De la Islamofobia a la unidad nacional, pasando por la vigilancia masiva y el cuestionamiento de las leyes laborales...El sociólogo Saïd Bouamama examina las nuevas mascaras ideológicas de la dominación, en la Francia de 2016. |
-Estas medidas están esencialmente centradas en la idea de un aprendizaje de los “valores de la república” y de la “laicidad” en el seno de la escuela. Por lo tanto son, antes que nada, de naturaleza ideológica. Limitarse a este aspecto es a la vez social y políticamente ineficaz y peligroso en relación a los alumnos.
Es ineficaz, porque el proceso de los comportamientos que tienden al nihilismo (nosotros preferimos este término antes que radicalización) es siempre el encuentro entre un sentimiento de exclusión, negación, discriminación y/o estigmatización, y de una oferta explicativa que conduce al nihilismo que los jóvenes encuentran a través de “predicadores” o en internet. El enfoque del gobierno se preocupa solo de la oferta, mientras que elimina la demanda (los sentimientos de negación, de estigmatización, etc.).
Al negar la existencia de esta demanda, intenta no ocuparse de las realidades concretas desigualitarias que la producen. ¿Cómo puede uno creer en la afirmación de que la república es “la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad”, mientras que la experiencia cotidiana de esos jóvenes les demuestra que la libertad les es denegada, que la igualdad es un mito y que la fraternidad es solo un discurso? Recordemos la petición de la ministra de educación nacional: queria que se señalase a los alumnos que se negaban a “ser Charlie”. La mejor manera de actuar a partir de los esquemas explicativos del mundo que tienen los alumnos, no es sobre la base del miedo o de la amenaza, o a partir de una orden.
Los únicos comportamientos que puede crear este tipo de enfoque son peligrosos: o bien los alumnos se conforman callándose lo que piensan realmente, conduciendo así a invisibilizar la realidad, o bien ellos cargan las tintas (como ocurre frecuentemente ante una orden) acelerando así la tentación autoritaria de la institución escolar. En los dos casos la ineficiencia está a la vuelta de la esquina.
Y es peligrosa en relación a los alumnos, ya que coloca a los enseñantes como defensores de la versión estatal de la realidad. ¿Cómo hablar de la realidad actual y ser creíbles sin hablar de las guerras, de las discriminaciones sistémicas o de la islamofobia por ejemplo? Los enseñantes se encuentran entonces entre la espada y la pared. Deben abordar una realidad compleja teniendo prohibido evocar algunas de sus causas estructurales. El proceso del comportamiento que tiende al nihilismo puede describirse como un proceso de desviamiento de una revuelta legitima. Para combatir el desviamiento, hay que comenzar por reconocer la legitimidad de la rabia, para poder demostrar que ésta se equivoca de blanco.
-Una de las posibles consecuencias es el reforzamiento del enfoque “culturalista”, fuertemente difundido mediáticamente y políticamente. Este enfoque no explica los hechos sociales a partir de causas económicas, sociales y políticas sino a partir de las características culturales y/o religiosas de un grupo. Sin abordar todas las causas materiales de la “transformación nihilista”, el culturalismo es una consecuencia inevitable.
Las poblaciones percibidas o que se perciben como musulmanes serán así el objeto - voluntariamente o no- de un proceso de estigmatización. Esto agravado por el hecho de que no estamos en un contexto cualquiera. Le pedimos a los profesores llevar a cabo esa misión ideológica, en un contexto en el que se trata de intervenir en Libia y de retiro de la nacionalidad. Para estos dos aspectos, los debates mediáticos y políticos difunden noche y dia un enfoque culturalista, homogeneizando los musulmanes reales o supuestos, y presentando la violencia como ligada específicamente a una religión. Asi pues, es la idea de una frontera entre un “Nosotros” y un “Ellos” (los musulmanes) que reforzamos sin cesar.
