Más allá del nombre y de las siglas que quieran ponerle, la realidad es que la Unión Europea y Estados Unidos llevan desde junio de 2013 negociando un Tratado de Comercio e Inversiones. El crecimiento y la generación de empleo forma parte las “razones oficiales” para perseguir este acuerdo. Pero los propios estudios de la Comisión Europea demuestran que el impacto sobre el empleo será muy bajo y que habrá sectores con fuertes reestructuraciones, como la agricultura, especialmente en las pequeñas explotaciones agrarias y ganaderas. Además bajarían los ingresos de industrias como la maquinaria electrónica, equipos de transporte y metalúrgica, así como los sectores de productos madereros y papel, servicios a las empresas y de comunicación, con la subsiguiente pérdida de puestos de trabajo.
Si la creación de empleo no va a ser tan significativa se puede encontrar la principal razón de este Tratado entre los argumentos menos divulgados -aunque también reconocido- por la Comisión Europea: la creación del “Área de Libre Comercio más grande del planeta” para contrarrestar el desplazamiento de la UE y de EEUU como mayores economías, exportadores y proveedores de inversión extranjera directa frente a los BRICs. Así, este Tratado busca principalmente mantener la posición hegemónica de las potencias atlánticas, todo ello a base de una nueva vuelta de tuerca neoliberal.
Dado que las barreras arancelarias entre estas dos potencias económicas no son muy significativas, las negociaciones se están centrando en la privatización y en el desmantelamiento -todavía mayor si cabe- de la protección laboral, ambiental y social. Los principales grupos de presión de las multinacionales a ambos lados del Atlántico llevan tiempo haciendo su carta de los reyes magos a los representantes comerciales de la UE y de EEUU. “Eliminar el principio de precaución europeo, rebajar estándares laborales o endurecer las leyes antipiratería” son parte de las demandas de estos grupos, algo preocupante cuando han acaparado más del 90% de las reuniones que la Comisión Europea ha mantenido con las partes interesadas de la sociedad civil sobre el Acuerdo.
Según el cariz que están tomando las negociaciones, que ya van por la tercera ronda, el Tratado afectará a una gran multitud de ámbitos del día a día de los europeos y estadounidenses: agricultura, servicios públicos, derechos laborales, energía, sanidad, regulación financiera, medioambiente, cultura, propiedad intelectual, etc. A lo que se añade el polémico capítulo de “protección de las inversiones” anteriormente mencionado, que dificultará revertir en el futuro las políticas neoliberales que se pretenden apuntalar y que ya estamos sufriendo con las políticas de ajuste estructural de la Troika.
Por todo ello resulta cuanto menos alarmante el silencio mediático que rodea a dicho acuerdo y la poca respuesta que ha generado. Si hay alguna posibilidad de parar, o al menos incidir, en las negociaciones, ésta pasa por la existencia de una sociedad consciente y organizada a escala europea. En Alemania y Francia ya existen plataformas muy activas contra el TTIP. En el Estado español, el sábado 15 de febrero se ha organizado en Madrid una jornada de formación y reflexión frente a la nueva ofensiva neoliberal. El objetivo de esta jornada abierta es conocer a fondo el contenido de este Tratado Transatlántico (TTIP) y consensuar un plan común y multipolar de acción para hacerle frente.
Luis Rico es coordinador de proyecto de tratados e inversiones de Ecologistas en Acción
Fuente: http://www.lamarea.com/2014/02/12/el-area-de-libre-comercio-mas-grande-del-planeta/
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