Traducido para Rebelión por Germán Leyens |
LONDRES – Hay que adorar el sonido de un caza jet Mirage 2000 francés por la mañana. Huele como… un delicioso desayuno neocolonial en salsa Hollandesa. Digamos salsa de cenagal.
Aparentemente, es perfectamente obvio. Mali tiene 15,8 millones de habitantes – con un ingreso interno bruto per cápita de solo unos 1.000 dólares por año y una expectativa de vida de solo 51 años – en un territorio el doble del de Francia (un PIB per cápita de 35.000 y más). Ahora, casi dos tercios de ese territorio están ocupados por grupos islamistas fuertemente armados. ¿Qué nos espera? Bombas, baby, bombas.
De modo que demos la bienvenida a la más reciente guerra africana; Mirages franceses estacionados en Chad, y helicópteros Gazelle más algunos Rafales basados en Francia bombardeando a malignos yihadistas islamistas en el norte de Mali. Los negocios van bien; el presidente Hollande de Francia pasó el martes pasado en Abu Dhabi cerrando la venta de hasta 60 Rafales a ese parangón de la democracia en el Golfo, los Emiratos Árabes Unidos (EAU).
El antes afofado Hollande –quien ahora goza de la reconversión de su imagen en la de un “resuelto”, “determinado”, tipo duro– ha pregonado hábilmente todo eso como la incineración de islamistas en la sabana antes de que emprendan un vuelo sin retorno Bamako-París para bombardear la Torre Eiffel.
Ha habido Fuerzas Especiales francesas en el terreno en Mali desde principios de 2012.
El MNLA (Movimiento Nacional por la Liberación de Azawad), dirigido por tuaregs, dice ahora a través de uno de sus dirigentes, que está “dispuesto a ayudar” a la antigua potencia colonial, presentándose como más conocedor de la cultura y del terreno que futuras fuerzas de intervención de la CEDEAO (acrónimo en francés de Comunidad Económica de Estados de África Occidental).
Los salafistas-yihadistas en Mali tienen un inmenso problema: escogieron el campo de batalla equivocado. Si fuera Siria, hubieran sido inundados de armas, bases logísticas, un “observatorio” basado en Londres, horas de videos en YouTube y un apoyo diplomático total de los sospechosos habituales de EE.UU., Gran Bretaña, Turquía, las petromonarquías del Golfo y –oui, monsieur– la propia Francia.
En su lugar, fueron criticados severamente por el Consejo de Seguridad de la ONU –más rápido que una colección de héroes de Marvel– que, como es debido, autorizó una guerra en su contra. Sus vecinos africanos occidentales –parte del bloque regional CEDEAO– recibieron un plazo (hasta fines de noviembre) para presentar un plan de guerra. Estando en África, no pasó nada – y los islamistas siguieron avanzando hasta que hace una semana París decidió aplicar un poco de salsa Hollandesa.
Ni siquiera un estadio de fútbol repleto de los mejores chamanes africanos occidentales puede exorcizar a un grupo de países dispares –e empobrecidos– para que organicen a corto plazo un ejército intervencionista, incluso si la aventura es pagada totalmente por Occidente como el ejército dirigido por Uganda que combate contra al-Shabaab en Somalia.
Para colmo de males, no es ningún paseo. Los salafistas-yihadistas están bien provistos, por cortesía del auge del contrabando de cocaína de Suramérica a Europa pasando por Mali, más el tráfico de seres humanos. Según la Oficina de Control de Drogas de la ONU, un 60% de la cocaína de Europa pasa por Mali. A los precios en la calle en París, eso representa más de 11.000 millones de dólares.
Turbulencia futura
El general Carter Ham, comandante del AFRICOM del Pentágono, ha estado advirtiendo durante meses de una importante crisis. Hablemos de una profecía que se auto realiza. Pero lo que en realidad está sucediendo es lo que el New York Times extrañamente describe como esos “vastos y turbulentos trozos del Sahara”.
