domingo, 31 de mayo de 2015
sábado, 30 de mayo de 2015
Epistemología y Teoría del Conocimiento. Rolando García
viernes, 29 de mayo de 2015
Cuba.
Grecia.
(MB) USA en Siria.
(MB) Ucránea (3)
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jueves, 28 de mayo de 2015
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viernes, 22 de mayo de 2015
sábado, 16 de mayo de 2015
viernes, 15 de mayo de 2015
(MB) No logran ocultar secretos sobre Israel-Irán-Irak
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Al publicar recientemente una versión censurada de “puntos de conversación” altamente secretos que el secretario de estado Alexander Haig utilizó para informar al presidente Ronald Reagan sobre eventos en Medio Oriente en la primavera de 1981, el gobierno de EE.UU. ha revelado inadvertidamente lo que quiere seguir ocultando al público unos 34 años después – porque encontré la versión completa en archivos del Congreso a fines de 1994 y escribí al respecto por primera vez a comienzos de 1996.
Los puntos esenciales que el gobierno de EE.UU. todavía no quiere que conozcáis incluyen que a principios de 1981 Israel ya estaba suministrando equipamiento militar estadounidense a Irán para su guerra contra Iraq; que los saudíes habían transmitido una “luz verde” supuestamente del presidente Jimmy Carter a Sadam Hussein para que invadiera Irán en 1980, y que los saudíes aceptaron financiar ventas de armas a Pakistán y otros estados en la región.
Los tres puntos tienen relevancia en la actualidad porque revelan las tempranas semillas de políticas que han crecido durante las últimas tres décadas hasta ser las contorsionadas enredaderas de los actuales conflictos sangrientos. Las secciones todavía ocultas de los “puntos de conversación” de Haig también podrían causar un cierto embarazo a las naciones mencionadas.
Por ejemplo, los israelíes gustan de presentar su actual hostilidad hacia Irán como si fuera derivada de una oposición por principio al supuesto extremismo del estado islámico, de modo que la revelación de que estaban suministrando material militar estadounidense al gobierno de Ayatolá Ruhollah Jomeini, que había mantenido a 52 diplomáticos estadounidenses como rehenes durante 444 días, sugiere que las decisiones de Israel eran impulsadas por motivaciones menos nobles.
Aunque el ex presidente Carter ha negado que haya alentado Iraq para que invadiera Irán en septiembre de 1980 –durante el clímax de la crisis de rehenes que estaba destruyendo su candidatura a la reelección– la afirmación de “luz verde” de los saudíes indica por lo menos que habían llevado a Sadam Hussein a creer que su invasión tenía respaldo de EE.UU.
Hayan o no engañado los saudíes a Hussein sobre la “luz verde”, su instigación de la guerra saca a la luz los orígenes del moderno conflicto suní-chií, aunque ahora los saudíes acusan a los iraníes de agresión regional. Los “puntos de conversación” de Haig revelan que el primer golpe para el renacimiento de esta antigua lucha no fue lanzado por los chiíes de Irán sino por los suníes del régimen iraquí de Sadan Hussein con el respaldo y aliento saudí.
El acuerdo saudí de pagar por compras de armas de Pakistán y otros gobiernos regionales saca a la luz otro aspecto de la actual crisis en Medio Oriente. La ayuda financiera saudí a Pakistán en los años 80 se convirtió en un elemento clave en la expansión de un radical movimiento yihadista suní que se reunió a lo largo de la frontera entre Pakistán y Afganistán para realizar la guerra con el respaldo de la CIA contra el ejército soviético y fuerzas seculares afganas.
Esa guerra –en la cual EE.UU. y Arabia Saudí terminaron por invertir cada uno 500 millones de dólares por año– condujo al retiro de las tropas soviéticas y al colapso del gobierno modernista, izquierdista, en Kabul para ser reemplazado por los ultra-fundamentalistas talibanes que, por su parte, dieron refugio a al-Qaida, dirigido por un acaudalado saudí, Osama bin Laden.
