lunes, 13 de enero de 2014

La posmodernidad.


Rebelion. “No hay relato más totalizante, cerrado y autoritario que el del libremercado y su confusión de la libertad en general con la libertad de comprarlo y venderlo todo.”
Portada :: Cultura
Aumentar tamaño del texto Disminuir tamaño del texto Partir el texto en columnas Ver como pdf 13-01-2014

Entrevista a Luis Martín-Cabrera sobre la vida político-cultural norteamericana (I)
“No hay relato más totalizante, cerrado y autoritario que el del libremercado y su confusión de la libertad en general con la libertad de comprarlo y venderlo todo.”



Estudiante de doctorado en el departamento de castellano de la Universidad de Yale, militante del sindicato de estudiantes de doctorado GESO, Luis Martín-Cabrera no pudo permanecer en Yale por su actividad sindical y por sus afinidades marxistas. Tuvo que finalizar su tesis en la Universidad de Michigan, donde, por supuesto, siguió siendo militante del sindicato de estudiantes, GEO, y del de profesores contratados, LEO.

Actualmente es profesor del departamento de Literatura la Universidad de California, San Diego, uno de los pocos focos de marxismo vivo en el país de H. Zinn. Como él mismo suele señalar, L. Martín-Cabrera tiene el inmenso privilegio de que allí, donde ahora trabaja, le hayan precedido pensadores y activistas como Herbert Marcuse, Carlos Blanco Aguinaga o Angela Davis. Mejor atalaya para su visión crítica, insumisa y libre no es concebible.

***

En el ámbito de la crítica literaria, de los estudios culturales, ¿cómo podemos definir o acotar el concepto de postmodernismo?

Es una pregunta muy difícil de contestar en una entrevista como esta, pero si tuviera que partir de algún sitio partiría de la lectura y la recepción de un libro de Jean Francois Lyotard: La condición postmoderna.

De acuerdo, un excelente inicio.

Lyotard fue profesor del Departamento de Francés de la Universidad de Emory, en Atlanta, y desde ahí ejerció una importancia decisiva en los departamentos de literatura de todo el país y por extensión de otras partes. La tesis central del libro de Lyotard es que la modernidad, como expresión de la organización de cierta racionalidad capitalista surgida de la Ilustración, tendía a producir grandes relatos cerrados y totalizantes. Las grandes ideologías del siglo XX, el comunismo y el fascismo, serían en este sentido intentos de explicar el mundo en su totalidad a partir de grandes narrativas donde ninguna pieza quedaría fuera del mapa del conocimiento. Desde este prisma conceptual, por ejemplo, se tendía a criticar que Marx tratara de explicar la “totalidad” de las relaciones sociales dentro del capitalismo sin entender que el capitalismo nunca puede capturar completamente las relaciones sociales de ninguna sociedad (por ese lado han ido, por ejemplo, Negri Y Hardt y su reflexión sobre el procomún o el trabajo inmaterial) o explicar la emancipación únicamente como resultado de una visión escatológica de la historia cuyo fin teleológico es la marcha del proletariado hacia la superación del capitalismo.

No te quiero interrumpir pero más tarde te pregunto sobre esto que acabas de señalar.

Y aquí es donde empiezan los primeros escamoteos teóricos y la fusión de un cierto pensamiento francés con las ideologías del final de la historia y el final de las ideologías en la academia norteamericana. Se puede estar o no de acuerdo con Lyotard en su crítica a los relatos emancipatorios de la Ilustración, pero lo que no se puede hacer, como de hecho sucedía en los años noventa, es sacar al liberalismo de los grandes relatos emancipatorios de la modernidad, porque de ese modo lo que sucedía es que se deconstruían sistemáticamente las supuestas fallas del marxismo y del fascismo y quedaban intactas la estructura del capitalismo y de la ideología liberal que lo justifica y lo naturaliza. Todo esto además se mezclaba con el auge y el prestigio de la teoría de los totalitarismos de Hannah Arendt que lo mismo servía para desarmar la violencia genocida de Pinochet que para decretar el final del comunismo en Cuba.

Por eso, en los años noventa, cuando era estudiante de doctorado en lugares como Emory, Yale o Michigan, no me cansaba de preguntar ¿Por qué decimos postmodernidad, postmarxismo, postestructuralismo y, sin embargo, no decimos postliberalismo sino neoliberalismo?

Excelente pregunta. Magnífica.

