Traducción para Rebelión de Loles Oliván. |
De momento, el gobierno de Obama intenta que el Congreso apoye una medida que autorizaría extender la guerra a naciones como Argelia, Egipto, Líbano, Libia, Túnez y Yemen. Ampliar las operaciones militares dirigidas por Estados Unidos sería desastroso y hay que oponerse a ello.
Que Occidente intervenga militarmente no es la manera de resolver el ascenso de ISIS. Hasta el momento los logros que se han obtenido contra el grupo son escasos; ISIS sigue mostrando su fortaleza a pesar de que la coalición esté en guerra contra el grupo desde que Estados Unidos iniciase el lanzamiento de ataques aéreos en agosto del año pasado. La coalición ha lanzado más de 3.700 bombardeos en Iraq y Siria y sin embargo, ISIS sigue manteniendo el control de importantes territorios como Mosul en Iraq y Deir Ezzor en Siria.
ISIS ha avanzado recientemente hacia Damasco y ha atacado Ramadi, capital de la provincia iraquí de Anbar, y Baiyi, la mayor refinería de petróleo de Iraq. Asimismo se ha documentado en los últimos meses el incremento del número de personas que viajan desde Europa para unirse a ISIS. Entretanto tanto, hay signos de que ISIS y Jabhat al-Nusra operan juntos en el campamento de refugiados palestinos de Yarmuk, en Siria, lo que mueve a pensar que los bombardeos de la coalición han facilitado la cooperación entre ISIS y al-Nusra, tal y como señalaron ya algunos informes anteriores.
Puede que esta situación cambie y que la coalición liderada por Occidente contribuya a dispersar a ISIS de los territorios que controla. No obstante, a menos que se aborden las condiciones subyacentes que han permitido la aparición de un grupo como ISIS, otra organización igualmente sanguinaria ocupará su lugar.
Además, es absurdo confiar en que la acción militar liderada por Estados Unidos pondrá fin a las matanzas y la opresión de ISIS o de cualquier otro actor, porque está claro que el objetivo estadounidense en Oriente Próximo no es acabar con la tiranía y la violencia, como tampoco lo es el de sus aliados.
Objetivos de la política estadounidense: ir detrás el dinero
Como han escrito los académicos canadienses Greg Albo y Jerome Klassen en Empire's Ally, tres son los objetivos que han guiado durante mucho tiempo la estrategia de Estados Unidos en la región: “1) liberalizar el espacio económico de Oriente Próximo a través del Consejo de Cooperación del Golfo y de la normalización de Israel; 2) acceder y regular la distribución del suministro de petróleo frente a la cada vez mayor competencia de Europa y Asia; 3) implantar bases militares con el objetivo de estabilizar la región bajo la hegemonía estadounidense”. Estos objetivos son incompatibles con la paz y la justicia que, de hecho, las debilitan aún más.
No hay razón alguna para considerar que los políticos estadounidenses se hayan distanciado de estos objetivos desde que el poder de ISIS ascendiera. Las pruebas disponibles sugieren, por el contrario, que Estados Unidos mantiene esas prioridades. El enriquecimiento de los fabricantes de armas estadounidenses en los mercados de Oriente Próximo es una característica de las relaciones a largo plazo entre Estados Unidos y la región.
Lo mismo ocurre en el contexto de la guerra de la coalición contra ISIS. The New York Times informa de que la venta de armamento estadounidense alimenta la guerra en “un boom para los contratistas de defensa estadounidenses a la caza de negocios en el extranjero”: Arabia Saudí gastó 80 mil millones de dólares en armas en 2014 y Qatar firmó un acuerdo de 11 mil millones de dólares en Estados Unidos en ese mismo año.
Los Emiratos Árabes Unidos están utilizando F-16 estadounidense para bombardear Yemen y Siria y quieren comprar aviones no tripulados Predator fabricados en Estados Unidos; paralelamente, representantes de la industria de defensa han informado al Congreso de que esperan una solicitud de compra de armamento de otros “aliados árabes que combaten al Estado Islámico”, como Bahrein, Egipto y Jordania.
Abordar las causas fundamentales
Según señala el artículo de The New York Times, los fabricantes de armas estadounidenses van “detrás del dinero”: desde 2011 tanto Boeing como Lockheed Martin han abierto delegaciones en Doha (Qatar). En diciembre, por otra parte, la Agencia de Cooperación de Seguridad de Defensa de Estados Unidos informó al Congreso de que planeaba vender al gobierno iraquí casi 3 mil millones de dólares en armamento. Al sembrar la región de armamento y aprovisionar a las dictaduras, los políticos estadounidenses están demostrando que su preocupación es sacar provecho de la guerra y de la represión en lugar de combatirlas.
En última instancia, la única manera de poner fin a las campañas de violaciones, explotación, sectarismo, torturas y asesinatos, es abordar sus causas profundas. En el epicentro de todas ellas se encuentra la política occidental hacia Oriente Próximo y el Norte de África como ha quedado demostrado claramente en el caso de Libia, destruida por la OTAN por razones políticas y económicas creando con ello las condiciones que han permitido que ISIS emerja en ese país. En Iraq, de manera similar, Estados Unidos y sus aliados han matado más personas que ISIS (durante la invasión y ocupación brutal del país, origen y causa del nacimiento de este mismo grupo).
SI la guerra contra ISIS se extiende a más países llevando a las mismas fuerzas occidentales que han ejecutado repetidamente matanzas con fines de lucro y que han creado las condiciones para que las élites locales esclavicen, maten, aterroricen y practiquen la limpieza étnica, las consecuencias serán atroces. Teniendo en cuenta que los intereses de la élite de Estados Unidos en Oriente Próximo están lejos de ser humanitarios, y dado que el poderío de ISIS no retrocede, hay que ser muy cándido para creerse que los muchos civiles muertos por la coalición de Estados Unidos en Iraq y Siria son el coste necesario para derrotar a ISIS.
Como escribe Sarah Lazare, periodista independiente, para que la gente de Oriente Próximo tenga un futuro más esperanzador, “el gobierno de Estados Unidos debe retirarse y desmilitarizar su fallida guerra contra el terrorismo, no sólo retirando sus propias fuerzas de Oriente Próximo, sino apagando los fuegos que ha avivado con guerras subrogadas y con un política exterior hipócrita, lo que incluye sus alianzas con gobiernos que apoyan directa e indirectamente a ISIS, como Arabia Saudí y Turquía”. Para que esto suceda tienen que revitalizarse los movimientos contra la guerra y por la justicia social de Estados Unidos y de los Estados aliados.
Gregory Shupak es escritor y activista que enseña Estudios de Medios de Comunicación en la Universidad de Guelph, Canadá.
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