viernes, 2 de diciembre de 2011

Eva Golinger.

¿Libertad en la red?

¿Llega tarde la Casa Blanca al Asia?






Rebelion. El agresivo giro de Obama en relación con Asia















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02-12-2011







El agresivo giro de Obama en relación con Asia




World Socialist Web Site



Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos




La gira de Obama por Asia la semana pasada marcó un momento decisivo en geopolítica. En cada frente (diplomático, económico y estratégico) el presidente estadounidense dio curso a la confrontación con China ya que trató de reafirmar el dominio estadounidense en la región del planeta que crece más rápidamente.

En la Cumbre de Cooperación Económica Asía Pacífico Obama lanzó la Asociación Trans Pacífico, un pacto que tiene la función de garantizar que el comercio regional se lleva a cabo en los términos de Washington. En Canberra anunció el asentamiento de marines estadounidenses en el norte de Australia, junto con un mayor uso de las bases navales y aéreas australianas (la primera expansión militar estadounidense en Asia desde el final de la Guerra de Vietnam). A pesar de la oposición de China, en la Cumbre del Sudeste de Asia en Bali Obama consiguió el apoyo de los países del sudeste de Asia para forzar una discusión sobre el Mar del Sur de China, unas aguas territoriales discutidas que son de vital interés estratégico y económico para China.

En su discurso ante el parlamento australiano Obama hizo explícito el giro de su política exterior en relación a Asia. Explicó que tras una década de luchar guerras en Iraq y Afganistán “Estados Unidos estamos volviendo nuestra atención al vasto potencial de la región Asia-Pácifico”. Obama anunció que había tomado una decisión deliberada y estratégica: “como nación del Pacífico, Estados Unidos desempeñará un papel más amplio y más a largo plazo en dar forma a esta región y a su futuro”.

El giro hacia Asia no es una decisión reciente de Obama sino que proviene de los profundos cambios en la economía global que se reflejaron en la profunda insatisfacción de las clases dirigentes estadounidenses con la orientación estratégica del gobierno de George W. Bush. Bajo la capa de una “guerra contra el terrorismo”, Bush había sumido a Estados Unidos en dos guerras desastrosas que minaron al ejército estadounidense, debilitaron a la diplomacia estadounidense y generado una inmensa oposición interna.

El apoyo de ambos partidos a las guerras reflejaba un amplio apoyo en Washington a la estrategia subyacente (garantizar la hegemonía estadounidense en Oriente Próximo y Asia Central sobre las mayores reservas de energía del mundo para poder chantajear a los rivales asiáticos y europeos de Washington). Sin embargo, lo que se había vendido como victorias fáciles se convirtieron en pesadillas. Aumentaron las críticas, especialmente por la incapacidad de Bush para contener la cada vez mayor influencia de China en Asia.

La expansión económica de China en la última década estuvo vinculada a una reestructuración fundamental del proceso de manufacturación tras la crisis financiera asiática de 1997-98. Las economías del este y sudeste de Asia se integraron cada vez más en cadenas de producción y distribución centradas en la producción en China. Entre 2000 y 2010 el comercio anual chino con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) saltó de 39.400 millones de dólares a 292.800 millones. Estos procesos económicos encontraron su reflejo en acuerdos de libre comercio regionales y en la influencia cada vez mayor de China en foros como ASEAN, ASEAN+3 y la Cumbre del Este de Asia, reuniones a las que Estados Unidos o bien no pertenece o bien no asistió.

La llegada de Obama a la presidencia fue respaldad por poderosas secciones de la clase dirigente estadounidense que tenían relación con la política exterior como un medio de sacar a Estados Unidos de Iraq y Afganistán y de preparar una campaña agresiva en la económicamente dinámica región Asia-Pacífico. En medio de la crisis financiera global de 2008-09, incialmente Obama tuvo que aplacar a China—con altos cargos estadounidenses viajando a Beijing para urgir al “banquero de Estados Unidos” a comprar más bonos estadounidenses.

Sin embargo esta fase pasó rápidamente. El gobierno Obama firmó el Tratado de Amistad y Cooperación ASEAN—algo que Bush se negó a aceptar—y logró ser admitido en los foros basados en la ASEAN. En julio de 2009 la secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton declaró en la cumbre de la ASEAN que Estados Unidos había “vuelto al Sudeste de Asia”. En una reunión de la ASEAN celebrada el año pasado Clinton afirmó que Estados Unidos tenía “intereses nacionales” en las disputas regionales en el Mar del Sur de China, lo que llevó al ministro de Exteriores chino Yang Jiechi a declarar que las afirmaciones de Clinton eran “prácticamente un ataque a China”. Los esfuerzos diplomáticos estadounidenses se han dirigido no solo a establecer aliados sino a sacar a países como Birmania de la esfera de influencia de China.

Al igual que en Oriente Próximo, el abrumador foco de atención del gobierno Obama en Asia se ha centrado en fortalecer la postura militar estadounidense. En los dos últimos años ha ido aumentando las relaciones estratégicas y militares en la región, particularmente con Japón, India y Australia. Estados Unidos ha suministrado barcos de guerra a Filipinas, celebrado unos ejercicios conjuntos sin precedentes con Vietnam, anunciado una vasta nueva venta de armas a Taiwan y eliminado la prohibición de colaboración estadounidense con las mal reputadas fuerzas especiales Kopassus. El año pasado el gobierno Obama apoyó a Japón en su tenso pulso con China en relación a la detención de un capitán de barco de pesca chino en aguas en disputa y declaró provocativamente que Estados Unidos estaba obligado bajo tratado a apoyar a japón en cualquier conflicto.

La estrategia del Pentágono sigue centrada en controlar los suministros de energía. Sin embargo, en vez de tratar de situar a Oriente Próximo bajo su completo dominio político, Estados Unidos está confiando en su fuerza militar para dominar las vitales rutas de transporte marítimo de energía y materias primas de China desde Oriente Próximo y África a través de cuellos de botella clave (sobre todo el Estrecho de Malaca) hacia el Mar del Sur de China. Estos planes recuerdan la manera como Estados Unidos explotó su potencia naval para imponer un bloqueo a Japón en 1941, lo que desencadenó una cadena de acontecimientos que llevaron a la Guerra del Pacífico.

