sábado, 11 de enero de 2014

Siria.


Rebelion. ¿Qué hay de nuevo en la guerra siria en vísperas de las negociaciones en Ginebra?

Conversaciones sobre Siria: ¿misión imposible?
¿Qué hay de nuevo en la guerra siria en vísperas de las negociaciones en Ginebra?

Antiimperialista.org

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.


1. El acuerdo sobre las armas químicas sirias, que restablece a Asad como interlocutor de Occidente, supone que no hay intención de derrocarle por medios militares en un futuro inmediato. 2. Acercamiento Irán-EEUU. 3. Avances militares por el lado de Asad. 4 Debilitamiento de la base del apoyo popular a la insurgencia al caer ésta bajo control yihadí. 5. Marginación de las fuerzas militares prooccidentales. 6. Oposición radical de los saudíes a un acuerdo con Irán, puesto de manifiesto en su continuado apoyo al yihadismo. 7. Asad, con el apoyo ruso, reafirma su rechazo a cualquier reforma democrática o compromiso para compartir el poder.

Está fuera de toda duda que Siria es el centro de la conflictividad dentro del sistema mundial. Las fallas sociales, políticas, regionales e internacionales que allí se están cruzando han provocado una inmensa erupción que ha acabado convirtiendo una revuelta popular democrática en una guerra civil sectaria con una masiva implicación extranjera. Y los riesgos son verdaderamente altos, muy altos. Aunque el origen y la base de los acontecimientos han sido los derechos democráticos y sociales de las masas populares, hay también implicada una reestructuración del orden global y regional.

Tratemos de distinguir entre las recientes tendencias emergentes en este conflicto frente a los antecedentes de los preparativos para las conversaciones de Ginebra previstas para este mes de enero.

1. ¿Por qué conversaciones, por qué la solución militar no es sostenible para Washington?

El hecho más evidente es que la principal potencia mundial, EEUU, está buscando y preparando el terreno para un acuerdo político del conflicto armado. Da la impresión de que los costes y riesgos políticos de una guerra interminable son demasiado altos para ellos. Empiezan a buscar un acuerdo, pero no a cualquier coste. Eso implica también que las partes aún no están agotadas y que pueden seguir adelante si no se negocia un compromiso.

Nos enfrentamos a un cambio significativo de la política estadounidense, puesto de manifiesto en el acuerdo de las armas químicas a finales del verano de 2013. En realidad, el acuerdo supuso un vuelco espectacular tras muchos zigzagueos que finalmente conformaron un escenario de victoria de etapa para Asad.

Antes del acuerdo, la política estadounidense era también contradictoria. Por una parte, ha habido una firme y franca renuencia a una intervención militar directa tipo Libia. El régimen de Obama quiere evitar verse arrastrado a guerras inmensas que no puede ganar. Las lecciones de las semiderrotas en Iraq y Afganistán siguen vigentes. Por otra parte, no ayudaron ni a crear ni a mantener fuerzas apoderadas locales a pesar de la debilidad constante de las mismas. Y más importante aún es que Washington dejó vía libre a sus aliados locales de Turquía, Arabia Saudí y el Golfo para que prestaran apoyo militar masivo, conformando también así la rebelión popular a nivel político y convirtiéndola en una insurgencia armada. EEUU y sus aliados confiaban en derrocar de esta forma a Asad, una esperanza que después de al menos dos años ha quedado definitivamente frustrada.

Entonces, de repente, va Washington y aparece con una confusa proyección de poder militar que hasta el momento había excluido. La medida no se ajustaba a la estrategia seguida hasta ese momento. Parecía como si quisieran hacer cumplir su interpretación de las “líneas rojas” auque sin modificar su enfoque político global sobre Siria. Por tanto, Obama parece sentirse aliviado de haber retirado la amenaza militar mediante el acuerdo de desarme químico (con más valor simbólico que militar). Eso significaba aceptar de facto a Asad como interlocutor y, a partir de entonces, abstenerse de la acción militar directa. Un éxito enorme para Asad, cuyo régimen sólo hace pocos días que estaba en su punto más bajo debido a la amenaza de una inminente agresión estadounidense que apenas podía haberse sostenido más allá de unas semanas [1].