La pregunta que se hacen estos jóvenes no es la de si es posible una “vida solidaria o en común”. Esta existe ya de hecho en su vida cotidiana: van a la escuela, toman el metro, tienen amigos o amores de otros orígenes, etc. La pregunta es otra: la de “vivir igualitariamente”. Es decir, el rechazo de asignación a una posición subalterna y estigmatizada. Insisto: para ser creíble, la relación con los alumnos debe responder a esta pregunta, es decir abordar los temas que crean esta desigualdad: las discriminaciones, la islamofobia, los controles policiales por rasgos faciales, etc. Pretender lo contrario es similar a la actitud que consiste en pedirle a un esclavo debatir sobre la democracia, pero sin reconocer y combatir el status social que le oprime.
-Por definición, el Estado de urgencia es eficaz solo un tiempo muy corto. Pasado ese tiempo, las personas que se supone que deberían ser capturadas se organizan, se adaptan, están más atentas, etc. La respuesta basada en el refuerzo de la seguridad puede tener una eficacidad a corto plazo, pero nunca instalándose un largo periodo de tiempo. En el caso contrario, entonces los regímenes que se basaron en el estado de urgencia permanente (como el colonialismo, el apartheid o el nazismo) serían realidades todavía impuestas.
El estado de urgencia prolongado tiene siempre la tentación de pasar las fronteras que lo motivaron inicialmente. Una de las características del estado de urgencia actual en Francia es que ha sido utilizado mucho más allá del “terrorismo”, es decir contra los “ecologistas”, los que se oponen a la guerra, los okupas, los militantes sindicales, etc. Se trata ni más ni menos de acostumbrar a la población a renunciar a sus derechos fundamentales. Pretender que el precio de la seguridad es renunciar a las libertades es un mecanismo clásico de las derivas del totalitarismo.
Eso no quiere decir que ya no haya ningún peligro de atentados en Francia, sino que la respuesta a estos no puede ser sustentablemente la única respuesta basada en la seguridad. Si no nos encargamos de la cuestión de las causas, la respuesta basada en el refuerzo de la seguridad lo único que hace es quitarle el agua con una esponja a un barco agujereado.
-La ley del 24 de julio del 2015 disminuye las libertades fundamentales, legaliza prácticas anteriormente ilegales y autoriza una vigilancia masiva. De hecho, viene a legalizar prácticas existentes anteriormente pero que eran ilegales. Se trata de autorizar lo que ya se hacía y por lo tanto podía ser cuestionado mediante la justicia. La ley autoriza por ejemplo el análisis automático del tráfico en internet en vista de detectar “comportamientos sospechosos”. La emoción popular ligada a los atentados fue instrumentalizada para hacer aprobar esta vigilancia masiva.
Uno de los artículos de la ley extiende casi explícitamente el campo de la aplicación de la ley a los movimientos sociales. Plantea que la competencia de los servicios de información se extiende a la “prevención de las violencias colectivas susceptibles de generar una grave ofensa a la paz pública”. Una formulación tan borrosa autoriza la utilización de técnicas excepcionales para vigilar los movimientos sociales. Estos dos ejemplos entre tantos otros alcanzan para subrayar los verdaderos objetivos de la ley: eliminar todos los obstáculos jurídicos a la acción gubernamental en materia de información. Sin el contexto de los atentados, semejantes medidas habrían generado una movilización masiva. La instrumentalización de la emoción permite que las libertades fundamentales conquistadas por las luchas sociales anteriores sean revisadas.
El verdadero sentido de esta ley solo puede ser percibido situándolo en el contexto global actual. No solo el del terrorismo, sino también el de un desmantelamiento acelerado de los derechos sociales como lo demuestra el actual proyecto que concierne el derecho del trabajo. En un contexto asi, la necesidad de controlar la furia social lleva a eliminar los obstáculos jurídicos a la vigilancia masiva. Este proyecto es liberticida y constituye una herramienta de la desregulación generalizada del ultraliberalismo.
-La Lepenización de los espíritus es el proceso de difusión a un tablero político muy amplio de palabras, lógicas de razonamiento, temas, etc., que antes eran propias de la extrema derecha. Los temas de la identidad nacional, que sería amenazada por nuestros conciudadanos musulmanes, la de la invasión por los refugiados, la de una incompatibilidad entre el Islam y la “República”, la de la seguridad, etc., antes eran propias de la extrema derecha y ahora se han vuelto temas casi consensuales.