Dos significativas bajas políticas ponen de relieve la intensidad de la campaña estadounidense en Asia. A pesar de todo lo que Obama habla de “democracia”, su gobierno no ha admitido oposición alguna, ni siquiera de sus aliados mas estrechos. La Casa Blanca tuvo que ver con la dimisión del primer ministro japonés Yukio Hatoyama en junio de 2010 y un mes después con el golpe del Partido Laborista que echó al primer ministro australiano Kevin Rudd. El “crimen” de Hatoyama fue oponerse a que se mantuviera la base estadounidense clave de Okinawa. El de Rudd fue ofrecer facilitar una mejora de relaciones entre China y Estados Unidos. Ambos fueron reemplazados por figuras incondicionalmente pro estadounidenses.

La fuerza impulsora de esta peligrosa confrontación es la relativa decadencia económica del imperialismo estadounidense y el auge de China. Estados Unidos esgrime temerariamente su potencia militar para compensar su debilidad económica mientras trata de mantener su dominio global. A pesar de sus asombrosos índices de su crecimiento económico China se encuentra sacudida por contradicciones económicas y sociales, por encima de todo, el explosivo desarrollo de la clase trabajadora china. Beijing ya no puede permitirse hacer concesiones a Washington, no más de lo que Estados Unidos puede permitirse ceder una esfera de influencia asiática a China. El empeoramiento de la crisis económica global ha magnificado estas tensiones ya que cada potencia trata de reforzar su postura a expensas del otro.

Algunos astutos comentaristas burgueses ya han tratado de trazar paralelismos históricos. En un artículo publicado el pasado viernes [18 de noviembre] el editor del Financial Times Lionel Barber explicaba: “A lo largo de los tiempos la fuente del conflicto ha sido la incapacidad de acomodar a los poderes emergentes o, más bien, la incapacidad de los poderes emergentes para acomodarse al sistema estatal existente”. Tras señalar las guerras mundiales desencadenadas por el auge de Alemania y Japón, advertía de los “peligros de un error de cálculo mutuo” por parte de Estados Unidos y de China. Barber pedía un Klemens von Metternich modero para ajustar las relaciones entre las potencias del Pacífico, como hizo el príncipe austriaco en Europa tras las guerras napoleónicas.

Sin embargo, el siglo XIX fue un periodo histórico diferente. La época del imperialismo que irrumpió en agosto de 1914 ha estado marcada por dos guerras mundiales y ahora por la amenaza de una catástrofe aún más devastadora. La única manera de evitar la guerra es abolir sus causas originarias: el sistema de beneficio y la división del mundo entre Estados nación capitalistas rivales. El Comité Internacional de la Cuarta Internacional es la única fuerza política que busca unir, educar y movilizar a la clase trabajadora internacional para esta tarea histórica.

Fuente: http://www.wsws.org/articles/2011/nov2011/pers-n24.shtml








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Habla don Pablo Casavova.






Rebelion. El camino a la democracia directa















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02-12-2011






Entrevista con Pablo González Casanova

El camino a la democracia directa




Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Año III, Nº 6






Pablo González Casanova no necesita presentaciones. Figura histórica de las ciencias sociales en México y América Latina, ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ganador de innumerables medallas, autor de decenas de libros y cientos de artículos, laureado con varios doctorados honoris causa, su obra combina la calidad literaria con el rigor científico, y el compromiso ético con la pasión por el conocimiento. No es un académico de cubículo. Viajero incansable, amigo e interlocutor de intelectuales encumbrados y de activistas anónimos, a sus 89 años don Pablo sigue acompañando las mejores causas de la humanidad. Uno puede encontrarlo en la Selva Lacandona dialogando con milicianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en una manifestación multitudinaria en Madrid, en un seminario altermundista en París o en una asamblea de movimientos sociales en cualquier parte de nuestro mundo globalizado. La siguiente entrevista realizada en Tepoztlán, Morelos, gira en torno a la formación del maestro, a sus principales aportes en el ámbito de las ciencias sociales –la democracia, el colonialismo interno, la teoría de la explotación, los sistemas del conocimiento– y a la situación de los movimientos sociales en México y en el mundo.

Claudio Albertani (CA): ¿Cómo evaluarías la influencia de tu padre, destacado lingüista y filólogo, en tu formación teórica?

Pablo González Casanova (PGC): No me podría explicar a mí mismo sin la influencia de mi padre. A pesar de que falleció cuando yo tenía tan sólo catorce años, su capacidad de educarnos mientras nos divertía fue muy grande. Procedía de una familia de la oligarquía henequenera y lechera, y lo habían mandado a estudiar química a Alemania, pero hizo una especie de revolución intelectual. En lugar de volverse empresario, estudió filología clásica, adoptó las posiciones más avanzadas del humanismo radical y, a la vez, ciertos planteamientos marxistas como los de Rosa Luxemburgo, vinculados con la idea de que no puede haber socialismo sin democracia. En México, se hizo amigo de un grupo de trotskistas cercanos al sindicato de electricistas. Y apoyó la lucha por la autonomía universitaria que encabezaba Manuel Gómez Morín oponiéndose a hacer de la institución un centro de enseñanza oficial marxista-leninista. A mis hermanos y a mí, nos enseñó a querer a los indios de nuestro país, a cultivar a los clásicos griegos y también las posiciones revolucionarias que Cristo había tenido dentro de la historia de las religiones. Era un librepensador, pero le dio permiso a mi nana, una campesina que se llamaba Camerina, de llevarme a misa y de enseñarme religión. Nos hizo ver cómo en su tiempo Cristo había sido un revolucionario que echó a los comerciantes del templo y luchó contra los imperialistas de entonces, que eran los romanos. Nos transmitió un espíritu de crítica muy fuerte que conservé a lo largo de la vida y que se fue fortaleciendo con el paso del tiempo. Cuando murió, mi madre nos crió con una especie de culto hacia él y nos inclinó a pensar que podíamos ser como él.

CA: En tus contados textos autobiográficos y en algunas entrevistas, señalas que no tuviste una vocación tempranera por el estudio y que en algún momento tu padre pensó encaminarte hacia el trabajo manual. Por otro lado, conozco tu sólida formación clásica, particularmente en el rubro de la poesía. ¿Cuándo y cómo surge esa pasión que todavía cultivas?

PGC: Mi padre nos leía poesía y nos enseñó a memorizar ciertos poemas. Y me quedó el gusto. Yo estudio los problemas de la actualidad, pero en las noches, siempre me pongo a leer poesía o teatro. En este momento estoy leyendo de nuevo Prometeo y descubriendo lo que no descubrí cuando estaba en la preparatoria. Y es que Prometeo no solamente le regaló el fuego al hombre, sino que, como él dice, también le dio la industria, es decir la tecnología y las ciencias. Y además, añade Prometeo, “le di la esperanza”. Estos elementos, más otros en que asegura que la tiranía de Zeus va a caer por más fuerte que el Dios sea, constituyen parte de mi amor por la poesía. La poesía expresa verdades a las que no acceden la filosofía ni la sociología.