Este paso incrementó aún más el dilema estadounidense. Washington no sólo perdió una moneda de cambio de último recurso (el uso de su superior maquinaria militar) sino que también supuso un revés para sus fuerzas sirias aliadas, cuya principal herramienta y esperanza seguía siendo la intervención militar de EEUU. En función de la lógica militarista de la insurgencia, el acuerdo se recibió como una traición, auspiciando un giro masivo hacia el yihadismo. El continuado apoyo de Washington a sus aliados militares sirios (ESL) quedó inutilizado, mientras sus aliados regionales empezaban a reorientar su apoyo y a apostarlo todo a la carta del yihadismo, que finalmente se hizo con el control sobre el terreno a nivel militar.

Pero el yihadismo no es sólo un socio poco fiable para EEUU sino un riesgo de cierta magnitud para ellos que iguala e incluso supera a Asad. En conclusión, EEUU expone su debilidad no dejándoles más opción que un acuerdo político en forma de compromiso. Sin embargo, eso no significa que EEUU vaya a aceptar una derrota total ni que Asad sea lo suficientemente fuerte como para imponer eso.

2. La détente iraní

El acercamiento a Irán es una pieza central de la política exterior del régimen de Obama. Es la consecuencia que se deriva del reconocimiento de las semiderrotas en Iraq y Afganistán. Descartada quedó la idea de un ataque militar contra Irán para conseguir un cambio de régimen junto con los sueños del Imperio Estadounidense. EEUU se decanta por un dominio indirecto sobre el mundo que podría incluir también determinados pasos de alcance hacia el multipolarismo. Por otra parte, puede que este orden estilo-Obama sea posiblemente más sostenible, dada la incapacidad de cualquier otra fuerza para desafiar la superioridad estadounidense y no digamos ya de unirse contra el centro del poder.

Siria es un tema más dentro de la relación occidental con Irán, aunque importante. No deberíamos olvidar que Irán estaba a la cabeza del eje de estados canallas y era el principal reto estatal frente al orden mundial estadounidense. El iniciado acercamiento a Teherán es una condición previa necesaria, aunque no suficiente, para alcanzar un acuerdo sobre Siria.

Por otra parte, no podemos olvidar la oposición masiva de los halcones dentro de las elites estadounidenses así como la de sus aliados globales de ante todo Israel, pero tampoco a Arabia Saudí, que quiere mantener la línea agresiva contra Irán desplegada en las últimas dos décadas [2].

3. Los recientes éxitos militares de Asad

El gobierno alardea de una serie de batallas ganadas que nadie puede negar. Veamos las siguientes razones:

a) La opción táctica de no implicarse en la defensa de un territorio que no es estratégico y dejárselo a un enemigo que es incapaz de defender, utilizarlo y administrarlo adecuadamente fue inteligente. Así evitaron exprimir demasiado a sus agotadas fuerzas y concentrarse en mantener activos estratégicos.

b) El apoyo masivo prestado por tropas extranjeras, sobre todo tropas experimentadas en combate como Hizbollah y los iraníes, y fuerzas menos eficaces como los milicianos chiíes iraquíes.

c) La reorganización sectaria de las tropas, regularizando principalmente a las milicias shabiha en las Fuerzas de Defensa Nacional (FDN) en reflejo del sectarismo sunní. Esto resultó un gran éxito, ya que esta gente defiende “su territorio”. No sólo participan las circunscripciones alauíes sino también las cristianas y las drusas. Pero cuando toque reconquistar el territorio perdido con poblaciones hostiles, es probable que esas tropas no resulten eficaces. Deberíamos aprender una lección del Partido kurdo de la Unión Democrática y sus milicias. A diferencia de cristianos y drusos, estas milicias no están bajo el mando de las fuerzas de Asad sino que mantienen de facto un pacto de no agresión frente a los ataques de los yihadíes. Asad es para ellos el mal menor mientras se abstenga de atacarles. Pero no ayudarán a Asad a ganar territorio o a sobrevivir. Se preocupan sencillamente de su propia supervivencia.