Uno de los umbrales críticos esenciales de la “lepenización de las mentalidades” se encuentra en la frase de Laurent Fabius en 1984, diciendo que “Le Pen plantea buenas preguntas pero da malas respuestas”. Un razonamiento como ése oculta que la aceptación de una pregunta o de una manera de hacer una pregunta conlleva inevitablemente y lógicamente el tipo de respuesta.
La consecuencia previsible que ya habiamos constatado en 1984 es la puesta en marcha de un proceso de derechización de la sociedad, del cual hoy vemos los resultados en las urnas. Una segunda consecuencia es la legitimización de la tesis de la existencia de un “enemigo del interior”, que lo constituirían nuestros conciudadanos musulmanes y/o de origen inmigrante, reales o supuestos. La “lepenización de las mentalidades” separa nuestra sociedad entre un “Nosotros” amenazado y un “Ellos” amenazantes, es decir nos hace entrar en el núcleo del pensamiento político de la extrema derecha.
Este proceso tiene una base material. Se trata de desviar las furias sociales que pueden suscitar las políticas liberales actuales produciendo “debates-pantalla”, proponiendo falsos blancos, enmascarando las verdaderas cuestiones. Esta desviación responde a necesidades de corto plazo (Hacer aprobar una nueva medida, evitar un movimiento social contra la guerra o contra una nueva medida de austeridad, etc) pero tiene efectos de largo plazo sobre la sociedad, consolidando esta falsa frontera entre un “Nosotros” y un “Ellos”. De esta manera se dividie a quienes deberían estar unidos y se une a quienes deberían estar divididos.
La diversidad sirve de distracción, mientras que oculta la verdadera cuestión que es la igualdad. Representa la apertura de un sistema desigualitario para algunos (algunas mujeres, algunas personas salidas de la inmigración, algunos inmigrantes) para de ese modo seguir reproduciéndolo mejor para todos los demás. La imagen adecuada al concepto de diversidad es la de la foto de familia. Tomamos una foto poniendo en evidencia la presencia de negros, árabes, mujeres, hombres, etc., sin precisar el número y el lugar de estas diferentes categorías. Una imagen así es bastante diferente de la que corresponde a la noción de igualdad, que corresponderia a la de un organigrama que permita localizar el lugar de cada categoría social en el conjunto social.
Otra ventaja del discurso de promoción de la diversidad es de culpar de su fracaso a la mayoría, dando a entenderle que es de su propia responsabilidad, ya que ciertas minorías tienen éxito. Eso está lejos de ser nuevo. En el pasado se destacaba a los obreros que se volvían jefes de empresa para defender el capitalismo, o algunos indígenas “evolucionados” para defender la colonización.
El hecho de haber pronunciado la expresión “apartheid social” no ha cambiado en nada la situación. No fue seguido de ningún efecto concreto ni de ninguna política atacando las causas de la desigualdad. Para ello hubiese sido necesario llevar a cabo una política ofensiva de lucha contra las discriminaciones racistas, que son masivas y sistémicas.
-Conviene en primer lugar romper con todos los enfoques esencialistas de la cultura y de la nación. Las naciones y su cultura no son realidades inmóviles, cuya identidad seguiria igual a lo largo de la historia. Lo cierto es que pueden evolucionar en función de los cambios de contexto y en función de la composición de sus poblaciones. Hay que dejar de confundir la unidad política de una nación y la unicidad cultural. La igualdad de derechos y de deberes no tiene nada que ver con la homogeneidad cultural.
Una segunda etapa es combatir las discriminaciones sistémicas masivas que asignan categorías de ciudadanos a puestos sociales marcados por la desigualdad. Son estas discriminaciones las que fragilizan nuestras sociedades y no su composición plural. Por ultimo, estos elementos no son disociables de las políticas extranjeras de los estados europeos. No podemos diabolizar otras culturas o religiones para justificar guerras, y al mismo tiempo evitar que esa diabolización no afecte aquí a quienes se presenta como originarios de esas culturas o esas religiones.
