Ya conocemos muy bien todo lo sucedido en Ucrania a partir del Golpe de Estado piloteado por una suerte de troika fascista de bandas armadas como Pravy Sektor o el movimiento Svoboda, que en marzo de 2014 terminó de derrocar a Viktor Yanukovich, para abrirle paso a Petro Poroschenko, el hombre más rico de Ucrania, que había financiado el movimiento que se conocido como Maidam, que desde diciembre de 2013, prácticamente había paralizado Kiev. En mayo de 2014 Poroschenko triunfaría en unas elecciones espurias, tras lo que se lanzó a una guerra contra las regiones del este como Donetsk y Lugansk, que por referéndum habían decidido escindirse de la antigua Ucrania. Una guerra que ha provocado cerca de 10 mil muertos civiles y que ha quedado con un final abierto, demasiado abierto como para creer que este cerca una resolución.
Hungría es otra de las naciones que ha virado violentamente a la derecha cuándo en 2010 llega al cargo de Primer Ministro Viktor Orbán, y de inmediato implementó una serie de medidas para desandar los logros “democráticos” conseguidos desde la caída del bloque socialista.
El partido de Orbán, Fidesz (Unión Cívica Húngara) se había impuesto en las elecciones con cerca del 53% de los votos, lo que le dio respaldo para instaurar un sistema autoritario, teñido de una legalidad muy discutida tanto por agrupaciones políticas y de Derechos Humanos nacionales e internacionales. En estos poco más de cinco años no solo se ha deteriorado gravemente las libertades individuales sino que se ha incitado a acallar las voces de protestas de manera violenta.
La xenofobia, el racismo y las políticas anti inmigrantes se vieron claramente expuestas en la reciente crisis. Orbán inmediatamente ordenó el levantamiento de vallas de cuatro metros de altura a lo largo de 175 kilómetros con Serbia, además de ordenar a la policía y las fuerzas armadas contener a los refugiados que quisieran colarse. Las primeras imágenes de violencia contra los refugiados fueron vistas en territorio húngaro que ha convertido su política anti inmigrante en una marca registrada. Conforme con eso, desoyendo a la Comunidad Europea y a Ángela Merkel, Orbán recibió en Budapest al euro diputado Manfred Weber de la CSU, (Unión Social Cristiana de Baviera) socios de coalición gubernamental alemana, para generar políticas comunes frente a la crisis de los refugiados.
Weber finalmente terminó plantándose frente a Ángela Merkel, a quién ha criticado sus políticas de apertura y le ha exigido actuara en conjunto con Hungría, lo que provocó que el exministro del Interior de Merkel, del partido Social Demócrata, Hans-Peter Friederich, haya calificado la política migratoria de su ex jefa como: “Un error político sin precedentes y de consecuencias devastadoras”.
A la vez el jefe del Gobierno regional bávaro, Horst Seehofer, en el marco de una reunión de parlamentarios de la CSU, se juramentaron con Orbán “dinamitar” la política de asilo que sostenía la canciller alemana, al tiempo que se habían comprometieron a encontrar sustento político para impedir la llegada de más refugiados, no solo a sus países sino que a todo Europa.
Viktor Orbán fue ovacionado cuándo acusó a Merkel de ejercitar el “imperialismo moral” respecto a las cuotas de inmigrantes que la canciller había pedido para todos los países de la Unión Europea. “No importa las decisiones que apruebe Alemania, debe quedar claro que solo serán válidas para Alemania. Hungría no las aceptará”, recalcó el húngaro, conocido como “el capitán que defiende la frontera de Baviera”. Se hizo cargo también de la defensa de las fronteras del espacio Schengen (el espacio común por donde circula libremente toda persona que haya entrado regularmente por una frontera exterior europea o resida en uno de los países que aplican el Convenio). “La situación de los refugiados tiene una dimensión histórica. Debe ser posible frenar la llegada masiva de gente y si no existe un una ley europea, estamos confrontados al caos”.
La postura de Orbán ha ganado en estos últimos meses posiciones frente a Merkel, quien ha debido dar marcha atrás en sus políticas sobre refugiados al igual que el resto de los países europeos que están abandonado sus políticas de fronteras abiertas para los refugiados y vamos viendo como en países de avanzada en los derechos humanos como Dinamarca, Noruega o Suecia, se ponen cada vez más estrictos.
