miércoles, 30 de abril de 2014
Méjico.
Su bandera simboliza esta recreación de su propio orden, en la que se recupera y reinterpreta su historia. Tiene franjas de tres colores: rojo, negro y amarillo. Rojo, porque cuando los Xi’iuy combatieron desnudos contra la invasión española en la guerra chichimeca, se pintaban el cuerpo de ese color. En el centro hay una palma, abajo de ésta una flecha y arriba un rifle. Junto a ellos hay varios cucuruchos, por los primeros frailes.
Esta reconstitución de la nación Xi’iuy, en la que los maestros bilingües han desempeñado un papel relevante, tiene expresas distintas y complementarias nociones: la defensa del carácter colectivo de sus tierras (se niegan a la parcelación) y territorio, la recuperación de sus sistemas normativos, sus instituciones y su lengua, y, también, la formación de sus guardias comunitarias.
Sebastián de la Cruz es indígena Xi’iuy. Vive y trabaja en la comunidad La Nueva Palma. Desde el pasado 16 de febrero es guardia comunitario. Hace unos meses fue arrestado por policías ministeriales sin orden de aprehensión. Primero lo acusaron de un robo que nunca cometió. Luego lo extorsionaron. Finalmente lo encarcelaron cinco días, a pesar de ser inocente. Cometieron con él un atropello y una humillación (Noticieros Televisa, 9/4/14).
Para evitar ser detenidos, los indígenas de La Palma deben pagar una cuota a la policía, e incluso, necesitan empeñar sus herramientas de trabajo. Los que se niegan son golpeados, amenazados y conducidos a las barandillas. Los atropellos son constantes y la justicia nula. Aunque muchos indígenas no hablan español, no hay traductores en el Ministerio Público.
“La policía de San Luis Potosí está infiltrada –me dijo en entrevista Miguel Ángel Guzmán, el profesor y licenciado que los asesora legalmente–, tanto la estatal como la municipal. Trabajan dos turnos: en uno son los buenos, en el otro los malos. Son asaltantes. ¡Extorsionan hasta las tienditas!”
Por si fuera poco, a los Xi’iuy les llueve sobre mojado. A los atropellos policiales que sufren hay que añadir la acción de delincuencia. La situación es muy grave. Desde 2010 son extorsionados también por criminales. Si rechazan pagar o dejar sus tierras, son asesinados. Los homicidios quedan impunes. Los delincuentes se arreglan con los agentes del Ministerio Público sin grandes problemas.
“Muchas bandas y grupos delictivos comenzaron a crecer a la sombra del crimen organizado –explica Miguel Ángel– y empezaron a tomar control de las comunidades; hasta las puertas de estos lugares tan distantes han llegado las extorsiones y las amenazas.”
Las autoridades gubernamentales locales niegan los hechos. No hay denuncias por abusos o actos de extorsión en contra de elementos ni estatales ni municipales, aseguran el comandante en la región de la Dirección de Seguridad Pública del Estado y el presidente municipal de Tamasopo, Vicente Segura Ortega.
Martín Hernández Martínez es también guardia comunitario de La Nueva Palma. Harto de estar harto, asegura: Ya estamos cansados de tantos abusos. Por eso, para protegerse a sí mismos de la delincuencia, los abusos policiacos y el despojo de sus tierras, 2 mil cabezas de familia acordaron formar sus guardias comunitarias.
Los nuevos encargados de seguridad son 100 personas, nombradas en asamblea, armadas con varas y machetes. El año pasado eran 30. Algunos van embozados. Se proponen cuidar el orden en sus pueblos. Montan guardias y alertan sobre la presencia de extraños. Se han adiestrado para aprender procedimientos de detención. De las autodefensas a las guardias comunitarias es el nombre de su manual de formación que elaboraron. Allí se asienta: La gente noble tiene derecho a portar armas y defender su comunidad.
Propusieron al Congreso de San Luis Potosí una iniciativa de proyecto de Ley para la Operación de las Guardias Comunitarias en la entidad, con el objetivo de ser reconocidos legalmente y contar con el aval de las autoridades estatales.
Ven en la experiencia de Cherán un modelo a seguir, tanto en términos de justicia comunitaria, como en que la comunidad se rija a partir de sus usos y costumbres. No van a impedir que la policía entre en sus localidades, pero, con el fin de evitar más abusos, exigirán que antes de que se detenga a un miembro del ejido, debe exponerse a la comunidad.
Justifican la formación de sus servicios de seguridad en el artículo 9 de la Constitución estatal. Las guardias comunitarias, asegura Miguel Ángel Guzmán, han existido desde hace mucho y actualmente en las comunidades indígenas hay una figura donde los jueces auxiliares cuentan con colaboradores que son llamados de diferente forma, pero cumplen con esa función.
A raíz de la formación de las policías comunitarias disminuyeron los índices delictivos. La policía limitó su presencia y el Ejército entró a realizar patrullajes regulares. Aunque van con tanquetas, asumen un perfil bajo. Los oficiales dicen: la bronca no es con nosotros, es con las policías.
El surgimiento de autodefensas y guardias comunitarias en el estado no se limita a los municipios de Tamasopo y Rayón. Han hecho su aparición grupos organizados en Ciudad Valles, Tamazunchale (nahuas), Tampamolón y en Aquismón (nación Tenek), donde el comisario ejidal fue nombrado primer comandante.
En febrero de 2013, Víctor Ramírez, dirigente del Frente Campesino de Ciudad Valles, anunció que el ejido Adolfo López Mateos se organizó para hacerse cargo de su vigilancia. No permiten el acceso a personas extrañas a la comunidad y sus pobladores se van relevando.
Como sucede en la Huasteca potosina, hay hartazgo en muchas comunidades indígenas. En más de dos estados, grupos de ciudadanos han tomado la seguridad en sus manos o se disponen a hacerlo. Silencioso o silenciado, hay en marcha un nuevo levantamiento indígena en el país.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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Los peligros que entraña Ucránea.
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
En 1983, la cadena de televisión ABC transmitió una película llamada El día después sobre cómo un enfrentamiento nuclear de superpotencias devastó las vidas de estadounidenses típicos en dos ciudades de la región central de EE.UU. El conflicto comenzó con una concentración de tropas rusas en Europa Oriental (que Moscú afirmó inicialmente que era un ejercicio militar), y luego gradualmente escaló a un punto en el que ambas partes lanzaron sus misiles nucleares por temor de perderlos en un ataque preventivo. Como tuvo lugar durante un período de tensiones entre EE.UU. y la URSS y controversia sobre las políticas nucleares del gobierno de Reagan, la emisión atrajo una inmensa audiencia de más de 100 millones de televidentes; es todavía la cinta hecha para televisión más apreciada en la historia de EE.UU.
Los estadounidenses no han pensado mucho en escenarios semejantes desde el fin de la Guerra Fría, porque la Unión Soviética se disolvió y la rivalidad ideológica entre Washington y Moscú terminó. Sin embargo, la crisis de este año por Ucrania es un recuerdo de que Rusia sigue siendo una superpotencia nuclear, y que las fuentes geopolíticas de sus preocupaciones de seguridad no han desaparecido. De hecho, Moscú tiene mayores motivos para preocuparse actualmente, porque ha perdido la barrera de aliados que la aislaba de un ataque occidental durante la Guerra Fría, y ahora tiene su capital a solo unos pocos minutos de la frontera oriental de Ucrania en jet (menos por misil). Si se conoce la historia de la región, es fácil ver por qué Moscú podría temer una agresión.
Aunque el gobierno de Obama responde cautelosamente a la anexión por Moscú de la provincia de Crimea de Ucrania en marzo, su credibilidad está en tela de juicio ante sus aliados regionales y el dirigente ruso Vladimir Putin no ha ayudado a mitigar los temores de sus vecinos. Después de fomentar la revuelta en Ucrania oriental, Moscú ahora dice que puede verse obligada a ayudar a rusos étnicos en esa zona (ha reunido 40.000 soldados al otro lado de la frontera, en lo que fue calificado primero de ejercicio). Mientras tanto, EE.UU. ha aumentado su propia presencia militar en la zona, reiterando garantías de seguridad a los miembros locales de la OTAN. De modo que poco a poco, las tensiones se intensifican.
