lunes, 22 de abril de 2013

Explosión en Texas.


Rebelion. Dos actos de terror, solo una investigación
Portada :: EE.UU.
Aumentar tamaño del texto Disminuir tamaño del texto Partir el texto en columnas Ver como pdf 22-04-2013

Los verdaderos terroristas son los ejecutivos corporativos que sobornaron a los reguladores
Dos actos de terror, solo una investigación


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


Tal como lo veo, tuvimos dos actos de terrorismo en EE.UU. en esta semana. El primero tuvo lugar al fin del histórico Maratón de Boston, cuando dos bombas estallaron cerca de la meta, matando a tres personas e hiriendo gravemente a docenas de participantes y espectadores. El segundo ocurrió un par de días después en la localidad de West, Texas, donde una planta de fertilizante estalló incinerando o matando de otra manera por lo menos a 15 personas e hiriendo a 150, probablemente más, mientras continúa la búsqueda de muertos y heridos.

Es bastante obvio que el atentado en el Maratón de Boston fue un acto de terrorismo, con arrestos policiales y la muerte de uno de los dos sospechosos que habían sido grabados en vídeo en la escena de los atentados.

Es mucho más fácil identificar a los malhechores de la explosión de West Fertilizer Co.: los administradores y propietarios de la planta.

West Fertilizer se construyó en medio de la pequeña ciudad de West, Texas, una comunidad fundada en el Siglo XIX y denominada según el primer administrador del correo local, T. M. West. No tiene sentido, por supuesto, poner una instalación que utiliza amoníaco anhidro como materia prima esencial –un compuesto que quema los pulmones y mata por contacto y que se debe almacenar a presión porque es muy propenso a filtraciones y descargas explosivas– y cuyo producto principal es un fertilizante de nitrato de amonio. El nitrato de amonio es el compuesto altamente explosivo preferido por atacantes como Timothy McVeigh de Oklahoma City. Fue el fertilizante, almacenado en grandes cantidades en la planta de West Fertilizer el que causó la colosal explosión que arrasó gran parte de la ciudad.

La construcción de una instalación tan peligrosa en medio de un área residencial y de negocios y que se permita que casas, asilos de ancianos, hospitales, escuelas y plazas de juego se construyan al lado, es el resultado de un corrupto proceso común en pueblos y ciudades de todo EE.UU., donde los dirigentes empresariales se salen rutinariamente con la suya con comisiones de planificación y zonificación locales, inspectores de seguridad y concejos municipales. Empresas grandes y pequeñas también hacen lo que quieren con inspectores de seguridad y salud estatales y federales.

Sabemos que la EPA [Agencia de Protección Ambiental], mencionó que West Fertilizer no tenía un plan de gestión de riesgos. Es decir que una planta peligrosa y propensa a explosiones que utilizaba grandes cantidades de un producto químico peligroso y almacenaba material altamente explosivo también en grandes cantidades, había hecho pocos o ningún esfuerzo para evaluar los riesgos de lo que estaba haciendo. Por cierto, se ha informado de que la compañía había asegurado a la EPA, en respuesta a su queja, ¡que no había “ningún riesgo” de explosión en la planta! Un artículo de AP informa de que después de cinco años de que mencionasen la ausencia del plan de riesgo la empresa presentó uno a la EPA, pero el informe pretendía que la compañía “…no manejaba material inflamable y no tenía instalados aspersores, sistemas de anegación, muros a prueba de explosiones, muros cortafuegos u otros mecanismos de seguridad”.

Sin embargo, el artículo de AP sigue diciendo que “Funcionarios estatales requieren que todas las instalaciones que manejan amoníaco anhidro tengan aspersores y otras medidas de seguridad porque es una sustancia inflamable, según Mike Wilson, jefe de concesión de permisos de aire para la Comisión de Calidad Medioambiental de Texas”.

El artículo dice:

“Registros revisados por The Associated Press muestran que la Administración de Seguridad de Conductos y Materiales Peligrosos de EE.UU. impuso una multa de 10.000 dólares a West Fertilizer el verano pasado por violaciones de seguridad que incluían la planificación del transporte de amoníaco anhidro sin un plan de seguridad. Un inspector también estableció que los tanques de amoníaco de planta no estaban adecuadamente identificados”.

