Entrevista con Sergio Cesarín, sinólogo, investigador de la Untref y del Conicet
“China no quiere jugar el rol de Estados Unidos”
Debate
Potencia política,
militar y económica global. En tres décadas de reformas y apertura,
China se reinventó a sí misma y, con su ascenso, revolucionó la ecuación
geopolítica mundial. Sergio Cesarín vivió, estudió y eligió al gigante
asiático como su campo de especialización académica. Este investigador
del Conicet se graduó en Economía en la prestigiosa Universidad de
Pekín, por lo que su visión se alimenta de su experiencia de vida en la
nación protagonista del siglo XXI. Gestionado por un “Partido Estado”
(el Partido Comunista Chino, PCCh), Cesarín desmenuza cómo este país
lidera el mundo en desarrollo, al tiempo que subraya los desafíos que
representa para nuestra región.
-China emergió como un actor central en el mapa global. ¿Cuál es la estrategia detrás de esa inserción?
-Hay
un debate que los mismos ciudadanos se plantean y es respecto de qué es
China hoy. Tratan de caracterizarse con una identidad renovada, pero
asentada sobre su larga tradición. Y, luego también, de proyectar esa
imagen al mundo y un poder sobre éste. En términos generales, los chinos
viven un fenomenal y largo proceso de recomposición y reconstrucción de
una posición que China detentó hasta mediados del siglo XIX, cuando era
un imperio. Los chinos evalúan esa transición como una reconstrucción
del brillo de su primacía. El gobierno es consciente de los desafíos que
representa el nuevo poder del país en el mundo. La cuestión clave es
administrarlo. Por caso, a China se le pide cada vez más protagonismo.
Se le pregunta, por ejemplo, por qué no tiene una postura más agresiva
con relación al sistema financiero internacional. Pero ellos toman una
posición prudente, porque son conscientes de sus propias limitaciones.
Evalúan que este proceso de expansión y adquisición de predominio sobre
el mundo debe ser calibrado.
-¿Cuáles son las limitaciones?
-Los
chinos aprendieron de la historia mundial y de su propia historia. La
conclusión es que la sobreexpansión de las capacidades de los poderes
imperiales se convierte en el epicentro de la decadencia de esos
poderes. Pero, además, todavía hay mucha reluctancia de aceptar a China
como un gran poder internacional. El gobierno chino es cauto, sabe que
todavía es una economía en desarrollo, con niveles de pobreza
importantes y que es una nación dependiente de las importaciones de
energía y de alimentos.
-Más
allá de la cautela asiática, el ascenso de China es percibido como un
desafío para el poder de Estados Unidos, ¿cómo se miden fuerzas?
-China
representa el país que va a sobrepasar a Estados Unidos, en términos
económicos. Y, en realidad, lo que los chinos están diciendo es que
ellos no desean hacerlo. Por caso, no quieren jugar el rol hegemónico de
gendarme del mundo de los estadounidenses, además saben que no cuentan
con la capacidad militar para eso. En efecto, tienen mucho más para
ganar si recrean el tradicional vínculo que tuvo el imperio con el resto
de su periferia y otros países, que fue a través del comercio. China es
un exitosísimo caso de cultura mercantil. Ésa es la visión de cómo
China quiere insertarse a escala internacional. Evidentemente, para
Estados Unidos problematiza muchas cosas.
-Por ejemplo, ¿su declinación como super potencia?
-Si
asumimos que eso es así, sí. Hoy, la economía china en términos de
influencia global es muy importante. Pero, a la vez, Estados Unidos y
China son los dos grandes balanceadores -si vale el término- de la
economía mundial. En realidad, existe una mutua interdependencia. Por
eso, en la puja entre ambos se perciben más elementos de cooperación que
de conflicto. China, por ejemplo, fue uno de los primeros que se acopló
a la lucha contra el terrorismo internacional y es un actor importante
en la moderación de varios conflictos.
-Hace
un tiempo participó del seminario “América Latina y China: ¿opción
estratégica o nuevo colonialismo?”. ¿Es válido pensar la relación en
esos términos?
-Puede que haya sido un título bastante
marketinero. Diría que hay que poner la cuestión en contexto. Para ello,
subrayaría que China tiene claros intereses y una estrategia concreta y
exitosa en su vinculación con nuestra región. Les interesa el comercio
complementario, las inversiones para acceder a materias primas y
recursos. Todo ello, en un contexto de creciente amistad política. Desde
el lado latinoamericano, no hay una visión unificada sobre qué hacer
con China porque somos muchos países y hay muchos intereses en juego.