Una faceta del equilibrio militar regional que debe ser objeto de atención es la presencia de así llamadas armas nucleares no estratégicas en ambos lados. Llamados otrora armas nucleares tácticas, esos misiles, bombas y otros artefactos fueron comprados durante la Guerra Fría para compensar cualquier déficit en poder de fuego convencional durante un conflicto. Según Amy Woolf del Servicio de Investigación del Congreso, EE.UU. tiene unas 200 armas de ese tipo en Europa, algunas de las cuales están disponibles para ser utilizadas por aliados locales en una guerra. Woolf dice que Rusia tiene unas 2.000 ojivas nucleares no estratégicas en su arsenal activo –muchas de ellas a una distancia de ataque de Ucrania– y que sucesivas revisiones de la estrategia militar rusa parecen “depender más de armas nucleares” como contrapeso para la ventaja de EE.UU. en armas convencionales de alta tecnología.
Un estudio hecho en 2011 por la respetada RAND Corporation llegó a la misma conclusión, señalando que la doctrina rusa reconoce explícitamente la posibilidad de usar armas nucleares en respuesta a una agresión convencional. Moscú no solo ve el uso nuclear como una potencial opción de escalada en una guerra regional, sino también prevé el uso de armas nucleares para des-escalar un conflicto. No se trata solo de ruido de sables ruso. EE.UU. y sus socios de la OTAN también prevén la posibilidad de usar armas nucleares en una guerra europea. El gobierno de Obama tuvo la oportunidad de apartarse de una idea semejante en un Estudio de Postura Nuclear de 2010, y en su lugar decidió que conservaría armas nucleares desplegadas al frente en Europa bajo una doctrina conocida como disuasión extendida. Naciones europeas orientales que se unieron a la OTAN después del colapso soviético han apoyado especialmente el que haya armas nucleares de EE.UU. próximas a ellas.
Por improbable que parezca, a ambos lados existen doctrinas y capacidades que podrían conducir al uso nuclear en una confrontación con Ucrania. A continuación menciono cuatro caminos para que algo que comenzó como una crisis local se convierta en algo mucho peor.
Inteligencia deficiente. Mientras EE.UU. ha trastabillado de una desventura a otra durante las últimas décadas, ha quedado en claro que a Washington le cuesta interpretar inteligencia. Incluso cuando existe información vital, es filtrada por ideas preconcebidas y procesos burocráticos de modo que se extraen conclusiones erróneas. Problemas similares existen en Moscú. Por ejemplo, la crisis de los misiles en Cuba de 1962 se originó parcialmente por la evaluación del líder ruso Jruschov de que el presidente Kennedy era más débil de lo que resultó ser, y la Armada de EE.UU. casi provocó el uso de un torpedo nuclear por un submarino ruso durante el bloqueo porque malinterpretó la probable reacción del enemigo al ser amenazado. Es fácil imaginar malinterpretaciones semejantes en Ucrania, que Washington y Moscú enfocan desde perspectivas muy diferentes. Cualquier despliegue de importancia de fuerzas estadounidenses en la región podría provocar una escalada rusa.
Señales defectuosas. Cuando las tensiones aumentan, los dirigentes rivales tratan a menudo de enviar señales sobre sus intenciones como una manera de conformar los resultados. Pero el significado de semejantes señales puede ser fácilmente confundido por la necesidad de los dirigentes de dirigirse a múltiples audiencias al mismo tiempo, y por los diferentes marcos de referencia que cada lado aplica. Incluso el proceso de traducción puede cambiar el significado aparente de mensajes de maneras sutiles. Por lo tanto cuando el ministro de Exteriores ruso Lavrov habló esta semana (en inglés) sobre la posible necesidad de ayudar a los rusos étnicos en Ucrania oriental, Washington tuvo que adivinar si estaba presentando la justificación pública para una invasión, enviando una señal de advertencia sobre su campaña interna de contraterrorismo, o tratando de lograr algún otro propósito. La malinterpretación de semejantes señales puede convertirse en un proceso recíproco que envía a ambos lados rápidamente por el “camino de la escalada”, a un punto en el cual el uso nuclear parece ser el siguiente paso lógico.
Inminente derrota. Si la confrontación militar entre Rusia y la OTAN llevara a un conflicto convencional, un lado o el otro podría llegar a enfrentar la derrota. Rusia tiene una clara ventaja numérica en el área alrededor de Ucrania, pero sus fuerzas armadas consisten sobre todo de conscriptos y es mediocremente equipada en comparación con sus contrapartes occidentales. Sea cual sea el lado que estuviera perdiendo tendría que sopesar las desventajas de perder en comparación con las de escalar al uso de armas nucleares tácticas. Moscú tendría que considerar la posibilidad de una permanente presencia enemiga cerca del corazón de su territorio, mientras que Washington podría enfrentar el colapso de la OTAN, su alianza más importante. En semejantes circunstancias, el uso de “solo” una o dos ojivas tácticas nucleares para prevenir un resultado con consecuencias tan trascendentales podría parece razonable – especialmente en vista de la existencia de capacidades relevantes y doctrinas de apoyo moral en ambos lados.
Falla del comando. Armas nucleares estratégicas como misiles balísticos intercontinentales son estrechamente controladas por altos dirigentes militares en Rusia y EE.UU., lo que hace que su uso no autorizado o accidental sea casi imposible. Es menos el caso cuando se trata de armas nucleares no estratégicas, que en algún punto en el curso de un proceso de escalada tienen que ser dejadas bajo el control de comandantes locales si han de ser de utilidad militar. La política de EE.UU. incluso prevé que se deje que aliados utilicen ojivas tácticas contra objetivos enemigos. Moscú probablemente no confía en sus aliados hasta ese punto, pero con más armas nucleares tácticas en más sitios, existe una mayor probabilidad de que comandantes rusos locales puedan tener la libertad de iniciar el uso de armas nucleares en el caos de la batalla. La doctrina rusa apoya el uso de armas nucleares como reacción ante una agresión convencional que amenace el territorio nacional, y los obstáculos a la iniciativa local frecuentemente desaparecen una vez que las hostilidades comienzan.
Cuando se consideran todos los procesos que actúan en la degradación de una política de moderación en tiempos de guerra –inteligencia mediocre, comunicaciones perturbadas, reveses en el campo de batalla, fallas del comando, y una multitud de otras influencias– parece razonable considerar que una confrontación entre la OTAN y Rusia podría escalar de alguna manera fuera de control, incluso hasta el punto de utilizar armas nucleares. Y porque Ucrania está tan cerca del territorio nacional ruso (unos 400 kilómetros de Moscú) no hay manera de prever lo que podría ocurrir una vez que se cruce la “línea de fuego” nuclear. Toda esta terminología –líneas de fuego, caminos de escalada, disuasión extendida– fue imaginada durante la Guerra Fría para encarar posibles escenarios bélicos en Europa. Por lo tanto si hay una nueva posibilidad de que haya tensiones que conduzcan a la guerra por Ucrania (o alguna otra antigua posesión soviética), tal vez haya llegado el momento de resucitar pensamientos semejantes.
Loren Thompson: Me concentro en las implicaciones estratégicas, económicas y empresariales de gastos de defensa en mi calidad de jefa de operaciones del
Lexington Institute sin fines de lucro, y Directora Ejecutiva de Source Associates.
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Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article38355.htm
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martes, 29 de abril de 2014
¿Proliferación de armas nucleares?
Estados Unidos e Irán se encuentran en medio de difíciles negociaciones en torno a la posible adquisición de armamento nuclear por parte de Irán. La probabilidad de que estas negociaciones resulten en una fórmula consensuada parece relativamente baja, dado que hay poderosas fuerzas en ambos países que se oponen con fuerza a un acuerdo y trabajan muy duro por sabotear algún entendimiento.