La principal razón de los avances del régimen es, sin embargo, política.

4. El yihadismo secuestra y estrangula la revuelta popular

El yihadismo, y su forma más extrema, el takfirismo [3], es un programa minoritario. Aunque sectores importantes de las clases más bajas han estado siguiendo durante un determinado período de tiempo la lógica militarista de la radicalización militar contra un régimen que está respondiendo a las demandas populares sólo mediante la masacre y la represión sin conceder ningún derecho democrático, muchos están finalmente volviéndoles la espalda a medida que experimentan el gobierno de los yihadíes o incluso de los takfiríes. Otro factor importante tanto de la fortaleza militar como de la debilidad política del yihadismo es la presencia masiva de combatientes extranjeros. El ejemplo de Raqqa, una capital de provincias bajo control del ISIS (siglas en inglés del Estado Islámico de Iraq y Siria), proporciona lecciones emblemáticas. Los informes que llegan de allí indican un régimen islámico extremista que no sólo está aterrorizando a las minorías confesionales sino también alienándose de la mayoría y suprimiendo incluso a otras fuerzas yihadíes por medios armados. En caso de que se produzca un contraataque de las fuerzas de Asad, es posible que una buena proporción de la gente que allí quede considere a su viejo enemigo como un mal menor con tal de librarse de los takfiríes.

Aunque sería engañoso pensar que la insurgencia está impuesta desde fuera como defiende la narrativa del régimen, hay efectivamente una tendencia a la expropiación militar y política de lo que originalmente fue un levantamiento popular democrático. En primer lugar, la militarización fue una respuesta a la represión militar por parte del régimen. Algo de cosecha propia aunque con ayuda del exterior. Se destruyeron todos los frenos políticos, tanto por parte del bando de Asad como de los patrocinadores extranjeros de la rebelión. Dentro del espectro islámico, nadie estaba dispuesto ni podía detener esta dialéctica, ni siquiera las fuerzas izquierdistas y laicas aliadas con Occidente. Las fuerzas izquierdistas y democráticas antioccidentales habían sido marginadas y expulsadas antes.

En estos momentos, el yihadismo se ha hecho con el dominio e intenta silenciar el levantamiento popular democrático. Lo que en primera instancia parecía proporcionar fortaleza militar acercándose al equilibrio de fuerzas con el régimen, está ahora convirtiéndose en desventaja. Siguiendo su lógica militarista, los yihadíes querían superar el carácter asimétrico descuidando la base del apoyo militar. Pero esta base popular y el carácter asimétrico del conflicto eran la principal virtud de la insurgencia contra un enemigo superior al menos en términos militares. De esta forma han ido destruyendo su principal activo. Esta es la razón más profunda de por qué están a punto de sufrir una serie de derrotas.

5. El Ejército Sirio Libre se desvanece

La captura de un almacén del ESL por las fuerzas yihadíes en el estratégico cruce de frontera de Bab el Hawa a principios de diciembre de 2013 es de importancia emblemática. Ante la amenaza del ISIS, el ESL considera a la coalición yihadí anti-ISIS (Frente Islámico) como el mal menor. Frente a la expansión del takfirismo, se alían con el yihadismo y ceden frente a él. Esto se acerca a una disolución en toda regla de las fuerzas militares prooccidentales. La rivalidad interna se da ahora sobre todo entre el yihadismo y el takfirismo, aunque intentan evitar una confrontación armada a gran escala. Hemos visto antes las razones del colapso de las más moderadas fuerzas vinculadas con Occidente:

a) Retirada de la amenaza militar estadounidense, que era una de las principales herramientas del ESL, considerada por éste como una traición.

