miércoles, 30 de marzo de 2016
Rusia y China 'mandan señales' a EE.UU. y Japón en el noreste de Asia
martes, 29 de marzo de 2016
Entrevista a David Harvey
David Harvey, uno de los pensadores marxistas más prominentes de nuestro tiempo, se sentó con el activista colectivo AK Malabocas a discutir las transformaciones en el modo de acumulación capitalista, la centralidad del terreno urbano en las luchas de clase contemporáneas, y las implicancias de todo esto para la organización anti-capitalista.
AK Malabocas: En los últimos 40 años, el modo de acumulación capitalista ha cambiado globalmente. ¿Qué significan estos cambios para la lucha contra el capitalismo?
DH: Desde una perspectiva macro, cualquier modo de producción tiende a generar un tipo distintivo de oposición, la cual es un espejo curioso de sí mismo. Si miras atrás, en los ’60 o ’70, cuando el capital estaba organizado en grandes formas corporativas, jerárquicas, tenías estructuras de oposición que eran corporativas, tipos sindicalistas de aparatos políticos. En otras palabras, un sistema fordista generaba una oposición de tipo fordista.
Con el quiebre de esta forma de organización industrial, particularmente en los países capitalistas avanzados, se terminaba con una configuración del capital mucho más descentralizada: más fluida sobre el espacio y el tiempo que lo pensado previamente. Al mismo tiempo veíamos el surgimiento de una oposición que está ligada a las redes, a la descentralización y a la que no le gusta la jerarquía y las formas previas de oposición de tipo fordista.
Así, que de una manera curiosa, las y los militantes de izquierda se reorganizan a sí mismos en el mismo modo en el que la acumulación del capital se reorganiza. Si entendemos que la izquierda es una imagen en espejo de lo que estamos criticando, entonces tal vez lo que debamos hacer es romper el espejo y salir de esta relación simbiótica con aquello que estamos criticando.
MK: ¿En la era fordista, la fábrica era el principal sitio de resistencia. Dónde podemos encontrarla ahora que el capital se ha movido lejos del piso fabril hacia el terreno urbano?
DH: Antes que nada, la forma fabril no ha desaparecido. Todavía encuentras fábricas en Bangladesh o en China. Lo que es interesante es cómo el modo de producción en las ciudades centrales cambió. Por ejemplo, el sector logístico se ha expandido: UPS, DHL y todos sus trabajadores y trabajadoras están produciendo valores enormes hoy en día.
En las últimas décadas, un gran cambio tuvo lugar en el sector servicios también: los más grandes empleadores de mano de obra en la década de 1970 en los Estados Unidos eran General Motors, Ford y US Steel. Los más grandes empleadores de mano de obra hoy son Mc Donalds, Kentucky Fried Chicken y Walmart. Antes, la fábrica era el centro de la clase obrera, pero hoy encontramos a la clase obrera más que nada en el sector servicios. ¿Por qué diríamos que producir autos es más importante que producir hamburguesas?
Desafortunadamente la izquierda no se siente cómoda con la idea de organizar a los trabajadores y trabajadoras de la comida rápida. Su imagen de la tradicional clase obrera no encaja con la producción de valor de los trabajadores y trabajadoras de servicios, los de distribución, de restaurants, de los supermercados.
El proletariado no desapareció, pero hay un nuevo proletariado que tiene características diferentes del que tradicionalmente la izquierda solía identificar como la vanguardia de la clase trabajadora. En este sentido, las y los trabajadores de Mc Donalds se convirtieron en las y los trabajadores metalúrgicos del siglo XX.
MK: ¿Si esto es lo que es el nuevo proletariado, cuáles son los lugares desde organizar la resistencia hoy?
DH: Es muy difícil de organizar en los lugares de trabajo. Por ejemplo, las y los trabajadorss de la distribución se mueven de un lado a otro. Así que esta población tal vez podría organizarse mejor fuera del lugar de trabajo, quiero decir, en sus estructuras barriales.
Hay una frase interesante en el trabajo de Gramsci de 1919 que dice que organizarse en el lugar de trabajo y tener concejos fabriles está muy bien, pero que deberíamos tener también concejos en los barrios también. Y los concejos de los barrios, dijo, tienen un mejor entendimiento de lo que son las condiciones de toda la clase trabajadora, comparado con el entendimiento sectorial de la organización en el lugar de trabajo.
Las organizadoras y organizadores fabriles solían saber muy bien lo que un trabajador metalúrgico era, pero no entendían lo que el proletariado era como un todo. La organización barrial habría incluido, por ejemplo, a los trabajadores y trabajadoras de la limpieza urbana, de la distribución y las trabajadoras doméstica. Gramsci nunca tomó esto y dijo: “Vamos! el Partido Comunista debería organizar asambleas barriales”
No obstante, hay algunas excepciones en el contexto europeo donde los partidos comunistas organizaron, de hecho, concejos barriales, porque no podían organizarlos en las fábricas, por ejemplo en España. En la década de 1960 esta era una forma de organización muy poderosa. Por ello, como he discutido por un largo tiempo, deberíamos ver la organización barrial como una forma de organización de la clase. Gramsci sólo lo mencionó una vez en sus escritos y nunca lo desarrolló más en profundidad.
En Gran Bretaña en los ’80, hacía formas de organización laboral en plataformas a lo largo de la ciudad, sobre la base de concejos de oficios, que estaban haciendo lo que Gramsci sugirió. Pero dentro del movimiento sindical, estos concejos siempre fueron mirados como formas inferiores de organización laboral. Nunca se los trató como un componente fundacional de cómo el movimiento sindical debería operar.
De hecho, ocurrió que los concejos de oficios fueron a menudo mucho más radicales que los gremios tradicionales y eso era porque estaban basados en las condiciones de toda la clase trabajadora, no sólo de los sectores más privilegiados de la clase. Así, al punto de que estos tenían una definición mucho más amplia de la clase, los concejos tendieron a darse políticas mucho más radicales. Pero esto nunca fue valorado por el movimiento sindical en general, siempre fue mirado como un espacio en el que lxs radicales podían actuar.
Las ventajas de esta forma de organización son obvias: supera la brecha entre organizarse de manera sectorial, incluye todas las formas de trabajo “desterritorializado” y es muy adaptable a nuevas formas de organizaciones comunitarias y de base asamblearia, como Murray Boockchin planteó, por ejemplo.
MK: En las recientes oleadas de protesta -en España y Grecia, por ejemplo, o el movimiento Occupy- puedes encontrar esta idea de “localizar la resistencia”. Pareciera que estos movimientos tienden a organizarse alrededor de cuestiones de la vida cotidiana, más que en torno a grandes cuestiones ideológicas en las que la izquierda tradicional solía enfocarse.
DH: Por qué dirías que organizarse alrededor de la vida cotidiana no es una de las grandes cuestiones. Yo creo que es una de las grandes cuestiones. Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y la vida cotidiana urbana es a lo que la gente está expuesta y en lo que encuentra dificultades. Estas dificultades residen tanto en la esfera de realización del valor como en la esfera de la producción del valor.
Este es uno de mis más importantes argumentos teóricos: todo el mundo lee el Volumen I del Capital y nadie lee el Volumen II. El Vol I es acerca de la producción del valor, el II es sobre la realización del valor. Al enfocarse en el Vol II, puedes ver claramente que las condiciones de realización son tan importantes como las de producción.
Marx a menudo hablaba de la necesidad de ver al capital como la unidad contradictoria entre la producción y la realización. Donde el valor es producido y donde es realizado son dos cosas diferentes. Por ejemplo, mucho valor es producido en China y, de hecho, es realizado por Apple o por Walmart en los Estados Unidos. Y, por supuesto, la realización del valor trata de la realización del valor por medio de costoso consumo de la clase obrera.
El capital puede conceder salarios más altos en el punto de la producción, pero luego los recupera en el punto de la realización por el hecho de que los trabajadores y trabajadoras tienen que pagar alquileres y gastos de vivienda más elevados, costos de teléfono, tarjetas de crédito y así sucesivamente. Así que las luchas de clase en torno a la realización, alrededor de viviendas más baratas por ejemplo, son tan significativas para la clase trabajadora como las luchas acerca de salarios y condiciones de trabajo. Cuál es el punto de tener un salario más alto si te es inmediatamente extraído en términos de gastos más elevados para tener un techo?
En su relación con la clase trabajadora, los capitalistas han aprendido hace mucho que pueden hacer un montón de dinero recuperando lo que antes habían entregado. Y, al punto que -particularmente en los 60 y 70- lxs trabajadorxs se empoderaron de manera creciente en la esfera del consumo, así que el capital comienza a concentrar mucho más en extraer valor a través del consumo.
Así que las luchas en la esfera de la realización, que no eran tan fuertes en los tiempos de Marx, y el hecho de que nadie lea el maldito libro (Vol II), es un problema para la izquierda convencional. Cuando vos me decís: “¿cuál es el problema macro aquí?”- bueno, ¡esto es un problema macro! La concepción del capital y la relación entre producción y realización. Si no ves la unidad contradictoria entre ambos entonces no vas a tener la imagen completa. Tiene lucha de clases escrita todo alrededor y no puedo entender por qué un montón de marxistas no logran ver cuán importante es esto.
El problema es cómo entendemos a Marx en el 2015. En los tiempos de Marx, la extensión de la urbanización era relativamente conveniente y el consumo de la clase trabajadora era casi inexistente, así que de lo único que Marx tenía que hablar era acerca de la clase trabajadora arreglándoselas para sobrevivir con un salario magro y cómo eran bastante sofisticados para hacerlo. El capital los dejaba hacer con sus propios dispositivos lo que les gustaba.