CA: ¿Qué papel desempeñó Lombardo Toledano en tu formación? ¿Cuál fue tu relación con él?

PGC: Mi primera esposa era hija de la hermana de Lombardo y cuando fuimos a París él nos visitaba de paso a Moscú o a Roma. Él fue quien me regaló la primera edición de las obras de Gramsci, en italiano, que todavía conservo. Era un hombre brillante. Una de sus aportaciones consistió en dar al nacionalismo revolucionario mexicano una política exterior universal impulsando las relaciones con la Unión Soviética y el apoyo a los movimientos de liberación en América Latina. Era una nueva expresión del nacionalismo que se plasmó en vínculos con los movimientos obreros, con la lucha de clases y con la emancipación socialista. Luego todo se frustró, porque tanto la Revolución Mexicana se volvió populista como la Rusa se volvió más y más burocrática y hasta capitalista.

CA: ¿Qué piensas del nacionalismo revolucionario?

PGC: Siempre oscilé entre el nacionalismo antiimperialista y la lucha de clases. Iniciado por Sun Yat-Sen en China, el nacionalismo revolucionario alcanzó por su parte una gran profundidad en México, al grado de que nuestra Constitución, anterior a la rusa, en cierto momento fue la más avanzada del mundo en materia de derechos sociales e internacionales. Yo tuve simpatías y diferencias con este proceso, que se perciben a lo largo de mi vida, y, al mismo tiempo, no dejé de tener amistades y vínculos con quienes daban prioridad a la lucha de clases frente a la lucha nacional. En todo caso, este problema que vivimos en el Tercer Mundo, o en el ex Tercer Mundo, o en el mundo colonial, entre la posición que da énfasis a la lucha de clases y la posición que da énfasis a la lucha por la independencia, para mí se resolvió de la manera más notable con la Revolución Cubana. Es ahí donde se da una confluencia entre Martí y Marx que no se había dado en ninguna parte del mundo y que, además de conjugar la lucha por la independencia con la lucha por el socialismo, le da una importancia muy grande a la moral, no como moralina, sino como una fuerza material. Yo pienso que si la corrupción es el arma secreta del imperialismo, la moral es el arma secreta de los pueblos.

CA: ¿Cuál fue tu primer encuentro con el marxismo?

PGC: Empecé a profundizar mi conocimiento del marxismo cuando estudié en el Colegio de México con profesores que, en su mayoría, eran republicanos españoles. Había, entre ellos, una influencia muy grande de los historicistas, pero no dejaba de haberla también de Marx. En ese terreno nunca podré olvidar a Wenceslao Roces. Pero ya había algo desde antes… Cuando estaba yo estudiando en la Escuela Bancaria y Comercial, recuerdo que una vez pusimos, un amigo tranviario y yo, un letrero que decía: “El comunismo os salvará de las garras asquerosas del capitalismo”. Él se llamaba Juárez, y yo le leía en voz alta los textos que teníamos que aprendernos, mientras él manejaba el tranvía. Después, en El Colegio de México, tuve otro amigo, Julio Le Riverend, que más tarde sería director general de la Biblioteca Nacional de Cuba. Él era marxista-leninista y me llevaba unos diez años, de manera que su influencia sobre mí fue muy grande. Creo que serían las fuentes principales: cierta inclinación que procede de mi padre –darle mucha importancia al socialismo y a la democracia–, la influencia de los republicanos españoles y particularmente la de mi amigo cubano, Julio Le Riverend.

CA: ¿Qué causas determinaron el giro de tu atención de la historia hacia la sociología?

PGC: Yo no estudié lo que tradicionalmente se entiende por historia. Los profesores españoles que diseñaron la Maestría en Ciencias Históricas le dieron a la historia un carácter científico que implicaba el estudio de la sociología, de la ciencia política y de la economía. Incluso nos llevaban en el terreno político al estudio de la historia de las instituciones y, en este sentido, también a la historia del derecho, público y privado. Era una carrera interdisciplinaria. Yo me especialicé y trabajé, sobre todo, en historia de las ideas. Luego empecé a trabajar sociología del conocimiento y ya me fui interesando en otro tipo de problemas que me llevaron, por ejemplo, a escribir La democracia en México. Pero en realidad, todo el tiempo estoy regresando a los problemas del conocimiento.

CA: A lo largo de tu obra, la democracia ocupa un lugar central. Pero me parece que eres reacio a definirla. No encuentro en tu obra una definición precisa al respecto…

PGC: Si tú usas el término en su significado original, no tienes que hacer ninguna definición: es el poder del pueblo. Cómo se va a organizar el poder del pueblo es otra cosa. Ahí ya se plantean problemas que todavía estamos explorando y que ahora podemos resolver mejor que nunca. Si nos planteamos, por ejemplo, el problema de la voluntad general de que hablaba Rousseau, hoy tenemos posibilidades de encontrar una solución que en su tiempo era imposible. Y es que la capacidad que nos dan las tecnologías de la información y de la organización para ejercer la democracia directa, para ejercer una democracia participativa, nos permite expresar la voluntad general no sólo como la suma de los votos de la ciudadanía, sino como la combinación de las voluntades particulares que se articulan en una voluntad general. La voluntad general no es la suma de las partes, sino la combinación de las partes. Y esto lo acabamos de ver en Islandia, en un acto del que se habla muy poco pero que es notable. El 92,5% de los ciudadanos exigieron por vía electrónica que se cancelara la deuda externa, se reformara la Constitución y se hiciera un nuevo gobierno. Su gran movimiento no acaba con el capitalismo, pero sí le pone un alto al modelo más depredador del capitalismo que es el neoliberalismo.

CA: En La democracia en México, introduces la categoría de colonialismo interno para analizar la realidad nacional. Casi medio siglo después, ¿cómo valoras la situación?