b) La lógica militarista tiende hacia los yihadíes y los takfiríes, más eficaces a nivel militar, contra un régimen totalmente intransigente que no está dispuesto a llegar a compromiso alguno.

c) También las fuerzas prooccidentales del ESL y sus representantes políticos han considerado la solución negociada como una forma de capitulación, ayudados por el hecho de que no hay signo alguno que indique predisposición a llegar un compromiso por parte del régimen. Esto va ligado a un error de cálculo de la relación de fuerzas que tiene que ver con no haber comprendido bien el poder divisivo del sectarismo.

d) Cuando EEUU cambió su línea respecto a Irán y volvió a tomar en consideración Ginebra, los saudíes y sus aliados del Golfo volvieron a dirigir sus apoyos al frente yihadí, oponiéndose a cualquier compromiso con Irán y Asad.

Ciertamente, hay también un problema más general en la cultura del Islam político y sus aliados, no sólo en el liderazgo político sino también de arriba abajo dentro de su electorado. Creen que, en virtud del Islam, están representando al pueblo y que no hay necesidad de ganarse políticamente a las masas ni de establecer un consenso. Consideran el régimen de Asad sólo en términos morales/criminales o militares y no comprenden a nivel político el continuado apoyo de que disfruta entre ciertos sectores de la población y no sólo entre las minorías confesionales. Esta mentalidad puede interpretar las negociaciones sólo como formas diversas de capitulación y no como un medio político para convencer a la mayoría (como muchos movimientos guerrilleros de izquierdas intentaron hacer). Son incapaces de reconocer que un estancamiento militar sólo puede superarse políticamente teniendo también en cuenta un retroceso en términos militares.

6. Obstrucción sistemática saudí a cualquier tipo de acuerdo

Los saudíes siguen oponiéndose a cualquier acuerdo con Irán y por tanto también con el régimen de Asad. Por esta razón, han proclamado su firme desacuerdo con la línea emprendida por EEUU tras el acuerdo de las armas químicas.

Han intensificado su campaña contra las negociaciones de Ginebra y prestado apoyo masivo a los yihadíes a la vez que han dejado secos los flujos hacia las fuerzas con etiqueta del ESL provocando su colapso.

También quieren debilitar a todas las fuerzas relacionadas con la Hermandad Musulmana (HM), que provee el núcleo de la representación política de la oposición en forma del Consejo Nacional y, en un sentido más amplio, de la Coalición Nacional. Esta última se ha fundado a su vez con intervención estadounidense a fin de disminuir la influencia de la HM y hacerles aceptar las negociaciones, al menos en principio. La Hermandad, con su poderoso potencial de masas por todo el mundo árabe e islámico, es un peligro para la monarquía saudí. Por tanto, los saudíes apoyaron también el golpe de Estado en Egipto en su contra.

EEUU tendrá problemas por descuidar las presiones ejercidas por Riad. A estas alturas hay ya ciertas vacilaciones respecto a la distensión con Irán que pueden poner de nuevo en peligro los intentos de Ginebra.

Por el momento, no parece posible ningún acuerdo, ni compromiso ni equilibrio entre Teherán y Riad. Y ese es uno de los principales impulsos propulsores de la guerra siria. Tampoco EEUU tiene solución alguna a mano, aunque lo deseara.

7. Torbellino en Turquía respecto a Siria

Turquía es el principal actor extranjero en la arena siria. Es mucho más importante que Arabia Saudí y no digamos Qatar. Su deriva no proviene del celo antiiraní como es el caso de Riad. Turquía, con el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), quería convertirse en el modelo a seguir y en el líder de toda la región (denominado neo-otomanismo) combinando Islam, democracia, capitalismo y “cero problemas” con los vecinos más diversos. Erdogan había sido incluso el arquitecto de las amistosas relaciones con Asad, aplastando así a su enemigo interno más peligroso, el PKK kurdo.