Pero hoy en día, vivimos en un mundo en el que el consumo es responsable de casi el 30 % de la dinámica de la economía global; en EE UU llega al 70 %. Así que ¿por qué estamos aquí sentados y diciendo que el consumo es casi irrelevante, pegándonos al Volúmen I y hablando acerca de la producción en lugar del consumo?
Lo que hace la urbanización es forzarnos a cierto tipo de consumo, por ejemplo: tienes que tener un auto. Y tu estilo de vida está dictado en muchos sentidos por la forma que toma la urbanización. Y de nuevo, en los tiempos de Marx esto no era significativo, pero en nuestros días es crucial. Tenemos que amigarnos con formas de organización que de hecho reconozcan este cambio en la dinámica de la lucha de clases.
Los grupos que marcaron los recientes movimientos con su estilo, viniendo de tradiciones anarquistas y autonomistas, están mucho más metidos en la política de la vida cotidiana, mucho más que las y los marxistas tradicionales.
Les tengo mucha simpatía a las y los anarquistas, tienen una mucha mejor línea en este tema, precisamente al lidiar con la política del consumo y su crítica acerca de lo que el consumo es. Parte de su objetivo es cambiar y reorganizar la vida cotidiana alrededor de nuevos y diferentes principios. Así que creo que esto es un punto crucial hacia el cual mucha de la acción política debería ser dirigida en estos días. Pero desacuerdo con vos cuando decís que esta no es una “gran cuestión”.
MK: Así que, mirando ejemplos de Europa del Sur -redes de solidaridad en Grecia, auto-organización en España o Turquía- parece ser muy crucial para construir movimientos sociales alrededor de la vida cotidiana y las necesidades básicas en estos días. ¿Ves esto como un acercamiento promisorio?
DH: Creo que es muy promisorio, pero hay una clara limitación ahí, lo que es un problema para mí. La propia limitación es la reticencia para tomar el poder en algún punto. Bookchin, en su último libro, dice que el problema con las y los anarquistas es su negación del significado del poder y su inhabilidad para tomarlo. Bookchin no va tan lejos, pero yo creo que es su rechazo a ver al Estado como un posible aliado hacia la transformación radical.
Hay una tendencia a considerar al Estado como enemigo, el enemigo al 100 %. Y hay muchos ejemplos de estados represivos fuera del control público en el que este es el caso. No hay duda: el estado capitalista debe ser combatido, pero sin dominar el poder del estado y sin tomarlo, pronto vuelves a la historia de lo que pasó por ejemplo en 1936 y 1937 en Barcelona y luego en toda España. Al rechazar tomar el Estado en un momento en el que tenían el poder para hacerlo, los revolucionarios y revolucionarias de España permitieron que el estado volviera a caer en las manos de la burguesía y del ala estalinista del movimiento comunista. Y el estado se reorganizó y aplastó la resistencia.
MK: Eso puede ser cierto para el estado español en la década de 1930, pero si miramos al estado neoliberal contemporáneo y el retroceso del estado de bienestar, ¿que queda de estado para conquistar, para aprovechar?
DH: Para empezar, la izquierda no es muy buena para responder la pregunta de cómo construimos infraestructura masiva. ¿Como construirá la izquierda el puente de Brooklyn, por ejemplo? Toda sociedad reposa sobre grandes infraestructuras, infraestructuras para toda una ciudad, como el suministro de agua, electricidad, etc. Yo creo que hay una gran reticencia dentro de la izquierda para reconocer que necesitamos diferentes formas de organización.
Hay áreas del aparato de estado, aún del aparato de estado neoliberal, que son terriblemente importantes; el centro de control de enfermedades, por ejemplo. ¿Cómo respondemos a epidemias globales como el Ébola o similares? No puedes hacerlo al modo anarquista del “hazlo tu mismo o tú misma”. Hay muchas instancias en las que necesitas alguna forma de infraestructura de tipo estatal. No podemos confrontar el problema del calentamiento global a través de formas descentralizadas de confrontación y actividades solamente.
Un ejemplo que es frecuentemente mencionado, a pesar de sus muchos inconvenientes, es el Protocolo de Montreal para enfrentar el uso de clorofuorocarbono en heladeras para limitar la afectación de la capa de ozono. Fue reforzada de manera exitosa en los ’90 pero necesitó de un tipo de organización que es muy diferente a aquella que proviene de una política basada en asambleas.
MK: Desde una perspectiva anarquista, yo diría que es posible reemplazar aún instituciones supranacionales como la OMS con organizaciones confederales que serían construidas de abajo hacia arriba y que eventualmente arribarían a una toma de decisiones global.
DH: Quizás a un cierto grado, pero tenemos que ser conscientes de que siempre habrá algún tipo de jerarquías y de que siempre enfrentaremos problemas como la responsabilidad o el recurso correcto. Siempre habrá relaciones complicadas entre, por ejemplo, gente lidiando con el problema del calentamiento global desde el punto de vista del mundo como un todo y desde el punto de vista de un grupo que está en el territorio, digamos, en Hanover o similar, y que se pregunta, por qué debería escuchar lo que ellxs están diciendo?
MK: Entonces, ¿crees que esto requeriría alguna forma de autoridad?
DH: No, va a haber estructuras de autoridad de cualquier modo, siempre las habrá. Nunca he estado en una reunión anarquista en la que no hubiera una estructura de autoridad secreta. Está siempre esa fantasía de todo siendo horizontal, pero me siento, miro y pienso, “oh dios, hay toda una estructura jerárquica acá pero está encubierta”
MK: Volviendo a las protestas recientes alrededor del Mediterráneo, muchos movimientos se han concentrado en luchas locales. ¿Cuál es el siguiente paso hacia la transformación social?
DH: En algún punto tenemos que crear organizaciones que sean capaces de ensamblar y reforzar el cambio social en una escala más amplia. Por ejemplo, será ¿Podemos en España capaz de hacer eso? En una situación caótica como la crisis económicas de los últimos años, es importante que la izquierda actúe. Si la izquierda no lo hace, entonces la derecha será la siguiente opción. Yo pienso -y odio decirlo- que la izquierda tiene que ser más pragmática en relación a las dinámicas que están ocurriendo ahora.
MK: ¿Más pragmática en qué sentido?
DH: Bueno, ¿por qué apoyé a SYRIZA aunque este no fuera un partido revolucionario? Porque abría un espacio en el que algo diferente podía pasar y eso era una movida progresiva para mí.
Es un poco como Marx diciendo: el primer paso hacia la libertad es la limitación de la duración de la jornada de trabajo. Demandas muy estrechas abren un espacio para resultados más revolucionarios, y aún cuando no hay ninguna posibilidad para ningún resultado revolucionario, tenemos que buscar soluciones de compromiso que sin embargo se apartan del sinsentido de la austeridad neoliberal y abren el espacio en el que nuevas formas de organización pueden tener lugar.
Por ejemplo, sería interesante si Podemos buscara organizar formas de confederalismo democrático, porque en cierto modo Podemos surgió de un montón de reuniones de tipo asambleario teniendo lugar a lo largo de España, así que tienen mucha experiencia con ese tipo de estructura.
La cuestión es cómo conectarán la forma asamblearia a formas más permanentes de organización, en relación a su creciente posición como un partido fuerte en el parlamento. Esto también vuelve a la pregunta de la consolidación del poder: tienes que encontrar maneras de hacerlo, porque si no la burguesía y el capitalismo corporativo van a encontrar modos de reafirmarse y tomar nuevamente el poder.
MK: ¿Qué piensas acerca del dilema de las redes de solidaridad llenando el vacío que dejó la retirada del estado de bienestar e indirectamente convirtiéndose en un aliado del neoliberalismo en ese sentido?
DH: Hay dos formas de organizarse. Una es el vasto crecimiento del sector ONG, pero mucho de eso está financiado de manera externa, no son organizaciones de base, y eso no se acerca a la cuestión de los grandes donantes que marcan la agenda, la cual no será una agenda radical. Aquí nos acercamos a la privatización del Estado de bienestar. Esto me parece que es muy diferente políticamente a las organizaciones de base en las que la gente dice “Ok, el estado no se ocupa de nada, así que vamos a tener que hacernos cargo de nosotros y nosotras mismas” Esto me parece que tiende a formas de organizaciones de base con un status político muy diferente.
MK: Pero ¿cómo evitar llenar esa brecha al ayudar, por ejemplo, a gente desempleada para que no sean exprimidos por el estado neoliberal?
DH: Bueno, tiene que haber una agenda anti-capitalista, para que cuando el grupo trabaje con gente todo el mundo sepa que no se trata sólo de ayudarla a arreglárselas sino que hay todo un intento organizado de tratar de cambiar políticamente el sistema en su integralidad. Esto quiere decir tener un proyecto político muy claro, lo cual es problemático con tipos de movimientos no centralizados, no homogéneos, donde alguna gente trabaja de un modo, otra trabajan de manera diferente y no hay ningún proyecto colectivo en común.
Y esto se conecta con la primera pregunta que hiciste: no hay coordinación acerca de lo que son los objetivos políticos. Y el peligro es que sólo estes ayudando a la gente a arreglárselas y que no haya política saliendo de ahí. Por ejemplo, Occupy Sandy ayudó a la gente a volver a sus casa e hizo un maravilloso trabajo, pero en última instancia, hicieron lo que la Cruz Roja y los servicios de emergencia federales deberían haber hecho.
MK: El fin de la historia parece haber pasado de largo. Mirando las condiciones actuales y los ejemplos concretos de lucha anti capitalista, ¿piensas que “ganar” es todavía una opción?
