ocupan Wall Street demandan la aplicación de un impuesto de uno por
ciento sobre todo tipo de transacciones financieras. Esa es una bandera
que se traduce en un mensaje claro. El capital financiero ha
efectivamente dominado las prioridades de política económica en las
últimas tres décadas. Es el progenitor directo de esta crisis, la Gran
Depresión II. Llegó el momento de ajustar cuentas, literalmente.
Según Adbusters.org, grupo que estuvo desde el principio en la ocupación, durante la próxima reunión del G-20 en Francia nuestros líderes
deben aprobar este impuesto. La razón es que ese impuesto reduciría la
velocidad con la que diariamente se mueven 1.3 billones de dólares en el
casino de la economía global. Además, el monto recaudado permitiría
financiar todos los programas sociales y ambientales que pueda usted
imaginar.
En realidad, la magnitud de las transacciones financieras es mucho
mayor. Los datos del Banco de Pagos Internacionales en Basilea indican
que el mercado mundial de divisas rebasa los 4 billones diarios,
lo que representa 5 por ciento del PIB mundial para un año completo.
Eso es equivalente a multiplicar por 34 el valor del flujo mundial de
comercio de bienes. Es también el mejor indicador sobre el grado de
autonomía del sector financiero.
En ese contexto, resulta algo extraño el llamado a nuestros
líderes del G-20. Ciertamente no son nuestros
.
Son los siervos del capital y, en especial, de su fracción financiera.
Pero valga la licencia retórica, con tal de articular alrededor de una
meta clara la diversidad de opiniones y grupos que hoy se aglutinan
alrededor del movimiento Ocupa Wall Street.
La verdad es que el G-20 se reunirá bajo una nube negra. Hace unos
días las agencias calificadoras volvieron a las andanzas. Moody’s
Investors redujo la calificación de la deuda italiana argumentando un incremento material
en el riesgo financiero para países de la eurozona con altos niveles de
endeudamiento. La calificación pasó de Aa2 a A2, un nivel inferior al
de Estonia. Ya el 19 de septiembre, Standard and Poor’s había aplicado
una reducción similar. El efecto inmediato fue el aumento del costo del
financiamiento en los mercados de capital. Para calmar a los mercados
el gobierno italiano ya anunció medidas adicionales de austeridad, lo
que profundizará la recesión (el pronóstico de crecimiento para 2012
bajó de 1.3 a 0.6 por ciento). La recaudación caerá y aumentará el
endeudamiento. Con ese círculo vicioso, Italia estará en el centro de la
crisis europea en los meses que vienen.
Moody’s también anunció que el rango triple A de la deuda
francesa podría verse afectado negativamente si en los próximos tres
meses la factura del rescate de los bancos llega a afectar la postura
fiscal. Como consecuencia el costo del refinanciamiento se disparó. El
primer ministro Fillon, haciendo alarde de conocimientos de economía,
señaló que si el crecimiento del PIB es inferior al pronóstico oficial, se recrudecerán las medidas de austeridad
. Es como si el médico dijera que si la pulmonía persiste, meterán el paciente al refrigerador.
Pero lo sorprendente para los ocupantes de Wall Street es que la
pareja Merkel-Sarkozy llevará la propuesta de un impuesto a las
transacciones financieras al G-20. Este impuesto es muy inferior a uno
por ciento que reclaman los indignados. Aún así, se aplicaría sobre
transacciones en plazas financieras de primer orden, como Londres y
Francfort. Según algunos analistas, aún con una tasa de una décima de
punto porcentual la recaudación podría alcanzar los 40 mil millones de
euros. La tasa se aplicaría sobre todo en transacciones de alta
frecuencia, que aumentan la volatilidad y son las de mayor contenido
especulativo. Es decir, habría mayor recaudación y estabilidad en los
mercados. Pero Estados Unidos e Inglaterra se oponen a esta medida.
Según Geithner y sus colegas de la City éste no es el momento para ahuyentar a los inversionistas
con experimentos de este tipo. Habrá que esperar al G-20 para ver cómo se resuelve este diferendo.
Así que existe una extraña coincidencia entre las propuestas del dúo
Merkel-Sarkozy y los ocupantes de la plaza Liberty Square en Manhattan.
Donde surge una diferencia abismal es en el destino para los recursos
así recaudados. La tasa Tobin se propuso originalmente para echar arena en los engranes de la maquinaria especulativa
. Pero en la propuesta de Merkel-Sarkozy hay un objetivo recaudatorio. ¿Para qué quieren los recursos?
La crisis en Grecia pondrá en jaque a los bancos franceses y
alemanes. Para rescatarlos será necesario echar mano de sumas
astronómicas de dinero. Para evitar desequilibrios en las finanzas de
esos países, se usarían los recursos recaudados por la tasa sobre
transacciones financieras. Nada que ver con los programas sociales y de
mejoramiento ambiental a los que aspiran los ocupantes de Wall Street.
La mejor pancarta en la ocupación de Wall Street dice así: 0 por ciento de interés en la gente
. Exacto, esa es la esencia del orden económico neoliberal.
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