La visión estándar en Estados Unidos y Europa occidental es que el punto es cómo evitar que un país supuestamente no confiable, Irán, adquiera armas con las que podría imponerse sobre Israel y el mundo árabe en general. Sin embargo, en realidad éste no es el punto. Para nada. La probabilidad de que Irán haga uso de una arma nuclear, si adquiriera alguna, no es mayor que la de cualquiera de los nueve otros Estados que ya cuentan con dichos armamentos. Y la capacidad de Irán para salvaguardar esas armas contra el robo o el sabotaje es probablemente mayor que la de la mayoría de los países.
El punto real es bastante diferente. El intento por impedir que Irán se convierta en potencia nuclear es tal como mantener un dedo puesto en el dique. Si retiramos el dedo sobrevendrá la inundación. El temor es que si retiramos el dedo de ahí en adelante y muy pronto el mundo tenga no 10 potencias como éstas, sino 20 o 30.
La historia comienza en la Segunda Guerra Mundial, durante la cual Estados Unidos y Alemania se enfrascaron en una aguda competencia por desarrollar una bomba atómica para usarla contra el otro. Al momento en que se rindió Alemania, ninguno lo había logrado, pero Estados Unidos tenía mayor avance. En ese momento, ocurrieron dos cosas. En la reunión de Potsdam, Estados Unidos y la Unión Soviética accedieron a que esta última entrara en guerra contra Japón tres meses después de la rendición de Alemania, es decir, el 8 de agosto. Estados Unidos probó su primera explosión nuclear el 16 de julio, después del fin de la guerra con Alemania.
El 6 de agosto (dos días antes de la fecha prometida por la Unión Soviética para entrar a la guerra contra Japón), Estados Unidos arrojó una bomba atómica sobre Hiroshima. La Unión Soviética cumplió su promesa el 8 de agosto. Para demostrar que su bombardeo no era sólo una posibilidad única, Estados Unidos arrojó una segunda bomba sobre Nagasaki el 9 de agosto.
¿Por qué se arrojaron las bombas? El argumento oficial fue que estos bombardeos acortarían la guerra considerablemente. Y puede que haya sido así. No hay forma de saberlo. Pero es también razonable asumir que los bombardeos fueron un mensaje para la Unión Soviética acerca del poderío estadunidense. La curiosa sincronía le da credibilidad a esta suposición.
¿Qué pasó después? Debido a los compromisos del tiempo de guerra, Estados Unidos compartió de inmediato algunos conocimientos técnicos con Gran Bretaña. De ahí siguió un intento por asegurar un tratado internacional que habría prohibido el armamento nuclear en todo el mundo. Este intento falló. En 1949, la Unión Soviética lanzó su propia explosión y se convirtió en la segunda potencia nuclear. En 1952, Gran Bretaña también explotó un artefacto y se volvió la tercera potencia.
Este viejo trío, los Tres Grandes poderes buscaron que la lista no creciera. Pero Francia estaba decidida a mantener su postura de ser una potencia importante y explotó su bomba en 1960. A Francia se le unió China en 1964. Después de que la República Popular China obtuvo el escaño de China en 1971, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, todos tenían armas nucleares.
Una vez más, quienes tenían armamento buscaron limitar la lista para que sólo estuvieran ellos. Había, claramente, otros 10 o 20 países que contaban con programas en proceso y que, con el tiempo, estarían en condiciones de unirse al club nuclear. Las cinco potencias nucleares promovieron un acuerdo que recibió el nombre de Tratado de No proliferación de Armas Nucleares (conocido como TNP). El tratado ofrecía un intercambio. Los signatarios renunciarían a todo intento por desarrollar armamento nuclear a cambio de lo cual las cinco potencias prometían dos cosas: un esfuerzo de su parte por reducir la cantidad de tales armas en su posesión y una asistencia material a las potencias no nucleares para obtener lo necesario para contar con los llamados usos pacíficos de la energía nuclear.
En un nivel, el tratado fue bastante exitoso. Casi todos los países firmaron el tratado y casi todos aquellos que habían lanzado programas los desmantelaron. Por otro lado, surgieron dos cosas que limitaron la utilidad del TNP. Primero que nada, no había mucho que se pudiera hacer al respecto de los países que se negaron a firmar el tratado, o con aquellos que una vez que firmaron renunciaran a éste. Hubo varios países que se negaron a firmar y que después explotaron bombas: India en 1974, Israel probablemente en 1979, Pakistán en 1998 y Corea del Norte en 2008. Además, Israel compartió sus conocimientos con su socio, Sudáfrica. Y Pakistán comenzó a vender conocimientos y armas a otros países.
El segundo resultado negativo fue que era en extremo difícil a nivel
técnico asegurarse que el conocimiento necesario para los llamados usos
pacíficos no pudiera transferirse (aun rápidamente) a la fabricación de
armamento nuclear. Los aspectos técnicos clave eran la utilidad del
uranio y el plutonio enriquecidos para construir armamentos y lo que se
conoce como uso dual de la tecnología
. Inicialmente se creó la
Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) en 1957 para promover la
capacidad de que los países desarrollaran usos pacíficos. Pero luego
comenzó a involucrarse en un cierto papel algo contradictorio,
estableciendo salvaguardas administrativas contra el mal uso del
conocimiento. Para reforzar su capacidad, en 1993 se adoptó un protocolo adicional
que le otorgaba a la AIEA mucho más poder para supervisar el mal uso,
pero 50 países por lo menos se negaron a firmarlo. El protocolo
adicional sólo aplica en los países que lo firmaron.
La decadencia del poderío estadunidense ha reabierto todos los asuntos. Parece claro que Estados Unidos está en contra de la proliferación, pero tampoco tiene ya la credibilidad de amenazar con el uso de la fuerza militar para impedir la proliferación. Esto ha hecho que reconsideren su renuncia a los armamentos nucleares muchos países que habían renunciado por confiar en el respaldo estadunidense en sus conflictos o porque temían la intervención de Estados Unidos en sus políticas internas. Las declaraciones recientes del primer ministro japonés, Shinzo Abe, apuntan claramente en esta dirección. Y por supuesto es probable que haya contagio local. Si Japón se mueve en esa dirección, así lo harán Corea del Sur, Australia y, posiblemente, Taiwán. Tanto Egipto como Arabia Saudita están reflejando esa posibilidad, como también Irak y Turquía. Y Brasil y Argentina pueden no estar demasiado atrás. Aun en Europa, Suecia, Noruega y España podrían muy bien lanzar programas, y posiblemente Holanda. Las antiguas regiones nucleares de la Unión Soviética –Bielorusia, Ucrania y Kajastán– tienen el conocimiento para recomenzar.
Así que si no hay ningún acuerdo entre Estados Unidos e Irán, el dedo saldrá del dique. Eso es lo que está en juego en esas difíciles negociaciones.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/04/26/index.php?section=opinion&article=021a1mun
Traducción: Ramón Vera Herrera
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lunes, 28 de abril de 2014
USA: la irresponsabilidad en Ucránea.
Traducido del inglés para Rebelión por J. M. |
Catástrofe en forma de guerra civil, invasión rusa y partición, de hecho, no son inevitables, pero están a la vuelta de la esquina. El acuerdo alcanzado entre Rusia, EE.UU., la Unión Europea y Ucrania el jueves, en el que los manifestantes en el este de Ucrania podrían desalojar los edificios públicos que habían ocupado y entregar sus armas a cambio de una mayor autonomía de los distritos pro-rusos, sólo ha frenado el impulso hacia los conflictos civiles. Los manifestantes insisten en que ellos tienen tanta legitimidad como lo que ellos llaman "la junta Kiev" desde que llegó al poder a través de las manifestaciones callejeras que derrocaron a un gobierno elegido, pero corrupto e incompetente.