PGC: Para mí, no puede haber socialismo sin democracia, y en un país como México no puede haber democracia con colonialismo interno. Y en México hay colonialismo interno. Con una gran hipocresía decimos que todos somos descendientes de los indios. Tenemos a Cuauthémoc en el Paseo de la Reforma, mientras que los peruanos tienen a Pizarro. Esto me da mucho gusto; ojalá sigamos con Cuauthémoc y no vayan a poner a Cortés. Pero el hecho de que esté Cuauthémoc no es suficiente para impedir que haya todo un engaño. En realidad, seguimos siendo racistas y seguimos siendo colonialistas. En México, si te ven con los ojos azules y el pelo rubio, te tratan de una manera, y te tratan de otra si eres hombre o mujer –peor si eres mujer– con rasgos puramente indígenas. Esto por lo que se refiere al trato general. En los hechos, hay una sobreexplotación de la población indígena y una depredación de los bienes y territorios de los pueblos indios que rebasa el carácter y la práctica del despojo que se da en las poblaciones mestizas y criollas.

CA: En tiempos más recientes has hablado de colonialismo global…

PGC: El colonialismo interno no existe únicamente en los países dependientes y periféricos, sino también en los países metropolitanos. No sólo se da a nivel internacional, sino a nivel intranacional y transnacional. Es una realidad, a pesar de que, cuando lo dije, mis amigos marxistas-leninistas consideraron que era un desviacionismo. Ellos estaban convencidos de que la lucha de clases pura era lo único que debía preocuparnos y que lo demás sólo servía para distraernos, lo cual era completamente falso. En el fondo, había un carácter muy polémico de mi parte frente a la posición de quienes sostenían la necesidad de plantear una lucha de clases pura. El colonialismo global lo estamos viendo ahora mismo a nivel mundial, cuando se acentúa la lucha de clases junto a la depauperación de la clase obrera y a la recolonización del mundo. No podemos explicarnos la dialéctica social cabalmente si no recurrimos a ambos problemas. Que Marx le diera más importancia a la lucha de clases es perfectamente comprensible, porque esa lucha aislada que se dio en la fábrica inglesa con toda su nitidez le permitió descubrir un tipo de relación humana fundamental para la comprensión del ser humano, de la sociedad y de la historia, y que antes no había descubierto nadie. Pero pensar que con esa relación era suficiente para comprender la historia mundial resultó un error que el propio Marx fue corrigiendo a partir de la experiencia de Irlanda, y que naturalmente pensadores de gran relieve como Fanon tomaron como muy importantes para su obra.

CA: Lo sucedido en las últimas décadas parece confirmar tu diagnóstico.

PGC: Los hechos se fueron comprobando. Desde que salió La democracia en México se empezó a hablar de colonialismo interno y a descubrirse que había colonialismo interno hasta en Nueva Zelanda. Salieron muchos artículos en el mundo entero sobre colonialismo interno, pero polemizamos fuertemente con una parte del pensamiento marxista de ese entonces. Algo semejante ocurrió en relación con la democracia, y después ocurriría también con el concepto de dependencia. En realidad, yo he sido muy polémico, pero no he personalizado los pleitos. En lugar de atacar a Fernando Henrique Cardoso, por ejemplo, señalé que la dependencia es una categoría un poco superficial y puede ser utilizada incluso por los imperialistas como un hecho natural. Unos somos independientes y otros son dependientes, cosa que ocurrió con sociólogos latinoamericanos y otros no latinoamericanos. Lo que es más difícil aceptar es que hay una explotación de los trabajadores por parte de los empresarios y también una explotación que el propio Adam Smith descubrió en las relaciones de los países altamente desarrollados y los países atrasados o dependientes. Por esta vía se da la doble explotación que finalmente recae sobre los trabajadores de los países coloniales.

CA: Hace más de 40 años escribiste que la esencia del marxismo no radica en el materialismo, ni en la dialéctica, ni en el socialismo, sino en la teoría de la explotación.

PGC: Así es. Marx le dio a la relación de explotación una importancia central y a partir de ahí intentó construir una investigación científica y filosófica de un rigor extraordinario, que está sujeta no sólo a los experimentos de laboratorio o a las observaciones del astrónomo, sino a luchas muy intensas en las que intervienen a la vez el pensamiento reflexivo y el pensamiento intuitivo, la voluntad y el coraje. Para ciertos científicos que reducen la ciencia a los estudios de biblioteca y laboratorio, resulta difícil entender que el marxismo abarca formas de conocimiento que incluyen la biblioteca y el laboratorio, pero también algo nuevo que es la creación. Y la creación no es únicamente una cuestión de experimentos, sino de prácticas, de teorías, de cómo hacer un mundo mejor, un mundo menos opresivo, un mundo donde reine la libertad. En palabras de Engels: “Lo único que hicimos Marx y yo fue estudiar cómo el hombre podía ser libre”.

CA: En la actualidad, algunos autores consideran que la explotación del trabajo intelectual se vuelve el motor mismo del tipo de capitalismo en que vivimos y por lo tanto esto desplaza la cuestión de la creación de plusvalía y por ende de la explotación. ¿Qué opinas al respecto?

PGC: La clave de la explotación siguen siendo los miserables de la Tierra. Una de las cuestiones que resultan más impulsivamente inaceptables es asumir que el problema principal de la humanidad es que unos hombres explotan a otros. Es evidente que una parte de la plusvalía se debe a la plusvalía relativa y esto tiene que ver con el conocimiento. Siempre fue así. Pero nuestra capacidad de explotar en forma directa a los niños, a las mujeres, a los emigrantes ha aumentado como nunca. Por denunciarlo, a veces hasta te mandan al paredón o a la cárcel… Después de Marx, muchos –Weber, por ejemplo– intentaron demostrar que el capitalismo era el producto de gente honrada que había ahorrado para su vejez… Ocurre lo mismo ahora. En realidad, nunca ha habido tanta explotación…

CA: Tu trabajo integra el marxismo con la sociología empírica y las matemáticas.

PGC: Este ha sido otro pleito. Algunos tabúes se fueron imponiendo entre los marxista-leninistas burocráticos. No dejan de ser interesantes. Uno de ellos es no darle importancia a la moral, lo cual por cierto les venía muy bien. Otro es no tomar en cuenta ni la tecnología ni las matemáticas. Esto viene de unos señores que se decían marxistas ortodoxos. Se olvidaban de que Marx dejó muchos cuadernos escritos sobre matemáticas y que dedicó una enorme cantidad de tiempo al estudio de los problemas, las técnicas y los lenguajes matemáticos. Se olvidan también de que en esa Biblia que para ellos es El Capital, el análisis central a partir del cual vienen los estudios de tipo histórico político sobre la dialéctica del capitalismo se expresa en una fórmula que se escribe P/V [es la tasa de plusvalía: P = plusvalía y V = capital variable, CA]. Estoy escribiendo un libro al que pienso ponerle así: P/V. El otro pleito era con los empiristas, que decían que con los métodos estadísticos y con las correlaciones se podía saber con todo rigor científico qué estaba pasando en el mundo y a dónde iba. Me estaba peleando al mismo tiempo con unos y con otros…

CA: Lo que yo entiendo es que tú empleas diferentes técnicas de investigación. Algunos te tildan de ecléctico.

