Traducido para Rebelión por Germán Leyens |
Todo ser consciente con un cerebro funcional percibe la posibilidad de terminar con el Muro de la Desconfianza de 34 años entre Washington y Teherán como una situación en la que nadie puede salir perdiendo.
Algunos de los beneficios son los siguientes:
El precio del petróleo y del gas del Golfo Pérsico bajaría; Washington y Teherán podrían cooperar para combatir a los salafistas-yihadistas (ya lo hicieron, a propósito, inmediatamente después del 11-S) así como coordinar sus políticas en Afganistán para controlar a los talibanes después de 2014.
Irán y EE.UU. comparten los mismos intereses en Siria; ambos no quieren anarquía y ninguna perspectiva de que radicales islámicos traten de tomar el poder. Un resultado ideal equilibraría la influencia iraní con un acuerdo de compartimiento del poder entre el establishment de Bacher el-Asad y la oposición no armada sensata (existe, pero actualmente está marginada).
Sin más retórica sobre cambio de régimen y sin más sanciones, el cielo es el límite para más opciones de comercio, inversión y energía para Occidente, especialmente Europa (Irán es el mejor camino para que los europeos reduzcan su dependencia de la rusa Gazprom); Una solución del expediente nuclear permitiría que Irán administre el uso civil de la energía nuclear como una fuente alternativa para su industria, liberando más petróleo y gas para la exportación; Geopolíticamente, con Irán reconocido por lo que es –el protagonista clave en el Sudoeste Asiático– EE.UU. sería liberado de su auto-impuesto dogma estratégico de depender del eje israelí-saudí. Y Washington podría incluso comenzar a orientarse realmente hacia Asia – no exclusivamente mediante medios militares.
Pero desgraciadamente ese es el problema. Todos saben por qué la derecha israelí luchará contra un acuerdo entre EE.UU. e Irán como si fuera una plaga – cómo decir que Irán es una “amenaza existencial” es el pretexto ideal para cambiar el debate sobre el verdadero problema; el régimen de ocupación y apartheid impuesto en Palestina.
En cuanto a la Casa de Saud, un acuerdo semejante sería prácticamente Apocalipsis Ahora.
Solo soy un asesino moderado
Comienza por Siria. Todos saben ahora que el maestro de las sombras Bandar bin Sultan, ha estado plenamente a cargo de la guerra contra Siria desde que fue nombrado Director Nacional de Inteligencia por su tío, el rey saudí Abdalá.
Bandar mata indiscriminadamente. Primero eliminó del cuadro a Catar –el principal financista del así llamado Ejército Libre Sirio (ELS)– después de colaborar en la auto-deposición del emir de Catar, Jeque Hamdad, a favor de su hijo, Jeque Tamin, a fines de junio.
Entonces, a fines de julio, Bandar reapareció espectacularmente en público durante su ahora famoso viaje “secreto” a Moscú para tratar de extorsionar/sobornar al presidente ruso Vladimir Putin para que abandonara Siria.
Tristemente célebre es que la “política” de la Casa de Saud respecto a Siria es cambio de régimen, punto final. Es algo no negociable en término a asestar un golpe a esos “apóstatas” en Teherán e imponer la voluntad saudí a Siria, Iraq, de hecho a todo Levante, en su mayoría suní.
A fines de septiembre apareció, Jaish al-Islam ("Ejército del Islam"). Se trata de un combo “rebelde” de hasta 50 brigadas, desde supuestamente “moderados” a salafistas de la línea dura, controlado por Liwa al-Islam, que solía formar parte del ELS. El señor de la guerra a cargo de Jaish al-Islam es Zahran Alloush – cuyo padre, Abdalá, es un clérigo salafista de la línea dura en Arabia Saudí. Y los petrodólares para apoyarlo son saudíes – a través de Bandar y su hermano, Príncipe Salman, viceministro de defensa saudí.
Si esto se parece a una reedición del “Despertar Suní” urdido por David Petraeus en Iraq en 2007 es porque lo es; la diferencia es que este “despertar” financiado por los saudíes no apunta a combatir a al Qaida sino al cambio de régimen.
