Empleemos una metáfora. Levantar la bandera de la productividad hoy, en frío, en abstracto, equivale a decir que “vamos a llenar el tanque” antes de sellar el agujero. En la actualidad, nuestra consigna debe ser “eliminar la fuga”. Hablar de llenar el tanque sin eliminar la fuga representa, intencional o involuntariamente, un engaño discursivo al pueblo.
Es cierto que la economía venezolana tiene un fuerte sesgo rentístico. Esto quiere decir que el país capta en el mercado internacional una gran cantidad de valor no producido en Venezuela a través de la explotación del petróleo y su comercialización en el exterior. Actualmente, con el crudo venezolano alrededor de 25 dólares/barril, el costo promedio de su producción en 20 dólares/barril, y la colocación en el mercado internacional de 1.5 millones de barriles/día, el ingreso petrolero neto ronda los 7.5 millones de dólares/día1.
Aun siendo menor que antes, este ingreso representa una suma considerable. Es lógico entonces que en tiempos de crisis el primer paso de un gobierno popular debe ser racionalizar el uso del ingreso para asegurar la subsistencia digna del pueblo trabajador y para garantizar que los más humildes no caigan en la pobreza extrema. Esto es imprescindible porque generar nuevas formas de ingreso a través del incremento y diversificación de la producción --construir un país productivo-- tardaría años en dar resultados.
Racionalizar el uso de la renta petrolera implica: (1) planificar las importaciones, priorizando rubros que aseguren la supervivencia del pueblo --alimentos y medicamentos que no se pueden producir en Venezuela en este momento, materias primas, etc,--, y poner fin a la importación de, por ejemplo, carros privados e institucionales, etc.; (2) eliminar formas de parasitismo de la clase burguesa y grupos privilegiados (burguesía emergente) que son una carga demasiado pesada en tiempos de crisis; y (3) asumir la necesidad de impago o postergación de pagos de la deuda externa2.
En referencia al primer punto, la única forma de racionalizar las importaciones es centralizar y estatizar el proceso y crear un órgano de supervisión popular directa. En cuanto a la segunda meta, eliminar el parasitismo, es imprescindible nacionalizar y centralizar la banca, que no cumple ningún rol productivo y ha tenido ganancias multimillonarias durante la crisis 3 . Así mismo es impostergable la nacionalización de sectores estratégicos de la producción como Alimentos Polar, cuyas enormes ganancias cabalgan sobre importaciones de materias primas fuertemente subsidiadas por el Estado venezolano.
Controlar la renta a través de estas medidas (“eliminar la fuga”) es la única forma de asegurar que el pueblo pueda vivir dignamente durante los próximos meses… y cuando esté asegurada la continuidad de la vida, entonces podremos pensar en desarrollar un nuevo modelo productivo usando como base el excedente recuperado. Coincidiendo con esta perspectiva, el economista uruguayo Rodrigo Alonso argumenta que, en el caso venezolano, “el control del grueso del excedente económico y la renta petrolera en su destino es clave para el impulso de las fuerzas productivas. Solo así será posible orientar el conjunto de los recursos nacionales al desarrollo, sin dilapidar riqueza en el consumo suntuario de la burguesía”.
Todo esto parece cuestión de sentido común y lo es. Sin embargo hay quienes proponen la construcción de un país productivo --con inversión extranjera y con la vieja burguesía estafadora-- sin poner orden en la casa. Este mito se derrumba recordando el Fondo Chino y el desfalco multimillonario que se “escapó por el hueco” en 2012, y la Mesa Económica de 2014, en la que se acordó el otorgamiento de subsidios extraordinarios en divisas y se aprobaron condiciones ventajosas para la producción nacional, con los resultados que todos conocemos.
En la historia de Venezuela encontramos múltiples intentos de estafar al pueblo en lo que atañe a la renta petrolera. Se ha dicho que el petróleo es “de la humanidad”, que es el “excremento del diablo”, que un país “normal” no se enfoca en eso, y, más recientemente, que “todo extractivismo es malo”... todo para restarle importancia, para distraer a los venezolanos, para enajenarles de la riqueza más importante que tienen en lo inmediato.
La consigna “construyamos un país productivo” sin plantear un uso de la renta más justo, más racional, más humano, sería un capítulo adicional en una larga historia que ha separado al pueblo de una riqueza extraordinaria que es suya. Asegurar el control popular real de la renta y del excedente es cuestión de vida o muerte en el futuro próximo del pueblo venezolano y, en consecuencia, es imprescindible para construir un futuro socialista.
1 Según cifras del BCV, en 2014 el 98% de las divisas que entraron a Venezuela fueron producto de la exportación petrolera.
2 La deuda a pagar en 2016 (intereses y capitales), es de aproximadamente 14000 millones de dólares, mientras que los vencimientos de la deuda de PDVSA (deuda que sí se debe pagar, ya que de no hacerse se corre el riesgo de incautación de los activos de la petrolera en el exterior) rondan los 4000 millones de dólares.
3 Por supuesto, cualquier medida contra la corrupción ayudaría, pero “luchar contra la corrupción” en abstracto, sin golpear la banca privada y sin poner fin al caos en el proceso de importaciones que hoy gestiona la burguesía, es también un espejismo.
Chris Gilbert y Cira Pascual Marquina son profesores de estudios políticos en la Universidad Bolivariana de Venezuela.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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