DH: Definitivamente; y más aún, tienes fábricas ocupadas en Grecia, economías solidarias a través de cadenas productivas siendo forjadas, instituciones de democracia radical en España y muchas cosas hermosas ocurriendo en muchos otros lugares. Hay un crecimiento saludable del reconocimiento de que necesitamos ser mucho más amplios y amplias en lo que concierne a la política en todas esas iniciativas.
La izquierda marxista tiende a desdeñar un poco estas cosas y creo que está equivocada. Pero al mismo tiempo no creo que ninguna de estas cuestiones sea lo suficientemente grande en sí misma como para lidiar con las estructuras fundamentales de poder que necesitan ser desafiadas. Aquí hablamos de nada menos que del Estado. Así que la izquierda debe repensar su aparato teórico y táctico.
Fuente: https://roarmag.org/magazine/david-harvey-consolidating-power/
Traducción: de Gabriela Mitidieri para Democracia Socialista, editado por VIENTO SUR
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Fidel Castro.
Los reyes de España nos trajeron a los conquistadores y dueños, cuyas huellas quedaron en los hatos circulares de tierra asignados a los buscadores de oro en las arenas de los ríos, una forma abusiva y bochornosa de explotación cuyos vestigios se pueden divisar desde el aire en muchos lugares del país.
El turismo hoy, en gran parte, consiste en mostrar las delicias de los paisajes y saborear las exquisiteces alimentarias de nuestros mares, y siempre que se comparta con el capital privado de las grandes corporaciones extranjeras, cuyas ganancias si no alcanzan los miles de millones de dólares per cápita no son dignas de atención alguna.
Ya que me vi obligado a mencionar el tema, debo añadir, principalmente para los jóvenes, que pocas personas se percatan de la importancia de tal condición en este momento singular de la historia humana. No diré que el tiempo se ha perdido, pero no vacilo en afirmar que no estamos suficientemente informados, ni ustedes ni nosotros, de los conocimientos y las conciencias que debiéramos tener para enfrentar las realidades que nos desafían. Lo primero a tomar en cuenta es que nuestras vidas son una fracción histórica de segundo, que hay que compartir además con las necesidades vitales de todo ser humano. Una de las características de este es la tendencia a la sobrevaloración de su papel, lo cual contrasta por otro lado con el número extraordinario de personas que encarnan los sueños más elevados.
Nadie, sin embargo, es bueno o es malo por sí mismo. Ninguno de nosotros está diseñado para el papel que debe asumir en la sociedad revolucionaria. En parte, los cubanos tuvimos el privilegio de contar con el ejemplo de José Martí. Me pregunto incluso si tenía que caer o no en Dos Ríos, cuando dijo “para mí es hora”, y cargó contra las fuerzas españolas atrincheradas en una sólida línea de fuego. No quería regresar a Estados Unidos y no había quién lo hiciera regresar. Alguien arrancó algunas hojas de su diario. ¿Quién cargó con esa pérfida culpa, que fue sin duda obra de algún intrigante inescrupuloso? Se conocen diferencias entre los Jefes, pero jamás indisciplinas. “Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha”, declaró el glorioso líder negro Antonio Maceo. Se reconoce igualmente en Máximo Gómez, el jefe militar más disciplinado y discreto de nuestra historia.
Mirándolo desde otro ángulo, cómo no admirarse de la indignación de Bonifacio Byrne cuando, desde la distante embarcación que lo traía de regreso a Cuba, al divisar otra bandera junto a la de la estrella solitaria, declaró: “Mi bandera es aquella que no ha sido jamás mercenaria…”, para añadir de inmediato una de las más bellas frases que escuché nunca: “Si deshecha en menudos pedazos llega a ser mi bandera algún día… ¡nuestros muertos alzando los brazos la sabrán defender todavía!…”. Tampoco olvidaré las encendidas palabras de Camilo Cienfuegos aquella noche, cuando a varias decenas de metros bazucas y ametralladoras de origen norteamericano, en manos contrarrevolucionarias, apuntaban hacia la terraza donde estábamos parados. Obama había nacido en agosto de 1961, como él mismo explicó. Más de medio siglo transcurriría desde aquel momento.
Veamos sin embargo cómo piensa hoy nuestro ilustre visitante:
“Vine aquí para dejar atrás los últimos vestigios de la guerra fría en las Américas. Vine aquí extendiendo la mano de amistad al pueblo cubano”.
De inmediato un diluvio de conceptos, enteramente novedosos para la mayoría de nosotros:
“Ambos vivimos en un nuevo mundo colonizado por europeos”. Prosiguió el Presidente norteamericano. “Cuba, al igual que Estados Unidos, fue constituida por esclavos traídos de África; al igual que Estados Unidos, el pueblo cubano tiene herencias en esclavos y esclavistas”.
Las poblaciones nativas no existen para nada en la mente de Obama. Tampoco dice que la discriminación racial fue barrida por la Revolución; que el retiro y el salario de todos los cubanos fueron decretados por esta antes de que el señor Barack Obama cumpliera 10 años. La odiosa costumbre burguesa y racista de contratar esbirros para que los ciudadanos negros fuesen expulsados de centros de recreación fue barrida por la Revolución Cubana. Esta pasaría a la historia por la batalla que libró en Angola contra el apartheid, poniendo fin a la presencia de armas nucleares en un continente de más de mil millones de habitantes. No era ese el objetivo de nuestra solidaridad, sino ayudar a los pueblos de Angola, Mozambique, Guinea Bissau y otros del dominio colonial fascista de Portugal.
En 1961, apenas dos años y tres meses después del Triunfo de la Revolución, una fuerza mercenaria con cañones e infantería blindada, equipada con aviones, fue entrenada y acompañada por buques de guerra y portaviones de Estados Unidos, atacando por sorpresa a nuestro país. Nada podrá justificar aquel alevoso ataque que costó a nuestro país cientos de bajas entre muertos y heridos. De la brigada de asalto proyanki, en ninguna parte consta que se hubiese podido evacuar un solo mercenario. Aviones yankis de combate fueron presentados ante Naciones Unidas como equipos cubanos sublevados.
Es de sobra conocida la experiencia militar y el poderío de ese país. En África creyeron igualmente que la Cuba revolucionaria sería puesta fácilmente fuera de combate. El ataque por el Sur de Angola por parte de las brigadas motorizadas de Sudáfrica racista los lleva hasta las proximidades de Luanda, la capital de este país. Ahí se inicia una lucha que se prolongó no menos de 15 años. No hablaría siquiera de esto, a menos que tuviera el deber elemental de responder al discurso de Obama en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
No intentaré tampoco dar detalles, solo enfatizar que allí se escribió una página honrosa de la lucha por la liberación del ser humano. De cierta forma yo deseaba que la conducta de Obama fuese correcta. Su origen humilde y su inteligencia natural eran evidentes. Mandela estaba preso de por vida y se había convertido en un gigante de la lucha por la dignidad humana. Un día llegó a mis manos una copia del libro en que se narra parte de la vida de Mandela y ¡oh, sorpresa!: estaba prologado por Barack Obama. Lo ojeé rápidamente. Era increíble el tamaño de la minúscula letra de Mandela precisando datos. Vale la pena haber conocido hombres como aquel.
Sobre el episodio de Sudáfrica debo señalar otra experiencia. Yo estaba realmente interesado en conocer más detalles sobre la forma en que los sudafricanos habían adquirido las armas nucleares. Solo tenía la información muy precisa de que no pasaban de 10 o 12 bombas. Una fuente segura sería el profesor e investigador Piero Gleijeses, quien había redactado el texto de “Misiones en conflicto: La Habana, Washington y África 1959-1976”; un trabajo excelente. Yo sabía que él era la fuente más segura de lo ocurrido y así se lo comuniqué; me respondió que él no había hablado más del asunto, porque en el texto había respondido a las preguntas del compañero Jorge Risquet, quien había sido embajador o colaborador cubano en Angola, muy amigo suyo. Localicé a Risquet; ya en otras importantes ocupaciones estaba terminando un curso del que le faltaban varias semanas. Esa tarea coincidió con un viaje bastante reciente de Piero a nuestro país; le había advertido a este que Risquet tenía ya algunos años y su salud no era óptima. A los pocos días ocurrió lo que yo temía. Risquet empeoró y falleció. Cuando Piero llegó no había nada que hacer excepto promesas, pero ya yo había logrado información sobre lo que se relacionaba con esa arma y la ayuda que Sudáfrica racista había recibido de Reagan e Israel.
No sé qué tendrá que decir ahora Obama sobre esta historia. Ignoro qué sabía o no, aunque es muy dudoso que no supiera absolutamente nada. Mi modesta sugerencia es que reflexione y no trate ahora de elaborar teorías sobre la política cubana.
Hay una cuestión importante:
Obama pronunció un discurso en el que utiliza las palabras más almibaradas para expresar: “Es hora ya de olvidarnos del pasado, dejemos el pasado, miremos el futuro, mirémoslo juntos, un futuro de esperanza. Y no va a ser fácil, va a haber retos, y a esos vamos a darle tiempo; pero mi estadía aquí me da más esperanzas de lo que podemos hacer juntos como amigos, como familia, como vecinos, juntos”.
Se supone que cada uno de nosotros corría el riesgo de un infarto al escuchar estas palabras del Presidente de Estados Unidos. Tras un bloqueo despiadado que ha durado ya casi 60 años, ¿y los que han muerto en los ataques mercenarios a barcos y puertos cubanos, un avión de línea repleto de pasajeros hecho estallar en pleno vuelo, invasiones mercenarias, múltiples actos de violencia y de fuerza?
Nadie se haga la ilusión de que el pueblo de este noble y abnegado país renunciará a la gloria y los derechos, y a la riqueza espiritual que ha ganado con el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura.