Por lo tanto, los contornos del actual violento caos en Medio Oriente fueron esbozados durante esos años, aunque con numerosos altibajos.
La guerra del Golfo Pérsico
Después del fin de la guerra Irán-Iraq en 1988 –con ambos países agotados financieramente– Sadam Hussein se volvió contra sus benefactores suníes repentinamente avaros que comenzaron a negar más créditos y a exigir el pago de préstamos del tiempo de la guerra. Como reacción, Hussein –después de consultar con la embajadora de EE.UU., April Glaspie, y pensando que había recibido otra “luz verde”– invadió Kuwait. Eso, por su parte, condujo al despliegue dirigido por EE.UU. para defender Arabia Saudí y expulsar a las fuerzas iraquíes de Kuwait.
Aunque Hussein pronto mostró su disposición a retirar sus tropas, el presidente George H.W. Bush rechazó esas ofertas e insistió en una sangrienta guerra terrestre para demostrar la superioridad cualitativa de las modernas fuerzas armadas de EE.UU. y para excitar al pueblo estadounidense con una victoria militar –y así “derrotar el síndrome de Vietnam” [Vea Secrecy & Privilege de Robert Parry.]
La ofensiva militar de Bush tuvo éxito con esos objetivos pero también provocó la indignación de bin Laden por la colocación de tropas de EE.UU. cerca de sitios sagrados del Islam. EE.UU. se convirtió en el nuevo objetivo de la venganza terrorista de al-Qaida. Y, para los emergentes neoconservadores de Washington, la necesidad de destruir final y completamente a Sadam Hussein –en aquel entonces la pesadilla de Israel– se convirtió en un artículo de fe.
La demostración de la capacidad militar de EE.UU. en la guerra del Golfo Pérsico –combinada con el colapso de la Unión Soviética en 1991– también alentó a los neoconservadores a vislumbrar una estrategia de “cambios de régimen” para cualquier gobierno que mostrara hostilidad hacia Israel. Iraq fue identificado como objetivo número uno, pero Siria también estaba arriba en la lista de potenciales enemigos.
A principios de los años 90, Israel comenzó a apartarse de Irán escaso de dinero, que se había retirado del lucrativo bazar armamentista que Israel había estado desplegando para ese gobierno chií durante los años 80. Gradualmente, Israel comenzó a realinearse con los suníes financiados por Arabia Saudí.
Los ataques del 11-S en 2001 fueron una expresión de la indignación contra EE.UU. entre fundamentalistas suníes, que estaban financiados por los saudíes y otros estados petroleros del Golfo Pérsico, pero las complicadas realidades de Medio Oriente eran entonces poco conocidas por los estadounidenses que no sabían gran cosa sobre la diferencia entre suníes y chiíes y que carecían de conocimientos sobre las hostilidades entre secularistas como Hussein y fundamentalistas como bin Laden.
El presidente George W. Bush y su administración aprovecharon esa ignorancia para unir al público en el apoyo a una invasión de Iraq en 2003 por temores fantasiosos de que Iraq compartiría armas de destrucción masiva con Osama bin Laden. Más allá de las falsas afirmaciones de que Iraq tendría armas de destrucción masiva y de una conexión entre Hussein y bin Laden, hubo poco reconocimiento incluso en los niveles superiores de la administración de Bush sobre cómo incluso el derrocamiento y el asesinato de Hussein alterarían el frágil equilibrio entre suníes y chiíes.
Con la eliminación de Hussein, la mayoría chií consiguió el control de Iraq, inquietando a los saudíes que habían, de muchas maneras, lanzado la moderna guerra suní-chií impulsando la invasión iraquí de Irán en 1980 pero ahora veían que aliados de Irán conseguían el control de Iraq. Los saudíes y los jeques del Golfo comenzaron a financiar a extremistas suníes que ingresaron masivamente a Iraq para combatir a los chiíes y a sus apoyos, los militares de EE.UU.