PGC: Pienso que todo empezó con el historicismo de mis profesores de El Colegio de México. Ellos intentaban buscar totalidades que explican los fenómenos históricos, aunque no incluían las relaciones de explotación. Lo cierto es que uno de los problemas que estudié desde mi maestría es precisamente el eclecticismo. Pero el eclecticismo es una forma superficial de acceder al conocimiento. Una parte de la verdad la encuentro aquí; otra, la encuentro allá. Entonces voy a juntar las dos verdades parciales y ya tengo la verdad completa. Esto es de una superficialidad espantosa. Lo que yo estaba viendo es que la academia establecía fronteras entre una especialidad y otra. Y las corrientes teóricas o ideológicas habían hecho algo semejante. Y decían: “Hasta aquí se es empirista; hasta aquí se deja de serlo; hasta aquí se es marxista, aquí ya no”. Para unos lo falso residía en la separación, mientras que para otros lo falso era la unión tachada de ecléctica. En mi opinión, lo falso reside en la separación artificial de lo que en realidad está unido y en la unión artificial de lo que está separado.

CA: Una y otra vez has señalado las fallas del corpus teórico que se conoce como marxismo-leninismo. Te quisiera preguntar qué opinas de las corrientes disidentes del socialismo y cuál sería su aporte para el mundo actual.

PGC: Yo creo que voy a salirme de tu pregunta, porque me parece que estamos en una etapa en que los razonamientos de tipo doctrinario han entrado en crisis terminal. ¿Qué contribuyó a esto? Sin duda, el carácter oficial que se le dio al pensamiento marxista, mismo que fortaleció corrientes que se fundamentan en el pensamiento religioso y se expresan en sistemas filosóficos acabados, como el de los tomistas… El referente para saber si tú estás diciendo la verdad es el sistema teológico o filosófico al que dices pertenecer y esto te lleva a escoger el texto que mejor expresa lo que tú crees, y te acostumbras a leer el mundo a través de un texto y a través de una doctrina. Como en las religiones. Felizmente, todo esto entró en crisis.

CA: ¿Cuándo y por qué?

PGC: Para mí la crisis empezó en América Latina con la Revolución Cubana. La gente no se ha dado cuenta del carácter universal de la Revolución Cubana, sino de una manera muy pobre, pero la combinación de Marx y de Martí no es una manera de hablar de los líderes de la Revolución. Es una realidad. La Revolución Cubana no es la última revolución marxista-leninista. Es la primera de un nuevo tipo y, aunque dentro de este nuevo tipo de revoluciones todavía conserva formas doctrinarias, añade un discurso en que la pedagogía política es muy fuerte y en que se les enseña a pensar a los trabajadores, a los campesinos y a los pueblos: qué implicaciones tiene que tomar una medida o qué medidas se tienen que tomar si se quiere alcanzar un objetivo. Y esas formas de razonar coinciden con los planteamientos de Paulo Freire y su pedagogía de la liberación. A esto, se va a añadir otra novedad de una importancia énorme que fue y es la famosa teología de la liberación. Dicen que la teología de la liberación ya desapareció. Yo más bien creo que la teología de la liberación se transformó en la cultura de la emancipación en América Latina, y que en este momento nos resulta muy fácil conversar a quienes no somos creyentes con creyentes y viceversa.

CA: ¿Y el 68?

PGC: A esta nueva forma de pensar que aparece en Cuba, se añade el 68. El 68 va a introducir una nueva forma de pensar, en la que el anarquismo cobra mucha importancia. Pero influyen también el pensamiento crítico de la Escuela de Frankfurt, las luchas antirracistas, el liberalismo radical de Estados Unidos y muchas otras experiencias de los insumisos. Aparecen nuevas metas emancipadoras, como el respeto a las desigualdades sexuales y particularmente el respeto a la mujer, ya no como en el feminismo anterior, muy respetable, pero que tenía límites en el terreno de la política y del poder. Y aparece un nuevo ícono que es el Che Guevara. De manera que tenemos una mezcla de influencias positivas que no era ecléctica, sino que correspondía a nuevos planteamientos que se formulaban a nivel de lo que se llamaba “contestatario”, o de los happenings y los desplantes, con la alegría de vivir y amar… Todo esto fue tomando formas mucho más ricas, todavía más ricas, con el movimiento de los pueblos mayas, con el movimiento zapatista, en que se dio un salto muy fuerte. De la posición meramente contestataria, se pasó a utilizar el lenguaje, la música, la poesía, la filosofía, las artes y las ciencias en un nuevo tipo de discurso. Y a este discurso se añade el planteamiento de una reestructuración de la sociedad que no se hizo en el socialismo estatista de Rusia y de China…

CA: ¿Cuáles movimientos sociales te parecen más significativos en la actualidad?

PGC: Yo creo que las influencias más fuertes que tengo ahora vienen de la Revolución Cubana y del movimiento zapatista. La Revolución Cubana tiene un significado universal del que no nos hemos percatado, insisto, y al que estamos dando muy poca atención. Es el único triunfo que hemos tenido en cincuenta años de derrotas. Pero no nos hemos atrevido a preguntarnos: “¿Qué pasa en Cuba que resiste al imperialismo más agresivo del mundo?”. Es como para tener una preocupación intelectual un poco más fuerte… En Europa y en Estados Unidos, en donde quieras, son muy pocos aquellos que, como Noam Chomsky, apoyan a este movimiento. Algo muy semejante ocurre con los pueblos indios de América Latina, y ahí no sólo incluyo al zapatismo, sino a importantes sectores de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) en el Ecuador y de los pueblos en Bolivia, que tienen planteamientos muy interesantes sobre las relaciones entre comunidades y gobierno nacional, problemas que son muy difíciles de resolver y en que ellos han hecho aportaciones novedosas, con otras del “buen vivir”, sin explotar a la humanidad ni destruir a la madre tierra.

CA: ¿Cuáles son, a tu entender, las contribuciones principales del movimiento zapatista?

