Los principales impulsores de este espacio de encuentro son Néstor Kirchner, Lula Da Silva y Hugo Chávez, no es casual que hoy el asedio para revertir la unidad se concentre en el legado de estos tres gigantes. Tampoco este asedio que rinde frutos a sus promotores es repentino o espontáneo, se trata de un golpe continuado que pretende debilitar la imagen del progreso libertario planteado por los modelos políticos que ensayan Argentina, Brasil y Venezuela, para que los pueblos bravos que apostaron al cambio, a través de figuras que hoy se nos antojan legendarias, se decepcionen del rumbo hacia la izquierda y den paso a la derecha que, como siempre, se pinta amable y generosa. Se trata de un golpe no tan suave y muy bien orquestado en la psique de los suramericanos para que nos resignemos a ser el patio trasero que sirve a los grandes intereses, aunque esos intereses atenten directamente contra nuestra existencia o en el mejor de los casos, contra nuestra dignidad.
La guerra que hoy se libra en las calles es por abastecimiento, para sobrevivir a la delincuencia que es, aparentemente sin razón, extremadamente violenta, pero también hay cruentas batallas que se desarrollan en la intimidad de los hogares, en la soledad junto a un dispositivo móvil de comunicación, una lid entre la mente de los suramericanos y la pantalla del televisor, la hoja, virtual o física, de un diario, el monitor de audio que expide ondas de radio y el mensaje muy bien elaborado de la red virtual a la que pertenecemos sin que ella nos pertenezca.
Es asimétrico el combate porque cada mente, ella sola, se enfrenta a todos los canales en todo momento y la mayoría nos dice que ser independientes está mal, un pequeño grupo indica que mejor no pensemos en eso y un minúsculo porcentaje grita que hay que luchar por la dignidad, que la vida no puede entregarse por migajas. Estos últimos nos dicen que hay que ser austeros, lo dicen en escenarios mal iluminados, con encuadres maltrechos o con ruido de radio AM de los años 60 en el audio, nos invitan a la lucha con palos y piedras en un descolorido mundo a cambio de sudor y esfuerzo, entre tanto, los otros muchos medios de penetración nos pintan un mundo de maravillas, uno dónde trabajar no es tan necesario y el dinero abunda, sólo debes hacer lo que ellos te digan y hoy la suerte puede tocar a tu puerta.
En la unión está la fuerza, hay que convenir modos de producir y complementarse, hay que romper las cadenas de dependencia económica, hay que enfrentar al mundo como la gran nación que somos, distintos entre todos pero hermanos sin resquicio para la duda, hay que hacer florecer la gran Revolución Suramericana, ésta que se nos antojó democrática y que respeta la voluntad de las mayorías y otorga la residencia del poder y la soberanía en el pueblo libre pensante, porque es en las mayorías donde surge la verdad.
La sabiduría de quienes sufragan para emitir su opinión es el sujeto de nuestros sistemas políticos, por consiguiente, el objeto del ataque neurálgico de quienes necesitan a toda costa retomar el poder y sus privilegios. Controlar sus voluntades es la playa a conquistar por los enemigos para enarbolar su bandera de libre mercado y desde la base del asta donde ondea su estandarte, desplegar miseria para que nunca más los pueblos suramericanos vuelvan a alzar la cabeza y, en esta oportunidad, no exista el argumento de que les fue impuesto a sangre y fuego ese sistema, no señor… no permitirán que a partir de esa idea se rebelen y surja un nuevo Chávez, Lula o Kirchner; no… esta vez deberían ser las mayorías las que elijan su debacle y para que así ocurra se emiten millones de mensajes a través de millones de canales 24 horas al día.
La unidad de nuestra región es el dique obstructor de la derecha que, con nuevos bríos intenta retomar el terreno que le fue arrebatado democráticamente por el pueblo. Hoy en Nuestra América, los extremos norte y sur y la nación de la basta costa atlántica son víctimas de la arremetida del enemigo que se organiza para abarcar los espacios allanados y ocupados con gran esfuerzo por las revoluciones. En una encerrona al progreso libertador, la mediática bombardea constantemente y a veces de manera silenciosa terrenos que logró erosionar y desgastar.
El márquetin político promete una vez más bonanzas ilimitadas y oculta por completo que esas promesas nunca se han cumplido, entretanto el socialismo vuelve a ofrecer austeridad a cambio de sacrificio, en un lenguaje que entristece al receptor quien, en medio del relato, cambia de emisora para escuchar cómo un ratón le ofrece vivir en su castillo e inmediatamente pertenecer a una élite de bienestar… el receptor no quiere pertenecer a la élite, lo que busca es el bienestar, y mucho más si es colorido.
La sola existencia de la Unión de Naciones Suramericanas representa un escudo que debe ser destruido, porque mientras estemos unidos es demasiado difícil enfrentarnos, es la unidad el escudo a romper por el enemigo y para que nuestra línea de defensa prevalezca debe también ofrecer en esos hogares, donde se libran batallas contra pantallas, páginas físicas o virtuales, monitores de audio o intermediadores tecnológicos, un mensaje de fortaleza, un mensaje lleno de color y esperanza, a través del cual se explique que el camino es de alegría, de buenaventura y la meta es bienestar y recompensa al esfuerzo.
Una mediática donde nos descubramos reflejados con nuestras distintas idiosincrasias, visibilizados en la alegría de ser suramericanos, con la frente en alto y entendamos que de nuestras acciones depende el futuro de la región y el de la humanidad entera.
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