Los medios de comunicación occidentales se han centrado obsesivamente en qué medida los milicianos pro-rusos en el este de Ucrania obedecen las órdenes del Kremlin, pero esa atención oscurece una característica más significativa del panorama político ucraniano. Cada elección en Ucrania desde la caída de la Unión Soviética en 1991, ha puesto de manifiesto que el país se divide casi por igual entre la pro-rusos y la pro-occidentales, con cada lado capaz de ganar las reñidas elecciones. Pretender que la rebelión en el este de Ucrania es falsa y orquestada por Rusia es un autoengaño peligroso.
Aunque Ucrania es diferente de Irak y Afganistán, hay algunas similitudes siniestras en la implicación occidental en los tres países. La más importante común de estas características es que cada país está profundamente dividido y pretender lo contrario es una invitación al desastre. En 2001, la mayoría de los afganos se alegraron de ver el retorno de los talibanes, pero los talibanes y la comunidad pastún - alrededor del 42 por ciento de la población afgana - en la que los talibanes tienen sus raíces no podía ser ignorados o marginados con éxito. La creación de un gobierno dominado por los viejos líderes anti-talibanes de la Alianza del Norte desestabiliza en forma automática el país.
Algo similar ocurrió en Irak. Bajo Saddam Hussein y sus predecesores, la comunidad suní, alrededor del 20 por ciento de los iraquíes, mantuvo cruciales niveles de poder a expensas de los árabes chiíes y kurdos, cuatro quintas partes de la población. La caída de Saddam significó que una revolución étnica y sectaria era inevitable, pero la creencia de EE.UU. y Gran Bretaña que las únicas personas enojadas y desposeídas en Irak en 2003 fueron criminalizados como restos del antiguo régimen, subestimando totalmente el peligro de una revuelta suní.
Tony Blair afirmó recientemente que todo habría ido bien en el Iraq ocupado, si no hubiera habido interferencia maliciosa de forasteros como Irán y Siria. Pero los estados soberanos no existen en forma aislada. Ocuparlos - como ocurrió en Kabul y Bagdad - o volverlos en la influencia predominante, como los EE.UU. y la UE han estado haciendo en Kiev, transforma la geografía política de toda una región. Era absurdamente ingenuo para los funcionarios estadounidenses imaginar que Pakistán, o más precisamente, el ejército de Pakistán, aceptaría filosóficamente ver colapsado su esfuerzo de décadas para controlar Afganistán después de 2001. Asimismo, en Irak, funcionarios de la administración Bush, encendidos por la victoria sobre Saddam, pensaron alegremente pregonar su intención de que el cambio de régimen en Irak sería seguido por los de Teherán y Damasco. Como era de esperar, los iraníes y los sirios estaban consecuentemente decididos a asegurarse de los EE.UU. nunca sea capaz de estabilizar su control en Irak.
Llevar a Ucrania en su conjunto de ser pro-ruso a pasar a convertirse en anti-ruso es una derrota estratégica devastadora para Rusia que nunca iba a aceptar sin reaccionar. Una Ucrania hostil reduciría de forma permanente el estado de Rusia como gran potencia y empujaría hacia atrás su influencia hacia el lejano este de Europa. Por supuesto, si Ucrania importa tanto a Rusia no era prudente que sus dirigentes confíen en el presidente Viktor Yanukovich y su banda de estafadores cuyo poder se evaporaría tan rápidamente. Pero también fue autoengaño e irresponsable de los funcionarios de la UE y de Estados Unidos, ya sea por no ver o no prestar atención acerca de las consecuencias explosivas de respaldar la toma de posesión de un gobierno pro-occidental no elegido en Kiev, que terminó por impulsar al poder grupos que incluyen ultranacionalistas extremos, y luego aceptarlo como absolutamente legítimo.
Pero no son solo los diplomáticos y políticos occidentales que cometen errores. La prensa extranjera ha presentado una visión demasiado simplista de lo que está sucediendo en Ucrania tanto como lo hizo en Afganistán, Irak, Libia y Siria. El antiguo régimen en todos los casos fue demonizado y sus oponentes glorificados, de manera que la imagen de los acontecimientos que se presentan al público parezca a menudo cerca de la fantasía.
Lo mismo está sucediendo en Ucrania. Los medios de comunicación a menudo hacen foco sobre todo en la credibilidad o la falta de ella sobre los separatistas en el este de Ucrania, y muy poco en el nuevo gobierno en Kiev. De hecho, lo que más llama la atención en ambos lados es su ineficacia casi cómica: Hace tres meses, Yanukovich actuó como si tuviera la fuerza política y militar para demoler a la oposición sólo para verse obligado luego a huir casi solo a través de la frontera con Rusia. La semana pasada Kiev estaba enviando tropas para aplastar con confianza "terroristas" y restablecer su autoridad en el este sólo para ver más tarde a sus tropas renunciar mansamente sus vehículos y desertar. Cuando las fuerzas de seguridad del gobierno hicieron matar a los manifestantes en Mariupol resultó que pertenecían a unidades de la Guardia Nacional recién formadas y reclutadas de entre manifestantes ultranacionalistas.
A consecuencia de esta organizada falta de apoyo, sin embargo profunda y real por las divisiones populares, es por lo que los vacíos de poder se llenan luego por las tenebrosas milicias. Esto es en gran medida el patrón de las últimas guerras en el Medio Oriente. Por ejemplo, en Afganistán lo que llama la atención no es la fuerza de los talibanes, sino la debilidad y la impopularidad del gobierno. En Irak el gobierno tiene 900.000 fuertes fuerzas de seguridad e ingresos del petróleo por $ 100 mil millones de dólares (60 mil millones de euros) al año, pero en los últimos tres meses, el Estado Islámico de Irak y Levante, una organización criticada por al-Qaeda por su excesiva violencia, ha gobernado Fallujah, a 40 millas al oeste de Bagdad.
La catástrofe en Ucrania aún se puede evitar mediante el compromiso y la moderación, pero lo mismo fue para Afganistán, Irak y Siria. Una razón por la cual estos países se han visto desgarrando por guerras era una falsa creencia por parte de las potencias extranjeras que creían que podían ganar victorias baratas, y por una falta de apreciación en la elección de socio a nivel local que resultó ser una facción egoísta con muchos enemigos. En Siria, por ejemplo, los EE.UU. y sus aliados han estado afirmando desde hace tres años que los verdaderos representantes del pueblo sirio están desacreditados pero están bien financiados en sus exiliados que no se atreven a visitar por el gobierno o en las zonas controladas por los rebeldes.
Lo que hace a Ucrania tan peligroso es que todas las partes exageran su apoyo, subestiman la de sus oponentes, y luego sobreactúan su letra. Mediante la aceptación de un gobierno legítimo en Kiev instalado por la acción directa, los EE.UU. y la UE desestabilizaron irresponsablemente una extensión de Europa, algo que debería haber sido obvio en ese momento. Para citar a Paul Claudel nuevamente: "Es una suerte que los diplomáticos tienen narices largas, ya que por lo general no pueden ver más allá de ella".
Patrick Cockburn es el autor de Muqtada: Muqtada Al-Sadr, the Shia Revival, and the Struggle for Iraq .
Fuente: http://www.counterpunch.org/2014/04/22/ukraine-from-crisis-to-catastrophe/
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El dilema de Putin.
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
“La última década del Siglo XX ha presenciado un desplazamiento tectónico en los asuntos internacionales. Por primera vez en todo el mundo, una potencia no-eurasiática ha emergido no solo como árbitro crucial de las relaciones de poder eurasiáticas sino también como la máxima potencia del mundo.” (p.13)
“Ahora una potencia no-eurasiática es preeminente en Eurasia – y el predominio global de EE.UU. depende directamente de durante cuánto tiempo y con qué efectividad se sostiene su preponderancia en el continente eurasiático”. (p.30) (Pasajes de The Grand Chessboard: American Primacy And Its Geostrategic Imperatives, Zbigniew Brzezinski, Basic Books, 1997)
“Nos prometieron en Múnich que después de la unificación de Alemania, no tendría lugar ninguna expansión de la OTAN en el Este. Entonces la OTAN se expandió agregando países del antiguo Pacto de Varsovia, ex países de la URSS, y pregunté ‘¿Por qué estáis haciendo eso?’ Y me dijeron ‘No es cosa vuestra’”. (Presidente ruso Vladimir Putin, Conferencia de prensa en Moscú, abril de 2014).