La precipitada elección de Erdogan de derrocar a Asad a cualquier coste fue producto de una sobreestimación grandiosa de su influencia y del poder del Islam político del AKP y de la marca de la Hermandad. Su error de cálculo sobre Siria está a punto de volverse contraproducente y de provocar a su vez el colapso de su propio modelo.

El AKP triunfó debido también a que Erdogan emprendió una democratización general aunque sin tocar la autonomía cultural del laicismo kemalista. De esa forma, se aseguró el apoyo de importantes sectores de las clases medias urbanas laicas liberales, aislando al kemalismo militarista y sus viejas elites. Sólo rompió esta coalición ganadora en casa forzado por el enfrentamiento general entre Islam político y el laicismo en Egipto y Siria. El resultado es el conflicto del parque Gezi [4] y su giro hacia el enfrentamiento cultural estilo HM egipcia. Provocó también la aparición del comunalismo aleví en Turquía, que se sitúa del lado de Asad [5].

La posición de Erdogan respecto a Siria llevó también al deterioro de las relaciones con todos sus vecinos, sobre todo con Irán, pero también con Rusia, Arabia Saudí y finalmente Egipto.

Por último, la rama siria del PKK ganó una influencia y poder sin precedentes, incrementando también su capacidad de apalancamiento dentro de Turquía. El intento de Erdogan de solucionar la cuestión kurda puenteando y marginando al PKK parece también estar en las últimas.

El resultado es la resurrección del kemalismo, que parecía estar antes moribundo, a través de la agenda siria.

Finalmente, Erdogan intenta cautelosamente volverse atrás con Irán vía Bagdad y también con Rusia. Desde luego, evitará perder los estribos como los saudíes pero su margen de movimiento es limitado porque está atrapado en un dilema. Por una parte, está bajo presión de su propio electorado islamista a quien prometió una victoria en Siria que es incapaz de conseguir (y hay quien considera también esa promesa como un llamamiento a la lucha cultural, por tanto a una radicalización interna turca). Por otra parte, tenemos el poderoso movimiento Gülen, que ni apoya su agenda siria ni su impuesto enfrentamiento cultural. Por tanto, la falla pasa justo por su propia casa.

Lo último, pero no menos importante, es que el ascenso de Erdogan se ha basado en el milagro capitalista de Turquía. Aunque, sobre todo tras la crisis financiera de 2007/2008, se ha basado en uno de los mayores déficits en cuentas corrientes de todos los “mercados emergentes”, creando una dependencia masiva del tristemente célebre capital especulativo y del programa de flexibilización cuantitativa que la Reserva Federal estadounidense le proporcione. Tan pronto como se reduzcan las inyecciones de liquidez, Turquía agotará su capital. Será difícil evitar un colapso económico que eclipsará el de 2001, que desencadenó la desaparición de las viejas elites llevando finalmente a Erdogan al poder.

Por tanto, a medio plazo no puede excluirse que el régimen del AKP caiga a causa de la cuestión siria. Erdogan quería rematar su edificio con Siria. Ahora podría convertirse en su lápida mortuoria.

De momento, Turquía continúa apoyando a la insurgencia, incluyendo su ala yihadí, y su renuencia hacia el proyecto de Ginebra evoluciona hacia un compromiso. No puede atacarlo ya abiertamente y debe incorporarse de forma tácita a los esfuerzos estadounidenses. Este es otro indicador de la alterada relación de fuerzas.

8. Los errores de cálculo del régimen y de Rusia

El grupo de Asad, así como Siria, sienten la marea cambiante y se ven como los ganadores finales. La “solución de seguridad”, la línea dura aplastando el movimiento democrático popular e inflando el fundamentalismo islámico, parece haber resultado eficaz. Algunos han denominado apropiadamente a la camarilla dominante con el término francés “jusquauboutiste”, que significa dispuesto a llegar hasta el final, a morir con las botas puestas.

