jueves, 31 de diciembre de 2015

La acumulación de capital en América Latina y la clase obrera.


Rebelion. “La acumulación de capital en América Latina y la clase obrera”
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Aumentar tamaño del texto Disminuir tamaño del texto Partir el texto en columnas Ver como pdf 31-12-2015

Entrevista al economista e historiador Juan Iñigo Carrera (primera parte)
“La acumulación de capital en América Latina y la clase obrera”



Juan Iñigo Carrera, es economista e historiador de la Universidad de Buenos Aires, y director del Centro para la Investigación como Crítica Práctica (CICP). Entre el 5 y 12 de enero se encontrará en Chile, de forma inédita, impartiendo el seminario “El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia” en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, en el marco de las “Jornadas de Crítica de la Economía Política. El Desarrollo Capitalista: Capital, Renta, Clases y Alternativa Política”, organizadas por CISOH.

A continuación presentamos la primera parte de la entrevista realizada al autor con el objetivo de dar a conocer una parte de los contenidos a tratar durante las jornadas.

¿De qué forma caracterizarías la situación actual de América Latina? ¿Cuáles crees que son las principales tendencias económico-políticas?

I: En primer lugar ¿qué forma específica tiene la acumulación de capital en América Latina? Vamos a arrancar señalando que el modo de producción capitalista es la unidad mundial. Hoy, esa unidad mundial es la unidad –llamémosle- primaria. Por otra parte, los distintos procesos nacionales de acumulación, son formas específicas de esa unidad. Con lo cual, la idea de que la unidad mundial toma estas formas nacionales específicas, con distintas determinaciones concretas, se contrapone con la teoría del imperialismo y con la teoría de la dependencia. A qué me refiero con esto; uno históricamente podía encontrar lo que yo llamo los países clásicos, a los cuales se podía caracterizar por la producción de la generalidad de las mercancías, que no quiere decir que no incorporaran mercancías provenientes de otros países y que no vendieran en el mercado mundial, pero lo que aparecía era como que ahí se producía la generalidad de las mercancías.

Aparecía así,en un ámbito nacional, la imagen de la unidad de la acumulación y que esos países clásicos son, en definitiva, en los que arranca el desarrollo del modo de producción capitalista, y que en su desarrollo encuentra territorios donde se pueden producir ciertas mercancías (agrarias, mineras)con una productividad del trabajo particularmente alta. Se pone en movimiento esa producción para abastecer, con esa productividad alta, de medios de producción y de medios de vida para la acumulación de capital de los países clásicos. Uno de los aspectos fundamentales es para el abaratamiento de los medios de vida de la población obrera de esos países y en consecuencia, el aumento de la tasa de plusvalía. En este contexto, es que aparecen “unidades nacionales” que van confluyendo en la constitución de la “unidad mundial”. Lo tomo en particular respecto a América, pero es válido respecto de Asia y África también.

Al ponerse en marcha una productividad del trabajo mucho más alta que la que se puede alcanzar en los países clásicos –haciendo las mismas producciones– se genera una masa de renta diferencial, por momentos una masa de renta de simple monopolio, en donde las mercancías van a estar abaratadas, pero que de todas formas fluye...Esa masa de renta diferencial es plusvalía producida por los obreros del capital industrial de los países clásicos y que fluye hacia los terratenientes de estos nuevos ámbitos. Mientras esos nuevos ámbitos tienen la estructura colonial, quedan dentro de la unidad general, cuando no se puede sostener dicha estructura colonial, se constituyen en ámbitos nacionales de acumulación de capital independientes, especializándose en la producción de estas mercancías, con una productividad del trabajo particularmente alta, con lo cual van a recibir una masa de renta de la tierra también particularmente alta y, al mismo tiempo, su propio desarrollo va a tomar una serie de formas a través de las cuales una parte de esa renta va a volver a los países clásicos.

Uno puede decir esto; Inglaterra se equivocó una vez y engendró un ámbito de acumulación de capital que le paso por arriba, que es el caso de los Estados Unidos que se convirtió en lo que aparecía como el país clásico por excelencia en el siglo XX. Después nunca más se engendró un ámbito nacional con esas características, que son los ámbitos nacionales de América Latina. En el caso de Argentina, lo que hay es una renta de la tierra agraria, de la producción de granos y carnes; en el caso de Chile, la renta del cobre; en el caso de Bolivia fue el estaño en todo un periodo; en el caso del Brasil, tradicionalmente el caso del café, ahora tiene un montón de producciones, todas son producciones primarias en las cuales hay una productividad del trabajo muy alta.