Advierto además que somos capaces de producir los alimentos y las riquezas materiales que necesitamos con el esfuerzo y la inteligencia de nuestro pueblo. No necesitamos que el imperio nos regale nada. Nuestros esfuerzos serán legales y pacíficos, porque es nuestro compromiso con la paz y la fraternidad de todos los seres humanos que vivimos en este planeta.
Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/176322Compartir esta noticia:
lunes, 28 de marzo de 2016
Fidel Castro: 'No necesitamos que el Imperio nos regale nada'
eUROPA.
Uno de los juegos que los expertos y los políticos juegan hoy día es verbalizar el por qué y el cómo va a colapsar, ya está colapsando, la Unión Europea (UE). Cualquiera que siga las noticias mundiales conoce las explicaciones estándar: la Grexit y la Brexit (acrónimos que designan la posible salida de Grecia o Gran Bretaña de la UE) sólo conducirán a otras salidas; nadie quiere más migrantes (refugiados) en su país; Alemania tiene demasiado poder, o no lo suficiente; están surgiendo por todas partes fuerzas/partidos de ultraderecha; el acuerdo de Schengen, que accede a movimientos sin visa, está siendo suspendido en casi todos los países que lo habían adoptado; crece imparable el desempleo.
Existe un tema subyacente en esta letanía de pesimismo (¿o es optimismo?). Los europeos, tanto los sofisticados como los ignorantes
, se han vuelto impermeables a los argumentos racionales. Casi todos actúan irracionalmente, respondiendo a sus emociones y no a los análisis reflexivos. Pero ¿en verdad es así, Charlie Brown? Da para una buena tira cómica, pero ¿acaso significa que la UE dejará de hecho de existir?
No estoy brindando aquí mis puntos de vista sobre si la Unión Europea es buena o mala, si debería ser apoyada o si deberíamos socavarla. En cambio, quiero analizar lo que pienso que ocurre en la realidad. ¿Será que las instituciones que ahora conforman la Unión Europea continuarán existiendo a 10 o 20 años de hoy? Sospecho que sí. Para ver por qué pienso esto, revisemos juntos lo que hace que los europeos –tanto los sofisticados como los “ignorantes– duden de si dar el paso fatal de desmantelar aquello por lo que trabajaron tan duro durante los últimos 70 años. Hay algunas razones que uno podría llamar económicas, otras que serían geopolíticas y, finalmente, otras que podríamos llamar culturales.
Comencemos por la economía. La situación en términos del ingreso actual, tanto para los Estados como para la mayoría de los individuos, es mala en todas partes de la Unión Europea. La cuestión es si desmantelar Europa podría tal vez mejorarla, o de hecho empeorarla.
Algo que está sujeto a constante debate es la Eurozona –¿podrá sobrevivir? Tomemos por ejemplo lo que ocurrió en Grecia y las dos elecciones de 2015 que se celebraron ahí. Alexis Tsipras, el dirigente del partido Syriza, que hoy gobierna, fue elegido en los primeros comicios con una plataforma anti-austeridad. En la negociación con la UE para un préstamo ulterior, él se retractó en justo todo aquello que le había prometido a los votantes griegos. Accedió a las medidas exigidas por la UE que dañan severamente el ingreso real de la mayoría de la población. Debido a esto fue denunciado por las fuerzas de izquierda dentro de Syriza que lo acusaron de traicionar sus promesas, se retiraron del partido y establecieron su lista. No obstante, en las siguientes elecciones que fueron convocadas por Tsipras con gran celeridad volvió a recibir el mandato. Los votantes griegos lo eligieron a él, más que la las fuerzas de izquierda dentro de Syriza.
Parece claro, por lo menos para mí, que los votantes griegos no prestaron atención alguna a las denuncias de izquierda porque, por encima de todo, no querían abandonar la zona del euro. Tsipras hizo su prioridad mantener el euro y, en cambio, las fuerzas de izquierda buscaban volver a una divisa autónoma. Aparentemente, los votantes griegos creyeron que los aspectos negativos más reales de estar en la zona del euro eran menores, en su punto de vista, que los probables aspectos negativos de recrear el dracma.
La situación es más o menos la misma en lo que concierne a los llamados rasgos de la red de seguridad que habían instalado los gobiernos europeos, tal como las pensiones y los beneficios del desempleo. Virtualmente todos los países de la UE han estado recortando su red de seguridad por falta de fondos. Estos recortes los han resistido, a veces con logros, los partidos de izquierda o centroizquierda. Pero ¿acaso hay razones para suponer que si la Unión Europea desapareciera mañana estos gobiernos tendrían más fondos para distribuir? Los partidos de izquierda dicen con frecuencia eso, condenando lo que consideran como presiones neoliberales de la burocracia de la Unión Europea en Bruselas. Pero miren por todo el mundo. ¿Puede alguien señalar gobiernos fuera del alcance de Bruselas que hayan sido capaces de incrementar sus gastos relativos al estado de bienestar?
Si no existen ventajas reales en desmantelar la UE, en términos de los niveles de ingresos, ¿hay alguna otra razón para hacerlo? La UE ha jugado un importante papel geopolítico desde su establecimiento y su membresía ha crecido constante. Estados Unidos ha estado apoyando públicamente el surgimiento y expansión de la Unión Europea, pero la ha intentado socavar en los hechos. Estados Unidos ha visto a la UE como un peligro geopolítico importante. Es obvio para casi todos los observadores que la fuerza geopolítica de la UE es resultado de los números. Un desmantelamiento terminaría con esta fuerza y reduciría a los Estados europeos separados a una importancia geopolítica casi nula.
Al final, casi todos los líderes y movimientos europeos entienden esto. Sin embargo, pese a que casi todos ellos vayan contra la UE como estructura, ¿están preparados para dejar a un lado las ventajas que una gran entidad única les otorga? Los grupos de derecha, en especial en Europa oriental, consideran a la UE como una presión de Estados Unidos para ofrecerles protección militar contra una Rusia tentativamente agresiva. Los grupos de izquierda en otros países, como en Francia, usan la fuerza de la UE para contener lo que piensan que son las acciones tentativamente agresivas de Estados Unidos. ¿Alguno de estos grupos ganaría del desmantelamiento de la UE?
Finalmente, hay los llamados lazos culturales entre Estados Unidos y Europa. Se proclaman en público y se desdeñan más calladamente como remanentes de la dominación hegemónica estadunidense en los primeros 25 años después de 1945. Otra vez ahí hay motivaciones varias. Los partidos y movimientos de izquierda quieren utilizar la estructura unificada como modo de recobrar la autonomía cultural (aun una superioridad) que sienten que tenían antes de 1945. Las fuerzas de derecha quieren utilizar su fuerza para insistir en su autonomía cultural sobre las cuestiones de derechos humanos. De nuevo, en la unión yace la fuerza.
Lo que observo que ocurre es que hay más y más retórica y menos y menos acciones reales. Para bien o para mal, mi sensación es que las instituciones de la UE sobrevivirán. Esto no significa que no cambien. Hay, y continuará habiendo, una lucha política real dentro de la UE acerca del tipo de institución colectiva que debería ser. Esta lucha política al interior de Europa es una parte de la lucha global acerca del mundo que queremos construir como resultado de la crisis estructural del sistema-mundo moderno.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/03/27/mundo/014a1mun
Traducción: Ramón Vera Herrera
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viernes, 25 de marzo de 2016
¿Fascismo en EEUU?
El fascismo se caracteriza por un nacionalismo exacerbado, de tipo imperialista, con bases racistas, profundamente antidemocrático, con un canto a la fuerza militar que debe aplicarse para defender la “pureza de la patria” frente a grupos étnicos, culturales, políticos o religiosos que la contaminan y que deben ser destruidos, proceso de destrucción que debe realizarse como condición para alcanzar una nueva sociedad que recupere la grandeza que en su día tuvo el país, mediante el surgimiento de un movimiento dirigido por un personaje que se presenta dotado provisto de unas dotes sobrehumanas, al cual se le debe obediencia y lealtad absoluta, líder que llevará a las personas a este futuro prometido.
¿Están estas características en el discurso de Trump?
Cada una de estas características aparecen en la ideología en la que se basan los discursos del Sr. Trump y los de sus colaboradores cercanos. Ni que decir tiene que la expresión de tal ideología fascista es distinta según el contexto y el país en el que vive el personaje portador de dicha ideología. En este aspecto, el Sr. Trump es la versión estadounidense de tal fascismo. Es, en otras palabras, la versión norteamericana del partido francés fundado por Le Pen. Veamos, pues, los datos que confirman la adscripción de tal personaje a la categoría del fascismo.
Tal individuo profesa un nacionalismo extremo, considerando EEUU como un país excepcional en la historia de la humanidad, superior a todos los demás, lo que justifica su liderazgo mundial, imponiendo su voluntad por la fuerza militar, la cual debe utilizarse sin ningún freno. Constantemente hace referencia al bombardeo y destrucción de sus enemigos, categoría que abarca un enorme abanico de países y movimientos. En este canto a la fuerza militar expresa una “hombría” profundamente machista, antimujer y antifeminista, valorando a la mujer como un apéndice del hombre. Trump considera el país amenazado por inmigrantes, grupos étnicos, religiones y razas que, de no pararlos, pueden llegar a destruirlo. Quiere, por ejemplo, prohibir la entrada de musulmanes a EEUU, exigiendo una identificación (carnet especial que la persona lleve consigo para identificarse) a cada musulmán que esté ya en el país, sea o no nacido en EEUU. Así, la comunidad musulmana debe estar vigilada y controlada. El Sr. Trump es profundamente racista, hasta tal punto que no se ha distanciado de los grupos blancos súper-racistas, como el Ku Klux Klan, conocido históricamente por su persecución y linchamiento a afroamericanos en el sur de EEUU. Considera también a los inmigrantes (sobre todo a los latinos) como responsables del deterioro moral del país (responsabilizándolos de los mayores dramas de la sociedad estadunidense, desde la distribución de las drogas al crimen callejero en las ciudades).