EE.UU. está en la fase de apertura de una guerra contra Rusia. Responsables políticos en Washington han transferido su atención de Medio Oriente a Eurasia donde esperan lograr la parte más ambiciosa del proyecto imperial: establecer bases de operación avanzada a lo largo del flanco occidental de Rusia, detener una integración económica ulterior entre Asia y Europa, e iniciar el ansiado objetivo de desmembrar la Federación Rusa. Son las metas de la actual política. EE.UU. se propone extender sus bases militares por toda Asia Central, apoderarse de recursos vitales y corredores de conductos, y cercar China a fin de controlar su futuro crecimiento. La pelea en Ucrania indica que ya ha sonado la campana de inicio y la operación ha comenzado en su totalidad. Como sabemos de la experiencia pasada, Washington impulsará incansablemente su estrategia haciendo caso omiso de la opinión pública, del derecho internacional o de la condena de adversarios y aliados por igual. La única superpotencia del mundo no tiene que escuchar a nadie. Es una ley de por sí.
El modelo, por supuesto, es inconfundible. Comienza con advertencias santurronas, sanciones económicas y retórica incendiaria, y escala rápidamente hacia bombardeos furtivos, ataques de drones, destrucción masiva de la infraestructura civil, millones de refugiados, poblaciones y ciudades diezmadas, escuadrones de la muerte, matanzas humanas generalizadas, amplia devastación medioambiental, y la caída continua hacia una anarquía de Estado fallido; todo lo cual va acompañado por la rancia repetición de propaganda estatal eyectada desde todos los megáfonos corporativos en los medios occidentales.
¿No es lo que sucedió en Afganistán, Iraq, Libia y Siria?
Por cierto, así fue. Y ahora sigue hacia Moscú. La supervivencia de Putin y la de la Federación Rusa dependen en gran medida de su capacidad de comprender rápidamente la nueva realidad y de adaptarse consecuentemente. Si decide ignorar las señales de advertencia a la espera de que Washington pueda ser apaciguado o que sea posible frenar a los hombres que dictan la política exterior de EE.UU. para que abandonen el así llamado “giro hacia Asia”, puede enfrentar el mismo fin que Sadam o Gadafi. Por lo tanto la primera prioridad es simplemente enfrentar el hecho de que la guerra ha comenzado. Todas las decisiones futuras deberían derivar de esa noción básica.
¿Qué es lo que Putin ya sabe?
Sabe que la CIA, el Departamento de Estado de EE.UU., y las ONG financiadas por EE.UU. estuvieron directamente involucrados en el golpe en Kiev. Sabe (gracias a mensajes telefónicos hackeados) que Washington participó en la selección de los dirigentes de la junta. Sabe que la Casa Blanca y la OTAN ya han debilitado el espíritu del acuerdo de Ginebra del viernes al amenazar con intensificar las sanciones económicas y al planificar el envío de más recursos militares al Báltico así como 10.000 soldados terrestres estadounidenses a Polonia y más barcos de guerra estadounidenses al Mar Negro. Sabe que altos responsables políticos de EE.UU. lo han satanizado en los medios como el nuevo Hitler, un mote que es indefectiblemente fijado a objetivos de la agresión de Washington. Y sabe que el equipo de Obama está cargado de neoconservadores sedientos de sangre y de recalcitrantes guerreros de la Guerra Fría quienes nunca han abandonado la idea de dividir Rusia en trozos más pequeños, saquear sus recursos, e instalar un títere estadounidense en Moscú.
Con ese fin, los medios occidentales han conformado una absurda narrativa de que Crimea forma parte del “malévolo” plan de Putin de reconstruir la Unión Soviética y volver a los días de gloria del Imperio Ruso. Aunque no tiene sentido refutar una afirmación tan ridícula, vale la pena señalar que numerosos periodistas han repudiado la actuación de los medios comparando la cobertura con propaganda dirigida por el Estado. Robert Parry lo resumió como sigue en un artículo reciente:
“En mis más de cuatro décadas en el periodismo, nunca he visto una actuación más exhaustivamente sesgada y engañosa de los principales medios noticiosos de EE.UU. Incluso en los días de Ronald Reagan… había más independencia en los principales medios noticiosos. Hubo estampidas mediáticas por el despeñadero de la realidad durante la Guerra del Golfo Pérsico de George H.W. Bush y durante la Guerra de Iraq de George W. Bush, que fueron marcadas por afirmaciones demostrablemente falsas que fueron rápidamente tragadas por los grandes medios noticiosos de EE.UU.
Pero hay algo completamente orwelliano en la actual cobertura de la crisis en Ucrania, incluyendo acusaciones de “propaganda” a otros cuando sus informaciones… son mucho más honestas y más exactas que lo que ha estado produciendo el cuerpo de prensa de EE.UU…. El desempacho de esa propaganda… no es solo periodismo desmedrado sino una imprudente fechoría que pone en peligro las vidas de muchos ucranios y el futuro del planeta.” (“Ukraine, through the US looking glass”, Robert Parry, Smirking Chimp)
Por desgracia, la niebla de la propaganda generada por el Estado ha mantenido en gran parte en la oscuridad al público sobre los verdaderos motivos del actual conflicto así como respecto a la sórdida historia de la hostilidad de EE.UU. hacia Rusia. A continuación cito un breve pasaje de un artículo en World Socialist Web Site que ayuda a ver a través de la inmundicia y aclarar en algo lo que realmente está ocurriendo:
“Cuando la Unión Soviética estaba colapsando a fines de 1991, Dick (Cheney) quería ver no solo el desmantelamiento de la Unión Soviética y del imperio ruso, sino el de la propia Rusia, para que nunca volviera a constituir una amenaza para el resto del mundo,” escribió el ex Secretario de Defensa de EE.UU. Robert Gates en sus memorias recientemente publicadas. Gates se refería al entonces Secretario de Defensa, y después Vicepresidente de EE.UU., Dick Cheney.
“La declaración aclara las dimensiones geopolíticas del reciente golpe en Ucrania. Lo que está en juego no son tanto problemas internos –y de ninguna manera la lucha contra la corrupción y la democracia– sino más bien una lucha internacional por el poder y la influencia que se origina hace un cuarto de siglo.” (The geopolitical dimensions of the coup in Ukraine, Peter Schwarz, World Socialist Web Site)
El Consejero Nacional de Seguridad del presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, es el principal arquitecto de la actual política. En su clásico The Grand Chessboard…American Primacy And It’s Geostrategic Imperatives, Brzezinski afirma que EE.UU. necesita controlar la masa continental de Eurasia y rechazar a potenciales rivales a fin de mantener su posición como única superpotencia del mundo. Críticos afirman que el libro es un proyecto para una dictadura global, una afirmación que cuesta disputar en vista del maníaco enfoque de Brzezinski en lo que llama “el predominio global de EE.UU.” A continuación cito algunos trozos del texto que iluminarán los pensamientos del autor sobre la expansión de EE.UU. hacia Asia:
“EE.UU. es ahora la única superpotencia global, y Eurasia es el área central del globo. Por lo tanto, lo que sucede con la distribución del poder en el continente eurasiático será de decisiva importancia para el predominio global de EE.UU. y para el patrimonio histórico de EE.UU.” (p.194). “Por lo tanto el interés primordial de EE.UU. es ayudar a asegurar que ninguna potencia llegue a controlar ese espacio geopolítico y que la comunidad global tenga acceso financiero y económico irrestricto a él.” (p.148)…
“El consumo mundial de energía va a aumentar dentro de las próximas dos o tres décadas. Cálculos del Departamento de Energía de EE.UU. prevén que la demanda mundial aumentará más de 50% entre 1993 y 2015, y que el aumento más significativo en el consumo ocurrirá en Lejano Oriente. El impulso del desarrollo económico de Asia ya está generando masivas presiones para la exploración y explotación de nuevas fuentes de energía y se sabe que la región centroasiática y la cuenca del Mar Caspio contienen reservas de gas natural y petróleo que hacen parecer pequeñas las de Kuwait, el Golfo de México o el Mar del Norte.” (p.125)…
“…cómo EE.UU. ‘maneja’ Eurasia es crítico. Eurasia es el mayor continente del globo y es geopolíticamente axial. Una potencia que dominara Eurasia controlaría dos de las tres regiones más avanzadas y económicamente productivas del mundo. … Cerca de 75 por ciento de la población del mundo vive en Eurasia, y la mayor parte de la riqueza física del mundo también se encuentra ahí, tanto en sus empresas como bajo su suelo. Eurasia representa un 60 por ciento del PIB del mundo y cerca de tres cuartos de los recursos energéticos conocidos del mundo.” (p.31). (Pasajes de The Grand Chessboard: American Primacy And Its Geostrategic Imperatives – Zbigniew Brzezinski, Basic Books, 1997)
Tomado en su conjunto, Chessboard de Brzezinski es una estrategia bastante directa para dominar el mundo. Todo lo que hay que hacer es capturar suministros críticos de energía y líneas de tránsito, aplastar a rivales potenciales, y subvertir coaliciones regionales, o como dice despreocupadamente Brzezinski “impedir que los bárbaros se unan”.
