Hace casi cuatro años, cuando en diciembre de 2011 visité la República Popular China, varios analistas, economistas y medios de comunicación occidentales insistían en que la crisis capitalista mundial afectaría el desempeño de esa nación asiática. En esa ocasión pude comprobar que las previsiones estaban equivocadas.
Cierto que si en 2011 el Producto Interno Bruto (PIB) creció hasta 9,4 %, al cierre de 2015 la cifra será de 7 %. Entre los expertos que preveían ese resultado, esta Zhu Ping, vice jefe de Departamento de Asuntos Exteriores del diario Economic Daily, con quien conversé aquel año en Beijing.
Zhu Ping explicó que el abrupto desarrollo del país se debió a la apertura iniciada en 1978 y la base fundamental fue abrirse al exterior y aprender las experiencias de los países más desarrollados lo que posibilitó ahorrar tiempo para avanzar en la industrialización y las innovaciones con tecnologías propias en todos los sectores.
Un ejemplo de lo que explicaba el interlocutor era que por las diversas ciudades se observaban trenes y numerosos autos confeccionados con tecnologías netamente nacionales lo que también se ha extendido a la aeronáutica, las telecomunicaciones de punta y la rama militar.
Zhu me señaló que se contaba con recursos humanos nacionales de excelencia en las diferentes esferas (universitarios y técnicos superiores) que en 2015 serían 156 millones de personas, y así se continuaría perfeccionando y asimilando nuevas tecnologías para ampliar la demanda interna de sus habitantes.
Se incorporarían capitales a empresas de punta, manufactureras y de la agricultura para alcanzar una economía eficiente, flexible y con soporte fijo. Es decir, aumentar la capacidad adquisitiva de la población era lo fundamental.
A pesar de los inconvenientes de la crisis económica capitalista, ya a finales de 2014, el fondo Monetario Internacional (FMI) declaraba que la economía de China había desplazado a la de Estados Unidos y ocupaba el primer lugar a nivel global, con un PIB de 16,46 % (17,6 billones de dólares) contra un 16,27 % norteamericano (17,4 billones de dólares).
La cifra levemente superior se vuelve relevante ya que de acuerdo al FMI para el 2019 la economía de Beijing será un 20 % mayor que la de Washington, es decir, el PIB del primero será de 26,9 billones y el del segundo de 22,1 billones de dólares.
Cuando ahora muchos se preocupan por la reducción del PIB de China, ya la dirección del país la tenía prevista para mejorar las condiciones de vida de su población.
Las declaraciones de la directora gerente del Fondo, Christine Lagarde durante una asamblea del organismo efectuada a principios de octubre en Lima, fueron muy significativas y realista cuando manifestó: “el frenazo del gigante asiático es un episodio pasajero y manejable, pequeños baches en el camino hacia una economía más orientada al consumo”.
Recientes declaraciones del economista de la Comisión nacional de Desarrollo y Reforma (CNDR), Du Feilun confirman los análisis anteriormente expuestos al decir que el 6,9 % logrado en el tercer trimestre es congruente con el objetivo de crecimiento de China previsto para todo el año que será de 7 %.
Feilum se basa en que importantes indicadores económicos, incluido los de empleo y de precios, muestran tendencias positivas de estabilidad. En los primeros nueve meses del año se crearon 10,66 millones de puestos de trabajo en áreas urbanas que sobrepasan la meta del gobierno para todo 2015 que es de 10 millones.
Otro índice favorable es que el consumo subió con fuerza ante el crecimiento de los ingresos residenciales a un ritmo más rápido que el PIB.
Para Xiao Xiao, integrante de la Comisión nacional de Desarrollo y Reforma, los datos son lógicos y estables pues la economía nacional se encuentra en el proceso de cambiar los antiguos motores del crecimiento por otros nuevos, con un fuerte ímpetu de incremento en los servicios, el consumo y los sectores de alta tecnología, en vez las exportaciones e inversiones.
En los nueve meses transcurridos el valor añadido de los servicios representó el 51,4 % del PIB, 2,3 puntos porcentuales por encima al del mismo periodo de 2014.
De enero a septiembre, la producción industrial subió un 6,2 % interanual y la inversión en activos fijos se elevó un 10,3 %. La inversión en bienes raíces ascendió un 2,6 %, mientras que las ventas minoristas de bienes de consumo se incrementaron 10,5 %.
La industria de alta tecnología remontó un 10,4 % y el gobierno está ampliando la inversión en infraestructuras, incluidas vías de ferrocarril, aeropuertos y tuberías.
Como se observa, pese a los malos augurios, la economía China tiene mucha fuerza y será la de mayor crecimiento entre todos los países industrializados.
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