El caudillismo en Trump
Trump es profundamente antidemocrático, de carácter claramente autoritario, exigiendo a sus seguidores lealtad a su persona, presentándose como el “salvador de la patria” que resolverá todos los problemas que afectan a las masas, desde el desempleo a la falta de felicidad. Su supuesta habilidad para resolver los mayores problemas del país se basa en su propia habilidad para resolver los problemas que han tenido sus empresas, refiriéndose a su presunto éxito empresarial como muestra de ello. Su negocio empresarial, por cierto, ha sido predominantemente el inmobiliario (uno de los sectores más corruptos de la economía de EEUU, basado en la especulación). Se presenta como profundamente antiestablishment, centrándose en el establishment político-mediático del país, sin atacar o criticar al establishment financiero y económico de EEUU al cual pertenece (y al cual aquel establishment político-mediático ha estado sirviendo). En realidad, las medidas que propone –una gran reducción de los impuestos sobre la propiedad y sobre el capital- favorecen los intereses de dicho establishment financiero y económico. Aunque es crítico con los tratados llamados de libre comercio (ver mi artículo “¿Qué se intenta con los tratados mal llamados de libre comercio?”, Público, 23.07.15) por destruir puestos de trabajo en EEUU, atribuye la movilidad de las industrias a otros países a lo que él define como elevada carga fiscal a las empresas estadounidenses y a las rigideces del mercado de trabajo, supuestamente impuestas por los sindicatos.
Sus políticas económicas son de un ultraneoliberalismo extremo, atribuyendo todos los males al Estado federal y al establishment político-mediático basado en Washington y en el este de EEUU. En este aspecto, el fascismo de Trump es distinto al fascismo de Le Pen, que sí que tiene componentes del nacionalsocialismo típico del fascismo italiano o del nazismo alemán, que da mayor reconocimiento al Estado de lo que lo hace la visión fascista estadounidense del Sr. Trump. Este último no es tanto nacional socialista, sino nacionalneoliberal. En realidad, a fin de recuperar a las empresas estadounidenses que se han desplazado a otros países, propone eximirlas del pago de impuestos para que reintegren a los EEUU capital procedente del exterior (equivalente a 2,1 billones de dólares), que significaría, como bien ha dicho la Senadora Elizabeth Warren, un repago de 400 mil millones de dólares a tales empresas (“How Trump Dog-Whistles the Business Establishment”, The Nation, 18.03.16).
¿Por qué está teniendo un gran éxito en las primarias del Partido Republicano?
Para aquellos que conocen bien EEUU, es muy fácil de entender su éxito. Las causas de tal crecimiento son prácticamente las mismas que explican el crecimiento de la ultraderecha chauvinista anti-inmigración en Europa. Y tales causas son, ni más ni menos, que el gran deterioro del estándar de vida de las clases populares (y muy en especial de la clase trabajadora no cualificada), como consecuencia de la aplicación de las políticas neoliberales que se han ido imponiendo a la población y que han alcanzado su máxima expresión durante la Gran Recesión. Estas políticas han empobrecido a la clase trabajadora de una manera muy significativa, resultado de la enorme mala distribución del crecimiento de la riqueza y de las rentas, que se han concentrado en las rentas superiores a costa de las rentas de la mayoría de las clases populares.
Desde los años ochenta, cuando se inició la “revolución neoliberal” del Presidente Reagan, los salarios no han crecido paralelamente al crecimiento de la productividad. En esta mala distribución, las rentas del capital han sido las más beneficiadas por las políticas fiscales a costa de las rentas del trabajo. Componentes importantes de estas políticas han sido toda una serie de intervenciones exitosas para debilitar al mundo del trabajo, desde el ataque a los sindicatos y a los convenios colectivos hasta la externalización de los puestos de trabajo mediante tratados de libre comercio que (aun cuando tenían poco que ver con libre comercio) facilitaban (mediante subsidios públicos y exenciones fiscales) la exportación de puestos de trabajo, con el traslado de industrias a países de bajos salarios.
Las clase trabajadora ha sido víctima de estas políticas públicas del gobierno federal, instrumentalizado este último por los grandes poderes económicos y financieros (que se conocen en EEUU como la clase corporativa, the Corporate Class) que financian las campañas electorales de los miembros del Congreso (tanto de la Cámara Alta -el Senado- como de la Cámara Baja -la Casa de los Representantes, The House of the Representatives-), en un proceso electoral de financiación predominantemente privada. Este maridaje y complicidad del poder político y mediático con el poder financiero y económico es la base de una pérdida de confianza y legitimidad de las instituciones llamadas democráticas que ha sido el campo de cultivo de este enfado generalizado hacia el establishment político mediático del país, y que Trump está explotando exitosamente.
El Estado Federal como el problema y la administración del afroamericano Obama como el enemigo
Sin lugar a dudas, Trump ha sido muy exitoso con su gran habilidad para canalizar el enorme enfado popular hacia el Estado federal, siguiendo el ideario que siempre ha dominado al Partido Republicano (hoy claramente controlado por la ultraderecha, incluyendo el Tea Party), financiado por los grupos económicos de mayor peso en el país, como los hermanos Koch.
La gran diferencia, sin embargo, entre el aparato del Partido Republicano y el Sr. Trump es su gran habilidad para movilizar a la clase trabajadora blanca en contra del establishment político-mediático, incluyendo el propio aparato del Partido Republicano y sus medios, como la cadena Fox, a los cuales ha definido como parte de tal establishment político-mediático. Es, en este aspecto, su mensaje antiestablishment, presentado con gran colorido teatral (que atrae a los medios), lo que explica su gran éxito. Es, con mucho, el candidato que tiene mayor cobertura mediática. Los grandes medios de información –a los cuales Trump critica extensamente- han cubierto su candidatura en sus informativos en cantidades muy superiores (el doble) a las de la Sra. Hillary Clinton y seis veces más que a la de Bernie Sanders, el candidato socialista (“Measuring Trump Big Advantage in Free Media”, The New York Times, 17.03.16). La política como espectáculo está contribuyendo al gran éxito de Trump.
Las consecuencias del Estado federal asistencial
Un punto de gran importancia para entender el debilitamiento de la clase trabajadora en EEUU es la función que tiene el racismo en su división. Es debido a ello que las derechas en EEUU siempre acusan al gobierno federal de defender a los negros a costa de los demás (que insinúan son los blancos). Esta acusación se basa en el hecho de que la gran mayoría de programas sociales no son de cobertura universal, es decir, no cubren a todos los ciudadanos sino solo a los pobres (Medicaid, el programa federal de atención médica a los pobres, que es financiado y gestionado también por los Estados, cubre solo a los pobres), siendo los ciudadanos negros los más beneficiados, pues, como resultado del racismo, estos se encuentran entre los grupos más vulnerables y con menos medios. De ahí que se promueva por parte de Trump y las derechas, la imagen de que tales programas están orientados a la población negra (lo cual no es cierto, pues la gran mayoría de pobres en EEUU son blancos). De ahí que Trump haga referencia a que los impuestos (que consideran excesivamente altos) pagados por los blancos están ayudando a los negros, creando una “cultura de dependencia y beneficencia” que debe denunciarse.
El redescubrimiento de la clase trabajadora
El candidato republicano Trump es, junto con el candidato socialista Bernie Sanders, el único candidato que explícitamente se refiere a la “clase trabajadora”, categoría que nunca aparece en la narrativa convencional del discurso político y mediático del país, que constantemente utiliza el término “clase media” en lugar de clase trabajadora. Este silencio mediático se ha roto. Y hoy comienza a hablarse de la clase trabajadora blanca, la gran olvidada en el discurso dominante. Esta clase trabajadora, como he indicado antes, está en una situación de gran deterioro, y su mortalidad (entre los blancos) ha crecido en los años de la Gran Recesión (sobre todo como consecuencia del aumento de suicidios). Trump constantemente hace mención a que “su gente es la gente de poca educación y bajos ingresos, que están olvidados en EEUU” (que insinúa es blanca).
Está claro que el establishment político-mediático del país no entiende lo que está ocurriendo en EEUU. Los reportajes sobre Trump se centran en las declaraciones explosivas y polémicas de este candidato, llenas de una teatralidad que, en contra de lo que interpretan los medios, contribuye a su fama entre las clases populares, que sienten un gran rechazo hacia tal establishment. Una práctica general de Trump es ridiculizar a los medios en la cobertura de su campaña. Así, frecuentemente en sus discursos ridiculiza a los medios de información -uno de los momentos de mayor goce de su audiencia-, criticando la versión que los gurús mediáticos hacen de su campaña electoral. Estos medios, en su enorme complacencia, no han descubierto todavía el enorme hartazgo y rechazo que existe a nivel de calle hacia el establishment del país, incluyendo el mediático. Trump probablemente ganará las primarias y podría ganar las elecciones, como consecuencia del rechazo hacia el establishment.
