Malinchismo asesino
Donald Trump y Dylann Roof no son ni locos ni marginales. Al contrario, sus deleznables discursos y acciones son expresiones naturales del profundo racismo que caracteriza la ideología blanca dominante en el país vecino del norte. El declive del imperio estadunidense está generando reacciones cada vez más desesperadas y violentas entre quienes antes controlaban los destinos del mundo. Si no actuamos pronto para detenerlos, todo México será arrastrado a las alcantarillas de la historia por la nueva ola global de odio y violencia.
El martes pasado, el millonario desarrollador inmobiliario de Nueva York colocó una diana en el pecho de todos los pueblos en resistencia en el mundo. En su discurso inaugural para su precampaña presidencial, Trump echó la culpa a los extranjeros y los migrantes por la falta de victorias recientes para el imperio estadunidense. El político hizo hincapié en México. Afirmó que los mexicanos no son nuestros amigos y quienes cruzan la frontera con Estados Unidos solamente traen problemas de drogas, crimen y violencia. Son violadores, remató. Por ello habría que construir un gran, gran muro entre México y Estados Unidos.
Aquellas declaraciones coinciden con las opiniones de la popular comentarista Ann Coulter. Hace unas semanas la periodista y escritora también sugirió, en entrevista con Jorge Ramos, que todos los mexicanos serían criminales, terroristas y violadores. Para Coulter toda la cultura mexicana es evidentemente deficiente.
Dos días después de las declaraciones de Trump y tres semanas después de la entrevista de Coulter, Roof jalaría el gatillo. Con meses de premeditación y enorme saña, el joven de Carolina de Sur asesinó a sangre fría a una importante dirigente de la comunidad afroestadunidense junto con ocho feligreses en una de las iglesias más importantes históricamente para aquella comunidad. “No tenemos skinheads, ni tampoco un verdadero KKK. Nadie está haciendo nada más allá de hablar en Internet. Alguien tiene que tener la valentía para llevarlo al mundo real, y supongo que tengo que ser yo”, escribió Roof en su blog unos días antes de perpetrar la masacre.
Tienen razón aquellos amigos y familiares de Roof que han señalado que era un chico totalmente normal. Su manifiesto racista, con el cual intenta justificar sus acciones, es terriblemente perverso, pero perfectamente coherente. Transparenta las opiniones de millones de estadunidenses que cada día se sienten más acorralados por la explosión de diversidad racial y étnica que convertirá a los blancos en una minoría más para 2040.
Y si bien la comunidad afroestadunidense fue el blanco en esta ocasión, cada día los mexicanos se convierten más claramente en el enemigo público número uno. Por ejemplo, Roof ha escrito que los latinos también son un problema para Estados Unidos. Pero hay buenos y malos latinos. Tienen respeto por la belleza blanca y una buena parte de ellos son de color blanco. Hay buena sangre que puede ser rescatada en Uruguay, Argentina, Chile e incluso Brasil. Pero no dejan de ser nuestros enemigos. Queda meridianamente claro que, de acuerdo con la corriente ideológica representada por Roof, todos los mexicanos somos escoria y debemos ser aniquilados a toda costa.
Efectivamente, en los meses recientes policías de Estados Unidos han asesinado a sangre fría a tres mexicanos: Antonio Zambrano, Rubén García y un indigente en Los Ángeles. Asimismo, Estados Unidos no duda en aplicar su bárbara pena de muerte a ciudadanos mexicanos. El caso más reciente fue el de Édgar Tamayo en enero de 2014. Los mexicanos también son constantemente hostigados y torturados en la frontera entre los dos países. Y la guerra contra las drogas, dirigida desde Washington vía drones militares y por medio de fusion centres, ha costado más de 100 mil muertos en el territorio nacional desde 2006. Las masacres de Tlatlaya, Iguala, Apatzingán y Tanhuato también, evidentemente, forman parte de una estrategia más amplia de domar y mancillar a la población mexicana.
Los malinchistas aduladores de la cultura estadunidense dominante son cómplices de este sangriento ataque civilizatorio contra el pueblo mexicano. La estadunización impulsada desde Los Pinos pone en riesgo no solamente los recursos naturales y las instituciones públicas, sino también nuestra existencia como país soberano. Y los liberales falsos, como Enrique Krauze, Jorge Castañeda y Denise Dresser, que pretenden que el sistema político y las pautas culturales de México se transformen en una vil copia de Estados Unidos, firman una sentencia de muerte para toda la nación mexicana.
