa de misiles de EE.UU. en el Hindu Kush, una acción desastrosa en el Nuevo Gran Juego en Eurasia, si es que la hubo.
De modo que todo sigue en juego en Afganistán, dependiendo de los resultados de las elecciones en abril. Los talibanes, como fuerza combatiente, siguen siendo poderosos, pero como fuerza electoral no cuentan para nada. El juego de Karzai implica un gran juego para alguna especie de papel ceremonial después de la supuesta reducción estadounidense, como en la legitimización política de los talibanes. A pesar de todo, los talibanes tienen el privilegio de elegir si quieren ser llevados por ese camino o hacerlo a su propia manera dura.
¿Recordáis ese gasoducto?
Comparad ahora el proceso en Afganistán con el que tiene lugar al otro lado de la frontera en el cual los talibanes paquistaníes (TTP) consideran la posibilidad de entablar conversaciones con el gobierno del primer ministro Nawaz Sharif (la iniciativa provino de Sharif).
La condición clave es que el gobierno “implemente la constitución, que ha sido violada”, según el famoso maulana Samiul Haq, cuya madraza cerca de Peshawar apodada el ‘Harvard talibán’) los ha estado educando desde principios de los años noventa.
Haq insiste en que Sharif debe renunciar a la “guerra extranjera”, o sea, no más colaboración con los estadounidenses. Y se debería imponer inmediatamente la ley sharia.
Por lo tanto, la negociación con los talibanes paquistaníes puede llevar a que Islamabad afronte una cantidad significativamente menor de bombardeos o incluso ninguno. Al mismo tiempo, eso implica que los talibanes paquistaníes puedan seguir proyectando un poder suave dentro de la tendencia dominante paquistaní. Para el gobierno de Sharif es un riesgo que vale la pena tomar.
Como Sharif va a hablar con los TTP mientras Karzai ya está hablando con la parte afgana, Washington puede quedar se hablando consigo mismo. Y rumiando sobre esos días pasados del segundo gobierno de Clinton, cuando todo lo que se necesitaba para satisfacer a los talibanes era concederles una parte en el perenne sueño imposible, el gasoducto Turkmenistán-Afganistán-Pakistán (TAP).
No se llegó a acuerdo y el resto fue, es y seguirá siendo, la máxima, letal, tragicomedia del Hindu Kush.
Pepe Escobar es corresponsal itinerante de Asia Times/Hong Kong, analista de RT y TomDispatch, y frecuente colaborador con sitios en la web y programas radiales desde EE.UU. al Este de Asia.
Este artículo fue originalmente publicado en RT.
Fuente original: http://www.informationclearinghouse.info/article37571.htm
rBMB
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