En el lenguaje estaba la trampa, porque no hay relato más totalizante, cerrado y autoritario que el del libremercado y su confusión de la libertad en general con la libertad de comprarlo y venderlo todo. Si hay un metarrelato cerrado y totalizante es el de las ficciones del capitalismo y, sin embargo, de esto se hablaba más bien poco.

Ahora bien, esta ruptura epistemológica de los grandes relatos emancipatorios de la modernidad sí permitió que se vieran algunas cosas que quedaban subsumidas o eran menos visibles bajo la categoría marxista de proletariado y la noción concomitante de “lucha de clases” como, por ejemplo, las narrativas de mujeres, la literatura gay y queer, los relatos de sujetos racializados o las formas de opresión y violencia que surgían por fuera del estado en la escuela o la prisión. La trampa otra vez fue pensar que la noción de clase quedaba obsoleta y no entender que la cuestión era y es abordar la interrelación entre distintos modos de opresión que, de todas maneras, se originan con y por el modo de producción capitalista y los proyectos coloniales que lo alimentan.

En este sentido quién mejor entendió este legado de la postmodernidad es el Subcomandante Marcos.

 

¿De verdad lo dices?

De verdad lo digo. En toda su producción discursiva se puede leer el choque productivo entre el Marxismo y las epistemologías de los pueblos indígenas de Chiapas. El sujeto de la historia ya no es el proletariado en las crónicas de Marcos, sino que son todos los excluidos del sistema neoliberal, los de abajo frente a los de arriba: los indígenas, las mujeres, los homosexuales, los estudiantes, los pobres, los trabajadores, las trabajadoras… La máscara fue una manera de hacer visible la invisibilidad de todos los excluidos y de dar cuenta de una multiplicidad heterogénea de relatos, pero que, lejos de disolverse en el final de las ideologías o de la historia, eran una manera de recomenzar la lucha contra el capitalismo y el imperialismo dando cuenta de ciertas complejidades. En este sentido, Marcos podría ser considerado un guerrillero postmoderno, pero por esto más que por usar una computadora.

Dos peguntas en una a raíz de esta última respuesta. ¿Nos explicas qué es eso de Negri Y Hardt y su reflexión sobre el procomún o el trabajo inmaterial? Una cuestión más. Has hablado de Arendt y Los orígenes del totalitarismo. ¿Por qué crees que su filosofía ha tenido la enorme influencia que ha tenido y sigue teniendo en Estados Unidos? ¿Nunca ha estado afectada por el caso Heidegger?

Sobre Negri y Hardt, lo que ellos proponen son dos cosas: que el Capital nunca puede someter del todo al trabajo, que siempre hay energía creativa (el trabajo dionisiaco) que se escapa al aparato de captura del Capital y que ésta tendencia se ha exacerbado durante el postfordistmo. Esto es así, según Negri y Hardt, porque la forma de trabajo en el postfordismo es fundamentalmente inmaterial y afectiva. Negri y Hardt no dicen que haya desaparecido el trabajo material en el Tercer Mundo, sino más bien que el trabajo inmaterial es hoy la forma cualitativamente hegemónica de trabajo. Según ellos el Capital es cada vez menos capaz de controlar el proceso de producción y las llamadas “externalidades positivas”, lo “común” aparece como ese territorio de producción inmaterial (i.e. la gente que escribe entradas de Wikipedia) que cada vez crecerá más y acabará por sepultar al capitalismo en sus propias contradicciones.

Múltiples problemas con todo esto. Tengo una critica más elaborada en este ensayo: "The Potentiality of the Commons: A Materialist Critique of Cognitive Capitalism from the Cyberbracer@s to the "Ley Sinde" (se puede descargar aquí http://humctr.ucsd.edu/mobilecommons/suggested-readings/ ), pero básicamente yo estoy mucho más de acuerdo con la perspectiva feminista de Silvia Federicci, porque es mucho más consciente de que ese trabajo afectivo, material e inmaterial lo hacen las mujeres, en general, y las mujeres de Sur Global, en particular. El otro ángulo de mi crítica lo fundamento en el trabajo de compañeras ecologistas como Yayo Herrero, que nos han mostrado la absoluta dependencia que tenemos de los procesos de producción material y de la extracción de recursos limitados para general un crecimiento exponencialmente ilimitado y que nos condena a cierto Apocalipsis ecológico. Negri y Hardt participan de esta fantasía del trabajo inmaterial y el crecimiento ilimitado. Como me decía Constantino Bértolo una vez, es como si creyeran que las sardinas se meten solas en la lata, o como si no nos diéramos cuenta que para hacer trabajo inmaterial delante de una computadora hace falta extraer toneladas de materiales y de trabajo esclavo en las fábricas de Foxcom de China o de cualquier otra periferia de los centros de modernización.