Este es el rasgo de estas formas nacionales específicas que no nacen con la potencia de ser un país clásico, sino que nacen bajo esta forma, y los modos de recuperación de la renta de la tierra por los capitales de los ámbitos nacionales clásicos, son; a través de la generación de una deuda pública externa, con tasas de interés muy alta que se pagan religiosamente. En el caso de la Argentina esto es muy marcado. En una primera fase, además, la entrada de capitales que van a operar en torno a la producción agraria, para el caso de la Argentina en particular, con condiciones sumamente ventajosas, donde la minería históricamente, la tierra, era de propiedad pública, incluso más o menos tardíamente había concesiones, he ahí donde se genera esta clase terrateniente que es la que tiene la representación política del proceso nacional de acumulación de capital en el siglo XIX hasta principios del XX, y que es la que se ocupa de no apropiar íntegramente la renta.

Lo pongo en estos términos; hasta acá yo mencioné dos socios centrales en la apropiación de la renta, la clase terrateniente y los capitales acreedores externos del estado nacional. Aparecen ya en el siglo XIX todas las empresas de servicios públicos con toda una serie de concesiones. Durante el siglo XX lo que cambia de eso es que siguen los terratenientes, siguen los acreedores externos, pero los capitales industriales a los que se les escapaba la plusvalía y que la recuperaban indirectamente para su ámbito nacional (vía endeudamiento, vía las empresas de servicios públicos), lo que hacen es pasar a producir directamente en estos ámbitos nacionales; operando en la pequeña escala del mercado interno con muy baja productividad del trabajo, eso que se llama la sustitución de importaciones, que en realidad el contenido de la sustitución de importaciones no es más que otra forma de extraer plusvalía a los obreros de estos ámbitos nacionales, de la mano con recuperar renta de la tierra. Y las formas de recuperación son a través de distintas modalidades, más directas o indirectas, donde la sobrevaluación de la moneda nacional juega un papel muy grande, por eso hay una sobrevaluación muy fuerte en este momento en la Argentina. En Brasil se le cae la renta, no puede sostener la sobrevaluación; en Argentina se le cae la renta y tiene fuertes problemas para sostener la sobrevaluación. Y estos capitales, además operan tomando lo que -para decirlo en términos simples- es chatarra en sus países de origen, lo que ya no sirve por la escala de la producción, y acá aparece como si fuera la vanguardia técnica, un capital flamante.

Es condición para el desarrollo de ese proceso, cierta escala, la existencia de una masa de pequeños capitales nacionales, lo pongo así; en estos países, todos los capitales que operan son expresión de la negación del desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo, porque el hecho de que la producción agraria vía impuestos, vía cosas que hacen que los precios internos de las mercancías agrarias estén por debajo de los precios del mercado mundial, lleva a restringir la escala de la aplicación intensiva y extensiva del capital sobre la tierra. Y en el sector industrial lo que uno tiene son; i) pequeños capitales que no son portadores del desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social, porque han quedado a la cola de eso y ii) capitales más concentrados del mundo, que lo que traen acá es la chatarra y con eso, en lugar de tener que tirarla y seguir avanzando en la transformación de la materialidad del trabajo, la socialización del trabajo privado, lo vuelven a valorizar como si fuera un capital incluso con tasa de ganancia más alta que la que tienen en sus países de origen. Y como eso viene de un proceso de estrangulamiento, lo que empieza a aparecer fuertemente es la venta de la fuerza de trabajo por debajo del valor. Entonces, cuando uno mira la Argentina, si uno compara el salario promedio de la economía argentina entre el año 74` y hoy; si en el 74` era cien, ahora es cincuenta y algo. Con lo cual, ha caído a la mitad el poder adquisitivo del salario promedio de la clase obrera, empieza a constituirse de este modo una forma de valorización, que ya no es simplemente la extracción de plusvalía normal, no es simplemente la recuperación de la renta de la tierra, además es, abiertamente, la compra de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, siendo todas estas formas la negación del desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social.

A partir de mediados de la década del 70` en particular, en la unidad mundial ocurren una serie de transformaciones que hacen que no existan más los países “clásicos”, porque ya no hay más países que se especialicen en la producción de la generalidad de las mercancías, sino que aparece lo que uno puede llamar una nueva división internacional del trabajo, donde, sobre la base de haber generado en la fase anterior una masa de población sobrante latente de campesinos desplazados de la producción y sobre la base de haber hecho un desarrollo técnico (en donde el eje de ese desarrollo es la computación) y con esto, el desarrollo de las máquinas automatizadas y la robotización, aparece un proceso que contrasta con la fase anterior; uno de fuerte diferenciación en el tipo de fuerza de trabajo que necesita el capital, con una población obrera, por un lado, capaz de hacer un trabajo cada vez más complejo y por otro, una población obrera capaz de realizar un trabajo cada vez más simple, y que entonces, en los países antiguamente clásicos queda la especialización y hacia los países donde estaba la población sobrante latente se desplazan los procesos de trabajo más simplificados.

