lunes, 25 de noviembre de 2013

Turquía.


Rebelion. Turquía impulsa una política de encrucijada

Turquía impulsa una política de encrucijada

Asia Times Online

Traducido para Rebelión por Germán Leyens


Mientras todo se concentra en la posibilidad de un desplazamiento tectónico en las relaciones entre EE.UU. e Irán, y mientras todavía se puede encontrar una solución para la tragedia siria en otro próximo conjunto de negociaciones en Ginebra, Turquía trabaja duro silenciosamente en un segundo plano. Veamos lo que se proponen esos sultanes del swing.

Comenzaremos por el frente interno. Abdul Mejid I, el trigésimo primer sultán otomano (en el poder desde 1839 a 1861) siempre soñó con un túnel sumergido bajo el Bósforo uniendo Europa con Asia.

Tardó hasta el “sultán” Erdogan –el primer ministro Recep Tayyip Erdogan– para que sucediera, cuando el mes pasado inauguró –en el 90 aniversario de la fundación de la República de Ataturk– el sistema ferroviario Marmaray de 76 kilómetros por un coste de 3.000 millones de dólares que, en las palabras difícilmente hiperbólicas de Mustafa Kara, alcalde del distrito Uskudar de Estambul (donde sale el túnel), “finalmente vinculará Londres con Pekín, creando inimaginables conexiones globales” [1].

Ciertamente ayuda que esta maravilla tecnológica se ajusta directamente con la extremadamente ambiciosa estrategia china de la Nueva Ruta de la Seda que, como la Ruta de la Seda original, comienza en Xian y apunta a cruzar a Europa a través de, lógicamente, Estambul [2].

Por lo tanto sigue existiendo el hecho de que el “sultán” Erdogan simplemente no fue derribado por las manifestaciones del parque Gezi del pasado mes de junio. Todos los megaproyectos del partido gobernante AKP –apoyado por millones de personas en Anatolia rural, ignorada durante décadas por las elites seculares de Estambul– están vivos y coleando.

En 2025, más de un millón de pasajeros utilizarán el Marmaray. Se está construyendo el tercer puente del Bósforo, cercano al Mar Negro –a pesar de la furia aleví porque le pondrán el nombre de Selim el Cruel, un sultán que ordenó la matanza de miles de alevíes-. Lo mismo vale para el nuevo aeropuerto de seis pistas al noroeste de Estambul. Y luego está el “canal loco” (la propia definición de Erdogan) de 50 km de longitud que conecta el mar de Mármara con el mar Negro, de modo que el monstruoso tráfico de buques cisterna podrá ser desviado del Bósforo. El movimiento verde turco insiste en que podría destruir ecosistemas acuíferos completos, pero Erdogan no se inmuta.

El factor petrolero kurdo

En el gran mundo, la política exterior turca trabaja a toda marcha. E inevitablemente todo tiene que ver con la energía.

Durante este mes, el ministro de Exteriores Ahmet Davutoglu recibió al ministro de Exteriores iraní Javad Zarif en Ankara. Después fue a Bagdad y se reunió con el primer ministro Nouri al-Maliki.

Davutoglu también visitó Washington; escribió un editorial publicado por Foreign Policy elogiando la “cooperación estratégica” estadounidense-turca, y prometió apoyar las negociaciones EE.UU.-Irán.

Durante esta semana, Davutoglu se sumó a Erdogan para una reunión de alto nivel con el presidente ruso Vladimir Putin y el ministro de Exteriores Sergei Lavrov en San Petersburgo. La próxima semana estará en Teherán.

La pregunta es, ¿qué espera Ankara de Washington para apoyar con tanto empeño una normalización entre EE.UU. e Irán?

La clave es el Kurdistán iraquí. Ankara quiere la bendición de Washington para el ahora fenomenalmente problemático oleoducto para 250.000 barriles diarios del norte de Irak, evitando Bagdad. Ese oleoducto se agregaría al perennemente atribulado Kirkuk-Ceyhan, controlado (en cierto modo) por Bagdad; operando actualmente en el mejor de los casos a un quinto de su capacidad oficial de 1,6 millones de barriles diarios, bombardeado práticamente todas las semanas y sin ningún mantenimiento.

