Con 700.000 millones de dólares de reservas monetarias, 400 millones de habitantes, grandes reservas de hidrocarburos, autonomía energética, importantes yacimientos mineros, la mayor biodiversidad del planeta, la región sudamericana no tienen ningún motivo para no despegarse de la crisis sistémica en curso y elaborar su propia agenda política y económica.
En las últimas semanas, ministros y presidentes de la región se pronunciaron por establecer medidas defensivas para evitar contagios de la crisis que afecta al primer mundo. Cristina Fernández dijo que “debemos blindar la región para no perder lo que hemos logrado” [1]. Guido Mantega, ministro de Hacienda de Brasil, se pronunció por establecer “un cordón de aislamiento” para evitar perjuicios [2]. Hasta el conservador presidente de Colombia Juan Manuel Santos advirtió en la Cumbre de UNASUR en Lima que se deben contrarrestar los efectos nocivos de las crisis económicas por las que atraviesan Estados Unidos y Europa que devalúan los ahorros de la región [3].
Son miradas positivas que muestran una toma de conciencia generalizada de que hay que actuar pronto. Pero las medidas defensivas son insuficientes. Mantega se equivoca cuando asegura que “la cuestión de fondo es la recuperación económica de Estados Unidos y de Europa, porque aquí sufrimos las consecuencias” [4]. En primer lugar, esa recuperación salvadora no va a llegar porque las economías que Óscar Ugarteche define como “países ricos altamente endeudados” ingresaron en un período de austeridad y estancamiento, o crecimiento muy lento, incapaz de reactivar la economía mundial.
En segundo lugar, y esto es decisivo, porque estamos viviendo un completo rediseño del sistema-mundo, no sólo de la economía. En pocas palabras: la relación centro-periferia se ha roto y están en proceso de conformarse nuevos centros regionales, eso que llamamos BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) con relaciones de otro tipo con sus propias periferias y con los viejos centros de poder en decadencia. A eso se suma la crisis de la hegemonía estadounidense y la consolidación de un mundo multipolar. Occidente ha dejado de ser el centro del mundo cuyo eje se traslada rápidamente hacia Asia, un cambio de envergadura que supera nuestra capacidad de imaginación, sobre todo en el terreno cultural. Y a todo esto debería sumarse el peak oil, la progresiva decadencia de la civilización del petróleo y la crisis ambiental y climática en curso.
La advertencia de Immanuel Wallerstein acerca del “colapso importante que se avecina” y la necesidad de botes salvavidas para afrontarlo, debe tomarse con la mayor seriedad [5]. En su opinión, Europa está ensayando la creación de un fondo monetario europeo de facto, como se desprende del último salvamento de Grecia que pasa por establecer una estructura de gobernanza común.
China está considerando dejar de comprar no sólo bonos del gobierno estadounidense sino activos en ese país [6]. Siendo el principal acreedor y comprador de bonos de la Reserva Federal, una decisión de ese tipo no haría sino acercar a Washington al temido default. Asia Times publica un excelente informe sobre el “colapso de la clase media en Estados Unidos”, donde demuestra que la crisis inmobiliaria será de muy larga duración por razones demográficas y los beneficios de las pequeñas empresas, donde invierten sectores importantes de las clases medias, están lejos de recuperarse [7].
En síntesis, “hay mucha crisis por delante y urge por tanto pensar Sudamérica seriamente” [8]. El desafío mayor es que la región no puede pensarse en función de lo que suceda con la economía global sino con base en sus prioridades particulares, y la primera de ellas es construir su propia agenda: desconectarse del mundo rico endeudado y muy en particular del sistema financiero y de las multinacionales. Son ellos los que necesitan “invertir” en América Latina porque es en esta región donde hacen sus negocios y obtienen las ganancias que ya no consiguen en el mundo endeudado.
Para este objetivo es ineludible acelerar algunas medidas como la puesta en marcha efectiva del Banco del Sur, redireccionar los flujos de hidrocarburos hacia la propia región, abandonar el apego al dólar y sustituirlo por una moneda regional y seguir fortaleciendo el comercio y los vínculos Sur-Sur. Son propuestas largamente discutidas en la región, pero cuya implementación se viene demorando en gran medida por el escaso interés que vienen mostrando algunos de los países que juegan el papel de liderazgo.
Aún así, son medidas insuficientes. Porque, en rigor, no se trata de una o de varias crisis sino de una reconstrucción del mapa mundial que brinda a la región la posibilidad de modificar a su favor la distribución del poder en el mundo para que sea algo más equitativo. Las enormes reservas de Sudamérica, casi tan elevadas como las de Japón pero sin el lastre de su gigantesca deuda, deben usarse ahora para introducir cambios de larga duración. Quizá el más importante sea dar un vuelco en el terreno de la ciencia y la tecnología, en investigación e innovación.
El retraso es gigantesco. Brasil, con el 2,3% del PIB mundial solicita el 0,3% de las patentes, siendo el único país sudamericano que se ha propuesto elevar sus inversiones en la materia. Registra menos de 500 patentes anuales, frente a 45.000 de Estados Unidos [9]. Los países asiáticos muestran que es posible dar un vuelco. En los últimos 20 años China, India y Corea del Sur experimentaron un crecimiento exponencial en la innovación. Se estima que para 2020 China superará a Estados Unidos como principal productor mundial de conocimientos científicos [10].
Pese a que tiene reservas de 11.000 millones de dólares, Bolivia invierte sólo 40 millones anuales en ciencia y tecnología, el 0,1% de su presupuesto. Por lo tanto, debe recurrir a las multinacionales para industrializar el litio. Los demás países de la región tienen una situación muy similar. Pero sin dar este vuelco en el dominio de la ciencia y la tecnología, será imposible en un plazo razonable, digamos de dos décadas, dejar de ser exportadores de commodities, dejar el extractivismo y tomar un rumbo nuevo.
Por último, no será posible desconectarse del caos sistémico en curso sin conflictos ni pérdidas, eludiendo desgarros internos. Eso es una crisis. Quiebre y ruptura para cambiar el rumbo.
Notas:
[1] Página 12, 29 de julio de 2011.
[2] Valor, 3 de agosto de 2011.
[3] Página 12, 30 de julio de 2011.
[4] Valor, 3 de agosto de 2011.
[5] La Jornada, 4 de agosto de 2011.
[6] Dean Baker en Diario del Pueblo: http://spanish.peopledaily.com.cn/31619/7560741.html
[7] http://www.atimes.com/atimes/global_economy/mh02dj05.html
[8] Oscar Ugarteche en ALAI, 3 de agosto de 2011.
[9] Proyecto Brasil en Tres Tiempos, Presidencia, 2004.
[10] http://spanish.peopledaily.com.cn/101390/7284766.html
Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios colectivos sociales.
Fuente: http://alainet.org/active/48495
rCR
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