El hecho de que Trump sea un “fascista a la americana” no quiere decir, sin embargo, que la mayoría de sus seguidores sean fascistas. En realidad, son profundamente antiestablishment. La mayoría de las encuestas muestra que el candidato socialista Bernie Sanders –que está pidiendo una revolución política en EEUU, con un mensaje claramente antiestablishment (que se centra en su denuncia del maridaje y complicidad entre el establishment financiero y económico y el político-mediático)- es el candidato demócrata que ganaría más contundentemente a Trump. Sanders está movilizando a la clase trabajadora blanca y negra y a los jóvenes (personas por debajo de 35 años), compitiendo por el voto de la clase trabajadora, que es la mayoría de la población estadounidense, y que se ha abstenido en las elecciones anteriores. A la candidata Clinton, aunque se ha movido a la izquierda debido a la campaña exitosa de Sanders, se la percibe como una figura del establishment, con escasa capacidad de movilización. De ahí que su estrategia en las primarias haya sido la de enfatizar la necesidad de romper con la discriminación contra las mujeres y contra las minorías (estas últimas representan un porcentaje elevado de votantes en las primarias del Partido Demócrata), antidiscriminación necesaria, según Hillary Clinton, para que ocurra la integración de las poblaciones vulnerables y marginales dentro del sistema. Sanders, sin embargo, analiza la necesidad de establecer alianzas y complicidades entre los distintos sectores y componentes de las clases populares, acentuando la importancia de recuperar la conciencia de clase frente a un adversario común, el establishment financiero y económico que controla los medios y las instituciones políticas representativas (ver mi artículo “Race, Gender and Class Polítics in the US Primaries”, CounterPunch, 23.02.16). Esta es la situación en EEUU, que no se presenta de forma adecuada en los medios españoles.
Vicenç Navarro: Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/16255/fascismo-en-eeuu/
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jueves, 24 de marzo de 2016
¿El fin de una era? La familia Rockefeller retira sus activos de las compañías de petróleo y carbón
miércoles, 23 de marzo de 2016
UE y los refugiados.
La situación de incertidumbre en la que vive la Unión Europea se aprecia por ejemplo en el “volantazo” de la presidenta del Gobierno alemán Ángela Merkel, quien en una primera fase de la llamada “crisis de los refugiados” se planteó que las políticas restrictivas y las expulsiones masivas violaban los principios que cimentaban el país. Sin embargo, el catedrático de Ciencias Políticas, especialista en movimientos migratorios y eurodiputado hasta 2004, Sami Naïr, destaca que actualmente Merkel ha negociado a espaldas de la Unión Europea un “acuerdo vergonzoso” con Turquía. Al final, el sentimiento de solidaridad no ha podido resistir los intereses electorales, y los movimientos xenófobos –que en algunos estados como Sajonia-Anhalt alcanzaron el 24% de los votos en las últimas elecciones- han logrado que se imprima un giro a la posición inicial. “Es una victoria enorme de lo peor de nosotros”, opina Sami Naïr. “La Unión Europea está pisoteando desde hace mucho tiempo, pero sobre todo desde junio de 2015, sus valores fundamentales”.
Uno de los pequeños portillos de esperanza es que el mismo día de la rúbrica del pacto entre la Unión Europea y Turquía, ACNUR (Agencia de Naciones Unidas para los refugiados) condenó el acuerdo porque suponía una violación palmaria de los derechos fundamentales. Se vulneraba por ejemplo la Convención de Ginebra de 1951 (sobre el Estatuto de los Refugiados), que obliga a tramitar la demanda de asilo de las personas que lo soliciten en el territorio de llegada. Se contravienen también las directivas europeas que obligan a garantizar las condiciones para que los peticionarios puedan quedarse en un país mientras se tramita la solicitud de asilo. Después de la Segunda Guerra Mundial se aprobó la Convención de 1951, a la que se han acogido desde entonces millones de personas. Ya en el contexto de la “guerra fría”, se adoptó respecto a países como Hungría o Polonia, en un sentido que “incentivaba” a los opositores al comunismo. Después se descubrió, en el caso húngaro, que muchas de las personas que abandonaron el país eran realmente inmigrantes “económicos”, que aprovechaban las posibilidades que ofrecía el derecho internacional para acceder al asilo.
Sin embargo, afirma Sami Naïr, no se han aplicado del mismo modo estas convenciones internacionales a los ciudadanos sirios, afganos e iraquíes cuando además, buena parte de la crisis actual tiene su origen en la guerra de Iraq y los bombardeos desplegados por Estados Unidos y Gran Bretaña. Después de esta “intervención” militar, cuatro millones de personas salieron de Iraq. Siria acogió a dos millones de ciudadanos iraquíes en sus fronteras. Líbano acoge a 1,7 millones de personas refugiadas y Túnez, con diez millones de habitantes y escasos medios, acogió a un millón de refugiados libios tras los ataques al país norteafricano. “España, sólo a 18”. Pero con independencia de las cifras y los esfuerzos de cada país, el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía, insiste Sami Naïr, también vulnera los Acuerdos de Schengen en materia de fronteras y en concreto el apartado sobre repatriación de personas en situación “irregular”. “La expatriación tiene que responder a reglas tasadas, no a un determinado pacto suscrito con Turquía, esto es algo surrealista y una aberración del espíritu que inspira la norma”. El acuerdo establece asimismo que por cada persona refugiada (“irregular”) que resulte deportada desde Grecia al territorio turco, se permitirá la entrada de otro refugiado -de manera “legal” y con visado- desde Turquía a la Unión Europea, procedimiento conocido como el “uno por uno”.
En los acuerdos se incluyen algunos mecanismos más propios del burdo “regateo”. Con el fin de que Turquía acepte el pacto, la Unión Europea abre la puerta a la libertad de circulación de ciudadanos turcos por Europa. La crítica de las organizaciones humanitarias apunta a una mezcla espuria, de aspectos radicalmente distintos, ya que poco tienen en común los refugiados sirios con la ampliación del libre tránsito de los turcos. También se ha incrementado el dinero que Turquía había pedido inicialmente, de los 3.000 millones de euros que empezó a recibir en octubre, a los 6.000 millones finalmente acordados. “No sabemos quién pagará estas cantidades que Merkel ha pactado con Erdogan sin contar con los europeos”. Otra de las razones de fondo por las que la Unión Europea ha suscrito este pacto, explica Sami Naïr, es que no cuenta con una política común, de hecho, en los últimos cinco años se ha producido una notoria “renacionalización” de las iniciativas en materia migratoria. “En los años 90 todavía pensábamos que era posible una política unitaria, pero hoy no, sólo hay que mirar el modo en que actúan países como Hungría o Austria”.
Cuando se hila fino, aparecen flecos que escapan al común de los mortales, sometidos al bombardeo de cifras e imágenes inconexas. Una de las circunstancias de las que poco se habla es que Turquía sólo ha firmado una parte de la convención sobre refugiados y asilo de 1951, por tanto, este país puede aplicar la cláusula “geográfica” por la cual los derechos de asilo y refugio se les puede aplicar a ciudadanos europeos, pero quedar eximidos otros como los sirios, eritreos y afganos. Y ello sin violar la legalidad internacional. “No me puedo imaginar que los juristas europeos, y sobre todo los alemanes, no conozcan esta cláusula”, apunta el sociólogo, doctor honoris causa por la Universitat de València e intelectual que alumbró el concepto de “co-desarrollo”. Tampoco se entiende por qué no se apunta directamente a las mafias, uno de los blancos predilectos en los discursos gubernamentales, cuando INTERPOL y las policías nacionales conocen perfectamente cómo éstas organizan las rutas de los refugiados e incluso las tarifas: 4.000 euros para llegar a Austria o 6.000 euros por entrar en territorio italiano. Seguramente los motivos del arreglo final no deben de andar muy lejos de las elecciones que esperan a Merkel en 2017, ni de los problemas internos de Erdogan.
En el acto celebrado en la Universitat de Valencia han participado asimismo la vicepresidenta del Gobierno Valenciano, Mónica Oltra, y el catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política en el Instituto de Derechos Humanos, Javier de Lucas. A juicio del catedrático, la política más efectiva de apoyo a las personas refugiadas consistiría en intervenir directamente sobre las causas que motivan los grandes desplazamientos. Pero los países del Norte son los que venden las armas que destrozan Siria o son cómplices en la financiación del Estado Islámico, que vende el crudo a los países de Europa y la OCDE. Tampoco se ha hecho nada durante cinco años en la guerra de Siria, y después, ¿qué ocurre cuando las personas refugiadas llegan a las fronteras de la Unión Europea? Si el estado español tuviera que acoger la misma proporción de refugiados sobre la población total (un 25%) que Líbano, la cifra se elevaría a diez millones, cuando actualmente la batalla que se libra en España es por superar las 18 personas refugiadas. Además, “estamos burlando y desobedeciendo nuestras propias leyes”, señala el autor de “Mediterráneo: el naufragio de Europa”, en concreto, tres directivas europeas específicas además de la Convención de Ginebra y el Protocolo de Nueva York.
A pesar de que los medios dediquen titulares, destacados y despieces a la “crisis” de los refugiados, puede que la crisis resida actualmente en cómo está configurado el sistema de protección. Porque hay hechos poco cuestionables, como la existencia de refugiados ambientales, que el marco jurídico actual no reconoce. Por otro lado la tragedia que viven las personas refugiadas ha llevado a que en algunos casos se hable con desprecio de los “inmigrantes económicos”, como si estas personas que viven en estado de necesidad carecieran de derechos. Recuerda Javier de Lucas la existencia de un instrumento de protección específico para los migrantes económicos –la Convención aprobada en 1990 por Naciones Unidas- que ningún estado miembro de la UE ha querido ratificar a pesar de las llamadas del Parlamento Europeo. “Por más eficaces que pretendan ser los sistemas de deportación, continuarán llegando refugiados y con mayores riesgos para sus vidas que en la actualidad”, concluye Javier de Lucas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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martes, 22 de marzo de 2016
Los refugiados.
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández |
La verdadera crisis no es la afluencia de refugiados hacia Europa per se sino una combinación tóxica de desestabilizadoras agendas de política exterior, austeridad económica y aumento del nacionalismo de derechas, que probablemente empujarán aún más al mundo hacia el caos político y social en meses venideros.