Sin embargo, el plan involucra considerables riesgos. (Rusia tiene armas nucleares, después de todo) pero los riesgos son superados por la perspectiva de dominación global indisputable para el futuro previsible.
El problema con la política de Washington en Ucrania, es que deja pocas opciones a Putin. Si despliega tropas para defender a rusos étnicos en el Este, Obama pedirá más sanciones económicas, una zona de “no vuelo”, despliegue de la OTAN, y el corte de suministros de gas natural y de petróleo a Europa. Por otra parte, si Putin no hace nada, los ataques contra los rusoparlantes en Ucrania se intensificarán (como el tiroteo del domingo en un puesto de control en el Este que dejó tres muertos.) y EE.UU. proveerá apoyo militar y logístico encubierto a extremistas neonazis en el Ministerio del Interior, como lo ha hecho con terroristas yihadistas en Siria y Libia. Eso arrojará Ucrania a una devastadora guerra civil que dañará la economía de Rusia y debilitará su seguridad nacional. Desde cualquier punto de vista, Rusia pierde.
El periodista David Paul resumió la situación en un artículo titulado “Olvidad el sesgo, Putin tiene una mano perdedora” en Huffington Post. Dijo:
“La formulación estratégica de Brzezinski se propone realzar a largo plazo el poder estadounidense en la región, y no importa si Putin encuentra una manera de echar marcha atrás o prefiere invadir. No importa lo que decida Putin… servirá en última instancia los intereses de EE.UU., incluso si una guerra civil ucrania y una crisis energética en Europa tienen que formar parte del precio”. (Huffington Post)
Ese es el dilema de Putin, elegir el camino que sea menos probable que exacerbe la situación y lance a Ucrania más profundo al abismo. Por ahora, la alternativa parece obvia, es decir, debiera simplemente estarse quieto, resistir la tentación de involucrarse, y evitar hacer nada apresurado. En última instancia, su comedimiento será visto como fuerza, no debilidad, y podrá jugar un papel más constructivo guiando a Ucrania de vuelta a la paz y la seguridad. Pero, por ahora, debe ser paciente y esperar.
Mike Whitney vive en el Estado de Washington. Contribuyó a Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion (AK Press). Hopeless también existe en una edición Kindle. Contacto: [email protected]
Fuente: http://www.counterpunch.org/2014/04/23/putins-dilemma/
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viernes, 25 de abril de 2014
Colombia y la Alianza del Pacífico.
miércoles, 23 de abril de 2014
martes, 22 de abril de 2014
La guerra vuelve a casa.
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Después de una discusión por el rechazo de una licencia, el soldado especialista López sacó una pistola Smith & Wesson calibre 45 y comenzó una matanza indiscriminada en Fort Hood, la mayor base de EE.UU., que dejó tres soldados muertos y 16 heridos. Cuando lo hizo, también sacó del armario las mortecinas guerras de EE.UU. Esta vez, una matanza masiva en Fort Hood, la segunda en cuatro años y medio, fue cometida por un hombre que no era un “extremista” religioso ni político. Parece que solo era uno de los veteranos heridos y perturbados de EE.UU. que ahora ascienden a cientos de miles.
Unos 2,6 millones de hombres y mujeres han sido enviados, a menudo repetidamente, a las guerras de Irak y Afganistán, y según un reciente estudio de veteranos de esas guerras realizado por el Washington Post y la Kaiser Family Foundation, casi un tercio dice que su salud mental es peor que cuando partieron, y casi la mitad dice lo mismo de su condición física. Casi la mitad dice que sufren repentinos estallidos de ira. Solo un 12% de los veteranos entrevistados afirman que ahora están “mejor” mental o físicamente que antes de partir a la guerra.
La cobertura de los medios después de la matanza de López fue, por supuesto, continua y hubo mucha discusión sobre el PTSD (trastorno de estrés postraumático).
Es la etiqueta (poco comprensible) que ahora se utiliza indiscriminadamente para explicar casi cualquier cosa desagradable que ocurra a o sea causada por actuales o antiguos hombres y mujeres militares. En medio de la andanada de cobertura, sin embargo, algo faltaba: la evidencia de que desce hace años la violencia de las guerras distantes de EE.UU. vuelve para agobiar a la “patria” junto con los soldados. En ese contexto los asesinatos de López, aunque a una escala a la que no se ha llegado con frecuencia, constituyen una marca más en una sangrienta pista letal que conduce de Irak y Afganistán al corazón de EE.UU., a bases y patios interiores en toda la nación. Es una historia con un número de víctimas que no debemos ignorar.
La guerra vuelve al país
Durante los últimos 12 años, muchos veteranos que han “empeorado” durante la guerra se podían encontrar en las bases del país y sus alrededores esperando para volver a desplegarse y a veces cometiendo daños graves contra otros y contra sí mismos. La organización Veteranos de Irak Contra la Guerra (IVAW) ha hecho campaña durante años por el “derecho a sanar” de un soldado entre despliegues. El próximo mes publicará su propio informe sobre una práctica común en Fort Hood de enviar a soldados dañados y fuertemente medicados de vuelta a zonas de combate a pesar de las órdenes de los médicos y las regulaciones oficiales de la base. No se puede esperar que esos soldados sobrevivan en buena forma.
Inmediatamente después del tiroteo indiscriminado de López, el presidente Obama habló de esos soldados que han servido múltiples períodos en las guerras y “necesitan sentirse seguros” en sus bases de operaciones. Pero lo que el presidente calificó de “ese sentido de seguridad… roto una vez más” en Fort Hood, se ha deshecho una y otra vez en bases y ciudades de todo EE.UU. post 11-S, desde que los soldados vejados, engañados y maltratados comenzaron a llevar consigo la guerra a su país.
Desde 2002, soldados y veteranos han estado cometiendo asesinatos individualmente y en grupos, matando a esposas, novias, niños, otros soldados, amigos, conocidos, personas ajenas a ellos y –en sobrecogedoras cantidades– a sí mismos. La mayoría de esos asesinatos no han ocurrido a una escala masiva, pero se suman, incluso si nadie lleva la cuenta. Hasta la fecha nunca se han contado en su totalidad.