Con lo cual, cuando hay, por los movimientos de la acumulación mundial, una suba de la masa de renta, estos países están prósperos porque afluye más renta al ámbito nacional. Cuando se corta eso, por el propio movimiento cíclico de la unidad mundial de la acumulación de capital, se entra en una fase de presión y crisis, pero cada fase de auge es más deteriorada que la fase de auge anterior. Entonces, con toda la suba de los precios de las mercancías primarias en el mercado mundial durante la segunda mitad de la década del 2000, es una fase en la cual hay una afluencia adicional de masa de renta de la tierra hacia el ámbito nacional. Los terratenientes van a estar prósperos, pero los capitales industriales van a tener que tomar más de esta renta, entonces va haber una expansión de la producción interna, eso va a implicar una demanda adicional de fuerza de trabajo, con lo cual va a haber una suba de salarios y aumento del empleo en los estados nacionales en los que tiene que regir ese movimiento de la apropiación de la masa adicional de renta, eso es lo que se va a expresar políticamente en lo que (sin ninguna connotación) se conoce como populismo en general. Acá (Argentina) es el peronismo, que aparece como momento de afirmación, de expansión sobre la base de esa autonomía nacional. El Estado tiene que tener una manifiesta presencia en el movimiento de esa renta de la tierra, que, en el caso de la Argentina, hay que poner las retenciones y demás, y es el momento en el cual se paga la deuda pública externa y se paga con los intereses extraordinarios que tiene metido adentro. Ese es el momento en el cual los acreedores externos del estado nacional recuperan no solo su capital, sino parte de la renta de la tierra sobre la base de las tasas de interés muy altas.

Cuando viene la fase de caída de la renta, viene una fase de contracción de la escala con la que operan internamente los capitales, eso va a implicar un aumento del desempleo, caída de salarios e históricamente esto es lo que se ha expresado en las dictaduras militares; cuando venía esa fase, venía la dictadura militar.

Ya no hace falta más la dictadura militar, por las condiciones de deterioro muy fuertes de reproducción que ha ido experimentando la clase obrera. Antes cuando venía una fase de expansión; suba de salarios, multiplicación del empleo, el Estado gestionando la economía, vamos hacia la superación del modo de producción capitalista. Entonces, cuando venía la fase de contracción había que reprimir violentamente todas esas manifestaciones, y eso lo hace la dictadura militar. Cuando viene nuevamente la fase de expansión, la dictadura militar lo único que puede hacer es reprimir, y es un momento en donde el capital necesita expandirse y para hacerlo necesita que haya suba de salarios y la única forma que tiene la suba de salarios es la lucha de la clase obrera en defensa de las condiciones de venta de su fuerza de trabajo. En ese momento la clase obrera tiene fuerza, porque se está expandiendo la acumulación de capital, cuando viene la fase contraria, pierde la fuerza. Cuando se produce toda esta transformación, que yo ubico a partir, muy manifiestamente, de la crisis de mediados de la década del 70, principios de la década del 80, pone fuertemente esta nueva fase de la acumulación de capital en evidencia.

La fase anterior de la acumulación de capital, que en realidad se viene desarrollando desde el siglo XIX en el mundo, se basa en toda una transformación en los atributos productivos de la clase obrera, por eso hay una fuerte reducción de la jornada de trabajo, con una fuerte suba del salario real, especialmente en la segunda mitad del siglo XX, que no quiere decir una disminución de la tasa de plusvalía, ni mucho menos, es aumento en la tasa de plusvalía, pero un aumento de la masa de valores de uso que consume la población obrera, un desarrollo de los procesos educativos, porque esto es lo que necesita el capital, esa es la fuerza de trabajo que necesita. Todas esas transformaciones solo se pueden realizar bajo la forma de la lucha de clases, en la lucha de clases la clase obrera tiene fuerza, porque está expresando todas las transformaciones que el capital necesita. En ese momento son las transformaciones que corresponden a la base técnica, material, que se está desarrollando.

Y el otro proceso que ocurre es, con aspectos distintos, la centralización del capital dentro del ámbito nacional como propiedad directamente social, bajo la forma jurídica de la propiedad del Estado. Entonces, para mí hay una expresión, más cerca de esto, que es la Unión Soviética, donde la centralización de capital es absoluta. Hecha la centralización del capital, hay que ponerlo a funcionar y a producir plusvalía, entonces, ¿quién lo va a gestionar?, el partido político de la clase obrera, que se convierte en un partido burocrático. Entonces, yo no creo en esas cosas llamadas “traiciones”, nada, es la transformación, porque no es la superación del modo de producción capitalista, es la expresión plena dentro de un ámbito nacional del desarrollo del modo de producción capitalista. Era un desarrollo de la acumulación de capital, que muestra todas las potencias que tiene la clase obrera cuando centraliza el capital, porque pasa de ser la economía más atrasada de Europa, a ser la segunda economía mundial, el segundo proceso nacional de acumulación de capital en el mundo, en muy poco tiempo, con las formas brutales que tiene el capital; con desarrollo brutal de la enajenación de la clase obrera, pese a que le pertenece a la propia clase obrera.

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