Además como el capitalismo se va a terminar solo exacerbando sus contradicciones, no hace falta militar ni luchar, solo esperar a que el Capital deje de dominar las externalidades positivas y surja lo común. Es voluntarismo teórico de academia; de las barricadas y de lo que cuesta levantar resistencias, saben poco, yo creo.

En cuanto Arendt

No, no la salpica nada de Heidegger, por lo que te decía, su teoría de los totalitarismos es extremadamente útil, es como la teoría de los dos demonios en Argentina o España, está el demonio de derechas (Hitler) y el demonio de izquierdas (Stalin) y el capitalismo beatífico en el medio de árbitro. Claro que Arendt es más complicada y que el capítulo sobre gente sin estado, por ejemplo, ofrece cosas interesantes, pero así es como se lee y, por eso, yo creo que el libro de Losurdo sobre Stalin…

 

El que editó en España la editorial de El Viejo Topo…

Exacto. Aunque no este de acuerdo con todo, es importante porque ha venido a remover un poco las aguas estancadas de la teoría del totalitarismo.

 

Cojo el hilo de nuevo. ¿Tiene importancia esta corriente, esta enorme tendencia filosófico-cultural en los departamentos de estudios culturales de las universidades norteamericanas?

No creo que nadie se identifique en este momento con el pensamiento postmoderno en los departamentos de humanidades de las universidades norteamericanas. En las tres grandes conferencias de literatura a las que he asistido con cierta regularidad en los últimos años –el MLA (Modern Language Association), LASA (Latin American Association) y ACLA (Association of Comparative Literatures)— no recuerdo el título de ninguna conferencia que hiciera referencia siquiera tangencialmente al debate sobre la postmodernidad. Esto es así en parte porque el pensamiento postmoderno quedó circunscrito a los años noventa y en parte porque la postmodernidad en la academia ha engendrado corrientes teóricas muy disímiles entre sí .

¿Nos das cuenta de ellas?

A grandes rasgos podríamos decir que de la postmodernidad ha engendrado una escuela de pensamiento postestructuralista muy vinculada en los años ochenta al debate sobre la muerte del sujeto y a la deconstrucción como práctica de lectura. Esta corriente surge en Yale de la mano de Paul de Man que es quien introduce el pensamiento de Derrida y otros pensadores franceses en los departamentos de literatura . El libro On deconstruction de Jonathan Culler, un profesor de la Universidad de Cornell, resume bien esta tendencia. La segunda corriente sería el pensamiento postcolonial cuyos tres máximos exponentes serían Homi Babha, Gayatry Spivak y Edward Said. A partir de una canibalización de la teoría francesa –Foucault en el caso de Said, Derrida en el de Spivak y Bhabha— estos intelectuales del tercer mundo cuestionan desde el privilegio de la academia norteamericana el occidentalismo tácito que permea tanto la historiografía como el estudio de la literatura y de la cultura. Y finalmente, habría una tercera tendencia que tendría que ver con los estudios de género y sexualidad. A la sombra de la ruptura de las grandes narrativas que mencionábamos antes y a partir de la lectura crítica que hacen de Foucault y del psicoanálisis lacaniano surgen toda una serie de estudios que complejizan el feminismo de primera y segunda ola y los modos en que éstos reproducen cierta matriz heteropatriarcal blanca o para decirlo de manera más simple los modos en que invisibilizan las palpables diferencias entre una mujer blanca burguesa y una mujer afroamericana pobre y lesbiana. Sin duda los dos libros más emblemáticos de esta tendencia sería Gender Troubled de Judith Butler y Borderlands/la frontera de Gloria Anzaldúa.

Habría que decir también que a la sombra de estos debates quedan, por ejemplo, la cuestión del testimonio como género en América Latina (por ejemplo, la inclusión o no de Rigoberta Menchú en los planes de estudio y las discusiones que generó en Stanford) o los estudios críticos de raza y los Estudios Chicanos que por su propia trayectoria histórica no aceptaron nunca la muerte del sujeto que preconizaba el pensamiento postmoderno en todas las versiones arriba mencionadas.