En realidad, actualmente se dan una serie de factores que pueden favorecer su supervivencia: la debilidad de la línea estadounidense, el impulso militar perdido de la insurgencia y la aparición real del monstruo yihadí, un monstruo que trataron de representar y de inflar desde el principio mismo para evitar la descomposición de su electorado ante el atractivo de las demandas sociales y democráticas de las clases bajas.

Si hoy dejaran de pedir la capitulación y tendieran la mano a las fuerzas democráticas de izquierdas y al islamismo moderado y también a los combatientes afiliados para compartir la ingeniería del poder, podrían asegurar su supervivencia, no como monarquía cuasi absoluta sino como una representación sectaria reforzada por cierto tipo de laicismo autoritario, entre otras cosas. Si comprendieran la posibilidad política de dividir el islamismo cediendo parcialmente ante las demandas democráticas originales e integrando a la Hermandad Musulmana o sustitutos en el sistema, podrían finalmente aislar y derrotar al yihadismo incluso con el apoyo tácito de EEUU. Esta puede ser una variante de Ginebra.

Podría significar una especie de semipartición sobre la base del actual control territorial, reflejando también la ya realizada limpieza sectaria. Pero, a nivel formal, Siria se mantendría unida también como expresión de compromiso.

Sin embargo, no hay señales de que el grupo de Asad esté contemplando embarcarse en tal misión de rescate. Ni tampoco ha habido en su historia una línea en ese sentido. Lo más probable es que continúen apostándolo todo a la carta militar y a la victoria total, que no van a conseguir nunca. Su bloque político, social y confesional es decididamente demasiado pequeño para eso si no se emprenden esfuerzos para ganarse políticamente a los estratos de clases medias y bajas, que originalmente se pusieron originalmente del lado de la rebelión pero que abandonaron a causa de la radicalización del islamismo. (Ese paso incluye necesariamente aceptar el Islam político sunní como interlocutor, algo que hasta ahora el Baaz ha rechazado completamente). Por su parte, Rusia no parece hacer nada para que despierten de su arrogancia.

El grupo de Asad va todavía en el asiento del conductor del conflicto y es ante todo responsabilidad suya dar el primer paso para un acuerdo político negociado. En contra de su narrativa de la intervención extranjera, son todavía ellos quienes tienen en su mano la llave política para acabar o continuar la guerra civil que está devastando a la sociedad siria. En el peor de los escenarios, la guerra podría seguir durante años porque las partes están lejos del agotamiento.

9. La esperanza o qué pasa con los demócratas revolucionarios

No deberíamos olvidar que el Apocalipsis actual comenzó como un auténtico movimiento popular por la democracia y los derechos sociales, de forma análoga a lo sucedido en Egipto y Túnez. Por tanto, ¿por qué se ha marginado a los demócratas revolucionarios? ¿Cometieron errores graves como en Egipto? ¿Les queda todavía algún papel por jugar? ¿De qué forma puede ejercerse la solidaridad antiimperialista desde el exterior a favor de los derechos de las clases bajas? [6].

Creemos que entre Escila y Caribdis, entre la espada y la pared, no queda mucho espacio. Hay fundamentalmente dos opciones, con escasas posibilidades cada una:

a) La línea de Hayat al Tansiq (Órgano de Coordinación Nacional para el Cambio Democrático), que es la principal expresión de la izquierda histórica, que se basa en el pacifismo y en los tres noes: no a la intervención extranjera, no al sectarismo y no a la guerra civil. Dada la reacción extremadamente represora del régimen, la reciprocidad por el lado islámico produjo una espiral de militarización contra la que no disponían de medios. Era imposible argumentar en contra de la autodefensa armada y además era muy difícil trazar una línea clara hasta la acción militar que no llevara innecesariamente a la militarización.

b) Que otros se unieran o apoyaran la lucha armada. Ha sido casi imposible separar esto sin jugar con la proyección del poder estadounidense para derrocar a Asad, porque hubiera ido contra la lógica militar. Y sólo podrían conseguir un papel marginal. La dependencia material y política de Occidente y los recuerdos de la lucha armada de las potencias regionales son demasiado importantes.

