Traducción para Rebelión de Loles Oliván. |
Al gobierno de Turquía le encantan los centros comerciales. No sólo le gustan por ser brillantes indicadores de una economía próspera sino porque piensa que abrir nuevos centros comerciales constituye una solución mágica para los problemas políticos y sociales más graves del país. Durante los últimos diez años del gobierno del Partido Justica y Desarrollo, en todo Anatolia se han extendido como setas los centros comerciales. Con las ostentosas fachadas de sus edificios en el exterior y la música constante y a todo volumen en el interior, resultan ser el sagrado lugar de culto al capitalismo donde late el corazón de las ciudades, aunque no sólo. Al igual que otros centros comerciales de otras partes del planeta, crean un nuevo estereotipo. Un ser flotante entre tienda y tienda. Una raza no necesariamente consumidora pero que pasa el tiempo —su propia vida, por así decirlo— contemplando el consumo. Dado que la mayoría de la sociedad no puede consumir los bienes que se ponen a la venta en los centros comerciales, solo se va para ver a la gente consumiendo y estar “allí”, cerca del calor de la prosperidad. Especialmente los jóvenes, chicos y chicas de los barrios pobres de las ciudades que forman grupos para organizar visitas turísticas diarias a la fastuosa vida de la clase alta. Los centros comerciales no sólo sirven como una nueva versión del Ágora —en esta versión “moderna” no se puede hablar porque la música está muy alta y por el eco interminable de los sonidos—, sino que también ofrece a los visitantes una cierta sensación de la seguridad de una comunidad segregada. A medida que la calle se vuelve más conservadora y menos segura parece que los centros comerciales se perciben como un universo paralelo donde todo es más higiénico y menos tenso. Permiten a la gente disfrazarse como los ricos, incluso a los vendedores que en su mayoría cobran el salario mínimo. Con la libertad de consumir o de vivir la ilusión del consumo, la gente se sienta “libre”, como me dijeron una vez cuando realizaba entrevistas a los pobres vagabundos de los centros comerciales. Se está creando un nuevo ser humano. Silencioso, intimidado por un infinito despliegue de artículos y afectado de adicción a la ostentación. Igual que en Dubái.
El espectáculo en su conjunto se torna dolorosamente irónico cuando el centro comercial se encuentra en la mayor ciudad kurda de Diyarbakir, un emblema de la lucha política kurda. Entre los varios centros comerciales de la ciudad hay uno que alberga una gran tienda de ropa para hombres llamada “La Identidad”. El pueblo kurdo que sigue padeciendo a falta de una “identidad oficial” puede ir libremente a la tienda y vestirse de “Identidad” totalmente de acuerdo con sus gustos personales.
Los responsables del Partido Justicia y Desarrollo y el primer ministro prefieren referirse a los centros comerciales como un signo de país próspero. Si usted no visita esa vida paralela, si no le va lo de la libertad de consumir o la ilusión del consumo... entonces es que algo le pasa. Significa, directamente, que está excomulgado de la “sociedad” y pasa a ser un extraño, lo que, como bien se nos ha enseñado, significa, en un día bueno, ser invisible, y en un mal día, gases lacrimógenos. “Venid a nuestro propio Dubái”, dicen, “¿Qué más queréis, por amor de Dios?”
La “dubaización” de la sociedad no es una invención turca, obviamente. La creación de vidas paralelas en las sociedades conservadoras es descomunal en los países del Golfo. Ahora invade Turquía también. A primera vista, la invasión de centros comerciales respaldada desde el gobierno, parece un producto de una proyección social limitada. Pero cuando se mira de cerca, resulta ser en realidad un proyecto social muy bien diseñado para reformar al individuo en un ser que cargue sobre sus espaldas con el consumismo obediente de una sociedad con valores conservadores. Se trata del sueño de ser “la pequeña China musulmana” de un país del que se esperaba que fuera “un pequeño Estados Unidos”. A medida que el “modelo turco” se exporta de manera ambiciosa a Oriente Próximo y a África del Norte, parece que la “dubaización” podría llegar más allá de las fronteras de Turquía.
Lo de Siria aún está por ver. Los responsables estadounidenses hacen constantemente declaraciones acerca de que no es posible “hacerlo” sin Turquía. Si sucede lo indecible y Turquía con el tiempo se convierte en el forzado “líder de la región”, el modelo se convertirá en el proyecto social y económico para todo el mundo suní. Como las dos potencias y su retórica —la una propiedad de Qatar y Turquía, y la otra de Irán y Siria— se enfrentan en la región, uno no puede dejar de hacerse otra gran pregunta. Puede que sea terriblemente limitado y aparentemente no tan brillante, pero el mundo suní tiene un proyecto social y económico internacional para la región. ¿Qué tiene Irán?
Ece Temelkuran es comentarista político, novelista y autor de diversas obras publicadas en turco y en inglés.
Fuente original: http://english.al-akhbar.com/content/%E2%80%98dubaiziation%E2%80%99-versus-what
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