-¿Es un problema el intercambio de sigual?
-Sí,
se presenta un escenario de competencia pura. Es decir, nosotros
importamos de China productos manufacturados que contienen un mayor
valor agregado y de contenido tecnológico que nuestras exportaciones.
Hay que tener en cuenta que las tres cuartas partes de las exportaciones
latinoamericanas a China son materias primas, en tanto importamos
informática, automóviles, etcétera. Entonces, si bien cuantitativamente
el comercio se ha expandido, en términos cualitativos comienza otra vez a
aparecer el dilema de la reprimarización exportadora de la región.
Pero, lo cierto es que somos nosotros los que tenemos que aprender de
nuestra propia historia.
-¿Cómo se traduce esta situación para la Argentina?
-La
Argentina estableció una relación cada vez más intensa con China. Creo
que hemos sabido dar respuesta a los cambios del sistema económico
mundial, aprovechando las ventajas que este país asiático nos otorga.
Desde mi visión, me gustaría que el comercio estuviera más
diversificado. Entiendo que es muy difícil para un país como el nuestro,
amén la asimetría de poder con China, imponer condiciones. Todas las
naciones de la región aprovechan la ola beneficiosa de la demanda de los
commodities y de las materias primas. En realidad, la clave es lo que
cada país haga con esos excedentes.
-¿Qué opciones se plantean?
-Por
ejemplo, los pueden aplicar a la seguridad social, a comprar
armamentos, etcétera. Pero, también, los países pueden desarrollar
parques tecnológicos para que, en la segunda o tercera década del
presente siglo, aun cuando se siguieran vendiendo materias primas, éstas
sean cada vez un componente menos importante del intercambio. Para
entonces, se podría contar con una base tecnológica de primerísimo nivel
en sectores de punta. La Argentina ha tenido avances en este sentido,
como en biotecnología y energía nuclear. Será cuestión de profundizar
ese camino. Es decir, comparto la visión de los críticos con relación a
algunos aspectos del vínculo con China, pero también veo elementos
positivos en tanto los países sepan reinvertir las ganancias. Peor sería
que China o la India no mantuvieran la demanda.
-¿Es posible una respuesta regional, por ejemplo, desde la Unasur?
-Me
conformaría que fuera desde el Mercosur, donde hay muchas asignaturas
pendientes. Se trataría de una estrategia mancomunada de coordinación de
políticas macroeconómicas. Desde el lado chino, la tensión que se
genera con su socio latinoamericano por el déficit comercial se resuelve
en parte por el lado de las inversiones, que si bien están focalizadas
en los sectores extractivos (minero, agroalimentario, energético)
también está el caso de las empresas chinas transnacionales y estatales
que están invirtiendo en otras industrias como la automotriz o la
electrónica, por ejemplo, además de la cooperación financiera. Insisto,
la cuestión es aprovechar el contexto para construir sociedades más
equitativas.
----
Desde adentro
El sinólogo
Sergio Cesarín subraya otros aspectos que caracterizan la actual “fase
de transición” del país que se perfila como la futura primera potencia
planetaria.
Crecimiento e inequidad:
“Con
el correr de los años, el desarrollo de su economía sigue siendo
elevado (este año se estima un alza del 9 por ciento), lo cual refleja
lo sostenible del proceso. Sin embargo, dos cuestiones preocupan al
gobierno chino: la calidad de ese crecimiento y la redistribución del
ingreso. Dos ejes que hay que mejorar y sobre los que se están
implementando correcciones. El crecimiento con equidad es uno de los
planteos del próximo plan quinquenal”.
El Partido Comunista Chino, como única fuerza política:
“La
base de legitimación primaria del PCCh es que libró y ganó una
revolución que, entre otras cosas, les dio a los campesinos la reforma
agraria. Aunque, hoy, el gobierno legitima su rol de liderazgo sobre la
base de la promoción y desarrollo económico. Así, representa la garantía
del beneficio. Sin embargo, los líderes de ese país reconocen que China
sí o sí tiene que virar hacia un sistema de mayor pluralismo político”.
La herencia de Mao Tse Tung:
“En
términos ideológicos, podría decirse que sólo en los discursos
oficiales, o documentos intrapartidarios, se percibe que aún perdura
algún núcleo duro de ideas marxistas, más bien para calmar a los cuadros
militantes más conservadores. Pero, en la praxis política prima una
visión más sofisticada y pragmática. China se encuentra en una larga
transición desde una sociedad agrícola hacia un modelo de sociedad
urbana industrial. Cómo el sistema político administra la emergencia de
las nuevas demandas es su gran desafío”.