Cercas de alambre de espino, centros de detención, retórica xenófoba y desorden político; nada ilustra de forma más descarnada la tendencia de los gobiernos a perseguir intereses nacionalistas de forma agresiva que su inhumana respuesta ante los refugiados que escapan del conflicto y la guerra. Con previsiones de cifras de record de solicitantes de asilo llegando hasta Europa y sin respuesta humanitaria moralmente aceptable alguna a la vista, el problema inmediato es más evidente que nunca: el abyecto fracaso de la comunidad internacional a la hora de compartir la responsabilidad, carga y recursos necesarios para salvaguardar, de conformidad con el derecho internacional, los derechos básicos de los solicitantes de asilo.
De atención urgente son también en toda la Unión Europea las crecientes presiones que los grupos de extrema derecha y antiinmigración están ejerciendo sobre los políticos, cuya influencia está distorsionando el debate público sobre la controvertida cuestión de cómo los gobiernos deberían tratar a refugiados e inmigrantes. Con la intolerancia racial creciendo a toda velocidad entre los ciudadanos, la actitud tradicionalmente liberal de los Estados europeos va reduciéndose rápidamente y los gobiernos van asumiendo cada vez más una cínica interpretación de las leyes internacionales sobre los refugiados que carece de cualquier sentimiento de justicia o compasión.
El Convenio para los Refugiados de 1951, que se puso en marcha en respuesta a la última crisis importante de refugiados en Europa durante la II Guerra Mundial, estipula que los gobiernos tienen que salvaguardar los derechos humanos de los solicitantes de asilo cuando están dentro de su territorio. En violación del espíritu de esta emblemática legislación de los derechos humanos, la respuesta de la mayoría de los gobiernos europeos ha sido la de impedir, en vez de facilitar, la llegada de refugiados a fin de minimizar sus responsabilidades legales hacia ellos. Para lograr su objetivo, la UE ha llegado incluso a pergeñar un deficiente y más que cuestionable acuerdo a nivel legal con el presidente Erdogan para interceptar a las familias de migrantes que cruzan el mar Egeo y devolverlas a Turquía contra su voluntad.
En vez de proporcionar a los refugiados “rutas legales y seguras”, un número cada vez mayor de países situados en la senda migratoria desde Grecia a Europa Occidental están adoptando la solución de Donald Trump de construir muros, militarizar fronteras y levantar barreras de alambre de espino para impedir que las personas puedan entrar en ellos. Los refugiados indocumentados (en su mayoría mujeres y niños) que están intentando entrar en Europa a través de la zona de Schengen, que dejó de ser ya una zona sin fronteras, se ven sometidos a humillaciones y violencia o detenidos en campos rudimentarios sin un mínimo acceso a los más elementales servicios necesarios para sobrevivir. Imposibilitados de viajar a sus deseados destinos, decenas de miles de refugiados están metidos en un cuello de botella en Grecia, convertida en almacén de almas abandonadas en un país al borde de su propia crisis humanitaria.
De forma ostensible, la reacción extremada de muchos de los Estados miembros de la UE ante los que arriesgan sus vidas para escapar de un conflicto armado es equiparable a la discriminación racial oficialmente sancionada. Como era de esperar, esta injustificable respuesta de los gobiernos ha sido muy bien recibida por los partidos nacionalistas que están subiendo ahora en las encuestas electorales del Reino Unido, Francia, Alemania, Holanda, Dinamarca y Polonia. Lo mismo sucede en Hungría, donde el gobierno ha llegado incluso a aceptar exigencias propias de la época nazi confiscando a los refugiados el dinero y las joyas que puedan llevar a fin de financiar sus campañas antihumanitarias.
Pocas dudas quedan ya de que la respuesta europea a los refugiados ha sido discriminatoria, moralmente objetable y políticamente peligrosa. Resulta también contraproducente porque recortar las libertades civiles y desechar los valores sociales respetados desde hace bastante tiempo tiene mucho más potencial para desestabilizar Europa que proporcionar la asistencia a los refugiados que el convenio de las Naciones Unidas les garantiza. Aunque sea de forma inconsciente, la actitud reaccionaria de los gobiernos le hace también el juego al Estado Islámico y a otros grupos yihadíes cuyas intenciones más amplias incluyen incitar la islamofobia, provocar inestabilidad y conflicto dentro de los países occidentales y reclutar apoyos para el terrorismo en Oriente Medio y en toda Europa.
Disipando los mitos nacionalistas de la extrema derecha
Con los pueblos cada vez más divididos respecto a cómo los gobiernos deberían responder ante la afluencia de personas que escapan de los conflictos violentos, es fundamental exponer lo que realmente son mitos generalizados promovidos por los extremistas de derechas: intolerancia, exageraciones y absolutas mentiras diseñadas para exacerbar el miedo y la discordia en la sociedad.
La migración forzosa es un fenómeno global y Europa, comparada con otros continentes, no está sometida a la “invasión de refugiados” tan ampliamente difundida por los medios de comunicación. De los sesenta millones de refugiados que hay en el mundo, nueve de cada diez no están buscando asilo en la UE, y la inmensa mayoría permanecen desplazados dentro de sus propios países. La mayor parte de los que puedan establecerse en Europa volverán a su país de origen en cuanto consideren que sus vidas ya no corren peligro (como sucedió al final de las guerras de los Balcanes de la década de 1990, cuando el 70% de los refugiados que habían huido a Alemania regresaron a Serbia, Bosnia-Hercegovina, Croacia, Kosovo, Albania y Eslovenia).
La auténtica emergencia está teniendo lugar fuera de Europa, donde hay una necesidad desesperada de mayor ayuda de la comunidad internacional. Por ejemplo, Turquía alberga ya a más de 3 millones de refugiados; Jordania a 2,7 millones, que llegan a constituir un asombroso 41% de su población; y el Líbano tiene 1,5 millones de refugiados que componen un tercio de sus habitantes. Como era de esperar, los sistemas económicos y sociales están bajo una presión enorme en estos y otros países que acogen a la mayoría de los refugiados del mundo, sobre todo cuando se trata de países en vías de desarrollo que padecen elevados índices de desempleo, insuficientes sistemas de bienestar y altos niveles de malestar social. En marcado contraste (y con la notable excepción de Alemania), los 28 Estados relativamente prósperos de la UE se comprometieron colectivamente a reasentar tan sólo a 160.000 refugiados del millón que entró en Europa en 2015. No sólo esta suma es menor al 0,25% de sus poblaciones combinadas, sino que además tales gobiernos sólo han admitido hasta ahora a unos pocos cientos.
La falsa afirmación de que los recursos de que disponen son insuficientes para poder compartirlos con quienes buscan asilo en la UE, o eso de que los solicitantes de asilo van a quitarnos nuestras casas, nuestros empleos y nuestra seguridad social, es poco más que una justificación para la discriminación racial. Aparte de la imperiosa obligación moral y legal de los Estados de proporcionar ayuda de urgencia a cualquiera que huya de la guerra o sufra persecución, la lógica económica de reasentar a los solicitantes de asilo en Europa (y en el mundo) es sólida: en países que están experimentando tasas de natalidad muy a la baja y poblaciones mayoritariamente de edad avanzada –como ocurre en toda la UE-, es necesario aumentar de forma significativa los niveles de migración para poder continuar financiando los sistemas de bienestar estatales.
Los hechos son irrefutables: las pruebas de los países de la OCDE demuestran que los hogares inmigrantes contribuyen con más de 2.800$ a la economía, sólo en impuestos, que lo que reciben en prestaciones públicas. En el Reino Unido, los inmigrantes no europeos contribuyeron con 5.000 millones de libras (6.425 millones de euros) en impuestos entre los años 2000 y 2011. No obstante, es menos probable que reciban beneficios del Estado, más probable que emprendan negocios y menos probable que perpetren delitos que la población nativa. En general, los economistas de la Comisión Europea calculan que el flujo de personas de las zonas en conflicto tendrá un efecto positivo a largo plazo en las tasas de empleo y en las finanzas públicas en los países más afectados por su presencia.
Una agenda común para poner fin a la austeridad
Si las familias migrantes contribuyen de manera significativa a la sociedad y muchos países europeos con tasas bajas de natalidad les necesitan de hecho en mayor número, ¿por qué los gobiernos y un creciente sector de la población se muestran tan reacios a respetar los compromisos internacionales y a ayudar a los refugiados en situación de necesidad? Es probable que la creencia generalizada en que los recursos públicos son demasiado escasos para compartirlos con los solicitantes de asilo surja del temor y la inseguridad en una era de austeridad económica, cuando muchos ciudadanos europeos están luchando por poder llegar a fin de mes.
Precisamente cuando empezaba a incrementarse la cifra de personas forzosamente desplazadas de los países en vías de desarrollo, las condiciones económicas en la mayor parte de los países europeos han hecho políticamente inviable proporcionar vivienda y un bienestar básico a los refugiados que llegan. Las medidas de austeridad voluntarias y obligatorias adoptadas por los gobiernos después de gastar billones de dólares en rescatar a los bancos en las secuelas de la crisis financiera de 2008 han dado lugar a profundos recortes en servicios públicos esenciales como la sanidad, la educación y los sistemas de pensiones. La crisis económica resultante ha provocado aumento del desempleo, descontento social, niveles crecientes de desigualdad y servicios públicos reducidos hasta niveles de escándalo.
