lunes, 2 de mayo de 2011

La última telenovela: Obama-Laden







Rebelion. Matar a Ben Laden, resucitar a Al-Qaeda















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02-05-2011







Matar a Ben Laden, resucitar a Al-Qaeda














Una de las grandes

sorpresas que habían deparado los levantamientos populares en el

mundo árabe es que habían dejado momentáneamente fuera de juego a

todas las fuerzas islamistas y muy especialmente, claro, a la más

sospechosa y extremista, Al-Qaeda, marca comercial de oscuro

contenido largamente instrumentalizada para sostener dictadores,

reprimir toda clase de disidencia y desviar la atención lejos de los

verdaderos campos de batalla. Con indicaciones de amplio espectro,

como la aspirina, Ben Laden reaparecía cada vez que hacía falta

atizar la “guerra contra el terrorismo”; se le mantenía con vida

para agitar su espantajo en encrucijadas electorales o para

justificar leyes de excepción. Esta vez la situación era demasiado

grave como para no usarlo por última vez, en una orgía mediática

que eclipsa incluso la boda del príncipe Guillermo e introduce

efectos muy inquietantes en el mundo.



Cuando parecía

relegada al olvido, definitivamente arrinconada por los propios

pueblos
que debían apoyarla, reaparece Al-Qaeda. Un desconocido

grupo, en nombre de esa patente, asesina a Arrigoni en Palestina;

días después, en plena efervescencia de las protestas

antimonárquicas en Marruecos, una bomba estalla en la plaza Yamaa

Fna de Marrakesh; ahora reaparece Ben Laden, no vivo y amenazador,

sino en toda la gloria de un martirio aplazado, estudiado,

cuidadosamente escenificado, un poco inverosímil. “Se ha hecho

justicia”, dice Obama, pero la justicia reclama tribunales y

jueces, procedimientos sumariales, una sentencia independiente. Más

sincero ha sido George Bush: “Es la venganza de los EEUU”, ha

dicho. “Es la venganza de la democracia”, ha añadido, y miles de

demócratas estadounidenses zapatean de alegría delante de la Casa

Blanca, saltando con bárbara euforia sobre tibias y calaveras. Pero

democracia y venganza son tan incompatibles como la pedagogía y el

infanticidio, como el alfabeto y el solipsismo, como el ajedrez y el

juego. A los EEUU le gustan los linchamientos, sobre todo desde el

aire, porque sabe que son más poderosos que los principios. “El

mundo siente alivio”, afirma Obama, pero al mismo tiempo alerta de

“ataques violentos en todo el mundo tras la muerte de Ben Laden”.

¿Alerta? ¿Avisa? ¿Promete? ¿Qué alivio puede producir un

asesinato que -se dice al mismo tiempo- pone en peligro a aquellos a

los que presumiblemente se quiere salvar?



Este era el momento.

Al-Qaeda vuelve a dominar la escena; Al-Qaeda vuelve a saturar el

imaginario occidental. Mientras el presunto cadáver de Ben Laden es

arrojado al mar, Ben Laden se apodera fantasmalmente de todas las

luchas y todas los deseos de justicia. Se cumplirá el vaticinio de

Obama: habrá ataques violentos por todas partes y el mundo

árabo-musulmán volverá a ser un bullicio de fanatismos y

decapitaciones, quieran o no quieran sus poblaciones. Entre

democracia y barbarie, es evidente, EEUU no tiene duda: la barbarie

se ajusta mucho más al “sueño americano” (y, por supuesto, al delirio israelí).



No sabemos si se ha

matado realmente a Ben Laden; lo que está claro es que el esfuerzo por resucitar a toda costa a Al-Qaeda pretende matar los procesos de

cambio comenzados hace cuatro meses en el mundo árabe.



Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.







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