Los saudíes también establecieron una alianza entre bastidores con Israel, que consideró que sus intereses financieros y geopolíticos eran favorecidos por esa colaboración secreta. Pronto, los israelíes identificaron a sus antiguos socios en el comercio de armas, los iraníes, como una “amenaza existencial” para Israel y llevaron a EE.UU. a un enfrentamiento más directo con Irán. [Vea “Did Money Seal Israel-Saudi Alliance?” de Consortiumnews.com.]
Expansión de conflictos
El frente de batalla en el conflicto suní-chií pasó a Siria, donde Israel, Arabia Saudí, Turquía y otros estados suníes se unieron en el apoyo a una rebelión para derrocar el gobierno del presidente Bashad al-Assad, alauita, una rama del Islam chií. A medida que ese conflicto pasaba a ser más y más sangriento, el régimen relativamente secular de Assad se convirtió en protector de cristianos, chiíes, alauitas y otras minorías contra las fuerzas suníes encabezadas por al-Qaida y el híper-brutal Estado Islámico.
En 2014, bajo presión del presidente Barack Obama, los saudíes se unieron a una alianza contra el grupo Estado Islámico, aunque la participación saudí fue poco entusiasta en el mejor de los casos. El verdadero interés de Arabia Saudí era promover una serie de guerras regionales por representante contra Irán y cualesquiera movimientos relacionados con chiíes, como ser los hutíes en Yemen y los alauitas en Siria. Si eso ayudaba a al-Qaida y a Estado Islámico, así sea, era la posición saudí.
Aunque los dos párrafos censurados de los “puntos de conversación” de Haig de hace 34 años podrían parecer historia antigua que ya no es digna de estar cubierta por el secreto, el gobierno de EE.UU. sigue insistiendo en ocultar esa información a los estadounidenses, sin dejar que sepan demasiado sobre cómo se formó ese entrelazamiento de alianzas y quién fue el responsable.
Las fuentes primordiales para Haig fueron el presidente egipcio Anwar Sadat y el príncipe saudí Fahd (posteriormente rey Fahd). Ambos muertos, así como varios otros protagonistas en esos eventos, incluyendo Reagan, Hussein y Haig. Los dos párrafos censurados –que Haig utilizó en su presentación a Reagan – dicen lo siguiente, con partes subrayadas en los “puntos de conversación” originales.
“Fahd también se mostró muy entusiasta hacia nuestras políticas. Como una medida de su buena fe, se propone insistir en una política petrolera común en una próxima reunión de sus colegas árabes que incluirá un solo precio y un compromiso a no bajar la producción. También fue de importancia el acuerdo de Fahd en principio de financiar ventas de armas a los paquistaníes y a otros estados en el área.
“Tanto Sadat como Fahd suministraron otras pequeñas cantidades de inteligencia útil (por ejemplo que Irán recibe repuestos militares para equipamiento estadounidense de Israel). También fue interesante confirmar que el presidente Carter dio a los iraquíes una luz verde para lanzar la guerra contra Irán a través de Fahd.”
La versión corregida –con esos dos párrafos eliminados– fue liberada por la biblioteca presidencial George H.W. Bush después que los “puntos de conversación” pasaron por un proceso de desclasificación. La publicación tuvo lugar como respuesta a una solicitud según la Ley de Liberad de la Información que presenté en conexión con el así llamado affaire October Suprise, en la cual se afirmó que la campaña Reagan-Bush en 1980 había conspirado con funcionarios iraníes y oficiales de la inteligencia israelí para retardar la liberación de los 52 rehenes estadounidenses retenidos en Irán a fin de asegurar la derrota del presidente Carter en la reelección.
En 1991, el Congreso inició una investigación del problema de 1980, por sospechas de que podría haber sido un prólogo del escándalo Irán-Contra que había involucrado los acuerdos secretos de armas-por-rehenes con Irán en 1985-86 (también con ayuda israelí). El gobierno de George H.W. Bush reunió documentos posiblemente relacionados con los eventos de 1980 y compartió algunos con la investigación del Congreso, incluyendo los “puntos de conversación” de Haig.
