El cerco militar a China, en el centro del conflicto entre Pekín y Tokio por las islas Diaoyu |
Desequilibrios de una convención
Ese acuerdo adjudica estatus de “zona económica exclusiva” a las zonas marítimas situadas entre 370 y hasta 650 kilómetros alrededor
del territorio insular de un país. Gracias a su soberanía sobre todo un
rosario de islas, islotes y rocas del Pacífico (Izu, Ogasawara,
Okinotorishima, Minami) situadas hasta casi 2.000 kilómetros de
distancia de Tokio, Japón tiene derechos sobre una enorme “zona
económica exclusiva” marítima de 4,5 millones de kilómetros cuadrados,
la novena mayor del mundo. China, cuya fachada litoral es mayor que la
japonesa, sólo tiene 880.000 kilómetros cuadrados y ocupa el puesto 31
entre Maldivas y Somalia.
Si se observa el mapa que resulta de la aplicación de UNCLOS, se comprobará que China está literalmente encajonada en su fachada litoral. Como explica el profesor australiano Gavan McCormack, esa situación resulta de la combinación de las zonas marítimas de Filipinas, Estados Unidos (a través de su control de Guam, Palau, Carolinas y otras islas), Japón y Corea. Ese mapa no es sólo económico sino geopolítico, es decir tiene un fuerte componente militar.
Encerrar al rival
La clave es el creciente cerco militar del que China es objeto.
El grueso de la atención y el despliegue militar de Estados Unidos
fuera del Golfo Pérsico ya está instalado en el Pacífico Occidental
contra China. La administración Obama anunció hace poco que en los
próximos años el 60 % de la marina de guerra de EE.UU se desplegará
alrededor de China. Enviarán seís portaviones, más submarinos nucleares,
medios antisubmarinos y de guerra electrónica. El despliegue incluye
escudos antimisiles “contra Corea del Norte” que en realidad
están orientados a anular el modesto arsenal nuclear chino, el regreso
de los bombarderos estratégicos a la base de Guam, y la reconstrucción
de las alianzas militares con los países de la región, cuyo puntal es la
alianza militar con Japón.
Disputar la soberanía del grupo de islas Diaoyu/Senkaku es para China la única forma de romper ese bloqueo y disponer de un pasillo de salida hacia aguas internacionales. No es sólo una cuestión de recursos. Como dice McCormack, “la combinación de la propiedad japonesa de amplias zonas oceánicas y su alianza subalterna con el diseño estratégico de Estados Unidos para la región, significa una seria desventaja y riesgo para China”.
UNCLOS establece que los islotes y arrecifes incapaces de sostener población o vida económica por si mismos, no pueden tener estatuto de zona económica exclusiva. Es el caso de muchas rocas japonesas. En Okinotorishima, por ejemplo, Tokio mantiene literalmente a flote el arrecife, a base de gastar dinero en protecciones y barreras que lo mantengan por encima del nivel del mar. La discusión histórica es complicada.
Soberanía disputada
La alegada soberanía japonesa sobre Diaoyu/Senkaku data de
1895, algo posterior a la incorporación del archipiélago de Okinawa
(Ryukyu). Pero Ryukyu fue durante siglos un reino insular tributario de
China y parece que en 1893 la emperatriz china Cixi hizo uso de su
soberanía en una concesión de tres islotes del grupo a la familia de uno
de sus ministros, Sheng Xuanhuai. En cualquier caso, que la propia
marina de guerra japonesa se siga refiriendo a dos de las islas del
grupo por su nombre chino (“Huangwei” y “Chiwei”) y no por el japonés
(“Kuba” y “Taisho”) es significativo.
Por razones obvias arriba descritas el gobierno chino ha movilizado a su opinión pública. Considerar que la población china es un mero títere de los designios de su gobierno es no entender la China actual. El agravio histórico japonés en la opinión pública de China es completamente racional desde el punto de vista de la memoria de una matanza de quizá 20 millones de chinos en la guerra mundial en Asia Oriental, hacia la que Japón mantiene una actitud manifiestamente ambigua. En las manifestaciones antijaponeses de Shenzhen se han escuchado consignas como, “abajo el Ejército de Liberación Popular” en reproche porque Pekín no envía a la marina de guerra al lugar. Los gobernantes chinos tienen que permitir soltar vapor de vez en cuando a la caldera de la indignación popular china, que supera y desborda con creces su casi siempre prudente y pragmático cálculo, pero han tenido que apretar el freno.
Sustancia inflamable
“La violencia no puede ser tolerada únicamente porque la
protesta sea contra Japón, China va a tener más conflictos en el futuro a
los que hay que responder con los medios adecuados para ganar el
respeto de nuestros competidores”, señalaba una editorial de Global Times,
una publicación china bastante incisiva en temas internacionales. El
gobierno chino lleva años proponiendo a Japón soluciones de explotación
conjunta de los recursos en los territorios disputados.
Japón tiene pleitos insulares con todos sus vecinos. Con Corea por la isla de Dokdo/Takeshima y con Rusia por las Kuriles, pero es con China donde hay más sustancia inflamable. En Japón los sectores ultras representados por el gobernador de Tokio, Shintaro Ishihara, tienen gran influencia y capacidad de arrastre en este asunto. La provocadora idea de “nacionalizar” las islas mediante la compra de algunas de ellas a sus “propietarios” japoneses partió de Ishihara, un negacionista del holocausto chino y apologeta del imperialismo japonés en Asia.
Respecto a la pretendida mediación de Estados Unidos en este conflicto, es poco creíble. Mientras el secretario de defensa, Leon Panetta, llama a la calma y a evitar una escalada, Washington afirma con toda claridad su alianza militar con Tokio y proclama su disposición a ir a un conflicto militar con China para apoyar la reclamación japonesa.
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