Los primeros veteranos de la guerra en Afganistán volvieron a Fort Bragg, Carolina del Norte, en 2002. En rápida sucesión, cuatro de ellos asesinaron a sus esposas, después de lo cual tres de los asesinos se quitaron su propia vida. Cuando un periodista del New York Times pidió a un oficial de las Fuerzas Especiales que comentara sobre esos eventos, respondió: “A las Fuerzas Especiales no le gusta comentar sobre asuntos emocionales. Somos gente de Tipo A que saltamos a la torera cosas semejantes, como noticias de ayer”.
Por cierto, gran parte de los medios y gran parte del país han hecho precisamente eso. Aunque medios cercanos a la escena han informado de asesinatos individuales cometidos por “los héroes de nuestra nación” en el “frente interior”, la mayor parte de esos crímenes nunca llegan a las noticias nacionales y muchos son invisibles incluso localmente cuando solo se informa de ellos como asesinatos de rutina sin mencionar el hecho aparentemente insignificante de que el asesino era un veterano. Solo cuando esos crímenes se agrupan alrededor de una base militar los diligentes periodistas locales parecen juntar las piezas del cuadro general.
En 2005, Fort Bragg había registrado la décima fatalidad semejante de “violencia doméstica”, mientras en la Costa Oeste, el Seattle Weekly había llevado la cuenta de muertes entre soldados en servicio activo y veteranos en el Estado oeste de Washington hasta siete homicidios y tres suicidios. “Cinco esposas, una novia y un niño fueron asesinados; otros cuatro niños perdieron a uno o a ambos progenitores por muerte o encarcelamiento. Tres soldados se suicidaron, dos de ellos después de matar a su esposa o amiga. Cuatro soldados fueron enviados a la prisión. Uno estaba en espera de juicio”.
En enero de 2008 The New York Times intentó por primera vez llevar la cuenta de semejantes crímenes. Encontró “121 casos en los cuales veteranos de Irak y Afganistán cometieron un asesinato en este país, o fueron acusados de cometerlo, después de su retorno de la guerra”. Enumeró titulares tomados de periódicos locales más pequeños: Lakewood, Washington, “Familia culpa Irak después que hijo mata a su esposa”; Pierre, Dakota del Sur, “Soldado acusado de asesinato testifica sobre estrés post-guerra”; Colorado Springs, Colorado, “Veteranos de la guerra de Irak sospechosos de dos asesinatos premeditados, banda de delincuentes”.
The Times estableció que cerca de un tercio de las víctimas de asesinatos fueron esposas, amigas, hijos u otros parientes del asesino, pero significativamente, un cuarto de las víctimas fueron otros soldados. El resto eran conocidos o extraños. Entonces, tres cuartos de los soldados homicidas todavía estaban en las fuerzas armadas. La cantidad de homicidios representó entonces un aumento de cerca de 90% en los cometidos por personal en servicio activo y veteranos en los seis años desde la invasión de Afganistán en 2001. Sin embargo después de rastrear esa “pista de muerte y angustia por todo el país”, The Times señalo que su investigación probablemente había revelado solo “la cantidad mínima de casos semejantes”. Un mes después, descubrió “más de 150 casos de violencia doméstica fatal o abuso infantil [fatal] en EE.UU. en la que estaban involucrados soldados y nuevos veteranos”.
Hubo más casos. Después de que el equipo de Combate de la Cuarta Brigada de Fort Carson, Colorado, volviera de Irak en 2008, nueve de sus miembros fueron acusados de homicidio, mientras “las acusaciones de violencia doméstica, violaciones y abusos sexuales” en la base aumentaban fuertemente. Tres de las víctimas de asesinatos fueron esposas o novias; cuatro fueron otros soldados y dos fueron extraños escogidos al azar.
De vuelta a Fort Bragg, en la cercana base de marines de Camp Lejeune, los militares asesinaron a cinco mujeres militares en un período de nueve meses entre diciembre de 2007 y septiembre de 2008. Hasta entonces, la coronel del ejército Ann Wright había identificado por lo menos 15 muertes altamente sospechosas de mujeres militares en las zonas de guerra que habían sido oficialmente calificadas de “no relacionadas con combates” o “suicidios”. Planteó una pregunta que nunca obtuvo respuesta: “¿Existe encubrimiento por parte del ejército de violaciones y asesinatos de mujeres soldados?” Los asesinatos que tuvieron lugar cerca de Fort Bragg y Camp Lejeune (pero allí), todos investigados y enjuiciados por autoridades civiles, plantearon otra pregunta: “¿Había algunos soldados que traían a casa no solo la violencia genérica de la guerra, sino crímenes específicos que habían practicado en el exterior?
Atrapados en "modo combate"
Mientras esta especie de combate en el interior pocas veces llegó a las noticias nacionales, los asesinatos no se han detenido. En realidad han continuado mes tras mes, año tras año, generalmente mencionados solo por medios locales. Muchos de los asesinatos sugieren que los asesinos se sentían como si estuvieran en alguna especie de misión privada en “territorio enemigo” y que ellos mismos eran hombres que, en distantes zonas de combate, se habían acostumbrado a matar y adquirieron el hábito. Por ejemplo, Benjamin Colton Barnes, un veterano del ejército de 24 años, fue a una fiesta en Seattle y se involucró en un tiroteo en el que hubo cuatro heridos. Entonces huyó al Parque Nacional Mount Rainier donde mató a tiros a una guarda forestal (madre de dos pequeños niños) y disparó a otros antes de escapar hacia las montañas cubiertas de nieve donde se ahogó en un torrente.
Según las informaciones, Barnes, veterano de Irak, había vivido una dura transición a la vida dentro del país después de que le dieran de baja en el ejército en 2009 por mala conducta tras haber sido arrestado por conducir borracho y portar un arma. (También amenazó a su esposa con un cuchillo). Fue uno de más de 20.000 veteranos perturbados del ejército y de los marines que las fuerzas armadas dieron de baja entre 2008 y 2012 por motivos “distintos de los honorables” y sin prestaciones, atención sanitaria o ayudas.
Enfrentadas a la costosa perspectiva de prestar atención a largo plazo a estos veteranos más frágiles, las fuerzas armadas prefirieron librarse de ellos. Barnes fue despedido de la Base Conjunta Lewis-McChord cerca de Tacoma, Washington, que en 2010 había sobrepasado Fort Hood, Fort Bragg, y Fort Carson en violencia y suicidios para convertirse en la base del interior “más conflictiva” de las fuerzas armadas.
Algunos soldados homicidas actúan en conjunto, tal vez recreando en casa ese famoso sentimiento fraternal de la “banda de hermanos” militares. En 2012 en Laredo, Texas, unos agentes federales dándoselas de dirigentes de un cártel mexicano de la droga arrestaron al teniente Kevin Corley y al sargento Samuel Walker –ambos del tristemente célebre equipo de combate de la Cuarta Brigada de Fort Carson– y a otros dos soldados en su escuadrón de la muerte privado que habían ofrecido sus servicios para matar a miembros de cárteles rivales. “Trabajo húmedo”, le denominaban los soldados y estaban tan bien entrenados para hacerlo que los auténticos cárteles mexicanos de la droga habían contratado a ambiciosos veteranos de Fort Bliss, Texas, y probablemente de otras bases en las zonas fronterizas, para eliminar objetivos mexicanos y estadounidenses a 5.000 dólares por cabeza.
Parece que semejantes soldados nunca salen del modo de combate. El psiquíatra de Boston Jonathan Shay, bien conocido por su trabajo con veteranos perturbados de la Guerra de Vietnam, señala que las habilidades inculcadas al soldado de combate –astucia, engaño, rapidez, sigilo, un repertorio de técnicas asesinas y la supresión de los sentimientos de compasión y culpabilidad– lo equipan perfectamente para una vida de crimen. “Lo diré del modo más directo posible”, escribe Shay en Odysseus in America: Combat Trauma and the Trials of Homecoming, “El servicio en combate per se prepara el camino hacia carreras criminales después, en la vida civil”. Durante la última década, cuando el Pentágono aflojó los estándares para rellenar las filas, algunos miembros emprendedores, por lo menos de 53 bandas estadounidenses distintas, iniciaron sus carreras criminales alistándose, entrenando y sirviendo en zonas de guerra para perfeccionar sus habilidades especiales.
