“La OTAN debería desplegar tropas en Europa Central”. Este es el titular destacado de una entrevista, publicada en el Global View Point, de Nathan Gardels a Zbigniew Brzezinski [ZB], sorprendentemente presentado como ex asesor de seguridad de EEUU (¿ex asesor?, ¿no lo sigue siendo?) y como “uno de los más destacados pensadores de América (¿América?) en materia de estrategia.”
ZB tuvo a la URSS entre ceja y ceja en los años setenta y ochenta (recuérdese Afganistán, la URSS y su Vietnam) y ahora es Rusia y sus países vecinos los que ocupan de nuevo su ininterrumpido interés imperial.
Traducida y publicada, por supuesto, por el global-imperial- telefónico [1], mister ZB se descuelga con afirmaciones como las siguientes. Ante la pregunta “¿qué puede hacer Occidente en estos momentos?”, señala:
En este momento, de entrada, “la estrategia de Occidente debería ser complicarle los planes a Putin.” Habría que ofrecerle opciones para evitar el conflicto, prosigue el asesor imperial, pero ese no es el punto: “habría que hacerle tomar conciencia de las consecuencias muy negativas para Rusia que podrían derivarse de un conflicto armado”. Leña a un fuego que ya arde: “tendríamos que hacer saber a los rusos que no permaneceremos pasivos”.
¿Qué actividades propone don ZB?
En primer lugar, “tenemos que reconocer formalmente el nuevo Gobierno de Ucrania, que creo que es expresión de la voluntad del pueblo ucranio. Es el Gobierno legítimo”. ¿Está claro? ¿Voluntad del pueblo ucranio? Por si hubiera dudas respecto a alguien que ha promovido, abonado y aconsejado mil y una injerencias: “Y la injerencia en los asuntos ucranianos debería ser considerada un acto hostil por parte de una potencia extranjera”.
Y no sólo eso. En segundo lugar, prosigue ZB, “habría que aplicar los planes de contingencia de la OTAN y desplegar fuerzas en Europa Central”. ¿Para qué? Para que “estemos en condiciones de responder si la guerra estalla y se extiende.” (Poch de Feliu ha señalado por su parte: “Mientras tanto, maniobras en el Báltico y en Polonia, un portaviones con acompañamiento de armada en el Egeo, sanciones a la vista y pronto tensión en el Mar Negro”.)
¿Suenan o no suenan las trompetas de guerra?
¿Alguna contradicción en las reflexiones de ZB? Una de primer curso introductorio de lógica. Sentado lo anterior, preguntado por “la solución definitiva para Ucrania”, ZB responde: “La mejor solución definitiva para Ucrania sería convertirse en algo como Finlandia con respecto a Rusia. Es decir, mantener una relación en la que haya tanto relaciones económicas abiertas con Rusia como conexiones en expansión con la Unión Europea, pero sin participar en ninguna alianza militar.”
¿Sin participar en ninguna alianza militar? ¿Va en serio? ¿Nos quiere tomar el pelo ZB?
PS: En “El referéndum de Crimea profundiza la tensión este-oeste”, uno de los artículos imprescindibles que nos acostumbra a regalar el gran periodista barcelonés, Rafael Poch de Feliu, se señala el punto nodal: “En su lectura más profunda, la crisis es consecuencia del pisoteo de la “Carta para una nueva Europa” firmada en París en noviembre de 1990.”En noviembre de 1990, recuerda Poch de Feliu, los países de la CSCE (hoy OSCE, URSS y Euroatlántida), firmaron la “Carta de París para una nueva Europa”. El documento contenía el diseño de una seguridad continental integrada, el fin de la guerra fría. “Su preámbulo proclamaba que, “la era de la confrontación y división de Europa ha concluido”. En el apartado, “relaciones amistosas entre estados participantes” se afirmaba: “La seguridad es indivisible. La seguridad de cada uno de los estados participantes está inseparablemente vinculada con la seguridad de los demás”. En el apartado “Seguridad”, se anunciaba, “un nuevo concepto de la seguridad europea” que dará una “nueva calidad” a las relaciones entre los estados europeos. “La situación en Europa”, se prometía, “abre nuevas posibilidades para la acción común en el terreno de la seguridad militar. Desarrollaremos los importantes logros alcanzados con el acuerdo CFE (desarme convencional en Europa) y en las conversaciones sobre medidas para fortalecer la confianza y la seguridad”.
Se pusieron, además, fecha a los compromisos recuerda el periodista de La Vanguardia. “Iniciar, no más tarde de 1992, nuevas conversaciones de desarme y fortalecimiento de la confianza y la seguridad”. La realidad no siguió la trayectoria anunciada y publicitada: “En lugar de eso se abrió paso una seguridad a costa de la seguridad del otro. Hubo ampliación, globalización y avance de la OTAN, allí donde Moscú se había retirado. El ingreso en el bloque militar contra Rusia se ofreció como antesala del ingreso en la UE. Muchos ex satélites y ex víctimas de Moscú corrieron entusiasmados hacia ese alivio. Adoptando el capitalismo, Rusia no ofrecía el rostro más benigno”.
Pero, como es obvio, recuerda Poch de Feliu, Rusia y sus intereses existen. “Su diplomacia reclama desde 1992 el esquema de la Conferencia de París y en lugar de ello le ofrecen escudos antimisiles “contra Irán” en Rumania y Polonia, y cuando se queja le acusan de “imperial”. Ahora le enfrentan a algo equiparable a si Estados Unidos tuviera que convivir con un Canadá miembro de un bloque militar hostil.” Para realizar esta genialidad, es Poch de Feliu quien habla de nuevo, “se ha colocado en Kíev el primer gobierno con ministros ultraderechistas y antisemitas (el partido Svoboda tiene seis carteras y mucho de eso) desde 1945”. Occidente tiene suerte, en su opinión, de que el régimen político de Rusia carezca de atractivo social y popular, que se asiente exclusivamente sobre el nacionalismo. “De lo contrario, el barrido eslavo oriental sería imparable”.
Poch de Feliu recoge la opinión de un ciudadano, de Sergei, un marinero de Odesa de 45 años. “Por un lado detesta al nuevo gobierno de Kíev que ha sustituido al del Presidente (legítimo y huido) Viktor Yanukovich, al que califica de “podrido”. Por el otro lado, no le gusta la machada militar rusa en Crimea. Después de más de veinte años Ucrania es un país independiente y no se puede atropellar su soberanía. “Eso no va a gustar ni siquiera en amplios sectores de la Ucrania del Este y del Sur”, dice, refiriéndose a la parte del país más favorable a Rusia. No tiene muchas dudas acerca de que el movimiento Maidán fue una magnífica manipulación del general sentir popular contra la podredumbre. Cree que los francotiradores fueron la guinda que decidió el cambio de régimen. ¿Por cuenta de quién?; “evidentemente, de los que han salido ganando con ello””. Por lo demás, añade, “lo de Crimea es un esperpento: las tropas que hay allá son, evidentemente, rusas por más que Moscú niegue la evidencia y hable de espontáneos ‘grupos de autodefensa”.
Notas:
[1] El País, 6 de marzo de 2014, p. 6.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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