Luego el artículo llega al quid de la cuestión, diciendo:

“El gobierno aceptó 5.250 dólares después de que la compañía emprendió lo que describió como acciones correctivas, según la documentación. No es raro que las compañías negocien multas más bajas con los reguladores”.

Aparte de la ridiculez de la supuesta afirmación de la administración de West Fertilizer de que la planta no trabajaba con materiales inflamables (una afirmación cuya falsedad ha demostrado la catástrofe actual), hay que considerar la inaudita reacción de la EPA ante esa increíble aseveración. La agencia, desvirtuada bajo el gobierno de Bush y que sigue siendo un chiste bajo el gobierno de Obama, exigió una multa patéticamente pequeña, pero no hizo nada para clausurar la operación hasta que la empresa instalara medidas críticas de seguridad.

La otra agencia que podría haber actuado, la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA), es todavía más tigre de papel que la EPA. A pesar de sus riesgos y peligros inherentes, se informa de que la OSHA ha realizado solo seis investigaciones de operadores de plantas de fertilizantes en los últimos seis años. West Fertilizer no fue uno de ellos. ¡En seis años no ha sido visitada por inspectores de la OSHA!

¿Cómo es posible? Porque todo el aparato regulador de salud y seguridad de EE.UU., desde el ámbito federal a los estados, llegando hasta el gobierno local, ha sido efectivamente neutralizado por intereses corporativos que han utilizado todo, desde amenazas de deslocalizacíón hasta contribuciones electorales y sobornos directos de funcionarios y representantes elegidos para comprar u obtener el derecho a operar básicamente con toda la inseguridad que desean, libres de supervisión.

Como resultado, en la actualidad la regulación de plantas y fábricas peligrosas en EE.UU. esencialmente no existe.

Esto, a mi juicio, es un tipo de terrorismo y es mucho más peligroso para la salud y la seguridad del pueblo estadounidense que cualquier terrorista extranjero o local u organización terrorista.

No obstante, la masa del pueblo estadounidense concentra sus temores en terroristas extranjeros, o en algunos casos locales, no en los aposentos corporativos donde residen el verdadero mal y el verdadero peligro.

Hasta que los estadounidenses despierten e insistan en que nuestros dirigentes elegidos y los burócratas reguladores que ellos nombran actúen realmente en función del interés público y no de los intereses de la elite corporativa acaudalada (poniendo de patitas en la calle a los que nos traicionan), pagaremos cada vez más el precio de plantas que estallan o filtran gases tóxicos, mientras las compañías de gas y petróleo contaminan desenfrenadamente nuestros niveles freáticos con toxinas cancerígenes y mientras plantas de energía nuclear descargan isotopos en nuestro medio ambiente, todo en función del interés de los beneficios.

Los verdaderos terroristas de nuestro medio no son hombres con mochilas y gorras blancas de béisbol que colocan bombas hechas en casa. No son atezados terroristas de Medio Oriente. Más bien son hombres (y mujeres) generalmente blancos, con trajes de negocios en Wall Street y Main Street que utilizan insensiblemente su riqueza para subvertir el sistema político para su ventaja a corto plazo, causando que se ignoren las precauciones de seguridad y sanitarias de sentido común, o haciendo que esas leyes se diluyan o se anulen.

Por cierto, un terrorista clásico trata de matar mientras que el ejecutivo corporativo a menudo “solo” pone los beneficios por encima de la seguridad de trabajadores y vecinos. La diferencia es que no veremos al FBI o a la policía local rastreando y arrestando a los asesinos y mutiladores en el caso de la explosión de una planta de fertilizantes. La gente responsable de ese tipo de crímenes generalmente solo entrega los pagos del seguro (quizá una multa simbólica), reconstruye y sigue fabricando su producto peligroso como antes, usualmente en el mismo lugar.

Dave Lindorff es fundador del colectivo This Can’t Be Happening . Ha participado en el libro Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion publicado por AK, también puede encontrarse en edición Kindle [formato electrónico]. Vive en Filadelfia.

Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/04/19/two-acts-of-terror-only-one-investigation/

rCR



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