PGC: Los zapatistas tienen planteamientos universales de innegable importancia, como en el nuevo discurso político, que rompe con la solemnidad y combina los más distintos géneros, y la lucha por esa autonomía que se separa y se junta, se separa de lo opuesto y se junta a lo semejante distinto a los de abajo y a la izquierda de todas las culturas del universo. Es claro que los zapatistas no proponen una autonomía al estilo de las repúblicas indias de la colonia. Lo que están planteando es una reestructuración de la vida social, económica, cultural, política, ecológica en que colectivos que conservan cierta autonomía se articulan en sistemas cooperativos de las más distintas magnitudes. En ocasiones, cuando así sean más efectivos y funcionales, los servicios administrativos y de seguridad de las redes de comunidades pueden llegar a centralizarse. Pero a sus mandos se les dan facultades limitadas. Dentro de un campo determinado pueden tomar decisiones sin consultar, pero en el resto sí estarán obligados a consultar. En todo caso, al final de ciertas luchas o períodos, los delegados pueden quedarse en sus misiones por la experiencia adquirida o tienen que reintegrar a su comunidad, cuidando que no gocen de ningún privilegio especial en relación con el resto de la población. La reivindicación de la dignidad por los zapatistas también es muy importante, si se piensa que las llamadas “acciones cívicas” de la guerra contrainsurgente incluyen actos de caridad con los que tratan de ganar a la población con la cooptación; y combinan la cooptación con la corrupción, y cooptación y corrupción, con la represión e intimidación. Otros aportes están más relacionados con las circunstancias locales, y a veces se vuelven universales. En un momento dado, los pueblos mayas de Chiapas sintieron que era necesario hacer una acción de fuerza para que los respetaran. Cuando, el 1 de enero de 1994, tomaron varias ciudades, en Chiapas, quisieron decir: “No estamos hablando de broma. Respétennos”. Vino un momento muy duro y fue cuando yo empecé a intervenir, a invitación del obispo Samuel Ruiz. Mi primer viaje fue para lograr la suspensión de la guerra y la logramos; afortunadamente, Samuel Ruiz era un político extraordinario, de una limpieza, una fortaleza y una serenidad realmente admirables, igual que sus colaboradores. Después de haber logrado el alto al fuego, se planteó la posibilidad del diálogo y vino una experiencia que muy posiblemente se tenga que repetir, porque muchos de los pueblos indignados no quieren tomar el poder, y tendrán que dialogar guardando su autonomía, como lo hicieron los zapatistas. Esta es una de las experiencias locales que después revelan tener algo de universal.

CA: ¿Crees que esto es un asunto coyuntural o de larga duración?

PGC: En la actualidad, no hay ningún movimiento visible que esté planteando la toma del poder. Ninguno. Entonces esto no es una casualidad, ni es una teoría. Si no se plantean la toma del poder, se van a necesitar diálogos y comisiones de intermediación para cambiar el sistema político, que en este momento es lo que quieren cambiar. Y la experiencia de los diálogos de San Andrés es precisamente esa. Fue una experiencia muy exitosa, pues logramos acuerdos que firmaron el gobierno y todos los partidos políticos. Y hay algo más, como lección universal: que se va a tener que dialogar y que si se dialoga, no por eso se puede conceder en un ápice la autonomía de los rebeldes, su derecho a plantear las demandas inmediatas o fundamentales para continuar en la lucha política, y no por ellas abandonar las metas estratégicas y los difíciles proyectos de cambiar el mundo. Los diálogos de San Andrés nos dejaron otra experiencia. A poco el propio gobierno y todos los partidos traicionaron los acuerdos que habían firmado y se olvidaron de ellos. A partir de esa situación, es todavía más fácil de explicar la posición que tomó el movimiento zapatista de no participar en la política electoral, y de hacer “otra campaña, muy otra”. Su negativa a participar en la política electoral fue un rechazo abierto al sistema político, que no sólo había traicionado sus acuerdos, sino cuyos dirigentes –con pocas excepciones– habían contribuido al endeudamiento externo, motor principal de los modelos de recolonización y sujeción neoliberal. Yo coincido con esa posición que hoy se está repitiendo en el mundo entero. De modo que se tiene que ver el zapatismo en sus mensajes universales y en sus mensajes circunstanciales que se vuelven universales.

CA: ¿Consideras que renunciar a la toma del poder es una debilidad o una fortaleza?

PGC: Yo creo que es un hecho. Y precisamente ahora estoy trabajando en este problema. Lo veo en términos de niveles de conciencia que varían y que adquieren mayor o menor profundidad. Lo más profundo, lo que no puede continuar, se llama el capitalismo. Mientras no se plantee este cambio, creo que estaremos en una situación de luchas muy respetables, puesto que son todos los pueblos los que optan por ella y en gran parte con razón. Yo mismo creo que en este momento sería un error plantearse la toma del Palacio de Invierno. También sería un error pensar en términos de las guerrillas de los años sesenta después de toda la experiencia contrainsurgente que se ha acumulado. Estamos en un período de gestación de nuevos procesos emancipadores que no sabemos exactamente cómo van a ser y los que, de acuerdo con los estudios que se hacen sobre sistemas complejos en fase de transición al caos o que salen del caos, son los más difíciles de predecir.

CA: Algunos autores, como Wallerstein, opinan que el imperialismo estadounidense se encuentra en franco declive. Otros establecen una comparación con la Roma de Julio César. Para ellos, Estados Unidos apenas estaría transitando de la república al imperio. De manera que, lejos de menguar, el imperialismo se estaría reforzando.

PGC: Esa tesis de que está declinando el poder del imperialismo ha circulado mucho. Yo creo que no es nuestro problema. Incluso nos desvía de nuestros verdaderos problemas. Nuestro problema es que estamos viviendo el poder global del imperialismo estadounidense. Estamos viendo que el poder de Estados Unidos en materia de bases militares es el más grande del mundo. Y estamos viendo que en el Consejo de Seguridad se vota la recolonización de Libia para derrocar a su antiguo colaborador, Muhamar Gadafi. Esto ya lo habíamos visto innumerables veces en el pasado: el colonialismo apoya a los pueblos en sus luchas contra sus dictadores, sólo para poner a otros dictadores más serviles. Es lo que hacen los marines que conquistan los países de América Latina y de otras partes del mundo al grito de “¡viva la libertad!”. Me parece que estos son los problemas que nos tienen que preocupar. Y nos indican que el imperialismo colectivo de Estados Unidos y Europa sigue dominando ahora y ha entrado en un proceso de recolonización del mundo y de privación de los derechos que se vio obligado a dar a los trabajadores en una correlación de fuerzas que se vino abajo.

CA: Después del entusiasmo que suscitó el surgimiento de los movimientos contra la globalización neoliberal, tal parece que en la actualidad nos encontramos en una crisis.