Esto (en árabe) es lo que quiere Alloush: una resurrección del Califato Umayyad (cuya capital era Damasco) y “limpiar” Damasco de iraníes, chiíes, y alauíes. Estos son todos considerados kafir (“no creyentes”); o se someten al Islam salafista o deben morir. Cualquiera que interprete esta posición como “moderada” tiene que ser lunático.
Por increíble que parezca, incluso Ayman al-Zawahiri –en la central de al-Qaida– ha emitido una proclama prohibiendo la matanza de chiíes.
Sin embargo esta etiqueta de “moderado” se encuentra exactamente al centro de esta campaña de relaciones públicas urdida por Bandar; señores de la guerra sectarios del tipo de Alloush están siendo “ablandados” para que sean aceptables a la mayor variedad posible de fuentes de fondos en el Golfo e, inevitablemente, occidentales ingenuos. Pero lo más importante del asunto es que Jaish al-Islam, esencialmente, muestra solo una ligera diferencia cromática con el Estado Islámico de Iraq y al-Sham (ISIS) – el organismo vinculado a al Qaida que es la principal fuerza combatiente en Siria; como si fuera un montón de fanáticos armados en diferentes grados de adicción (religiosa) a metanfetamina.
Paraíso paranoico
Para complicar el asunto, la Casa de Saud está alborotada por la batalla de sucesión. El Príncipe Heredero Salman es el último hijo del Rey Abdul Aziz, el fundador de la dinastía Saud, que trata de llegar gradualmente al poder por su edad.
Ahora nada es imposible –con hordas de príncipes afectados totalmente por la batalla por el gran premio. Y aquí no encontramos a otro que Bandar – quien es ahora, para todos los efectos prácticos, la entidad más poderosa en Arabia Saudí después de Khalid Twijri, el jefe de la oficina del Rey Abdalá. El nonagenario Abdalá está cerca de encontrar a su Creador. Twijri no forma parte de la familia real. Por lo tanto Bandar tiene que apurarse. Necesita una “baza” en Siria como su pasaje a la máxima gloria.
Es el momento en el cual intervino el acuerdo ruso-estadounidense sobre las armas químicas de Siria. La Casa de Saud está totalmente enloquecida – culpa no solo a los sospechosos de costumbre, a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU Rusia y China, sino también a Washington. No es sorprendente que el perpetuo ministro de Exteriores, Príncipe Saud al-Faisal, haya desdeñado su discurso anual ante la Asamblea General de la ONU la semana pasada. Decir que no se le echó de menos es un eufemismo.
La pesadilla de la Casa de Saud es amplificada por la paranoia. Después de todas esas advertencias del Rey Abdalá de que Washington corte “la cabeza de la serpiente” (Irán), como fuera inmortalizada en cables de WikiLeaks; después de todas esas súplicas para que EE.UU. bombardee Siria, imponga una zona de no vuelo y / o arme eternamente a los “rebeldes”, lo que la Casa de Saud logra es que Washington y Teherán están en camino a llegar a un acuerdo a costa de Riad.
Por lo tanto no es sorprendente que se impongan el temor, la animosidad y una paranoia aguda. La Casa de Saud hace y seguirá haciendo todo lo posible por sabotear la emergencia del Líbano como productor de gas. Seguirá avivando incansablemente las llamas del sectarismo a través de todo el espectro, como Toby Matthiesen documentó en un excelente libro.
Y el eje israelí-saudí seguirá floreciendo. Pocos saben en Medio Oriente que una compañía israelí –con experiencia en la represión de palestinos– está a cargo de la seguridad en La Meca. Si lo supieran –revelando así una vez más la hipocresía de la Casa de Saud– la calle árabe se amotinaría en muchas latitudes.
Una cosa es segura: Bandar, así como el eje saudí-israelí, no se morderán la lengua para descarrilar cualquier acercamiento entre Washington y Teherán. En cuanto a la situación en general, la verdadera “comunidad internacional” podrá seguir soñando que un día las elites en Washington terminen por ver la luz y comprendan que la alianza estratégica estadounidense-saudí sellada en 1945 entre Franklin D. Roosevelt y el Rey Abdul Aziz ibn Saud no tiene absolutamente ningún sentido.
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Contacto [email protected]
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/World/WOR-02-111013.html
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