La misma ideología neoliberal que sustenta la austeridad en Europa es también responsable de la creación de una inseguridad económica generalizada por todo el Sur Global, facilitando el éxodo de los llamados “migrantes económicos”, muchos de los cuales se dirigen también hacia Europa. La austeridad económica ha sido central en las políticas de “desarrollo” impuestas durante décadas por el FMI y el Banco Mundial a los países con bajos ingresos a cambio de préstamos y ayuda internacional. Constituyen una forma moderna de colonialismo económico que en muchos caos ha diezmado servicios públicos esenciales, frustrado programas de reducción de la pobreza y aumentado la probabilidad de agitación social, violencia sectaria y guerra civil. Al dar prioridad a los reembolsos de los créditos internacionales por encima del bienestar básico de los ciudadanos, estas políticas neoliberales son directamente responsables de crear un flujo constante de “refugiados de la globalización” que buscan una seguridad económica básica en un mundo cada vez más desigual e injusto.
En lugar de señalar con el dedo acusador a los gobiernos por su mala gestión de la economía, la indignación pública en toda Europa se está dirigiendo erróneamente contra un objetivo mucho más fácil: los refugiados de tierras extranjeras, convertidos en cabezas de turco colectivas de la sociedad en un momento de agobiante austeridad. Ya va siendo hora de que la gente, tanto en los países “ricos” como en los “pobres”, reconozca que sus dificultades se derivan de un conjunto paralelo de políticas neoliberales que han dado prioridad a las fuerzas de mercado por encima de las necesidades sociales. Haciendo hincapié en esta causa mutua y fomentando la solidaridad entre los pueblos y las naciones, los ciudadanos pueden empezar a revocar actitudes prejuiciosas y apoyar programas progresistas que tienen como objetivo salvaguardar el bien común de toda la humanidad.
De una cultura bélica a otra de resolución de conflictos
Está asimismo claro que cualquier cambio significativo en la sustancia y dirección de la política económica debe ir de la mano de un cambio espectacular de las agendas de política exterior agresiva que abiertamente se basan en asegurar los intereses nacionales a cualquier coste, como apropiarse de los cada vez más escasos recursos naturales del planeta. En realidad, será imposible abordar las causas fundamentales de la crisis de refugiados hasta que el Reino Unido, EEUU, Francia y otros países de la OTAN acepten plenamente que sus equivocadas políticas exteriores son en gran medida responsables del atolladero actual.
No sólo son responsables muchas potencias occidentales de vender armas a regímenes abusivos en Oriente Medio, sus objetivos de política exterior y ambiciones militares en su conjunto han desplazado a grandes franjas de la población mundial, sobre todo como consecuencia de la ocupación ilegal de Iraq, la guerra en Afganistán y la mal concebida invasión de Libia. La conexión entre las intervenciones militares de los últimos años, la perpetuación del terrorismo y la gravísima situación de los refugiados en todo Oriente Medio y el Norte de África han sido sucintamente explicadas por el profesor Noam Chomsky:
“La invasión anglo-estadounidense de Iraq… fue un golpe casi letal para un país que había sido ya devastado veinte años antes por un ataque militar masivo seguido de unas sanciones prácticamente genocidas impuestas por EEUU y Reino Unido. La invasión desplazó a millones de personas, muchas de las cuales huyeron y fueron absorbidas por los países vecinos, países pobres a los que se abandonó para que de alguna manera se encargaran de digerir los detritus de nuestros crímenes. Uno de los frutos de esa invasión es la monstruosidad del Daesh/EI, que está contribuyendo a agravar la horrenda catástrofe siria. De nuevo, son los países vecinos los que han estado absorbiendo el flujo de refugiados. El segundo mazazo destruyó Libia, convertida hoy en un caos de grupos beligerantes, una base del Estado Islámico, una rica fuente de yihadíes y armas del África Occidental a Oriente Medio y un embudo para el flujo de refugiados procedentes de África.”
Tras esta serie de estúpidas invasiones de las fuerzas de EEUU y de la OTAN, que continúan desestabilizando toda una región, uno podría pensar que las naciones militarmente poderosas aceptarían finalmente la necesidad de un marco de política exterior muy diferente. Los gobiernos no pueden ignorar ya la necesidad imperativa de generar confianza entre las naciones y sustituir la cultura predominante de la guerra por otra de paz y medios no violentos para la resolución de los conflictos. En el futuro inmediato, la prioridad de los Estados debería ser la reducción de la intensidad de las tensiones emergentes de la Guerra Fría y la resolución de la guerra que devasta Siria. Sin embargo este sigue constituyendo un desafío inmenso en un momento en que se favorece la intervención militar por encima del compromiso y la diplomacia, aunque el sentido común y la experiencia nos digan que ese obsoleto enfoque sólo sirve para exacerbar el conflicto violento y no hace sino causar más inestabilidad geopolítica.
Compartiendo la carga, la responsabilidad y los recursos
Teniendo en cuenta la deplorable e inadecuada respuesta de la mayoría de los gobiernos de la UE ante el éxodo global de refugiados hasta el momento, el escenario está preparado para una rápida escalada de la crisis durante este año y más allá. Se espera que alrededor de diez millones de refugiados se pongan en marcha hacia Europa sólo en 2016, y esta cifra es probable que aumente con el crecimiento de la población en los países en desarrollo en las próximas décadas. Pero es el cambio climático el que causará la verdadera emergencia, con niveles de emigración mucho más altos acompañados de inundaciones, sequías y subidas bruscas de los precios globales de los alimentos.
Aunque ignorados en gran medida por políticos y medios dominantes, los seres humanos que escapan de los conflictos están siendo ya eclipsados por los “refugiados medioambientales” desplazados por las graves condiciones ecológicas, cuyas cifras podrían aumentar a 200 millones en el 2050. Está claro que a menos que las naciones persigan de forma colectiva un enfoque radicalmente diferente de gestionar los desplazamientos forzosos, las discordias internacionales y las tensiones sociales continuarán incrementándose y millones de nuevos refugiados serán condenados a vivir en condiciones inhumanas en descomunales campos ubicados en los bordes exteriores de la civilización.
Los fundamentos de una respuesta eficaz y moralmente aceptable a la crisis están ya articulados en la Convención para los Refugiados, que estipula las responsabilidades fundamentales que tienen los Estados con quienes buscan asilo, aunque los gobiernos hayan interpretado erróneamente ese tratado y no lo estén cumpliendo. A corto plazo, es evidente que los gobiernos deben movilizar los recursos necesarios para proporcionar ayuda humanitaria urgente a quienes escapan de la guerra, sin que importe el lugar de donde hayan tenido que huir. Al igual que el Plan Marshall puesto en marcha tras la II Guerra Mundial, una respuesta de emergencia globalmente coordinada ante la crisis de refugiados necesitará de una redistribución significativa de las finanzas de los países más ricos del mundo hacia los más necesitados, redistribución que debería gestionarse sobre la base del “interés propio bien entendido” cuando no de un sentimiento auténtico de compasión y altruismo.
Las intervenciones humanitarias inmediatas tendrían que ir acompañadas de un nuevo sistema más eficaz para administrar la protección a los refugiados de forma acorde con el derecho internacional para los refugiados. En términos simples, tal mecanismo debería coordinarlo una Agencia para los Refugiados de la ONU revitalizada (la ACNUR), que debería asegurarse de que tanto la responsabilidad como los recursos necesarios para proteger a los refugiados se compartan de forma justa entre las naciones. Un mecanismo para compartir tal responsabilidad global debería también significar que los Estados sólo proporcionarán su ayuda en función de su capacidad y circunstancias individuales, lo que impediría que las naciones menos desarrolladas tengan que soportar sobre sus hombros la carga mayor de los refugiados, como sucede en estos momentos.
Aunque la Convención del Estatuto de los Refugiados ha sido firmada por 145 naciones, los responsables políticos de la UE parecen incapaces y están poco dispuestos a mostrar un liderazgo real a la hora de abordar esta o cualquier otra cuestión trasnacional apremiante. No sólo el fracaso ante el tema de los refugiados demuestra el alcance en el que el egoísmo domina el statu quo político en toda la UE, también confirma la sospecha de que la Unión en su conjunto carece cada vez más de conciencia social y que reformarla es una necesidad urgente.
Por suerte, los ciudadanos de a pie les llevan la delantera en esta cuestión fundamental y están poniendo en vergüenza a esos representantes elegidos proporcionando todo el apoyo que pueden a las familias con urgente necesidad de ayuda. Los miles de voluntarios que han acudido a las fronteras europeas están dando la bienvenida a los solicitantes de asilo proporcionándoles los tan necesitados alimentos, refugio y ropas, e incluso organizando servicios de búsqueda y rescate para quienes arriesgan sus vidas en lanchas de goma tras tener que aceptar que trafiquen con ellas. En ningún lugar es más patente este espíritu de compasión y generosidad que en Lesbos y otras islas griegas, donde sus habitantes han sido nominados colectivamente para el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos humanitarios.
Las acciones desinteresadas de estos esforzados voluntarios deberían recordar al mundo que las personas tenemos una responsabilidad y una inclinación natural a servir a los otros en tiempos de necesidad, con independencia de las diferencias de raza, religión y nacionalidad. En lugar de levantar fronteras militarizadas y hacer caso omiso de los llamamientos populares para una respuesta justa y humanitaria a la crisis de refugiados, los gobiernos deberían tomar la iniciativa de estas personas de buena voluntad y dar prioridad a las necesidades de los más vulnerables del mundo por encima de cualquier otra consideración. Para los dirigentes europeos y responsables políticos de todos los países, esta es la respuesta instintivamente humana ante la crisis de refugiados –basada firmemente en el principio de compartir-, y esa es la clave para hacer frente a todo el espectro de interconectados desafíos sociales, económicos y medioambientales del crítico período que tenemos por delante.
Rajesh Makwana es escritor y activista de Share The World’s Resources. Puede contactarse con él en: [email protected]
Fuente: http://www.sharing.org/information-centre/articles/global-refugee-crisis-humanitys-last-call-culture-sharing-and
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión como fuente de la traducción.
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