PGC: Yo no veo nada más la crisis. El año 2011 para mí es un año muy importante en que no sólo aparecen nuevas características en los movimientos sociales. Hay movilizaciones muy extrañas que se dan en el mundo árabe, en Islandia, en Grecia, en Francia, en Wisconsin, en España… donde surge esa maravillosa palabra de los indignados. Otra vez aparece la lucha por la democracia como poder del pueblo. Y aparece muy fuertemente. No aparece tanto la palabra socialismo; tampoco la palabra liberación. Se habla de democracia y la están llamando democracia directa. Yo creo que esta es la verdadera democracia, y la que puede llevar al socialismo, a otro socialismo “muy otro”.

CA: ¿Y en México?

PGC: La situación que vive el país es muy grave. La crisis económica se combina con la crisis de la moralidad pública, con la vacuidad y el engaño de la palabra política, pero sobre todo con la llamada “guerra contra el narcotráfico” y los estragos que está haciendo en la población más pobre. A todo esto hay que añadir la intervención creciente del gobierno de los Estados Unidos. El movimiento que promueve Javier Sicilia me parece muy interesante. La gente se ha movilizado en torno a su llamado, que se puede vincular con la historia de las revoluciones en México. Aquí las revoluciones siempre se han hecho en defensa de la Constitución: este es un país institucional hasta para hacer las revoluciones. La primera, la de la independencia, se hizo en nombre de la Constitución de Cádiz y de la Virgen de Guadalupe. Esta parece que se está haciendo –entre otros– con un movimiento dirigido por un católico militante, partidario de darle al amor un significado muy grande. Hay un problema principal en el movimiento. El amor tiene sus contradicciones. Cristo corrió a los ladrones del templo y a los romanos de Israel. Habrá que esperar para ver en qué formas se resuelven estas contradicciones mediante unos principios mínimos a los que se atengan los participantes del movimiento para cumplir lo que se dijo que se iba a hacer, es decir el pacto nacional. Y habrá que ver cómo vuelven a juntarse con las organizaciones de trabajadores, que por su parte se están articulando en una difícil lucha de demandas inmediatas y formaciones estratégicas.

CA: Por último quisiera preguntarte acerca de tu libro más reciente, Las nuevas ciencias y las humanidades: de la academia a la política.

PGC: Siempre me interesaron los vínculos entre las ciencias sociales, las estadísticas y las llamadas matemáticas aplicadas. Ahora los relaciono con los problemas que se plantean en el capitalismo corporativo, en que cobran gran importancia la información como organización y los llamados sistemas complejos. Las organizaciones gigantescas, como las multinacionales y los complejos militares-empresariales, se articulan con unidades pequeñas y relativamente autónomas que forman parte de sus redes de dominación y acumulación. Es aquí donde cobran importancia los sistemas complejos y autorregulados, mismos que se encuentran relacionados con los sistemas terminales y los sistemas emergentes, es decir, con fenómenos de transición al caos, y con la emergencia de nuevas formaciones y sistemas. Algo muy interesante es que la teoría de los sistemas complejos descubre que las pequeñas formaciones pueden irse reproduciendo y transformando hasta ocupar espacios gigantescos. Las nuevas ciencias revelan otro fenómeno muy importante: que el conocimiento y la estructuración del mundo van de lo local a lo global. Es un fenómeno que corresponde a los llamados fractales, en que la misma forma es independiente del tamaño y que en muchos casos se va repitiendo desde lo pequeño hasta lo grande…

CA: ¿Qué relevancia tiene todo esto para los movimientos sociales?

PGC: Lo que estamos viendo es cómo el capitalismo corporativo domina al mundo usando un conjunto de técnicas tras las cuales se encuentran aspectos ideológicos… y tecnológicos que es necesario conocer. El capitalismo se presenta como un sistema que corresponde a la naturaleza humana, en que cada individuo vela por su propio interés. Muchas de sus investigaciones científicas demuestran lo contrario. Ahora mismo existen sistemas solidarios y sistemas cooperativos que esbozan posibilidades distintas a las del darwinismo político, es decir, distintas a la ideología según la cual el ser humano es por naturaleza egoísta y las especies más fuertes se imponen sobre las especies más débiles. Pero a más de las ideologías, hay una realidad innegable. Vivimos en el capitalismo más organizado de la historia y en él la lucha de clases, la lucha por la independencia, la lucha por la democracia directa y la libertad son luchas entre sistemas de organizaciones opresoras y emancipadoras. Nosotros tenemos que afrontar los nuevos problemas de la emancipación con y contra varias de las técnicas que las corporaciones y sus complejos usan para la dominación y acumulación. Tenemos que conocerlas y en algunos casos adaptarlas, y articularlas con las que corresponden al inmenso saber de los pueblos y de quienes han echado su suerte con ellos.

Tepoztlán, Morelos, 4 de septiembre de 2011.

Fuente: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/secret/CyE/6/CyE-6.pdf







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Juegos peligrosos.






Rebelion. Pentágono y OTAN contra BRICS















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02-12-2011






Ambos lados ponen coto a su territorio en Medio Oriente y los países del BRICS advierten a Occidente contra intervenciones

Pentágono y OTAN contra BRICS




Al-Jazeera



Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens




Pocos se habrán dado cuenta de que la semana pasada la portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Victoria Nuland, anunció enigmáticamente que Washington “dejará de cumplir ciertas obligaciones del Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (CFE, por sus siglas en inglés) respecto a Rusia”.

Traducción: desde ahora Washington no informará del nuevo despliegue de su marina global. Se supone que ahora la estrategia de “reposicionamiento” mundial del Pentágono será secreta.

Hay que agregar algunos antecedentes esenciales. La primera parte del CFE se firmó en 1990, cuando todavía existía el Pacto de Varsovia y la OTAN supuestamente debía defender al Occidente “libre” contra lo que se presentaba como un amenazador Ejército Rojo.

La primera parte establecía una reducción significativa de la cantidad de tanques, artillería pesada, jets de caza y helicópteros y que ambas partes hablarían constantemente al respecto.

La segunda parte del CFE se firmó en 1999, en el mundo post-URSS. Rusia movió el grueso de su arsenal detrás de los Urales mientras la OTAN se siguió expandiendo hasta las fronteras de Rusia, traicionando de modo flagrante la promesa que hizo personalmente George Bush padre a Mijail Gorbachov.

