Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
La historia de las guerras financieras no es de ninguna manera más breve que la historia de las guerras convencionales. Sin embargo, aunque muchos han comprendido el poder del dinero para subordinar a las naciones, su utilización como una alternativa hecha y derecha al uso de armas comunes y corrientes comenzó hace solo un siglo. Los banqueros estadounidenses jugaron un papel decisivo en el proceso, subordinándose inicialmente ellos mismos a EE.UU. mediante la creación del Sistema de Reserva Federal (SRF), y luego entrometiéndose en el resto del mundo al tener éxito en la obtención de la aprobación de los Acuerdos de Bretton-Woods sobre el dólar como medio para realizar pagos internacionales. Un resultado igualmente importante de esos acuerdos fue la creación del Fondo Monetario Internacional, controlado por el SRF.
Como en el caso de las guerras convencionales, el objetivo de las guerras financieras es la subordinación del Estado en su conjunto o el establecimiento de un control parcial de este. La única diferencia es que en el caso de las guerras financieras, el control físico sobre los territorios está lejos de ser obligatorio, aunque en términos de grados de trastorno, las guerras financieras no son menos formidables que las convencionales.
Como en el caso de las grandes batallas de las guerras convencionales, los eventos más espectaculares y decisivos de las guerras financieras son las crisis. La crisis más significativa del Siglo XX, la Gran Depresión, permitió que todo el oro de los bancos de EE.UU. se concentrara en la Reserva Federal y los bancos miembros del SRF establecieran su control sobre la mayor parte de la industria estadounidense. La crisis financiera impulsada en Gran Bretaña en 1992 por el especulador financiero George Soros, estrechamente conectado con los banqueros del SRF, no solo posibilitó que ganara 1.000 millones de dólares en un solo día, sino que también causó la devaluación de una docena de monedas europeas, así como retrasar durante seis años la introducción de una sola moneda europea. Más importante fue, sin embargo, que aumentó significativamente la influencia de EE.UU. en la economía europea mediante la compra de acciones de empresas europeas por parte de las estadounidenses a precios drásticamente más bajos.
Soros fue también uno de los iniciadores de la crisis de 1995 en México, que dejó para más tarde los planes de la construcción de un canal interoceánico que habría rivalizado con el Canal de Panamá controlado por los estadounidenses. En el mismo año Soros dio un golpe a Japón, ya que el rápido crecimiento de la divisa del país amenazaba con transformarlo en un centro financiero global, un Estado rentista cuyos préstamos denominados en yenes aseguraban un explosivo crecimiento de la economía del conjunto del Sudeste Asiático. Inmediatamente después, con el apoyo de bancos miembros del SRF, Soros hizo caer los sistemas financieros de Indonesia, Corea del Sur, Tailandia, Malasia, y Hong Kong, a todos los “Tigres Asiáticos” se les mostró firmemente su sitio en la jaula, forzándolos a ligar sus economías al dólar de EE.UU. Aprovechando una caída de las acciones de las compañías electrónicas de esos países y la caída resultante en el Índice Dow Jones, las corporaciones estadounidenses de alta tecnología –IBM, Intel, Motorola, Compaq, Dell y Hewlett Packard– compraron una cantidad considerable de dichas acciones, así como sus propias acciones que habían sido vendidas a precios bajos por otros inversionistas.
La mención de George Soros hace pensar en algo más que solo en su papel en la organización de crisis. Incluso con varios miles de millones de dólares a su disposición no podría organizar crisis sin un enorme trabajo preparatorio. Parte de esto involucra la formación de opiniones de los que participan en el mercado financiero respecto a la inevitabilidad de la aparición de una crisis en particular. Después de lo cual, incluso una cantidad relativamente pequeña (nada más ni nada menos que algunos miles de millones de dólares) bastan para provocar pánico en el mercado financiero, que entonces devaluaría la moneda y las acciones de las principales empresas de un país, o de toda la región.
Vigilando de cerca las declaraciones de Soros, las publicaciones de las compañías mediáticas que controla y las acciones de otras compañías financiadas por su Fundación, no es difícil ver cuál será la próxima víctima de esas guerras financieras, Europa. Desde 2012, la amenaza de la desintegración de la eurozona ha aumentado. En el país más afectado por la crisis financiera, Grecia, se habla del rechazo de la moneda única europea, lo que indudablemente conduce a un serio debilitamiento del euro.