Pero los operadores de Bush –tratando de proteger sus posibilidades de reelección en 1991-92– se involucraron en retrasos y obstrucciones de la investigación del Congreso, que finalmente estuvo de acuerdo después de la derrota de Bush por Bill Clinton en noviembre de 1992 en decir que no podía encontrar “ninguna evidencia creíble” de que Reagan y Bush habían orquestado un retraso en la liberación de los rehenes por Irán. Los rehenes fueron finalmente liberados el 20 de enero de 1981, inmediatamente después del juramento como presidente de Reagan.
Subsiguientes revelaciones de evidencia, sin embargo, reforzaron las antiguas sospechas de un acuerdo republicano-iraní, incluyendo documentos que la Casa Blanca de Bush había negado al Congreso así como otros documentos que la investigación del Congreso poseía [o para más detalles vea “ Second Thoughts on October Surprise ” de Consortium News o America’s Stolen Narrative de Robert Parry.]
El periodista de nvestigación Robert Parry reveló muchas de las historias de Irán-Contra para The Associated Press y Newsweek en los años ochenta. Su nuevo libro es: America’s Stolen Narrative.
Fuente: https://consortiumnews.com/2015/05/11/failing-to-hide-israel-iran-iraq-secrets/
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jueves, 14 de mayo de 2015
miércoles, 13 de mayo de 2015
La "guerra" contra ISIS.
Traducción para Rebelión de Loles Oliván. |
De momento, el gobierno de Obama intenta que el Congreso apoye una medida que autorizaría extender la guerra a naciones como Argelia, Egipto, Líbano, Libia, Túnez y Yemen. Ampliar las operaciones militares dirigidas por Estados Unidos sería desastroso y hay que oponerse a ello.
Que Occidente intervenga militarmente no es la manera de resolver el ascenso de ISIS. Hasta el momento los logros que se han obtenido contra el grupo son escasos; ISIS sigue mostrando su fortaleza a pesar de que la coalición esté en guerra contra el grupo desde que Estados Unidos iniciase el lanzamiento de ataques aéreos en agosto del año pasado. La coalición ha lanzado más de 3.700 bombardeos en Iraq y Siria y sin embargo, ISIS sigue manteniendo el control de importantes territorios como Mosul en Iraq y Deir Ezzor en Siria.
ISIS ha avanzado recientemente hacia Damasco y ha atacado Ramadi, capital de la provincia iraquí de Anbar, y Baiyi, la mayor refinería de petróleo de Iraq. Asimismo se ha documentado en los últimos meses el incremento del número de personas que viajan desde Europa para unirse a ISIS. Entretanto tanto, hay signos de que ISIS y Jabhat al-Nusra operan juntos en el campamento de refugiados palestinos de Yarmuk, en Siria, lo que mueve a pensar que los bombardeos de la coalición han facilitado la cooperación entre ISIS y al-Nusra, tal y como señalaron ya algunos informes anteriores.
Puede que esta situación cambie y que la coalición liderada por Occidente contribuya a dispersar a ISIS de los territorios que controla. No obstante, a menos que se aborden las condiciones subyacentes que han permitido la aparición de un grupo como ISIS, otra organización igualmente sanguinaria ocupará su lugar.
Además, es absurdo confiar en que la acción militar liderada por Estados Unidos pondrá fin a las matanzas y la opresión de ISIS o de cualquier otro actor, porque está claro que el objetivo estadounidense en Oriente Próximo no es acabar con la tiranía y la violencia, como tampoco lo es el de sus aliados.
Objetivos de la política estadounidense: ir detrás el dinero
Como han escrito los académicos canadienses Greg Albo y Jerome Klassen en Empire's Ally, tres son los objetivos que han guiado durante mucho tiempo la estrategia de Estados Unidos en la región: “1) liberalizar el espacio económico de Oriente Próximo a través del Consejo de Cooperación del Golfo y de la normalización de Israel; 2) acceder y regular la distribución del suministro de petróleo frente a la cada vez mayor competencia de Europa y Asia; 3) implantar bases militares con el objetivo de estabilizar la región bajo la hegemonía estadounidense”. Estos objetivos son incompatibles con la paz y la justicia que, de hecho, las debilitan aún más.