Todo comenzó con un golpe militar en marzo de 2012, solo un mes antes de que Mali realizara una elección presidencial, derrocando al entonces presidente Amadou Toumani Touré. Los conspiradores del golpe lo justificaron como una reacción ante la incompetencia del gobierno en la lucha contra los tuareg.
El líder del golpe fue un cierto capitán Amadou Haya Sanogo, quien por casualidad había tenido relaciones muy cómodas con el Pentágono; eso incluyó sus cuatro meses de curso básico de entrenamiento como oficial de infantería en Fort Benning, Georgia, en 2010. Esencialmente, Sanogo también fue acicalado por AFRICOM, bajo un proyecto regional que mezcló el programa de Cooperación en el Contraterrorismo Trans-Sahara del Departamento de Estado y la Operación Libertad Duradera del Pentágono. Sobra decir que en todo este asunto de la “libertad” ha sido el proverbial “aliado seguro” –como en socio en el contraterrorismo– combatiendo (por lo menos teóricamente) a al Qaida en el Magreb Islámico (AQIM).
Durante los últimos años, el juego de Washington ha elevado los giros en 180 grados al nivel de un arte de calidad. Durante el segundo gobierno de George W. Bush, las Fuerzas Especiales estuvieron muy activas codo a codo con los tuaregs y los argelinos. Durante el primer gobierno de Obama, comenzaron a respaldar al gobierno de Mali contra los tuaregs.
Un público confiado podrá estudiar minuciosamente los periódicos de Rupert Murdoch –por ejemplo el Times de Londres– y su así llamado corresponsal de defensa estará pontificando a su gusto sobre Mali sin hablar una palabra sobre la repercusión de la guerra en Libia.
Muamar Gadafi siempre apoyó la lucha por la independencia de los tuaregs; desde los años sesenta la agenda del NMLA ha sido liberar Azawad (el norte de Mali) del gobierno central en Bamako.
Después del golpe de marzo de 2012, el NMLA parecía tomar la delantera. Colocó su propia bandera sobre una serie de edificios gubernamentales, y el 5 de abril anunció la creación de un nuevo, independiente, país tuareg. La “comunidad internacional” los despreció, solo para que unos meses después el NMLA fuera marginado para todos los efectos prácticos, incluso en su propia región por otros tres grupos –islamistas–Ansar ed-Dine (“Defensores de la Fe”); el Movimiento por la Unidad y la Yihad en África Occidental (MUJAO); y al Qaida en el Magreb Islámico (AQIM).
Los protagonistas
El NMLA es un movimiento secular tuareg, creado en octubre de 2011. Afirma que la liberación de Azawad permitirá mejor integración –y desarrollo– para todos los pueblos en la región. Sus principales combatientes son tuaregs que fueron miembros del ejército de Gadafi. Pero también hay rebeldes que no han dejado las armas después de la rebelión tuareg de 2007-2008, y algunos que desertaron del ejército maliense. Los que volvieron a Mali después de la ejecución de Gadafi por rebeldes de la OTAN en Libia se llevaron muchísimas armas. Pero la mayor parte de las armas pesadas terminaron en manos de los propios rebeldes de la OTAN, los islamistas apoyados por Occidente.
AQIM es la filial norteafricana de al Qaida, que son leales al “El Doctor”, Ayman al-Zawahiri. Sus dos personajes cruciales son Abu Zaid y Mokhtar Belmokhtar, ex miembros del grupo ultra duro de islamistas argelinos Grupo Salafista por la Prédica y el Combate
(SGPC). Belmokhtar ya fue un yihadista en el Afganistán de los años ochenta.
Abu Zaid posa como una especie de “Gerónimo” norteafricano, algo como un Osama bin Laden, con la indispensable bandera negra y una Kalashnikov estratégicamente posicionada, colocadas prominentemente en sus videos. El líder histórico, sin embargo, es Belmokhtar. El problema es que Belmokhtar, conocido por la inteligencia francesa como “El Inatrapable”, se ha unido recientemente al MUJAO.