Algunos veteranos han llegado a convertirse en terroristas nacionales, como el veterano de la "Tormenta del Desierto" Timothy McVeigh, quien mató a 168 personas en el edificio federal de Oklahoma en 1995 o en asesinos masivos como Wade Michael Page, el veterano del ejército y superracista que asesinó a seis creyentes en un templo sij en Oak Creek, Wisconsin, en agosto de 2012. Page había llegado a conocer la ideología de la supremacía blanca a los 20 años, tres años después de entrar al ejército, cuando se adhirió a un grupo neonazi en Fort Bragg. Eso fue en 1995, el año en el que tres paracaidistas de Fort Bragg asesinaron a dos residentes locales negros, un hombre y una mujer, para merecer sus tatuajes neonazis en forma de telas de araña.
Una cantidad desconocida de asesinos semejantes, simplemente queda libre, como el soldado raso del ejército (y excadete de West Point) Isaac Aguigui, quien fue finalmente condenado el pasado mes en un tribunal penal en Georgia por asesinar a su mujer embarazada, sargento Deirdre Wetzker Aguigui, lingüista del ejército, hace tres años. Aunque el cuerpo esposado de Deirdre Aguigui había revelado múltiples golpes y señales de lucha, el médico legista militar no “detectó una causa anatómica de muerte”, un hecho conveniente para el ejército, que no tuvo que seguir investigando, e Isaac Aguigui cobró medio millón de dólares en prestaciones militares por fallecimiento y seguro de vida para financiar su propia guerra.
En 2012, las autoridades en Georgia acusaron a Aguigui y a tres veteranos de Fort Stewart de los asesinatos al estilo de ejecuciones del exsoldado raso Michael Roark, de 19 años, y su amiga Tiggany York, de 17. El juicio en un tribunal penal civil reveló que Aguigui (quien nunca fue enviado al frente) había formado su propia milicia de veteranos de combate perturbados llamada FEAR (Eternamente estoicos, siempre listos) y conspiraba para apoderarse de Fort Stewart apoderándose del punto de control de municiones. Entre otros planes de su grupo, estaba asesinar a oficiales no nombrados con coches bomba, hacer volar una fuente en Savannah, envenenar una cosecha de manzanas en el Estado natal de Aguigui, Washington y unirse a otros grupos de milicias privadas en todo el país en un complot para asesinar al presidente Obama y tomar el control del Gobierno de EE.UU. El año pasado, el tribunal en Georgia condenó a Aguigui en el caso de las ejecuciones de FEAR y lo sentenció a cadena perpetua. Solo entonces un médico legista civil determinó que primero había asesinado a su mujer.
El mantenimiento del orden
Los ejercicios rutinarios de entrenamiento básico y los eventos catastróficos de la guerra dañan a muchos soldados de maneras que parecen sombríamente irónicas cuando vuelven a casa para traumatizar o matar a sus parejas, sus hijos, otros soldados o extraños al azar en una ciudad o en una base. Pero de nuevo para obtener las historias tenemos que basarnos en periodistas locales. The Austin American-Statesman, por ejemplo, informa de que, desde 2003, en el área alrededor de Fort Hood en Texas central, casi el 10% de los involucrados en incidentes de disparos con la policía han sido veteranos de las fuerzas armadas o miembros en servicio activo. En cuatro enfrentamientos separados desde diciembre pasado, la policía mató a tiros a dos veteranos que habían vuelto recientemente e hirió a un tercero, mientras un policía resultó muerto. Un cuarto veterano sobrevivió a un tiroteo sin daño alguno.
Semejantes enfrentamientos trágicos llevaron a los funcionarios estatales y municipales de Texas a desarrollar un Programa de Reacción Táctica ante Veteranos para entrenar a la policía en el manejo de tipos militares perturbados. Algunas de las técnicas estándar que utiliza la policía de Texas para intimidar y controlar a sospechosos –gritos, lanzamiento de “flashbangs” (granadas), o incluso realizar disparos de advertencia– son contraproducentes cuando el sospechoso es un veterano en crisis, armado y altamente entrenado a abrir fuego por reflejo. El policía civil promedio es inferior a un combatiente enfurecido, como dijo el presidente en Fort Hood, “del mejor ejército que el mundo haya conocido”. Por otra parte, un veterano con su cerebro dañado que necesita tiempo para responder órdenes o responder preguntas puede ser maltratado, aplastado, atacado con táser, aporreado o algo peor por policías antes de que tenga tiempo de decir una palabra.
Y hay otro giro irónico. Durante la última década, los reclutadores militares han presentado como atractivo la política de “preferencia para veteranos” en las prácticas de reclutamiento de los departamentos de policía. La perspectiva de una carrera vitalicia en el mantenimiento del orden después de un solo período de servicio militar tienta a muchos adolescentes vacilantes a alistarse. Pero los veteranos que son finalmente dados de baja del servicio y se ponen el uniforme de un policía civil ya no son los mismos que cuando se alistaron.
En Texas en la actualidad, un 37% de la policía de Austin, la capital del Estado, está compuesta de exmilitares, y en ciudades más pequeñas y pueblos en el área de Fort Hood, la cifra supera la marca del 50%. Todos saben que los veteranos necesitan puestos de trabajo, y en teoría pueden ser muy buenos para controlar a soldados conflictivos en crisis, pero llegan a su puesto entrenados para ser muy buenos en la guerra. Cuando encuentran al próximo Ivan López, forman un combo potencialmente combustible.
La mayor parte de los hombres y mujeres militares de EE.UU. no quieren ser “estigmatizados” por asociación con los soldados violentos mencionados. Tampoco lo quieren los exmilitares quienes ahora, como miembros de las fuerzas de policía civil, se enfrentan periódicamente a violentos veteranos en Texas y en todo el país. El nuevo sondeo Kaiser del Washington Post revela que la mayoría de los veteranos están orgullosos de su servicio militar y no están contentos con su retorno a casa. Casi la mitad de ellos piensan que los civiles estadounidenses, como los ciudadanos de Irak y Afganistán, no los “respetan” genuinamente y más de la mitad se sienten desconectados de la vida en EE.UU. Creen que tienen mejores valores morales y éticos que los demás ciudadanos, una virtud pregonada por igual por el Pentágono y los presidentes. El 60% dice que son más patrióticos que los civiles. El 70% dice que los civiles no los comprenden en absoluto. Y casi un 90% de los veteranos dicen que en un santiamén se volverían a alistar para combatir.
Los estadounidenses en el “frente interior” nunca fueron movilizados por sus dirigentes y generalmente no han asumido las guerras libradas en su nombre. Al respecto, sin embargo, tenemos otra ironía: resulta que tampoco lo han hecho la mayoría de los hombres y mujeres militares de EE.UU. Como sus contrapartes civiles, muchos de los cuales están demasiado fácilmente dispuestos a volver a desplegar a esos soldados para intervenir en países que ni siquiera pueden encontrar en un mapa, una cantidad significativa de veteranos todavía tiene que deshacer sus maletas y examinar las guerras que han traído a casa en su equipaje y en demasiados casos sórdidos, ellos, sus seres queridos, los demás soldados, y a veces extraños al azar pagan el precio.
La colaboradora regular de TomDispatch Ann Jones es autora del nuevo libro: They Were Soldiers: How the Wounded Return from America’s Wars -- the Untold Story, un proyecto de Dispatch Books en cooperación con Haymarket Books. (Jeremy Scahill acaba de elegirlo como su libro favorito de 2013.) Jones, quien ha informado desde Afganistán desde 2002, es también autora de dos libros sobre el impacto de la guerra en civiles: Kabul in Winter y War Is Not Over When It’s Over. Su sitio en la web es annjonesonline.com.
Copyright 2014 Ann Jones
Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175832/tomgram%3A_ann_jones%2C_star-spangled_baggage/#more
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