Además de la excitación psicológica –difundir la idea de que el colapso de la moneda europea es inevitable– hay que realizar otro trabajo preparatorio. Durante los últimos meses, EE.UU. ha utilizado sus mejores esfuerzos para crear una Zona de Libre Comercio con la Unión Europea a fin de eliminar las barreras que aún quedaban para la penetración del capital estadounidense en Europa y, después de organizar el colapso del euro, comprar los mejores bocados de Europa utilizando dólares vastamente inflados con el pretexto de salvar la economía de la UE… O aplastar cualquier intento de la UE de llevar a cabo una reindustrialización y aumentar su influencia global.
Se podría argumentar que EE.UU. simplemente no tiene el dinero necesario para una operación semejante a gran escala. De hecho, es verdad que su gobierno no tiene suficiente. Sin embargo el Sistema de la Reserva Federal sí lo tiene, lo demuestra el escándalo que recientemente estalló en EE.UU. por la concesión de préstamos secretos del SRF al bancos “leales” por un total de casi tres billones [millones de millones] de dólares. Los bancos que recibieron el dinero lo utilizaron para comprar acciones de empresas prometedoras en todo el mundo a bancos privados que no forman parte del SRF y que están en una situación financiera difícil como resultado de la crisis de 2008. El dinero obtenido por la venta de acciones volvió al comprador como pago de deuda y de vuelta al SRF. Como resultado, esos inmensos préstamos no causaron hiperinflación por una simple razón: el dinero no terminó en la economía real. A pesar de todo, los “ceros electrónicos” tomados de un “bolsillo sin fondo” se materializaron como verdadera autoridad en negocios reales a gran escala.
En el campo de batalla financiero en que se ha convertido el mundo hace mucho tiempo existe una rígida división entre los que crean capital financiero y los que importan y ganan ese capital. Es el caso, por ejemplo, del precio del dinero ruso, que es órdenes de magnitud más alto que el coste del dólar, el euro y otras divisas compradas para garantizar la estabilidad del rublo. Y la acumulación de reservas de la moneda rusa solo promueve múltiples aumentos de los beneficios para las entidades emisoras de esas divisas. En líneas generales, una emisión de rublos por valor de 1.000 millones de dólares asegura la emisión no de 1.000 millones de dólares, sino de 10.000 millones. La emisión de rublos por valor de 2.000 millones de dólares garantizaría la emisión de 20.000 millones de dólares por parte del Sistema de la Reserva Federal.
Hay un camino para salir de esta situación: convertirse en el país que crea el dinero en vez de ganarlo. En otras palabras, Rusia garantizaría la estabilidad del rublo utilizando sus propios recursos, el nivel de su desarrollo industrial y financiero, en lugar de sus reservas de divisas extranjeras.
¿Cómo se evita el apoyo de su propio dinero utilizando divisas extranjeras?
La historia del dinero sin ningún respaldo excepto el consenso público sobre su circulación se extiende a los últimos 200 años. De 1837 a 1866, hubo casi 8.000 tipos diferentes de “dinero privado” en circulación en EE.UU. emitido por una variedad de compañías, bancos e incluso individuos privados. Algunos de estos llegaron a estar ampliamente generalizados hasta que se prohibieron oficialmente. En el punto álgido de la crisis de finales de los años 20 del siglo pasado hasta el comienzo de los 30, un municipio austriaco emitió su propio dinero que solo circuló en la ciudad de Wörgl. Sorprendentemente, la circulación del “Schilling de Wörgl” condujo a un rápido crecimiento de la economía de la ciudad, que tenía una población de 3.000 habitantes.
Algo semejante ocurrió en la ciudad estadounidense de Ithaca. La moneda local de la ciudad, la “Hora de Ithaca”, sigue circulando actualmente y promueve el comercio interior. Lo mismo sucede en la ciudad inglesa de Bristol: la “Libra de Bristol” que no solo se encuentra en forma de papel, sino que también se usa electrónicamente. Durante los tiempos más duros a principios de los años noventa, muchos negocios rusos tenían sus propias “monedas” que posibilitaban la supervivencia de los trabajadores que no recibían sus salarios en rublos, gracias a los bienes que adquirían a cambio de ese dinero alternativo. También existen numerosas “monedas electrónicas” que sirven de pago para una variedad de productos y servicios en Internet, en su mayor parte por consenso público.