Los combatientes del MUJAO son todos ex AQIM. En junio de 2012, el MUJAO expulsó al NMLA y se apoderó de la ciudad de Gao, donde aplicó de inmediato los peores aspectos de la ley Sharía. La base del MUJAO que ha sido bombardeada esta semana por los Rafales franceses. Uno de sus portavoces ha amenazado, como se debe, “en nombre de Alá” con responder atacando “el corazón de Francia”.
Finalmente, Ansar ed-Dine es un grupo islamista tuareg, establecido el año pasado y dirigido por Iyad ag Ghali, ex dirigente del NMLA que se exilió en Libia. Adoptó el salafismo debido a proselitistas –inevitablemente– paquistaníes activos en el Norte de África, luego pasó un tiempo valioso con numerosos emires de AQIM. Es interesante señalar que en 2007 el presidente Touré nombró a Ghali como cónsul en Jedda, en Arabia Saudí. Fue debidamente expulsado en 2010 porque se acercó demasiado a islamistas radicales.
Denme ‘un poco más terrorismo’
Nadie en Occidente pregunta por qué el golpe militar, amistoso hacia el Pentágono, en la capital terminó con casi dos tercios de Mali en manos de islamistas que impusieron la ley Sharía dura en Azawad – especialmente en Gao, Timbuktu y Kidal, un horripilante catálogo de ejecuciones sumarias, amputaciones, lapidaciones y la destrucción de lugares sagrados en Timbuktu. ¿Cómo es posible que la última rebelión tuareg haya terminado por ser secuestrada por unos pocos cientos de islamistas de la línea dura? Es inútil hacer la pregunta a los drones de EE.UU.
La retórica oficial del gobierno “dirigido desde atrás” de Obama 2.0 es, en cierto sentido, futurista; los bombardeos franceses “podrían movilizar yihadistas en todo el mundo y llevar a –qué iba a ser– ataques contra Occidente. Una vez más la buena Guerra Global contra el Terror (GWOT) termina por ser la serpiente que muerde su propia cola.
No hay modo de comprender Mali sin examinar lo que ha estado haciendo Argelia. El periódico argelino El Khabar solo rozó la superficie, señalando que “de rehusar categóricamente una intervención – diciendo a la gente en la región que sería peligrosa, Argel pasó a “abrir los cielos argelinos a los Mirages franceses.
La Secretaria de Estado Hillary Clinton estuvo en Argelia en octubre pasado, tratando de organizar algo que pareciera un ejército de intervención africano occidental. Hollande, estuvo en diciembre. Oh, sí, cada vez la cosa se pone más interesante.
Volvámonos por lo tanto al profesor Jeremy Keenan, de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) en la Universidad de Londres, y autor de The Dark Sahara (Pluto Press, 2009) y del próximo The Dying Sahara (Pluto Press, 2013).
Escribiendo en la edición de enero de New African, Keenan señala: “Libia fue el catalizador de la rebelión Azawad, no su causa subyacente. Más bien, la catástrofe que se desarrolla ahora en Mali es el resultado inevitable de cómo la ‘Guerra Global contra el Terror’ ha sido insertada en el Sahara-Sahel por EE.UU., en colaboración con agentes de la inteligencia argelina, desde 2002”.
Resumiendo, Bush y el régimen en Argel necesitaban ambos, como señala Keenan, “un poco más terrorismo” en la región. Argel lo quería como un medio para conseguir más armas de alta tecnología. Y Bush –y los neoconservadores que lo respaldaban– querían lanzar el frente sahariano de la GWOT, como en la militarización de África como la máxima estrategia para controlar más recursos energéticos, especialmente petróleo, ganando así la competencia con masivas inversiones chinas. Es la lógica subyacente que llegó a la creación de AFRICOM en 2008.