Polonia, una ladrillo más en la pared
El presidente polaco Andrzej Duda, contra todos los pronósticos, resultó electo en mayo pasado con el 51% de los votos en segunda vuelta. Ferviente católico, se ha negado a firmar el Convenio del Consejo de Europa sobre Prevención de la Violencia Contra las Mujeres y la Violencia Doméstica, como también lo hizo como funcionario del Ministerio de Justicia sobre el derecho a la fertilización in-vitro.
El partido de Duda, Ley y Justicia, se comprometió con su electorado a frenar la inmigración, y se ha negado a recibir la cuota asignada de 7 mil refugiados. El partido Ley y Justicia (PiS) está siguiendo a pie juntillas las reformas antidemocráticas que Viktor Orbán aplica en Hungría.
El PiS es el primer partido político en la reciente historia polaca que tiene el control al mismo tiempo de la presidencia de la República, el Gobierno y el Parlamento.
Su amplio dominio le ha permitido aprobar una serie de medidas por las cuales podrá acceder al control del Tribunal Constitucional y a los medios de comunicación públicos, ignorando las advertencias de la Comisión Europea, ente que controla el cumplimiento de los tratados de la UE y las críticas de instituciones internacionales.
Ley y Justicia es un partido católico, ultra conservador, xenófobo, euroescéptico, con sólidas relaciones con Washington, opuesto a las políticas alemanas, de un ferviente anticomunismo, en su más abarcativa acepción, que se impuso en las elecciones legislativas de octubre último. Al igual que el gobierno húngaro quiere limitar los miembros del consejo supervisor independiente.
Es importante recordar aquí el decisivo apoyo que la derecha polaca le brindó a los grupos que se movilizaron para derrocar al presidente ucraniano Viktor Yanukovich, no solo habilitando campos de entrenamiento y hospitales, sino que permitió sin ningún tipo de control se colasen por la frontera polaco-ucraniana cientos de militantes neofascistas europeos para integrase al golpe que terminaría desalojando a Yanukovich y habilitando la llegada de Petro Poroshenko a la presidencia de ese país.
Diferentes organizaciones periodísticas europeas expusieron su preocupación por la suerte de la libertad de prensa en Polonia. Aunque la nueva ley sobre los medios estatales debe ser aprobada la Cámara alta, se cree que pasará sin inconvenientes.
La primera ministra Beata Szydlo, del mismo partido del presidente, ha avalado decisiones criticadas por la oposición y organismos internacionales como la edad jubilatoria que se ha extendido hasta los 67 años. Al tiempo que en contra de las resoluciones de la Unión Europea intenta estatizar el sistema bancario y aplicar medidas de proteccionismo comercial y económico.
Los grupos nacionalistas católicos y la extrema derecha y organizaciones anti migratorias se han movilizado a favor del gobierno, tras las importantes manifestaciones en contra de las decisiones del gobierno, alentadas por la nueva organización política “Comité por la Defensa de la Democracia”, una agrupación de partidos opositores y organizaciones civiles.
El presidente del partido en el gobierno, y uno de los hombres fuertes de la política polaca, Jarosa Kaczynskim, ex primer ministro entre 2006 y 2007, tras la muerte de su hermano gemelo Lech quien era el presidente del país, ha afirmado durante la campaña para las legislativas de octubre que los migrantes traían enfermedades a Europa.
Kaszynski, activo militante del sindicato católico Solidaridad y después jefe de gabinete del presidente Lech Walesa entre 1990 y 1991, en 2006 formó su gobierno en coalición con el partido conservador nacionalista (Autodefensa de la República de Polonia) y otro de extrema derecha ultracatólico (la Liga de las familias polacas), aunque un año después debió renunciar por los profundos desacuerdos con la Unión Europea.
El objetivo del PiS es moralizar Polonia, no solo en lo económico, para lo que prepara una fuerte ajuste fiscal, sino también en lo social.
El nuevo gobierno ha comenzado a implementar medidas para terminar con la libre expresión de la comunidad homosexual y por otra parte “limpiar el país de la élite liberal corrupta” que ha permanecido en el poder desde los últimos 25 años, con un marcado sesgo pro europeo y laico.
Ucrania, Hungría y Polonia está conformado una muralla en el este de Europa, que según las necesidades de Washington podría convertirse en un agudo ariete contra Moscú y de alguna manera también en el fin de la Unión Europea.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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