No tiene que ver tanto con el petróleo (que Turquía necesita urgentemente) como con una alianza política-económica que idealmente proporcione más votos kurdos al gobernante partido AKP en las elecciones turcas de 2014.

El problema (insuperable) es que el gobierno de Obama no tiene la menor intención –en la presente situación de las negociaciones– de provocar a Teherán permitiendo que, sobre todo, provoque al aliado de Irán, Bagdad. Es solo otro ejemplo de que cualquier cosa de importancia que suceda en el sudoeste de Asia involucra actualmente a Irán [3].

Por lo tanto todo depende de hasta dónde llegue la reconciliación EE.UU.-Irán, ya que Ankara no puede alienarse al mismo tiempo a Bagdad y Teherán. Ankara, sin embargo, también es consciente de los inmensos beneficios potenciales. Eso significaría que fluirían mucho más petróleo y gas desde Irán que en el actual contrato anual a largo plazo por gas natural a través del gasoducto Tabriz-Ankara siempre y cuando la inversión occidental comience a fluir de nuevo hacia la industria energética de Irán.

Ese eje wahabí-likudnik

El presidente Obama se lleva muy bien con el primer ministro turco Erdogan. Pero mientras Obama solo tiene elogios para Erdogan, para la Casa de Saud el nombre “Obama” es ahora peor que cualquier plaga. Y Erdogan no es exactamente tan popular.

Erdogan apoyó con entusiasmo a Mursi y a la Hermandad Musulmana en Egipto, mientras el héroe de la Casa de Saud es el conspirador del golpe, el general Sisi. En Siria, Erdogan apoya una vez más a los “rebeldes” vinculados a la Hermandad Musulmana, mientras los saudíes, con Bandar Bush a la cabeza, financian y arman de facto a todo tipo de sujetos desagradables incluyendo el retoño de al Qaida, Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL, por su nombre en inglés). Erdogan ha desarrollado una relación extremadamente problemática con Israel, mientras el eje wahabí-likudnik contra Irán/Siria es más fuerte que nunca [4].

Es fácil olvidar que existía una alianza Ankara-Damasco-Teherán antes de la guerra civil siria impuesta desde el extranjero. Formaba parte de la doctrina de “cero problemas con nuestros vecinos” de Davutoglu, transformada luego en “todo tipo de problemas”. La Casa de Saud hizo obviamente todo lo posible por debilitar la antigua alianza con la zanahoria de más comercio e inversión en Turquía. Dio resultados durante cierto tiempo, cuando resistía el mito de una “Primavera Árabe” y Turquía y los saudíes incluso coordinaban su apoyo a todo tipo de “rebeldes” sirios.

Ahora es una configuración totalmente diferente. Solo en Turquía encontramos islamistas de todo tipo, secularistas, la izquierda y liberales de todo tipo, todos de acuerdo en que la Casa de Saud es un grupo bastante desagradable. Y no es por accidente que el “sultán Erdogan” –quien supuestamente quiere el retorno del Califato– haya sido ridiculizado non-stop en todos los medios panárabes, que para todos los efectos prácticos son controlados en un 90% por saudíes.

Ankara parece haberse dado cuenta finalmente de que tiene que tener mucho cuidado respecto a su posición siria. No lejos de sus fronteras, los kurdos sirios están luchando contra yihadistas apoyados por los saudíes.

Peor todavía; numerosos yihadistas potenciales vinculados a al Qaida –una Internacional muyahidín– se congregan en una red de pisos francos en el sur de Turquía, incluyendo Antakya, la capital de la provincia Hatay, antes de ser contrabandeados a través de la frontera para unirse sobre todo al Estado Islámico de Irak y el Levante. Probablemente la OTAN no está contenta [5].

Todo tiene que ver con "Ductistán"

El principal objetivo de política exterior de Turquía es posicionarse como una encrucijada energética crítica para cualquier petróleo y gas natural proveniente de Rusia, el Caspio, Asia Central e incluso Medio Oriente hacia Europa.