Los servicios de inteligencia argelinos, Washington y los europeos utilizaron debidamente AQIM, infiltrando su dirigencia para extraer ese “poco más de terrorismo”. Mientras tanto la inteligencia argelina configuró efectivamente a los tuaregs como “terroristas”, el pretexto perfecto para La Iniciativa de Contraterrorismo Trans-Sahara de Bush, así como la Operación Flintlock del Pentágono – un ejercicio militar trans-sahariano.
Los tuaregs siempre pusieron los pelos de punta a los argelinos, que ni siquiera podían imaginar el éxito de un movimiento nacionalista tuareg en el norte de Mali. Después de todo, Argelia siempre vio toda la región como su propio patio trasero.
Los tuaregs –la población indígena del Sahara central y del Sahel– son casi 3 millones. Más de 800.000 viven en Mali, después viene Níger, con menores concentraciones en Argelia,
Burkina Faso y Libia. Ha habido no menos de cinco rebeliones de los tuaregs en Mali desde la independencia en 1960, más otras tres en Níger, y mucha turbulencia en Argelia.
El análisis de Keenan es absolutamente correcto al identificar lo que sucedió durante todo 2012 mientras los argelinos destruían meticulosamente la credibilidad y el impulso político del NMLA. Seguid los pasos del dinero: tanto Iyad ag Ghaly de Ansar ed-Dine como Sultan Ould Badi de MUJAO se llevan muy bien con la DRS, la agencia de inteligencia argelina. Ambos grupos tenían solo unos pocos miembros al principio.
Luego vino un tsunami de combatientes de AQIM. Es la única explicación por la cual el NMLA, después de solo unos pocos meses, fue neutralizado política y militarmente en su propio patio trasero.
Reunid a los habituales combatientes por la libertad
La posición de “dirección desde atrás” de Washington es ilustrada por esta conferencia de prensa del Departamento de Estado. Esencialmente, el gobierno en Bamako pidió que los franceses se ensuciaran un poco las manos.
Y ahí estamos.
No exactamente. Cualquiera que piense que todo el problema de Mali se resume en “bombardear a al Qaida debe estar viviendo en la luna. Para comenzar, utilizar a islamistas de la línea dura para sofocar un movimiento indígena de independencia proviene directamente del guión histórico de la CIA y el Pentágono.
Además, Mali es crucial para AFRICOM y la visión general de MENA (Medio Oriente-Norte de África) del Pentágono. Meses antes del 11-S tuve el privilegio de cruzar de un lado a otro Mali por carretera –y por el río Níger– y pasar un tiempo, especialmente en Mopti y Timbuktu, con los impresionantes tuaregs, que me brindaron un curso concentrado sobre África Noroccidental. Vi a predicadores wahabíes y paquistaníes por doquier. Vi cómo los tuaregs eran progresivamente desplazados. Vi un Afganistán en gestación. Y no fue muy difícil seguir la ruta del dinero sorbiendo té en el Sahara. Mali limita con Argelia, Mauritania, Burkina Faso, Senegal, la Costa de Marfil y Guinea. El espectacular delta interior del Níger está en Mali central – al sur del Sahara. Mali desborda de oro, uranio, bauxita, hierro, manganeso, estaño y cobre. ¡Y Ductistán hace señas! Hay mucho petróleo sin explorar en el norte de Mali.
Ya en febrero de 2008, el vicealmirante Robert T. Moeller decía que la misión de AFRICOM era proteger “el libre flujo de recursos naturales de África al mercado global”; sí, hizo la conexión crucial con China, declarada culpable de “desafiar intereses de EE.UU.”
Los aviones espía de AFRICOM han estado “observando” Mali, Mauritania y el Sahara durante meses, teóricamente a la busca de combatientes de AQIM; toda la operación es supervisada por Fuerzas Especiales de EE.UU., parte de la clasificada operación Creek Sand, basada en la próxima Burkina Faso. No avistaréis ningún estadounidense; son –qué iba a ser– contratistas que no llevan uniformes militares.