A pesar de todo, todos los emisores de este dinero “irreal” están vigilados de cerca y se controla el volumen de emisiones para impedir su devaluación y asegurar una tasa especial de cambio por dinero “oficial”. Sin embargo, en primer lugar tienen el propósito de abarcar un área de uso extremadamente limitada, y por otro lado son completamente inadecuadas para el comercio con el mundo exterior, ya que para esos tipos de transacciones no bastan ni la aprobación del ministro de Finanzas ni su sello.
Algunos países árabes han encontrado su propio camino, que se basa en un vínculo con oro y la plata y están introduciendo gradualmente el “dinar de oro”, una moneda cuyo valor corresponde estrictamente a las reservas de depósitos de oro, para los pagos entre ellos. Sin embargo, el dinar de oro sigue siendo una manera arbitraria de realizar pagos. Sustituye a las monedas nacionales solo al compensar la balanza de pagos. Las monedas naciones siguen circulando en los países que participan en este proyecto, muchas de las cuales están estrechamente ligadas al dólar. Y para la emisión adicional de dinares de oro deben comprar dólares a cambio de petróleo con el fin de cambiar su dinero por el metal precioso. Lo que significa que todavía están ganando dinero en vez de crearlo.
Como una medida capaz de proteger las monedas naciones de una serie de países en desarrollo contra la influencia del dólar y del euro, algunos expertos sugieren la creación de un Banco de los BRICS, un Fondo de Estabilización BRICS y una moneda de reserva BRICS sobre la base de una cesta de monedas de esos países. Solo hay una cosa que esa sugerencia no tiene en cuenta: que todas esas monedas están respaldadas por reservas de dinero y valores denominados en las principales monedas de reserva. Es dinero “inferior” y “ganado”, en lugar de dinero creado. Las intervenciones masivas especulativas de los que están a cargo de “bolsillos sin fondo”, mientras tanto, podrían derribar fácilmente cualquiera de esos sistemas monetarios con la excepción, posiblemente, de China, cuyos emisores de monedas de reserva demandan insistentemente la liberalización del yuan. El motivo por el que esto sucede es obvio si se comprende la naturaleza del dinero creado y ganado. Y aunque la dirigencia de la República Popular China todavía no ha hecho ninguna concesión ante esa presión, Pekín anunció recientemente planes de disminuir el control estatal sobre la moneda nacional.
Por lo tanto parece que hay un camino para salir de este círculo vicioso y, lo que es más, es relativamente simple si los medios para respaldar una nueva moneda de pago entre los BRICS(T) (¿Por qué no Turquía?) no son divisas extranjeras y seguridad denominadas en ese dinero, sino los recursos naturales, el potencial industrial y las reservas de metales preciosos presentes en los países miembros de esa Unión.
El primer paso, en todo caso, sería que los países miembros establecieran un acuerdo de reconocimiento mutuo sobre el uso de un equivalente provisorio de recursos industriales (EPRI) emitido por el Banco General del proyecto. Como seguridad para el EPRI, cada uno de los países miembros depositaría en el Banco General escrituras de hipotecas de instalaciones industriales cuidadosamente evaluadas en sus propios países; reservas probadas de recursos minerales; parte de sus reservas de oro; recursos de tierras, forestales y acuáticos; instalaciones municipales, etc. Ya que los volúmenes y objetos de las hipotecas podrían cambiar fácilmente con el reemplazo de escrituras de hipotecas, bien para disminuir la parte de un país o para aumentarla, los países miembros tendrían la oportunidad de variar no solo la tasa de cambio de las monedas locales al EPRI, sino también el volumen de emisiones cómo y cuándo fuese necesario. Un centro de emisión representado por un Banco General sería un “bolsillo sin fondo” de dinero creado (en lugar de ganado), respaldado al cien por cien a diferencia del dólar y el euro, por los recursos más valiosos que existen actualmente. También estaría respaldado por el potencial industrial.
El poder de las economías de los BRICS(T) y el volumen de sus recursos naturales permitiría en teoría que el EPRI se convirtiera en una unidad extremadamente atractiva de pagos internacionales en un tiempo relativamente corto, y que los países miembros del proyecto pasen de ser países que ganan dinero a países que crean dinero y reciben el máximo beneficio de las emisiones.
rCR
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