Sin embargo, Turquía ha sido presionada por dos narrativas de Ductistán en conflicto. Una es la interminable telenovela Nabuco, que significa básicamente entregar gas natural a Europa desde casi todos los sitios (Azerbaiyán, Turkmenistán, Irán, Irak e incluso Egipto) excepto Rusia. Y el otro es el gasoducto South Stream, propuesto por Rusia y que cruza el mar Negro.

Insistiendo en su papel de puente neutral entre Oriente y Occidente, Ankara protege sus apuestas. Pero después de que la crisis financiera europea tomase las riendas Nabuco acabó condenado a todos los efectos prácticos. Lo que queda ahora es el denominado Nabuco Oeste -un gasoducto más corto, de 1.300 km, desde Turquía a Europa Central– y el mucho más barato Gasoducto Transadriático (TAP), a solo 500 km de Turquía a través de los Balcanes a Italia.

El consorcio (que incluye a BP, Total y SOCAR de Azerbaiyán) que desarrolla el inmenso campo Shah Deniz II en Azerbaiyán terminó por preferir el TAP. Por lo tanto ahora Nabuco está prácticamente enterrado.

Decir que ha sido un trato magistral para Moscú es un inmenso eufemismo. El TAP no amenaza el control de Gazprom del mercado europeo. Y además Moscú se acercó a Bakú. Dick Cheney debe ajustar su marcapasos para otro ataque al corazón; después de todos sus complicados planes energéticos, Moscú y Bakú están discutiendo nada menos el transporte de petróleo ruso a través del notorio oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan, que Zbig Brzezinski inventó para exactamente eludir Rusia. Además, es posible que sea revertido el oleoducto Bakú-Novorossiysk para bombear petróleo ruso a Azerbaiyán.

Además es el final de las imposibles esperanzas turcas (y europeas) de hacer que la estrambótica “república de gas” Turkmenistán suministre energía a través del Caspio pasando por el Cáucaso y Turquía a Europa. Para Moscú no es negociable: controlamos el tránsito de energía centroasiática a Europa. Además Turkmenistán ya tiene mejores esturiones que freír, a través de su ultra-rentable gasoducto a China.

El resultado final: Rusia que influye aún más en el Cáucaso iguala con Turquía –que importa casi todo su petróleo, carbón y gas natural– que se vuelve todavía más dependiente de Rusia. Ésta suministra casi un 60% del gas natural de Turquía -y creciendo-. Irán suministra el 20%. Moscú está seguro de que Turquía pronto sobrepasará a Alemania como su mayor cliente de energía.

Eso es ciertamente lo que Erdogan discutió en detalle el miércoles pasado en Moscú. Y luego existe el ambicioso plan de Turquía de construir 23 plantas nucleares hasta 2023. ¿Y quién será el que se impone? Moscú, por cierto. No solo como constructor sino también como proveedor primordial de combustible nuclear. No parece que ningún paquete de sanciones occidentales aparezca en el horizonte.

Por lo tanto parece que Ankara está (silenciosamente) ajetreado en todos los frentes. Erdogan cultiva cuidadosamente a su amigo Obama posicionándose como una especie privilegiada de mensajero. Erdogan apoya el programa nuclear civil de Irán, lo que lo posicionó instantáneamente como altamente sospechoso a los ojos del eje del temor y el odio wahabí-likudnik. Es la razón clave de la creciente desafección entre Ankara y Riad.

El deseo de protagonismo crucial de Ankara en un eventual acercamiento entre EE.UU. e Irán surge de un simple cálculo. Enfrentada a tremendas barreras políticas, económicas y de seguridad, Turquía solo podría satisfacer su deseo de convertirse en el corredor de transporte de energía privilegiado de Este a Oeste si Irán está de su parte.

Notas:

1. Asia and Europe to get Bosphorus rail link as Marmaray opens, Hurriyet Daily News, 28 de octubre de 2013.

2. New Silk Road starts with Xian, South China Morning Post, 29 de octubre de 2013.

3. Deal or No Deal, Iran's Stock Keeps Rising, Al-Akhbar English, 20 de noviembre de 2013.

4. The Wahhabi-Likudnik war of terror, Asia Times Online, 20 de noviembre de 2013.

5. The secret jihadi smuggling route through Turkey, CNN, 5 de noviembre de 2013.

Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Contacto [email protected]

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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MID-02-221113.html

rCR



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