El mes pasado, en la Universidad Brown, el general Carter Ham, comandante de AFRICOM, dio una vez más un fuerte impulso a la “misión de promover los intereses de seguridad de EE.UU. en toda África”. Ahora bien, todo tiene que ver con la –actualizada– Estrategia Nacional de Seguridad de EE.UU. en África, firmada por Obama en junio de 2012. Los objetivos (convenientemente vagos) de esta estrategia son “fortalecer las instituciones democráticas”; alentar “el crecimiento económico, el comercio y la inversión”; “hacer progresar la paz y la seguridad”, y “promover la oportunidad y el desarrollo”.
En la práctica, es la militarización occidental (con la “dirección desde atrás” de Washington) contra el continuo impulso de seducción e inversión de China en África. En Mali, el escenario ideal para Washington sería un remix de Sudan; como la reciente partición de Sudán en Norte y Sur, que creó un dolor de cabeza logístico adicional para Beijing ¿por qué no hacer una partición de Mali para explotar mejor sus riquezas naturales? A propósito, Mali era conocido como Sudan Occidental hasta su independencia en 1960.
Una guerra “multinacional” en Mali ya estaba en las cartas del Pentágono a principios de diciembre.
Lo hermoso del asunto es que incluso con un ejército por encargo “multinacional” financiado por Occidente, apoyado por el Pentágono, a punto de entrar en acción, los que están derramando la letal salsa Hollandesa son los franceses (no hay nada que supere a una ex colonia “con problemas” para abrir el apetito de sus antiguos amos). El Pentágono puede seguir utilizando sus discretos aviones espía P-3 y drones Global Hawk basados en Europa, y después transportar tropas africanas occidentales y darles cobertura aérea. Pero todo en secreto, y muy confidencial.
El señor Cenagal ya ha alzado su horrenda cabeza en tiempo récord, incluso antes de que los 1.400 (y suma y sigue) soldados franceses en el terreno lanzaran su ofensiva.
Un equipo de comando de MUJAO (y no AQIM, como han informado), dirigido por el “inatrapable” Belmokhtar, atacó un campo de gas en medio del desierto Sahara argelino, más de 1.000 kilómetros al sur de Argel pero a solo 100 km de la frontera libia, donde capturó a un grupo de rehenes occidentales (y algunos japoneses); una operación de rescate lanzada el miércoles por Fuerzas Especiales argelinas fue, por decir poco, un gigantesco lío, con la muerte confirmada hasta ahora de por lo menos siete rehenes extranjeros y 23 argelinos.
El campo de gas es explotado por BP, Statoil y Sonatrach. MUJAO ha denunciado –¿qué más?– la nueva “cruzada” francesa y el hecho de que jets de combate franceses ahora dominan el espacio aéreo argelino.
En cuanto a repercusiones, esto es solo la entrada. Y no se limitará a Mali. Convulsionará a Argelia y pronto a Níger, la fuente de más de un tercio del uranio en las plantas de energía nuclear de Francia, y todo el Sahara-Sahel.
Por lo tanto este nuevo, creciente mega-Afganistán en África será bueno para los intereses neocoloniales de Francia (a pesar de que Hollande insiste en que solo se trata de “paz”); bueno para AFRICOM; un estímulo para esos yihadistas conocidos anteriormente como rebeldes de la OTAN; y ciertamente bueno para la interminable Guerra Global contra el Terror (GWOT), debidamente rebautizada como “operaciones militares cinéticas”.
Django, desencadenado, se sentiría totalmente en su casa. En cuando al Oscar a la Mejor Canción, va al continuo de Bush-Obama: No hay negocio como el negocio del terror. Con subtítulos en francés, bien sur.
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Contacto: [email protected]
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Global_Economy/OA19Dj02.html
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