-La Islamofobia es una de las formas esenciales del racismo contemporáneo. El racismo tiene una historia, puesto que se adapta para continuar siendo eficaz. Apareció al inicio del capitalismo para justificar la destrucción de las civilizaciones amerindias, y luego la esclavización y la colonización. Antes había guerras, pero no se justificaban por una jerarquización de la humanidad en inferiores y superiores. El racismo apareció primero con el biologismo, es decir en la doble afirmación de la existencia de razas biológicamente diferentes y de una jerarquización de estas. Pero las cuestiones como el combate de los “Inferiores”, y la experiencia del nazismo (que es la aplicación del biologismo entre “superiores”) volvieron ilegitimo el biologismo.
Una segunda cara del racismo apareció entonces: la del culturalismo, es decir, una jerarquización de las culturas en superiores e inferiores. La necesidad de justificar las nuevas guerras coloniales en la que los temas esenciales son el gas y el petróleo implicó una mutación del culturalismo, centrándolo en la religión musulmana presente masivamente en los países donde se encuentran estas riquezas. Tales son, para nosotros, las causas materiales del desarrollo contemporáneo de la islamofobia. Esta existe desde antes y en particular desde la época colonial, pero por otras razones: la justificación de la colonización. Es por ello que algunos estados laicos como Francia pudieron promover una evangelización en ciertos momentos.
Existe todo un debate sobre la pertinencia del termino islamofobia. Este no carece de interés. Algunos prefieren usar la expresión “Racismo antimusulman” por ejemplo. Yo mismo no estoy enteramente satisfecho de la expresión Islamofobia. No estamos en presencia simplemente de una “fobia” o de un “miedo”, sino más bien de un racismo, es decir a la vez una ideología, prejuicios y actos racistas. Dicho esto, el debate está para mí cerrado, a partir del momento en que los primeros involucrados, es decir nuestros conciudadanos musulmanes -reales o supuestos- han elegido esta expresión para designar la opresión que ellos mismos sufren. El resto es solo coquetería intelectual que tiene como consecuencia el hecho de no comprender el alcance verdadero de este nuevo rostro del racismo.
Obviamente, para otros que crítican el termino Islamofobia, se trata de negar la existencia del fenómeno rehusándose a nombrarlo. Es el caso particular de los discursos gubernamentales que necesitan la Islamofobia para justificar sus políticas interiores y exteriores sin poder reconocerlo abiertamente.
-Si, obviamente subrayando que los debates sobre la pertinencia del término “Judeofobia” fueron mucho menos importantes que respecto a la Islamofobia. Sin embargo, ganaríamos mucho con un enfoque comparativo. Más grave todavía es la jerarquización de los racismos construida por el discurso gubernamental. Este produce una jerarquización de los racismos reconociendo algunos y otros no. En reacción se desarrolla una contra-jerarquización que entonces puede volverse visible.
-La frontera entre la política interior y la política exterior no ha sido jamás enteramente impermeable. Hay que legitimar las actuaciones en el exterior mediante las del interior. Eso es aún más cierto en la época de la mundialización capitalista. De aquí que la necesidad de legitimar las guerras en el exterior haga necesario producir “la unidad nacional”, construyendo un enemigo que parece aún más amenazante, por el hecho de estar situado en el interior. Ocultar los intereses económicos que suscitan guerras en el exterior y empobrecen el interior hace necesaria la existencia de una “quinta columna”. Por una parte, así las furias sociales son desviadas hacia falsos objetivos y por otra parte el cuestionamiento de las guerras se hace más difícil.
-Las fuerzas progresistas no están para nada a la altura de la situación. No podemos permitir la aprobación de politicas económicas internacionales que producen la miseria masiva de un país del tercer mundo. Tampoco la aceptación de las guerras que socavan los fundamentos materiales de las naciones agredidas. No podemos aceptar eso, y al mismo tiempo estar a la altura de la cuestión planteada por el fenómeno de los refugiados. Mientras que las fuerzas progresistas no insistan en las causas que empujan a la migración, estarán descolocadas sobre la cuestión de los refugiados. El éxodo masivo no terminará hasta que las causas que lo generan no hayan desaparecido. Ese debería ser el punto de partida de todo análisis sobre las migraciones contemporáneas.
Traducido del francés por Marcos Centorbi para Investig’Action.
Fuente original: http://www.investigaction.net/Designar-una-quinta-columna-sirve.html?lang=es
Fuente: Investig’Action
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