Si bien no es impensable, una línea intermedia sería una lucha en múltiples frentes imposible de ganar.

Dadas estas condiciones adversas entre un régimen capitalista sectario y extremadamente opresor de las masas populares que cuenta con el apoyo de Rusia e Irán por un lado, y de una insurgencia islamista incluso más sectaria que está apoyada por las potencias regionales más reaccionarias apoyadas por EEUU por el otro, un acuerdo negociado es claramente el mal menor. Debe quedar claro que no va a significar una victoria de la revuelta popular sino un compromiso entre tiburones y lobos, los culpables de la matanza, las potencias globales y regionales.

También significará de facto una partición en líneas sectarias no muy alejada de lo que el colonialismo francés concibió en otra época. Pero esto sigue siendo mejor que la continuación de esta guerra civil que profundizará aún más la brecha sectaria y que ninguna parte puede ganar. Sólo un alto el fuego, una desescalada militar, dará un respiro a las fuerzas democráticas revolucionarias. El objetivo es presionar para alcanzar este acuerdo negociado y tratar de conseguir todo cuanto se pueda de las originales demandas sociales y democráticas. Aunque las fuerzas democráticas populares hayan sido en gran medida silenciadas y despojadas de cualquier expresión, allí continúan. Muchos valientes activistas siguen haciendo posible lo imposible. Si las condiciones cambian, podrían resurgir reconstruyendo la articulación política de todo un sector de la sociedad.

10. ¿Ginebra?

Es difícil, y secundario, predecir si las negociaciones tendrán lugar en las fechas previstas o en cualquier otro momento cercano. Lo que es decisivo es que se redacte un acuerdo para compartir el poder en forma de gobierno de transición donde el régimen ceda parcialmente poder para convertirse en uno de los actores, entre otros. Por el momento, no hay señal alguna en tal sentido por parte del gobierno o por parte de Rusia.

Es al mismo tiempo verdad que desde el lado de la oposición se ha rechazado también llegar a tal compromiso. Pero son los mismos EEUU, tras el acuerdo de las armas químicas, quienes les obligan a ir hacia la mesa de negociaciones y por tanto a garantizar su disposición a llegar a un acuerdo. Van a tener que aceptarlo porque son la parte débil. Ciertamente, es de esperar una fuerte oposición por parte de los yihadíes y del bloque saudí. Pero si las concesiones de Asad fueran lo suficientemente importantes, el yihadismo no podría arruinar un acuerdo que cuente con un sólido apoyo de la sociedad.

Es obvio que en última instancia todo se condensa y culmina en el simbolismo de Asad como persona. Mientras se aferre al poder absoluto, y no da señales de estar dispuesto a retirarse (aunque parcialmente pudiera concebirse), será imposible el acuerdo y la guerra seguirá arrasándolo todo. No obstante, teniendo en cuenta las condiciones y circunstancias actuales, es poco probable que se produzcan negociaciones serias que puedan dar resultados fructíferos en forma de un compromiso para compartir el poder en un futuro próximo.

 

Notas

[1] Véase análisis tras el acuerdo alcanzado respecto a las armas químicas:

www.antiimperialista.org/syria_negotiate_transition_govt

[2] Véase análisis sobre preacuerdo EEUU-Irán:

www.antiimperialista.org/Iran_nuclear_deal

[3] Takfir postula que el resto de los musulmanes son infieles. A nivel político, esto justifica que se emprenda la guerra incluso contra grupos rivales muy parecidos.

[4] Véase “Gezi park: between democracy and Kemalism”: www.antiimperialista.org/gezi_park

[5] Véase “Revolutionaries and Alevis”: www.antiimperialista.org/de/node/244329

[6] International Initiative for a Political Solution in Syria: www.peaceinsyria.org


Fuente original: http://www.antiimperialista.org/geneva_ahead


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