Urge exorcizar el malinchismo antes de que nuestro país desaparezca por completo del mapa y nuestro sur y tradiciones morenas sean aniquilados por la máquina de guerra de un imperio en declive.
www.johnackerman.blogspot.com
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/06/22/opinion/020a1pol
El martes pasado, el millonario desarrollador inmobiliario de Nueva York colocó una diana en el pecho de todos los pueblos en resistencia en el mundo. En su discurso inaugural para su precampaña presidencial, Trump echó la culpa a los extranjeros y los migrantes por la falta de victorias recientes para el imperio estadunidense. El político hizo hincapié en México. Afirmó que los mexicanos no son nuestros amigos y quienes cruzan la frontera con Estados Unidos solamente traen problemas de drogas, crimen y violencia. Son violadores, remató. Por ello habría que construir un gran, gran muro entre México y Estados Unidos.
Aquellas declaraciones coinciden con las opiniones de la popular comentarista Ann Coulter. Hace unas semanas la periodista y escritora también sugirió, en entrevista con Jorge Ramos, que todos los mexicanos serían criminales, terroristas y violadores. Para Coulter toda la cultura mexicana es evidentemente deficiente.
Dos días después de las declaraciones de Trump y tres semanas después de la entrevista de Coulter, Roof jalaría el gatillo. Con meses de premeditación y enorme saña, el joven de Carolina de Sur asesinó a sangre fría a una importante dirigente de la comunidad afroestadunidense junto con ocho feligreses en una de las iglesias más importantes históricamente para aquella comunidad. “No tenemos skinheads, ni tampoco un verdadero KKK. Nadie está haciendo nada más allá de hablar en Internet. Alguien tiene que tener la valentía para llevarlo al mundo real, y supongo que tengo que ser yo”, escribió Roof en su blog unos días antes de perpetrar la masacre.
Tienen razón aquellos amigos y familiares de Roof que han señalado que era un chico totalmente normal. Su manifiesto racista, con el cual intenta justificar sus acciones, es terriblemente perverso, pero perfectamente coherente. Transparenta las opiniones de millones de estadunidenses que cada día se sienten más acorralados por la explosión de diversidad racial y étnica que convertirá a los blancos en una minoría más para 2040.
Y si bien la comunidad afroestadunidense fue el blanco en esta ocasión, cada día los mexicanos se convierten más claramente en el enemigo público número uno. Por ejemplo, Roof ha escrito que los latinos también son un problema para Estados Unidos. Pero hay buenos y malos latinos. Tienen respeto por la belleza blanca y una buena parte de ellos son de color blanco. Hay buena sangre que puede ser rescatada en Uruguay, Argentina, Chile e incluso Brasil. Pero no dejan de ser nuestros enemigos. Queda meridianamente claro que, de acuerdo con la corriente ideológica representada por Roof, todos los mexicanos somos escoria y debemos ser aniquilados a toda costa.
Efectivamente, en los meses recientes policías de Estados Unidos han asesinado a sangre fría a tres mexicanos: Antonio Zambrano, Rubén García y un indigente en Los Ángeles. Asimismo, Estados Unidos no duda en aplicar su bárbara pena de muerte a ciudadanos mexicanos. El caso más reciente fue el de Édgar Tamayo en enero de 2014. Los mexicanos también son constantemente hostigados y torturados en la frontera entre los dos países. Y la guerra contra las drogas, dirigida desde Washington vía drones militares y por medio de fusion centres, ha costado más de 100 mil muertos en el territorio nacional desde 2006. Las masacres de Tlatlaya, Iguala, Apatzingán y Tanhuato también, evidentemente, forman parte de una estrategia más amplia de domar y mancillar a la población mexicana.
Los malinchistas aduladores de la cultura estadunidense dominante son cómplices de este sangriento ataque civilizatorio contra el pueblo mexicano. La estadunización impulsada desde Los Pinos pone en riesgo no solamente los recursos naturales y las instituciones públicas, sino también nuestra existencia como país soberano. Y los liberales falsos, como Enrique Krauze, Jorge Castañeda y Denise Dresser, que pretenden que el sistema político y las pautas culturales de México se transformen en una vil copia de Estados Unidos, firman una sentencia de muerte para toda la nación mexicana.
Urge exorcizar el malinchismo antes de que nuestro país desaparezca por completo del mapa y nuestro sur y tradiciones morenas sean aniquilados por la máquina de guerra de un imperio en declive.
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Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/06/22/opinion/020a1pol
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