John Kerry, hoy Secretario de Estado del nuevo gabinete de Obama, con el lema de “ni un Irán nuclear ni a una guerra contra él”, vuelve a proponer a Teherán encuentros bilaterales de alto nivel e incluso restablecer las relaciones diplomáticas y comerciales.
En la línea de Kerry, el veterano republicano Chuck Hagel, candidato a ocupar el cargo de Secretario de Defensa, se opone al uso de la fuerza militar contra Irán -afirma- por defender los intereses de su país y no los de Israel.
La situación no podría ser más “favorable” para que Irán pusiera de su parte y evite una catástrofe.
Sucede que, la máxima autoridad del país, el Ayatolá Jamenei, aun no ha anunciado su intención de aceptar las condiciones de los occidentales para descartar una confrontación bélica. Aunque ha preparado el terreno declarando que “el Islam está en contra de armas nucleares”, aun no sabe cómo neutralizar a los “halcones” militares y de sotana que le rodean, ni cómo justificar la nueva postura ante una audiencia que ni se imagina verle estrechar la mano de un enviado del Gran Satán.
Rehén de su propia propaganda antiestadounidense, la “no relación con EEUU”, junto con el velo, han sido señas de la identidad de los conservadores islamistas, que suelen acusar a los adversarios de tomar café con los americanos y traicionar al Islam. Hay más. No querría anunciar el “gran pacto” con Washington antes de las elecciones presidenciales de junio de 2013 para que Ahmadineyad no hiciera suyo el mérito de haber impedido una guerra “arrodillando a Amrika” (ver: ‘Jaque mate ahmadineyad’)
Ante el afán de las autoridades de Irán en mostrar a los ciudadanos que han ganado la batalla a Occidente, lo que no puede hacer EEUU es ofrecerles un insignificante caramelo -suavizar las sanciones, que no levantarlas- a cambio de un lingote de oro: el cese del enriquecimiento de uranio a altos niveles y cerrar algunas instalaciones.
Allí, en un “mercado persa”, las formas y la cortesía condicionan los contenidos, y a pesar de que las autoridades islámicas detestan la gran civilización preislámica persa, son sensibles al nacionalismo del pueblo iraní, que ve esta batalla como un pulso entre el que fue el primer imperio del mundo contra el último y en decadencia.
Obama tiene paciencia, modales también. Para mantener quieto a Netanyahu en el asunto de Irán le ha regalado su oposición al nuevo estatus de Palestina en la ONU (mientras sus aliados, con su beneplácito y desde un reparto de papeles, votaron en positivo) y ha guardado silencio ante la cuestión de los asentamientos ilegales, además de pasarle más dinero y más armas.
Negociar con Teherán irá acompañado por mayores castigos comerciales, como que a partir del 6 de febrero no podrá acceder a los fondos generados por la venta de su petróleo en el extranjero, y más amenazas militares: acaba de instalar misiles Patriot en Turquía y crear un mando militar unificado por seis monarquías árabes del Golfo Pérsico contra Irán, que harán de sucursal de la OTAN en la zona.
‘Operación Susannah’
Cada paso que EEUU se acerque a Irán es un paso que se aleja de Israel, piensan en Tel Aviv. Y no lo permitirán. Si en los últimos meses han aminorado la machacante propaganda sobre el peligro iraní es por la promesa de Obama: “Dame tiempo hasta julio, Bibi; si no conseguimos un acuerdo nuclear con Irán, no te preocupes, le bombardearemos juntos”.
Cierto que el presidente necesitará antes aumentar la percepción de legitimidad en la opinión pública estadounidense para otra intervención armada. ¿Cómo lo conseguirá? Hace 58 años, el Mosad organizó una serie de atentados en el Egipto de Nasser contra objetivos británicos y estadounidenses bajo la calve de la ‘Operación Susannah’ (título de una ópera dramática de Carlisle Floyd), dejando pruebas en el lugar que implicaban a los árabes con el fin de deteriorar las relaciones entre estos países y Egipto. Aunque un Netanyahu reelegido en enero se verá legitimado para lanzar “la solución final” contra Irán, será el “jefe Obama” quien tome la decisión sobre el cuándo. Por algo le ganó el pulso, derrotando al candidato de Netanyahu, Mitt Romney.
Una operación de bandera falsa también puede responder a la tentación del “imperialismo ilimitado” de un EEUU que persigue, además de los incalculables recursos naturales y el gran mercado iraní, hacerse con la envidiable posición geoestratégica de éste país.
Bill Clinton, contrario a una guerra en los Balcanes antes de las elecciones de 1996, destruyó junto con sus aliados, una vez reelegido, a la República Federal de Yugoslavia durante 11 semanas de bombardeo aéreo. Era 1999. Cierto que hoy EEUU es más débil y Obama tiene pocas ganas para una hazaña de tal magnitud. Lo cual no significa que quiera entrar en la historia como el que fue incapaz de contener a Irán. Es un juego de perder-perder, ya que si cede ante las presiones “pro bélicas” de su entorno habrá cometido un suicidio político. El mismo drama vive la República Islámica: ¿firmar o no firma la paz con EEUU?
El ejército iraní está realizando una gran maniobra militar en el Golfo Pérsico. La hicieron EEUU e Israel en octubre pasado en el Mediterráneo. Los tres, en el primer año del segundo mandato de Obama, están citados a jugar con bolas de nieve en el infierno.
Fuente: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/601/2013-john-kerry-en-iran/
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