En primer lugar es llamativo el poco espacio otorgado en el informe sobre la labor del gobierno presentado por el primer ministro Li Keqiang a la política exterior. Más llamativo aun teniendo en cuenta el creciente protagonismo diplomático de China y su significado papel en crisis cercanas como la península coreana o las tensiones en el Mar de China meridional y también el interés suscitado por iniciativas como la Franja y la Ruta de la Seda. Apenas unos trazos muy generales fueron recogidos en el informe.
En segundo lugar, la también débil presencia del primer ministro en un foro en el que, habitualmente, brilla con luz propia en la medida en que las dos sesiones constituyen un foro bicameral cuya primera función es hacer balance de la acción de gobierno, que preside el propio Li (que se reunió con diputados de Guangdong), y proyectar objetivos para el ejercicio siguiente. Por el contrario, la omnipresencia del Presidente Xi (reunido con diputados de Shanghai, militares, etc.) permitió abundar en la consideración de un protagonismo que va camino del exceso quebrando la imagen de colegialidad que ha definido en las últimas décadas al liderazgo chino.
En tercer lugar, en ese peculiar ejercicio de parlamentarismo informativo en base a la reiteración de conferencias de prensa, habida cuenta que la reestructuración del tejido productivo tendrá importantes consecuencias en el plano laboral, se echó en falta una comparecencia de responsables en esta materia, especialmente de los sindicatos, para ofrecer su punto de vista. Esto es más llamativo aun cuando el ministro de Hacienda, Lou Jiwei, se despachó a gusto, en un ejercicio calificado por los propios medios chinos de inusual crítica, contra la vigente Ley de Contratación Laboral por estar demasiado inclinada a favor de los trabajadores. Acusada ahora de “desequilibrada” y “sobreprotectora de los empleados”, esta norma fue aprobada en 2007 por la APN tras 19 meses de tramitación y cuatro lecturas. Lou Jiwei dice que “debilita las posiciones de los patrones"... Se estima que más de cinco millones de trabajadores serán despedidos en China como consecuencia de la reforma en curso de las empresas estatales. No hubo menciones en las lianghui a los avances registrados en la reducción de las desigualdades y se acrecienta la sensación de que el actual liderazgo tiene menos sensibilidad social que el anterior (Hu Jintao, 2002-2012) y más inclinación a refrendar todo cuanto permita proyectar poder del Estado.
En cuarto lugar, en esa misma línea, cabe destacar el espontaneismo y frescura a la baja en las conferencias de prensas con intentos de limitar las preguntas, especialmente de los periodistas extranjeros, en un intento de reducir al mínimo situaciones que pudieran considerarse incómodas. Este aspecto es indisociable del nuevo clima que se vive en los medios chinos, con una nueva y acusada vuelta de tuerca de la censura a todos los niveles.
Por último, ha habido balance y se trazaron las líneas maestras del inmediato futuro (XIII Plan Quinquenal), pero sobre todo un persistente esfuerzo reafirmador de las políticas decididas, que ha sido ingente, ya hablemos de los objetivos generales de la reforma económica, el papel de la innovación o las reformas en otros campos (gobernanza, judicial, ambiental, financiero, fiscal, tributario, etc). En lo político, la llamada al orden para preservar la lealtad al PCCh ha primado como mensaje a todos los estamentos burocráticos. Ello connota la particularidad del momento ante el tamaño de las dificultades, la necesidad de evitar fisuras o el surgimiento de dudas sobre la idoneidad del rumbo elegido en un contexto de débil aplicación general de las decisiones adoptadas por el Grupo Dirigente responsable de la reforma.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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