Fuente original: http://www.revistadebate.com.ar//2011/09/23/4468.php
militar y económica global. En tres décadas de reformas y apertura,
China se reinventó a sí misma y, con su ascenso, revolucionó la ecuación
geopolítica mundial. Sergio Cesarín vivió, estudió y eligió al gigante
asiático como su campo de especialización académica. Este investigador
del Conicet se graduó en Economía en la prestigiosa Universidad de
Pekín, por lo que su visión se alimenta de su experiencia de vida en la
nación protagonista del siglo XXI. Gestionado por un “Partido Estado”
(el Partido Comunista Chino, PCCh), Cesarín desmenuza cómo este país
lidera el mundo en desarrollo, al tiempo que subraya los desafíos que
representa para nuestra región.
-China emergió como un actor central en el mapa global. ¿Cuál es la estrategia detrás de esa inserción?
-Hay
un debate que los mismos ciudadanos se plantean y es respecto de qué es
China hoy. Tratan de caracterizarse con una identidad renovada, pero
asentada sobre su larga tradición. Y, luego también, de proyectar esa
imagen al mundo y un poder sobre éste. En términos generales, los chinos
viven un fenomenal y largo proceso de recomposición y reconstrucción de
una posición que China detentó hasta mediados del siglo XIX, cuando era
un imperio. Los chinos evalúan esa transición como una reconstrucción
del brillo de su primacía. El gobierno es consciente de los desafíos que
representa el nuevo poder del país en el mundo. La cuestión clave es
administrarlo. Por caso, a China se le pide cada vez más protagonismo.
Se le pregunta, por ejemplo, por qué no tiene una postura más agresiva
con relación al sistema financiero internacional. Pero ellos toman una
posición prudente, porque son conscientes de sus propias limitaciones.
Evalúan que este proceso de expansión y adquisición de predominio sobre
el mundo debe ser calibrado.
-¿Cuáles son las limitaciones?
-Los
chinos aprendieron de la historia mundial y de su propia historia. La
conclusión es que la sobreexpansión de las capacidades de los poderes
imperiales se convierte en el epicentro de la decadencia de esos
poderes. Pero, además, todavía hay mucha reluctancia de aceptar a China
como un gran poder internacional. El gobierno chino es cauto, sabe que
todavía es una economía en desarrollo, con niveles de pobreza
importantes y que es una nación dependiente de las importaciones de
energía y de alimentos.
-Más
allá de la cautela asiática, el ascenso de China es percibido como un
desafío para el poder de Estados Unidos, ¿cómo se miden fuerzas?
-China
representa el país que va a sobrepasar a Estados Unidos, en términos
económicos. Y, en realidad, lo que los chinos están diciendo es que
ellos no desean hacerlo. Por caso, no quieren jugar el rol hegemónico de
gendarme del mundo de los estadounidenses, además saben que no cuentan
con la capacidad militar para eso. En efecto, tienen mucho más para
ganar si recrean el tradicional vínculo que tuvo el imperio con el resto
de su periferia y otros países, que fue a través del comercio. China es
un exitosísimo caso de cultura mercantil. Ésa es la visión de cómo
China quiere insertarse a escala internacional. Evidentemente, para
Estados Unidos problematiza muchas cosas.
-Por ejemplo, ¿su declinación como super potencia?
-Si
asumimos que eso es así, sí. Hoy, la economía china en términos de
influencia global es muy importante. Pero, a la vez, Estados Unidos y
China son los dos grandes balanceadores -si vale el término- de la
economía mundial. En realidad, existe una mutua interdependencia. Por
eso, en la puja entre ambos se perciben más elementos de cooperación que
de conflicto. China, por ejemplo, fue uno de los primeros que se acopló
a la lucha contra el terrorismo internacional y es un actor importante
en la moderación de varios conflictos.
-Hace
un tiempo participó del seminario “América Latina y China: ¿opción
estratégica o nuevo colonialismo?”. ¿Es válido pensar la relación en
esos términos?
-Puede que haya sido un título bastante
marketinero. Diría que hay que poner la cuestión en contexto. Para ello,
subrayaría que China tiene claros intereses y una estrategia concreta y
exitosa en su vinculación con nuestra región. Les interesa el comercio
complementario, las inversiones para acceder a materias primas y
recursos. Todo ello, en un contexto de creciente amistad política. Desde
el lado latinoamericano, no hay una visión unificada sobre qué hacer
con China porque somos muchos países y hay muchos intereses en juego.
-¿Es un problema el intercambio de sigual?