Vladimir Putin entró en escena en 2007 y decidió suspender el papel de Rusia en el CFE hasta que EE.UU. y la OTAN confirmaran la segunda parte. Washington no hizo nada en absoluto y pasó cuatro años reflexionando qué hacer. Ahora, incluso las “conversaciones” están en espera.

No interfieran con Siria

Moscú, sin embargo, ya sabe desde hace años hacia dónde va el Pentágono: Polonia, la República Checa, Hungría, Lituania.

No obstante, el sueño de la OTAN es algo completamente diferente: Bosquejado ya en una cumbre en Lisboa hace un año, quiere convertir el Mediterráneo en un lago de la OTAN.

Diplomáticos de la UE confirman, extraoficialmente, que la OTAN discutirá en una reunión clave a principios de diciembre cómo establecer una cabeza de puente muy cerca de la frontera meridional de Rusia para acelerar la desestabilización de Siria.

Para Rusia, una intervención occidental en Siria es totalmente imposible. La única base naval de Rusia en el Mediterráneo Oriental está en el puerto (sirio) de Tartus.

No es casualidad que Rusia haya instalado su sistema de defensa aérea S-300 –uno de los mejores sistemas de misiles tierra-aire para todas las altitudes del mundo, comparable con el Patriot estadounidense– en Tartus. La actualización al sistema S-400, aún más sofisticado, es inminente.

Además, por lo menos un 20% del complejo industrial militar ruso entraría en una profunda crisis si perdiera esos asiduos clientes sirios.

Esencialmente la OTAN –para no mencionar a Israel– sería suicida si tratara de atacar Siria por mar. Los servicios rusos trabajan con la hipótesis de un ataque a través de Arabia Saudí.

Otros países también son muy conscientes de la estrategia de la OTAN de realizar un “remix de Libia”.

Por ejemplo, la reunión de la semana pasada, en Moscú, de los viceministros de Exteriores del grupo de países emergentes BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

El BRICS no podría ser más explícito: Olvidad una intervención extranjera en Siria, como diciendo que “cualquier interferencia externa en los asuntos de Siria, que no esté de acuerdo con la Carta de la ONU, debe excluirse”.

El BRICS también condena las sanciones adicionales contra Irán (“contraproducentes”) y toda posibilidad de un ataque. La única solución –tanto para Siria como para Irán– son el diálogo y las negociaciones. Olvidad una votación de la Liga Árabe que conduzca a una nueva resolución R2P (“responsabilidad de proteger”) aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU.

Es un terremoto geopolítico. La diplomacia rusa ha coordinado con los otros miembros del BRICS un fuerte golpe en la mesa: lucharemos contra nuevas intervenciones de EE.UU. –“humanitarias” o no– en Medio Oriente. Ahora es Pentágono/OTAN contra el BRICS.

Brasil, India y China observan con el mismo interés que Rusia, igual que Francia (bajo el neonapoleónico Liberador de Libia Nicolas Sarkozy) y Turquía, ambos miembros de la OTAN, han invertido, sin límites, en el contrabando de armas y han apostado por una guerra civil en Siria a la vez que frustran toda posibilidad de un diálogo entre el régimen de Assad y la fragmentada oposición.

Alerta ante el riesgo

Tampoco es un secreto para el BRICS que la estrategia de “reposicionamiento” del Pentágono implica un intento no disimulado de imponer, a largo plazo, una “negativa de acceso” al transporte marítimo chino y a la expansión a mar abierto de la armada de China.

El reposicionamiento actual a través de África y Asia especialmente concierne a cuellos de botella. No es sorprendente que los cuellos de botella cruciales del mundo sean temas de seguridad nacional para China, en cuanto a su suministro de petróleo.

El Estrecho de Ormuz es el cuello de botella crucial del petróleo (aproximadamente 16 millones de barriles diarios, el 17% del petróleo que se comercializa en todo el mundo, más de un 75% exportado a Asia).

El Estrecho de Malaca es el vínculo crucial entre el Océano Índico y el Mar del Sur de China y el Pacífico, la ruta marítima más corta entre el Golfo Pérsico y Asia, con un flujo de unos 14 millones de barriles diarios.

Y Bab el-Mandab, entre el Cuerno de África y Medio Oriente, es el vínculo estratégico entre el Mediterráneo y el Océano Índico, con un flujo de 4 millones de barriles diarios.

El consejero de seguridad nacional del gobierno de Obama, Thomas Donilon, ha estado argumentando insistentemente que EE.UU. necesita “reequilibrar” su énfasis estratégico de Medio Oriente a Asia.

Ese hecho va muy lejos para explicar el envío de marines a Darwin en el norte de Australia, que analicé en un artículo anterior. Darwin está muy cerca de otro cuello de botella, Jolo/Sulu en el sudoeste de las Filipinas.

El primer secretario general de la OTAN Lord “Pug Ismay” acuñó el famoso mantra según el cual el bloque atlantista debe “mantener a los rusos afuera, a los estadounidenses adentro y los alemanes abajo”.

Ahora el mantra de la OTAN parece que es “mantener a los chinos afuera, a los estadounidenses adentro y los rusos abajo”.

Pero las acciones del Pentágono/OTAN -todas parte de la doctrina de la Dominación a Espectro Completo– lo que hacen realmente es juntar más y más a Rusia y China, no solo dentro del BRICS, sino especialmente en la expandida Organización de Cooperación de Shanghái (SCO), que se convierte rápidamente en un bloque económico, pero también militar.

La Dominación a Espectro Completo implica que Washington cerque Asia con cientos de bases militares y ahora sistemas –no probados– de defensa de misiles. Crucialmente, esto implica la amenaza de todas las amenazas: la capacidad de primer ataque.

Pekín, al menos de momento, no ha calificado de actos de guerra la expansión de AFRICOM (el Comando África de EE.UU.) contra sus intereses comerciales, o los marines posicionados en Australia.

Pero Rusia, como en el caso de la expansión de la defensa de misiles a Europa Oriental y Turquía, la “falta de conversaciones” respecto al CFE, y los designios de la OTAN respecto a Siria, es mucho más enérgica.

Hay que olvidar la posibilidad de que los “competidores estratégicos” de EE.UU., Rusia y China, cedan su soberanía o comprometan su seguridad nacional. Alguien tiene que revelar la noticia a esos generales en el Pentágono: Rusia y China no son precisamente Iraq y Libia.

Pepe Escobar es corresponsal itinerante de Asia Times. Su último libro se titula Obama Does Globalistan (Nimble Books, 2009).

Fuente: http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2011/11/2011112991711150824.html

rCR







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