En cualquier caso, si alguien se acercara ahora a algún departamento de literatura y preguntará por el pensamiento postmoderno probablemente haría que la gente se encogiera de hombros y dijera “ahh sí de eso discutíamos en los años noventa, pero ahora ya no estamos en eso”, porque una de las cosas que genera la academia norteamericana es una producción incesante de mercancías teóricas que devienen obsoletas con mucha rapidez. Esto es evidentemente un problema, pero tampoco sirve ponerse anti-intelectuales y no leer teoría, porque todos estos debates abren importantes espacios de pensamiento crítico y proporcionan herramientas válidas para la liberación colectiva .

Babha, Gayatry Spivak y Edward Said, decías, han cuestionado el occidentalismo tácito que permea tanto la historiografía como el estudio de la literatura y de la cultura. ¿No hay aquí una generalización excesiva? Pienso por ejemplo en Thompson o en Hobsbawm. ¿También ellos están permeados por el occidentalismo?

No, pero no decimos que no haya gente dentro de Occidente que cuestione el occidentalismo como los autores que citas. De hecho, Babha, Spivak y Said se apoyan en toda la cultura Occidental para leerla contra sí misma, son intelectuales del tercer mundo en la metrópolis y enganchan críticamente desde esa posición excéntrica con toda la cultura occidental.

Es verdad que, muchas veces, yo tengo discusiones fuertes con nuestros colegas y compañeros de Estudios Étnicos porque encuentro que transforman Occidente en un todo homogéneo sin matices en el que, por ejemplo, la clase obrera inglesa también aparece como igualmente responsable y beneficiaría del colonialismo británico en la India. Una cosa es que en Europa todos nos hayamos beneficiado de la acumulación primitiva de los imperios y otra que todos lo hayamos hecho igual, eso es cortar grueso también.

Puedes también encontrar a intelectuales como Ramón Grosfogel del grupo de Estudios Decoloniales de Berkeley que te van a decir que Marx era un hombre blanco europeo heterosexual y por lo tanto es parte del pensamiento colonial y opresor. No estoy de acuerdo, aunque sí que es verdad que Marx era alemán y escribió desde Europa y eso impone ciertas limitaciones.

 

En cuanto a Butler, a la que antes te referías, Martha Nussbaum , por ejemplo, ha escrito muy críticamente sobre su filosofía, su lenguaje y su estilo argumentativo.

No conozco mucho la obra de Nussbaum, pero sí tengo claro que está dentro de la matriz de pensamiento académico liberal y Butler no. Butler, por ejemplo, se ha posicionado muy claramente en contra del Estado de Israel o a favor de los trabajadores precarios de Berkeley, Nussbaum enseña en la Universidad de Chicago, enseñó en Harvard, le han dado el premio Príncipe de Asturias, etc.

Además las criticas al estilo son perezosas, hablemos del contenido. ¿Qué tiene Nussbaum que decir a la crítica de Butler del feminismo de primera y segunda ola y a los modos en los que la categoría “mujer” opacan la experiencia de muchas mujeres incluidas las transexuales? ¿Cómo resuelve eso el pensamiento liberal progresista que defiende Nussbaum y que sigue excluyendo de la ciudadanía a millones de personas que no participan de los privilegios de heteronormatividad?

No sé responderte a esa pregunta, aunque no afirmo que no tenga respuesta. En todo caso, si me permites el comentario, también Edward Said fue premiado en su día con el Príncipe de Asturias y no por ello consideramos su pensamiento funcional al sistema.

Tienes razón, esa crítica que le hago a Nussbaum es ad hominem o mejor dicho ad mulierem, y esas críticas siempre son débiles. Mira, lo que sucede es que no la he leído bien ni en profundidad, porque no se puede leer todo (lamentablemente) y, con ella, simplemente sospecho por sus intervenciones que todo el tiempo se trata de circunscribir el feminismo y los debates de género a una matriz de pensamiento liberal sobre la que yo tengo muchísimas dudas. Igual te respondí desde el prejuicio que es lo que yo critico en esta entrevista que otros hacen con Foucaul, así que te reconozco humildemente que tienes razón y que tendría que leer más y mejor a Nussbaum.

Mil gracias por estas últimas palabras. Te pegunto ahora sobre Foucault. ¿Te parece?

De acuerdo, cuando quieras.

Notas:

[1] http://www.nytimes.com/2004/10/10/obituaries/10derrida.html?pagewanted=1&_r=0

Salvador López Arnal es nieto del cenetista asesinado en mayo de 1939 –delito: “rebelión militar”-: José Arnal Cerezuela.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons


Envía esta noticia
Compartir esta noticia: delicious  digg  meneame twitter

No hay comentarios:

Publicar un comentario