-Sí,
se presenta un escenario de competencia pura. Es decir, nosotros
importamos de China productos manufacturados que contienen un mayor
valor agregado y de contenido tecnológico que nuestras exportaciones.
Hay que tener en cuenta que las tres cuartas partes de las exportaciones
latinoamericanas a China son materias primas, en tanto importamos
informática, automóviles, etcétera. Entonces, si bien cuantitativamente
el comercio se ha expandido, en términos cualitativos comienza otra vez a
aparecer el dilema de la reprimarización exportadora de la región.
Pero, lo cierto es que somos nosotros los que tenemos que aprender de
nuestra propia historia.
-¿Cómo se traduce esta situación para la Argentina?
-La
Argentina estableció una relación cada vez más intensa con China. Creo
que hemos sabido dar respuesta a los cambios del sistema económico
mundial, aprovechando las ventajas que este país asiático nos otorga.
Desde mi visión, me gustaría que el comercio estuviera más
diversificado. Entiendo que es muy difícil para un país como el nuestro,
amén la asimetría de poder con China, imponer condiciones. Todas las
naciones de la región aprovechan la ola beneficiosa de la demanda de los
commodities y de las materias primas. En realidad, la clave es lo que
cada país haga con esos excedentes.
-¿Qué opciones se plantean?
-Por
ejemplo, los pueden aplicar a la seguridad social, a comprar
armamentos, etcétera. Pero, también, los países pueden desarrollar
parques tecnológicos para que, en la segunda o tercera década del
presente siglo, aun cuando se siguieran vendiendo materias primas, éstas
sean cada vez un componente menos importante del intercambio. Para
entonces, se podría contar con una base tecnológica de primerísimo nivel
en sectores de punta. La Argentina ha tenido avances en este sentido,
como en biotecnología y energía nuclear. Será cuestión de profundizar
ese camino. Es decir, comparto la visión de los críticos con relación a
algunos aspectos del vínculo con China, pero también veo elementos
positivos en tanto los países sepan reinvertir las ganancias. Peor sería
que China o la India no mantuvieran la demanda.
-¿Es posible una respuesta regional, por ejemplo, desde la Unasur?
-Me
conformaría que fuera desde el Mercosur, donde hay muchas asignaturas
pendientes. Se trataría de una estrategia mancomunada de coordinación de
políticas macroeconómicas. Desde el lado chino, la tensión que se
genera con su socio latinoamericano por el déficit comercial se resuelve
en parte por el lado de las inversiones, que si bien están focalizadas
en los sectores extractivos (minero, agroalimentario, energético)
también está el caso de las empresas chinas transnacionales y estatales
que están invirtiendo en otras industrias como la automotriz o la
electrónica, por ejemplo, además de la cooperación financiera. Insisto,
la cuestión es aprovechar el contexto para construir sociedades más
equitativas.
----
Desde adentro
El sinólogo
Sergio Cesarín subraya otros aspectos que caracterizan la actual “fase
de transición” del país que se perfila como la futura primera potencia
planetaria.
Crecimiento e inequidad:
“Con
el correr de los años, el desarrollo de su economía sigue siendo
elevado (este año se estima un alza del 9 por ciento), lo cual refleja
lo sostenible del proceso. Sin embargo, dos cuestiones preocupan al
gobierno chino: la calidad de ese crecimiento y la redistribución del
ingreso. Dos ejes que hay que mejorar y sobre los que se están
implementando correcciones. El crecimiento con equidad es uno de los
planteos del próximo plan quinquenal”.
El Partido Comunista Chino, como única fuerza política:
“La
base de legitimación primaria del PCCh es que libró y ganó una
revolución que, entre otras cosas, les dio a los campesinos la reforma
agraria. Aunque, hoy, el gobierno legitima su rol de liderazgo sobre la
base de la promoción y desarrollo económico. Así, representa la garantía
del beneficio. Sin embargo, los líderes de ese país reconocen que China
sí o sí tiene que virar hacia un sistema de mayor pluralismo político”.
La herencia de Mao Tse Tung:
“En
términos ideológicos, podría decirse que sólo en los discursos
oficiales, o documentos intrapartidarios, se percibe que aún perdura
algún núcleo duro de ideas marxistas, más bien para calmar a los cuadros
militantes más conservadores. Pero, en la praxis política prima una
visión más sofisticada y pragmática. China se encuentra en una larga
transición desde una sociedad agrícola hacia un modelo de sociedad
urbana industrial. Cómo el sistema político administra la emergencia de
las nuevas demandas es su gran desafío”.
Fuente original: http://www.revistadebate.com.ar//2011/09/23/4468.php
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