No hay razón alguna para considerar que los políticos estadounidenses se hayan distanciado de estos objetivos desde que el poder de ISIS ascendiera. Las pruebas disponibles sugieren, por el contrario, que Estados Unidos mantiene esas prioridades. El enriquecimiento de los fabricantes de armas estadounidenses en los mercados de Oriente Próximo es una característica de las relaciones a largo plazo entre Estados Unidos y la región.
Lo mismo ocurre en el contexto de la guerra de la coalición contra ISIS. The New York Times informa de que la venta de armamento estadounidense alimenta la guerra en “un boom para los contratistas de defensa estadounidenses a la caza de negocios en el extranjero”: Arabia Saudí gastó 80 mil millones de dólares en armas en 2014 y Qatar firmó un acuerdo de 11 mil millones de dólares en Estados Unidos en ese mismo año.
Los Emiratos Árabes Unidos están utilizando F-16 estadounidense para bombardear Yemen y Siria y quieren comprar aviones no tripulados Predator fabricados en Estados Unidos; paralelamente, representantes de la industria de defensa han informado al Congreso de que esperan una solicitud de compra de armamento de otros “aliados árabes que combaten al Estado Islámico”, como Bahrein, Egipto y Jordania.
Abordar las causas fundamentales
Según señala el artículo de The New York Times, los fabricantes de armas estadounidenses van “detrás del dinero”: desde 2011 tanto Boeing como Lockheed Martin han abierto delegaciones en Doha (Qatar). En diciembre, por otra parte, la Agencia de Cooperación de Seguridad de Defensa de Estados Unidos informó al Congreso de que planeaba vender al gobierno iraquí casi 3 mil millones de dólares en armamento. Al sembrar la región de armamento y aprovisionar a las dictaduras, los políticos estadounidenses están demostrando que su preocupación es sacar provecho de la guerra y de la represión en lugar de combatirlas.
En última instancia, la única manera de poner fin a las campañas de violaciones, explotación, sectarismo, torturas y asesinatos, es abordar sus causas profundas. En el epicentro de todas ellas se encuentra la política occidental hacia Oriente Próximo y el Norte de África como ha quedado demostrado claramente en el caso de Libia, destruida por la OTAN por razones políticas y económicas creando con ello las condiciones que han permitido que ISIS emerja en ese país. En Iraq, de manera similar, Estados Unidos y sus aliados han matado más personas que ISIS (durante la invasión y ocupación brutal del país, origen y causa del nacimiento de este mismo grupo).
SI la guerra contra ISIS se extiende a más países llevando a las mismas fuerzas occidentales que han ejecutado repetidamente matanzas con fines de lucro y que han creado las condiciones para que las élites locales esclavicen, maten, aterroricen y practiquen la limpieza étnica, las consecuencias serán atroces. Teniendo en cuenta que los intereses de la élite de Estados Unidos en Oriente Próximo están lejos de ser humanitarios, y dado que el poderío de ISIS no retrocede, hay que ser muy cándido para creerse que los muchos civiles muertos por la coalición de Estados Unidos en Iraq y Siria son el coste necesario para derrotar a ISIS.
Como escribe Sarah Lazare, periodista independiente, para que la gente de Oriente Próximo tenga un futuro más esperanzador, “el gobierno de Estados Unidos debe retirarse y desmilitarizar su fallida guerra contra el terrorismo, no sólo retirando sus propias fuerzas de Oriente Próximo, sino apagando los fuegos que ha avivado con guerras subrogadas y con un política exterior hipócrita, lo que incluye sus alianzas con gobiernos que apoyan directa e indirectamente a ISIS, como Arabia Saudí y Turquía”. Para que esto suceda tienen que revitalizarse los movimientos contra la guerra y por la justicia social de Estados Unidos y de los Estados aliados.
Gregory Shupak es escritor y activista que enseña Estudios de Medios de Comunicación en la Universidad de Guelph, Canadá.
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